Estudio bíblico de 2 Reyes 6:1-25
2 Reyes 6:1-25
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 6 de este Segundo Libro de Reyes, que apenas logramos comenzar en nuestro programa anterior. En realidad, solamente hicimos una introducción. Y vimos que Eliseo fue un hombre destacado. Establecimos un contraste entre él y Elías. Elías, por ejemplo, era extrovertido, pero Eliseo era introvertido. Mencionamos también que el ministerio de Elías era público y recordamos lo que sucedió en el monte Carmelo, mientras que el ministerio de Eliseo era más bien privado, como lo vimos en su manera de tratar a Naamán, el general del ejército sirio. Elías hizo lo espectacular, al hacer descender fuego y lluvia, pero Eliseo fue un individuo más bien, de pocas palabras. Elías trató a príncipes. Eliseo, por su parte, trató a los hombres comunes y corrientes. Otra diferencia radicó en que Elías no había muerto; en cambio Eliseo sí murió. Ahora, leamos el versículo 1 de este capítulo 6 de 2 Reyes, que encabeza el relato del milagro de
El hacha
"Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: Mira, el lugar en que vivimos contigo es estrecho para nosotros."
Y este episodio revela la popularidad de Eliseo. Eliseo enseñaba en un Seminario Teológico, es decir, en la escuela de los profetas. Ahora, la escuela crecía en número de alumnos y necesitaban un lugar más amplio. Y esto sin duda se debió a la presencia y a lo muy conocido que era Eliseo. Es que, él era un gran profesor. Veamos ahora lo que hicieron y dijeron, con el propósito de ampliar las instalaciones de la escuela. Leamos ahora el versículo 2 de este capítulo 6 del Segundo Libro de Reyes:
"Vayamos ahora al Jordán, tomemos cada uno una viga y hagamos allí un lugar donde habitar. Id, pues, respondió Eliseo."
En contraste con la situación actual, los estudiantes de aquel tiempo construyeron su propia escuela y al salir a trabajar, Eliseo les estimuló a ir. Dice el versículo 3:
"Te rogamos que vengas con tus siervos, dijo uno. Iré, respondió él."
Éste fue un buen toque personal. Este detalle nos da una idea sobre el carácter humano de Eliseo. Nos revela cuan popular era entre los alumnos. Los estudiantes generalmente no desean la compañía de sus profesores más allá de los límites del campus. Pero, ya vemos que aquí la relación era diferente. Y leemos en el versículo 4:
"Se fue, pues, con ellos y, cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera."
Y entonces sucedió un "pequeño" accidente que, en otras circunstancias habría sido calificado como un incidente trivial. Dice el versículo 5:
"Pero aconteció que mientras uno derribaba un árbol se le cayó el hacha al agua, y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada!"
Este incidente es interesante. Revela que Dios tiene interés en los pequeños eventos de nuestra vida. Cuando San Pablo escribió a los Filipenses les aconsejó orar por todo, o sea que nada quedaba excluido del ámbito de la oración, frente a la cual no hay cosas insignificantes.
La pérdida del hacha podría parecernos insignificante, pero para aquel pobre estudiante fue un gran problema. En los tiempos de Eliseo un hacha era muy importante porque había escasez de cualquier herramienta de hierro e incluso de armas. De los tiempos de Saúl y Jonatán se nos dijo lo siguiente, en el Primer libro de Samuel, capítulo 13, versículo 22: "Así aconteció que en el día de la batalla ninguno de los del pueblo que estaban con Saúl y Jonatán tenía en sus manos una espada o una lanza, excepto Saúl y Jonatán, su hijo, que sí las tenían". O sea, que tenían 2 espadas para todo un ejército. Así que podemos comprender que la pérdida de un hacha era muy importante para aquel joven que, por supuesto, la había pedido prestada.
Ahora, muchos comentaristas de la Biblia han destacado el descuido de aquel estudiante, agravado por el hecho de que la herramienta utilizada era prestada. El hecho fue que Eliseo, siendo su profesor, no le dirigió ningún reproche. Creemos que Eliseo le absolvió de todas las acusaciones que le han lanzado. Evidentemente siempre existía el peligro de que la cabeza de un hacha se desprendiese de su mango y sucedió con cierta frecuencia como para que Dios incluyera la posibilidad de este accidente en la ley de Moisés. Las instrucciones se encuentran en Deuteronomio 19:4 y 5; "4Este es el caso del homicida que podrá huir allí y salvar su vida: aquel que hiera a su prójimo sin intención y sin haber tenido enemistad con él anteriormente; 5como el que va con su prójimo al monte a cortar leña, y al dar su mano el golpe con el hacha para cortar algún leño, se suelta el hierro del cabo, y da contra su prójimo y este muere. Aquel podrá huir a una de estas ciudades y salvar su vida". El estudiante implicado en este incidente reveló ser cuidadoso, al estar cortando la madera en la dirección correcta, sin que hubiera nadie enfrente de él, de manera que cuando la cabeza del hacha se desprendió, cayó directamente al río. Y el hacha era prestada porque, dada su condición, nunca hubiera podido aquel hombre afrontar la compra de un hacha. Así que podemos imaginarnos su disgusto. Leamos a continuación el versículo 6:
"¿Dónde cayó? preguntó el varón de Dios. Él le mostró el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo, lo echó allí e hizo flotar el hacha."
Otro detalle a considerar es por qué Elíseo le preguntó dónde había caído el hacha. Seguramente lo hizo para poner en evidencia que el agua estaba embarrada, turbia, y el estudiante sabía exactamente dónde había caído pero no podía verla como para poder recogerla. Si el agua hubiera estado clara, entonces él mismo podía haberla recuperado extendiendo su mano. Entonces algunos podrían haber alegado que Eliseo realmente no realizó un milagro, porque el hacha sumergida habría podido verse fácilmente.
Éste fue entonces un verdadero milagro. No fue espectacular como otros, pero fue grande en su simplicidad. Se nos dice que Eliseo hizo flotar el hierro, lo cual fue contrario a todas las leyes físicas que se conocen. Un trozo de hierro que estuvo en el fondo de las aguas fangosas del río Jordán, y que se haya levantado, restaurado al dueño, repuesto en el mango, y hecho útil y funcional nuevamente constituyó un milagro y contiene para nosotros hoy un gran mensaje espiritual. El ser humano se parece a la cabeza de un hacha. Se ha deslizado desprendiéndose del mango. Ha caído. Se encuentra en un estado de depravación.
Entonces Eliseo cortó un palo y lo arrojó a las aguas, que son un símbolo de la muerte, de la perdición del ser humano, de su lejanía de Dios, sin poder disfrutar de una vida con un propósito, de una existencia que le satisfaga. El palo nos ilustra la cruz en la que murió Jesucristo. El Señor descendió de los cielos para ir a esa cruz, descendió y se sumergió en las aguas de la muerte por usted y por mí. Dijo San Pedro en su primera carta 2:24; "Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos una vida de justicia."
Mediante Cristo, estimado oyente, le es posible al hombre levantarse de las aguas de la muerte y del juicio; puede ser colocado nuevamente en el mango del hacha, es decir, en el plan y propósito de Dios. Como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Filipenses, capítulo 4, versículo 13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". El ser humano ya no necesita vivir una vida sin objetivos, una vida inútil, teniendo una existencia vacía y sin sentido que ha impulsado a muchas personas al suicidio, porque pensaron que no valía la pena vivir. Estimado oyente, por supuesto que no vale la pena vivir si uno se encuentra como aquella cabeza del hacha, sumergida en el agua y en el fango de un río. No es hasta que Cristo nos levanta por medio de Su cruz al morir por nosotros, y nos coloca dentro de Sus planes y propósitos, que la vida cobra sentido y merece la pena ser vivida en toda su plenitud. Hace poco, un joven me dijo: "Mi vida no tiene sentido, es un verdadero fracaso", y le respondí: "¡Tu vida aún no ha comenzado y tú me estás diciendo que has fracasado!" El mayor milagro, estimado oyente, no es el de ir al cielo en un carro de fuego, como el profeta Elías, sino llegar hasta el cielo, a la misma presencia de Dios siendo pecadores, por haber confiado en el Señor Jesucristo. Éste es entonces el mayor de los milagros; el ser rescatado del fango y la suciedad del mundo y recibir una nueva vida plena de significado, vivida para Dios, y la vida eterna. Y dice el versículo 7:
"Recógela, dijo Eliseo. El otro extendió la mano y la recogió."
Y continuando con la aplicación espiritual, todo lo que hay que hacer es extender la mano de la fe, confiar en Él, y apropiarse de esa vida, porque Jesucristo murió por usted, y resucitó para poder levantarle y rescatarle a usted de esa condición. Continuando ahora, con este capítulo 6 del Segundo Libro de Reyes llegamos a un párrafo titulado
El peligro en Dotán
La primera frase parece el titular de un periódico, que anuncia la guerra entre dos países. Se trata de un conflicto iniciado en los tiempos Bíblicos y que se ha prolongado en la historia. Veamos la situación, leyendo los versículos 8 al 11:
"Estaba el rey de Siria en guerra contra Israel, y en consejo con sus siervos dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento. Entonces el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: No pases por tal lugar, porque los sirios van hacia allá. De manera que el rey de Israel enviaba gente a aquel lugar que el varón de Dios le había dicho. Así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse. El corazón del rey de Siria se turbó por esto, así que llamó a sus siervos y les dijo: ¿No me descubriréis vosotros quién de los nuestros está de parte del rey de Israel?"
El rey de Siria estaba preocupado porque todo plan que él preparaba y cada lugar a donde iba era descubierto por el rey de Israel. Y llegó a la conclusión de que había un espía en su campamento. Entonces reunió a sus militares e intentó descubrir al traidor. Y no le encontró porque todos los suyos le eran leales. Dice el versículo 12:
"Uno de los siervos respondió: No, rey y señor mío; el profeta Eliseo, que está en Israel, es el que hace saber al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu habitación más secreta."
Aquí vemos que el profeta Eliseo había espiado incluso el dormitorio del rey de Siria y sabía todo lo que éste decía. Por supuesto, lo sabía porque el Señor se lo había revelado. Así que el rey de Siria decidió eliminar a Eliseo. Lo primero que hizo fue enviar espías para saber donde se encontraba y le localizaron en Dotán, a unos 22 Km de Samaria, la capital del reino. Dotán significa "dos pozos" y era un lugar con pasto abundante, y a donde llevaban los ganados. Allí estaba en ese momento el centro de operaciones de Eliseo. Entonces el rey de Siria envió a sus soldados quienes rodearon completamente el lugar. Por la mañana, el criado de Eliseo salió, posiblemente a sacar agua de uno de esos pozos, y al mirar a su alrededor vio la ciudad de Dotán rodeada por el ejército sirio y se alarmó. Inmediatamente regresó y le informó a Eliseo, haciéndole una angustiosa pregunta. "¿Qué haremos? La ciudad está rodeada". Dice el versículo 16:
"Eliseo respondió: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos."
Esta respuesta no parecía realista, porque los ejércitos de Siria estaban fuera, y por otra parte, Eliseo y su siervo estaban completamente solos, y su siervo atemorizado. Así que Elías oró a Dios, y su oración fue interesante. Leamos el versículo 17:
"Y oró Eliseo, diciendo: Te ruego, Señor, que abras sus ojos para que vea. El Señor abrió entonces los ojos del criado, y este vio que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo."
Aquí surge la pregunta: ¿Es ésta la conducta indicada y habitual de Dios al tratar a los suyos? Por una parte oímos de cristianos que han sido especialmente protegidos por Dios en situaciones de peligro y por otra, que no han experimentado esa protección y han resultado víctimas de la persecución: éstos últimos han debido pensar que Dios no les estaba protegiendo. Volvamos a Dotán, donde creemos que se encuentra la respuesta. Dotán se encuentra mencionada en la Biblia sólo dos veces, y creemos que por una razón concreta.
Otro hombre se había aproximado a aquel lugar. Era un joven de unos 17 años de edad: el peligro y el destino parecieron esperarle allí. En efecto, se acercaba como un animal indefenso y confiado a una trampa. Sus hermanos habían conspirado contra él y, después de haber discutido el asunto, el más sabio de sus hermanos recomendó venderle como esclavo. En aquel tiempo, eso era peor que la muerte, era como vivir un verdadero infierno. Sin embargo le estaba sucediendo a aquel joven, de 17 años, y se daba la circunstancia de que era un hombre de Dios. ¿Dónde estaban entonces los carros de fuego? Pues, el hecho de que no estuvieran visibles, no quiere decir que no estuvieran allí. Estaban allí. Podemos ver más evidencias de la protección de Dios en la vida de José que en la vida de Eliseo, aunque éste haya hecho milagros. Sin embargo, Dios nunca se le apareció a José, nunca realizó un milagro visible para él. Así que Dios utilizó aquel aparente desastre en su vida y más tarde, cerca del final de su vida pudo decirle a sus hermanos, como registró Génesis 50:20, "Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien". O sea, que en la situación de José cuando estuvo en Dotán, los carros de fuego estaban allí, sólo que fueron utilizados de otra manera. En nuestra situación hoy, aunque un creyente parezca vulnerable y desprotegido, las dificultades nunca podrán llegar hasta él sin pasar antes por el permiso de Dios y por la protección que rodea a los creyentes.
Recordemos en el libro de Job, capítulo 1, versículo 10, que Satanás le dijo a Dios en cuanto a Job, "¿No le ha rodeado de tu protección, a él y a su casa y a todo lo que tiene? El trabajo de sus manos has bendecido y por eso, sus bienes has aumentado sobre la tierra". Estimado oyente, Dios está con usted; Dios está a favor suyo. Si usted se encuentra en un apuro, en una dificultad, Dios ha permitido que viva esa situación. No sabemos por qué. Pero, Él permite que ciertas experiencias dolorosas lleguen en su vida para un fin determinado. El apóstol Pablo nos dijo en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 28: "Y sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". De modo que en el incidente de Eliseo en Dotán, el siervo de Eliseo vio que había suficiente protección a su alrededor. Leamos ahora, en el versículo 18, como
Los soldados sirios fueron cegados
"Cuando los sirios descendían hacia él, oró Eliseo al Señor, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y el Señor los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo."
Eliseo hizo una cosa bastante extraña aquí. Pidió que Dios hiriera al ejército de los sirios con ceguera, y Dios hizo exactamente eso. Luego Eliseo los guió a Samaria y les dijo que les estaba guiando a donde estaba él mismo. Cuando llegaron a Samaria, los entregó al rey de Samaria. El rey quiso matarlos, pero Eliseo dijo: "No los mates. . . Sírveles pan y agua; que coman y beban, y que vuelvan s sus señores". Leamos ahora el versículo 23 de este capítulo 6 del Segundo Libro de Reyes:
"Entonces se les preparó una gran comida. Cuando hubieron comido y bebido, los despidió, y ellos volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel."
Ahora, tanto el poder como la misericordia del Dios de Israel, representados por Eliseo, deben haber impactado al rey de Siria, quien abandonó su guerra contra Israel. Sin embargo, en una fecha posterior, el rey de Siria sitió a la ciudad de Samaria, como veremos en el próximo episodio. Leamos los versículos 24 y 25, que nos relatan la ocasión en que
Ben-Adad, rey de Siria, sitió a Samaria
"Después de esto aconteció que Ben-adad, rey de Siria, reunió todo su ejército, subió y sitió a Samaria. A consecuencia de aquel sitio, hubo una gran hambruna en Samaria; tan duro era, que la cabeza de un asno se vendía por ochenta monedas de plata, y la cuarta parte de un litro de estiércol de palomas por cinco monedas de plata."
El hambre llegó a ser tan severa que, como vemos, incluso la cabeza de un asno, que tiene muy poca carne y solo podría ser cocida para ser aprovechada como un caldo, alcanzó precios exorbitantes. Aquella sí que era realmente una situación de inflación.
En este programa hemos visto en el primer episodio, como Dios oyó la oración del profeta Eliseo en el milagro del hacha que flotó, y ya vimos allí la aplicación espiritual, al comparar el hierro sumergido en el fango del río con la situación del ser humano alejado de Dios, y al ver cuál debiera ser la respuesta de todos aquellos cuya vida se parece a la de aquel trozo de hierro perdido e inutilizado. En el segundo milagro, pudimos ver cómo se hizo visible la protección de Dios alrededor de los suyos, cómo Dios controla nuestra vida, nos afecten o no las dificultades o peligros que nos rodean. La conclusión es que Dios oye, está atento al clamor de las personas. Cuando el Señor Jesucristo estaba en la tierra, ni el ruido de pisadas ni el tumulto de la multitud ahogaron el grito del ciego Bartimeo, cuando clamó al Señor para recibir la vista. En otra ocasión, una mujer frágil y debilitada por su enfermedad y abriéndose paso entre la multitud se le acercó lo suficiente a Jesús, como para tocarlo. Y Él, aunque estaba oprimido por la multitud, dijo: "¿Quién ha tocado mis vestidos?" Es decir, que Él permanece alerta ante nuestras necesidades, tanto materiales como espirituales. Estimado oyente, le rogamos que recuerde siempre que, aunque invisible, Él permanece muy cerca de cada uno de nosotros. Le recordamos las palabras del Salmo 34, versículo 6, en el que David, expresando la realidad de su propia experiencia dijo: "Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias."
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