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Estudio bíblico: Una familia en crisis económica - 1 Reyes 17:1-16

Autor: Roberto Estévez
Uruguay
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Una familia en crisis económica - (1 R 17:1-16)

A veces nos preguntamos cómo es posible que algunas personas afronten tantas adversidades y tragedias mientras que otras van por la vida sin demasiadas dificultades.
Nuestra protagonista es una mujer en una sociedad dominada por los hombres. Es una viuda que tiene un hijo que mantener. Al perder a su marido, quedó sumida en la más absoluta pobreza. Además, nadie puede ayudarla, debido a que toda la nación atraviesa una profunda crisis económica.
Los primeros versículos de 1 Reyes 17 introducen a un personaje muy especial. Muchos lo verían como "una persona extraña". Es un profeta que predice una sequía: "¡Vive el Señor Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por mi palabra" (1 R 17:1).
Entonces el Señor le dice: "Apártate de aquí, dirígete al oriente y escóndete junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán. Y sucederá que beberás del arroyo, y yo he mandado a los cuervos que te sustenten allí" (1 R 17:3).
Aquí hay dos acontecimientos extraordinarios. Primero, que los cuervos le traigan de comer a un hombre; segundo, que los cuervos no devoren al hombre ellos mismos. Pero las Escrituras nos están enseñando que todos los seres vivientes de la creación reconocen el mandato de Dios y lo obedecen.
Dios le ha dicho al profeta que se esconda en un lugar desierto para que Acab, el rey enemigo, no pueda encontrarlo. El profeta Elías obedece al mandato. Si bien el cuervo le proporcionaba el tipo de alimentos que era lícito de acuerdo con la ley de Moisés, quizás Elías haya tenido algún reparo en comer algo traído por un animal impuro. Yo, sinceramente, le hubiera pedido al Señor que me cambiara la empresa de transporte aéreo. A mí me hubiera gustado que enviara otras aves más bonitas; quizás un faisán o un cisne o un pavo real. Pero Dios, en su plan perfecto, ha decidido utilizar cuervos. Elías está dispuesto a acatar la voluntad divina sin discutir. Dios ha dispuesto algo que para nosotros resulta incomprensible, y es usar cuervos con este propósito.
"Elías fue e hizo conforme a la palabra del Señor. Fue y habitó junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán. Los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo" (1 R 17:5-6).
No se nos dice específicamente qué clase de carne le traían los cuervos ni de dónde procedía. Algunos han sugerido que la hurtaban de la cocina del rey Acab, que sin duda tendría la mejor carne disponible del país. Otros dan complicadas explicaciones según las cuales Elías estaría escondido en un lugar cerca de rocas altas, donde los cuervos tendrían su nido. Los cuervos traían la comida para sus polluelos y Elías tomaba sus alimentos. En todo caso, Elías la estaba pasando bastante bien. Los cuervos llegaban a cierta hora de la mañana, y regresaban por la tarde trayendo la comida. Lo hacían con tanta puntualidad que parecían aviones que llegan y salen todos los días a la misma hora.
Pero el bienestar del profeta no duró mucho. Dicen los versículos 7 al 10: "Pero sucedió que después de algunos días se secó el arroyo, porque no había llovido en la tierra. Entonces la palabra del Señor vino a Elías diciendo: Levántate, ve a Sarepta de Sidón y habita allí. He aquí, yo he designado allí a una mujer viuda para que te sustente".
Lo interesante es que Dios lo manda a Sarepta, que está muy cerca de Sidón y Tiro. Allí reinaba el padre de Jezabel, la esposa del rey Acab. Pero observe que Dios lo manda para ser alimentado por una viuda. Sin embargo, será el profeta de Dios quien va a alimentar a la viuda y a su hijo. Dios lo envía a un lugar fuera del territorio de Israel, que corresponde a lo que hoy es el Líbano. A cualquiera de nosotros le hubiera gustado que el Señor lo enviara a la casa de una familia de gente "pudiente" y, sin ninguna duda, en aquella región habría hombres fieles a Dios en buena condición económica. Pero el Señor, en su sabiduría, decide que Elías vaya a la casa de una viuda.
"Entonces se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la cuidad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña" (1 R 17:10).
En aquella época, una viuda era fácilmente reconocible por sus ropas. Elías se dirige a ella y le dice:
— Por favor, tráeme un poco de agua en un vaso, para que beba.
Felizmente, esta señora era muy amable y cumplía con las normas de cortesía de aquellos tiempos. En muchas partes del mundo la respuesta hubiera sido: "¿Y a usted quién lo conoce? Si quiere agua, vaya a buscársela usted mismo".
A la mujer podría haberle parecido que Elías le estaba haciendo una broma. En el momento que ella se va para traerle agua, le solicita que también le traiga pan. La realidad es que Elías nunca le hubiera pedido pan si ella no hubiera aceptado darle agua. Parecería que el profeta estuviera probando hasta qué punto la mujer podía soportar sus pedidos sin perder la paciencia.
— Por favor, tráeme también un poco de pan en tu mano (1 R 17:11).
Nos preguntamos si Elías sabía que la mujer no tenía qué ofrecerle. Yo creo que sabía, pero sus pedidos eran parte de la prueba a la que se estaba sometiendo a esta mujer. Ella respondió:
— ¡Vive el Señor, tu Dios, que no tengo pan cocido! Solamente tengo un puñado de harina en una tinaja y un poco de aceite en una botella.
Es interesante que ella comienza sus palabras exclamando: "¡Vive el Señor, tu Dios!". De alguna manera, ella percibe que Elías es un siervo de Dios. Ignoramos si él se dio a conocer o si ella lo reconoció por su vestimenta. Si nos tocara estar en el lugar de Elías, probablemente pensaríamos: "Pero, ¿cómo va a poder esta viuda mantenerme a mí, si no tiene suficiente para ella y su hijo?". Muchas veces, lo "poco que tenemos" condiciona nuestra conducta frente a las necesidades de nuestro prójimo. Cuando el Señor le dijo a sus discípulos que dieran de comer a la multitud, ellos respondieron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados" (Lc 9:13). ¡Qué fácil es pensar en lo que no tenemos o en lo poco que tenemos! Pero ese muchachito que accedió a que sus pocos panes y sus pocos peces fueran puestos al servicio del Señor, hizo posible que 5.000 hombres y miles de mujeres y niños fueran alimentados. Quizás algunos de nosotros sólo tengamos cinco panes y dos pescados, ¡pero qué resultado extraordinario hay con ello cuando el Señor Jesús bendice!
La viuda le ha revelado al profeta Elías en forma clara la situación en que se encuentra. Esta mujer ha llegado al final total y absoluto de sus recursos. Por lo visto, no cree ni espera que alguien le proporcione provisiones en préstamo ni siquiera por piedad. Ella cree que este es el fin para ella y su hijo. Parecería que está resignada a morir de hambre. Es llamativo que estando en circunstancias tan apremiantes, no se queje a Dios por su situación. Esta actitud me sugiere que la viuda tiene un temor reverencial de Dios. Y el Señor le va a proveer su sustento de una manera muy paradójica. La va a abastecer por medio de alguien que, en vez de darle, se acerca a ella para pedir.
Entonces Elías le dijo:
— No tengas temor. Vé, haz como has dicho, pero de ello hazme a mí primero una torta pequeña y tráemela. Después harás para ti y para tu hijo.
Creo que la mujer demuestra su fe en el hecho de darle primero al profeta de lo poco que tiene. Las instrucciones son claras. El énfasis está en las palabras "hazme a mí primero". Estas palabras me hacen recordar a nuestro Señor cuando dijo: "Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt 6:33). La viuda, al darle la primera parte al profeta, en realidad la está dando para el Señor. Para ella representaba todo lo que tenía. Vemos un aspecto de Elías que no se menciona a menudo. Era un hombre fuerte y duro, pero también tenía un corazón compasivo. Y aquí, con esta mujer en necesidad, lo demuestra diciendo "no temas". Estas mismas palabras van a ser las que Jesucristo va a utilizar una y otra vez durante su ministerio en la tierra. Hoy nos las dice a usted y a mí. En (Jn 14:27) leemos: "Mi paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo".
Luego de obedecer las curiosas órdenes de Elías, la viuda recibe una promesa aún más curiosa. El profeta declara que el Señor, el Dios de Israel ha dispuesto que "la harina de la tinaja no se acabará, y el aceite de la botella no faltará hasta el día en que el Señor dé lluvia sobre la superficie de la tierra". Note que Elías había tenido esa revelación del Señor desde el principio. El que garantiza la provisión es el Dios de Israel. Esta mujer vive fuera del territorio de Israel, en Fenicia. Vemos aquí cómo el amor de Dios se extiende a las naciones de los gentiles. Es en esa misma zona donde cientos de años después Jesús se va a encontrar con una mujer sirofenicia que le ruega por un milagro en favor de su hija. A esa madre, Jesucristo le dice: "Deja primero que se sacien los hijos", a lo cual ella responde: "Sí, Señor, también los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos" (Mr 7:27-28).
Es muy probable que la viuda hubiera oído hablar del Dios de Israel. Me imagino la escena. "Entonces ella fue e hizo conforme a la palabra de Elías; y comieron él, ella y su familia, por mucho tiempo. La harina de la tinaja no se acabó, ni faltó el aceite de la botella, conforme a la palabra que el Señor había dicho por medio de Elías" (1 R 17:15).
Ahora se nos habla aquí de su familia. En otras versiones dice: "y su casa". Es probable que aparte de su hijo haya otros familiares cercanos que aparecen cuando se enteran de que ella tiene comida. Cuando el creyente es obediente al Señor, no solamente tiene bendiciones para sí mismo, sino para las personas a su alrededor.

Dios hace maravillas en medio de la escasez

Me imagino a esta mujer cuando comienza a sacar harina y a usar el aceite. Si esto hubiera sucedido en el Río de la Plata, esta viuda hubiese puesto una marca en la tinaja para ver si todo sucedía exactamente como había dicho el profeta. Lo increíble es que los días y las semanas pasan, y la cantidad de harina y de aceite siguen siendo las mismas. Y a esta señora le gusta cocinar. Hace tortas todos los días con harina de primera calidad y con el mejor aceite. Sin duda, el sabor es exquisito. ¿Sabe usted que es muy difícil cocinar sin que los vecinos se enteren? Cuando alguien está haciendo algo sabroso, el olor se percibe de inmediato. Me imagino a los vecinos preguntándole: "Vecina, ¿qué está cocinando de sabroso?". Por supuesto, el texto no dice nada de esto, pero estos vecinos seguramente se preguntarían dónde conseguía esa viuda harina y aceite de tan buena calidad. Pero aunque ella se lo dijese, de todos modos no lo creerían.
Gracias al obrar de Dios, durante tiempos de escasez, se alimentaron ellos y su familia.
En (Lc 4:25) leemos: "Pero en verdad os digo que había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón".
Aquí la idea no es que había muchas viudas pudientes que podían alimentar al profeta, sino que había una viuda pobre a quien Dios iba a proteger y proveer en forma especial. ¿Por qué Dios envía a Elías a otro país cuando hay tantas viudas en Israel? El mismo Señor Jesucristo trajo a colación esta cuestión tan importante. Tenemos que admitir que la única explicación es que esta mujer está buscando sinceramente a Dios. Su teología no es perfecta en todo, pero su corazón está buscando honestamente al Dios vivo. Su corazón concordaba con las palabras de (Is 55:6): "¡Buscad al Señor mientras puede ser hallado! ¡Llamadle en tanto que está cercano!". Si nos preguntamos si esta mujer era o no creyente, podemos responder que ella habla como creyente y actúa como creyente. Trata al siervo de Dios con el respeto que sólo los creyentes pueden dar. Quizás era la única que estaba dispuesta a darle al profeta de Dios la primera porción.
En la lógica del reino de Dios, es más bienaventurado dar que recibir. Fíjese que en el texto de 1 Reyes, el relato sugiere que la viuda alimenta a Elías. En el Evangelio de Lucas, en cambio, se sugiere que es Elías quien alimenta a la viuda y a su hijo. Y ambas sugerencias son correctas. Es que las bendiciones del Señor son tan abundantes que siempre multiplican nuestros escasos recursos puestos a disposición de su voluntad. El apóstol Pablo lo expresa así en (Fil 4:19): "Mi Dios, pues, suplirá toda necesidad vuestra, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús".
Creo que en el día de hoy este principio sigue vigente. El Señor nos va a proveer. La Palabra de Dios nos habla una y otra vez acerca de nuestra propia incapacidad, pero también de los suficiente que es nuestro Señor. El apóstol Pablo lo expresa en (Fil 4:13): "¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!". El mismo principio establece el Señor Jesús en (Jn 15:5): "Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer".
El evangelio nos muestra un episodio interesante. El Señor Jesús lo utiliza como ejemplo de alguien que no da mucho al Señor, sino que da todo. Leemos en (Mr 12:41-44): "Muchos ricos echaban mucho, y una viuda pobre vino y echó dos blancas, que equivale a un cuadrante. Él (Jesús) llamó a sus discípulos y les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que echaron en el arca. Porque todos han echado de su abundancia, pero ésta, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento".
Note que el Señor Jesús, en su omnisciencia, sabe no sólo exactamente lo que esta mujer ha puesto en la ofrenda, sino que sabe también que son sus dos últimas monedas. Nos preguntamos: ¿cómo es que Jesús lo sabe? Y la respuesta es esta: el Hijo de Dios lo sabe todo, lo puede ver todo. Pero la cuestión increíble, al menos para mí, es por qué esta mujer usa las dos últimas monedas que le quedan para dar a Dios, sabiendo que no le quedará nada para alimentarse. Seguramente, ella conocía la historia de la viuda de Sarepta y confiaba en que el Dios que proveyó a esa viuda le proveería a ella también. Ella confiaba en la promesa del (Sal 146:9): "El Señor guarda a los forasteros; sostiene al huérfano y a la viuda".
¡Qué ejemplo es para nosotros esta viuda de Sarepta que está dispuesta a confiar en la provisión de Dios!
Mi deseo es que usted pueda decir como el profeta Habacuc: "Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falle el producto del olivo y los campos no produzcan alimento, aunque se acaben las ovejas del redil y no haya vacas en los establos; con todo, yo me alegaré en el Señor y me gozaré en el Dios de mi salvación" (Hab 3:17-18).

Algunos temas para la predicación y el estudio en grupos

Dios, el padre de huérfanos y el defensor de viudas.
¿Puede el Señor proveer nuestras necesidades diarias?
¿Era Elías egoísta cuando dijo "hazme a mí primero"?
La importancia de darle al Señor el primer lugar en nuestras vidas (Mt 6:33).

Preguntas para reflexionar y discutir

¿De qué maneras ha experimentado usted la provisión de Dios en tiempos de escasez?
¿Cuáles fueron las promesas de Dios que lo sostuvieron en esos momentos?
¿De qué medios se sirvió Dios para multiplicar sus recursos?
¿De qué maneras puede llegar a ser generoso el creyente en tiempos de escasez?
¿Cuáles serían formas prácticas de ayudar a hermanos de su iglesia que pasan por momentos de necesidad económica?

Comentarios

Venezuela
  Jesus Peña  (Venezuela)  (26/10/2024)

Excelente enseñanza.

Colombia
  Yenny Fernanda Vallecilla Vargas  (Colombia)  (09/04/2024)

Estoy muy agradecida con todas las enseñanzas.

Chile
  Katherine Valenzuela  (Chile)  (08/10/2021)

Reveladora palabra y mensaje de Dios para mi vida en estos momentos. Gracias por compartir para crecer en sabiduría y confianza en nuestro proveedor 🙌

Estados Unidos
  Favio López  (Estados Unidos)  (16/07/2021)

Gracias por todo el trabajo que han hecho, ha sido de bendición para mi ,que Dios les bendiga .

Venezuela
  Mila  (Venezuela)  (05/11/2020)

Muy buena explicación para reflexionar, gracias .

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