Estudio bíblico de Romanos 11:34-12:5
Romanos 11:34 - 12:5
Estamos ya al final de este capítulo 11 de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Y en nuestro programa anterior, entramos en el himno de alabanza que el apóstol expresó aquí, a partir del versículo 33 de este capítulo 11. Esta sección es pura alabanza y no tenemos aquí la exposición de ningún argumento. Sin embargo, podríamos decir que aquí se encuentra el argumento más grande de todos. Si nosotros no entendemos el por qué de los tratos de Dios con Israel, con los no judíos, y con nosotros mismos, no es porque no haya un motivo bueno y suficiente. La dificultad está en nuestra incapacidad para comprender la sabiduría y los designios de Dios. El mismo apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14, dijo: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente".
Así, los hijos pequeños muchas veces no entienden ciertas actitudes o decisiones de sus padres, que pueden llegar a ser molestas o incluso dolorosas, y entonces se rebelan contra ellas. Pero los padres, con un conocimiento superior de la vida, y de acuerdo con las circunstancias, actúan siempre procurando lo más beneficioso y saludable para sus hijos. Y, estimado oyente, Dios hace lo que es mejor por nosotros. Es posible que no comprendamos muchas cosas que nos ocurren, pero debemos creer que Dios las permite para nuestro bien. Pero somos como niños pequeños y no podemos comprender los propósitos de Dios. Es posible que nuestras circunstancias, no sean siempre buenas, pero las pruebas y las dificultades, nos vienen de la profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la ciencia de Dios. Es el ser humano natural, con su vieja naturaleza, quien tiende a dudar de Dios, cuando Él toma una decisión.
Dios nos dijo en el libro de Isaías, capítulo 55, versículos 8 y 9: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos". Continuando ahora con este himno de alabanza que el apóstol Pablo expresó, leamos los versículos 34 y 35 de este capítulo 11 de la carta de Pablo a los Romanos:
"Porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿Quién le dio algo a él primero, para que le fuera recompensado?"
Tenemos aquí tres preguntas bastante sencillas, aunque la respuesta no es tan fácil.
En primer lugar, ¿quién entendió la mente del Señor? Nadie entiende la mente del Señor. Ésta es la respuesta que se puede dar a la primera pregunta. La ambición de Pablo era conocer a Cristo. Pablo expresó este sentimiento en su carta a los Filipenses, capítulo 3, versículo 10, cuando dice: ". . . quiero conocerle a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte".
En segundo lugar, ¿Quién ha servido de consejero a Dios? Nadie puede aconsejar a Dios. Observamos que el Señor Jesús nunca pidió consejo cuando estaba aquí en la tierra. En el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículo 5, vemos que Jesús le preguntó a Felipe, dónde podrían ellos comprar suficiente comida para dar de comer a cinco mil personas. Y le hizo esta pregunta para ver qué contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que iba a hacer. Y el hecho fue que no siguió su consejo o el consejo que le dieron sus discípulos, porque según el relato de Lucas ellos le sugirieron que despidiese a la gente para que descansaran y consiguiesen alimentos. En esa ocasión el mandato de Jesús fue: "Dadles vosotros de comer".
En tercer lugar, ¿Quién ha dado alguna cosa a Dios, que le haya puesto a Él en una posición embarazosa de deber algo a alguien? Estimado oyente, Si le fuera posible a usted darle algo a Dios, Él le debería algo. ¿Qué tiene usted que Él no se lo haya dado anteriormente? Aquí se aclaró, entonces, que Dios dijo que no estaría en deuda con nadie. Cuando alguien le entrega algo, Dios lo devuelve en mayor cantidad. Y ésa es también una lección para los cristianos, en su papel de mayordomos de los bienes que el Señor les da. Y el versículo final de este capítulo 11, versículo 36 dice:
"Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén"
Este versículo nos lleva a las alturas. Otra traducción dice: "Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él. ¡Gloria para siempre a Dios!" Alguien ha llamado a este versículo, "la apóstrofe más sublime que jamás existiera, incluso en las páginas de la inspiración misma".
La expresión "Porque de él" quiere decir que Dios es la causa y el origen de todo.
Las palabras "por él" quieren decir que Dios es el Poderoso Sustentador y Trabajador. Recordemos que en el evangelio según San Juan, capítulo 5, versículo 17, el Señor dijo: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo".
Y las palabras "para él" quieren decir que Dios ha de llamar a todos para responder ante Él. Todas las cosas confluyen en Él. Y la gloria le pertenece a Él por todos los siglos. ¿Le quitamos a Dios Su gloria por atribuirnos un reconocimiento a nosotros mismos por algo acerca de lo cual no tenemos derecho a reclamar honores? Tengamos en cuenta que la gloria y el honor le pertenecen sólo a Dios.
Y así concluimos este estudio del capítulo 11 de esta epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Y llegamos ahora a
Romanos 12:1-5
Ésta es otra de las grandes divisiones o secciones que tenemos en esta carta. La primera gran división en cuanto a temas se refiere, tiene lugar en los primeros ocho capítulos. En ellos se trató sobre doctrina cristiana. En los capítulos 9 al 11 tenemos otra sección en la cual el tema es la dispensación de Dios, es decir, que se destaca la forma en que Dios gobierna, concede y ejecuta sus propósitos para los seres humanos. La última sección o división, que ahora comenzamos, comprende los capítulos 12 al 16, y en ella se trata sobre las obligaciones. Llegamos ahora a la aplicación práctica de los argumentos teológicos que hemos tenido ante nosotros. Éste es el Evangelio en la vida diaria de los cristianos.
En la primera parte de esta epístola a los Romanos y utilizando la terminología de la armadura del cristiano descrita en Efesios 6, el lector vio desplegado el yelmo de la salvación y el escudo de la fe. Pero en esta última sección, los pies están calzados con el celo por anunciar el evangelio de paz. Y debemos estar preparados para la lucha; debemos andar en el camino de la vida, y debemos correr en la carrera cristiana.
Alguien puede sugerir que ya hemos hablado de lo aplicación práctica del Evangelio en la sección de este libro dedicada al proceso de la santificación. En esa parte, vimos al Evangelio expresado en la vida cotidiana, eso es cierto. Pero hay una clara distinción en estas dos secciones. Bajo la santificación, estuvimos tratando con el carácter cristiano. En esta sección, ahora, estamos tratando con la conducta cristiana. En la sección sobre la santificación se consideró el hombre interior; ahora, en cambio, consideramos el hombre exterior. Antes, bajo los párrafos sobre la santificación, hablamos de la condición del cristiano; aquí, en cambio, se trata de la consagración del cristiano. Anteriormente, vimos quién era el creyente; ahora veremos lo que hace el creyente. Antes, hemos visto los privilegios de la gracia; ahora veremos los preceptos de la gracia. La manifestación de la forma de vida debe ser seguida por las evidencias de la vida. El anuncio de la justificación por fe, debe ser complementado con la actividad de la vida.
Hay algo más que debemos destacar antes de comenzar con esta última sección del libro. La conducta del creyente debe ser expresada en este mundo por la forma en que él se comporta con las personas con las que mantiene un contacto. Estas maneras de comportarse tienen que ser reguladas por algún medio. Es tan fácil dictar reglas de conducta, pero el apóstol Pablo no estaba haciendo eso. Él nos liberó de la ley de Moisés, pero no lo hizo para colocarnos bajo otro sistema legal.
Hay muchos creyentes en nuestros días, que tratan de imponerse a sí mismos reglas de conducta y colocan mucho más énfasis en restricciones y prohibiciones y en no hacer esto o aquello, que en lo que sí se puede hacer. Con frecuencia estas restricciones, que intentan someter a la vieja naturaleza, dejan de lado el elemento controlador por excelencia que es el Espíritu Santo. El apóstol Pablo señaló en este pasaje grandes principios que sirven de guía al creyente. El Espíritu Santo, que habita en el creyente, por medio de Su energía, poder e inspiración, ilumina la Palabra de Dios y le proporciona, como si fuera una guía de caminos para que sepa dónde ir en el viaje de la vida. Él no pone ningún límite de velocidad, aunque advierte y aconseja sobre los excesos. Él identifica los lugares donde el creyente puede detenerse a comer, pero no lo obliga a ello. Si hay desvíos, éstos están bien marcados, así como las salidas, las zonas de descanso y las áreas de servicio. Y siempre hay advertencias para poder identificar las zonas de peligro o precaución.
Bajamos ahora de la cima de la montaña que forman los capítulos 8, 9, 10 y 11 de esta epístola. Dejamos la cúspide del capítulo 11, versículos 33 al 36, y descendemos ahora al valle del deber. Aquí es donde vivimos todos nosotros. Aquí es donde actuamos y donde realmente mostramos lo que somos.
Entramos ahora en esta sección del amor. En otra división que adelantamos en un programa anterior, a primera sección (capítulos 1 al 8) habla de la fe. La segunda (capítulos 9 al 11) habla de la esperanza, y ésta, la tercera (capítulos 12 al 16) habla del amor. En los capítulos 12 y 13 nos encontramos con el servicio de los hijos de Dios. En los primeros dos versículos del capítulo 12 se nos habla de la relación del hijo de Dios hacia Dios. Luego, de una relación sobre los dones del Espíritu; su relación con otros creyentes; su relación con los no creyentes. Leamos el primer versículo de este capítulo 12 de la epístola del apóstol Pablo a los Romanos, que comienza el párrafo dedicado a
La relación con Dios
"Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto".
Otra versión lo traduce así: "Os ruego por la misericordia de Dios que os presentéis a vosotros mismos como ofrenda viva, consagrada y agradable a Dios. Éste es el verdadero culto que debéis ofrecer". Notemos aquí que esas dos primeras palabras de este versículo 1 "Por lo tanto" unen en realidad todo lo que se ha dicho anteriormente con lo que sigue.
Pablo dijo, "os ruego" usando el lenguaje de la gracia, no de la ley. No escuchamos el tronar majestuoso del monte Sinaí cuando se entregó la ley. Dice: "os ruego". Moisés ordenaba, Pablo exhortó. Ése es el método del apóstol Pablo. Ahora, ¿Podría Pablo haber dado una orden? Él le dijo a Filemón que le podía haber mandado a hacer algo, pero no lo hizo.
Y sigue diciendo: "por las misericordias de Dios". El plural es una forma hebrea que destaca la abundancia de la misericordia. Dios es rico en misericordia. Dios tiene misericordia en abundancia. Estoy seguro que tiene que usar mucha de ella para conmigo, aunque todavía tiene suficiente para utilizarla en usted, estimado oyente. Esto implica compasión, piedad, y la ternura de Dios. Su compasión nunca nos falta.
Luego se nos pide que "presentemos nuestros cuerpos". Recordemos que ésta es la misma palabra que fue utilizada en el capítulo 6, y se ha sugerido que su uso en ese capítulo estaba en relación con la mente, mientras que aquí en este capítulo 12 está en relación con la voluntad. Ahora, creemos que esa es una diferencia innecesaria porque en ambos casos tiene aplicación con la voluntad. En el capítulo 6 se refería a la manera en que el carácter cristiano se rendía al Señor. Aquí el presentarse o rendirse conducen a la conducta y a la consagración cristiana.
Cuando habló de presentar "vuestros cuerpos" se refiere a nuestra personalidad total. El cuerpo es el instrumento por medio del cual nos expresamos. La mente, nuestros afectos, la voluntad y el Espíritu Santo pueden utilizar nuestro cuerpo. Alguien ha compilado las siguientes referencias bíblicas que revelan esta dimensión tan amplia. Se nos habló de dar honra a Dios en nuestro cuerpo. En la primera carta del apóstol Pablo a los corintios, capítulo 6, versículo 20, leemos: ". . . glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo . . . porque habéis sido comprados por precio". Luego en la carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo 20, leemos, ". . . conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo". Necesitamos reconocer que este cuerpo es el templo del Espíritu Santo. El apóstol Pablo también dijo en su segunda carta a los Corintios, capítulo 4, versículo 10: ". . .llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos". Por un acto de la voluntad colocamos nuestra personalidad total a disposición de Dios. Éste es, pues, el verdadero servicio, el culto que le resulta agradable a Dios. Pablo continuó entonces diciendo en el versículo 2:
"No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".
Y otra traducción lo expresa así: "No viváis conforme a los criterios del tiempo presente; por el contrario, cambiad vuestra manera de pensar, para que así cambie vuestra manera de vivir y lleguéis a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que es perfecto". Eso es lo que Pablo estaba diciendo en este pasaje de las Escrituras en particular. Lo que él está haciendo es recomendar con ahínco al creyente que no adapte su vida y su conducta a los que lo rodean, ni aun a sus amigos cristianos. Tenemos que ser normales y naturales; probablemente tendríamos que decir, normales y sobrenaturales. Es muy fácil ser un actor, desempeñar un cierto papel. Eso es lo que quiere decir en realidad la palabra hipócrita. Esa misma palabra "hupocrites" en griego, es la que se usa para los actores. Ellos están representando algo. "Hupocrites" incluye el significado de replicar. Es escuchar lo que dice o la señal del director en el teatro y decir lo convenido cuando a uno le toca hablar, en el momento oportuno. Eso es actuar. En nuestra vida diaria, la hipocresía describe la actitud de aparentar lo que no somos. Shakespeare fue quien dijo algo acerca de que el mundo era como un escenario y que cada persona debía desempeñar su papel. Pero, eso no debe ser el caso del creyente, que por el contrario debe ser genuino porque el Espíritu Santo está obrando dentro de él, transformando su vida al renovar su entendimiento.
Una y otra vez Pablo nos llamó la atención sobre este asunto. En su segunda carta a los Corintios, capítulo 3, versículo 18, nos dijo: "Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor". Y en su carta a Tito, capítulo 3, versículo 5, dijo: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo".
Permitiendo al Espíritu de Dios renovar la mente, el creyente podrá probar la voluntad de Dios y comprobar que es buena. Desde el mismo momento en que usted o yo adoptamos una pose o finjamos ser algo diferente a lo que somos en realidad, nos resulta imposible determinar la voluntad de Dios para nuestras vidas. Pero si nos rendimos a Él, la voluntad de Dios para la vida del creyente se hace buena y se ajusta exactamente a la voluntad del creyente. Primero es buena, luego es agradable, y finalmente es perfecta, en el sentido que la voluntad del creyente y la voluntad de Dios están en la misma onda. El apóstol Pablo pudo decir en su carta a los Filipenses, capítulo 4, versículo 13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". Es decir, que el creyente puede hacer todas las cosas que están en la esfera de la Voluntad de Dios. Resulta una hermosa experiencia el no tener que fingir, actuar o desempeñar un papel, sino ser natural y permitir que el Espíritu de Dios se mueva y actúe por medio nuestro.
¡Qué bueno es llegar al punto de poder entregar todo esto al Señor! Y Pablo nos estaba rogando que hiciéramos precisamente eso. Ése es el camino a la felicidad. Ése es el camino al gozo. Ése es el camino para una vida de plenitud. El camino para recibir la bendición de Dios, estimado oyente, es el de ser un creyente normal de acuerdo con las especificaciones de la Biblia. Leamos ahora el versículo 3, que inicia la consideración de
La relación con los dones del Espíritu
"Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno".
Nos parece que cuando el apóstol Pablo escribió esto, tendría una sonrisa en sus labios, porque hay un gran número de creyentes que son ambiciosos, que siempre quieren ocupar una posición importante, porque tienen un concepto de sí mismos, más alto del que debieran tener.
Lo que necesitamos hacer es precisamente lo que sugirió Pablo en este pasaje: Debemos pensar con cordura, con moderación. Siempre existe el peligro de que el creyente sobreestime su capacidad, su carácter y sus dones. Tenemos que tener una evaluación correcta de nosotros mismos en relación con los otros cristianos, para no tener un concepto de nosotros más alto del que debiéramos tener. Necesitamos reconocer nuestras limitaciones y ponernos a disposición de Dios tal como somos. La verdadera satisfacción consiste en estar en el lugar donde Dios quiere que uno esté. Veamos ahora los versículos 4 y 5:
"De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros".
Ésta es la primera vez que Pablo introdujo el gran tema de la Iglesia como el cuerpo de Cristo. Éste fue el tema principal de las cartas que Pablo escribió a los Efesios y a los Colosenses, y también, por supuesto, a los Corintios; y es que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, debe funcionar como un cuerpo, como un organismo vivo. Y eso indica que los diversos miembros, es decir, los creyentes que forman parte de ese cuerpo, no tienen los mismos dones o capacidades. No creemos que Pablo haya dado una lista completa de todos los dones, porque cada vez que hablaba de ellos, hacía mención de nuevos dones que no habían sido mencionados en las listas anteriores. Y creemos que el Espíritu de Dios le guió a hacerlo así.
Creemos que este pasaje nos muestra como, después de aceptar al Señor Jesucristo como Salvador, el Espíritu Santo de Dios puede inspirarnos, guiarnos, fortalecernos impulsándonos con Su poder, para vivir la vida cristiana en toda su plenitud. Cada persona es especial, única e irrepetible, porque Dios ha creado en ella un gran potencial. Recordamos que Jesús, hablando a quienes le seguían dijo, en Juan 10:10, "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia". Estimado amigo que nos escucha: ¿Está viviendo usted esa clase de vida?
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