Estudio bíblico de Gálatas 5:16-21
Gálatas 5:16-21
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 5 de esta epístola del apóstol San Pablo a los Gálatas, y como dijimos, vamos a comenzar en breves momentos con el versículo 16. Pero antes, quisiéramos hacer una recapitulación sobre lo que ya se ha dicho sobre la Epístola a los Gálatas anteriormente, para relacionarlo con esta parte de la sección práctica de esta carta titulada "La santificación por el Espíritu"., que se extiende desde el capítulo 5:1 hasta el 6:10. Al comenzar el capítulo 5:1, el apóstol nos dijo: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud".
Ahora bien, ¿de qué nos ha librado Cristo entonces? Pues, hay varias cosas que Pablo ya ha mencionado en la Epístola. En el primer capítulo él dijo en el versículo 4: "el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre". Estimado oyente, no hay nada que usted ni yo podamos añadir al valor del sacrificio de Cristo. ¡Nada! Él se entregó a sí mismo. ¿Qué es lo que usted puede dar? ¿Alguna cosa? ¿Puede usted agregar algo a Su sacrificio? Jesucristo se entregó a sí mismo. ¡Cuán maravilloso y glorioso es esto! Me faltan las palabras cuando leo un versículo como éste. Cuando usted se da a sí mismo, usted ha dado todo lo que usted es, todo lo que tiene; su tiempo, su talento; es decir, que usted ha entregado todo. Y Cristo se entregó a sí mismo. No pudo haber entregado nada más. Y Pablo no pudo esperar más para decirlo. El Señor Jesucristo se dio a sí mismo por nuestros pecados. Éste fue el germen del tema tratado por el apóstol.
Pablo continuó diciendo: "para librarnos del presente siglo malo".
Cristo nos ha liberado de este mundo malvado. Es decir, que no tenemos que servir a este sistema. Aquí tenemos por lo tanto el valor presente del evangelio que demuestra su poder y autenticidad. El evangelio puede liberarle. Hemos recibido muchísimas cartas de personas que se han vuelto a Cristo y han experimentado esa liberación. Han sido liberados de las drogas, del control del alcohol y de pecados sexuales. En estos casos, sólo Cristo puede traer libertad a las personas. Y esto demuestra la autenticidad del Evangelio. Es que Cristo se entregó por nuestros pecados. Ocupó nuestro lugar en aquella cruz. Murió por nosotros y resucitó de los muertos para librarnos de todas las formas de esclavitud de un mundo perverso.
Ahora, lo que hemos dicho hasta ahora no agota la riqueza de este versículo. Observemos que nuestra liberación fue conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre. Él nos puede librar y eso no será de acuerdo a la ley, pero que tiene que ser de acuerdo con la voluntad de Dios, estimado oyente. La voluntad de Dios es que cuando Él le salva, usted no tiene que vivir en el pecado. Él nos puede librar, Él quiere librarnos, y Él nos librará y lo hará según la voluntad de Dios. Está claro que la voluntad de Dios es que usted sea liberado.
Luego nosotros somos librados de lo que somos por naturaleza. En el capítulo 2, versículo 20 usted recordará que leímos: "Con Cristo estoy juntamente crucificado", eso tuvo lugar hace mas de 2000 años, "y ya no vivo yo", ¿cómo vivo entonces? "mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Pablo estaba diciendo que estaba crucificado con Cristo, pero aun así vivía. Hemos dicho anteriormente que la Ley nos ejecutó; no podía darnos vida. ¿Quién nos ha dado vida? ¿Cómo vivimos? El versículo 20 nos da la respuesta del apóstol Pablo, diciendo: "ya no vivo yo, más vive Cristo en mí". Estimado oyente esto es lo importante. Cristo murió por mí aquí en la tierra, para que yo pueda vivir allí arriba, y para que Él pueda vivir en mí aquí en la tierra. Usted puede apreciar lo que esto significa; "ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí". Usted y yo no podemos vivir la vida cristiana por nuestras propias fuerzas, pero Cristo la puede vivir en nosotros.
Y añadió Pablo: "y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios". ¿Qué clase de vida es ésta? Es una vida de fe. Se es salvo por la fe, se vive por la fe, se anda en este mundo por fe. Esto es lo que significa "andar en el Espíritu" o "vivir por el Espíritu".
Y continuó diciendo este versículo 20: "vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Cristo me amó, pero simplemente por su amor no me podía introducir en el cielo. Se tuvo que entregar por mí. Por eso el regalo de Dios es la vida eterna por medio de Cristo Jesús. Y usted puede recibir ese don, ese regalo, únicamente por la fe. En realidad, esto se aplica a cualquier regalo. Usted tiene que creer que el que le ofrece el regalo es sincero. Tiene que creer que él está diciendo la verdad cuando se lo ofrece y le dice "tómalo, es tuyo". Usted tiene que extender su mano por la fe y apropiarse de ese regalo, antes de que pueda ser suyo. De la misma manera, Dios le ofrece a usted el don de la vida eterna por medio de Cristo Jesús.
Ahora, Dios nos ha librado también de la maldición de la ley. En el capítulo 3 de esta epístola a los Gálatas, versículo 13, leemos: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)". Como acabamos de leer y explicar, la ley nos condenaba. Recordemos que hemos dicho también que no recibíamos ningún premio por cumplir sus preceptos, porque si quebrantábamos uno solo de ellos, la ley ya ha previsto el castigo. Por ello Cristo nos rescató de la maldición de la ley. ¿Y cómo lo hizo? Haciéndose maldición por causa nuestra. Es decir, que sufrió nuestro castigo. Y en el capítulo 4:4-5, el apóstol añadió: "4Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, 5para redimir, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos".
Nos disponemos, pues, a entrar en la segunda subdivisión de esta tercera sección práctica de la carta a los Gálatas, dedicada al tema de la Santificación por el Espíritu y que declara que
Habiendo sido salvos por la fe, el vivir en el Espíritu produce el fruto del Espíritu
Esta subdivisión que comienza ahora en el versículo 16, se extiende hasta el versículo 26. Pablo iba a contrastar el vivir bajo los deseos y pasiones del la naturaleza humana pecaminosa, y el vivir controlados por el Espíritu. Esta sección nos da el modo de proceder. Leamos el versículo 16 de la epístola del apóstol San Pablo a los Gálatas:
"Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la naturaleza pecaminosa"
Este versículo presenta el gran principio de la vida cristiana: "Vivid según el Espíritu". El verbo griego para "andad" es "peripateo", que significa "ir de acá para allá". La palabra griega de usaba en una escuela de filosofía de Atenas, en Grecia, en la cual su fundador "andaba de acá para allá" mientras enseñaba. El principio para nosotros es, pues, andar, o vivir controlados por el Espíritu. Si así lo hacemos, no satisfaremos los deseos de nuestra naturaleza humana, muchos de los cuales no son inmorales, pero se refieren a la parte puramente humana como, por ejemplo, el gusto por la música y el arte en general, las obras de las personas bien intencionadas, etc. Hay muchas cosas que en sí mismas no son malas, pero pueden llegar a obsesionarnos y controlar nuestra vida de manera que ocupan el lugar de las cosas espirituales. Algunos cristianos pueden aficionarse tanto a un pasatiempo favorito que éste podría apartarles completamente de la Palabra de Dios. ¿Y qué diremos del control que ejerce la televisión en nuestra vida personal y familiar? Hay que aclarar que no estamos sujetos a ninguna ley que nos prohíba tales cosas. En última instancia se trata de si somos libres para agradar a Dios y disfrutar de la vida, la familia y los bienes que Él nos da, o si estamos esclavizados a ciertas cosas que nos apartan de los valores espirituales, de la comunicación con Dios, y en el plano humano hasta nos aíslan de la comunicación con los demás, lo cual está mal y nos perjudica gravemente.
Ahora, en el versículo 17, de este capítulo 5, leemos:
"Porque el deseo de la naturaleza pecaminosa es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra esa naturaleza pecaminosa; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais".
Lo que el apóstol Pablo estaba diciendo aquí era que los malos deseos de la naturaleza humana están en contra de los deseos del Espíritu de Dios. Ante esas tendencias y deseos opuestos, fruto de de una enemistad absoluta, el cristiano no puede hacer lo que quiere porque existe una lucha constante.
El cristiano tiene una nueva naturaleza. Esto es lo que el Señor le dijo a Nicodemo, como vemos en el relato de Juan 3:6, en el sentido de que lo que nace del cuerpo, es decir de padres humanos, es humano. Y lo que nace del Espíritu, es espiritual. Es decir, que el cristiano conserva su vieja naturaleza centrada en lo físico y no se librará de ella en esta vida. Sería un error trágico pensar que puede desembarazarse de ella y el que así lo crea se llevará grandes decepciones. En su primera carta 1:1 el apóstol Juan dijo: "8Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros". Aquí el lenguaje es fuerte y se llama mentiroso a aquel que no reconoce esta realidad personal.
La Biblia nos enfrenta con la realidad de que usted y yo tenemos dos naturalezas; la naturaleza pecaminosa vieja, y la nueva naturaleza espiritual. Eso es lo que Pablo describió en la última parte de su epístola a los Romanos. Era su propia experiencia, y sabemos que ha sido también la experiencia de muchos creyentes, que viven este conflicto, ese trastorno de la lucha entre las dos naturalezas. La naturaleza pecaminosa lucha contra el Espíritu, y el Espíritu lucha contra esa naturaleza física, lo cual nos impide hacer las cosas que nos gustaría hacer, y hacer realidad nuestras buenas intenciones. Hay que destacar entonces que la nueva naturaleza espiritual se rebela contra los malos deseos de la vieja naturaleza controlada por el mal. Se trata de un estado de guerra entre ellas. ¿No ha experimentado usted, estimado oyente, esa situación de conflicto en su propia vida?
Hay un himno que muchos cristianos conocen y que dice en una parte: "Ven de todo bien la fuente, ven, eterno Salvador. Ven, ayúdame a cantarte dignos cantos de loor". Es una hermosa canción. Pues bien, en el original, en su última estrofa dice: "Soy propenso a alejarme, Señor lo siento. Propenso a dejar al Dios de amor". Alguien vino después de haber sido escrito este himno y dijo: "Bueno, ésa no es mi experiencia, yo quiero cambiar estas palabras". Y entonces la letra fue modificada, y en algunos himnarios apareció la siguiente versión: "Soy propenso a adorarte, Señor yo siento; propenso a amar al Dios de amor". Nos preguntamos: ¿Cuál de estas dos actitudes es la que describe la vida real? ¿Cuál de esos deseos expresa la realidad? ¿La primera actitud, la de estar propenso a abandonar al Señor, la de ser propenso a dejar al Dios de amor? ¿O la de estar propenso a adorar al Señor, propenso a amar al Dios de amor? Pues bien, ambos deseos, son verdaderos, los dos son ciertos. Yo tengo una naturaleza que tiene una tendencia a apartarse del Señor, eso lo puedo sentir; tiene una tendencia a dejar al Dios que amo. ¿Lo ha notado en usted alguna vez? Ahora, por otra parte, yo también tengo una nueva naturaleza, y esa naturaleza se inclina a adorar al Señor, eso sí lo siento. Hay momentos cuando estoy viajando solo, en los que siento deseos de clamar a Dios en alta voz y decir: ¡Señor, Tú eres maravilloso, yo te amo y te adoro! Cuando algo así ocurre, es la expresión de mi nueva naturaleza; la vieja naturaleza nunca se siente inclinada hacia esta actitud de amar y de alabar e Dios. Por ello, como ya dijimos, cada creyente se enfrenta con las demandas de una vieja y una nueva naturaleza. Ésta es la condición de los creyentes.
A veces uno puede escuchar a algunas personas que dicen: "Bien, yo no sé decir si estoy viviendo bajo el control del Espíritu o no". Sí, estimado oyente, usted puede saberlo, no se engañe a sí mismo en este asunto. Pablo lo dijo con toda claridad aquí, por tanto usted no puede equivocarse ni confundirse al tratar de identificar quién controla su vida. En el versículo 18, de este capítulo 5, de su epístola a los Gálatas, el apóstol dijo:
"Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la Ley".
Es decir, el Espíritu nos eleva a un nivel mucho más alto. ¿Por qué? Porque aquí podemos ver cuales son las obras producidas por la vieja naturaleza pecaminosa. Leamos los versículos 19 al 21:
"Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios".
Aquí tenemos una lista de pecados sensuales, religiosos, sociales y personales. En cuando a los pecados sensuales el primero es el adulterio. Aquí la fornicación se refiere a la prostitución. La inmundicia se refiere a la impureza sexual y a la atracción de la pornografía. La lujuria, se refiere al uso ilícito o al apetito desordenado de los deleites carnales, incluyendo también a la brutalidad y el sadismo en estas prácticas.
Y ahora veremos que la naturaleza pecaminosa también se inclina por una insaciable búsqueda en el ámbito religioso. En cuanto a los pecados religiosos se mencionan la idolatría, que incluye la adoración de ídolos, lo cual en nuestro tiempo abarca la obsesión por el dinero, y por todo aquello que ocupa en nuestra vida el lugar de Dios. Luego, se mencionan las hechicerías. La palabra griega es "Farmakeia". De allí proviene nuestra palabra farmacia. Aquí podían incluirse a las drogas, que se utilizaban en todas las religiones paganas y muchos están dominados por ellas en la actualidad. De esta palabra, sale la palabra droga y eso es lo que se usa en religión. También se incluyen las prácticas de brujería.
Después siguen los pecados sociales y aquí tenemos enemistades, pleitos, es decir, contiendas, disensiones y luchas. Aquí vemos que los celos y envidias producen situaciones de disensión, rivalidades y tensas discusiones y arrebatos de ira entre las personas. La palabra griega "thumos" describe un temperamento muy violento. Contiendas, quiere decir conflictos. Cuando las personas no podían convivir en armonía estas disensiones daban lugar a facciones, divisiones, pequeños grupos, que ya caracterizaban a la iglesia en aquella época. Herejías, se refiere aquí a partidos y sectas, dos diferente grupos. El término para homicidios, no estaba incluido en los mejores manuscritos, quizás por estar incluido en otros pecados que en esta lista se mencionan. Un arrebato de ira lleva al homicidio. Recordemos que el Señor Jesucristo dijo en el Sermón del Monte que cualquiera que se enojara contra su hermano quedaría sujeto al juicio. Las últimas referencias de este apartado se dedican a los pecados personales como, por ejemplo, los excesos de la bebida, y la glotonería, pero que operan no sólo a nivel personal sino también en las ocasiones de convivencia social, en las que los asistentes dan rienda suelta a sus deseos más allá de todo control.
Observemos que el apóstol Pablo concluyó esta lista de obras de la naturaleza pecaminosa con la frase y cosas semejantes a éstas, que indican que él pudo haber mencionado pero no lo hizo.
Y entonces aclaró que los que practican tales cosas, y eso quiere decir, que las practican de manera habitual y continuó diciendo no heredarán el reino de Dios. Podemos mencionar la ilustración que presentó el Señor Jesucristo en su parábola relatada en Lucas 15. En ella, el hijo pródigo, en su extrema condición de pobreza, cuando no pudo resistir más el hambre, fue a parar a una pocilga, para intentar comer la comida de los cerdos. Pero no se quedó a vivir allí. Los únicos que se quedaron a vivir allí fueron los cerdos. Un hijo alejado de su hogar, no se habría sentido cómodo. No se sentiría feliz hasta que abandonase la pocilga. Aplicando esa situación diremos que si alguien continúa viviendo en una situación de pecado, se encuentra en una posición peligrosa. Porque ello significa que no es un hijo de Dios. Ningún hijo de Dios podría resistir el vivir en el pecado; tarde o temprano tendría que salir de esa situación.
Estimado oyente, no hay fuerza humana que pueda doblegar ni quebrar definitivamente el dominio y el control que esa vieja naturaleza contaminada por el pecado. Los métodos humanos y los consejos de personas bien intencionadas sólo podrán producir un alivio, una sensación momentánea de una aparente liberación. Al ser humano sólo le queda una esperanza y ésta se encuentra en Dios. Únicamente el Espíritu Santo puede imponer su dominio en esa lucha, cuando la persona se somete a Dios. Si esa persona ya tiene una relación con Dios, puede acercarse a su Padre celestial y someterse a Él, consciente de su debilidad e impotencia, para librarse de fuerzas tan influyentes y que le restaure a una vida que agrade a Dios, disfrutando por el poder del Espíritu de la libertad con que Cristo nos hizo libres. Por otra parte, si tal persona no tiene esa relación con Dios, es decir, que no es un hijo de Dios, entonces puede pedirle a Él, con sus propias palabras, que le libere del pecado y del castigo del pecado por los méritos de la obra de Jesucristo en la cruz y el poder de Su resurrección.
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