Estudio bíblico de Hechos 27:1-29
Hechos 27:1-29
Continuando nuestro recorrido por el libro de los Hechos de los Apóstoles, llegamos hoy al capítulo 27. Y en este capítulo, tenemos a Pablo en su viaje a Roma, pasando por una tempestad y un naufragio. Ahora, creemos que éste podría llamarse "el Cuarto Viaje Misionero de Pablo". Pablo estuvo tan activo cuando viajó hacia Roma, como lo fue en sus otros viajes. Ejerció la misma libertad, hizo igual número de contactos y testificó con la misma fidelidad. Las cadenas no le estorbaron aunque todo este viaje lo hizo encadenado. Recordemos que en su segunda carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 9, dijo: "por este evangelio soporto sufrimientos; incluso el estar encadenado como un criminal. ¡Pero la palabra de Dios no está encadenada!" Y en su carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo 12, dijo que las cosas que le habían sucedido, habían ayudado más bien para el progreso del evangelio. Dios, pues, estaba presente en todas aquellas circunstancias. Este viaje sería un poco diferente a los anteriores y sus gastos correrían a cargo del gobierno romano, porque Pablo era su prisionero. Ésta era pues, la respuesta a la oración de Pablo, y a la oración que pidió que los romanos elevaran, para que él pudiera ir a Roma.
Ahora, cuando Pablo apeló su caso al César, fue apartado de la jurisdicción de Festo el gobernador y del rey Agripa. Como dijo Agripa: "Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César". Pues bien, entonces ellos no podían hacer nada en cuanto a él. Tenían que enviarle a Roma.
En este capítulo 27 de los Hechos tenemos el relato de ese viaje a Roma. Lo que tenemos aquí podría llamarse el "diario de navegación". Y este relato del capítulo 27 del libro de los Hechos, ha sido considerado como la mejor descripción que se tenga de un viaje por mar en el mundo antiguo. Se considera la mejor descripción que la historia registra hoy en día. El famoso arqueólogo británico Sir William Ramsey, hizo un estudio de la narración del doctor Lucas y la considera como una obra maestra y la descripción más exacta de este tipo de literatura que jamás haya sido escrita. De modo que, todo indica que hemos llegado a otro gran capítulo de la Biblia.
Si usted ha estudiado "César" en latín quizá puede recordar el relato de la construcción de un puente. Ése siempre ha sido un pasaje que resalta en la memoria de todos los que han estudiado el latín, porque tiene tantas nuevas palabras latinas. Esto es porque dichas palabras son técnicas y tienen que ver con la construcción de un puente. En realidad, este capítulo de los Hechos corresponde a una situación similar que corresponde al idioma griego. Hay muchos términos técnicos que el doctor Lucas usó para describir este viaje, que tienen que ver con el mar y con la navegación. Vamos entonces a salir ahora con el apóstol Pablo. Vamos a hacer un viaje por mar hacia Roma. Tenemos el diario del viaje aquí en este capítulo 27. Y esperamos que usted esté disfrutando de estos viajes que estamos haciendo en este libro de los Hechos. Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 27, que nos introduce a
El próspero viaje de Pablo a Roma
"Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta."
Éste es el principio del viaje a Italia. Pablo junto con los demás presos fue entregado al cuidado de un centurión llamado Julio. Ahora, creemos que es cierto que Pablo era el único de los presos que era ciudadano romano. Los otros eran criminales que probablemente estaban siendo enviados a Roma para su ejecución. Muchos de ellos llegarían a ser gladiadores y servirían de comida para las fieras.
En aquel entonces había un flujo continuo de seres humanos de todas partes del Imperio que suplía las necesidades de este centro del vicio público que era el coliseo en Roma. Estos presos, pues, eran hombres completamente desesperados. ¡Qué oportunidad tuvo Pablo para traer el evangelio de esperanza a esta clase de hombres! Usted recordará que el Señor Jesús mismo, dijo que uno de los motivos de Su venida era para poner en libertad a los oprimidos. Serían puestos en libertad espiritualmente, es decir, librados de sus pecados y de su culpa. Nos imaginamos que este centurión Julio era un pagano muy cortés, como veremos más tarde en la narración, en su trato con Pablo. Veamos ahora el versículo 2 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Nos embarcamos en una nave del puerto de Adramitio que iba a tocar los puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica."
Una ve más, quisiéramos decirle, estimado oyente, que le resultaría útil seguir este viaje misionero en un mapa. La mayoría de las Biblias tienen mapas al final. Ahora, fíjese usted que su rumbo entonces era paralelo a la costa de Israel. En otras palabras, no navegaron directamente hacia alta mar desde el punto de partida, para luego llegar a Roma. El barco siguió su ruta siguiendo de cerca la costa de Israel y dice el versículo 3:
"Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuera a los amigos para ser atendido por ellos."
Sidón es un lugar familiar para nosotros. Tiro y Sidón estaban en la costa de Fenicia, en lo que ahora es el país de Líbano. Ahora, veamos la libertad que se le dio al apóstol Pablo. Creemos que aquí tenemos a un oficial romano al cual Pablo alcanzó con el evangelio. Su trato para con Pablo fue atento y humano. Incluso un hombre como Pablo necesitaba del compañerismo y alivio de encontrarse con sus hermanos cristianos. Ninguno de nosotros está exento de esa necesidad. Necesitamos la comprensión y estímulo de los demás creyentes en momentos de soledad y en las circunstancias más extremas de nuestra vida. Leamos ahora los versículos 4 y 5 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos protegidos del viento por la isla de Chipre, porque teníamos al viento en contra. Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, llegamos a Mira, ciudad de Licia."
Ya hemos viajado por esta ruta antes. Están ahora bordeando la costa de Asia Menor. Y dice el versículo 6 de este capítulo 27 de los Hechos de los Apóstoles:
"Allí el centurión halló una nave alejandrina que zarpaba para Italia, y nos embarcó en ella."
Mirando el mapa usted podrá ver a Mira, que era un lugar apropiado para pasar a una nueva etapa y fue allí donde cambiaron de nave. El centurión halló una nave de Alejandría, que había llegado de África del Norte e iba en dirección a Italia. Continuemos con los versículos 7 y 8:
"Navegamos despacio muchos días, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido porque nos lo impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. Después de costearla con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea."
Dirigieron su rumbo hacia la isla de Creta. Al parecer, todavía tenían dificultades en su navegación. Los vientos contrarios causaban grandes dificultades a las naves en aquellos tiempos. Vemos, pues, que ellos pasaron al lado sur de la isla y llegaron a Lasea que queda en la orilla sureña de Creta. Leamos ahora el versículo 9:
"Como habíamos perdido mucho tiempo y era ya peligrosa la navegación por haber pasado ya el ayuno, Pablo los amonestaba"
Ahora, esto significa que aquella temporada estaba bastante avanzada, y que se acercaba el invierno. Habían esperado llegar a Roma antes de la época de las tormentas las tempestades vinieran y los vientos empezaran a soplar. Es interesante notar aquí que Pablo asumió un ascendiente moral y cuando la navegación se puso peligrosa, Pablo les amonestó diciéndoles aquí en los versículos 10 y 11:
"diciéndoles: Veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas. Pero el centurión daba más crédito al dueño y al capitán de la nave que a lo que Pablo decía."
Bueno, era fácil en realidad comprender el modo de pensar del centurión. Después de todo, era de esperar que el capitán de la nave supiera mucho más que Pablo acerca de la navegación. Vemos aquí a Pablo pasando por una verdadera prueba. Hizo una sugerencia aquí, y más tarde descubrirían que debían haber seguido su consejo. Creemos que en este momento se reveló la superioridad espiritual de Pablo, la cual de paso, fue muy evidente en estos momentos. No había ninguna confusión en la vida de Pablo, ni ninguna incertidumbre, ni frustración. Tenía lo que llamaríamos una personalidad con aplomo. Pablo conocía el camino y sabía a dónde iba. Podemos observar estas cualidades en su conducta durante este viaje. Pablo vivió su vida como un hombre que estaba en contacto con Dios. Continuemos con el versículo 12 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Y como el puerto era incómodo para invernar, la mayoría acordó zarpar de allí e intentar llegar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí."
Creta es una isla que queda cerca de la costa de Asia Menor y también cerca de la costa de Grecia. Es la isla más grande y tiene varios puertos buenos. Ahora, los eventos que siguieron confirmaron que Pablo tenía razón. Durante todo este viaje, el capitán, los soldados, y los marineros, dependían sólo de la especulación humana. Pablo en cambio, dependía de Dios. Veamos que dice aquí el versículo 13 de este capítulo 27 de los Hechos:
"Y como comenzó a soplar una brisa del sur, les pareció que podían continuar el viaje. Entonces levaron anclas y fueron costeando Creta."
Para los marinos, este viaje estaba basado en conjeturas. El piloto de la nave era un hombre que confiaba en sí mismo y en la sabiduría humana. Pablo, en cambio, como ya dijimos, acudió a Dios. Más tarde Pablo podría decir a estos hombres: "yo confío en Dios" como veremos en el versículo 25. La vida, estimado oyente, es como un gran mar y nuestras vidas, como unos botes pequeños, con los que podemos navegar según las suposiciones humanas, si así lo deseamos. Y así quedamos a expensas de cualquier vendaval o tempestad que se presente. La tragedia es que, en medio de la confusión, el caos mundial y la oscuridad, desafortunadamente, la mayoría conduce su bote simplemente guiándose por especulaciones. Hay miles de planes humanos y todos diferentes, para la construcción de un mundo mejor. Sin embargo, dondequiera que miremos vemos el fracaso. Hoy en día, lo que necesitamos, estimado oyente, son hombres que conozcan a Dios y bajo su inspiración reciban sabiduría para interpretar Su Voluntad en el curso de la historia. Veamos, pues, lo que ocurrió aquí en el versículo 14 de este capítulo 27 de los Hechos, que inicia el párrafo titulado
La tempestad
"Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón."
Ahora, ¿Qué es el Euroclidón? El doctor Lucas utilizó aquí un término técnico de la navegación de aquel entonces. Tenía que ver con el aquilón, un viento procedente del norte, que en realidad soplaba allí generalmente desde el cuadrante nordeste. En otras palabras, esta tempestad provenía desde Europa. Ya era invierno, la estación de las tempestades. Éste era un viento huracanado que sopló sobre Pablo y todos aquellos que estaban con él en la nave. Sin darse cuenta, habían navegado directamente hacia el centro de la furiosa tempestad.
Deseamos ahora, detenernos aquí por un momento, para destacar un detalle interesante. Recordemos que cuando Pablo estuvo en Éfeso, en una hora de triunfo para el evangelio, expresó un gran deseo de visitar a Roma. Éste era el gran anhelo de su corazón. Dijo en el capítulo 19 de los Hechos, versículo 21: "Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en su espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya. Decía él: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma". Pero, pareció como si una hora de tinieblas oscureciera el ánimo de Pablo en Jerusalén. Le pareció que ya nunca podría ver a Roma. En esa hora de abatimiento, desesperación y derrota, Dios se le presentó para tranquilizarle, como vimos en el capítulo 23 de los Hechos, versículo 11, donde leemos: "A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma". El Señor, pues, le había asegurado a Pablo que iría a Roma. Continuemos ahora leyendo los versículos 15 al 18 de este capítulo 27 de los Hechos:
"La nave era arrastrada, y al no poder poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. Después de pasar por detrás de una pequeña isla llamada Clauda, donde el viento no soplaba con tanta fuerza, con dificultad pudimos izar el bote salvavidas. Una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para asegurar las amarras de la nave; y por temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a deshacerse de la carga"
Allí estaban en el mar Mediterráneo siendo impulsados por el viento hacia el occidente desde la Isla de Creta. Parecía casi seguro que naufragarían en la isla de Clauda, una isla muy pequeña al sur de Creta. Pero tuvieron que dejar que el viento llevara la nave. Echaron al mar todo el cargamento para aligerar el peso de la nave, como dice aquí el versículo 19:
"y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave."
Quitaron de la nave todo lo que tenía algún peso. Y continúa el versículo 20, diciendo:
"Al no aparecer ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos."
El doctor Lucas dice que una tempestad no pequeña les acosó. Ya hemos visto en otras ocasiones cómo al doctor Lucas le gustaba hacer uso del diminutivo, como lo hizo aquí. Quería decir en realidad que verdaderamente era una gran tempestad, hasta tal punto que no creían poder salvarse de un naufragio. Y fue en medio de esta tempestad que la voz del Señor fue oída por medio de los labios del apóstol Pablo.
Después de pasar catorce días de olas y viento, los tripulantes y pasajeros del barco creyeron que no escaparían con vida. Sin embargo, recordemos que el Señor se le había presentado a Pablo y le había asegurado que el iba a ver Roma. Con esta seguridad, pues, a Pablo le fue posible levantarse en medio de todos para decirles algo. Leamos los versículos 21 al 26:
"Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente haberme oído, y no zarpar de Creta tan solo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, y me ha dicho: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla."
Es fácil comprender que ésta fuera una palabra alentadora para todos los que estaban a bordo de esa nave. En realidad, éstas eran las únicas palabras animadoras y de esperanza en aquel horizonte negro. Observemos lo extraordinario del testimonio del apóstol Pablo y bien pudo él decir: "el Dios de quien soy y a quien sirvo". Su confianza estaba depositada en Dios. Y añadió: "Tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho". Le fue revelado también al apóstol Pablo, que serían arrojados en alguna isla. Más tarde, veremos que sería la isla de Melita que estaba situada al sur de Sicilia. Así que viajaron una distancia considerable a través del Mediterráneo desde la isla de Creta. Melita es la misma isla que hoy conocemos como la isla de Malta. Y leemos aquí en el versículo 27:
"Al llegar la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra."
El mar Adriático esta situado entre Italia y Macedonia, o sea Grecia. Al parecer, habían sido impulsados por el viento de un lado a otro del mar Adriático, pasando entre las islas de Creta y Sicilia. En otras palabras, ahora se encontraban en las profundidades, en alta mar. Pero entonces, a la décima cuarta noche, alrededor de la medianoche, se dieron cuenta que estaban acercándose a tierra. Continuemos con los versículos 28 y 29:
"Echaron la sonda y hallaron que la profundidad era de 36 metros; y pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron que estaban a 27 metros de profundidad. Temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciera de día."
La sonda indicó que se estaban acercando cada vez más a la tierra. Y así vemos que se iban cumpliendo todas las previsiones anunciadas por Pablo.
Al ver al gran apóstol, prisionero en aquel barco que se dirigía hacia Roma, no podemos dejar de admirar su temple, su calma en medio de la situación caótica de un barco a punto de naufragar, y su forma de hablar con autoridad, opinando y dando sugerencias ante los veteranos marinos allí presentes, a quienes la situación se les había ido de las manos. Nos imaginamos a Pablo, firmemente puesto en pie a pesar de los movimientos violentos del barco, haciendo resonar su voz, que debió superar al viento y a las olas. Recordamos sus palabras, que le trajeron paz y confianza a él y a sus compañeros de viaje: "esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo. . . . Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho."
Estimado oyente. Solo Dios puede hacer sentir Su presencia de una manera muy real, para infundir confianza en aquellos hijos suyos que atraviesan una situación que, humanamente hablando, no ofrece solución ni esperanza alguna. La vida del gran apóstol, se aproximaba a la meta que Dios había fijado para el final de su vida y ministerio. Si hubiéramos podido verle allí en el barco, imponiendo la calma en medio de la tempestad, inevitablemente, habríamos recordado a Aquel a quien Pablo debía su salvación y a quien sirvió. Me refiero a Jesucristo. También Él en una ocasión estuvo en una barca sacudida violentamente por las olas, rodeado de hombres temerosos por la inminencia de un naufragio, que gritaron desesperadamente: ¡Señor! ¡ Sálvanos, que perecemos! Y Él les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Y a continuación, dio una orden al viento y al mar, y todo quedó completamente en calma. En este programa dijimos que nuestras vidas se parecen a pequeños y frágiles botes que surcan los mares de este mundo. Estimado oyente, su embarcación necesita la presencia de un capitán, Y nadie sino Aquel que creo el universo, que sustenta su creación y que controla los vientos y los mares, puede evitar el naufragio, la catástrofe del alma que, sin Dios, está inevitablemente perdida. Por todo ello le invitamos a dar el paso de fe de dejar entrar en su vida al Señor, al Salvador, quien para poder ofrecerle la salvación murió por usted y resucitó. Solo Él puede darle hoy la vida eterna. Solo Dios puede transformar un naufragio, una catástrofe humana, en un nuevo comienzo, en una nueva etapa, en una nueva vida, en un anticipo del cielo.
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