Estudio bíblico de 2 Reyes 9:31-11:10
2 Reyes 9:31-11:10
Continuamos hoy nuestro recorrido por el capítulo 9 del Segundo Libro de Reyes. Y en nuestro programa anterior, dijimos que este es uno de los capítulos más sórdidos de la historia Bíblica. Es horrible, al incluir escenas sangrientas, las más repugnantes y repulsivas en las páginas de la historia. Dijimos que Jezabel era la reina madre. Había estado viviendo con todo su lujo en el palacio de Jezreel. Ahora, la terrible profecía de ese hombre Elías, a quien ella había odiado tanto, aun no se había cumplido. Pero, de repente, desde el norte, vino Jehú y en pocos instantes, mató a dos reyes: el rey de Israel y el rey de Judá. Jezabel vio que su propio hijo Joram había sido brutalmente muerto. Y ¿qué hace ella? Vimos que se pintó sombras alrededor de los ojos, se adornó el cabello y se asomó a la ventana. Esta reina orgullosa, todavía creía que podía seducir a su apresador y cautivarlo por medio de sus encantos femeninos. Tengamos en cuenta, que esta mujer ya tenía un hijo que había cumplido 23 años. En otras palabras, no era ya una mujer joven y dijimos que ninguna de sus lociones cremas y polvos podría devolverle su marchita juventud. Y veamos lo que ella dijo, aquí en el versículo 31 de este capítulo 9 del Segundo Libro de Reyes:
"Y cuando entraba Jehú por la puerta, ella dijo: ¿Todo le va bien a Zimri, asesino de su señor?"
Seguramente quiso decir "¿Podemos reunirnos para hablar de este asunto?" Continuamos leyendo los versículos 32 y 33:
"Alzó él entonces su rostro hacia la ventana y dijo: ¿Quién está conmigo? ¿Quién? Se inclinaron hacia él dos o tres eunucos. Y Jehú les ordenó: Echadla abajo. Ellos la echaron, y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos. Y él la atropelló."
Jehú permaneció impasible e insensible ante las palabras de Jezabel. O sea que, él no tuvo piedad alguna con ella. Jezabel nunca le había infundido miedo; y nunca le había resultado atractiva. Él dijo: "Echadla abajo". Y los eunucos la echaron abajo y su cuerpo se golpeó violentamente contra el suelo. Éste, estimado oyente, y lo que sucedió después, fue un cuadro horroroso y terrible, una tragedia sin precedentes. A pesar de las circunstancias, una reina madre habría sido tratada normalmente con más respeto. Pero, no ocurrió así en el caso de Jezabel. Y leemos en el versículo 34:
"Entró luego Jehú, y después que comió y bebió, dijo: Id ahora a ver a aquella maldita y sepultadla, pues es hija de rey."
¿Cómo pudo comer Jehú después de haber cometido un acto tan horripilante? Francamente, él mismo era como un demonio en forma humana. Era un soldado rudo sin cortesía y ciertamente sin caballerosidad. Todo lo que tenía era una gran ambición. No evitó ninguna oportunidad para cometer un crimen. Era pues, un ser depravado y envilecido. Y leemos en los versículos 35 al 37:
"Pero cuando fueron a sepultarla no hallaron de ella más que la calavera, los pies y las palmas de las manos. Entonces regresaron a comunicárselo. Y él dijo: Esta es la palabra que Dios pronunció por medio de su siervo Elías, el tisbita: En la heredad de Jezreel se comerán los perros las carnes de Jezabel. El cuerpo de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo en la heredad de Jezreel, de manera que nadie pueda decir: Esta es Jezabel."
Cuando Jehú envió a sus siervos a sepultar a Jezabel, los perros ya se la habían devorado. Pero, estimado oyente, no se oyó ninguna risa en el cielo a causa de esto. Ni tampoco hubo duelo. Tan solo habrá resonado una voz como la de Apocalipsis 19:2, que dice: "porque sus juicios son verdaderos y justos, pues ha juzgado a la gran ramera que corrompía la tierra con su fornicación,y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella". El salmista dijo lo siguiente, en el Salmo 91, versículo 8: "Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos". La profecía en cuanto a Jezabel fue cumplida. Su horrible muerte ilustra nuevamente la verdad expresada en Gálatas 6:7, "No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Llegamos así a
2 Reyes 10
En este capítulo 10, ahora, veremos que el juicio de Dios continuaría cayendo sobre la casa de Acab. Se destacan los siguientes eventos: la casa de Acab fue exterminada cuando Jehú ordenó la matanza de sus 70 hijos. Luego, Jehú, personalmente mató a los que quedaban. Jehú también mató a los hermanos de Ocozías, rey de Judá. Jehú fingió volverse a la adoración de Baal, a fin de conseguir que se reunieran los seguidores de Baal. Cuando se reunieron, Jehú ordenó que todos fueran muertos. Jehú erradicó así el baalismo. Pero vemos que él mismo no se apartó de los pecados de Jeroboam. Sin embargo, Dios reconoció y recompensó sus actos. Luego vemos que Israel comenzó a decaer como reino. Finalmente tenemos la muerte de Jehú, y su hijo Joacaz entonces, le sucedió en el trono. Comencemos, pues, leyendo los primeros tres versículos de este capítulo 10 del Segundo Libro de Reyes, que encabezan el relato de
El juicio sobre la casa de Acab
"Acab tenía en Samaria setenta hijos, así que Jehú escribió cartas y las envió a Samaria a los principales de Jezreel, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Acab, diciendo: Inmediatamente que lleguen estas cartas a vosotros, como tenéis a los hijos de vuestro señor, y también tenéis carros y gente de a caballo, la ciudad fortificada y las armas, escoged al mejor y al más recto de los hijos de vuestro señor, ponedlo en el trono de su padre y pelead por la casa de vuestro señor."
Jehú concedió el privilegio a los hijos de Acab de que lucharan por el trono de Israel. Ninguno de aquellos setenta hijos estaba dispuesto a enfrentarse a Jehú. Entonces los ancianos de Israel, para preservar sus propias vidas, probaron su lealtad a Jehú matando a esos setenta hijos de Acab. Dice el versículo 11:
"Mató entonces Jehú a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus príncipes, a todos sus familiares y a sus sacerdotes, hasta que no quedó ninguno."
Leamos los versículos 12 al 14, en los que vemos que
Jehú aniquiló a los príncipes reales de Judá
"Luego se levantó de allí para ir a Samaria, y en el camino llegó a una casa de esquileo, de los pastores. Halló allí a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: ¿Quiénes sois vosotros? Ellos respondieron: Somos hermanos de Ocozías y hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina. Entonces él dijo: Apresadlos vivos. Después que los tomaron vivos, los degollaron junto al pozo de la casa de esquileo. Eran cuarenta y dos varones, y no quedó ninguno de ellos."
Después de acabar con la casa de Acab, Jehú se dispuso a acceder al trono en Samaria. Allí se encontró con cuarenta y dos hermanos de Ocozías el rey de Judá. Y también les dio muerte a ellos. Es interesante observar, sin embargo, que uno de ellos fue salvado, y que era descendiente de la casa de Saúl. Leamos el versículo 15 de este capítulo 10 del Segundo Libro de Reyes:
"Cuando partió de allí, se encontró con Jonadab hijo de Recab. Después que lo hubo saludado, le dijo: ¿Es tan recto tu corazón como el mío lo es con el tuyo? Lo es, respondió Jonadab. Puesto que lo es, dame la mano. Jonadab le dio la mano. Luego lo hizo subir consigo en el carro."
Jehú, aun de camino a Samaria se encontró con Jonadab hijo de Recab. Y le dirigió una única pregunta: "¿Eres amigo o enemigo?" Jonadab fue el fundador de la secta muy estricta de los recabitas, mencionada por el profeta Jeremías. Era indudablemente un hombre influyente. Aparentemente apoyó con sinceridad le política de Jehú en contra de la casa de Acab y estuvo dispuesto a prestar su apoyo permitiendo que le vieran en le carruaje de Jehú. Leamos ahora los versículos 18 y 19, que encabezan el relato en que
Jehú exterminó a los adoradores de Baal
"Después reunió Jehú a todo el pueblo y les dijo: Acab sirvió poco a Baal, pero Jehú lo servirá mucho. Llamadme, pues, a todos los profetas de Baal, a todos sus siervos y a todos sus sacerdotes, sin que falte ninguno, porque tengo un gran sacrificio que hacer a Baal y cualquiera que falte morirá. Esto hacía Jehú con astucia, para exterminar a los que honraban a Baal."
Lo siguiente que hizo Jehú fue reunir a todos los profetas de Baal, emitiendo una declaración falsa de que ofrecería un gran sacrificio a Baal. Jehú no tenía ninguna intención de adorar a Baal. Cuando todos los profetas se reunieron, les dio muerte. Su sacrificio a Baal fue solamente una trampa en la cual cayeron todos los profetas de Baal. Leamos el versículo 29, en relación al hecho de que
Jehú continuó en los pecado de Jeroboam
"Con todo eso, Jehú no se apartó de los pecados con que Jeroboam hijo de Nabat hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros de oro que estaban en Bet-el y en Dan."
A pesar de que Jehú matara a los profetas de Baal, no se vinculó a los profetas de Dios. O sea que, Jehú se volvió a la adoración del becerro que Jeroboam había establecido. No adoró a Baal, ni a los dioses de los sidonios, sino que se implicó en la adoración del becerro, la cual al parecer había provenido de la tierra de Egipto. Es decir, que Jehú no se volvió al Señor; pero como demostró celo y entusiasmo por la causa del Señor, Dios le dio una recompensa terrenal. O sea, que prolongó el reino de su casa por cuatro generaciones. Leamos el versículo 30:
"Y el Señor dijo a Jehú: Por cuanto has obrado bien haciendo lo recto delante de mis ojos e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación."
Aunque Jehú fue un hombre brutal, Dios utilizó la ira de ese hombre para el reconocimiento de Su nombre y para ejecutar la justicia divina sobre aquellos que habían ensangrentado esa tierra con sus crímenes e injusticias. Y leemos en el versículo 32 de este capítulo 10 del Segundo Libro de Reyes, que
Israel fue atacado por Hazael de Siria
"En aquellos días comenzó el Señor a cercenar el territorio de Israel. Hazael los derrotó en todas las fronteras"
¿Qué fue lo que ocurrió aquí? Bueno, el reino de Israel o del norte estaba ya por ser conducido al cautiverio. Desde aquel momento en adelante habría una decadencia que al fin resultaría en un desastre. Aquellos israelitas serían llevados cautivos a Asiria. El capítulo concluye con la muerte de Jehú, que había reinado sobre Israel por veintiocho años. Llegamos así a
2 Reyes 11:1-10
Los capítulos 11 y 12 desarrollan el tema de Joás, el niño rey de Judá. Aunque la historia de Acab y Jezabel no constituye precisamente una sección agradable y algunos pensarán que ya habíamos terminado con ella, pero no es así. Mientras que es verdad que Jehú había eliminado a toda la línea de descendencia de Acab en el reino del norte, el de Israel, una hija de Acab y Jezabel, Atalía, se había casado con alguien de la línea del rey de Judá, del linaje de David, y en este momento era la reina madre. Como digna hija de sus padres, llegó más lejos aún en su crueldad con un acto increíblemente terrible. Antes de comentar más detalladamente este capítulo diremos que éste se destaca por los siguientes eventos: cuando Atalía vio que su hijo Ocozías fue muerto por Jehú, esta hija diabólica de Jezabel trató de destruir toda la estirpe real. Destruyó a todos los príncipes de descendencia real, excepto a Joás, quien había sido ocultado por una hermana de Ocozías. Cuando Joás cumplió 7 años, fue dado a conocer a los gobernadores del reino, quienes a su vez, conspiraron para quitar del trono a la cruel Atalía. Ella, fue entonces muerta y Joás se convirtió en rey a los 7 años de edad. También Joiada, el sacerdote, encabezó un movimiento para volver a la adoración del Señor. Y el baalismo que había invadido a Judá fue erradicado. Comencemos entonces nuestra lectura de este capítulo 11 de 2 Reyes, con el versículo 1, que expone la acción en que
Atalía asesinó a sus nietos
"Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, se levantó y destruyó toda la descendencia real."
Mientras el rey Ocozías vivió, Atalía realmente había actuado como reina porque controló a su hijo. En muchos aspectos fue como Jezabel. Al morir Ocozías, le correspondía a un nieto de ella acceder al trono y Atalía no estaba dispuesta a permitirlo. Temía no poder controlarlo y entonces perdería su posición en el poder. Así que ¿qué hizo? Destruyó a todos los que pudo y que formaban parte de la línea de descendencia de David. Es decir que intentó exterminar a toda la descendencia de David. Éste fue otro intento de Satanás de destruir la línea de descendencia que conduciría al Señor Jesucristo. Así fue como Satanás trató de borrar la línea de David para que el Salvador no naciera. En el transcurso de los siglos Satanás ha tratado de eliminar a los judíos. En Egipto, el Señor preservó a Moisés y los judíos no fueron muertos y se les permitió salir de Egipto. En el libro de Ester, Amán intentó exterminar a los judíos pero su intento fue frustrado. Satanás estuvo detrás de cada uno de esos intentos. Y en este momento de nuestro relato, esta mujer, Atalía, intentó exterminar esa línea de descendencia de David.
Aunque ella pensó que había aniquilado a todos los descendientes, se equivocó, pues aquí se nos dice que se le escapó uno. Leamos los versículos 2 y 3:
"Pero Josaba, hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías y lo sacó furtivamente de entre los hijos del rey a quienes estaban matando, y junto con su nodriza lo ocultó de Atalía en el dormitorio, y de esta forma no lo mataron. Seis años estuvo escondido con ella en la casa de Jehová, mientras Atalía reinaba sobre el país."
Ella llegó al trono después de que su hijo fuera muerto y por algunos años, estuvo gobernando sola, que era la forma en que ella quería ejercer el poder. Pero mientras tanto, el niño Joás seguía creciendo. Continuemos leyendo el versículo 4, que nos explica como
Joás accedió al trono de Judá
"Pero al séptimo año envió a llamar Joiada a los jefes de centena, capitanes y gente de la guardia, los metió consigo en la casa del Señor. Hizo con ellos una alianza bajo juramento en la casa del Señor, y les mostró al hijo del rey."
Cuando Joás tenía unos siete años, Joiada mandó a buscar a los jefes, los capitanes y a los guardias, y les reveló que el difunto rey tenía un hijo que aun vivía. Ahora, cuando ellos se enteraron que había un hijo del linaje de David, pues, se sintieron animados, alegres y esperanzados. Creemos que de todos modos, ya se habían cansado de esta mujer Atalía, y aprovecharon la oportunidad para destronarla. Y continuamos leyendo en los versículos 5 hasta el 7 de este capítulo 11 del Segundo Libro de Reyes:
"Luego les mandó: Esto es lo que habéis de hacer: la tercera parte de vosotros estará de guardia de la casa del rey el sábado. Otra tercera parte estará a la puerta de Shur, y la otra tercera parte a la puerta del cuartel de la guardia; así guardaréis la casa, para que no sea allanada. Pero las dos secciones de vosotros que salen de guardia el sábado tendréis la guardia de la casa del Señor, junto al rey."
Según los versículos 8 al 10, los guardias tendrían que formar un círculo alrededor del rey, cada uno con sus armas en la mano. O sea que se tomaron precauciones adicionales para preservar la vida de este niño, cuya vida habría estado en irremediable peligro si Atalía hubiera podido acercarse a él, pues sin ningún escrúpulo le habría matado, aunque fuera su nieto. Es que esta mujer era tan despiadada como Jezabel. Así que el joven príncipe estuvo bien protegido hasta el momento en que sería presentado en público.
En este programa hemos visto cómo el propósito de Dios se fue cumpliendo en la vida de aquellos reinos, el reino del norte, Israel y el del sur, Judá, reinos que anteriormente, habían formado una sola nación. Hemos visto como las predicciones de los profetas se cumplieron y Dios, ante la desobediencia e idolatría, que condujeron a intrigas, traiciones y crímenes, ejecutó su justicia. Pero también vimos a Dios dando nuevas oportunidades a aquellos que, aunque le siguieron, cometieron errores. Y así actuó Dios en todos los tiempos. Hoy, como ayer, Él mira al interior de las personas y perdona, dando una nueva oportunidad a aquellos que reconocen sus errores y están dispuestos a rectificar. Y a los que se han alejado de Él, les sigue hablando, llamando y esperando, como el padre de la parábola de Lucas 15, esperaba el regreso del hijo que se había ido del hogar. Estimado oyente, Dios le recibirá a usted y a todo aquel que quiera tener, por primera vez, una relación con Él. Las puertas del hogar celestial están abiertas para usted gracias a la obra del Señor Jesucristo en la cruz.
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