Estudio bíblico de Efesios 6:13-15
Efesios 6:13-15
Regresamos hoy, amigo oyente, al capítulo 6, de esta carta a los Efesios y vamos a comenzar considerando este importante versículo 13. Pero antes quisiéramos retroceder a los dos versículos anteriores para situarnos en el contexto del pasaje. Nos encontramos en este último capítulo del libro que nos habla de la Iglesia como un soldado de Jesucristo.
El apóstol acababa de pedir a los cristianos que se fortalecieran en el Señor y en su fuerza poderosa, y entonces escribió el versículo 11, que dice:
"Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo"
¿De qué estaba hablando Pablo aquí? Pues sobre la maldad espiritual, de aquello que es satánico. Acercándose ya al final de su epístola, el apóstol dijo; "Por último, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa". Usted no puede derrotar al diablo con sus propias fuerzas. El Señor es el único que puede proporcionarnos el poder necesario. Dice el versículo 12:
"Porque no tenemos lucha contra seres humanos, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes."
Pablo continuó diciendo que el enemigo contra quien el cristiano tiene que luchar no es humano. El enemigo es espiritual, y la guerra es espiritual. Es por este motivo que necesitamos un poder espiritual. Es bueno observar que la naturaleza carnal del creyente no es el enemigo contra quien hay que luchar. El creyente debe considerar muerta a esa naturaleza y rendirla a Dios. El camino que conduce a la victoria sobre la naturaleza carnal está expuesto en Romanos 6. El luchar contra esa naturaleza, conducirá a la derrota, y Pablo registró tal experiencia en Romanos 7.
Sólo la armadura de Dios puede resistir la estrategia y ataque de Satanás, quien dispone de toda clase de armas que, por su efectividad, podrían compararse a los modernos misiles. Necesitamos un sistema defensivo eficaz si hemos de vencer en esa lucha. Es por ello que es tan importante reconocer que él no lucha contra un enemigo humano. No tenemos que luchar contra otros seres humanos, porque el enemigo, como dijimos, es espiritual, así como la lucha. El diablo es el enemigo de cada creyente en Cristo y aquel contra quien hay que luchar. El camino hacia la victoria sobre el diablo es obedecer la orden de colocarse toda la armadura de Dios, y resistir, como leímos en el versículo 11.
Así que nos encontramos en una batalla espiritual. El diablo tiene en formación de batalla a sus fuerzas, organizadas por categorías. Se nos dice que luchemos contra ellas. Esta lucha nos habla de un combate cuerpo a cuerpo con las fuerzas de la maldad espiritual. El versículo 12 de otra versión dice: "Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, que tienen mando, autoridad y dominio sobre este mundo lleno de oscuridad". Ésta es nuestra guerra, que se desarrolla en la actualidad.
Hay un mundo demoníaco alrededor nuestro y que se está manifestando en nuestro tiempo. Si hubiéramos dicho esto en otras épocas, podrían habernos respondido que estábamos dando lugar a la imaginación y a la fantasía. Sin embargo, en la actualidad, el demonismo es un tema popular que se expone abiertamente en los medios de difusión. Hay sectas e iglesias Satánicas en varias ciudades y en esos grupos suceden fenómenos muy extraños. Algunos oyentes a veces preguntan si tales fenómenos son reales o no. Si usted no cree en esos extraños sucesos, abra bien los ojos para ver lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Hay personas que están siendo atraídas y atrapadas en toda clase de actividades demoníacas. Es que hay fuerzas espirituales actuando en el mundo, fuerzas malignas actuando contra la iglesia. Están obrando contra el creyente, contra Dios y contra Cristo. No trate usted de minimizar estos hechos. Están ocurriendo y usted y yo, humanamente hablando, no estamos a la altura de ellos.
El hecho de que hay un enemigo espiritual que vencer está bien ilustrado en el capítulo 10 del libro de Daniel. Daniel había estado orando durante tres semanas. Dice en Daniel 10:2-3, "2En aquellos días yo, Daniel, estuve afligido por espacio de tres semanas. 3No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con perfume, hasta que se cumplieron las tres semanas". Finalmente vino un ángel y le tocó diciéndole, como vemos en 10:11-12, "Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que he de decirte y ponte en pie, porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. 12Entonces me dijo: Daniel, no temas, porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido". Si esto fue cierto, entonces Daniel tenía todo el derecho de preguntarle: "Entonces, ¿dónde has estado durante estas tres semanas?" Escuchemos lo que el ángel continuó diciéndole, según el versículo siguiente, el 13: "13Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia". El ángel estaba en conflicto con un demonio, y tuvo que regresar por refuerzos. Estaba teniendo lugar una batalla espiritual, y nosotros tenemos hoy una lucha similar.
Hemos dicho que estos poderes están organizados. En nuestro pasaje de Efesios 6 los principados son los demonios que tienen una supervisión o vigilancia sobre naciones. Corresponderían con los generales de un ejército. Las potestades serían demonios a nivel individual que quieren poseer a los seres humanos. Los gobernadores de las tinieblas de este mundo serían los demonios que están a cargo de los asuntos terrenales de Satanás. Y las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales serían los demonios en la esfera celestial que están a cargo de los asuntos religiosos.
Satanás tiene entonces un grupo bien organizado y jerarquizado para manipular acontecimientos del mundo. El sufrimiento, el dolor y las tragedias de la vida forman parte de su obra en la sombra. Satanás es la causa de los grandes problemas del mundo actual.
No somos conscientes que se está llevando a cabo una guerra espiritual y de que las personas necesitan estar fundamentadas en la Palabra de Dios. Hay una manifestación demoníaca que es evidente en el hecho de que tantas personas sean arrastradas por toda clase de cultos y sectas con creencias falsas. Como resultado de esta situación confusa, la Palabra de Dios parece descender a un nivel de insignificancia en algunos círculos y organizaciones cristianas. Y esto es evidentemente la obra del enemigo espiritual.
Leamos ahora el versículo 13, que inicia el párrafo que concreta:
La protección del soldado
"Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes."
Habiendo identificado al enemigo, Pablo procedió entonces a identificar el arsenal que está disponible para la defensa. En ninguna parte se le urge al creyente a atacar y a avanzar. La clave en toda está sección es el verbo resistir.
Usted sabe que en la Biblia se habla de los creyentes como peregrinos. Como peregrinos nosotros tenemos que andar a través de este mundo. La Biblia también habla de nosotros como testigos, y con tal misión tenemos que llegar hasta los confines de la tierra. También se nos compara a atletas, que corren la carrera, debemos correr con los ojos fijos en el Señor Jesucristo. La epístola a los Hebreos 12:1 y 2 nos anima a correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante fijando la mirada en Jesús, que es el iniciador y perfeccionador de nuestra fe. La Biblia también habla de nosotros como luchadores y dice que como tales, debemos resistir. Francamente, yo preferiría mucho más resistir y permanecer firme, que tomar la iniciativa en una lucha.
Hace muchos años, un gran predicador llamado Billy Sunday, atrajo mucha atención al decir que allí en el estrado o plataforma en que él predicaba estaba luchando contra el diablo. Creemos que había una gran parte de verdad en ello, porque su mensaje formaba parte de una lucha espiritual. La batalla tiene lugar en cualquier lugar en el que la Palabra de Dios es proclamada y se comunica el mensaje del Evangelio. Allí se encuentra el frente de batalla. Allí es donde el enemigo está trabajando, y no tanto en los antros de perdición.
Personalmente, yo nunca sentí que tuviera que llevar a cabo por mí mismo, esta batalla. Es decir, que yo tuviera que tomar la iniciativa en el ataque. El mandamiento es resistir. Es el enemigo quien va a atacar. La orden recibida en este pasaje consiste en que, una vez que uno se haya colocado la armadura, debe mantenerse firme.
Ser capaces simplemente de resistir y permanecer firmes en esta época de maldad, constituye una victoria para el cristiano.
Nos gustaría expresar nuestra admiración por tantos pastores y dirigentes espirituales de las iglesias que están en el frente de esta batalla espiritual. Por otra parte, hay algunas comunidades cuya asistencia y membresía ha disminuido porque no fueron conscientes de que la batalla se estaba llevando a cabo precisamente donde ellas se encontraban.
Por ello los cristianos debemos orar por nuestros dirigentes espirituales. ¿Ora usted por aquellos que tienen la máxima responsabilidad al frente del pueblo de Dios? Ellos necesitan nuestras oraciones por encontrarse en primera línea en la lucha, enseñando y proclamando la Palabra de Dios. Es como si estuviéramos sosteniendo sus brazos, como en los tiempos del Antiguo Testamento, en el episodio relatado en Éxodo 17:11, Aarón y Ur sostuvieron los brazos de Moisés, alzados hacia Dios en intercesión a favor de los israelitas, que estaban luchando en una batalla.
Leamos a continuación los versículos 14 y 15 de este capítulo 6 de la epístola a los Efesios:
"Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con el cinturón de la verdad, protegidos con la coraza de justicia y calzados los pies con el celo por anunciar el evangelio de la paz."
Aquí tenemos nuevamente el mandato de estar firmes. Ésta es la cuarta vez que el apóstol Pablo transmitió esta exhortación al creyente y en esta ocasión estaba hablando con toda claridad y directamente, como si fuera un sargento. En una ocasión anterior, en el capítulo 4 versículo 1, se había dirigido a sus lectores diciéndoles: "Yo, pues, preso en el Señor os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados". Mientras que aquí les estaba ordenando resistir. Pero no sólo debemos mantenernos en una posición de resistir, sino que también tenemos a nuestra disposición cierta armadura para protegernos. No hemos de ser burlados por las artimañas del diablo. Tenemos que estar preparados para sus ataques.
Observemos que en el versículo 14 también dice ceñida vuestra cintura con el cinturón de la verdad. En la ropa de aquella época, el cinturón mantenía en su debido lugar todas las partes del uniforme del soldado. Y era esencial. Si se perdía el cinto, se perdían los demás elementos; quedarían sueltas la ropa y los pantalones. En una comedia o película puede hacer reír el ver a un hombre tratando de correr o huir con los pantalones caídos. Pero lo que resulta gracioso en la ficción, no sería cómico en una batalla. Hemos oído que una gran batalla del pasado se ganó porque un general ingenioso ordenó a sus hombres que cortaran los cinturones de los soldados enemigos mientras éstos dormían. A la mañana siguiente, las tropas estaban tan ocupadas en sostener sus pantalones que no pudieron disparar sus armas a tiempo y, en consecuencia, perdieron la batalla. En este pasaje que hemos leído se nos dice que debemos mantenernos ceñidos con el cinto de la verdad ante el enemigo. Y la verdad es la que mantiene unido y en su lugar todo lo demás. ¿Y cuál es la verdad? Es la Palabra de Dios.
Necesitamos a personas que comuniquen la Palabra de Dios, y que la proclamen y enseñen tal como fue dada; personas con convicciones firmes, revestidas de la verdad, que conozcan bien la Palabra de Dios.
Realmente, cada elemento de la armadura habla de Cristo. Estamos unidos a Cristo en las regiones celestiales, y deberíamos revestirnos de Cristo aquí en nuestra vida en la tierra. Esto es lo que el apóstol Pablo nos dijo, que le colocáramos a Cristo en nuestras vidas.
A veces hay personas que al convertirse a Cristo cuentan a los demás su experiencia anterior y como llegaron a sentir la necesidad de la conversión. Pero hay testimonios que parecen honrar más al individuo que a la persona de Cristo y, en ese caso, no deberían darse. Algunos comienzan a hablar destacando lo que eran antes, la posición que ocupaban, y los talentos que tienen y que ahora se dedican a la obra de Cristo. En estos casos parecen implicar que Dios debería estar muy satisfecho de tenerlos formando parte de Su pueblo. Cuando la realidad es que son ellos los afortunados por tenerle a Él. Quizás Dios no obtuvo mucho cuando nos consiguió a usted y a mí. Pero parece que vivimos en un tiempo en cual el ser humano no tiene mucho que decir y sentimos la necesidad de aparecer importantes ante la sociedad en la que vivimos. Y no debería ser así. Necesitamos mantenernos ceñidos e íntegros en la verdad para poder dar un testimonio público de nuestra fe que de honra y gloria al nombre de Cristo. Cristo es la verdad. Y sólo la verdad puede enfrentarse al error.
El versículo 14 finaliza diciendo protegidos por la coraza de justicia. Cristo es la justicia para el creyente. Sin embargo, creemos que aquí se incluye la justicia práctica del cristiano. Pero es importante aclarar que nuestra propia justicia, la que surge de nuestra propia naturaleza caída e impura, la hipocresía, puede compararse a los trapos de inmundicia, como bien dijo el profeta Isaías en 64:6. Y esa justicia resulta inútil como coraza para la lucha espiritual. La justicia que esa lucha requiere es la que surge de detrás de esa coraza, de un corazón sincero y de una conciencia que está en una relación de armonía con Dios. Sólo la justicia de Cristo puede capacitar al cristiano para resistir y permanecer firme ante las demás personas, y ante Dios, pero el corazón que ha de ser protegido por esa justicia divina tendrá que ser un corazón que no condene al creyente. Es una condición lamentable tener pecado en la vida cristiana mientras estamos intentando participar en la batalla espiritual. De esa manera, es imposible alcanzar la victoria, como ya hemos visto en algunos ejemplos de las batallas perdidas por los israelitas en la tierra de Canaán.
El versículo 15 dice y calzados los pies con el celo por anunciar el evangelio de la paz. Los zapatos son necesarios para la actitud, la postura, para la estabilidad. Nos hablan del fundamento. Necesitamos un fundamento bueno y sólido, y la preparación es esencial para el fundamento. Aquellos que han recibido instrucción militar han sido enseñados que en un combate cuerpo a cuerpo los pies deben estar bien afianzados en tierra. Estimado oyente, ¿están sus pies apoyados en la Roca? Cristo es para usted el fundamento en este mundo. El apóstol Pablo nos recordó en Primera de Corintios 3:11 que nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
Estimado oyente, vivimos en un mundo oscurecido por la confusión espiritual, maldad y la corrupción. Nunca antes habíamos oído repetir esta última palabra, "corrupción", con tanta frecuencia. Teniendo en cuanta la inestabilidad y la inseguridad que rodea al cristiano en la sociedad actual, en la cual cada vez abundan más las personas que carecen de convicciones firmes, y en la que la verdad ha pasado a ser un concepto relativo, subjetivo y circunstancial, necesitamos revestirnos de Cristo. Le necesitamos absolutamente, y permanentemente. Si usted no tiene una relación con Dios, si no ha aceptado por la fe la gracia de Dios revelada en la obra de Jesucristo en la cruz, le invitamos a hacerlo. Ese acto de fe le provee una relación personal con el Señor, que le permitirá resistir en las luchas de la vida y permanecer firme, alcanzar la victoria y, una vez terminada la vida misma en esta tierra, le permitirá disfrutar de una eternidad con Dios y todos los redimidos. Y ésta no es nuestra conclusión, ni nuestra deducción, sino la afirmación categórica de todo el mensaje de la Palabra de Dios.
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