Estudio bíblico de Gálatas 2:14-20
Gálatas 2:14-20
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 2 de esta epístola a los Gálatas. Y hasta aquí hemos estado hablando acerca de la experiencia personal que Pablo tuvo, su experiencia en Arabia donde vimos el origen del evangelio en lo que se refería a Pablo. Eso nos llevó al tiempo de la conversión del apóstol. Luego vimos la experiencia de Pablo con los apóstoles en Jerusalén, y el carácter único que tiene el evangelio. Aun cuando él no había tenido ningún contacto con los apóstoles en relación con el evangelio, el mensaje que él estaba predicando y el evangelio que ellos estaban predicando coincidían, y todos fueron conscientes de que estaban predicando el mismo mensaje: el evangelio de la gracia de Dios.
Luego examinamos la experiencia de Pablo en Antioquía con Simón Pedro, y allí se vio en la práctica un conflicto en cuanto al evangelio. Vino en una forma muy insólita; se presentó en la forma de un hombre que sucumbió bajo el legalismo: nos referimos a Simón Pedro. El evangelio nos debería guiar a tener una convicción en cuanto a nuestra conducta, y esa convicción fue la que le faltó al apóstol Pedro, llevándole a actuar de una forma que cuestionaba la libertad cristiana. Ahora, Pablo viendo lo que estaba ocurriendo le dijo en el versículo 14:
"Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los no judíos y no como judío, ¿por qué obligas a los no judíos a judaizar?"
Era correcto para Pedro ir a comer a cualquiera de las mesas, ya fuera la mesa de los alimentos tradicionales de los judíos o la de los que no eran judíos. Pero habiendo estado comiendo en la mesa de los no judíos, al regresar a la mesa de los judíos por temor a estos otros hermanos de Jerusalén, estaba demostrando con su actitud que en la mesa de los no judíos había algo que estaba mal y que la mesa de los judíos estaba bien. Ahora bien, estos hermanos de Jerusalén eran legalistas severos. Y bajo el régimen de la gracia, estaban en su derecho. No tenemos ninguna objeción a que algunas personas hoy crean que no deben comer ciertos alimentos. Pero tales personas también deben darnos a nosotros la libertad de comer lo que prefiramos comer. De lo que tenemos que ser conscientes es que este asunto no constituye en absoluto un tema religioso. En este caso, Simón Pedro se apartó de la libertad que tenía en Cristo para retroceder nuevamente al judaísmo.
La naturaleza de la reprensión de Pablo nos muestra, en primer lugar, la inconsistencia del guardar la ley. Si era correcto para Simón Pedro vivir como los creyentes no judíos, ¿por qué desearía él que los no judíos vivieran como judíos? Eso es lo que él estaba expresando con su conducta, cuando dejó la mesa de los no judíos para ir a la de los judíos. Si la vida de los no judíos viviendo bajo la gracia y aparte de la ley estaba bien para Pedro, ¿entonces estaba mal esta vida para los mismos no judíos? Si Simón Pedro era libre para vivir sin estar sujeto a la ley, ¿no era legítimo que los no judíos hicieran lo mismo?
Y entonces Pablo comenzó hablando en el versículo 15, iniciando la parte doctrinal de esta epístola, que se extiende desde este capítulo 2:15 hasta el capítulo 4:31. Habíamos dicho que esta tercera división de la epístola presentaba la justificación por la fe, y el conflicto entre la fe y las obras, y entre la libertad y la esclavitud. En esta sección Pablo asumió su posición como judío. Leamos entonces el versículo 5, que inicia esta tercera sección titulada
Sección doctrinal - Justificación por la fe
"Nosotros, judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles"
Ahora, el judío de esa época consideraba pecadores a los no judíos. En realidad las palabras no judíos y pecadores eran sinónimos en esa época. Por tanto, el reproche de Pablo puso de manifiesto la insensatez de intentar guardar la ley, y lo inútil que podía llegar a ser. Escuchemos lo que él dijo cuando continuó hablando en esta sección, en el versículo 16:
"Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la Ley, por cuanto por las obras de la Ley nadie será justificado".
Ésta fue una declaración clara y sencilla de la justificación por la fe. Un legalista se vería ante problemas al enfrentarse con este versículo. Esta declaración desbarata a cualquier sistema legalista que exista en la actualidad. Porque el decir que uno tiene que añadir algo a la fe en Cristo mutila totalmente al evangelio.
Notemos lo que él estaba diciendo aquí. Si un judío había tenido que dejar la ley atrás, olvidándose de ella, abandonándola para poder ser justificado por la fe y no por las obras de la ley, entonces la pregunta que Pablo presentaba aquí era: ¿por qué los no judíos debían ser puestos bajo la ley? Ése fue el gran argumento que tuvo que debatir el Concilio de Jerusalén que se menciona en el capítulo 15 de los Hechos de los apóstoles. ¿Debían los no judíos ser colocados bajo la ley? Gracias a Dios, la respuesta guiada por el Espíritu de Dios fue que los no judíos no debían estar bajo la ley para lograr la salvación, ni para su vida diaria, ya que ellos estaban llamados a vivir en un nivel superior.
Pero hay otra consideración más. ¿Podían los no judíos encontrar justificación bajo la ley cuando el judío había probado ya que esto era imposible? El judío había tenido la ley por casi 1.500 años y no había podido cumplir la ley en absoluto. La pregunta era entonces: ¿por qué obligar al no judío a que viviera bajo aquello que no había salvado ni siquiera a un israelita? Lo que Pablo estaba diciendo aquí es que los no judíos creyentes ya habían sido justificados por la gracia, Por lo tanto, sería insensato para ellos apartarse del principio de la gracia para vincularse al de la ley, que no había sido capaz de justificar a los judíos.
Esperamos que usted lo esté leyendo con nosotros, estimado oyente, que tenga su Biblia abierta y que siga paso a paso lo que estamos diciendo. Escuche lo que leemos aquí: "Sabiendo que el hombre". Ahora, esto es algo que usted puede saber. Usted puede saber si es salvo o si no lo es, Ahora, ¿de qué clase de hombre está hablando este versículo? "Anthropos", la palabra griega que se utiliza aquí, es un término genérico que se refiere a la "humanidad". Habla de la solidaridad de la raza, de la humanidad común que todos nosotros tenemos. Esto rompe cualquier barrera de color de la piel. También rompe cualquier otra barrera de carácter racial, así como las barreras sociales. Ante la cruz, todos los seres humanos se encuentran en el mismo nivel, y ese nivel les identifica como pecadores. Usted y yo somos pecadores. Indiferentemente de quién sea usted, es un pecador delante de Dios.
La frase completa era entonces la siguiente: "Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley". El artículo "la" no se encuentra en el idioma original. Así que la frase concluiría diciendo: no es justificado por obras de ley. Esto incluye el sistema de la ley mosaica, y también incluye cualquier otro sistema legal. Lo que queremos decir es lo siguiente: Si usted dice en el día de hoy que debe unirse a cierta iglesia, o que usted tiene que tener cierta clase de experiencia, o que usted tiene que ser bautizado para ser salvo, entonces debemos decir que usted está contradiciendo este versículo que tenemos ante nosotros. Aquí dice que el hombre no es justificado por ninguna ley. Y aquí Pablo incluyó a cualquier sistema legal de cualquier religión. En realidad esto es lo que hace que la religión cristiana sea diferente de cualquier otra religión que existe en la faz de la tierra. Hemos examinado muchos de los cultos y religiones de este mundo y cada una de ellas nos dice que debemos hacer algo. Pero el cristianismo es diferente. Nos dice que somos justificados por la fe; es decir, que la fe es un hecho consumado para usted. Cada una de las otras religiones le dice a usted "haz esto o lo otro". Pero el cristianismo dice: "todo está ya hecho". Finalizado. Todo ha sido completado y lo único que tiene que hacer es creerlo.
Permítanos llamar su atención hacia un versículo importante. Se trata de 1 Corintios 12:3, "Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios dice de Jesús: ¡Sea anatema!, o sea maldito, como tampoco nadie puede exclamar: ¡Jesús es el Señor!, sino por el Espíritu Santo". Ahora, la pregunta para usted o para mí es: ¿cómo podemos maldecir a Jesús? Cuando usted dice que al acercarse a Cristo y aceptarle como su Salvador, no recibe todo lo que tenía que recibir y que entonces tiene que seguir buscándolo, estimado oyente, en ese caso, usted comienza a despreciar la obra del Señor Jesucristo en la cruz, cuando Él vino a este mundo a morir por usted y realizó una salvación tan completa, tan perfecta que cuando Él regresó al cielo se sentó a la derecha de Dios, según Hebreos 1:3. ¿Sabe usted por qué se sentó? ¡Porque ya no había nada más que hacer! Si hubiera quedado algo que hacer, entonces Él lo habría hecho antes de sentarse. Cuando usted está diciendo que Él no lo hizo todo por usted, es como si usted estuviera despreciando y maldiciendo a Jesús. Y usted no puede decir eso por el Espíritu Santo de Dios. Es decir que usted no está pronunciando la palabra del Espíritu Santo. El evangelista Juan dijo en su capítulo 16:13 y 14, "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber". Estimado oyente, cuando usted vino a Cristo, Él le dio todo lo que usted necesita en esta vida. Cristo es el que administra todos los dones. Y el Espíritu Santo es el que los da, pero Él está trabajando aquí en la tierra bajo la supervisión de la segunda Persona de la Trinidad, el Señor Jesucristo que es la Cabeza de la Iglesia. Y en Él tenemos todas las cosas. Él es el Alfa y la Omega. Él es el Amén. Y cuando usted dice Amén, quiere decir que todo ha quedado terminado, porque Él ya lo hizo todo.
Este versículo es tan claro que es imposible entenderlo mal: "Sabiendo que el hombre", cualquier ser humano, hombre o mujer, blanco o negro, rico o pobre, esclavo o libre, y de cualquier raza o nacionalidad, "no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo" No dice aquí "la fe, y algo más", es la fe y nada más.
Y el versículo continúa diciendo: "Nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo". Notemos lo que él dijo aquí: "Nosotros", ¿y quiénes son esos "nosotros"? El apóstol Pablo se incluyó a sí mismo, queriendo decir, nosotros los israelitas. Pablo estaba diciendo que él y sus hermanos de raza habían tenido que dejar la ley, venir a Cristo y confiar en Él para ser justificados por la fe de Cristo antes que por las obras de la ley.
Escuchemos la conclusión de este versículo porque es tan clara que cualquiera puede entenderla. "Por cuanto por las obras de la ley nadie ? escuche bien ? nadie será justificado". No despreciemos la obra del Señor Jesucristo diciendo que no hemos recibido todo de Su parte. Yo era un pecador en camino al infierno, me acerqué a Él, confié en Él y Él es quien me ha salvado. He recibido una salvación perfecta de Él.
Veamos ahora lo que dijo el apóstol Pablo, aquí en el versículo 17, de este capítulo 2 de su epístola a los Gálatas:
"Ahora bien, si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros resultamos ser pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? ¡De ninguna manera!"
Creemos que debemos elaborar un poco más esto que decimos de ser "justificados por la fe". "Justificado" es la palabra griega "dikaioo" que quiere decir "declarar a una persona justa". Es decir, hacer justa a esa persona. Nosotros hemos sido declarados justos por nuestra fe en Jesucristo. Quiere decir, que un pecador que es culpable ante Dios, que está bajo condenación y juicio, es declarado justo ante Dios, en base a su fe en la redención que tenemos en Cristo. No es simplemente el perdón de los pecados, que consideramos una sustracción, una resta, sino que es también una adición, una suma de la justicia de Cristo, el pecador ha sido declarado justo. Y la justicia que tengo yo no es mi propia justicia, porque mi justicia no es aceptable, pero yo tengo una justicia perfecta, que es la de Cristo Jesús.
El sentido de este versículo parece ser éste. Ya que el judío había tenido que abandonar la ley para poder ser justificado por Cristo y así ocupar su lugar como un pecador, ¿es Cristo el que le hace pecador? La respuesta de Pablo fue "por supuesto que no". El judío, como el no judío, son pecadores por naturaleza y como él mismo demostró, no podía ser justificado por la ley. Ésta misma idea fue expresada por Pedro en su discurso ante el gran concilio de Jerusalén, como leemos en los Hechos 15:10-11: "10Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos". Aquí podemos ver, una vez más, que Pedro y Pablo estaban de acuerdo en la doctrina de la justificación por la fe. Sigamos ahora avanzando en nuestra sección de Gálatas. Leamos el versículo 18, de este capítulo 2:
"Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago".
En otras palabras, lo que Pablo estaba diciendo era: "si vuelvo a colocarme bajo la ley, me convierto en un transgresor".
Sin embargo, él era libre de la Ley. ¿Y cómo llegó a ser libre de la ley? Entonces dijo aquí en el versículo 19, de este capítulo 2 de Gálatas:
"Yo por la Ley morí para la Ley, a fin de vivir para Dios".
En este versículo Pablo estaba diciendo lo siguiente: "Cuando Cristo murió por mi, murió en mi lugar, porque la Ley me condenaba". Es que la ley fue un ministerio que causaba condenación, un ministerio que causaba muerte, como lo llamó el mismo Pablo en Segunda de Corintios 3:7. Porque la ley me condena. Incluso bajo el sistema legal Dios habría tenido que destruir a la nación de Israel. Pero Dios proveyó un sistema de sacrificios, que constaba de cinco sacrificios, y todos ellos señalaban a Cristo. Y Dios, por su maravillosa gracia, podía salvar. En consecuencia, el propiciatorio o tapa del arca de la alianza era como un trono de gracia donde la nación podía obtener el perdón de pecados. Por lo tanta la ley condenaba, la ley ha acusado a los seres humanos. Ante la ley, somos todos culpables. Así que la ley realmente fue responsable de que Jesús muriera por nosotros. Y la ley nos condenaba, estableciendo que teníamos que morir. Pero ahora, si estoy muerto para la ley, entonces ya no soy más responsable ante la Ley. Fue como si la ley ya me hubiera matado. Me ha ejecutado y estoy muerto, muerto por la Ley. En consecuencia, la ley no podía hacer para mí lo que Cristo ha hecho por mí. Él no sólo ocupó mi lugar y murió por mí, pero también hizo algo más. Pudo darme vida. Él resucitó de los muertos. Así que, la ley me arrestó, me condenó, me sentenció y me mató: eso es todo lo que la ley pudo hacer por nosotros. Si usted quiere seguir por la ruta de la Ley, usted llegará a la muerte. Sólo Cristo puede darle vida. Y, después de todo, vida es lo que necesitamos hoy. Leamos ahora el versículo 20, de este capítulo 2:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí".
Este versículo 20 declara un hecho que es real en cada creyente. No es que nosotros debamos buscar el ser crucificados con Cristo.
Muchos hablan hoy de vivir una vida "crucificada". Eso no era lo que Pablo estaba diciendo en este pasaje. No debemos procurar ser crucificados con Cristo. Porque ya hemos sido crucificados con Él. El principio de la vida cristiana no se basa en la Ley que nos ha matado por habernos encontrado culpables. Como creyentes, tenemos que vivir por la fe. ¿Y fe en qué? Fe en el Hijo de Dios. Es que, estimado oyente, la muerte de Cristo en la cruz no fue sólo penal (es decir, el pago de una pena por nuestros pecados), sino que fue también sustitutiva. Jesucristo no fue sólo el sacrificio por el pecado; también fue el sustituto de todos los que creen en Él.
Pablo declaró, por lo tanto, que bajo la Ley él fue procesado, hallado culpable, condenado, y en la persona de su Sustituto, fue muerto. ¿Cuándo tuvo lugar esa muerte? Cuando Cristo fue crucificado. En ese sentido, Pablo fue crucificado con Cristo. Pero aun así, él vivía. ¿Y cómo? Unido a Cristo. Él está sentado hoy a la derecha de Dios. Y a nosotros se nos ha dicho que hemos sido unidos a Cristo. Y usted no puede mejorar esa posición. Esta idea debiera liberarnos de la noción absurda de que podemos crucificarnos a nosotros mismos.
Hay una consideración significativa en cuando a la crucifixión. Una persona puede suicidarse de diferentes maneras: puede ahorcarse, dispararse un tiro, ingerir un veneno o arrojarse al vacío desde cierta altura. Así que, aunque haya diversas maneras de quitarse la vida, nadie puede crucificarse a sí mismo. Cuando alguien se clavara una mano a la cruz ¿quién le clavaría la otra mano a la cruz? Nadie podría hacerlo por sí mismo. Por ello hay que entender lo que Pablo quiso decir cuando expresó lo siguiente: "Estoy crucificado con Cristo". Pablo fue crucificado con Cristo cuando Cristo murió. Cristo murió una muerte sustitutiva. Murió por Pablo. Murió por usted y por mí.
En Romanos 6 se nos dice que hemos sido sepultados con Cristo por el bautismo, por identificación. Hemos sido resucitados con Él para que llevemos una vida nueva, y ahora estamos unidos al Cristo vivo. Pablo dijo que ya no le conocemos desde un punto de vista humano. Él ya no es el hombre de Galilea, que caminaba alrededor del mar de Galilea. Él no está allí hoy. Está a la derecha de Dios. Es el Cristo glorificado.
Pablo estaba diciendo que estaba crucificado con Cristo, pero aun así vivía. Hemos dicho anteriormente que la Ley nos ejecutó; no podía darnos vida. ¿Quién nos ha dado vida? ¿Cómo vivimos? El versículo 20 nos da la respuesta del apóstol Pablo, diciendo: "ya no vivo yo, más vive Cristo en mí". Estimado oyente esto es lo importante. Cristo murió por mí aquí en la tierra, para que yo pueda vivir allí arriba, y para que Él pueda vivir en mí aquí en la tierra. Y añadió Pablo: "y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios". ¿Qué clase de vida es ésta? Es una vida de fe. Se es salvo por la fe, se vive por la fe, se anda en este mundo por fe. Esto es lo que significa "andar en el Espíritu" o "vivir por el Espíritu".
Y continúa diciendo este versículo 20: "vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Cristo me amó, pero simplemente por su amor no me podía introducir en el cielo. Se tuvo que entregar por mí. Por ello el regalo de Dios es la vida eterna por medio de Cristo Jesús. Y usted puede recibir ese don, ese regalo, únicamente por la fe. En realidad, esto se aplica a cualquier regalo. Usted tiene que creer que el que le ofrece el regalo es sincero. Tiene que creer que él está diciendo la verdad cuando se lo ofrece y le dice "tómalo, es tuyo". Usted tiene que extender su mano por la fe y apropiarse de ese regalo, antes de que pueda ser suyo. De la misma manera, Dios le ofrece a usted el don de la vida eterna por medio de Cristo Jesús.
El contenido de este versículo me lleva a creer que Pablo estuvo presente en la crucifixión de Cristo. Pablo era un fariseo, y ellos fueron los que dirigieron la crucifixión. Pablo, además, fue luego el líder de la persecución contra la iglesia. Y también era alguien que odiaba a Cristo. Probablemente estaba asistiendo a la escuela de Gamaliel en Jerusalén en los días de la crucifixión. No puedo creer que este joven tan devoto de su religión se hubiera quedado en casa el día en que Jesús fue crucificado. El relato Bíblico nos dice que los fariseos ridiculizaron a Jesús. Llegaron a decirle que descendiese de la cruz. Después, se sentaron y le observaron mientras moría. Uno no puede descender a un nivel más bajo que ese. Por todo ello, creo que Pablo estuvo presente allí en aquel día.
Ahora, después que Pablo conoció al Cristo que murió y fue resucitado y glorificado, y está a la derecha de Dios, Pablo pudo recordar aquel día y decir: "Mientras yo estaba allí poniéndolo en ridículo, expresando a gritos mi odio por Él. Jesús me amó y se entregó a sí mismo por mi". Se entregó, es decir, que dio su vida por mí, y ése fue el sacrificio supremo. Recordemos que Pablo se llamó a sí mismo el principal de los pecadores, lo cual no pretendió ser una exageración ni un gesto de oratoria. Fue un hecho, una realidad. Pablo fue el principal de los pecadores.
Estimado oyente, usted no puede pisotear la sangre preciosa de Cristo ignorándole, apartándose de Él, o poniéndose en Su contra, como hizo Pablo. Recordemos la escena de la cruz, en la que Jesús oro diciendo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Aunque usted le deteste, o le desprecie, Él estaba allí amándole y dando su vida por usted. Leamos, finalmente por hoy, el versículo 21 de Gálatas 2:
"No desecho la gracia de Dios, pues si por la Ley viniera la justicia, entonces en vano murió Cristo".
La idea principal en este versículo es sencillamente que si hubiera habido otra forma de salvar a los pecadores, entonces Dios habría utilizado ese método. Si hubiera podido haber alguna ley o una religión que pudiera salvar a los pecadores, Dios la habría provisto. La única manera en que un Dios infinito pudo salvarle a usted y a mí fue enviando a Su Hijo a morir. Y Él estuvo dispuesto a hacer el sacrificio supremo. Estimado oyente, le invitamos a responder a ese amor, a ese sacrificio.
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