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Estudio bíblico de 2 Corintios 6:11-18

2 Corintios 6:11-18

En nuestro programa anterior, estimado oyente, estábamos en el capítulo 6 de esta Segunda epístola a los Corintios, y destacamos que el tema de ese capítulo es el consuelo de Dios en todas las circunstancias del ministerio. Pablo nos mostró el reverso del ministro o siervo de Dios y nos permitió observar qué clase de persona debería ser.

Vimos así tres conjuntos de factores o experiencias que caracterizan al servicio o ministerio cristiano. El primer grupo de ellas se refería a lo físico. El segundo grupo hablaba sobre lo mental, y el tercer grupo, se refería a lo espiritual.

Recordamos también que después, Pablo nos dejó un conjunto de nueve paradojas que habrían de caracterizar a un siervo de Dios, distribuidas en tres listas de elementos. Estas paradojas se encuentran en los versículos 8 al 10 y las repasaremos, dada su utilidad práctica, antes de comentar el pasaje Bíblico asignado para hoy.

En primer lugar tenemos la frase por honra y por deshonra. Algunos nos aprobarán y otros nos desaprobarán. Esto nos deja un ministerio o un servicio bien equilibrado. Luego dice, por mala fama y por buena fama. Aunque algunos digan cosas negativas sobre nosotros, continuamos sirviendo al Señor, ante quien somos responsables. En realidad, tenemos que reconocer que los halagos, aunque por un lado nos estimulan, por otra parte nos hacen más daño que las críticas. Pero la lista del apóstol Pablo continúa y tenemos la frase siguiente: como engañadores, pero veraces. Aunque alguna vez seamos calificados como impostores, lo cierto es que exponemos la Palabra verdadera de Dios. Y sigue la lista presentándonos como desconocidos, pero bien conocidos. Aquí se refiere al hecho de que un siervo de Dios puede resultar desconocido para el mundo, pero lo importante es que sea conocido por Dios. La siguiente paradoja de la lista describe a los que están como moribundos, pero llenos de vida. Aquí fue como si Pablo hubiera escogido u ocupado el lugar de la muerte y, sin embargo, tenía una vida nueva y abundante en Cristo. Luego se nos hablo de estar como castigados, pero no muertos. Pablo experimentó con frecuencia persecución, el ser golpeado, azotado, apedreado, y sin embargo, continuó viviendo. Además, la lista incluye la posibilidad de sentirse entristecidos, pero siempre gozosos. La tristeza provenía de los pecados de la gente y su rechazo al Evangelio que el apóstol predicaba; sin embargo, disfrutaba de una alegría auténtica por su relación con Cristo. Y continuando con las paradojas, tenemos la frase como pobres, pero enriqueciendo a muchos. Aunque el apóstol careciera a veces de elementos para cubrir sus necesidades materiales básicas, como cuando pasó hambre, sed, o careció de ropas o vivienda, o sufrió malos tratos, no obstante, pudo distribuir valores espirituales. Y la lista de paradojas se completa con la frase como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo. Esto concuerda con lo que el apóstol les dijo a los Corintios en su primera carta, 3:22, de que todo les pertenecía; el mundo, la vida, la muerte, el presente y el futuro. Y concluía diciendo allí: y vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios. Por ello en esta última paradoja se contrastaba la extrema pobreza humana y material, con la ilimitada riqueza de aquellos que poseen las mayores bendiciones espirituales.

Y estas paradojas o situaciones contradictorias, se han convertido en una realidad en las vidas de los cristianos. Es que cuando uno persona establece una relación con Dios al confiar en el Señor Jesucristo como su Salvador, el Espíritu de Dios, que es el agente de la regeneración, y el que produce el nuevo nacimiento espiritual que opera en la vida de esa persona, viene a morar en su vida. La persona que está unida a Cristo, es una nueva creación. Esa persona ha sido liberada de su vieja vida, y recibe por la obra del Espíritu, un nuevo punto de vista sobre el mundo y el sufrimiento humano, así como nuevos valores y actitudes que culminarán en la vida eterna.

Estas experiencias, cuyo recuerdo debió sensibilizar al apóstol Pablo, nos ayudan a comprender mejor su estado de ánimo al comenzar hoy este párrafo que hemos titulado,

Una apelación personal de Pablo

Ahora, al llegar al versículo 11, el corazón de Pablo desbordaba ansiedad por decirlo así, por aquellos creyentes que estaban en Corinto. Eran creyentes muy recientes, en un estado de infancia espiritual, que no controlaban sus tendencias naturales, pero su corazón estaba con ellos. Hasta pareció que su corazón iba casi a quebrantarse en este capítulo y en el siguiente. Veamos, pues, lo que dijo aquí en los versículos 11 hasta el 13, de este capítulo 6 de la Segunda epístola a los Corintios:

"Os hemos hablado con franqueza, corintios; nuestro corazón os hemos abierto. No hemos sido mezquinos en nuestro amor por vosotros, pero vosotros sí lo habéis sido en vuestro propio corazón. Para corresponder, pues, del mismo modo os hablo como a hijos, actuad también vosotros con franqueza".

Lo que él estaba haciendo aquí era simplemente abrir su corazón que estaba lleno de amor, y así conmovió el corazón de aquellos que le amaban. Pero lo interesante es que, aparentemente, también provocó la reacción de aquellos que odiaban a Dios y a Su Palabra, y que habían tratado de hacer daño a los que amaban al Señor y a las Escrituras. Nos damos cuenta que esto fue así en los principios de la historia de la Iglesia y que también es cierto en el día de hoy. Si usted toma una posición firme a favor de Dios, encontrará que realmente le va a costar algo.

Entre los fallos que Pablo pudo haber tenido en su carácter, ciertamente, no se encontraba la disimulación. Sólo en raras ocasiones el apóstol mencionó a los lectores en el medio de una carta como aquí lo hizo, en su expresión "oh corintios". También lo hizo escribiendo a los Gálatas (3:1) cuando les expresó su preocupación por el declive de las iglesias de aquella región. Por otra parte, también mencionó a los Filipenses (4:15) cuando destacó el apoyo fiel que había recibido de ellos en los primeros tiempos de su ministerio. Así en la carta que estudiamos, Segunda de Corintios, combinando su frustración con su cariño, se dirigió a sus lectores para que ellos respondieran igualmente con un amor genuino. ¿Y por qué tuvo Pablo que apelar a sus sentimientos? Porque había entre ellos rivales del apóstol que intentaban captar su atención y lealtad.

Después Pablo comenzó a hablar sobre un tema de suma importancia. Sin embargo, ante nosotros tenemos una sección de la Biblia de la cual se ha abusado, y que no ha sido correctamente interpretada. Hay quienes han interpretado este pasaje de tal forma que sus conclusiones sean duras, inflexibles y carentes de compasión. Sin embargo, lo que Pablo estaba diciendo era la expresión de un corazón tierno, de un hombre cuyo corazón se estaba quebrantando a causa de su gran preocupación por los creyentes de Corinto. Leamos el versículo 14, de este capítulo 6, de la Segunda carta a los Corintios que dice:

"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con la oscuridad?"

Aquí Pablo urgió a los creyentes de Corinto para que interrumpieran de forma clara y rotunda su relación con la idolatría. Tenían que romper definitivamente con el pecado al cual les arrastraba su naturaleza humana. Tenían que separarse de los valores del sistema mundano que se oponía a Dios. O sea que, aunque estos versículos han sido aplicados con frecuencia a varios tipos de alianzas, en el pensamiento del apóstol, estaban primeramente las cuestiones eclesiásticas. Los rivales del apóstol eran posiblemente paganos idólatras o, con mayor probabilidad, apóstoles falsos, según podemos deducir por el pasaje de 11:2-4. Aquí también podemos ver que Pablo fue igualmente sincero tanto al expresar su afecto como para censurar el proceder de sus lectores.

La solución al dilema era que los Corintios se separaran de los apóstoles falsos, Pablo les consideraba como incrédulos. Él no dijo que no deberían tener ningún contacto de ningún tipo con los no creyentes. Pero en este caso, incrédulos con una apariencia religiosa podrían desviar a los creyentes de su devoción a Cristo, como diría más adelante, en el capítulo 11 versículo 3 de esta carta.

En los versículos 14 al 16, Pablo planteó 5 preguntas retóricas, representando el gran abismo que existe entre el reino de Cristo y el reino de Satanás.

En el Antiguo Testamento y bajo la ley de Moisés, Dios le dio a Su pueblo una ley que tenía que ver con su principal actividad que era la agricultura. No debían unir en yugo a un buey y a un asno pues sería hacer trabajar juntos a dos animales desiguales.

Uno de ellos era un animal considerado limpio, mientras que el otro era considerado como un animal inmundo. En este pasaje de Segunda de Corintios Dios estaba hablando a los creyentes, y dijo que el creyente no debía unirse a un incrédulo. Ahora, ¿cómo se une la gente? Bueno, se unen por medio de relaciones tales como empresas comerciales, sociedades, matrimonio, o en asociaciones a largo plazo.

Por supuesto que el matrimonio es la unión de dos personas. Un creyente y un no creyente, un incrédulo, nunca debieran casarse. En los tiempos de la historia Bíblica, un animal puro y uno impuro no debían ser unidos por un yugo para arar el campo. De la misma manera, un hijo de Dios y alguien que pertenece al sistema que se opone a Dios y que está bajo el control del enemigo de Dios, no deberían unirse para intentar lograr la realización de los objetivos de sus vidas. Sus puntos de vista sobre Dios, el Señor Jesucristo, la Palabra de Dios, el Espíritu Santo, la iglesia, la vida cristiana en esta tierra y el compromiso personal con el Señor, la existencia del mundo espiritual y sus valores opuestos y conflictivos, la resurrección y la vida eterna, hacen imposible una convivencia armónica y una educación cristiana de los hijos. Es evidente que estas discrepancias aflorarán, tarde o temprano, influenciando decisivamente en las vidas de los miembros de la pareja, distinguiendo las metas de cada uno de ellos.

Ahora, notemos lo que Pablo hacía. Cuando él llegaba a una ciudad en sus viajes misioneros, al primer lugar que él se dirigía era la sinagoga. Ahora, ¿puede usted imaginarse otro lugar donde hubiera más oposición a Jesucristo que en una sinagoga? Sin embargo, ése era precisamente el lugar donde Pablo comenzaba sus actividades. No le criticamos por su estrategia porque creemos que Dios le guió a actuar de esa manera. Ahora, si el apóstol se hubiera vinculado de forma permanente a una de esas sinagogas convirtiéndose, por ejemplo en el maestro oficial permanente, entonces podíamos haber considerado su asociación como una unión desigual.

Pablo estaba evidentemente hablando sobre uniones de carácter permanente tales como el matrimonio, asociaciones comerciales o membresía en una asociación religiosa. Este pasaje no nos impide unirnos para ciertas actividades comunes en la difusión de la Palabra de Dios o en la extensión del Evangelio con personas o instituciones que lleven a cabo un ministerio que no coincida con nuestros métodos o nuestra forma de actuar o de llevar a cabo nuestras actividades. El apóstol estaba más bien refiriéndose a uniones con no creyentes, lo cual le llevó a ser incluso más específico en el versículo siguiente, el 15, que leeremos a continuación.

"¿Qué armonía puede haber entre Cristo y el diablo? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo?"

Evidentemente, no puede haber armonía para una vinculación permanente. Pero no debemos confundir esta clara posición con nuestra relación con otros creyentes o cristianos que hacen las cosas de manera diferente a como nosotros las hacemos. Y dice el versículo 16:

"¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo".

Pablo aquí mencionó específicamente a la idolatría. Obviamente, no podía haber nada en común entre el templo de Dios y los ídolos. Ahora, surge la pregunta: ¿Dónde se encuentra el templo de Dios? Hoy el templo de Dios es el cuerpo humano de cada uno de los creyentes en Cristo. Nosotros somos el templo del Espíritu Santo. Aquel en quien Dios habita no puede estar de acuerdo con los ídolos.

Estas cinco preguntas retóricas proporcionaron una transición para citar algunos versículos del Antiguo Testamento con los cuales el apóstol reforzó sus argumentos. Y los versículos 17 y 18 dicen:

"Por lo cual, salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo impuro; y yo os recibiré y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso".

Para disfrutar de la presencia de Dios se requería una conducta personal santa. Pablo estaba urgiendo a los creyentes a una separación para proceder a efectuar una limpieza espiritual. Los creyentes no podían estar de acuerdo con la idolatría y debían separarse del espíritu y actitud mundana, que pudieran influenciar sus vidas y el desarrollo de las iglesias. El apóstol citó pasajes como Isaías 52:11 y Ezequiel 20:41, versículos que hablan de la redención de Israel. O sea que, en el pasado, el pueblo de Dios había sido liberado de la esclavitud entre los paganos. De ahí la frase Salid de en medio de ellos y apartaos. El propósito de Dios había sido que se convirtieran en un pueblo santo, puro, ante Dios, lo cual está reflejado en la frase y no toquéis lo impuro. Y todo ello para que pudieran disfrutar con Él de una relación de compañerismo, como vemos en la frase y yo os recibiré, y será para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas.

En estas antiguas palabras se estaba enfatizando que los miembros de un pueblo redimido estaban en una relación especial con Dios el Padre, como sus hijos e hijas. Aquellos que se identifican con Cristo por la fe en Él pueden llamar a Dios su "Padre" (Gálatas 4:6). De estos hijos e hijas Dios requiere obediencia (Deuteronomio 32:19-21), tal como la requirió de David, el principal representante del pueblo, y de la descendencia de David, como claramente lo establecen pasajes como 2 Samuel 7:14 y el Salmo 89:30-34.

Cuando estudiamos el libro de Josué vimos que él y el pueblo conquistaron por la fe la ciudad de Jericó. Sin embargo Acán, guardó para sí parte del botín que Dios había determinado que fuera destruido. De esa manera, el pueblo había tocado lo que Dios había declarado impuro. En esas circunstancias, los israelitas se dirigieron a la ciudad de Hai convencidos de que obtendrían allí una victoria fácil. Pero Josué e Israel fueron vencidos en esa ciudad. Por ello vemos el principio general de que Dios pide una separación de todo aquello que esté relacionado con el sistema mundano que se opone a Él, y de todo aquello que pueda promover la falta de pureza espiritual.

Hay muchos creyentes en la actualidad que hablan de estar separados; que enfatizan lo que se debe y lo que no se debe hacer. Sin embargo, frecuentemente no controlan sus conversaciones y no se dan cuenta de que por medio del mal uso de su lengua pueden caer en la impureza espiritual y adoptar así los valores del sistema que se opone a Dios. Ello nos indica que uno puede hablar de Dios, afirmar que el Señor Jesucristo es su Salvador, decir que uno le ama, y considerarse separado y puro para Él, aunque en realidad, no ha habido una separación espiritual real del sistema mundano y una consagración integral al Señor.

Un oyente nos escribió contándonos que él y su hijo, habían sufrido un distanciamiento tal que no podía tratarlo como él quería, es decir, como un padre, hasta el punto en que ya casi no podía hablar con él como en otros tiempos. Pero, Dios quiere tener una relación diferente. Y dijo en este pasaje del versículo 18, "seré un Padre para vosotros y vosotros seréis mis hijos y mis hijas". Ésta es una hermosa promesa. Así que Él desea que seamos la clase de hijos que traigan honor y honra a su Padre celestial. Dios quiere tratarnos como hijos, con todo lo que ello implica.

Hemos dicho hoy que nuestro Padre requiere de Sus hijos pureza y obediencia, para que puedan disfrutar de una relación de compañerismo con Él y así puedan conocerle mejor, descubrir los propósitos divinos para su vida en la tierra, y recibir todo lo que el Padre desea proporcionarles. Pero debemos aclarar que, aunque todos los seres humanos son criaturas de Dios, sólo pueden llamarle Padre aquellos que han establecido una relación con Él. Ellos se convierten en Sus hijos al haber confiado en el Señor Jesucristo como su Salvador, aceptando que Él ocupo su lugar en la cruz, llevando sus pecados y recibiendo el castigo que todos merecíamos. Y el apóstol Pablo, en un pasaje que ya hemos citado dijo que para mostrar que ya somos sus hijos, Dios envió el Espíritu Santo a nuestro corazón. Estimado oyente, le invitamos a establecer esa relación con Dios, para que usted pueda dirigirse a Él como su Padre, compartiendo con Él todas sus preocupaciones e inquietudes, exponiéndole sus necesidades y dejándose controlar por Su Espíritu para cumplir los propósitos que Él tiene para su vida.

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