Estudio bíblico de Mateo 13:44-14:1
Mateo 13:44-58
En nuestro programa anterior estudiamos las parábolas sobre la cizaña, la semilla de mostaza y la levadura, que tratan sobre los diversos aspectos en que el reino de los cielos se desarrolla en la actualidad. Leamos el versículo 44, para estudiar la
La parábola del tesoro escondido en el campo
El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
El "tesoro" es Israel, el "campo" es el mundo, y el "hombre", es el Hijo del Hombre, quien se entregó a sí mismo para redimir a la nación de Israel. Por lo tanto, aquí no se habla de un pecador comprando el evangelio, porque éste no se encuentra escondido en el campo. Sin embargo, Israel está en la actualidad como oculto en el mundo. Alguien podría alegar que en este momento es una nación. Lo es, pero en un estado de conflicto. No podrá disfrutar de su tierra hasta que la reciba del Señor Jesucristo. Tampoco podrá disfrutar de la paz, así como ningún otro país, porque solo el Príncipe de Paz puede lograrla.
Como ya he dicho, Israel está como oculto por todo el mundo. La mayor parte del pueblo judío está esparcida por todos los países de la tierra. Pero Dios no ha terminado de tratar con Israel como nación. En su carta a los Romanos, el apóstol Pablo escribió:
"Digo entonces: ¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! Porque yo también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios no ha desechado a su pueblo, al cual conoció con anterioridad. ¿O no sabéis lo que dice la Escritura en el pasaje sobre Elías, cómo suplica a Dios contra Israel?"
Pablo creía que Dios aun no había concluido su propósito con Israel. Y el profeta Zacarías, uno de los últimos escritores del Antiguo Testamento, escribió que llegaría un nuevo día para Israel, diciendo:
Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y me mirarán a mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por El, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por El, como se llora por un primogénito.
El profeta Jeremías escribió, en muchos pasajes, sobre la reunión del pueblo de Israel y de que Dios les traería a su propia tierra. Ese momento es todavía futuro. Cuando Dios los vuelva a reunir, lo hará a través de milagros tan grandes, que incluso olvidarán su milagrosa liberación de Egipto, que fue celebrada por más tiempo que cualquier otra festividad religiosa. Como decía antes, Dios no ha terminado con Israel, lo cual es evidente en esta parábola. Israel es el tesoro escondido en el campo y Cristo es Aquel que "va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo". De hecho, El se entregó a Sí mismo para redimir a la nación. Nuestro Señor les compró con Su sangre, así como El compró tu salvación y la mía. El profeta Zacarías escribió sobre la limpieza que tendrá lugar en el momento del retorno de Cristo a la tierra, en su capítulo 13:1
"Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza"
Continuemos leyendo, en los versículos 45 y 46,
La parábola de la perla de gran valor
"El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró."
La interpretación popular de esta parábola dice que el pecador es el mercader, y que la perla de gran valor es Cristo. Según esta interpretación, el pecador vende todo lo que tiene para poder comprar a Cristo.
Yo no puedo aceptar tal interpretación y la he desechado, porque no creo que merezca una consideración especial. En primer lugar, ¿Quién está buscando perlas de gran valor? ¿Están los pecadores buscando la salvación? Mi Biblia no lo dice, ni tampoco ha sido ésa mi experiencia en el ministerio. Los pecadores no están buscando la salvación. Y el mercader no puede ser el pecador porque éste no tiene nada con qué pagarla. No está buscando a Cristo y si lo estuviese haciendo, ¿cómo podría comprarle? Aquí el mercader vendió todo lo que tenía. ¿Y cómo podría un pecador vender todo lo que posee si, como dice el apóstol Pablo en Efesios 2.1, está muerto en sus delitos y pecados? Además, las Escrituras son muy claras en cuanto a que Cristo y la salvación no están en venta. Porque la salvación es un regalo. Como dice el Evangelio según Juan, en 3:16,
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, más tenga vida eterna."
Dios amó de tal manera que dio. Y la carta a los Romanos 6:23 dice que "la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro".
La correcta interpretación de la parábola revela a Cristo como el mercader. El dejó su hogar celestial y vino a esta tierra para encontrar una perla de gran valor. Aquí halló a pecadores perdidos, y murió por ellos derramando su sangre. El vendió todo lo que tenía para comprarnos y redimirnos para Dios. El apóstol Pablo lo expresó así, en su segunda carta a los Corintios 8:9,
"Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos."
Miremos por un momento a la perla, que representa a la iglesia. No es una piedra, como el diamante. Se forma por medio de un organismo vivo. Un grano de arena u otro material extraño se introduce en la concha de una pequeña criatura marina. La hiere y le causa un daño. La respuesta del organismo es producir una secreción que cubre la materia extraña. El fluido aumenta hasta que se forma una perla --no un rubí ni un diamante, sino una maravillosa perla blanca. Una perla no es como otras piedras preciosas. No puede ser tallada para realzar su belleza. Permanece intacta, tal como fue formada. Si se tallase, quedaría estropeada.
La perla nunca fue considerada valiosa por los Israelitas, aunque sí por las demás naciones. Cuando Cristo utilizó la figura de la "perla de gran valor", me imagino que los discípulos se preguntaron por qué. Los orientales atribuían a la perla el significado simbólico de la inocencia y la pureza, considerándola apropiada solo para reyes y potentados.
Con estos datos en la mente, consideremos otra vez la parábola. Cristo vino a esta tierra como el mercader. Vio al ser humano en su pecado, tomó su pecado y lo llevó sobre Su propio cuerpo. Nuestro pecado fue como una intrusión colocada sobre El --como aquella materia extraña. El fue hecho pecado por nosotros. Alguien lo expresó así: yo me introduje en el corazón de Cristo por la herida de una lanza. El libro de Isaías 53; 5 afirma que El fue "herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades".
Observemos la respuesta de Cristo al pecador. El coloca Su propia justicia alrededor nuestro. Nos cubre con su propia túnica blanca de justicia. Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Efesios 2:10, "somos hechura suya, creados en Cristo Jesús". Cristo nos ve, no como somos en la actualidad sino como seremos algún día, presentados a Él como "una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada", en palabras de esa misma carta, 5:27. Cristo vendió todo lo que tenía para ganar a la iglesia. Como dice el apóstol Juan en su primera carta 3:2,
"Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es."
Cuando llegamos al último libro de la Biblia, el Apocalipsis, encontramos una descripción de la Nueva Jerusalén, futura morada de la iglesia. Tomemos nota del símbolo en la parte exterior de la ciudad --¡sus puertas están hechas de perlas! Esto no es una casualidad; ha sido proyectado de esa manera en el diseño de Cristo. El es el mercader que, "al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró".
Leamos en los versículos 47 al 49,
La parábola de la red echada al mar
"El reino de los cielos también es semejante a una red barredera que se echó en el mar, y recogió peces de toda clase; y cuando se llenó, la sacaron a la playa; y se sentaron y recogieron los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos. Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos"
En la frase "así será en el fin del mundo", la palabra "mundo" equivale al Griego aion, que significa edad. La Biblia no enseña el fin del mundo. Es cierto que el tiempo no existirá más, pero entonces comenzará la eternidad. El fin de la edad sencillamente señala el momento en que Cristo regresará para establecer su reino sobre la tierra. Dice el versículo 50:
"y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes."
En esta sección nuestro Señor pone de manifiesto que estar perdido es algo terrible.
En nuestra época, se considera que una persona es refinada si, entre otras cosas, es afable. Y ciertamente, no se considerará ignorante a nadie que niegue la existencia del infierno. Pero, estimado oyente, sobre este Tema me podrás decir, "bueno, usted tampoco lo sabe". Bien, pero yo se que este asunto está anunciado en este libro. Y ya que la Biblia ha resultado exacta en todo lo que ha predicho, y que en mi propia vida y experiencia he comprobado que ha resultado cierta, doy por sentado que es también precisa en su descripción del infierno. Yo he tomado mi decisión de acuerdo con esa premisa que, en realidad, es más que una premisa.
Ahora leamos en el versículo 52,
La parábola del dueño de casa
"Y El les dijo: Por eso todo escriba que se ha convertido en un discípulo del reino de los cielos es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas."
Algunas personas calificarían este versículo como una parábola y otras no. El Señor les había preguntado a sus discípulos si habían entendido todo lo que les había dicho y ellos, sorprendentemente, contestaron que sí. Porque aún no podían conocer completamente todas las implicaciones de sus parábolas. De hecho, sus futuras preguntas y acciones demostraron que no las habían entendido. No obstante, Jesús estaba ejerciendo la función de un padre de familia que extraía de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas. Estas palabras se aplican a aquellos que enseñamos y predicamos la Palabra de Dios. A algunos oyentes, algunas cosas les resultarán viejas y conocidas. Aunque espero también presentar nuevos pensamientos.
Llegamos, pues, a la última sección de este capítulo que nos relata cómo
Jesús regresó a su propio país y fue rechazado
Después de enseñar estas parábolas, el Señor Jesús salió y se dirigió hacia Nazaret, la ciudad de su infancia. Leamos el versículo 54:
"Y llegando a su pueblo, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que se maravillaban y decían: ¿Dónde obtuvo éste está sabiduría y estos poderes milagrosos?"
Quiero destacar el hecho de que en aquellos días, la gente no se cuestionaba si Cristo podía realizar milagros o no. Este versículo revela cuál era la pregunta a nivel popular. ¿Dónde había obtenido Jesús esa sabiduría y el poder para realizar semejantes milagros? La gente reaccionaba así, como dicen los versículos 55 y 56:
"¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿Dónde, pues, obtuvo éste todas estas cosas?"
Su origen familiar les confundía. No reconocieron quién era realmente. Para ellos sólo era el hijo de un carpintero. Y esto es todo lo que Jesús es para muchos hoy en día. Le consideran un gran maestro, un gran hombre y una personalidad admirable. Pero nada más. Para aquellas personas de Su tiempo, solo era el hijo del carpintero. La familia se completaba con sus medio hermanos, más jóvenes que El. Hasta después de Su resurrección no comprendieron que, verdaderamente, era el Hijo de Dios.
Continuemos con el versículo 57:
"Y se escandalizaban a causa de Él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa."
Es que en aquel pueblo de sus primeros años, la gente estaba tan familiarizada con El y los suyos, que se sentían ofendidos ante la sabiduría de su enseñanza. Y la descripción de su etapa en Nazaret concluye con las palabras del versículo 58:
"Y no hizo muchos milagros allí a causa de la incredulidad de ellos."
Esta afirmación constituye una revelación tremenda. Observemos qué fue lo que limitó al poder de Dios cuando Jesús se encontraba allí. Fue la incredulidad. No fue que El no fuese capaz de realizar los milagros, sino su incredulidad. Por ello, hizo allí pocos milagros.
Estimado oyente. El gran problema tuyo y mío es que no tenemos fe para creer --y estoy hablando de fe para la salvación de hombres y mujeres. Necesitamos tener esa clase de fe que cree que Dios puede salvar a los que están perdidos. El está hoy limitado en tu comunidad, en tu familia, en tu iglesia, e incluso en tu propia vida, por la incredulidad. Y esto es igualmente cierto en mi caso. Nuestro Señor estaba pronunciando allí una gran verdad. No la pasemos por alto.
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