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Estudio bíblico: La santificación -

Serie:   Doctrina Bíblica
Autor: Ernestro Trenchard
Reino Unido
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La santificación

Conceptos y vocablos

¿En qué consiste la santificación?
No todos los grandes maestros de la Palabra han estado de acuerdo sobre el significado teológico y práctico de los conceptos de "santo" y de "santidad". Juan Wesley enseñaba una doctrina de posible perfección, o de una victoria absoluta sobre el pecado, pensando que el alma convertida podría orientarse hacia Dios y su obra, ayudada por la Palabra y por el Espíritu Santo, hasta ganar una victoria completa sobre el pecado, que sería un estado de santificación y de perfección. Creía que había visto casos de "perfección" en creyentes entregados al Señor, sin que él mismo pretendiera jamás haber logrado lo que enseñaba como posible. Las preguntas que han surgido son las siguientes: ¿se trata de una crisis espiritual que introduce al creyente a un estado de santidad? ¿O es un proceso, mediante el cual el creyente gana fuerzas al pasar de victoria en victoria? ¿Es un estado que Dios establece, con poca relación con la vida del creyente, en cuanto a sus pensamientos, palabras, obras y actitudes? Anticipamos aquí que creemos que el conjunto de referencias bíblicas enseña que Dios ha efectuado la obra por medio de la Muerte y la Resurrección de Cristo, y que luego esta obra se ha de manifestar en la vida de los hijos de Dios según las normas que él mismo ha establecido. En esto se parece a la justificación, que es típicamente una obra divina basada en la Cruz, pero que necesita manifestarse por medio de actos de justicia; nos recuerda también que la redención es obra de Dios, base de todos los aspectos de la verdadera libertad de los hijos de Dios. En todas las facetas de la obra salvífica, la fuente es la gracia de Dios, el medio básico es la propiciación efectuada en el Calvario, y el fruto se produce en las vidas y el testimonio de los creyentes, gracias a la obra en ellos del Espíritu Santo. En Romanos y Gálatas Pablo pasa de la consideración de la justificación a la de la "santificación" sin falta de continuidad. Hebreos desarrolla el concepto de "santos" y de "santidad" de una forma análoga a las enseñanzas de Pablo sobre los "justificados" y la justificación. El tema es de suma importancia y después de recibir la contestación a la pregunta: "¿Qué haré para ser salvo?", el creyente debiera preguntar: "¿Qué haré para ser santo?".
Dios es el Santo
Todo el concepto de santidad se encierra en Dios mismo, como el Único, el que es "enteramente otro" en cuanto a su Ser. Todo lo santo procede de él en sentido espiritual y moral, y lo que no tiene su origen en Dios no es santo. Cuando Jehová declara por medio de Isaías: "Jehová de los ejércitos será exaltado en juicio y el Dios Santo será santificado con justicia", no indica que el hombre sea capaz de añadir algo a su santidad y a sus juicios, sino que santifica a Dios por reconocer lo que él es, dándole la gloria que corresponde a la visión que ha recibido. Un vistazo a una concordancia revelará que el título predilecto de Isaías para designar a Jehová es el de "El Santo de Israel" y las alabanzas de los serafines en el Templo: "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria" (Is 6:3) han inspirado la adoración de los "santos" en todo tiempo. Cuando Pedro exhorta: "Santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones" (1 P 3:15), quiere decir que los creyentes, testificando en medio de circunstancias adversas, han de "consagrar su corazón" como un santuario donde Cristo ocupará el trono, según los derechos de su Personalidad y de su autoridad.
La oración básica que enseñó el Maestro, "Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu nombre", requiere que el hijo se preocupe en primer término por comprender y manifestar la naturaleza de su Padre como Santo, cuyo nombre expresa todo lo que es excelente.
La "santificación" de personas y de objetos en el Antiguo Testamento
Se reconoce generalmente que el vocablo hebreo "kadhash" significa la separación de una persona o un objeto para Dios, el "Santo". Lo que no se reserva para Dios es "profano" o "común", puesto al uso del hombre como tal. "Santificar" en este sentido coincide con "consagración". Lo que se aparta para Dios es "santo" o "sagrado". El servicio levítico, descrito en Éxodo, Levítico, partes de Números y Deuteronomio, ofrece una clara ilustración del concepto de "santificación" o de "consagración". Primeramente los primogénitos de Israel habían de ser apartados para Dios por el derecho de la redención efectuada en la Pascua (Ex 13:3) (Nm 3:13), luego, a los efectos prácticos del servicio de Jehová, la tribu de Leví fue "separada" en lugar de los primogénitos (Nm 1:47-54) (Nm 3:40-51); de entre la tribu de Leví la familia de Aarón fue escogida a los efectos del culto en sí, describiendo su consagración en (Ex 28-29) (Lv 8-9). Los pasajes señalados enfatizan la solemnidad de este servicio que se prestaba a Dios, en una esfera "separada" de todo lo mundano.
El Tabernáculo y todos sus enseres, como también el Templo, eran objetos santos, dedicados al solo servicio de Jehová. Había también "tiempos santos", por ser dedicados a Dios de forma especial, como el sábado y las fiestas de guardar (Lv 23:1-4), y todo el pueblo de Israel, como instrumento separado para el servicio de Dios, era santo: "Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, gente santa" (Ex 19:6).
El apartamiento para Jehová de objetos y días no implica en sí un concepto ético, o sea, de valor moral, pero cuando personas son consagradas enteramente al servicio de "el Santo de Israel", se espera que su conducta y actitudes correspondan a su sagrado ministerio. En (Lv 11:44-45) vemos más que una mera separación material: "Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros, por tanto, os santificaréis y seréis santos, porque yo soy santo... Porque yo soy Jehová que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios. Seréis, pues, santos porque yo soy santo". Pedro aplica la misma exigencia moral y espiritual al pueblo de Dios en esta dispensación: "Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos porque yo soy santo" (1 P 1:15). Si la santidad se basa en el hecho de pertenecer al Santísimo, lógicamente el "santo" ha de reflejar su carácter, que es la norma ética más elevada que puede imaginarse. El Libro de los Salmos, dado el carácter subjetivo de su redacción, ilustra claramente la manifestación de una santidad moral y espiritual de "los santos... que hicieron pacto conmigo (con Jehová) con sacrificio" (Sal 50:5), y hasta tal punto es así que si la voluntad no está sujeta a Dios, los sacrificios nada valen (Sal 40:6-8).

Términos y conceptos en el Nuevo Testamento

El enlace con el Antiguo Testamento
Los conceptos del Nuevo Pacto tienen sus raíces en la revelación preparatoria del Antiguo Pacto, y la terminología debe mucho a la versión griega llamada la "alejandrina" o la "Septuaginta". Esperamos, pues, ver el desarrollo y la consumación de lo anterior al estudiar la doctrina de la santificación en el Nuevo Testamento.
Los términos griegos
El verbo fundamental es "hagiazo", con el sentido de separar para Dios en una esfera libre del pecado. El adjetivo correspondiente es "hagios", o "santo", y los sustantivos son "hagiasmos", el acto y estado de separación para Dios. "Hagiosune" se halla en contextos que subrayan la manifestación de la santidad como calidad de la vida del "santo" y "hagiotes" se emplea para la santidad de Dios en (He 12:10) y también su manifestación en la vida y servicio de Pablo y de sus colaboradores en (2 Co 1:12). Un adjetivo menos común es "hosios", cuyo adverbio correspondiente es "hosios", que subraya más bien la pureza de la conducta del creyente de buen testimonio.
"Hagiazo" se emplea de cosas cuando se trata de referencias al Antiguo Testamento (Mt 23:17-19), pero lo que nos interesa es su uso en el servicio del Señor Jesucristo, o sea, en la vida de los "santos". Naturalmente, la separación para Dios y para su servicio implica la victoria sobre el pecado, según las clarísimas consideraciones del apóstol Pablo en (Ro 6).

El uso del concepto en los Evangelios

Cristo es el Santo
Por el hecho de la Encarnación, todo lo que era Jehová para su pueblo en el Antiguo Testamento viene a concretarse y manifestarse en el Hijo. Es casi imposible traducir bien las palabras del ángel Gabriel a María al anunciar el nacimiento del Señor, pero es evidente que se destaca el concepto de santidad: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual lo santo (el Santo Ser) que ha de nacer será llamado el Hijo de Dios" (Lc 1:35). Muy literalmente podríamos traducir: "el engendrado Santo será llamado...". Los mejores textos de (Jn 6:69) nos hacen ver que "el Santo de Dios" era título mesiánico, y como tal se empleó por Pedro en su confesión en la coyuntura que allí se señala.
La santificación del Señor y de los suyos
La doctrina de la santificación se desarrolla especialmente en las Epístolas, pero se halla el verbo por tres veces en (Jn 17:17-19), bien que empleado en sentido algo especial. El Señor se marcha, pero de la manera en que el Padre le había entregado una misión, él también "envía" a los suyos al mundo para cumplir la suya. "Y por ellos yo santifico a mí mismo", dice en oración al Padre; o sea, él se había consagrado a su misión, que incluía la preparación de los Apóstoles para la suya. Es una separación para la consumación de un servicio especial. Por medio de la Palabra (la verdad), y por la separación efectuada por el Maestro, los discípulos han de ser "santificados" de la misma manera: "Santifícalos en la verdad.., para que ellos sean santificados en la verdad". Percibimos en estas expresiones la estrecha relación que existe entre "santificación" y "consagración".
La obra del Espíritu Santo
El último estudio sobre el Espíritu Santo ha subrayado el carácter santo de la Tercera Persona de la Trinidad. Cristo encarna la santidad y el Espíritu Santo la produce en las vidas de quienes le permiten obrar. Las referencias más importantes a su obra en los Evangelios se hallan en Lucas y Juan (Lc 1:15,35,41) (Lc 2:25-26) (Lc 3:16) (Lc 4:1) (Lc 11:13) (Lc 12:10-12) (Jn 1:33) (Jn 7:39) (Jn 14:27) (Jn 20:22).
La blasfemia contra el Espíritu Santo
Ha sido muy discutida la advertencia del Maestro, de que la "blasfemia contra el Espíritu Santo" (Lc 12:10), "hablar en contra" en (Mt 12:32), no tiene perdón, aun cuando lo tenga la oposición verbal al Hijo. El padre del célebre teólogo-filósofo Kirkegaard pasó su vida bajo una nube de tristeza por creer que él, cuando de joven era pastor desesperado en el campo, había proferido palabras en contra del Espíritu Santo. No creemos que la desesperación de un desgraciado tenga tal efecto, quedando, por lo tanto, sin el perdón de Dios. El contexto de la discutida frase señala la maliciosa oposición de ciertos fariseos que atribuían la obra del Espíritu a Belcebú, príncipe de los demonios; es natural, pues, que hemos de hallar la explicación de la frase en esta actitud que rechazaba con malicia y soberbia la única potencia que podía salvarles. Una persona podría equivocarse en cuanto a la Persona de Cristo por falta de enseñanza, y luego arrepentirse, pero quien se opone a la obra del Espíritu Santo de Dios, interna y potente en todas sus múltiples manifestaciones, se excluye a sí mismo de la esfera del perdón y de la salvación.

La doctrina de la santificación en las Epístolas

La santificación brota de la Cruz y de la Resurrección
Al establecer analogías positivas y negativas entre la caída del primer Adán y la victoria del Postrer Adán, Pablo llegó a declarar: "Mas donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia" (Ro 5:20), pensando en la provisión que Dios había hecho para la raza caída. Los rabinos, enemigos del Evangelio, habrían podido torcer esta verdad, alegando que Pablo enseñaba que la salvación era tan fácil que cuanto más pecaba el hombre individual, más gracia había para remediar el mal. Quienes se someten a Dios y aprovechan su gracia por medio del arrepentimiento y la fe no podrían caer en este craso error, pero ha habido herejes que han proclamado, en efecto, lo siguiente: "Poco importan los pecados del cuerpo, ya que nuestro espíritu se conserva en la esfera de la gracia de Dios". Pablo refuta esta falsedad, afirmando que los postulados de la salvación y las condiciones de la vida del creyente impiden ideas permisivas en cuanto a una vida pecaminosa. La exposición siguiente (Ro 6:1-14) aclara los conceptos fundamentales de la santificación.
El creyente se halla unido con Cristo en Muerte y Resurrección
Pablo pregunta: "Nosotros, que morimos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?" (Ro 6:2). Sigue explicando que, al umbral del testimonio del creyente, el bautismo representó el hecho de su unión espiritual con Cristo en su muerte al pecado y su resurrección a la plenitud de la vida después de anular el pecado por medio de la muerte total: la muerte del Dios-Hombre (Ro 6:3-5). La vida del creyente se condiciona por esta unión fundamental de fe con Cristo, lo que hace imposible que continúe en el pecado. Es posible que el creyente caiga en el pecado en un momento de descuido, pero será algo contrario a su verdadera naturaleza y condición.
El "cuerpo de pecado" está puesto fuera de uso
Al examinar (Ro 6:6) tenemos que recordar que Pablo emplea expresiones que podemos llamar "técnicas", pues toda exposición de materias especiales necesita su vocabulario específico. El "viejo hombre" viene a ser la "carne" manifestada en una personalidad humana; o sea, significa el conjunto de tendencias pecaminosas que caracterizan la persona del hombre caído. Es este "viejo hombre" que fue crucificado con Cristo bajo la condena de la Ley, y corresponde al "yo" viejo de (Ga 2:20). La frase "para que el cuerpo de pecado sea deshecho" podría traducirse mejor de la siguiente manera: "para que el conjunto de pecado sea puesto fuera de uso". No se trata del cuerpo físico, que es obra de Dios, "mortal" por el efecto del pecado, pero que puede ser vivificado por el Espíritu de Resurrección para poder servir a Dios (Ro 8:11). Poca diferencia puede señalarse entre el "viejo hombre", "el cuerpo de pecado" y "el cuerpo de la muerte" de (Ro 7:24). Es lo pecaminoso viejo, que fue "crucificado con Cristo". La traducción del verbo "katargeo" por "destruir" o "ser deshecho" ha dado lugar a la idea de que el conjunto antiguo pecaminoso ha sido aniquilado, permitiendo la "perfección" de que hablaba Wesley. Este verbo, sin embargo, no admite tal traducción, ya que no destruye el objeto, sino que lo pone fuera de uso. Es decir, el viejo hombre no debiera verse en la vida del creyente, pero Dios permite que, a los efectos de las luchas y pruebas de sus hijos, siga existiendo. Manifiesta su presencia de un modo dominante en el creyente carnal. El "nuevo hombre", obediente a los impulsos del Espíritu Santo, debiera prevalecer y Pablo pudo escribir: "Con Cristo he sido crucificado (es decir, el viejo hombre) y no vivo yo, mas vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne (igual a cuerpo aquí) lo vivo por la fe en el Hijo de Dios" (Ga 2:20). La santificación que se analiza en (Ro 6:1-10) es una obra de Dios, fundada en la unión del creyente con su Sustituto quien murió en su lugar y resucitó para compartir con él su vida de resurrección. De ahí el término "santificación posicional", ya que depende de que el creyente esté "en Cristo", siendo "santo" por este hecho. Los corintios distaban mucho de ser "vencedores" en todos los aspectos de su vida cristiana, pero Pablo se dirige a todos ellos de este modo: "A la iglesia de Dios que está en Corintio, a los santificados en Cristo Jesús, llamados santos..." (1 Co 1:1). Hallamos saludos análogos en todas las cartas paulinas dirigidas a iglesias locales.
La santificación como victoria sobre el pecado
En el pasaje citado (Ro 6) Pablo prosigue con el tema de la santificación, pasando de la posición de quienes murieron y resucitaron con Cristo a su actuación activa que se ve en su victoria sobre el pecado en el servicio de Dios. "Presentaos a vosotros mismos, a Dios como vivos de entre los muertos y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia" (Ro 6:13-14). La gracia obra libremente en las vidas de quienes han muerto y resucitado con Cristo, haciendo posible un servicio perfecto que la Ley, con sus exigencias, jamás podía conseguir.

La santificación como una actividad vital del Espíritu Santo

La lucha del Espíritu contra la carne. Hemos enumerado las benéficas operaciones del Espíritu Santo en el estudio anterior, pero volvemos al tema aquí puesto que estas consideraciones perderían su debido equilibrio si no enfatizáramos que la posición en Cristo, base de la santificación, se vitaliza por la obra del Espíritu Santo. En (Ga 5:17-26), la "carne" se emplea en sentido peyorativo, equivalente a todo lo que surge de la naturaleza adánica caída. Sus "obras" abarcan los vicios más repugnantes, pero también incluyen las prácticas religiosas más gratas al hombre (Ga 5:20-21) (Fil 3:3-8). Todas ellas constituyen el fruto ponzoñoso de la obra de Satanás en el hombre. Costumbres sociales pueden ser más o menos aceptables en su medio, pero no hay reforma posible que permita que el hombre sea mejor delante de Dios. A los efectos de la santificación "los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Ga 5:24), lo que permite que el Espíritu luche con éxito contra todo aquello que es contrario a su esencia (Ga 5:16-18). El "santo" debiera admitir este poderoso auxilio de Dios en contra de la carne, en cuyo caso el fruto del Espíritu se manifestará plenamente en su vida: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza..." (Ga 5:22-23). Tales son los rasgos morales y espirituales que se disciernen en quienes "no andan conforme a la carne, sino con forme al Espíritu" (Ro 8:1-17), manifestando que son hijos adoptivos de Dios, guiados por el Espíritu Santo.
El enlace entre la "posición" y la manifestación
Al considerar cómo la obra del Espíritu complementa la de Cristo, no ha sido posible en todo momento distinguir la obra básica de Dios, que establece la santificación posicional, de la manifestación de los resultados de la obra de Cristo en la vida del creyente, que es obra del Espíritu. Como siempre, el Espíritu toma de las cosas del Hijo para hacérnoslas saber, vitalizándolas, además, en la experiencia del hijo de Dios. Volveremos al tema, pero el secreto de la santificación práctica se ve ya en (Ro 6:11): "Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro". El verbo es "logizomai", "tomar en cuenta", o "abonar en la cuenta". Pablo dice, en efecto, "sois muertos al pecado" y "sois vivos para Dios" como el resultado directo de la obra de Cristo que habéis aceptado por la fe. Ahora añade: "En todas las coyunturas de la vida, tomad en cuenta el hecho fundamental de vuestra nueva vida. Si se trata de algo que va en contra de la voluntad de Dios, considerad que sois muertos a ello. Si es algo conforme a lo que él ha revelado, decid: soy vivo para esto". La exhortación del versículo 11 viene a ser la transmutación de una santificación establecida en Cristo a la santidad de una vida consagrada prácticamente al Señor.

El tema de la santificación en la Epístola a los Hebreos

La figura básica de la Epístola
La Epístola a los Hebreos se dirigió a un grupo (o grupos) de cristianos hebreos, quienes se hallaban bajo fuertes presiones de parte de sus compatriotas nacionalistas que les empujaba a una renovada identificación con el pueblo de Israel y su sistema levítico. El escritor sabe que existen apóstatas entre las congregaciones, y hermanos en peligro de fluctuar. Quiere reforzar su testimonio por recordarles mucho de lo bueno del régimen antiguo, señalando, a la vez, su cumplimiento en Cristo, el "más excelente", en quien se halla la consumación de todo el régimen anterior. Sobre todo se fija en el sistema levítico para demostrar que su simbolismo se ha cumplido en Cristo, quien llegó a ser el Sacrificio de valor infinito y también el Sacerdote que se ofrendó a sí mismo, pasando a administrar la casa de Dios. Respiramos el ambiente del Antiguo Testamento, y es natural que la figura básica del libro sea la separación del pueblo de Dios para servir al Santísimo sobre la base de la perfecta ofrenda del Cuerpo de Cristo. Pablo habla de "santos", como hemos visto, pero desarrolla más el concepto de la justificación. En Hebreos vemos cómo se abre el camino para que aquellos que antes estaban "separados de Dios" lleguen a ser "separados para Dios".
El Sumo Sacerdote es Santo
Todo el concepto de santidad divina se recoge en Cristo, como ya vimos en los Evangelios: "Porque tal sumo sacerdote nos convenía? santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos" (He 7:26). La obra del Santo se describe como la santificación de su pueblo: algo de suma importancia, puesto que sin la santidad "nadie verá al Señor" (He 12:14).
La base de la santificación es el Sacrificio consumado
En la voluntad de Dios "hemos sido santificados por la ofrenda del Cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre... Porque con una sola ofrenda ha hecho perfectos para siempre los que están siendo santificados" (He 10:10,15). Es interesante ver cómo esta enseñanza complementa la del apóstol Pablo, ya que enfatiza tanto la ofrenda ofrecida una sola vez para siempre (base de una santificación perfecta), como los resultados que se establecen sobre el único fundamento. A la lectura de estos versículos podemos añadir la de (He 9:11-14,23-28), que confirman que la sangre de los animales del sistema levítico podía hacer provisión temporal para una santificación ceremonial, pero que sólo el valor de la Sangre de Cristo, su Vida dada en expiación, puede purificar nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios viviente.
La familia de los santificados
El capítulo 2 de Hebreos señala el fracaso de la antigua raza, pese a su gran importancia en el plan de Dios (He 2:5-8), viéndose a Jesús como Cabeza de una nueva familia, ya que gustó la muerte por todos y se halla coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte (He 2:9-10). La nueva familia se describe en términos de santificación: "Porque el que santifica y los que están siendo santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos" (He 2:11-13). El escritor mira a los redimidos y, con toda naturalidad, se avivan en su memoria las figuras de los libros del Éxodo hasta Deuteronomio, viendo a sus hermanos como los "separados para Dios" por medio del Sacrificio. Subraya la poderosa obra de quien destruyó a quien tenía el dominio de la muerte, el diablo (He 2:14-18).
Los santificados se recogen en el santuario
El simbolismo de la santificación se halla implícito en toda la Epístola, del modo en que la justificación es el hilo que enlaza las distintas secciones de Romanos y Gálatas. Por eso, al llegar el autor al clímax de sus exhortaciones escribe: "Hermanos, puesto que tenemos confianza para entrar en el Santuario en virtud de la sangre de Jesús... a través del Velo... (teniendo) un gran Sacerdote sobre la casa de Dios, lleguémonos..." (He 10:19). Los santificados son adoradores por excelencia, así que la figura enfatiza el hecho de que tenemos libertad para entrar en un Santuario espiritual, donde actuamos como sacerdotes que ofrecen sacrificios de alabanza, libres para estar en la misma presencia de Dios porque somos "separados para Dios". El santuario es el lugar santo apartado para este sagrado ejercicio de la adoración que ha de ofrecerse en "espíritu y en verdad".
Los santificados son peregrinos en el mundo
El autor de Hebreos señala dos movimientos que arrancan de la Cruz: la entrada de los santos en el Santuario, como sacerdotes espirituales, y su salida de todo sistema religioso carnal, puesto que los que sirven en la Presencia de Dios son participantes también en el rechazamiento de su Señor por parte del sistema judaico degenerado que representa el "mundo religioso" en su totalidad: "También Cristo, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta; salgamos pues a él, fuera del campamento, llevando su vituperio" (He 13:12-14). Las figuras explícitas e implícitas de Hebreos enriquecen la doctrina paulina en su expresión figurativa, y, a la vez, la confirman en su esencia. De nuevo es evidente que la doctrina novotestamentario es una sola, presentada por medio de distintos aprecios de los conceptos fundamentales, según el temperamento, dones y preparación de los autores inspirados. En todas partes vemos que la obra de santificación descansa sobre la muerte y la resurrección de Cristo, expresando Pablo esta verdad por medio de imágenes mayormente judiciales y el autor de Hebreos por medio del conocido simbolismo levítico. En todo caso la verdad es igual y nos tocará ver la relación entre la raíz del árbol de la santificación, el proceso continuo que implica y el fruto que lleva.

El fundamento, el proceso y el fruto

La Cruz y la Resurrección
Ya hemos meditado en el pensamiento de Pablo: Cristo murió a todos los efectos del pecado y volvió a vivir, de modo que el creyente, unido vitalmente con él por la fe, murió y resucitó de manera análoga, lo que determina su separación posicional del pecado. El creyente llega a ser, necesariamente, un "santo" delante de Dios. En Hebreos hemos visto que el Sacrificio perfecto es la base de una santificación perfecta, que abarca toda la nueva familia de la fe. Pedro acude al mismo hecho al escribir: "Cristo padeció una sola vez (para siempre) por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 P 3:8) (1 P 1:17-25) (1 P 2:21-25) (1 P 4:1), viendo en la Obra de Cristo el fundamento de la nueva vida de santidad. Juan recuerda la propiciación "por nuestros pecados", comprendiendo que este hecho fundamental anuló el pecado e hizo posible una vida de amor conjuntamente con Cristo (1 Jn 2:2) (1 Jn 3:16) (1 Jn 4:9-10). Gracias a esta obra el Padre "engendra" a sus hijos que han de mostrar por sus actitudes y obras que son hijos de tal Padre. No se halla la terminología de la santificación en las Epístolas de Juan, pero la verdad fundamental viene a ser la misma.
El proceso
Escritos de Pablo. Ya hemos visto que Pablo insiste en que Cristo murió al pecado una vez para siempre, uniéndose el creyente con él por la fe. La vida de resurrección y "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús" completan la santificación posicional del creyente. Sin embargo, indica que éste ha de escoger entre el andar "conforme a la carne" o "conforme al Espíritu" y sus exhortaciones tienden siempre a animar al hijo de Dios a librarse de la sujeción de la carne a fin de que goce de la libertad de una vida entregada a Dios. El asunto se resume en (2 Co 7:1): "Teniendo... amados, estas promesas, purifiquémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios". El pecado ha dejado su mancha en todas partes de la personalidad humana, y bien que el creyente es ya un "santo", gracias a su unión con Cristo, es preciso el auxilio de Dios que vaya borrando las contaminaciones que alcanzan hasta los movimientos del espíritu. "Perfeccionando la santidad (hagiosune)" implica un proceso que sólo se adelantará si estamos dispuestos a emplear los medios que Dios ha provisto. El Espíritu Santo provee la potencia para la santificación: "mediante la santificación por el Espíritu" (2 Ts 2:13), que vuelve a subrayar lo que hemos visto tantas veces al meditar en su Persona y Obra. Según (Col 3:9-11) el "nuevo hombre"... "se va renovando hasta el pleno conocimiento conforme a la imagen de aquel que lo creó", lo que también señala un proceso. La Palabra de Dios (o "la verdad") es medio imprescindible en este proceso (Jn 17:17). El bisturí de la Palabra revela hasta los intentos del corazón, y sus múltiples lecciones nos educan en justicia (He 4:12-13) (2 Ti 3:16-17). La transformación en la imagen de Cristo, otra figura que implica la santificación, se efectúa por la contemplación de su Persona en la energía del Espíritu Santo (2 Co 3:18). Debiéramos meditar constantemente en los Evangelios con el fin de aprender en "la escuela de Jesús" (Ef 4:20-25).
El proceso en los escritos de Pedro y de Juan. Pedro señala el único fundamento de la santificación igual que Pablo, comprendiendo que la obra básica se realiza por la sangre de Cristo y "en santificación del Espíritu" (1 P 1:2). Hemos notado también que hace eco del principio del Antiguo Testamento, "Sed santos, porque yo soy santo", y se trata de "santidad práctica" que se manifiesta en la "conducta" de los creyentes (1 P 1:15-16). En (1 P 2:4-10) el apóstol aplica al pueblo de Dios los postulados del pueblo separado de Israel, viéndolo como "nación santa". Hace hincapié en que las palabras, hechos y actitudes de esta "nación" corresponden a su posición delante de Dios y su condición como "real sacerdocio". En términos algo distintos Pedro (1 P 4:1-6) recalca la doctrina paulina: que la muerte y la resurrección debieran ser punto de partida para una vida de victoria y de poder que venza distintas formas del pecado "según la voluntad de Dios". En el primer capítulo de su segunda Epístola reafirma en elocuentes palabras, que todo bien espiritual surge de la gracia de Dios y de sus "preciosas y grandísimas promesas", pero sigue escribiendo: "por esto mismo, poniendo vosotros en ello todo empeño, asociad a vuestra fe virtud.., templanza... paciencia... piedad... amor fraternal... amor" (2 P 1:4-8).
El apóstol Juan no se vale de la terminología de la santificación, pero al insistir en que "los engendrados de Dios" han de evidenciar su nueva naturaleza por medio del amor, la verdad y la justicia, viene a enseñar la misma doctrina de otra forma, pues la manifestación de la vida de Dios en la potencia del Espíritu Santo, es "santificación". El enfatiza los medios que hemos de emplear para mantener comunión con el Dios que es Luz (1 Jn 1:5-2:2), recordándonos, además, que si uno ama al mundo el amor del Padre no está en él. Es decir, no podemos llevar vidas santas y a la vez hacer componendas con el mundo (1 Jn 2:15-17).

Los postulados morales de la vida de santificación

La vida de la sociedad mundana. La vida santa debiera llevarse a cabo en las más elevadas esferas del amor y de la gracia, desarrollando todo el Nuevo Testamento el tema de la nueva vida en Cristo. Al mismo tiempo, el creyente tiene que vivir en medio de una sociedad corrompida, en la que hombres y mujeres se entregan a vicios que destrozan no sólo sus almas, sino también sus cuerpos. Las Sagradas Escrituras toman nota de este estado de cosas, y advierten en cuanto a los peligros que corren los hijos de Dios en medio de este mundo. Este peligro amenazaba de forma especial la vida de muchos de los corintios, debido al bajo nivel moral de la vida social de la ciudad, y frente a casos concretos Pablo escribe: "Y esto erais algunos; mas os lavasteis, mas fuisteis santificados, mas fuisteis justificados en el Nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6:11). El texto es importante doctrinalmente porque reitera lo que ya hemos expuesto: que la santificación es una obra divina llevado a cabo por "el Nombre del Señor Jesucristo", la manifestación de su Persona, obra y autoridad, y por las operaciones del Espíritu Santo. Con todo, la intención de todo el contexto es eminentemente práctico: la santificación significa que NO hemos de andar en los groseros pecados de la sociedad humana, con referencia especial al desorden sexual y distintas formas de codicia. Nuestros cuerpos son miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo quien mora en nosotros. El rasgo esencial de un templo (santuario) es el de ser un lugar sagrado donde no penetra lo que no está de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Co 6:9-20) y hemos de fijarnos en este sentido práctico del pasaje. En días cuando tantos aceptan una moralidad permisiva, con normas subjetivas, es urgente que el creyente recuerde que relaciones sexuales fuera del matrimonio se llaman fornicación en las Escrituras, subrayándose la Palabra que este pecado no sólo es una ofensa contra Dios, sino también contra la segunda persona implicada en la consumación del pecado, contra la familia y contra la sociedad.
Este sentido práctico de la santificación, con referencia especial a la pureza sexual, se enfatiza también en (1 Ts 4:1-8). Pablo declara: "Esto es la voluntad de Dios, vuestra santificación...", pero quedamos sorprendidos al leer lo que sigue. En este caso el Apóstol no contempla la adoración y el servicio consagrado de los santos, sino escribe: "Que os abstengáis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su propio vaso (así literalmente) en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia como hacen los gentiles que no conocen a Dios". Es posible que el "vaso" sea el propio cuerpo del creyente, pero es más probable que otras versiones tengan razón al traducir "sepa poseer su propia mujer en santificación y honor", bien que viene a ser una interpretación más bien que una traducción. El hecho es que "santificación" en este pasaje significa la pureza moral en las relaciones matrimoniales. Fue dura la lección para creyentes que acababan de salir del libertinaje de las sociedades paganas, pero les fue preciso aprender que la santificación no consistía en misticismos, sino que empezaba con la pureza sexual según el orden de Dios.

Palabra final

La importancia del tema. El tema de esta sección merece detenida atención porque, dentro del conjunto de la verdad revelada, presenta profundas doctrinas por medio de conceptos y figuras que constituyen una parte esencial del desarrollo del plan de la redención. Al mismo tiempo nos lleva a lo más importante de la vida de los hijos de Dios: una vida consagrada a Dios en la que el Espíritu Santo nos da la victoria sobre el pecado en vista del triunfo de Cristo en su obra de la Cruz. Es verdad que es posible llegar a una vida fructífera que agrada a Dios por los medios que el apóstol Juan expone: la ley del amor, revelada en Cristo, el hecho del nuevo nacimiento y la manifestación de la naturaleza divina en la vida y servicio de los "engendrados de Dios". Pero plugó a Dios reiterar las verdades divinas y espirituales de diversas formas con el fin de ayudar a nuestra flaqueza: como "santos" nos interesa saber tanto la base de la santificación como los medios y métodos para su debida manifestación. El secreto del éxito en la vida de verdaderos creyentes es que "seamos lo que somos".
La meta final. La meta final de la obra salvífica de Dios se expresa también en términos de "santificación", según la profunda petición de Pablo en (1 Ts 5:23-24): "El mismo Dios de paz os santifique completamente; y vuestro espíritu, alma y cuerpo sea guardado entero, irreprensible, para la venida del Señor nuestro Jesucristo". La obra es la de Dios que no excluye la colaboración de los hondos deseos de los santos: "Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". En la Nueva Creación: "El Tabernáculo de Dios (estará) con los hombres; y él habitará con ellos y ellos serán pueblo suyo" (Ap 21:3). Desde otro punto de vista la "nueva ciudad" no necesita templo, lugar santo separado de lo profano, "pues su Templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero" (Ap 21:22). Toda la Nueva Creación será un santuario donde Dios se manifestará a los suyos sin estorbo alguno.

Temas para meditar y recapacitar

1. Describa el servicio levítico del Tabernáculo en el Desierto desde el punto de vista de la "santificación" o la "consagración", definiendo por medio de ejemplos el significado del concepto fundamental.
2. Analice (Ro 6:1-14), haciendo ver cómo Pablo desarrolla en argumento sobre la santificación, comprendida como separación para Dios y la victoria sobre el pecado en la vida del creyente.
3. Ilustre la importancia del concepto de "santificación" en Hebreos explicando el porqué de su relieve en esta Epístola.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Estados Unidos
  Miguel Guillen  (Estados Unidos)  (08/11/2020)

Siempre que necesito saber algo busco sus estudios para nutrirme en sus enseñanzas Y puedo decir con certeza, que sus sus estudios me han ayudado mucho en mi crecimiento Espiritual. Dios les siga bendiciendo grandemente .

MIGUEL GUILLEN

Estados Unidos
  César A Robalino  (Estados Unidos)  (07/05/2020)

Excelente oportunidad para el crecimiento espiritual.
Gracias, Gracias

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