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Estudio bíblico de 2 Corintios 6:1-10

2 Corintios 6:1-10

Llegamos hoy al capítulo 6, en nuestro recorrido por esta Segunda epístola del apóstol San Pablo a los Corintios. Y estamos en un capítulo que nosotros hemos llamado "el consuelo de Dios para todas las circunstancias del ministerio de Cristo". Tenemos ante nosotros los requisitos de un buen ministro o siervo de Jesucristo. Y ninguno de nosotros puede leer esto sin exclamar: ¡Quién es capaz de hacer estas cosas! Ninguno de nosotros podría estar a la altura de este elevado modelo. Y quisiéramos que usted note que todavía estamos en la sección del consuelo, la consolación, el estímulo de Dios, que abarca los primeros siete capítulos de esta Segunda epístola a los Corintios. Ese consuelo de Dios fue desarrollado en relación con los planes de la vida (1:3-24), en la restauración de un creyente que había pecado (cap. 2), en el glorioso ministerio de Cristo (cap. 3), en el ministerio del sufrimiento por causa del testimonio de Cristo (cap. 4), y en el ministerio del martirio por Cristo (cap. 5).

Así que, como ya hemos anticipado, tenemos ante nosotros, el consuelo de Dios en todas las circunstancias del ministerio de Cristo. Leamos el versículo primero, de este capítulo 6, de la Segunda epístola a los Corintios, que inicia un párrafo que examina

Las experiencias duras, difíciles del ministerio

"Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios"

Queremos poner énfasis aquí a esto que se nos dice sobre ser colaboradores. Es decir que trabajamos juntos. Necesitamos reconocer que existe una línea divisoria entre los hombres en nuestros días, que necesita ser borrada. Nos referimos a los que dedican todo su tiempo a la obra cristiana, y a los profesionales o personas que desempeñan diversas ocupaciones seculares. Hay ciertas personas que han recibido el don de la enseñanza, que han sido llamados a enseñar; otros a ser pastores, y otros, que han sido llamados a ser misioneros. Es que Dios ha dado un don a cada miembro del organismo que llamamos iglesia o cuerpo de Cristo. Tenemos quizás una división muy marcada entre los que ocupan el púlpito y los que se sientan en los bancos de la iglesia, y no hay necesidad de continuar enfatizando aun más esa distinción, porque todos somos colaboradores en la obra de Dios. Si usted es uno de aquellos que se sienta en un banco de la iglesia y nos está escuchando hoy, usted es tan responsable como yo de la proclamación de la Palabra de Dios.

Quizá hayamos recibido un don diferente al suyo. Puede que usted desempeñe una da las muy variadas profesiones u ocupaciones laborales de nuestro tiempo, pero, hablando francamente estimado oyente, usted es tan responsable como yo de la predicación de la Palabra de Dios. En realidad nosotros necesitamos reconocer que Dios ha dado a la Iglesia ciertas personas que pueden enseñar, algunas que pueden actuar o funcionar como Pastores, y otros que han recibido dones diferentes que pueden usarse en la obra de Dios en nuestros días; esto es para equipar, preparar a los creyentes para que puedan servir con eficacia.

Y una vez más deseamos mencionar lo que dijimos en un programa anterior de algo que escuchamos decir al director de un seminario, y que afirmó que: "Los pastores no producen ovejas, sino que son las ovejas las que producen otras ovejas". Muchas personas piensan que el predicador es el que tiene que ganar a toda la gente para Cristo, que ése es su trabajo. Pero, estimado oyente, permítanos decirle que ésa es también su obligación, es obligación suya. Dios ha dado maestros, predicadores del evangelio y misioneros, para que todos éstos preparen y enseñen al cuerpo de creyentes, es decir, a aquellos que ocupan un lugar en los bancos de las Iglesias, para que ellos sean preparados para salir a dar testimonio de su fe en Cristo. Ya sabe que el Pastor no es el que produce las ovejas. Él las puede alimentar y cuidar. Él pastorea las ovejas pero no las puede producir. Son las ovejas las que producen ovejas. Y así operan en el mundo espiritual los que pastorean espiritualmente a los creyentes, que son como las ovejas, espiritualmente hablando y en el lenguaje de las Escrituras.

Una gran parte de la obra de Dios se encuentra estancada porque las ovejas no están dando testimonio de su fe, cuando hay muchos que podrían estar haciéndolo en todas las áreas de la sociedad. Y quisiéramos volver a hacer una pregunta, a un nivel más personal: ¿Qué está haciendo usted, estimado oyente, para proclamar la Palabra de Dios a otros? Hay algunos que nos están escuchando en esta ocasión, que podrían hacer algunas cosas que yo no puedo hacer, y que ningún predicador de este país podría llevar a cabo. Hay gente que confía en usted, porque le conoce, y le escucharía con atención lo que usted tenga que decirles. Pero no escucharían a alguien a quien no conocen, como por ejemplo a un maestro en un programa de radio, a menos que usted les anime a escucharnos. Por tal motivo decimos que somos colaboradores en esta gran tarea de difundir la Palabra de Dios y todos, cada uno en su lugar, en su área de responsabilidad, somos esenciales para llevar a cabo una misión tan amplia y urgentemente necesaria.

Y aquí Pablo dijo: "os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios". Ahora, ¿cómo puede uno recibir en vano la gracia de Dios? Pues bien, de la siguiente manera. Dios nos está colmando de Su bondad y Su misericordia. El alegrarnos por Su bondad y por la salvación de la gracia de Dios, y sin embargo, estar viviendo vidas controladas por nuestra propia naturaleza, por nuestras pasiones, es lo que implica haber recibido en vano la gracia de Dios. Y podríamos formular la siguiente pregunta: ¿Qué respuesta estamos hoy dando, o cómo estamos reaccionando ante el amor del corazón de Dios? Ésta es una respuesta que debemos afrontar y que servirá para examinarnos a nosotros mismos. Continuemos ahora, leyendo el versículo 2, de este capítulo 6, de la Segunda epístola a los Corintios:

"porque él dice: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. Ahora es el tiempo aceptable; ahora es el día de salvación".

Hay muchas personas que dicen: "Bien, yo no voy a aceptar a Cristo ahora, lo haré en otra oportunidad". Y lo postergan para otra ocasión en la que creen que podrán escuchar otra conferencia o exposición del mensaje del Evangelio.

Ahora, estimado oyente, yo no sé quién es usted, dónde está, o en qué condición se encuentra en este momento. Pero, si usted aún no es salvo y me está escuchando, para usted ahora es el tiempo aceptable. Este preciso instante es el momento oportuno. No piense en cuando tendrá la próxima oportunidad de escuchar la invitación del mensaje del Evangelio. Si usted nos está escuchando en este momento, este es el tiempo aceptable. No sabemos qué hora es donde usted está escuchando ahora, porque este programa se transmite a diferentes horas por diferentes estaciones; pero, mire usted su reloj y la hora que en el se indique constituye el tiempo para usted: Ahora, estimado oyente, ahora es el tiempo propicio. Alguien podría preguntar: ¿Y no podría aceptar a Cristo mañana? Probablemente sí. Pero ni usted, ni yo, ni nadie, tenemos alguna garantía de que estaremos con vida en el día de mañana.

Veamos ahora lo que dice el versículo 3, de este capítulo 6, de la Segunda epístola a los Corintios:

"No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio o servicio no sea desacreditado".

Otra versión lo traduce de la siguiente manera: "en nada damos mal ejemplo a nadie, para que nuestro trabajo no caiga en descrédito". Nosotros tenemos que tener mucho cuidado con nuestro comportamiento. Aquí la expresión no se refiere a evitar herir los sentimientos de otras personas. Porque hay personas que son tan susceptibles, que se sienten agraviadas u ofendidas por cualquier detalle de poca importancia y se sentirán heridas haga uno lo que haga o deje de hacer. No hay forma de complacerlas.

Por lo tanto, no dar ninguna ocasión de tropiezo significa que uno debería vivir de tal manera que nadie pueda señalarnos a cada uno con el dedo y decir: "debido a la conducta de esa persona no tengo confianza en la salvación que ella profesa poseer". En este capítulo 6, de la Segunda epístola a los Corintios, tenemos una lista de cosas que deberían caracterizar al ministerio y será interesante mencionarlas. Leamos entonces el versículo 4, que dice lo siguiente:

"Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en aflicciones, en privaciones, en angustias"

¿Cómo podemos lograr esa actitud? Con mucha paciencia, la cual ocupa el primer lugar en la lista. Seguramente simpatiza con nosotros si reconocemos que es difícil mantener una actitud paciente. Menos mal que es uno de los aspectos del fruto que el Espíritu Santo puede producir en nuestra vida. Y a continuación, se mencionan las aflicciones. Que constituyen una experiencia común a todos los siervos de Dios.

A continuación el apóstol se refirió a las privaciones. Al vivir en una sociedad rica y de consumo, difícilmente podemos comprender lo que significa carecer de los medios más elementales de vida, como por ejemplo, la comida y la ropa. También se refirió el apóstol San Pablo a las angustias. Con estas palabras, el escritor de esta carta estaba refiriéndose indudablemente a experiencias vividas por él mismo, como otras de las circunstancias que se mencionan en esta lista. Podríamos calificarlas como experiencias que llevan a las personas al límite mismo de su capacidad de resistencia, o de supervivencia. Y éstas son algunas de las pruebas que aquellas personas dedicadas al servicio del Señor tienen que soportar en muchos lugares del mundo.

Continuemos leyendo el versículo 5, de este capítulo 6 de 2 Corintios.

"En azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos"

Luego continuó relatándonos sus experiencias diciendo en este versículo, en azotes. Tenemos la idea de que muy pocos de nosotros sabemos lo que quiso decir con esto de ser azotados. Para Pablo, los azotes consistieron en sesiones de cuarenta azotes en las cuales fue golpeado con una vara. En nuestro caso, el equivalente podría haber sido en las ocasiones en que nos hayamos sentido lastimados por una observación hiriente. Y a veces tales golpes son causados por personas que profesan querernos. Y las siguientes experiencias enumeradas en este versículo exponen los variados eventos de la vida del apóstol, en los cuales el poder de Dios actuó para preservarle en el cumplimiento de los propósitos para los que había sido llamado.

A continuación, Pablo continuó exponiendo otro conjunto de características que identificarían al ministerio o servicio para Dios. Leamos los versículos 6 y 7 de este capítulo 6 de 2 Corintios:

"en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero; en palabra de verdad, en poder de Dios y con armas de justicia para la derecha y para la izquierda"

Todas estas cosas que tenemos aquí, estimado oyente, deberían ser señales de identificación del ministerio.

Se nos dice que debemos actuar con pureza. Estimado oyente, es importante de que un siervo de Dios sea puro en su vida. Una de las cosas que mas daño hacen al ministerio cristiano en la actualidad es la falta de pureza y, concretamente, la inmoralidad y la falta de transparencia en todos los aspectos de la conducta cristiana.

Luego se nos dice aquí: y en conocimiento. Este conocimiento no sólo se refiere a la Palabra de Dios, sino que el predicador y el maestro tienen que mantenerse al tanto de lo que está ocurriendo en la época en que están viviendo.

Más adelante leemos: en tolerancia. Esta palabra vuelve a presentarse aquí, y esta tolerancia es la paciencia, vestida de otra manera. Ahora, siguiendo en este versículo tenemos: en bondad, en el Espíritu Santo. Y que Dios tenga misericordia de cualquier predicador, pastor o maestro que trate de predicar sin la guía e inspiración del Espíritu de Dios. Eso es lo que más nos preocupa sobre todas las otras cosas.

En lo que hemos trabajado en el ministerio, en cada oportunidad que tenemos de presentar el mensaje de la Palabra de Dios, oramos al Señor pidiéndole que nos ayude a predicar en el poder del Espíritu Santo. Porque ninguno de nosotros puede confiar en sí mismo, en sus propias fuerzas, para poder producir un impacto duradero y fructífero en las vidas de las personas. Sólo de esa manera un siervo de Dios puede desarrollar un ministerio eficaz.

Luego se nos dice en amor sincero. El amor genuino es algo que hace mucha falta en nuestros días. No se necesitan personas que finjan un sentimiento que no exista, y que citen tópicos ni frases que no se correspondan con la realidad. Lo que necesitamos es amor sincero, genuino, real, verdadero. Es decir, que necesitamos el amor que sólo el Espíritu de Dios puede poner en los corazones.

Encontramos más adelante, que se nos dice: en palabra de verdad. Ahora, esto de palabra de verdad, quiere decir que el predicador, el maestro, debe conocer bien su Biblia. Además, deberá predicar o enseñar en poder de Dios. Y esto sólo es posible cuando el pastor o el maestro pasan tiempo a solas con Dios, antes de ponerse en pie ante el público. Y siguiendo la lectura de este versículo vemos algo más: con armas de justicia para la derecha y para la izquierda, y en este caso el autor se refería a una vida recta en todas las áreas, a pesar de los ataques del enemigo que podían estar dirigidos hacia cualquier aspecto de la vida del cristiano. Otras versiones aquí traducen armas de justicia, tanto ofensivas como defensivas.

A continuación, Pablo nos dejó un conjunto de nueve paradojas que habrían de caracterizar a un siervo de Dios, distribuidas en tres listas de elementos. Leamos los versículos 8 al 10, de este capítulo 6 de Segunda de Corintios.

"por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores o impostores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero llenos de vida; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo".

En primer lugar tenemos la frase por honra y por deshonra. Algunos nos aprobarán y otros nos desaprobarán. Esto nos deja un ministerio o un servicio bien equilibrado. Luego dice, por mala fama y por buena fama. Aunque algunos digan cosas negativas sobre nosotros, continuamos sirviendo al Señor, ante quien somos responsables. En realidad, los halagos nos hacen más daño que las críticas. Pero la lista del apóstol Pablo continúa y tenemos la frase siguiente: como engañadores, pero veraces. Aunque alguna vez seamos calificados como impostores, lo cierto es que exponemos la Palabra verdadera de Dios. Y sigue la lista presentándonos como desconocidos, pero bien conocidos. Aquí se refiere al hecho de que un siervo de Dios puede resultar desconocido para el mundo, pero lo importante es que sea conocido por Dios. La siguiente paradoja de la lista describe a los que estén como moribundos, pero llenos de vida. Aquí fue como si Pablo hubiera escogido u ocupado el lugar de la muerte y, sin embargo, tenía una vida nueva y abundante en Cristo. Luego se nos hablo de estar como castigados, pero no muertos. Pablo experimentó con frecuencia persecución, el ser golpeado, azotado, apedreado, y sin embargo, continuó viviendo. Además, la lista incluye la posibilidad de sentirse entristecidos, pero siempre gozosos. La tristeza provenía de los pecados de la gente y su rechazo al Evangelio que el apóstol predicaba; sin embargo, disfrutaba de una alegría auténtica por su relación con Cristo. Y continuando con las paradojas, tenemos la frase como pobres, pero enriqueciendo a muchos. Aunque el apóstol careciera a veces de elementos para cubrir sus necesidades materiales básicas, como cuando pasó hambre, sed, o careció de ropas o vivienda, o sufrió malos tratos, no obstante, pudo distribuir valores espirituales. Y la lista de paradojas se completa con la frase como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo. Esto concuerda con lo que el apóstol les dijo a los Corintios en su primera carta, 3:22, de que todo les pertenecía; el mundo, la vida, la muerte, el presente y el futuro. Y concluía diciendo allí: y vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios. Por ello en esta última paradoja se contrastaba la extrema pobreza humana y material, con la ilimitada riqueza de aquellos que poseen las mayores bendiciones espirituales.

De esta manera, en esta parte del capítulo, Pablo nos ha dejado tres conjuntos de elementos o características que describen al ministerio o servicio cristiano. La primera lista se refería primordialmente a los elementos físicos, las segunda a los factores o vivencias de la mente humana y la tercera, a los elementos espirituales. Todos ellos son particularmente importantes.

Y estas paradojas o situaciones contradictorias, se han convertido en una realidad en las vidas de los cristianos. Es que cuando una persona establece una relación con Dios al confiar en el Señor Jesucristo como su Salvador, el Espíritu de Dios, que es el agente de la regeneración, y que produce el nuevo nacimiento espiritual que se opera en la vida de esa persona, viene a morar en su vida. La persona que está unida a Cristo, es una nueva creación. Esa persona ha sido liberada de su vieja vida, y recibe por la obra del Espíritu, un nuevo punto de vista sobre el mundo y el sufrimiento humano, así como nuevos valores y actitudes que culminarán en la vida eterna. Estimado oyente, le invitamos a entrar en esta nueva dimensión, que le permitirá vivir en esta tierra un anticipo de la eternidad.

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