Estudio bíblico de Gálatas 5:5-16
Gálatas 5:5-16
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 5, de esta epístola a los Gálatas. Y vamos a comenzar, leyendo el versículo 5. Permítanos recordarle, estimado oyente, una vez más, que estamos en una sección que trata sobre la santificación por el Espíritu. Estamos en esta maravillosa sección donde se nos dice cómo debemos vivir como creyentes en Cristo. Y Pablo nos da en esta sección el modo de proceder. En primer lugar, estamos en una subdivisión en la que se afirma que habiendo sido salvos por la fe, el vivir por la ley consuma el apartarse del principio de la gracia. Notemos ahora al seguir adelante en el capítulo, que Pablo continuó con este pensamiento. En el versículo 5, de este capítulo 5, Pablo dijo:
"Nosotros, por el Espíritu, aguardamos por fe la esperanza de la justicia"
"La esperanza de la justicia" que él mencionó aquí es la única referencia profética en toda la epístola a los Gálatas. Esta referencia a la profecía fue especialmente destacada porque en todas las cartas del apóstol Pablo, él tuvo algo que decir acerca del arrebatamiento de la iglesia, o sobre la venida de Cristo a este mundo a establecer Su reino. Pero todo lo que dijo aquí en esta carta fue que "aguardamos por fe la esperanza de la justicia" y, en realidad, la esperanza de la justicia es el Señor Jesucristo. La única esperanza es una esperanza bendita, feliz, y en Cristo recibimos la justicia de Dios.
Como señalamos en otro programa, la carta a los Gálatas fue muy importante para Martín Lutero y los otros reformadores y creo que ésta fue una de las razones por las que ellos le dedicaron tan poco tiempo al tema de la profecía. Después de todo, ellos no vivieron en su tiempo las mismas realidades que nosotros enfrentamos en la actualidad y es comprensible que tuvieran una preocupación diferente.
Todas las escuelas y tendencias de la profecía, que generalmente fijan su posición en torno al carácter del milenio o reino terrenal de Cristo, han citado a Martín Lutero y a los otros reformadores en el tema de la profecía. Pero no creo que hubiera un desarrollo de la profecía más allá de lo que la iglesia primitiva escribió en su tiempo, hasta que llegó el siglo veinte. Fue en ese siglo donde se registró un gran avance en ese tema. Ese movimiento se vio promovido por la aparición de institutos Bíblicos y seminarios Teológicos que enfatizaron la postura premilenialista, y de esa manera impulsaron a otros a estudiar más detenidamente el tema de la profecía, surgiendo entonces los amilenialistas y posmilenialistas. Ellos citaron a San Agustín con frecuencia para enfatizar que la iglesia traería el reino sobre la tierra. Pero hay que considerar que San Agustín vivió en una época en la que el estudio de la profecía no estaba aún desarrollado. En su tiempo, la persona de Cristo constituyó el tema principal, así como la salvación pasó a ser más adelante el tema más destacado.
Por lo tanto, es comprensible que el apóstol Pablo dedicase sólo esta breve referencia a la profecía en esta carta a los Gálatas, ya que su énfasis fue el Evangelio y la vida cristiana. Al estudiar cualquier libro de la Biblia es importante observar sus prioridades, así como las prioridades que existían en los períodos en que surgieron los diferentes libros. El ignorar esos factores conduce a una interpretación equivocada y a malos entendidos, como por ejemplo sucede cuando se cita a los padres de la iglesia en el tema de la profecía. Después de todo, las autoridades en este tema son los apóstoles Pablo, Pedro, Santiago, y los autores de los Evangelios Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Son sus escritos sobre profecía los que debemos examinar. Pero en nuestro estudio, es evidente que el apóstol Pablo simplemente escribió las siguientes palabras del versículo 5: "5Nosotros, por el Espíritu, aguardamos por fe la esperanza de la justicia". Creo que el motivo por el cual Pablo hizo esa afirmación fue que los cristianos no iban a alcanzar la perfección en esta vida. Y la mayor imperfección que conozco en la actualidad es precisamente afirmar que uno ha alcanzado la perfección. Es evidente que las personas que se consideran perfectas, son imperfectas, como todas las demás, aunque no sean conscientes de ello. Ahora en el versículo 6 de este capítulo 5 de Gálatas, Pablo dijo:
"Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor".
Ningún sistema legal puede producir una vida cristiana. La fórmula es presentada aquí mismo y es muy simple: "La fe que obra por el amor". Ésa es la manera de vivir la vida cristiana. La fe obrará por el amor, ¿no es cierto? Y el amor será el fruto del Espíritu Santo. Ahora, en el versículo 7, de este capítulo 5, leemos:
"Vosotros corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad?"
El apóstol estaba reprendiendo a los Gálatas. Les estaba dirigiendo un reproche delicado. Ellos estaban viviendo bien la vida cristiana hasta que aparecieron los judaizantes. "La verdad" que aquí se menciona es por supuesto el Evangelio, y el Señor Jesucristo en persona. Ahora, el versículo 8, dice:
"Esta persuasión no procede de aquel que os llama".
O sea, que tal instigación no había venido de Cristo, sino de otras fuentes. Y el versículo 9, dice:
"Un poco de levadura fermenta toda la masa".
En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la levadura es siempre un principio del mal. En Mateo 13:33, cuando se dice que una mujer mezcló en una gran cantidad de harina la levadura no se refería al Evangelio. En realidad, Pablo dijo que eso no era en absoluto el evangelio. El Señor Jesucristo mismo advirtió a sus discípulos de la levadura de los fariseos, como vemos en Mateo 16:6. Y creemos que nosotros debemos ser advertidos o prevenidos en la actualidad contra la levadura del legalismo, que es muy perjudicial. El legalismo dice que cuando Cristo murió en la cruz por usted y por mi hace más de dos mil años, Él no nos dio una salvación completa y entonces tenemos que pasar por otros ritos como, por ejemplo, el bautismo, o métodos de vida o experiencias para recibir lo que nos falta. Estimado oyente, yo lo he recibido todo cuando acepté al Señor. Ahora bien, puede que tenga experiencias espirituales después de haber sido salvo, pero ellas no añaden nada a mi salvación. Cristo fue el que logró nuestra salvación. En la parábola de la levadura que ya hemos citado, la mujer tomó la levadura y la mezcló en una cierta cantidad de harina, que era un símbolo del Evangelio. En otras palabras, la levadura ha sido escondida en el Evangelio y ello lo hace aceptable al ser humano.
Quizá usted ha observado a un panadero cómo hace un pan. Y usted ha visto cómo antes de introducirlo en el horno, deja la masa afuera un rato para que se levante. Luego la toma y la pone en el horno, pero ya tiene la levadura; después saca las hogazas de pan y uno las prueba y entonces es evidente que al tener la levadura, el pan tiene un sabor mejor. Pues bien, podemos apreciar en consecuencia, que hay mucha levadura que está siendo colocada en el evangelio para hacerlo "más sabroso" más apetecible para la gente. Y en la Biblia se nos advierte que no desnaturalicemos el mensaje del Evangelio. Veamos ahora el versículo 10:
"Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; pero el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea".
Pablo creyó que los Gálatas, en última instancia, iban a rechazar la enseñanza de los judaizantes. Él dijo aquí que confiaba en ellos, y en que cuando tuvieran los pies sobre el suelo y apartaran su cabeza de entre las nubes, regresarían al Evangelio que les había sido predicado originalmente, y entonces se darían cuenta de que la enseñanza de los judaizantes había sido una intromisión; que había sido como la levadura. Y en el versículo 11, leemos:
"En cuanto a mí, hermanos, si aún predicara la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? En tal caso se habría quitado la ofensa de la cruz".
Esto es algo importante de notar. Él dijo. "Si aún predicara la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía?" El añadir algo al evangelio lo hace aceptable. El evangelio, por sí mismo, no es aceptable para el hombre natural. La predicación del Evangelio contraría a algunas personas. Pablo estaba diciendo: "Si estoy incluyendo algo más en el Evangelio, ¿por qué estoy siendo perseguido?"
Y continuó diciendo en este versículo: "En tal caso se habría quitado la ofensa de la cruz" En realidad, la cruz de Cristo es una ofensa para todo aquello de lo cual el hombre se enorgullece. Es una ofensa para su moralidad porque le dice que sus obras no le pueden justificar ante Dios. Es una ofensa para su filosofía porque apela a la fe y no a la razón. Es una ofensa para la cultura del hombre porque sus verdades son reveladas a los niños. Es una ofensa para su sentido de categoría social porque prefiere a los pobres y humildes. Es una ofensa para su voluntad porque requiere una rendición incondicional. Es una ofensa para su orgullo porque muestra la extremada maldad del corazón humano. Y es una ofensa para su propia identidad, porque le dice que tiene que nacer otra vez espiritualmente. Recordemos que esta última condición fue casi insultante para aquel fariseo llamado Nicodemo, en aquella noche en la que Jesús le dijo, a alguien tan religioso como él, que tenía que nacer otra vez. Por la misma razón, muchos predicadores o maestros que están proclamando la necesidad de experimentar un nuevo nacimiento tienen problemas con sus oyentes. A muchos no les agrada escuchar esta idea porque creen que están bien tal como se encuentran. Esta afirmación les suena como un insulto. La cruz es una ofensa, sí, pero debemos evitar magnificarla.
Un profesor en un seminario dijo en cierta ocasión algo muy sabio. Él dijo: "Jóvenes, no disminuyan para nada la sustancia del evangelio. No lo cambien, porque el evangelio tiene el tropiezo, la ofensa de la cruz. Tienen que reconocerlo, pero no magnifiquen la ofensa". A veces resultamos ofensivos por la manera en que presentamos el Evangelio. Que el Señor nos perdone por actuar de esa forma. Estamos seguros que la mayoría de nosotros que ha intentado comunicar el evangelio no quiere ofender personalmente a nadie. En todo caso, que no seamos ni usted ni yo los que contrariemos a las personas, sino que sea el mensaje mismo del Evangelio el que las contraríe y ofenda. Ahora, en el versículo 12, de este capítulo 5, leemos:
"¡Ojalá se mutilaran los que os perturban!"
O sea, me agradaría que esos judaizantes fuesen quitados de entre vosotros. Otra versión de este versículo, añade un significado más a estas palabras. En ese caso, Pablo hablaría con sarcasmo sugiriendo que sus contradictores, los judaizantes, no se limiten a circuncidarse sino que lleguen al extremo de castrarse (o mutilarse). Sería una posible alusión a ciertos ritos paganos practicados en Galacia, como hacían los sacerdotes del culto a Cibeles, en Asia menor, y quizás se referiría también a Deuteronomio 23:1, donde se excluía del pueblo al que se hubiera mutilado de esta manera. Y además, la impotencia reproductora resultante de la castración ilustraba el deseo del apóstol, de que ellos no produjeran nuevos conversos a sus falsas enseñanzas. En el versículo 13, continuó diciendo el apóstol:
"Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para dar rienda suelta a vuestras pasiones, sino servíos por amor los unos a los otros"
Hay tres métodos para tratar de vivir la vida cristiana. Dos de estos métodos no dan resultado. Uno, es una vida de legalismo, que el apóstol Pablo ya había estado comentando. El segundo, es una vida licenciosa, de dar rienda suelta a los instintos de la naturaleza humana pecaminosa que el apóstol Pablo discutió en su epístola a los Romanos 6. Allí se planteó la pregunta: "¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?" Y la respuesta de Pablo fue: "¡De ninguna manera!" Usted no puede vivir en pecado y ser creyente. Ahora, puede que usted caiga en el pecado, pero dejará ese pecado, saldrá de esa situación. ¿Recuerda usted la parábola del hijo pródigo, que estudiamos en Lucas 15? Cuando el hijo pródigo se hundió en la miseria, entró a una pocilga para intentar comer la comida de los cerdos, pero no se quedó a vivir en ese lugar. Salió de allí. Por lo tanto, la vida del creyente no es una vida de legalismo, ni tampoco es una vida licenciosa.
El tercer método para vivir la vida cristiana es una vida de libertad y en el resto del capítulo el apóstol nos dará a nosotros el modo de proceder para vivir en libertad. La vida de legalismo no sólo incluye los diez mandamientos, sino también un grupo de reglas que algunos creyentes en la Biblia han establecido para sí mismos e intentan seguirlas. Entre esas reglas se dictamina, por ejemplo, a qué lugares puede ir un creyente, y cuales no puede ir y cuestiones relacionadas con la ropa que no se debe usar, el arreglo personal en general, y a veces, normas de comida y bebida. El apóstol Pablo estaba diciendo que uno puede cumplir con cada uno de los Diez Mandamientos y aún así, no vivir la vida cristiana. Incluso usted puede cumplir no sólo los Diez Mandamientos sino también cualquier norma o regla que otros le impongan para regular su vida, y aún así, usted no estaría viviendo la vida cristiana. También están aquellos que se van al otro extremo: se oponen a toda ley y norma, pensando que pueden hacer lo que les parezca y al mismo tiempo dicen que viven la vida cristiana. Pero la vida cristiana no es ni un extremo ni el otro. Es una libertad que se vive unido a Cristo.
Prestemos atención a otra frase del versículo 13: "solamente que no uséis la libertad como ocasión para dar rienda suelta a vuestras pasiones". ¿Qué significa para el creyente el Evangelio de la gracia? Es la Gracia y no la Ley la que nos libera de hacer el mal y nos permite hacer el bien. La gracia no nos pone en libertad para pecar, sino que nos libera del pecado. Es que el creyente debería desear el agradar a Dios, no porque debe agradarle como un esclavo, sino porque es un hijo, o una hija, y quiere complacer a su Padre. El creyente hace lo que Dios quiere, no porque teme hacerlo de otra manera, como si Él fuera un enemigo, sino porque quiere hacerlo, porque Dios es su amigo. Dios es el que le ama y sirve a Dios, no por presiones externas como la Ley, sino a causa de un gran principio interior inclusive mejor; la vida de Cristo que está dentro de él.
Nosotros servimos a Dios porque le amamos. El Señor Jesús les dijo a sus discípulos en Juan 14:15, "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Toda la base de la obediencia es una relación de amor con Él. La ley nunca habría podido llevarnos a esa situación. En primer lugar era negativa. Producía una bondad negativa, que es el tipo de bondad que mucha gente tiene hoy. Esa bondad negativa es una bondad legalista, que le lleva a decir "no hago esto, no hago aquello". Pero ¿qué hace usted? Es que todos los sistemas de normas de conducta producen únicamente una bondad negativa. Nunca se elevan a una esfera de bondad positiva en la que uno hace cosas para agradar a Dios por el mismo amor de complacerle. Dios quiere que le sirvamos con esa clase de fundamento.
Luego el apóstol Pablo iba a reducir todo este asunto a una simple declaración y entonces, ampliaría lo que quería decir. Leamos el versículo 14 de Gálatas 5:
"Porque toda la Ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Aquí la ley fue reducida al mínimo común denominador. Ésta es la prueba de fuego para aquellos que creen estar viviendo de acuerdo a la Ley. La palabra clave es "amor". El versículo 15 dice:
"Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os destruyáis unos a otros".
Aquí queda bien claro que ese amor del cual nos hablaba el versículo 14 necesitaba ser expresado mutuamente en las iglesias de Galacia. Como resultado de las incursiones de los maestros falsos la iglesia estaba dividida y enzarzada en amargos conflictos. Los seguidores de los legalistas y aquellos que permanecían firmes en su fe fueron comparados a fieras que se devoraban unas a otras. Y esta situación estaba muy lejos del ideal Bíblico de convivir juntos en unidad de amor y amenazaba destruir a la iglesia, en el sentido de perder su testimonio individual y colectivo.
Continuamos en la cuarta sección, la sección práctica de esta carta a los Gálatas, que trata el tema de la Santificación por el Espíritu, y se extiende desde el capítulo 5:1 al 6:10. Después de haber examinado la primera subdivisión, que consideró que habiendo sido salvos por la fe, el vivir por la ley consumaba el apartarse del principio de la gracia (5:1-15), llegamos entonces a la segunda subdivisión, que declara que
Habiendo sido salvos por la fe el vivir en el Espíritu produce el fruto del Espíritu
Esta subdivisión que comienza ahora en el versículo 16, se extiende hasta el versículo 26. Pablo iba a contrastar el vivir bajo los deseos y pasiones del la naturaleza humana pecaminosa, y el vivir controlados por el Espíritu. Esta sección nos da el modo de proceder.
Al entrar en esta importante subdivisión, quiero hacer una recapitulación desde el principio de esta carta, y relacionarla con lo que hemos considerado. En esta sección práctica el tema es la santificación en el Espíritu. Pablo nos dijo en 5:1, que debíamos estar "firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres". ¿De qué nos ha hecho libres Cristo? Pablo ya había mencionado varias cosas en esta carta. En el capítulo 1:4, nos dijo que Cristo nos ha liberado de este mundo malvado. Es decir, que no tenemos que servir a este sistema. Luego, en el capítulo 2:20 el apóstol dijo: "ya no vivo yo". Usted y yo no podemos vivir la vida cristiana, pero Cristo puede vivirla en nosotros. ¡Qué hermosa libertad! En el capítulo 3:13, nos dijo que hemos sido rescatados de la maldición de la Ley. Hemos sido liberados del juicio y la condenación de la Ley. En realidad, hemos sido liberados de la misma Ley. Dijo San Pablo en el capítulo 4:4-5: "4Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, 5para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos". Dicho esto, el apóstol iba a contrastar lo que es vivir bajo el control de las pasiones de la naturaleza pecaminosa, con la vida controlada por el Espíritu. Y aquí tenemos el mandato en el versículo 16:
"Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la naturaleza pecaminosa"
Este versículo presenta el gran principio de la vida cristiana: "Vivid según el Espíritu". El verbo griego para "andad" es "peripateo", que significa "ir de acá para allá". La palabra griega se usaba en una escuela de filosofía de Atenas, en Grecia, en la cual su fundador "andaba de acá para allá" mientras enseñaba. El principio para nosotros es, pues, andar, o vivir controlados por el Espíritu. Si así lo hacemos, no satisfaremos los deseos de nuestra naturaleza humana, mucho de los cuales no son inmorales, pero se refieren a la parte puramente humana como, por ejemplo, el gusto por la música y el arte en general, las obras de las personas bien intencionadas, etc. Hay muchas cosas que en sí mismas no son malas, pero pueden llegar a obsesionarnos y controlar nuestra vida de manera que ocupan el lugar de las cosas espirituales. Algunos cristianos pueden aficionarse tanto a un pasatiempo favorito que éste podría apartarles completamente de la Palabra de Dios. ¿Y qué diremos del control que ejerce la televisión en nuestra vida personal y familiar? Hay que aclarar que no estamos sujetos a ninguna ley que nos prohíba tales cosas. En última instancia se trata de si somos libres para agradar a Dios y disfrutar de la vida, la familia y los bienes que Él nos da, o si estamos esclavizados a ciertas cosas que nos apartan de los valores espirituales, de la comunicación con Dios, y en el plano humano hasta nos aíslan de la comunicación con los demás, lo cual está mal y nos perjudica gravemente.
Pero aquí están las dos opciones, estimado oyente. Por una parte, una vida de esclavitud a nuestros propios deseos; una vida de lucha y de derrota y, por otra parte, una vida de libertad bajo el control del Espíritu de Dios; una vida de lucha y de triunfos. Estimado oyente, oramos a Dios para que Él le guíe a escoger la opción de una vida abundante y fructífera, una vida de calidad aquí en la tierra, y una vida eterna en el reino de Dios.
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