Estudio bíblico de 1 Tesalonicenses 1:4-6
1 Tesalonicenses 1:4-6
Amigo oyente, continuamos hoy con en el primer capítulo de esta Primera Epístola a los Tesalonicenses, que en nuestro Bosquejo General, que presentamos en la introducción, habíamos titulado "la actitud del cristiano ante el retorno de Cristo", o "la venida de Cristo es una esperanza inspiradora". Estuvimos considerando el versículo 3 de este capítulo, destacando los tres motivos por los cuales Pablo elogió a los Tesalonicenses: la obra realizada por la fe, el trabajo motivado por el amor, y la firmeza, la constancia, sostenida por la esperanza en el Señor Jesucristo. Así, hemos visto que Pablo reunió a la fe, a la esperanza y al amor, los tres tiempos de la vida cristiana; (1) la obra de fe, que mira retrospectivamente a la cruz y produce buenas obras en la vida; (2) al trabajo de amor, que es la base presente y la motivación sobre la cual el hijo de Dios ha de servir a Cristo; y (3) la constancia en la esperanza, que mira hacia el futuro.
¡Qué extraordinaria trinidad de gracias cristianas! Deberían formar parte de la biografía de cada creyente. Así era la biografía de la iglesia en Tesalónica, y esperamos, estimado oyente, que sea la biografía de su iglesia, y también su trayectoria personal en el viaje de la vida cristiana.
Ahora, en el versículo 4, de este capítulo 1, con el cual comenzamos nuestra lectura de hoy, el Apóstol Pablo presentó otra gran verdad; leamos:
"Sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido"
Y aquí tenemos nuevamente esta palabra "elección". Recordemos que cuando estudiamos la epístola a los Efesios, en el capítulo 1, versículo 4, leímos: según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. Cuando tratamos este tema algunas personas piensan que no le damos el suficiente énfasis al tema de la elección, mientras que otros creen que uno se ha ido al extremo de recalcarlo demasiado. Y cuando se enfrenta con estas reacciones opuestas generalmente llega a la conclusión de que se ha adoptado la línea justa y correcta. Ya que no se puede estar al mismo tiempo en ambos extremos, uno deduce que quizás adoptó una línea intermedia, que debe estar cercana al punto de vista adecuado.
A Pablo no le molestó escribir acerca de la elección divina en la carta a los creyentes de Tesalónica. Y presentó este tema desde el punto de vista de Dios. Usted y yo nunca hemos visto ese lado divino, ni lo podremos ver mientras estemos en esta tierra, sujetos a nuestras limitaciones humanas. Pero hay grandes axiomas de verdades que deben ser señaladas. Quizá usted recuerda que cuando estudiaba Geometría debía aceptar ciertos axiomas sin comprobarlos, como por ejemplo, que una línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Nunca hemos tenido ocasión de discutir ese axioma, aunque existe una proposición en Geometría que lo prueba. Sin embargo, una de las cosas que usted tiene que aceptar es el hecho de que hay ciertas verdades que aceptamos como un hecho, sin probarlas. Algunas afirmaciones que son ciertas, no pueden ser probadas. De la misma manera, el apóstol Pablo no intentó presentar argumentos a favor de la elección, ni de probarla. Simplemente la afirmó como un hecho, como una realidad, al decir en este versículo 4, Sabemos, hermanos amados de Dios, que El os ha elegido. Y éste es, como hemos dicho, el punto de vista divino en este tema de la elección.
El Creador tiene un derecho soberano. Detrás de la elección divina y de la totalidad de la vida se encuentra la soberanía de Dios. La creencia en ella ha resultado básica para modelar todo el estilo de vida de muchos cristianos.
Tenemos que reconocer que Dios creó el universo. No nos preocupa cómo lo hizo, ni los detalles presentes o ausentes del relato del Génesis sobre la creación. Simplemente queremos enfatizar el hecho de que en el principio, Dios creó los cielos y la tierra.
Ahora, hay personas que están dispuestas a admitir que El creó, pero le niegan el derecho a dirigir el universo. Le niegan a Él el derecho de darle un cierto propósito. Permítanos afirmar, estimado oyente, que estamos viviendo en un universo que Dios ha creado y que existe hoy para Su gloria. Incluso en el sermón del Monte, el Señor Jesucristo dijo: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que ven vuestras buenas obras, y glorifiquen (o alaben) a vuestro Padre que está en los cielos. Estimado oyente cristiano, El no dijo que sus buenas obras habrían de darle gloria a usted mismo, sino a nuestro Padre que está en el Cielo. El no está buscando consejo en nadie, sino que El mismo está conduciendo este universo para el cumplimiento de Su propio propósito. Lo está dirigiendo para Su gloria. Usted y yo vivimos en universo que es teocéntrico, es decir centrado en Dios. No es antropocéntrico, es decir, centrado en el hombre. Tampoco es geo-céntrico - o sea, centrado en la tierra; este es el universo de Dios y Él lo está guiando a Su manera.
Es necesario añadir algo más. Dios no es un tirano. Dios es justo. Dios es Santo. Y todo lo que Dios hace es justo. Quizá usted no piense siempre de esa manera. Si es así, permítanos decirle algo, amigo oyente; si usted no cree que Dios es justo en lo que Él está haciendo hoy, y si usted cree que Él no está siguiendo el mejor plan, lamentamos decirle que está equivocado. Dios no se equivoca, amigo oyente; es usted quien está equivocado. Y entonces, usted es la persona que necesita corregir su modo de pensar porque si no lo hace, entonces, usted está desconectado del universo. Este universo existe para Él, para Su gloria y para Su propósito. Y nada va a ocurrir que no resulte para Su gloria. Él está hoy al frente de este universo.
Recordando esto, observemos algo más. ¿Se ha detenido usted a pensar alguna vez en el mismo hecho de que usted ha nacido? Usted o yo podríamos no haber existido. Dios nunca me preguntó a mí si yo quería existir. Yo ni siquiera existía como para que El pudiera habérmelo preguntado. Él es quien pensó en ello. Y Él es el responsable de mi existencia. Él nunca me preguntó a mí si yo quería ser hombre o mujer, ni tampoco me consultó con respecto al día y año en que yo quería nacer. No me pidió que eligiera a mis padres, ni me dio la oportunidad de decidir si ellos serían piadosos, o su posición social. Dios hoy está en control de este universo, porque es Suyo. Puede que a usted esta idea no le agrade, pero ocurre que así es. Es la realidad.
Cuando siguiendo con el tema de la elección decimos que Dios no es un tirano, estamos incluyendo la idea de que nadie es elegido en contra de su voluntad, no, nadie es rechazado en contra de su voluntad. Dios es correcto en todo lo que hace. En Romanos 9:14, el apóstol Pablo se preguntó: ¿Qué pues diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? Y Él mismo respondió a su propia pregunta con una negativa enfática diciendo: ¡De ninguna manera! Amigo oyente, Dios está en lo correcto en todo lo que Él hace.
Y hoy nosotros necesitamos regresar a la actitud de reconocer que somos simplemente criaturas, y no sólo somos criaturas, sino que también somos criaturas totalmente depravadas. Sabemos que esta idea no goza hoy de mucha popularidad. Nos gusta compartir con los demás la sensación de lo buenos que somos. Los miembros de la raza humana necesitan estar reforzando siempre la moral, animándose mutuamente para acabar creyendo los grandes sentimientos de amor, bondad y solidaridad que tenemos. Cuando la realidad es que estamos en rebelión contra Dios, con todas las consecuencias que ello tiene para el distanciamiento, la tendencia a enfrentarnos y la agresividad que demostramos tener.
Recordemos una vez más que el versículo 4 dice: El os ha elegido. Quizás a algunos no les agrade este versículo por las implicaciones que tiene, pero así ha ocurrido. Y Dios está dirigiendo este universo. En vez de unirnos a una marcha de protesta contra El, sugerimos postrarnos ante El y agradecerle por habernos dado la existencia, y por habernos dado la oportunidad, como agentes morales libres, de tomar una decisión con respecto a El. Si invitación aun permanece vigente. Si alguien tiene sed, venga a mí y beba (Juan 7:37) ¿Tiene usted sed? Entonces venga a Cristo. El está listo para recibirle. ¿Dice usted que no tiene sed? Entonces olvídelo. Dios ofrece a este mundo una salvación completa y gratuita. Aquí es donde entra nuestra libertad. Podemos optar por aceptarle o rechazarle. No hay una decisión intermedia. Cada persona tiene la libertad de adoptar una actitud, o la contraria.
Leamos ahora que el versículo 5, que inicia el párrafo que se resume en la frase
El evangelio fue recibido con mucha certeza y aflicción
"Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. Bien sabéis cómo nos portamos entre vosotros por amor de vosotros."
Este versículo tiene también una gran profundidad. Fue como si Pablo les hubiera dicho: "Sabéis que cuando llegamos a visitaros, éramos simplemente seres humanos, débiles como el barro en nuestros labios y en nuestra lengua. Todo lo que pudimos hacer fue pronunciar palabras, pero os comunicamos la Palabra de Dios. Y la Palabra de Dios llegó a vosotros no solo en palabras, sino con poder y con el Espíritu Santo". Estimado oyente, este hecho convierta a esta tarea en la más agradable del mundo. Por ello me agrada mucho enseñar la Palabra de Dios. Y, ¿sabe usted por qué? Porque al predicar la Palabra de Dios, aunque desde un punto de vista humano solo pronuncie palabras, cuando el Espíritu de Dios toma esa esas palabras y las utiliza, se convierten en palabras poderosas. Ante nosotros tenemos muchas cartas. No las podemos compartir todas con usted, por supuesto. Pero sería bueno si pudiéramos. Pero hay algunas que se destacan. Como un hombre acerca del cual nos contó su esposa. Ella dice que en la primera oportunidad que ella sintonizó nuestro programa, él se pasó como 30 minutos criticando al predicador. Pero ella continuó sintonizando el programa, y, en cierta ocasión, él nos escribió cuestionando el contenido del mensaje. Otro día, ella se olvidó de sintonizar el programa y él se lo recordó. Finalmente llegó el día en que al escuchar el programa él se arrodilló y recibió a Cristo como su Salvador. Y tenemos que aclarar que ello no se debió a nuestro poder de convicción. Lo tremendo de todo esto es que el Espíritu Santo de Dios puede usar la Palabra de Dios, y con esa confianza proclamamos este mensaje.
Ahora bien, creemos que la Biblia es la Palabra infalible de Dios. Por supuesto conocemos lo relacionado con dudas que surgen o supuestos problemas relacionados con el texto de las Sagradas Escrituras. Pero aceptamos la Palabra de Dios como infalible porque por ella Dios nos está hablando a nosotros. Pero avancemos un paso más. Creemos que el Espíritu de Dios puede lograr que la Palabra de Dios penetre en su corazón, en su vida, en mi corazón y en mi vida, para que seamos personas transformadas. La gente no experimenta un nuevo nacimiento espiritual por medio de la debilidad de nuestra naturaleza humana, es decir, simplemente por unas palabras que escuche por radio o por leer un libro. Sino que, como dice el apóstol Pedro en su primera carta, capítulo 1 y versículo 23: habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Y creemos que el Espíritu de Dios puede tomar la Palabra de Dios y hacerla real para nosotros. Creemos que la Palabra de Dios tiene ese carácter, esa eficacia. No creemos que el Espíritu de Dios podría hacer lo mismo con libros escritos por seres humanos, por más interesantes, profundos o instructivos que sean, Pero, sí creemos que el Espíritu de Dios puede y quiere tomar la Palabra de Dios y realizar el milagro más grande de todos, y que consiste en transformar a un pecador incrédulo y perdido en un hijo de Dios.
La Palabra de Dios llegó a Tesalónica, aquella colonia romana y pagana, controlada por uno de las mayores potencias políticas y militares que el mundo ha conocido, y allí alcanzó los corazones y vidas de muchas personas, y las transformó. Y así, estimado oyente, esto fue lo que ocurrió en Tesalónica, y esa Palabra, utilizada y activada por el Espíritu puede hacer lo mismo hoy.
Vamos a repetir este versículo 5 de este primer capítulo de 1 Tesalonicenses, teniendo en cuenta la importancia que tiene, y con las palabras de otra versión de la Biblia. Dice así: Pues cuando os anunciamos el evangelio no fue solamente con palabras, sino también con manifestaciones de poder y del Espíritu Santo, y plenamente convencidos de nuestro mensaje. ¡Bien sabéis como nos portamos entre vosotros, buscando vuestro bien!
Lo primero que una persona necesita es escuchar la Palabra de Dios. Esa es la base objetiva. La gente tiene que escuchar el evangelio. Como dijo el apóstol Pablo en Romanos 10:17, Así que la fe viene del oír, y el oír, por la Palabra de Cristo. Esta es la parte natural del proceso, que no lo concluye, porque la Palabra de Dios es un libro sobrenatural. Sin el Espíritu Santo el evangelio solo consistiría simplemente en palabras. Pero con el Espíritu Santo es el poder de Dios para salvación de todo aquel que cree. Y esto es exactamente lo que el Señor Jesucristo dijo que el Espíritu haría. Lo expresó en Juan 16:7-11, con estas palabras: 7Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. 8Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9De pecado, por cuanto no creen en mí; 10de justicia, por cuanto voy al Padre y no me veréis más; 11y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
Volviendo ahora a 1 Tesalonicenses, continuemos nuestra lectura con el versículo 6:
"Vosotros vinisteis a ser imitadores nuestros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con el gozo que da el Espíritu Santo."
Pablo pudo citar a Silas, a Timoteo y a él mismo, como ejemplos. Personalmente, cualquiera de nosotros dudaría en presentarse como un ejemplo. Pero el apóstol Pablo, yendo de un lugar a otro del Imperio Romano, se presentó como un ejemplo a estos creyentes.
El versículo 6 dice: recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con el gozo que da el Espíritu Santo. La aflicción (o el sufrimiento) y la alegría. Son tan extremas como el día y la noche. Como el calor y el frío. Nunca las asociaríamos. Si alguien está sufriendo, pasando por una aflicción, no puede sentir ninguna alegría, de acuerdo con nuestra forma natural de considerar este tema. Y si alguien está disfrutando de la alegría en su vida, entonces, con toda seguridad, no está sufriendo.
Sin embargo, ha habido grandes santos de Dios que han soportado la aflicción, y al mismo tiempo han disfrutado de la alegría que da el Señor al corazón. Pasar por esa experiencia es vivir una victoria, un triunfo. Hay personas incluso que se encuentran en el lecho de enfermedad, o por situaciones realmente duras, pero en sus rostros o en sus palabras reflejan la alegría, la conformidad y la paz de Dios, que brota con naturalidad de su interior.
No hay personas que estén disfrutando de los recursos del mundo y, al mismo tiempo, estén sufriendo. El mundo no puede armonizar ambas experiencias, o hacerlas compatibles. En este pasaje Pablo dijo que ellos recibieron la Palabra con mucha aflicción. Se enfrentaban a la persecución, al sufrimiento, y a la tristeza. Pero también disfrutaban de la alegría que les daba el Espíritu Santo. En la vida hay aspectos agridulces. Ahora, para el cristiano, puede haber en la vida experiencias agrias, amargas, aunque al mismo tiempo puede sentir la dulzura en el corazón, en el interior de su vida.
Hemos visto muchos casos que prueban lo que estamos diciendo. Personas que soportaban un intenso sufrimiento físico, pero que reflejaban una experiencia real de Dios en sus vidas, y una alegría interior serena que el dolor no podía doblegar. Esa experiencia no se puede imitar, no se puede forzar, no se puede logar con medios humanos. Es que, así como el Espíritu Santo y la Palabra de Dios pueden, como ya hemos dicho anteriormente, lograr el milagro más grande, que es transformar a alguien que está alejado de Dios, con la rebelión del pecado controlando su vida, en un hijo de Dios, así también, el alimento espiritual de la Palabra de Dios, y la influencia del Espíritu Santo pueden ir transformando gradualmente al cristiano, proporcionándole la energía espiritual que le permita disfrutar de una vida de calidad humana y espiritual, en medio de las circunstancias más adversas. Estimado oyente, estas palabras pueden aplicarse a su vida tanto para iniciar una relación con Dios, como para hacer de dicha relación una fuente de bendición e inspiración personal para usted, y para quienes le rodean.
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