Estudio bíblico de Romanos 12:6-20
Romanos 12:6-20
Continuamos estudiando hoy el capítulo 12 de esta epístola del apóstol Pablo a los Romanos. Y en nuestro programa anterior, en un párrafo dedicado al tema de los dones del Espíritu, después de leer el versículo 5 de este capítulo 8, estuvimos hablando de los miembros del cuerpo de Cristo, es decir, de los miembros de la iglesia. Ésta es la primera vez que Pablo introdujo el gran tema de la Iglesia como el cuerpo de Cristo. Éste fue el tema principal de las cartas que Pablo escribió a los Efesios y a los Colosenses, y también, por supuesto, a los Corintios; y es que la Iglesia, como cuerpo de Cristo, debe funcionar como un cuerpo, como un organismo vivo. Y eso indica que los diversos miembros, es decir, los creyentes que forman parte de ese cuerpo, no tienen los mismos dones o capacidades. No creemos que Pablo haya dado una lista completa de todos los dones, porque cada vez que hablaba de ellos, hacía mención de nuevos dones que no habían sido mencionados en las listas anteriores. Y creemos que el Espíritu de Dios le guió a hacerlo así.
Leamos ahora, el versículo 6 de este capítulo 12 de la epístola a los Romanos y dice:
"Tenemos, pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene el don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe"
Aquí tenemos los dones carismáticos. La palabra griega para "dones", que es "carismata" tiene la misma raíz que la palabra "gracia". Se puede traducir como gracia o don gratuito. Éstos fueron dados por el Espíritu de Dios a los creyentes. Él dio a la iglesia personas que tienen diferentes dones. En su carta a los Efesios, capítulo 4, versículo 11, el apóstol Pablo mencionó que Cristo: "Constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros". Ahora, lo que Cristo hizo fue dar a la Iglesia hombres que tenían los dones de ser apóstoles, profetas y evangelistas. Eso es lo que estaba diciendo allí.
Hemos leído en el versículo 6: "De manera que, teniendo diferentes dones". Es decir, que cada miembro del cuerpo de Cristo tiene un don, y una función que desempeñar. Y los dones son diferentes. Pero eso no quiere decir que algunos no tengan dones. Cada individuo en la Iglesia tiene un don. Y el don es parte integrante de la gracia de Dios para con nosotros. Cuando Dios lo salva, le coloca a usted en el cuerpo de creyentes y usted debe funcionar como miembro del mismo. No funciona como una máquina, sino como el miembro de un cuerpo, de un organismo vivo. Cuando el don es ejercitado, es confirmado por el poder del Espíritu Santo. Creemos que cada creyente tiene que poner a prueba su don. Si usted sabe que tiene un don y piensa que lo está usando, debe probarlo. Tiene que analizar su efectividad. ¿Es usted una bendición verdadera para los demás? ¿Está usted contribuyendo a la edificación de la Iglesia, o está dividiendo la Iglesia?
Ahora, la profecía que se menciona aquí no se refiere a la predicción de cualquier mensaje de Dios. Y la profecía debe realizarse, como bien traduce otra versión, "en proporción a la fe", y ésta es una expresión matemática. O sea, en proporción a la fe y el poder que Dios provee para hacer frente al ejercicio del don. Consideremos ahora el versículo 7:
"O si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza"
Dice aquí, "o si de servicio, en servir". Un "acto" de servicio creemos que se refiere a un tipo de ministerio múltiple con aplicaciones prácticas. Hay numerosas formas de servicio en el cuerpo de creyentes abarcadas por este don. Se refiere a cualquier tipo de trabajo de ayuda o servicio a los demás, por ejemplo, en el contexto de la reunión de los creyentes en la iglesia. Esos son ministerios. Hay algunas personas que no tienen el don de hablar públicamente, sin embargo, tienen un don de servicio. Hay personas que tienen dones especiales, como el de poder preparar una buena comida u organizar actividades sociales en el contexto de actividades especiales de la Iglesia. El poder reunirse los creyentes en encuentros que promuevan la camaradería y el compañerismo puede ayudar mucho en las relaciones de todos los miembros de esa Iglesia. Es algo de mucho valor. Y se necesitan personas con un don especial para hacerse cargo de esas actividades. Esos son los dones de que estaba hablando el apóstol aquí. Y dice el versículo 8:
"El que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría".
Ahora, también se menciona allí: "el que exhorta, en la exhortación". Y aquí se refiere al que consuela, al que alienta. Hay algunas personas que tienen el don de poder animar o consolar a los demás, a los enfermos u a otros que sufren por diversas causas.
Luego, se nos dice en este versículo: "el que reparte, con generosidad". Es decir, el que puede compartir con otros los bienes materiales que posee. Dios le puede haber dado a usted la habilidad para ganar dinero. Y ése es un don. Hay personas que en cualquier actividad en la que se impliquen, obtienen ganancias y progresan.
Debemos ahora hacer énfasis en algo que lo necesita. Sigue diciendo el versículo 8: "El que preside, con solicitud". Quiere decir que hay ciertas personas que tienen dones o capacidad para dirigir y ocupar puestos de responsabilidad y la Iglesia necesita personas de ese calibre, que desempeñen su cargo con esmero para que todo pueda llevarse a cabo decentemente y con orden. Los asuntos económicos de la iglesia requieren creyentes con esta capacidad de administración.
Sigue, "El que hace misericordia, con alegría" es decir la persona que ayuda a los necesitados, debe hacerlo con una alegría que pueda llevar esperanza a los demás. Leamos el versículo 9 de este capítulo 12, donde el apóstol Pablo comienza a hablarnos de
Las relaciones con los otros creyentes
"El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid lo bueno".
Ése es un amor sincero, sin hipocresía. Sigue diciendo, "Aborreced ? es decir, exprese su desagrado contra ? lo malo, y añade, seguid lo bueno". La palabra en el original transmite la idea de pegarse como una cinta adhesiva a las cosas buenas. El creyente debiera apartarse de actitudes o prácticas dudosas o cuestionables. Esta actitud requiere personas con valor y una personalidad firme como para adoptar una postura pública en la defensa de ciertos principios.
Leamos ahora los versículos 10 y 11 de este capítulo 12 de la epístola de Pablo a los Romanos:
"Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, dándoos mutuamente preferencia y respeto. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor"
Estos conceptos aquí, estimado oyente, son muy valiosos. Y, hablando otra vez del amor fraternal, dos creyentes, por distintos que sean en sus orígenes, pueden estar más unidos, más cercanos que dos hermanos de sangre, si entre los dos hermanos carnales no existe la unión que existe entre los que son salvos. Por ejemplo, podemos tener a tres personas. Dos de ellos son mellizos. Uno de ellos, sin embargo, es un creyente, mientras que el otro no lo es. La otra persona sentada al lado del mellizo que es creyente, es del África. El color de su piel es diferente. Su cultura, su educación y tradiciones son diferentes también. Pero él también es creyente en Cristo. Podemos decir entonces, que el mellizo creyente y el cristiano de África están más unidos que el otro mellizo con su hermano en la carne. Es por esa razón que tenemos que pensar que estamos en una misma familia con todos los creyentes en Cristo, que deben tener el mejor trato posible entre sí, soportando sus maneras de ser peculiares, porque van a estar juntos por toda una eternidad. Además, después de la resurrección, todos vamos a tener un cuerpo nuevo, así que en la eternidad, no tendremos esta vieja y débil naturaleza humana, lo cual creará un ambiente perfecto en todas las relaciones personales.
Debemos tener un código de honor. Vemos la frase: "En lo que requiere diligencia, no perezosos". No debemos flaquear en el celo y fervor en el servicio a Dios. Lucero tradujo esta frase así: "En cuanto el celo, no seáis perezosos".
La frase "fervientes en espíritu", sugiere que debemos tener una vida que resplandezca por la acción del Espíritu de Dios, es decir, que nuestro celo y entusiasmo debieran estar bajo el control del Espíritu de Dios. Y le expresión "sirviendo al Señor", señala a que cada aspecto de la conducta cristiana apunta a quien es el personaje central. Veamos ahora lo que dice el versículo 12:
"Gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración".
¡Eso es maravilloso! Las circunstancias en las que se encuentra el creyente, quizá, no justifiquen el gozarse. Puede que lo contrario sea más cierto. Pero él ve el futuro, y en esperanza se proyecta a sí mismo hacia otras circunstancias que son mucho más favorables.
Y lo que Pablo estaba diciendo aquí era "vivir alegres por la esperanza". Y continuó Pablo diciendo, "Sufridos" es decir pacientes "en la tribulación". Eso es algo muy difícil, ¿verdad? También dijo "constantes en la oración" porque debemos ser hombres y mujeres de oración. Luego dijo en la primera parte del versículo 13:
"Compartid las necesidades de los que pertenecen al pueblo santo"
Y eso quiere decir, que debemos ayudar a los hermanos. Dios espera que compartamos lo que Él nos ha dado con los creyentes que están pasando por necesidades materiales. Luego, continuando con el versículo 13 se nos dice al final:
"y practicad la hospitalidad".
Eso es algo necesario. El dar una buena acogida a los visitantes o, por ejemplo, a alguna persona en su iglesia, o simplemente en el vecindario, un creyente que sea una persona más bien introvertida, que no puede hacer amigos fácilmente, pero desea tener una relación de compañerismo con los demás creyentes. Luego en el versículo 14 leemos:
"Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis".
Ahora, este parece un consejo innecesario para los creyentes porque el creyente no debe perseguir a los demás. Pero la experiencia demuestra que hay algunos que hacen esas cosas. Y es muy difícil desear el bien o la bendición divina a la persona que nos está hiriendo. Esto sólo puede hacerse bajo la influencia del Espíritu Santo. Tenemos ante nosotros ahora los versículos 15 y 16, que dicen:
"Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no seáis altivos, sino asociaos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión".
Dice aquí, "Alegraos con los que se alegran". El lema del mundo es: "Ríe y reiremos contigo, llora y llorarás solo". Porque este triste mundo tiene que buscar y pedir prestada un poco de alegría, ya que tiene suficientes problemas en sí mismo. Pero eso no es cierto en lo que concierne al hijo de Dios. Tenemos que identificarnos, simpatizar con las alegrías y tristezas de otros creyentes, sobre todo con sus lágrimas de dolor.
Se nos dice que debemos ser "unánimes" entre nosotros. Ahora, eso no quiere uniformidad de pensamiento, sino que tenemos que ser del mismo pensar y sentir en Cristo. Y los creyentes tienen que identificarse emocionalmente en la vida de los otros hermanos. Creemos que eso hace de los creyentes genuinos algo maravilloso.
Se nos ha dicho aquí que no sólo debemos ser "unánimes" entre nosotros, sino que "no debemos ser altivos, . . . asociándonos más bien con los humildes". Pablo mismo nos dijo en su carta a los Filipenses capítulo 2, versículo 5: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Ahora, ¿Cuál fue ese sentir? La humildad.
También nos dijo el apóstol Pablo: "No seáis sabios en vuestra propia opinión". ¿Qué le parece este mandato? No seamos altivos. Hay muchos de los creyentes, en nuestros días, que piensan que se encuentran espiritualmente en un nivel elevado. Pero en realidad, no lo están. Salomón, un hombre que recibió sabiduría de Dios mismo, dijo algo que es de sumo interés en relación con lo que estamos hablando. Leemos allá en el libro de Proverbios, capítulo 26, versículo 12, que él dijo: "¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él". No nos atreveríamos a decir lo mismo, pero así lo expresó Salomón.
Seguimos ahora en nuestra consideración aquí en la epístola a los Romanos, destacando cuál es
La relación con los que no son creyentes
Esta relación comprende los versículos 17 al 21. Estamos viviendo en un mundo de no creyentes. ¿Cuál ha de ser nuestra relación con ellos? Bien, leamos este versículo 17:
"No paguéis a nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno delante de todos los hombres".
Leemos, "No paguéis a nadie mal por mal". Aquí se sugiere que el creyente puede esperar el mal por parte del sistema del mundo. Sin embargo, no ha de tomar represalias.
Luego, sigue diciendo el apóstol: "Procurad hacer lo bueno delante de todos los hombres". No hay nada, estimado oyente, que pueda perjudicar más la causa de Cristo en el mundo, en el día de hoy, que un creyente sea deshonesto. Al mundo en realidad no le interesa si usted es uno de los que creen la doctrina de que el milenio empezará con la segunda venida de Cristo, o si cree en la elección soberana de Dios o en el libre albedrío. El mundo ni siquiera piensa en eso. Pero la gente sí quiere saber si usted es una persona fiable, que cumple lo que promete, que mantiene su palabra y paga honradamente sus deudas; en otras palabras, si se puede confiar en usted.
El actuar con honestidad en nuestro trato con los demás, tiene más importancia que andar haciendo propaganda de lo que creemos. Y, estimado oyente, el valor no está en la literatura que podamos difundir, en sí misma, en muchos casos, sino en las huellas que nosotros estamos dejando en nuestro paso por el mundo, y que acrediten el testimonio público de nuestra fe.
Pasemos ahora al resto del versículo 17, y repasemos lo que dice: "No paguéis a nadie mal por mal; procurad hacer lo bueno delante de todos los hombres". Y luego continúa el versículo 18 diciendo:
"Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres".
Me gusta leer esto porque hay ciertas personas con las cuales es prácticamente imposible convivir. Ellas mismas no le permiten a uno vivir en paz con ellas. Este versículo no nos dice que tenemos que llevarnos bien con todo el mundo, sino que "en cuanto dependa de nosotros". Por tanto, estimado oyente, tenemos que hacer todo lo que podamos y permitir que Dios, que conoce nuestras limitaciones, continúe Su obra en aquellos aspectos de las relaciones humanas que nosotros no podemos controlar. Llegamos ahora a los versículos 19 y 20:
"No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber, pues haciendo esto, harás que le arda la cara de vergüenza".
Ésta es una de las normas más importantes que encontramos en la Palabra de Dios. Sin embargo, es una de las actitudes más difíciles de llevar a la práctica para el hijo de Dios. Cuando alguien nos golpea en una mejilla, es muy difícil presentar la otra. Usted y yo sabemos que es muy difícil no devolver el golpe, o contestar agresivamente cuando nos ofenden. Pero en el instante en que usted y yo tomamos el asunto en nuestras propias manos, y tratamos de solucionarlo nosotros mismos, en especial cuando alguien nos ha perjudicado y nosotros, como respuesta, reaccionamos duramente, estamos intentando apartar el problema del control de Dios y no estamos ya viviendo por fe. Dios quiere que le dejemos el problema de la ofensa recibida en Sus manos, porque Él actuará con justicia. Si es necesario que el ofensor, es decir, la persona que nos ha perjudicado, reciba su merecido, entonces, el Señor se encargará de ello. Ahora, al hablar así de esto, me doy cuenta que es una de las cosas más difíciles de llevar a la práctica en mi propia vida. Pero, en una o dos oportunidades, he entregado las cosas en las manos del Señor y me ha sorprendido la manera en que Él toma cartas en el asunto. Dios lo puede hacer mucho mejor que yo. Debemos entregar todo el problema en las manos del Señor, confiando en que Dios hará lo que es justo y deseando que Él haga Su voluntad, frente a lo que nosotros impulsivamente deseemos hacer. Es más, debemos orar pidiendo la restauración y bendición por aquél que nos ha hecho daño. Sólo así, como dice el apóstol, "amontonaremos fuego" sobre la cabeza de quien nos ha ofendido. Ésta es una forma de expresar la esperanza de que nuestra bondad estimule la vergüenza y el arrepentimiento de nuestro enemigo.
Esta actitud y, en general, toda otra conducta relacionada con aquellas personas con las que hayamos mantenido roces, conflictos o desacuerdos, requieren el control del Espíritu de Dios sobre nuestro carácter. Nuestra naturaleza humana, propensa a la maldad, el orgullo y la violencia física y verbal, reacciona inmediatamente, impulsivamente y con agresividad, para buscar una compensación por el daño recibido, cuando es objeto de ofensas o desprecio. Sólo Dios puede moderar toda forma de violencia entre los seres humanos. Al recibir al Señor Jesucristo como Salvador, la paz con Dios que obtenemos, por la obra del Espíritu Santo, inunda nuestro corazón de compasión por aquellos que sólo buscan su propio provecho, aun a costa de pisotear la integridad u honor de los demás. Estimado oyente, deseamos que esa sea su experiencia, para que el amor de Dios pueda fluir hacia aquellos que tanto necesitan tener una relación con Dios.
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