Estudio bíblico: Comienzo del segundo viaje misionero - Hechos 15:36-16:11
Comienzo del segundo viaje misionero (Hechos 15:36-16:11)
Consideraciones generales
1. Los términos "viajes" o "expediciones"
Se ha objetado con alguna razón que la división de la gran labor de Pablo durante los años 45 a 57 en "viajes", que tienen su punto de partida en Antioquía de Siria, y su fin en Israel, no pasa de ser una designación algo arbitraria, ya que los trabajos son continuos, y en la medida en que van estableciéndose otras bases de operaciones en nuevas e importantes regiones se va perdiendo la idea de Antioquía como el centro del esfuerzo misionero entre los gentiles, de la manera en que Jerusalén perdió su importancia primordial después de la evangelización de Israel. El verdadero "Centro" es la Diestra de Dios, desde donde el Señor de la Mies y Cabeza de la Iglesia dirige las operaciones de sus siervos. Su Nombre es igualmente potente en Jerusalén, Antioquía, Macedonia, Corinto o Éfeso, y en todas partes el Espíritu Santo hace sentir sus poderosos impulsos, sin la necesidad de comunicar con los antiguos centros con el fin de que éstos controlen o coordinen el avance del Evangelio y la formación de las iglesias locales. Se ha de entender, pues, que si retenemos los antiguos términos de "primer viaje", "segundo viaje", etc., es porque son muy conocidos, porque en alguna parte hemos de hacer altos en el comentario y porque, aun cuando sea casualmente, no dejan de responder a sucesivas etapas de la obra del apóstol que llevan su propio sello distintivo.
El segundo viaje pasa por tres etapas sucesivas que se distinguen fácilmente en el relato de Lucas: a) la confirmación de iglesias en Cilicia, Licaonia y Frigia, fundadas o durante el primer viaje o por la expansión espontánea de la Obra; b) la nueva obra en Macedonia, después de la visión del "hombre de Macedonia" que termina con el testimonio en Berea (Hch 16:9) (Hch 17:10-15); c) la extensión del Reino en la provincia de Acaya, al Sur de Grecia, empezando con la visita a Atenas y pasando a su centro principal en Corinto. Al final del viaje, Pablo vuelve a Jerusalén y a Antioquía, después de una visita preliminar a Éfeso (Hch 18:18-21).
En todas las jornadas de tan extendidos viajes, realizados mayormente a pie y muchos en circunstancias de dificultad y de peligro, hallaremos en operación los grandes principios que informaron la estrategia misionera de Pablo según el análisis que dimos de ella como preludio del apartamiento de Bernabé y Saulo en (Hch 13:1-4). Importantísimo es lo que hacía Pablo mismo, ayudado por sus buenos colaboradores; pero aún más importante es lo que podía realizar el gran ejército de testigos anónimos, gracias a la manera tan sabia en que Pablo desbrozaba el terreno.
En el capítulo que nos ocupa hallamos claros indicios de cómo el Espíritu controla los planes del siervo, no para cambiar las normas ya determinadas por la sabiduría divina, sino con el fin de indicar las esferas y el momento señalado en el programa de Dios para ocuparlas. El gran apóstol no es, ni quiere ser, otra cosa sino "el esclavo de Jesucristo" (Ro 1:1).
La disensión entre Pablo y Bernabé (Hch 15:36-39)
1. Un principio desanimador
De buena gana eliminaríamos los versículos 36 a 39 de las heroicas gestas de los apóstoles, pues nos apena tener que presenciar, aun a través de nuestro texto y después del lapso de tantos siglos, una fuerte desavenencia entre dos siervos del Señor, adalides tan eminentes en la extensión del Evangelio, tan abnegados y tan bendecidos, como lo eran Bernabé y Pablo. Las notas biográficas sobre Bernabé le han presentado como el espejo mismo de bondad, de generosidad, de fe y de sabiduría. Pablo se ha visto como carácter fuerte y dinámico, desde luego, pero a la vez como hombre de gran corazón y de exquisita sensibilidad. Hombro a hombro los buenos compañeros habían llevado a cabo grandes proezas en el Reino de Dios, que marcaron época, y siempre les hemos visto unidos en los lazos de una íntima colaboración. Bernabé había presentado a Saulo a la iglesia en Jerusalén en la ocasión de la primera visita a la capital; más tarde le había colocado en la hermosa esfera de la naciente y creciente iglesia de Antioquía, donde el apóstol pudo desarrollar sus dotes como enseñador en tanto que el Espíritu apartase a los dos como sus instrumentos para sembrar la buena semilla a manos llenas por las tierras de los gentiles. A pesar de todo ello, por una diferencia de criterio sobre el servicio de Juan Marcos, primo de Bernabé, los dos colegas se separan después de una contención tan violenta que se expresa en el griego por el término que, transliterado, es nuestro vocablo "paroxismo".
2. La razón que pudiera acompañar a ambos
Hemos puesto de relieve la tristeza del incidente, que no dejaba de ser un mal testimonio frente a la gran iglesia de Antioquía —que tanto debía a ambos siervos de Dios—, pero hemos de notar también que en cierto sentido los dos tenían razón, puesto que la lucha no surgió de consideraciones personales, sino de la manera en que cada uno interpretaba los principios cristianos que convenía aplicar al caso de Juan Marcos. Recojamos, pues, esta "miga" de consuelo viendo que los móviles de los dos son elevados, y que Dios podía seguir utilizando tanto a Bernabé como a Pablo, bien que el primero desaparece desde aquel momento de la narración de Lucas, que se ciñe a la labor del apóstol a los gentiles al llevar la antorcha del Evangelio hacia el Occidente.
3. Las razones de Pablo
La posición que adopta Pablo es clara. Había mucha labor que realizar en condiciones que no dejarían de ser difíciles y a veces penosas. El joven Juan Marcos les había abandonado en Panfilia, por las razones que fuesen, y no había continuado con ellos en la obra. Si lo había hecho una vez, podría volver a hacerlo, y, por lo tanto, a Pablo "no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos" (Hch 15:38). El apóstol podía sospechar que Bernabé se dejara influir por cuestiones de parentesco, no queriendo desairar a su primo, ya que se apresuraba a invitar a Juan Marcos a que reemprendiera la labor que había abandonado, antes de la prueba de rigor, y razonaría como sigue: "Sin duda es posible que se rehabilite, si de verdad se ha arrepentido de su mal paso; pero sólo su perseverancia en trabajos humildes a través de un tiempo prolongado podrá asegurarnos sobre el hecho. Demos tiempo al tiempo hasta que todo se vea claro".
4. Las razones de Bernabé
En cuanto a Bernabé, no consta más que el hecho de que quería llevar con ellos a Juan Marcos, y que resistió todas las razones de Pablo en aquella ocasión. Seguramente veía el asunto desde otro punto de vista, y podemos imaginar que, habiendo tenido mucho contacto con su joven primo durante el intervalo entre los dos viajes, había llegado a la convicción de que no sólo se había arrepentido de su tropiezo, sino de que Juan Marcos tenía aptitudes muy especiales para la Obra. "¿Qué impide, diría, que le utilicemos de nuevo? El Señor no apaga "el pábilo que humea", sino que lo limpia, gozándose en la renovada luz del testimonio; por llevarle con nosotros podemos animarle y hacerle bien, y sin duda sus servicios nos serán de inapreciable valor". Así razonaría "el hombre bueno", el pastor de almas, que anteponía el cordero que tenía delante a las exigencias del tremendo combate que les esperaba. Escondidos detrás de los buenos móviles de ambos podrían haber mediado oscuros movimientos del alma que se alimentaban de la carne, impulsados por roces pasados, apenas perceptibles, pero que habían dejado su rastro en la subconsciencia de ambos, pues eran hombres y no ángeles, a pesar de que su vida normal manifestaba hermosamente hasta qué punto tenían la carne y el pecado como crucificados para mejor servir a su Señor en la potencia del Espíritu.
El caso es que, después de la desavenencia, la Obra del Señor fue mejor servida por los trabajos que los dos llevaran a cabo separados el uno del otro, que no por un intento de soldar artificialmente lo que se había despegado: lo que no deja de ofrecernos una lección de sabiduría práctica en cuanto al tema de la colaboración de los siervos de Dios en nuestra época.
5. Juan Marcos
Por fin Juan Marcos pudo rehabilitarse, lo que también justificó a Bernabé en la parte personal del asunto, pues no había errado al creer que el joven había vuelto humildemente al camino del servicio, con ánimo de perseverar hasta el fin. Pablo mismo llegó a apreciar su trabajo valioso y constante, deseando tenerle consigo en la última gran crisis de su propio servicio en la tierra (Col 4:10) (Flm 1:24) (2 Ti 4:11). La mención de Bernabé como colaborador de Pablo en fechas posteriores —véase (1 Co 9:6)— parece indicar que Pablo y él llegaron a renovar su servicio en común en alguna época.
Los comienzos del segundo viaje (Hch 15:39-41)
1. Su propósito inmediato
La proposición de Pablo a Bernabé había sido: "Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la Palabra del Señor, para ver cómo están" (Hch 15:36). Por (Hch 15:41) comprendemos que Pablo y Silas pasaron por Siria y Cilicia corroborando las iglesias. Por lo tanto, el propósito primordial del apóstol fue el de confirmar lo que ya habían realizado, esperando, sin duda, que el Señor hubiese aumentado el número tanto de los discípulos como de las iglesias. Más tarde alzó los ojos sobre nuevos campos, siendo guiado por fin a regiones que no había contemplado entrar tan tempranamente; pero no fue menos importante la confirmación de la obra pasada que la iniciación de nuevas etapas del desarrollo del plan total.
De paso notamos que Bernabé tomó consigo a Juan Marcos, según su intento fijo, yendo con él a Chipre, donde, seguramente, podían recoger fruto del viaje anterior y levantar más obra sobre los buenos fundamentos de entonces. Un hombre del calibre moral y espiritual de Bernabé no había de desperdiciar lo mucho que el Señor le había enseñado por medio de Pablo durante el primer viaje.
2. El nuevo compañero (Hch 15:40)
Pablo sabía el valor del compañerismo en la Obra, y se comprende que ya había tratado mucho con Silas (Silvano), uno de los "hombres eminentes entre los hermanos" que habían sido los portadores de la carta de Jerusalén a Antioquía, confirmando su mensaje por medio de su propio ministerio profético. Este hermano, destacado en Jerusalén, pero a la vez ciudadano romano (Hch 16:37), da muestras de ser hombre culto, influyendo probablemente en el buen estilo del griego helenístico de las cartas a los tesalonicenses y en la primera de Pedro. Hay frecuentes menciones de su servicio hasta la época de la evangelización de Corinto, siendo probable que él quedara allí al salir Pablo de la ciudad para ir a Jerusalén (Hch 18:18). En (1 P 5:12) se le ve como "el hermano fiel" que colaboró más tarde con el apóstol Pedro. Era compañero idóneo para tomar el lugar de Bernabé como íntimo ayudador de Pablo. Más tarde no se habla tanto de un colaborador especial, sino que vemos a Pablo rodeado de un número de los tales, que es natural en vista del avance de la obra, lo que traía sus inevitables complicaciones, para la solución de las cuales Dios levantaba diversos dones. La iniciativa de esta colaboración con Silas durante el segundo viaje partió de Pablo como es natural, ya que "le escogió por compañero" (Hch 15:40). Hemos de entender que Silas había comprendido la gran importancia de la obra en las provincias y que él mismo sentía el llamamiento del Señor conjuntamente con el profundo anhelo de apoyar al apóstol en la realización de su sublime cometido.
3. El paso por Siria y Cilicia (Hch 15:41)
Recuérdese la íntima relación que existía entre Antioquía y la provincia conjunta de Siria-Cilicia. Ya hemos expresado la opinión de que las iglesias en ella —probablemente numerosas— tendrían un origen doble: el que correspondía a los trabajos de Saulo de Tarso durante los "años escondidos", antes de ser llamado por Bernabé, y el que surgía del espontáneo esfuerzo misionero de la floreciente iglesia en Antioquía, desde donde partirían muchos "misioneros anónimos", pues no es de suponer que fallara la norma allí mismo donde los discípulos habían sido entrenados por adalides como Pablo y Bernabé. Las circunstancias de la fundación de las iglesias variarían considerablemente en cada caso, según las soberanas operaciones del Espíritu Santo y los medios que él quería utilizar; pero todas ellas necesitaban ser corroboradas y confirmadas en la fe. No se menciona aquí la entrega de la carta de los apóstoles y ancianos de Jerusalén, a pesar de que iba dirigida directamente a los hermanos gentiles de la región: quizá por la sencilla razón de que ya la habían recibido por medio de mensajeros enviados anteriormente desde Antioquía.
El llamamiento de Timoteo (Hch 16:1)
1. El paso a la región licaónica
Esta vez Pablo y sus compañeros —podía haber otros hermanos además de Silas— caminaron por tierra y, habiendo atravesado Cilicia (la provincia donde se encontraba Tarso, ciudad natal de Pablo), tuvieron que cruzar la sierra del Tauro para llegar a Licaonia, donde darían primeramente con Derbe y después con Listra (Hch 14:20-21). El elevado puerto montañoso llamado el "Puerto Ciliciano" les proveía de un camino arduo pero practicable que les llevaría desde las fértiles llanuras de Cilicia hasta la meseta un tanto árida de Licaonia.
2. La persona y el testimonio de Timoteo (Hch 16:1-2)
Lucas no detalla la labor de confirmación que se llevó a cabo en las conocidas iglesias de Derbe y Listra, que seguiría el patrón normal, sino pasa en seguida a notar la incorporación a la compañía apostólica del joven Timoteo. Este hermano había de ser el colega más íntimo y constante de Pablo, hallándose su nombre con mucha frecuencia y en variados contextos de Los Hechos y de las Epístolas. En un sentido fue un hallazgo inesperado que suplió prontamente la falta de Juan Marcos de la forma en que Silas había sustituido la de Bernabé, como indica la exclamación de (Hch 16:1): "Y, he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo". Tengamos en cuenta, sin embargo, que la compañía apostólica no estaba jerarquizada como algunos piensan, pues el "servidor" que se esforzara, que diera muestras de dones espirituales, de sabiduría y de tesón, cumpliría siempre las misiones adecuadas a sus capacidades y obra. Por ende, hallamos a Timoteo asociado con Pablo y Silas en la redacción de las cartas a los tesalonicenses representando al apóstol en cometidos de extremada dificultad y delicadeza. Hemos de guardarnos contra la leyenda, un tanto peyorativa, que nos quiere presentar a Timoteo como el joven tímido, muy fiel por cierto, y muy consagrado, pero de poco ánimo, que necesitaba mucho que el apóstol le exhortara constantemente. Nada se nos dice de su edad al ser llamado por Pablo, pero entre los judíos no era normal que delicados trabajos se entregaran a jóvenes neófitos, de modo que debía tener por lo menos de veinticinco a treinta años. Antes de dirigirle Pablo la segunda Epístola que lleva su nombre, Timoteo había llevado una parte principal de la labor de colaboración con el apóstol por quizá dieciséis años, siendo el enviado y el representante de Pablo en graves crisis e importantísimas misiones. Siempre se situaba como "hijo" frente al apóstol, y éste no dejaba de aconsejarle, como es natural; pero las exhortaciones fueron precisas no sólo para Timoteo, sino para todos en días aciagos, cuando se iban multiplicando problemas tanto fuera como dentro de las iglesias. Timoteo llegó pronto a ser adalid cristiano sabio y esforzado, de segundo rango sólo después de los apóstoles del Señor (1 Ts 3:2-6) (Fil 2:19-23) (1 Ti 1:3).
Suponemos que Timoteo, su madre y su abuela (2 Ti 1:5) se hubiesen convertido al Señor durante la primera visita de Pablo a Listra. Lo cierto es que, después de la partida de éste de la ciudad, el joven hermano se esforzaba en el servicio del Maestro de tal forma que los discípulos, no sólo de Listra, sino también de Iconio, daban de él buen testimonio. Ya había dado muestra, pues, de su temple y de su celo por la Obra del Señor, allí en el distrito donde vivía, que es el primer paso para un servicio más amplio. Cuando Lucas escribe: "Quiso Pablo que éste fuese con él" (Hch 16:3), comprendemos que el apóstol no obró movido por ningún capricho, sino que escogió a un colega que ya había dado prueba de sí y en quien se habían manifestado capacidades y dones nada comunes.
3. El solemne apartamiento de Timoteo
Debemos complementar la breve mención que Lucas hace aquí del llamamiento de Timoteo por referencias que se hallan al mismo suceso en las Epístolas que Pablo le dirigió más tarde, a la luz de las cuales comprendemos que su encomendación a la Obra se revistió de gran solemnidad:
a) Profetas pronunciaron mensajes inspirados que indicaron que era la voluntad de Dios que fuese así separado (1 Ti 1:18).
b) Los ancianos admitieron los mensajes de los profetas que concordaron con su propia experiencia del joven obrero, de modo que el presbiterio le impuso las manos como acto externo que reconoció el don que el Espíritu había concedido, expresando asimismo su identificación con el llamamiento (1 Ti 4:14).
c) Pablo también le impuso las manos, lo que se relaciona con el don que recibió, quizá por darle en aquel momento un solemne encargo en espíritu profético (2 Ti 1:6). Puede haber referencia a la misma ocasión en (2 Ti 2:2): "lo que has oído de mí por ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles...", pues el "don", no consistía en una facultad esotérica que confería categoría superior a Timoteo, sino que era el "depósito", el encargo del ministerio de la Palabra, que había de transmitir a su vez a otros.
4. La circuncisión de Timoteo (Hch 16:3-4)
Que Pablo hubiese circuncidado a Timoteo ha sorprendido a muchos, y a primera vista su decisión parece discrepar de su actitud frente a la circuncisión que hemos estudiado en el capítulo anterior y que se destaca tan claramente en su Epístola a los Gálatas: "He aquí, yo Pablo os digo que si os circundáis, de nada os aprovechará Cristo" (Ga 5:2). Al hacer referencia a la visita a Jerusalén, cuando los judaizantes querían hacer circuncidar a Tito, exclama: "A los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del Evangelio permaneciese con vosotros" (Ga 2:3-5). ¿Por qué rechaza la circuncisión en unas circunstancias, negando rotundamente que Tito fuese circuncidado, como algo esencial para la pureza del Evangelio, para luego tomar él mismo la iniciativa en la circuncisión de Timoteo? ¿Era inconsecuente Pablo, predicando una cosa y practicando otra? Así lo decían sus enemigos (Ga 5:11), pero Pablo no nos da la impresión de ser un hombre vacilante, sino todo lo contrario.
Hemos de tener en cuenta que el mismo hecho pudo revestirse de un significado muy diferente según las circunstancias del caso y los móviles que lo determinaron. Tito y los creyentes de Galacia eran gentiles que habían aceptado a Cristo a raíz de la predicación de Pablo. Si aceptaban la hipótesis de los judaizantes sobre la necesidad de la circuncisión después de haber sido salvos y llenos del Espíritu por la sola fe, entonces anularían en efecto toda la obra anterior que Dios había realizado en ellos, manifestando que era insuficiente. Aun si pensaban que la circuncisión había de hacerles "más salvos", o "más santificados", no dejaban de menospreciar la predicación de Cristo y la obra del Espíritu Santo en ellos. El caso de Timoteo es muy distinto. Era israelita de madre y por su crianza, siendo su padre griego. Se hallaba, pues, en una posición anómala racialmente, no siendo ni judío ni griego. Dentro de la Iglesia el asunto no tenía importancia, pero la tendría, y mucha, cuando quisiera dar su testimonio por Cristo en alguna sinagoga o en cualquier contacto que tuviera con los hebreos. Todo ello se indica escuetamente por la frase explicativa de (Hch 16:3): "Pablo... le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego".
Nos gustaría saber más detalles de cómo su madre, Eunice, siendo judía, había llegado a casarse con un gentil, no apareciendo su marido para nada en la historia, lo que podría significar que había muerto. También sería interesante informarnos sobre el porqué Timoteo, que se había criado como judío piadoso, conociendo las Escrituras, no había sido circuncidado de niño. Quizá su padre lo prohibiera mientras estaba en vida. De todas formas la iniciativa de Pablo no pasa de ser otra manifestación del sabio reconocimiento del "problema judío", que no podía por menos que estar presente en la Iglesia en los primeros años, y que llevaba implícito en sí la necesidad de no escandalizar a los hebreos. Por eso la carta de Jerusalén aconsejaba la limitación voluntaria de la libertad de los creyentes gentiles en cuanto a su comida, hallándose todo ello en conformidad con las normas de acción que Pablo expresó en elocuentes palabras en (1 Co 9:19-21): "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley, a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo),para ganar a los que están sin ley".
La entrega de la carta y un resumen (Hch 16:4-5)
1. La entrega de la carta en Licaonia y Frigia (Hch 16:4)
"Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las observasen" (Hch 16:4). Lucas ha mencionado anteriormente las dos ciudades de la región licaonia-galática, Derbe y Listra, y nota que la compañía sigue pasando por ciudades antes evangelizadas, que habían de incluir necesariamente Iconio y Antioquía de Pisidia, ya que el propósito del viaje hasta aquel punto era el de visitar a los hermanos donde antes habían anunciado la Palabra (Hch 15:36). El punto es interesante, puesto que la región (o regiones) mencionadas en la continuación del viaje han de ser diferentes (Hch 16:6), llevándonos a campos nuevos, a no ser que Lucas se repite, que no es su costumbre.
El sur de la provincia romana de Galacia era bastante asequible a compañías de judaizantes proselitistas, de modo que venía bien hacer entrega allí de las decisiones de los apóstoles y ancianos en Jerusalén, que haría casi imposible que prevaleciese la doctrina judaizante en aquella región bajo el pretexto de que sus emisarios eran de verdad los autorizados por Jacobo y los demás, y no el advenedizo Pablo. Este hecho se relaciona estrechamente con la debatida cuestión de quiénes eran los receptores de la Epístola a los Gálatas.
2. Un alto y un resumen (Hch 16:5)
Nos extraña un poco encontrar aquí uno de los característicos resúmenes de Lucas en medio de lo que llamamos "el segundo viaje"; pero si meditamos un momento, nos daremos cuenta de que se trata de un alto entre dos etapas de la Obra. Geográficamente, Pablo y sus colaboradores salen del área de su trabajo anterior y se colocan ante nuevos campos de trabajo; doctrinal y eclesiásticamente, el momento induce a un alto, lleno de alabanzas al Señor, en vista de que se había ganado la primera fase de la batalla contra los judaizantes, llevando la carta de Jerusalén sosiego y paz a muchos corazones antes perturbados e inciertos a causa de las doctrinas e insinuaciones de los judaizantes, especialmente en lo que se refiere a los amplios territorios que mediaban entre Antioquía en Siria y Antioquía de Pisidia. Lucas hace ver que las visitas confirmatorias del apóstol y sus colegas no habían sido en vano, de modo que, en un ambiente de tranquilidad, fortalecidas en la Fe, las iglesias aumentaban en número de día en día, con referencia no sólo a los miembros de las iglesias ya formadas, sino a la fundación de nuevos grupos por la obra de los "misioneros anónimos ilimitados".
Un periodo de incertidumbre (Hch 16:6-8)
1. ¿Fundó Pablo iglesias en Galacia propiamente dicha o no? (Hch 16:6)
Leemos: "Y pasaron por la región de Frigia y de Galacia". Si no se hace referencia a más de una región, entonces es la parte del distrito étnico de Frigia que se incluía dentro de la gran provincia administrativa romana, con fronteras mayormente artificiales, que se llamaba "Galacia"; pero acababan de salir de aquella región (Antioquía, Iconio, etc.). Si se indican dos regiones, habrán proseguido los misioneros su viaje por la región de Frigia que no estaba incluida en la provincia de Galacia y luego pasarían por partes de la provincia de Galacia donde los habitantes eran gálatas de raza, descendientes de tribus celtas que se establecieron allí durante el tercer siglo a.C., pasando a ser parte del Imperio de Roma en el año 25 a.C. Las ciudades más importantes de la Galacia étnica eran Pesino, Ancira y Tavia. En el segundo supuesto fue al atravesar dicha región que le sucedió al apóstol la enfermedad que menciona en (Ga 4:13) y que motivó de forma imprevista la predicación a los gálatas; en este caso los receptores de la carta serían estos gálatas de raza de la parte norte de la provincia romana. Si no cabe en este lugar una labor extensa de evangelización entre los tales, entonces hemos de quedar con la teoría de que los gálatas que tan pronto se hallaron en peligro de caer en la trampa del judaísmo eran aquellos de la parte sur de la provincia.
Poco se puede fundar sobre el texto de Lucas aquí, ya que le interesa señalar de paso un período de incertidumbre en cuanto a los movimientos de Pablo y su compañía durante el cual el Espíritu prohibió la predicación en Asia y Bitinia, llevándoles por fin a Troas y de allí a Macedonia, que es el área que le interesa, puesto que la proclamación del Evangelio allí lo lleva hacia el Occidente. No todo se determina por este texto, por lo tanto, ya que hemos de tener en cuenta que Lucas "deja mucho en el tintero" y muchas referencias en las Epístolas indican acontecimientos acaecidos durante los trece años de los viajes de Pablo que no hallan cabida en su libro; era importante que la historia no se hiciese interminable y difícil de manejar y que se limitara al desarrollo del programa de (Hch 1:8). Cabe la posibilidad, pues, de "huecos" llenados de sucesos importantes, como lo sería una campaña de evangelización más al norte de Galacia, sin que Lucas se viera obligado a hacer mención de ella. Rozamos aquí con una de las cuestiones más intrincadas y discutidas del fondo histórico de Los Hechos y de las Epístolas. Desde luego la cuestión apenas afecta la labor de la exposición de la Palabra, pues las lecciones fundamentales tanto de Los Hechos como de la gran Epístola a los Gálatas son iguales si resulta que los gálatas de la carta son los étnicos del norte o los frigios y licaonios del sur, que se incluían entonces en la provincia administrativa de Galacia.
2. Planes del apóstol y órdenes del Espíritu (Hch 16:6-8)
Como siempre, Pablo estaba "mirando las regiones" y, a la luz de su exacto conocimiento del mundo grecorromano, procuraba aquilatar la importancia estratégica de las provincias que podrían ser campos blancos para la siega. Ocupando el litoral occidental de lo que ahora llamamos "Asia Menor" (políticamente Turquía), se hallaba la provincia de Asia, en la que los romanos habían agrupado varios grupos étnicos y que penetraba profundamente tierra adentro, llegando al centro de Asia Menor. El estudiante ha de recordar que los términos modernos de "Asia" como vasto continente, y de "Asia Menor" como península que se proyecta hacia el Occidente, no se conocían en la antigüedad, siendo las divisiones del Imperio de Roma las que nos interesan en el estudio de Los Hechos. La provincia de Asia de entonces incluía el antiguo reino de Lidia, famoso en la historia, como también las ciudades de la costa oriental del mar Egeo, con sus numerosas islas, donde la civilización griega había brotado potente siglos antes del apogeo de la gloria de Atenas, sufriendo un eclipse cuando la región fue ocupada por los persas. Era una de las provincias más importantes y prósperas del Imperio romano de aquel entonces, y es natural que Pablo fijase su atención en ella. Más tarde había de gozarse en la realización de su propósito (Hch 19), pero aún no había llegado el momento para ello en el programa de Dios, notando Lucas escuetamente: "Les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la Palabra en Asia" (Hch 16:6). No sabemos de qué modo el Espíritu hiciera entender su prohibición: quizá por un mensaje profético.
Hacia el Norte, en la costa sur del mar Negro, se hallaba la provincia de Bitinia, otra región de gran importancia comercial y cultural. ¿Quizá la prohibición con respecto de Asia les impulsaba hacia Bitinia? Animados por este pensamiento, iban pasando por los distritos fronterizos de Misia, parte norteña de Asia, "mas el Espíritu de Jesús no se lo permitió" (versión R. V. de 1909). En orden cronológico, las "prohibiciones" son anteriores al paso por las regiones de Frigia y de Galacia, que resultaría más claro si leyésemos: "Y habiéndoles sido impedido por el Espíritu Santo... atravesaron la región de Frigia y Galacia".
Es notable que el Espíritu se llama aquí no sólo el "Espíritu Santo", sino también el "Espíritu de Jesús" —compárese con (Ro 8:9), "Espíritu de Dios"... "Espíritu de Cristo"). Los apóstoles marchaban en pos del gran "Apóstol de nuestra profesión" en la gran labor de abrir nuevas sendas para la Palabra, y es apropiado que el Espíritu se llamase "de Jesús" en su labor de guiar a sus siervos por medio de prohibiciones antes de señalarles positivamente la ruta a seguir.
Es importante recordar que el Espíritu no reprendió al apóstol por meditar planes que estaban dentro de la estrategia general que había aprendido precisamente por la iluminación del Espíritu, sino que ejercía su divina prerrogativa de señalar las etapas del programa divino.
Si hubo o no paréntesis en Galacia antes de las prohibiciones, lo que interesa a nuestra historia es que la compañía apostólica no tuvo más remedio que tomar el camino hacia Troas, pasando por Misia, que, aun siendo oficialmente parte de la provincia de Asia, se distinguía bien de ella en el parecer de los griegos; y Lucas era griego, reaccionando como tal aun en las descripciones de las unidades geográficas. Troas era puerto del norte de Asia que miraba hacia el Occidente, y como tal constituí
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