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Estudio bíblico de Jeremías 25:1-28:17

Jeremías 25:15-28:17

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en este libro de Jeremías y en nuestro programa anterior dejamos al profeta Jeremías en el capítulo 25, anunciando la cautividad en Babilonia por 70 años. Llegamos así a un nuevo párrafo titulado

La copa de vino de la ira

En el momento en que esta profecía fue comunicada, el rey Nabucodonosor ya había deportado al rey Joaquín a Babilonia con todos sus nobles, soldados y artífices. Aquellos que permanecieron bajo el rey Sedequías estaban todos pagando tributo o impuestos a Babilonia. Todos los reyes que reinaron después del rey Josías fueron malvados. Jeremías había pronunciado el juicio final: Nabucodonosor vendría y destruiría Jerusalén y se llevaría a todos al cautiverio, dejando allí solo a un pequeño remanente. El profeta les había dicho que el cautiverio definitivamente duraría 70 años. Pero ello no concluyó su profecía.

Después el les presentó una imagen usando la figura de la copa de vino de la ira de Dios. Esta fue una figura retórica usada por varios profetas. Todos ellos hablaron del pecado del hombre que continuaba en rebelión contra Dios. Leamos entonces los versículos 15 al 17 de este capítulo 25 de Jeremías:

"Así me dijo el Señor, Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y haz que beban de ella todas las naciones a las cuales yo te envío. Beberán, y temblarán y enloquecerán a causa de la espada que yo envío entre ellas. Yo tomé la copa de la mano del Señor, y di de beber a todas las naciones a las cuales me envió el Señor"

Ahora, comenzando con el versículo 18 él dio una lista de naciones. Leamos el versículo 18:

"A Jerusalén, a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus príncipes, para convertirlos en ruinas, en espanto, en burla y en maldición, como hasta hoy"

En primer lugar figuran, por supuesto, Jerusalén y las ciudades de Judá, mencionándose a los reyes y a los príncipes. Aunque esto se refirió especialmente al pecado de Israel, no quedó limitado al propio pueblo de Dios. Todas las naciones de la tierra fueron consideradas culpables. Así como una copa se llena, hay una copa que se llena de la ira de Dios.

Después de Israel, el profeta mencionó a Egipto. Leamos el versículo 19:

"Al faraón, rey de Egipto, a sus servidores, a sus príncipes y a todo su pueblo"

Y luego, se mencionó a Uz y la tierra de los filisteos, Escalón, Gaza, Ecrón, Asdod, Edom, Moab, Amón, Tiro, Sidón, y a los reyes de las costas que están de ese lado del mar (como podemos ver en los versículos 20-22). Leamos ahora el versículo 27 de Jeremías 25:

"Les dirás, pues: Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: ¡Bebed, embriagaos y vomitad; caed y no os levantéis, a causa de la espada que yo envío entre vosotros!."

El les haría beber de esa copa, que era, por supuesto y figurativamente hablando, el juicio de Dios. Todas las naciones del área de Israel y más allá de ella, iban a ser juzgadas por Dios porque se habían alejado mucho de El. Esto nos revela el hecho de que todas las naciones del mundo son responsables ante Dios. Y continúan las instrucciones al profeta en el versículo 30, que dice

"Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras. Les dirás: El Señor ruge desde lo alto, y desde su morada santa da su voz; ruge fuertemente contra su redil; canción de lagareros canta contra todos los moradores de la tierra."

Así que el juicio no se limitaría a Israel. Es que Babilonia sería el instrumento del juicio de Dios, y por la historia sabemos que Babilonia se convirtió en la primera potencia mundial, que dominó todas las naciones del mundo civilizado de aquel tiempo. Y el mensaje continuó en el versículo 32, con estas palabras:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Ciertamente el mal irá de nación en nación, y una gran tempestad se levantará desde los extremos de la tierra."

Esta fue una descripción del tremendo avance de Nabucodonosor, rey de Babilonia, a medida que él se desplazó por el mundo civilizado de su época e incluso colocó bajo su dominio a Egipto, Tiro y Sidón, estas grandes potencias, bajo su soberanía. Los versículos que concluyen este capítulo nos dan una descripción gráfica del día de la ira del Señor contra las naciones y sus "pastores" o reyes. Y así llegamos al

Jeremías 26

El tema de los capítulos 26 al 28 incluye un mensaje en el atrio del templo durante el reinado de Joacim, y la parábola o señal de los yugos.

Recordemos que en el capítulo 7 a Jeremías se le dijo que se situara en la puerta de la casa del Señor y hablara al pueblo. Aquí, en cambio, se le dijo que se colocara en el atrio. Leamos la Palabra de Dios en el versículo 2 de este capítulo 26:

"Así ha dicho el Señor: Ponte en el atrio de la casa del Señor, y habla a todos los que vienen de las ciudades de Judá para adorar en la casa del Señor, todas las palabras que yo te mandé hablarles. No retengas palabra."

Este fue el mensaje que él ya había comunicado en los días del rey Joacim. En este momento fue repetido en el tiempo del rey Sedequías. Los capítulos 26 al 30 registraron el mensaje que transmitió las palabras finales de Dios a este pueblo antes del cautiverio.

Se cree que la gente aun continuaba asistiendo al templo, como era habitual. Había esta expresión exterior de adoración, y en aquel tiempo había prosperidad en la tierra; Nadie parecía estarse quejando. Parecía como si Dios estuviera irritado al pronunciar tales profecías, pero en la realidad, el pueblo estaba lejos de Dios, y había un gran pecado en la tierra. Jeremías tenía que continuar clamando contra esta situación, Y continuó el mensaje en el versículo 3:

"Quizá escuchen y se vuelva cada uno de su mal camino; entonces me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras."

Veamos la frase me arrepentiré yo del mal. Cuando Dios se arrepiente, no significa que ha cambiado de opinión. Quiere decir que el pueblo ha cambiado. Y si la gente cambiara, Dios no juzgaría, sino que los bendeciría.

Así que parecía que Dios había cambiado de opinión, pero el hecho es que Dios siempre castigará el pecado y siempre perdonará al pecador que venga a El. Este hecho nunca cambia. Cuando un pecador, que ha estado bajo el juicio de Dios, se vuelve a Dios y es salvado y bendecido, parece como si Dios hubiera cambiado de parecer. Sin embargo, en realidad, es el pecador el que ha cambiado de opinión. En este pasaje Dios les dijo que se ellos cambiaban, entonces El no los destruiría; no los juzgaría. Y el mensaje ahora continuó en los versículos 4 al 6 de Jeremías 26:

"Les dirás, pues: "Así ha dicho el Señor: Si no me obedecéis para andar en mi Ley, la cual puse ante vosotros, y para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os he enviado desde el principio y sin cesar, a los cuales no habéis escuchado, yo trataré a esta casa como a Silo, y a esta ciudad la pondré por maldición ante todas las naciones de la tierra."

Dice aquí yo trataré esta casa como a Silo. Quiso decir que sería destruida.

Y también dice y a esta ciudad la pondré por maldición ante todas las naciones de la tierra. Jerusalén ha sido una carga para este mundo, y continúa siéndolo en la actualidad.

Y cuando Jeremías dio esta profecía leemos lo que ocurrió aquí en el versículo 8, que comienza un párrafo titulado

Jeremías amenazado de muerte

"Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que el Señor le había mandado que hablara a todo el pueblo, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: ¡De cierto morirás!"

Como podemos ver, las cosas se estaban poniendo cada vez peor. Ellos no sólo habían resistido el mensaje de Dios dado por medio de Jeremías, sino que entonces quisieron matar al profeta. La situación era complicada porque había 3 grupos en esta sección: los príncipes, los sacerdotes y los profetas. Leamos el versículo 11 de este capítulo 26 de Jeremías.

"Entonces los sacerdotes y los profetas hablaron a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: ¡Este hombre ha incurrido en pena de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros propios oídos!."

Los sacerdotes y los profetas pensaban lo mismo; habían decidido la muerte del profeta. Ellos nunca cambiaron de opinión al respecto. Sin embargo los príncipes decidieron que era mejor escuchar a Jeremías. Y el pueblo, que en un principio opinaba lo mismo que los sacerdotes y los profetas se puso de parte de los príncipes. Escuchemos entonces a Jeremías al leer los versículos 12 y 13:

"Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: El Señor me envió a profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que habéis oído. Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y escuchad la voz del Señor, vuestro Dios; y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros."

Aquí vemos que Jeremías les expresó claramente por qué Dios estaba amenazando con juzgarlos.

Tenemos que tener presente que cuando Jeremías profetizó que la ciudad y el templo serían destruidos, su mensaje fue considerado una blasfemia. Fue señalado como un hereje. Los profetas falsos estaban diciendo que Dios nunca permitiría que el templo cayera. Era Su templo, y Jerusalén era Su ciudad. Dios nunca permitiría que eso ocurriera. Jeremías dijo: "Estáis completamente equivocados. Estáis disociando la religión de la moralidad."

Hay un problema con aquellos cristianos que se consideran muy fundamentalistas en sus creencias, y algunos parecen transformar la Biblia en una obsesión, en una especie de amuleto, que les libre del mal, y separan a la moralidad, a la ética, de su fe. Porque la Palabra de Dios no se ha interiorizado en las vidas de esas personas, por más que esté en sus mentes. Cuando usted y yo nos apartamos de Dios, El nos juzga.

No podemos separar nuestra forma de vivir de las enseñanzas de la Palabra de Dios y. aun así, esperar Su bendición. En el tiempo de Jeremías, esto es lo que estaban haciendo los profetas falsos.

Resulta interesante ver que los sacerdotes y los profetas falsos no cambiaron de opinión sobre el disponer la muerte de Jeremías. Los príncipes sí y ello fue lo que le salvó la vida a Jeremías. Los príncipes estuvieron dispuestos a escucharlo Frecuentemente hemos visto, desde la experiencia, que cuando una autoridad espiritual llega a ser corrupta y se degrada, llega a mayores extremos de maldad que cuando una autoridad política se corrompe. O sea, que cuando una autoridad civil se corrompe, es lamentable; pero cuando una autoridad espiritual se degrada, es aun peor. Recordemos que fueron los sacerdotes judíos quienes llevaron a Jesús a la muerte en la cruz. Fueron los dirigentes religiosos que insistieron en que El tenía que morir. Ellos fueron los que incitaron a la multitud para que gritara a Pilatos "¡Crucifícale!" Y en el tiempo de Jeremías, los líderes religiosos, como hemos visto, estaban decididos a matarlo.

Durante aquellos días de agitación en el reino de Judá, Dios le estaba diciendo al pueblo que estaba equivocado. Todos estaban equivocados: los príncipes, los sacerdotes y los profetas falsos. Incluso Jeremías no estaba seguro de sí mismo; solo estaba seguro de que estaba transmitiendo la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios es la autoridad única y final. Mucha gente hoy recurre a los signos del zodíaco y al horóscopo, y ya hemos hablado de la insensatez de esas prácticas. Pero a veces nos hemos encontrado que algunos cristianos, y nos referimos a personas implicadas en el ministerio o líderes, que creen ser una autoridad final. Por ello apreciamos de forma especial a este libro de Jeremías. Nos ayuda, porque confesamos que cuanto más estudiamos la Palabra de Dios, más conscientes somos de nuestra propia ignorancia de ella. Nos inquieta que tantas personas piensen que lo saben todo y que son la autoridad final.

Se ha dicho que Sócrates declaró que él era el hombre más sabio de Atenas. Cuando le preguntaban en qué se basaba para hacer semejante afirmación respondió que era el más sabio porque era consciente que su sabiduría resultaba inútil, no tenía valor alguno.

Un proverbio persa dice así: 1) "El que no sabe, y no sabe que no sabe, es un insensato: aléjate de él. Y después sigue:2) El que no sabe y sabe que no sabe, es humilde; enséñale". Ahora, 3) "El que sabe y no sabe que sabe, está dormido; despiértalo! 4), "El que sabe y sabe que sabe, es sabio; síguele".

Yo aceptaría las 3 primeras frases, pero no la última, porque no podemos decir que realmente sabemos. Esta fue también la posición de Jeremías; todo lo que él sabía era la Palabra de Dios. Aunque los profetas falsos insistían en que nada iba a ocurrir, Jeremías creía en Dios y sabía que algo iba a suceder. Y llegamos ahora al

Jeremías 27

En este capítulo el mensaje era para ser proclamado nuevamente a todas las naciones, que debían someterse al rey de Babilonia. Esta vez, el mensaje del profeta fue ilustrado. Leamos los versículos 2 y 3 de este capítulo 27:

"El Señor me ha dicho: «Hazte coyundas y yugos, y ponlos sobre tu cuello; los enviarás al rey de Edom, al rey de Moab, al rey de los hijos de Amón, al rey de Tiro y al rey de Sidón, por medio de los mensajeros que vienen a Jerusalén para ver a Sedequías, rey de Judá."

Dios recordó a estas naciones que El era el Creador, y que El le daba el poder a quien El eligiera. Y el mensaje continuaba en el versículo 6:

"Y ahora yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan."

Aunque Dios les dijo claramente a estas naciones que se rindieran al rey de Babilonia, ellas no le obedecieron. Si hubieran hecho como El dijo, se habrían salvada literalmente miles de vidas humanas. Y dice el versículo 8 de este capítulo 27 de Jeremías:

"A la nación y al reino que no sirva a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que no ponga su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada, con hambre y con peste, dice el Señor, hasta que acabe con ella por medio de su mano."

Y ahora pasemos al

Jeremías 28

Y a un nuevo párrafo que nos hablará sobre

Ananías, el profeta falso

El capítulo 28 continúa con la profecía de los yugos. Uno de los falsos profetas, llamado Ananías, refutó la profecía de Jeremías y afirmó que él comunicaba la verdadera Palabra de Dios. Leamos los versículos 2 al 4 de este capítulo 28:

"Así habló el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, diciendo: Quebranté el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa del Señor, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tomó de este lugar para llevarlos a Babilonia, y yo haré volver a este lugar a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los transportados de Judá que entraron en Babilonia, dice el Señor; porque yo quebrantaré el yugo del rey de Babilonia"

Bien, Jeremías dejó en claro que Ananás no era un profeta de Dios y que el estaba comunicando al pueblo una mentira. Hananías incluso tomó el yugo de madera del cuello de Jeremías y lo rompió diciendo (como vemos en el versículo 11) Así ha dicho el Señor: De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años.

Como juicio sobre él, Dios le dijo que moriría en ese año. Y veamos lo que sucedió. Leamos los versículos 15 al 17 de este capítulo 28:

"Entonces dijo el profeta Jeremías al profeta Hananías: ¡Escucha ahora, Hananías! El Señor no te envió, y tú has hecho confiar en mentira a este pueblo. Por tanto, así ha dicho el Señor: Yo te quito de sobre la faz de la tierra; en este año morirás, porque has hablado rebelión contra el Señor. En el mismo año murió Hananías, en el mes séptimo."

Y así sucedió. Él murió, tal como Dios había anunciado.

Uno pensaría que este incidente habría bastado para poner a la gente en estado de alerta y los del pueblo se habrían dado cuenta de que Jeremías era el que estaba anunciando las cosas tal como eran, y que Jeremías era el que estaba comunicando la Palabra de Dios. Sin embargo, no se convencieron, sino que continuaron con su rebelión contra la Palabra de Dios.

El pueblo de Judá escuchó a las voces equivocadas, y nuestra generación ha hecho lo mismo en la historia relativamente reciente. Nos faltan líderes que conozcan a Dios y perciban sus planes para este mundo. En consecuencia, la corrupción se extiende por diferentes sectores de la sociedad. La escena actual nos muestra a grandes naciones en decadencia, sostenidas solo y precariamente por estructuras económicas que las ligan a otras naciones que, por su parte y por encontrarse en la misma situación de inestabilidad, dependen en gran medida de las tendencias del mercado internacional. Es lo mismo que le sucedió al reino israelita de Judá, que no fue consciente de su decadencia, de la proximidad de su ruina, y rehusó prestar atención a la Palabra de Dios. Estimado oyente, estas trágicas paradojas de la historia han quedado como una advertencia para nosotros y para nuestra generación. El principio establecido en Gálatas 6:7, se ha venido cumpliendo a lo largo de la historia: 7No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará.

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