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Estudio bíblico de Jeremías 29:1-30:24

Jeremías 29 y 30

Recordemos que para tener una visión panorámica del libro de Jeremías habíamos presentado en la introducción un sencillo esquema de los principales títulos o temas que, por otra parte, coinciden con las etapas de la vida del profeta.

1. Llamado del profeta durante el reino de Josías. Capítulo 1.

2. Profecías para Judá y Jerusalén anteriores al reinado de Sedequías: capítulos 2 al 20.

3. Profecías durante el reino de Sedequías. Capítulos 21 al 29.

4. Profecías en cuanto al futuro de las 12 tribus y sobre el inminente cautiverio de Judá. Capítulos 30 al 39.

En futuros programas consideraremos la quinta parte (capítulos 40 al 42) la sexta parte (capítulos 43 al 51) y la séptima y última (capítulo 52).

Hoy entonces vemos que al considerar el capítulo 29 finaliza la tercera parte, que incluye las profecías pronunciadas durante el reino de Sedequías. (Recordemos que por indicación de Dios Jeremías tomó un yugo de madera, se puso uno sobre su propio cuello, y envió uno a cada uno de los reyes que se encontraban en el área que le rodeaba y les dijo que serían dominados por el rey Nabucodonosor y por lo tanto no debían resistirle, sino servirle, para seguir viviendo, El mensaje iba en primer lugar dirigido a Sedequías, rey de Judá. Pero el profeta falso Hananías, quitó el yugo del cuello de Jeremías, lo quebró y dijo que de esa manera el Señor rompería, dentro de dos años, el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, Bien, ya en el tiempo de Sedequías, esta gente estaba pagando tributo al rey de Babilonia, y él ya se había llevado una delegación de Judá cautiva a ese país. Pero la ciudad no había sido destruida y tampoco había sido destruido el templo. La gente pensaba que tanto la ciudad y el templo eran inviolables, y que Dios no llegaría a permitir que el templo fuera destruido. Para ellos no era otra cosa que un símbolo exterior.

Jeremías había explicado con toda claridad que esos yugos iban a ser quitados; que eran algo temporal. Al mismo tiempo, Sedequías estaba tramando rebelarse y estaba tratando de conseguir que otras naciones se unieran a él contra Nabucodonosor. Entonces Jeremías les anunció que los profetas falsos los habían incitado a romper los yugos de madera, pero entonces sufrirían bajo yugos nuevos hechos de hierro bajo la dominación de Babilonia. Él iba a destruir sus ciudades y los llevaría cautivos. )

Él falso profeta murió, tal como Dios había anunciado. Uno pensaría que este incidente habría bastado para poner a la gente en estado de alerta y los del pueblo se habrían dado cuenta de que Jeremías era el que estaba anunciando las cosas tal como eran, y que Jeremías era el que estaba comunicando la Palabra de Dios. Sin embargo, no se convencieron, no fueron conscientes de la proximidad de su ruina y continuaron con su rebelión contra la Palabra de Dios.

El tema del capítulo 29 contiene un mensaje de esperanza para el primer grupo de cautivos. Leamos el versículo 1 de este capítulo, que comienza a presentarnos

La primera carta de Jeremías dando ánimo

"Estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén a los ancianos que habían quedado de los que fueron deportados, a los sacerdotes y profetas, y a todo el pueblo que Nabucodonosor llevó cautivo de Jerusalén a Babilonia"

Este capítulo registró la primera carta de Jeremías al pueblo que había sido conducido cautivo cuando Joaquín era rey de Judá (como vemos en 2 Reyes 24:10-16). El cautiverio total del reino de Judá se llevaría a cabo 11 años más tarde (2 Reyes 25:1-7).

Estas fueron las instrucciones de Dios para ellos. Leamos los versículos 4 al 6:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice transportar de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed del fruto de ellos. Casaos y engendrad hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos y dad maridos a vuestras hijas, para que tengan hijos e hijas. Multiplicaos allá, y no disminuyáis."

O sea, que les estaba diciendo que se establecieran en Babilonia. Que no pensaran que iban a ser liberados en cualquier momento. Les aconsejó que continuaran haciendo planes para el futuro, que se casaran y formaran familias, porque iban a vivir allí mucho tiempo. Y continuó diciéndoles en el versículo 7:

"Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella al Señor, porque en su paz tendréis vosotros paz."

Este consejo de procurar la paz de la ciudad en la que estaban viviendo era importante. Debían orar por ella. No deberían rebelarse ni instigar revueltas. Debían establecerse y ser ciudadanos cumplidores de la ley. Dice el versículo 10:

"Porque así dijo el Señor: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar."

Dios les dijo exactamente el número de años que estarían cautivos y después les aseguró no les olvidaría, sino que los restauraría a su tierra natal.

Ahora llegamos a otro párrafo titulado

Las mentiras de los profetas falsos

Había en Babilonia profetas falsos que se negaron a aceptar la carta de Jeremías como un mensaje de Dios. Ellos escribieron cartas a Jerusalén alegando que Dios había nombrado a un nuevo sacerdote y que Jeremías debía ser silenciado. Pero los versículos 30 al 32 de Jeremías 29 dicen:

"Y vino palabra del Señor a Jeremías, diciendo: Envía a decir a todos los cautivos: Así ha dicho el Señor acerca de Semaías, de Nehelam: Por cuanto os profetizó Semaías, sin que yo lo hubiera enviado, y os hizo confiar en mentira, por eso, así ha dicho el Señor: Yo castigaré a Semaías, de Nehelam, y a su descendencia; no tendrá varón que habite en medio de este pueblo, ni verá el bien que haré yo a mi pueblo, dice el Señor; porque contra el Señor ha hablado rebelión."

Por supuesto, Dios pronunció un juicio contra los aquellos falsos profetas.

Dios habló admirablemente en la historia. El había dicho a Judá que lo que les estaba sucediendo, les estaba ocurriendo por causa de su pecado. El siempre juzga el pecado. Dios no ha cambiado. A mucha gente le agradaría pensar que el Dios del Nuevo Testamento es diferente al Dios del Antiguo Testamento. El es la misma persona. No ha cambiado en absoluto. No ha envejecido. No ha aprendido nada nuevo. Es el mismo Dios.

No solo ha hablado Dios en la historia, sino que también ha hablado en Su Palabra. Escuchemos lo que dijo Simón Pedro en su segunda carta, 1:20, 20Pero ante todo entended que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada. ( porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.) Dijo él, pero ante todo entended; este es el primer asunto, algo que tendríamos que aprender en el primer nivel educativo de la escuela. Este versículo ha sido entendido de dos maneras incorrectas. Una es que cuando usted está estudiando profecía, necesita considerar la totalidad de la profecía; usted no puede tomar una profecía en sí misma y estudiarla con exclusión de las otras. Esta es una afirmación correcta pero esto no es lo que este pasaje está enseñando. Además, hay algunos que dicen que usted no tiene derecho a interpretar profecía por su cuenta. Bueno, esto último remueve la voluntad libre que Dios me ha dado. Esto no es lo que Pedro estaba diciendo. El no estaba hablando en absoluto del resultado final de la revelación de Dios; de lo que estaba hablando era del origen de la misma. Ningún escrito de la Escritura Sagrada era de interpretación privada en su origen. Los profetas que hablaron y escribieron en los tiempos antiguos no le estaban dando a sus contemporáneos ni a nosotros el resultado de sus propias observaciones. Estaban hablando de lo que Dios les había dicho que hablaran.

Cuando usted y yo nos acercamos a la Palabra de Dios, tenemos que llegar al punto en que nos encontremos al nivel del polvo. No quiero decir que simplemente no seamos nada, que somos pecadores; sino que debemos estar dispuestos de echar por tierra nuestras opiniones, nuestra propia voluntad, y nuestros propios puntos de vista. Es decir, dispuestos a desechar todo ello y a escuchar a lo que Dios tiene que decir. Este fue el problema de los sacerdotes, profetas y príncipes de los días de Jeremías.

Dios tiene todo el conocimiento, El tiene todos los hechos. Conoce todos los antecedentes. Es increíble que algunas personas se atrevan a juzgarle. Es casi increíble que este pequeño hombre se ponga de pie y diga: "Ahora, Señor, si tú estás allí arriba (y no estoy seguro de que lo estés; pues, yo soy muy difícil de convencer, porque tengo un gran intelecto y mi intelecto me dice que tú quizá no estés allí arriba), pero si estás allá arriba, solo quiero decirte que estás equivocado". Estimado oyente, ¡qué arrogancia! Si una pequeña y vieja hormiga se arrastrara en mi casa llegando frente a mi sillón y me dijera: "Mira, no me gusta la forma en que has construida tu casa; no me agrada la manera en que has plantado flores y plantas por aquí, y no me agrada lo que comes",¿sabe usted lo que yo le haría a esa hormiga? La apartaría para siempre de mi vista y puede que la aplastara. Pero Dios es compasivo con el ser humano. El no nos aplasta, sino que nos ha dado una segunda oportunidad. Y llegamos así al

Jeremías 30

El tema de este capítulo es la gran tribulación. Los capítulos 30 al 39 forman la cuarta división principal del libro de Jeremías, y contienen muchas profecías sobre el futuro de las 12 tribus de Israel y el cercano cautiverio de Judá. Las profecías de esta sección no se encuentran dispuestas en orden cronológico.

El mensaje en estos capítulos llegó a Jeremías en el reino de Judá en los días más oscuros de su historia. Sin embargo, nunca hubo tanta oscuridad como para que no resonara un mensaje de aliento.

Esta era la situación; el ejército de Nabucodonosor se encontraba fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén, con la intención de conquistarla. Esta vez el rey Nabucodonosor destruiría la ciudad y quemaría el templo. El profeta Jeremías había sido arrestado y encerrado en el atrio. Literalmente hablando, se encontraba en la cárcel. Habían pasado 7 años desde que había tenido su conflicto con los profetas falsos. Los acontecimientos se habían precipitado más bien sigilosamente, pero cada día que pasaba revelaba la exactitud del mensaje de Jeremías. El profeta falso Hananías había dicho que el poder de Babilonia se quebraría transcurridos dos años. Pero habían pasado 7 años y Nabucodonosor se encontraba fuera de las murallas de la ciudad. Su poder no iba a ser detenido quebrantado; en cambio, él estaba a punto de destruir Jerusalén. Los instrumentos y vasos de la casa del Señor no iban a ser restaurados al templo. El rey Joaquín, también llamado Jeconías, no sería devuelto a la ciudad. Las cosas habían ido de mal en peor; era, como vulgarmente se dice, que saldrían de la sartén para caer en el fuego. La vida de la nación había concluido. Con Jerusalén ya a la sombra de Babilonia, el profeta de Dios fue mantenido cautivo por aquel espíritu rebelde de la nación pecadora, que se negó a escuchar la Palabra del Señor.

Ahora ¿puede una hora ser más tenebrosa que esta? ¿Pueden calcularse una circunstancia más para llenar el corazón de desesperación? Sin embargo fue el tiempo en que el acento profético del mensaje de Jeremías recorrió todo el camino desde el nivel más bajo de un sótano hasta la parte más alta del edificio. Hablando en términos musicales, el profeta ya no iba a cantar como un bajo; sino que iba a cantar como un tenor alto. Su mensaje alcanzaría las alturas. Había recorrido todo el trayecto desde la oscuridad a la luz. Se acercaba la noche, pero también se aproximaba la mañana. Leamos entonces los versículos 1 y 2 de este capítulo 30 de Jeremías:

"Palabra de el Señor que vino a Jeremías, diciendo: Así habló el Señor, Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que te he hablado."

En ese momento el estaba escribiendo su profecía. Después de todo, estaba encarcelado; no podría disponer de ningún púlpito para predicar. El Señor continuó hablándole en los versículos 3 al 5:

"Porque vienen días, dice el Señor, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo de Israel y de Judá, ha dicho el Señor, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán. Estas, pues, son las palabras que habló el Señor acerca de Israel y de Judá. Así ha dicho el Señor: ¡Hemos oído gritos de terror y espanto! ¡No hay paz!"

El pueblo había escuchado de Jeremías el mensaje de que no habría paz. El profeta falso había dicho "paz, paz". Pero no había paz. Y continuemos escuchando el mensaje en los versículos 6 y 7:

"¡Inquirid ahora, considerad si un varón da a luz!, porque he visto que todos los hombres tenían las manos sobre sus caderas como la mujer que está de parto, y que se han puesto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él. Es un tiempo de angustia para Jacob, pero de ella será librado."

El profeta Jeremías vio el gran Día del Señor que se acercaba, del cual también hablaron los otros profetas, incluyendo a Isaías. Ellos dijeron que sería un día de oscuridad y no de luz, que las personas pasarían por la noche del período de la Gran Tribulación, antes de que vieran el resplandor del día. En realidad, Dios estaba diciendo "Aun no habéis visto nada. El período de la Gran Tribulación será mucho peor que lo que estáis sufriendo ahora".

Leamos ahora los versículos 8 y 9, que comienzan a hablarnos sobre

El reino venidero

"Aquel día, dice el Señor de los ejércitos, yo quebraré el yugo de su cuello y romperé sus coyundas, y extranjeros no volverán a ponerlo en servidumbre, sino que servirán al Señor, su Dios, y a David, su rey, a quien yo les levantaré."

De aquel tiempo terrible de prueba, el pueblo de Israel regresaría a la tierra. El rey David sería resucitado de los muertos y reinaría sobre ellos, cuando entraran en la época del reino. Y dice el mensaje divino en el versículo 18:

"Así ha dicho el Señor: He aquí yo hago volver a los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas tendré misericordia; la ciudad será edificada sobre su colina, y el palacio será asentado en su lugar."

Esta fue una promesa firme del Señor. Pero, ¿cuándo ocurrirían estos hechos? Leamos, finalmente por hoy, el versículo 24 de este capítulo 30 de Jeremías: Ahora, ¿cuándo tendrá lugar esto? En el versículo 24, de este capítulo 30 de Jeremías:

"No se calmará el ardor de la ira del Señor hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón. ¡Al final de los días entenderéis esto!"

Aquí dice al final de los días. Esta fue una profecía que será cumplida en el futuro. Se refiere a la época del reino que, por supuesto, es futura con respecto a nuestro tiempo.

Y bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Dios mediante, continuaremos en nuestro próximo programa, cuando entremos a considerar el capítulo 31 de Jeremías. Ya hemos entrado en una sección de este libro donde podemos apreciar, en medio de tanta oscuridad, de tantos anuncios y actos de juicio, algo de luz, algo que nos puede dar ánimo. Así es que, le invitamos a que nos acompañe, mientras continuamos nuestro viaje por este libro que por una parte, nos muestra a donde conducen la rebelión y obstinación humanas, es decir, sus trágicas consecuencias, así como también nos transmite la esperanza, porque después de juzgar, Dios restaurará a aquellos que se vuelvan a El.

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