Estudio bíblico de 2 Reyes 8:11-9:30
2 Reyes 8:11-9:30
Continuamos estudiando hoy el capítulo 8 del Segundo Libro de Reyes. Y en nuestro programa anterior, estuvimos hablando de Eliseo y su profecía con respecto a la muerte de Ben-adad, el rey de Siria. Vimos que el rey de Siria Ben-adad, era un anciano enfermo. Y creía que Eliseo podría restaurarle su salud. Ahora, en vista del hecho de que su propia vida pudiera quedar en manos de Eliseo, Ben-adad no se atrevió a causarle ningún daño. Y envió entonces el rey Ben-adad a Hazael, que era el capitán de su ejército y le dijo que llevara un presente y fuera a recibir a Eliseo y le consultara si él sanaría de su enfermedad. Ahora, recordamos que había una referencia a Hazael en el capítulo 19 del Primer Libro de Reyes, versículo 15, donde leemos: "Y le dijo el Señor a Elías: Ve, vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco: Llegarás, y ungirás a Hazael como rey de Siria". O sea que, Hazael ya había sido ungido como rey. Debía suceder a Ben-adad en el trono de Siria. Hazael, simplemente estaba esperando la muerte de Ben-adad. Era muy difícil para el sucesor, ya fuera hijo, o general, o cualquier otro, derramar lágrimas por la muerte de un rey, porque ese mismo funeral, sería el que les daría el acceso al trono que ocuparían como sucesores del rey que había muerto. De modo que, Hazael salió para recibir a Eliseo, pero no creemos que saliera con mucho entusiasmo. Hazael, pues, llevó consigo un gran regalo para Eliseo, de parte del rey. Y cuando encontró a Eliseo le dijo: "Tu hijo Ben-adad, rey de Siria, me ha enviado a ti, diciendo, ¿sanaré de esta enfermedad?" Ahora, observemos el mensaje que Eliseo le dio a Hazael. Le dijo que el rey se sanaría, lo cual habría ocurrido si Hazael no hubiera interferido. Y después le dijo que, en realidad, el rey Ben-adab moriría. Eliseo evidentemente sabía que Hazael mataría al rey, aunque no se lo dijo. Esto era, en cambio, lo que Hazael sí quería oír. Podemos imaginar que en ese momento esbozó una sonrisa maligna, porque ello implicaba que él se convertiría en el rey.
Pero fíjese usted lo que Eliseo hizo. Leamos el versículo 11 de este capítulo 8 del Segundo Libro de Reyes:
"El varón de Dios lo miró fijamente y estuvo así hasta hacer que se ruborizara. Luego el varón de Dios se echó a llorar."
Los ojos penetrantes de Eliseo se concentraron en él hasta que Hazael se sintió avergonzado. Entonces Eliseo comenzó a llorar: Leamos el versículo 12:
"Entonces Hazael le preguntó: ¿Por qué llora mi señor? Él respondió: Porque sé el mal que vas a hacer a los hijos de Israel: Pegarás fuego a sus fortalezas, a sus jóvenes matarás a espada, estrellarás a sus niños y abrirás el vientre a las mujeres que estén encintas."
Hazael estaba sorprendido, pensando que Eliseo estaba llorando por el rey Ben-adab, que había intentado quitarle la vida. Pero Eliseo no estaba llorando por ese rey, sino porque el profeta amaba a su pueblo. Amaba a Dios y amaba al servicio que Dios le había permitido llevar a cabo como profeta. La angustia sufrida por causa de Ben-adad había sido ya bastante intensa, pero Hazael iba a traer incluso una mayor angustia al pueblo. Aunque Elías había ungido a Hazael como rey, y éste había manifestado que no iba a obrar con maldad, Eliseo conocía mejor el futuro. Leamos ahora los versículos 13 al 15:
"Hazael dijo: Pues, ¿qué es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas? Eliseo respondió: El Señor me ha revelado que tú serás rey de Siria. Hazael se fue y se presentó ante su señor, el cual le preguntó: ¿Qué te ha dicho Eliseo? Él respondió: Me dijo que seguramente sanarás. Pero al día siguiente tomó un paño, lo metió en agua y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, el cual murió. En su lugar reinó Hazael."
Esto fue precisamente lo que Eliseo había predicho. Para comprender mejor el resto del capítulo puede usted consultar una lista cronológica de los reyes de Israel y Judá. Leamos, pues, los versículos 16 al 18:
"En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá. Hasta entonces Josafat había sido rey de Judá. Tenía Joram treinta y dos años cuando comenzó a reinar y reinó ocho años en Jerusalén. Anduvo en el camino de los reyes de Israel, como había hecho la casa de Acab, porque una hija de Acab fue su mujer, así que hizo lo malo ante los ojos del Señor."
De aquí puede entenderse por qué Dios no favoreció los matrimonios entre personas de distintas religiones. Aunque Joram de Judá era hijo de un rey que creyó en Dios como Josafat, se casó con la hija de Acab y Jezabel y bajo su mala influencia, siguió los pasos de los reyes de Israel. Aquí también podemos ver que Israel, como nación, estaba en decadencia. Edom y Libna se rebelaron contra los israelitas. Luego, Joram, murió y su hijo Ocozías se convirtió en el nuevo rey de Judá. Unió sus fuerzas a las de Joram, rey de Israel, para luchar contra los sirios. Pero Joram fue herido y regresó a Jezreel para curarse de las heridas que sufrió en su lucha contra los sirios. Dice el versículo 29 de este capítulo 8 del Segundo Libro de Reyes:
"El rey Joram regresó a Jezreel para curarse de las heridas que los sirios le hicieron frente a Ramot, cuando peleaba contra Hazael, rey de Siria. Como Joram hijo de Acab estaba enfermo, Ocozías hijo de Joram, rey de Judá, descendió a visitarlo en Jezreel."
En el capítulo próximo veremos lo que le sucedió a Joram mientras estaba en Jezreel recuperándose de sus heridas. Y así concluye este capítulo 9. Llegamos así a
2 Reyes 9:1-30
Que comienza con un párrafo que nos relata que
Jehú fue ungido como rey en Israel
En este capítulo, Eliseo envió uno de los hijos de los profetas a Jehú en Ramot de Galaad, para ungirlo como rey de Israel, y para pronunciar juicio contra la casa de Acab. Luego, el ejército proclamó a Jehú como rey de Israel. Jehú, por su parte mató a Joram quien había sido hasta entonces, el rey de Israel. Mató también a Ocozías rey de Judá. Jezabel trató de ganar a Jehú por medio de su seducción, pero él ordenó que la mataran a ella también. La profecía de Elías sobre la muerte de Jezabel se cumplió entonces, literalmente. Fue el horroroso fin de una mujer terrible y perversa.
Al comenzar nuestro estudio de este capítulo 9, del Segundo Libro de Reyes, debemos tener presente que Ocozías el rey de Judá subió a visitar a Joram en Jezreel porque Joram había sido herido en la batalla, y estaba recuperándose allí de sus heridas. Al parecer estaba muy enfermo. Leamos, pues, los primeros cuatro versículos de este capítulo 9 del Segundo Libro de Reyes:
"Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo: Ciñe tu cintura, toma esta redoma de aceite en tus manos y ve a Ramot de Galaad. Cuando llegues allá, verás allí a Jehú hijo de Josafat hijo de Nimsi. Entra, haz que se levante de entre sus hermanos y llévalo a otra habitación. Toma luego la redoma de aceite, derrámala sobre su cabeza y di: Así dice el Señor: Yo te he ungido como rey de Israel. Entonces abre la puerta y echa a correr sin detenerte. Partió, pues, el joven profeta hacia Ramot de Galaad."
El joven profeta hizo lo que Eliseo le había ordenado hacer. Ahora, observemos aquí, que Eliseo no fue nada espectacular en lo que hizo. Uno habría creído que Eliseo no iba a enviar a un joven profeta para ungir a un rey, sino que lo habría hecho por sí mismo. Recordemos que Samuel había ungido como rey a Saúl y también había ido personalmente a la casa de Isaí para ungir a David. Era natural creer que Eliseo quisiera ungir personalmente como rey a Jehú; pero, no lo quiso hacer. En lugar de eso, envió a un joven profeta para que ungiera a Jehú, y éste lo hizo secreta y privadamente. Este fue probablemente la razón por la cual envió a un joven profeta para hacerlo; nadie sospecharía de los motivos de un profeta joven.
Así que Jehú fue ungido rey. Fue uno de los individuos más sangrientos de la historia Bíblica y, sin embargo, en muchos aspectos hizo la voluntad de Dios. Recordemos que Dios había dicho que toda la casa de Acab perecería y que de su familia, no quedaría ningún descendiente masculino en Israel. Leamos ahora, los versículos 9 y 10 de este capítulo 9 del Segundo Libro de Reyes:
"Trataré a la casa de Acab como a la casa de Jeroboam hijo de Nabat y como a la casa de Baasa hijo de Ahías. A Jezabel se la comerán los perros en el campo de Jezreel y no habrá quien la sepulte. En seguida abrió la puerta y echó a correr."
Ahora, esta fue una repetición de lo que Elías ya había dicho que sucedería a la casa de Acab y Jezabel. Y Jezabel no escaparía al juicio de Dios a causa de su maldad. Avancemos con los versículos 11 hasta el 13:
"Cuando Jehú salió a reunirse con los siervos de su señor, estos le dijeron: ¿Todo va bien? ¿Para qué vino a verte ese loco? Vosotros conocéis a ese hombre y lo que dijo, respondió él. Mentira; cuéntanoslo ahora, dijeron ellos. Jehú respondió: Esto y esto me ha hablado: Así ha dicho el Señor: Yo te he ungido como rey de Israel. Entonces cada uno tomó apresuradamente su manto y lo puso debajo de Jehú en un trono alto. Luego tocaron la bocina y gritaron: Jehú es el rey."
Cuando se anunció que Jehú había sido ungido como rey, la noticia causó una gran conmoción entre todos. Tocaron el cuerno de carnero y dijeron: "Jehú es rey". Mientras tanto, Joram estaba enfermo en Jezreel, y Ocozías estaba allí visitándolo. Ahora, ¿qué sucedería en Jezreel? Los versículos 14 al 20 tratan sobre la preparación del próximo evento, que tuvo lugar cuando
Jehú ejecutó a Joram
Ahora Joram en Jezreel no sabía que Dios le había apartado de su trono y había ungido a Jehú como rey de Israel. Mientras Joram y Ocozías, rey de Judá, se encontraban allí juntos, el atalaya informó que una compañía se acercaba cabalgando. Joram envió un mensajero para preguntarles si venían en son de paz. En vez de responder a la pregunta, Jehú le dijo que se colocara en el grupo detrás de él. Un segundo mensajero llegó y recibió la misma respuesta. Y otro atalaya le informó a Joram lo que vemos en el versículo 20:
"El atalaya volvió a decir: También este llegó hasta ellos, pero no vuelve, y el marchar del que viene es como el marchar de Jehú hijo de Nimsi, pues viene impetuosamente."
Así que los mensajeros que fueron enviados a recibir a Jehú nunca regresaron a informar al rey porque Jehú estaba llegando para exterminar al rey. Entonces, Joram y Ocozías salieron para encontrarse con Jehú. Dice el versículo 22:
"Cuando vio Joram a Jehú, dijo: ¿Vienes en son paz, Jehú? Él respondió: ¿Qué paz puede haber con las fornicaciones de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías?"
Obviamente, ningún súbdito leal se habría atrevido a hacer semejante declaración sobre la reina madre, Joram instintivamente se dio cuenta de que Jehú estaba encabezando una rebelión. Continuemos leyendo los versículos 23 y 24:
"Entonces Joram volvió las riendas y huyó, mientras le gritaba a Ocozías: ¡Traición, Ocozías! Pero Jehú tensó su arco e hirió a Joram por la espalda; la flecha le atravesó el corazón y él cayó en su carro. Cuando Joram estaba intentando huir, Jehú le arrojó una flecha que le atravesó el corazón."
El próximo párrafo nos relata el evento siguiente y veremos que
Jehú ejecutó a Ocozías
Jehú había venido a Jezreel para ejecutar a Joram. Como ya hemos dicho, Ocozías, rey de Judá, estaba allí visitando a Joram y podemos decir que estaba en malas compañías, entre aquellos descendientes de la casa real de Acab. Ocozías se encontraba en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Dicen los versículos 27 y 28:
"Al ver esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de la casa del huerto. Pero Jehú lo persiguió diciendo: Herid también a este que va en el carro."
Lo hirieron a la subida de Gur, junto a Ibleam. Pero Ocozías huyó a Meguido, y allí murió.
"Sus siervos lo llevaron en un carro a Jerusalén y allá lo sepultaron con sus padres, en su sepulcro de la ciudad de David."
Así vemos, pues, que los seguidores de Jehú persiguieron e hirieron mortalmente a Ocozías. Pasemos ahora al versículo 30, que relata el siguiente evento, es decir, cuando
Jehú ejecutó a Jezabel
"Después se fue Jehú a Jezreel. Al enterarse Jezabel, se pintó los ojos con antimonio, atavió su cabeza y se asomó a una ventana."
Llegamos ahora a la muerte de Jezabel, la reina madre, un incidente realmente horroroso, pero, tenemos que reconocer que ella era una mujer malvada y sangrienta. Era miembro de la familia real, y al parecer era una de las mujeres más hermosas de su tiempo, y de toda la historia. . Ella era hija de Et-baal, rey de los sidonios. Cuando era joven, Jezabel podría compararse con Elena de Troya, Salomé, Cleopatra o Catalina de Médicis.
El casamiento de Acab y Jezabel probablemente fue el evento social más resonante del año. Las personas más destacadas de los dos reinos vecinos, estuvieron presentes. Fue un evento respetable y majestuoso, y aun Elías no pudo poner reparos al acontecimiento. Todo el pueblo de ambos reinos representados en este matrimonio, lo celebraron. Pero, hay que añadir aquí también, que los demonios del infierno y el diablo deben haber celebrado la fiesta. Pero, los ángeles, por su parte, deben haber llorado, como si un crespón negro hubiera sido colocado en las puertas del cielo. En lugar del son de campanas nupciales, se entonó un canto fúnebre. Así fue como el cielo vio este matrimonio. El mundo vio las cosas de una manera diferente, como siempre las ve. Ahora, ¿Por qué era optimista el mundo y pesimista el cielo? Pues, porque Dios, estimado oyente, mira el corazón del hombre. El ser humano solamente tiene una visión limitada de las cosas.
Jezabel, pues, fue una de las mujeres más notables de la historia. Era capaz, influyente, y tenía una personalidad dominante. Su influencia se extendió sobre tres reinos, y su mala influencia se prolongó aun más allá del curso de su vida. Su vida de mala fama llegó a ser un adagio. Jezabel inyectó un verdadero chorro de veneno en la historia. Las Escrituras no vuelven a mencionarla hasta el libro de Apocalipsis, al fin de la Biblia.
Su nombre es sugestivo. Significa "soltera, casta". Y tenemos aquí una sugerencia indirecta de una anormalidad y de una perversión. Era probablemente muy fría y poco interesada en el sexo. Era femenina, pero con un toque masculino. Sin embargo, era atractiva y seductora. Fue, pues, la Cleopatra de sus tiempos. Hombres fuertes cedieron a sus encantos seductores. Ninguno la resistió, ni siquiera Acab. Ella lo dominó, y reinó sobre el reino del norte, el reino de Israel.
Ella implantó la adoración de Baal. Importó a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y cuatrocientos profetas de Astoret. Era, pues, temeraria, violenta, rapaz y feroz. Mató a los profetas de Dios, y el pueblo de Dios se tuvo que vivir ocultándose. También, Jezabel gestionó el matrimonio de su hija con la casa de David. Durante su largo reinado como consorte de Acab, su voluntad era suprema y ninguna persona se atrevió a oponerse a ella, con la única excepción del profeta Elías. Sus crímenes fueron muchos. La sangre corrió en medio de aquel pueblo debido a su mala influencia. Nadie fue capaz de resistirla. Por un tiempo pareció como si Dios se estuviera escondido y no hiciera nada para detenerla.
Por fin Jezabel cometió su crimen más horroroso y destacado. Tramó la muerte de Nabot a fin de que Acab pudiera poseer su viña. Éste fue un acto de máxima crueldad y despotismo, cometido a sangre fría. Fue un acto cobarde, y el cielo ya no pudo permanecer en silencio por más tiempo. La paciencia de Dios llegó a un límite y envió a Elías para anunciar su juicio. Y el día de ajustar las cuentas llegó. Primero murió Acab, y los perros lamieron su sangre así como el profeta había predicho que la lamerían. Y después, le tocó el turno a Jezabel. Sería pisoteada y los perros la comerían hasta el punto de que su cadáver no pudo ser sepultado decentemente.
Catorce años habían transcurrido desde la muerte de Acab, y Jezabel pues no creyó que la Palabra de Dios llegara a cumplirse alguna vez en su caso personal y permaneció impasible. Desafió a Dios. Se quedó en Jezreel creyendo quizá que la muerte de Acab había sido simplemente una coincidencia. Creía que podría impunemente salirse con la suya y que nada le sucedería. Pero, como usted sabe, estimado oyente, hay una ley de Dios escrita en un gigantesco letrero luminoso, en cada esfera de las encrucijadas de la vida, para que todo el mundo la pueda leer. Dice: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará". Estas fueron las palabras del apóstol Pablo en su carta a los Gálatas, capítulo 6, versículo 7. Y en el evangelio según San Lucas, capítulo 6, versículo 38, el mismo Señor Jesucristo dijo: "porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir."
Este es uno de los capítulos más sórdidos en toda la historia. Es horrible, lúgubre, sangriento. Es una sucesión de las escenas más repugnantes y repulsivas en las páginas de la historia. Ahora, Jezabel era la reina madre. Había estado viviendo con todo su lujo en el palacio de Jezreel. La terrible profecía de ese hombre Elías aún no se había cumplido. Pero, de repente, desde el norte apareció un carruaje que se acercaba rápidamente, conducido furiosamente por Jehú. Acababa de matar a dos reyes: el rey de Israel y el rey de Judá. Jezabel vio que su propio hijo Joram había sido brutalmente muerto. ¿Qué iba a hacer ella? Pues, vemos que ella se pintó sombras alrededor de los ojos, se adornó el cabello y se asomó a una ventana. Esta reina orgullosa todavía creía que podía seducir a su apresador y cautivarlo por medio de sus encantos femeninos. Ahora, ella tenía un nieto que ya había cumplido veintitrés años. En otras palabras, ya no era joven. Era anciana, y ni lociones, o polvos y cremas de maquillaje podían convertir a esta reina ya marchita en una mujer atractiva.
La violencia y la muerte de reyes de Israel y de Judá ha sido una de las características de este relato. Y las palabras de juicio anunciadas por el profeta Isaías, parecen un eco de aquella situación: "confiasteis en la violencia y en la maldad, y en ellas os habéis apoyado, por eso, este pecado os será como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene de pronto, repentinamente". La violencia se expresa hoy de diferentes maneras en todos los niveles de la sociedad. Y la creciente agresividad verbal y física, que se manifiesta en la violencia de género en las familias y en nuestras escuelas e institutos, y que afecta a los niños, jóvenes y personas en la madurez, es una expresión de esa violencia innata que surge del corazón humano. Es que si el ser humano no tiene, en primer lugar, paz con Dios, no puede experimentarla en relación con sus semejantes. Sólo Dios, por su Espíritu puede derramar una paz duradera en la vida de aquellos que reciben al Señor Jesucristo como su Salvador. Estimado oyente, recuerde que aquel que fue llamado "Príncipe de Paz" dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy."
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