Estudio bíblico de Ezequiel 7:1-8:4
Ezequiel 7:1-8:4
En el día de hoy, amigo oyente, llegamos al séptimo capítulo de la profecía de Ezequiel. Este capítulo contiene el segundo de los 2 mensajes de juicio contra toda la tierra de Israel. En los capítulos 4 y 5, los mensajes de Ezequiel se habían referido a Jerusalén, pero en este momento del relato, los mensajes se dirigieron a la totalidad de la tierra. Jerusalén aun no había sido destruida, y aunque la mayoría de sus habitantes habían sido trasladados fuera de la tierra, mucha gente aún permanecía allí. Sin embargo, los eventos que ya habían ocurrido, no los impulsaron a volverse a Dios. Leamos entonces el versículo 1, que comienza el párrafo que nos presenta
La profecía de la destrucción final de Jerusalén
"Vino a mí palabra del Señor, diciendo"
Ezequiel estaba comunicando al pueblo de Israel lo que Dios tenía que decir. El primer mensaje, pronunciado en el capítulo 6, se inició con las mismas palabras. Y continuó diciendo Dios en el versículo 2:
"Tú, hijo de hombre, anuncia que así ha dicho el Señor Dios a la tierra de Israel: El fin, el fin viene sobre los cuatro extremos de la tierra."
El juicio iba a venir sobre aquella tierra y, por supuesto, incluiría al pueblo de la tierra. La tierra de Israel y la nación de Israel siempre fueron consideradas conjuntamente en la Palabra de Dios.
En este mensaje se añadió un nuevo elemento a la profecía de Ezequiel. Esta era en ese momento la profecía de la destrucción final de la tierra y de Jerusalén. Entonces tendría lugar la deportación final y la ciudad sería destruida. Leamos ahora el versículo 3 de este séptimo capítulo de Ezequiel:
"Ahora será el fin sobre ti, pues enviaré sobre ti mi furor y te juzgaré según tus caminos, y pondré sobre ti todas tus abominaciones."
Para tener una visión de conjunto, leamos ahora los versículos 1 al 3 en otra versión de la Biblia: El Señor me habló diciendo: "Hijo de hombre, así dice el Señor omnipotente al pueblo de Israel: ¡Te llegó la hora! Ha llegado el fin para todo el país. ¡Te ha llegado el fin! Descargaré mi ira sobre ti; te juzgaré según tu conducta y te pediré cuentas de todas tus acciones detestables."
Notemos que Dios dice aquí: y te juzgaré según tus caminos. Así que el juicio o castigo se correspondería con el pecado cometido.
Necesitamos preguntarnos a nosotros mismos: ¿cuán grave es el haber profesado ser un testigo de Dios y llegar a ser un cristiano falso? o ¿cuán grave es ser miembro de una Iglesia y no ser salvo? Esto es hablar directamente a la situación real de ciertas personas, o poner el dedo en la llaga. Ya he dicho esto con anterioridad, que preferiría ser un indígena hotentote en un ignorado rincón del África, inclinándome ante un ídolo, que ser miembro de una Iglesia, sentado allí con una congregación, profesando ser un cristiano y, sin embargo, sin conocer al Señor Jesús como mi Salvador. No vamos a argumentar ahora sobre qué hará Dios con un indígena pagano, porque el Señor tiene Su plan para El. Además, estamos hablando sobre miembros nominales u oficiales de iglesias que no sean verdaderamente salvos. Esa es la cuestión de nuestro tiempo que se corresponde con lo que Ezequiel estaba diciendo. El profeta dijo que la responsabilidad de una persona en semejante condición era grande, porque había escuchado la Palabra de Dios, y le había dado la espalda. Cuando más escuche una persona, más aumentará su responsabilidad. Podemos estar seguros de ello. Ahora en los versículos 4 al 9 de este capítulo 7, leemos:
"Mi ojo no te perdonará ni tendré misericordia, antes pondré sobre ti tus caminos y en medio de ti estarán tus abominaciones; y sabréis que yo soy el Señor". Así ha dicho el Señor: ¡Un mal, he aquí que viene un mal! ¡Viene el fin, el fin viene; se ha despertado contra ti; ciertamente que viene! ¡La mañana viene para ti, morador de la tierra; el tiempo viene, cercano está el día: día de tumulto y no de alegría sobre los montes! Ahora pronto derramaré mi ira sobre ti y consumaré en ti mi furor; te juzgaré según tus caminos y pondré sobre ti tus abominaciones. Mi ojo no perdonará ni tendré misericordia. Según tus caminos pondré sobre ti, y en medio de ti estarán tus abominaciones; y sabréis que yo, el Señor, soy el que castiga."
Aquí tenemos un pasaje de las Escrituras realmente tremendo. Y nos atrevemos a decir que hay muy pocas personas que se atreverían a tratar con esta sección de la Palabra de Dios. Éste pasaje resultará desconocido para muchos miembros de iglesia. Ahora, alguien quizá diga: "Bueno, pertenece al Antiguo Testamento y ese hecho lo hace diferente". Bien, amigo oyente, este lenguaje utilizado aquí es más bien suave si uno lo compara con lo que se dice en Apocalipsis, y con las palabras del Señor Jesús en Mateo 25. Lo que Ezequiel estaba diciendo era moderado en comparación con otras declaraciones del Nuevo Testamento. El Dios del Nuevo Testamento es la misma Persona que el Dios del Antiguo Testamento, y El castigará el pecado en cualquier época.
En nuestro programa anterior hablamos de un joven rabino judío que quería dejar completamente de lado a Dios porque él no podía reconciliar lo que le sucedió a 6 millones de judíos en la segunda guerra mundial. Todo lo que queremos decir es que este pasaje debería constituir hoy una advertencia para la iglesia de Dios. ¿Juzgará Dios? Si, lo hará. No nos extraña que Pablo dijera en 2 Corintios 5:11, Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres.
Hay muchas personas hoy que están, por decirlo de alguna manera, jugando a la Iglesia, sin tomarla muy en serio. Hablan de su "lealtad", de su "dedicación", pero no tienen un compromiso pleno con Jesucristo. En este momento en que estamos viviendo, esa actitud es una tragedia. Nuestro problema no es que no tengamos suficientes miembros de iglesia; el problema consiste en que tenemos demasiados que no son cristianos verdaderos. Un gran predicador declaró en una ocasión lo siguiente: "Un miembro de Iglesia frío espiritualmente perjudica más la causa de Cristo que 20 ateos que blasfeman contra Dios". Por lo tanto, el mensaje de Ezequiel no fue popular en su tiempo, así como no lo es hoy. Leamos ahora los versículos 10 al 14, en los que Dios continuó diciendo:
"¡Ya viene el día, ciertamente viene! Ha llegado el momento; ha florecido la vara, ha reverdecido la soberbia. La violencia se ha levantado como vara de maldad; no quedará ninguno de ellos ni de su multitud, ni uno de los suyos, ni habrá entre ellos quien se lamente. El tiempo ha venido, se acercó el día. ¡No se alegre el que compra ni llore el que vende!, porque la ira está sobre toda la multitud; porque el que vende no volverá a lo vendido, aunque queden vivos; porque la visión sobre toda la multitud no se revocará, y a causa de su iniquidad ninguno podrá conservar la vida. Tocarán trompeta y prepararán todas las cosas; pero no habrá quien vaya a la batalla, porque mi ira está sobre toda la multitud."
Lo que caracterizó a este pueblo fue que ellos se quejaban o protestaban mucho. Se negaban a mantenerse firmes por aquello que era justo y correcto. Y entonces llegó el juicio y cuando llegó el enemigo, éste no tenía ninguna intención pacifista. Ya hemos mencionado que Chesterton dijo: "Esta es la época del pacifismo pero no es la época de la paz". Es cierto que hoy la gente está cansada de las guerras. Pero son una realidad porque mientras haya maldad en la tierra, Dios ha dicho que no hay paz para los malvados. (Isaías 57:21). El profeta Isaías repitió esta verdad 2 veces en su profecía. Escuchemos ahora lo que Dios dijo en el versículo 19 de este séptimo capítulo de Ezequiel:
"Arrojarán su plata a las calles y su oro será desechado; ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día del furor del Señor; no saciarán su alma ni llenarán sus entrañas, porque ha sido tropiezo para su maldad."
Esa declaración es interesante. Con demasiada frecuencia creemos que el dinero puede resolver los problemas de la vida. Y a nivel mundial, se han gastado sumas de dinero incalculables en la búsqueda de la paz. Resulta muy cómodo tener suficiente dinero, por supuesto, pero no resolverá los problemas espirituales de la vida. Esto fue lo que Dios estaba diciendo aquí al pueblo de Israel, que creyó que su riqueza acumulada los protegería. Y no fue así. Continuemos escuchando la voz profética en los versículos 20 al 22,
"Por cuanto convirtieron la gloria de su ornamento en soberbia e hicieron con ello las imágenes de sus abominables ídolos, por eso se lo convertí en algo repugnante. En manos de extraños la entregué para ser saqueada: será presa de los impíos de la tierra, y la profanarán. Apartaré de ellos mi rostro y será violado mi lugar secreto, pues entrarán en él invasores y lo profanarán."
Esta fue una terrible descripción del juicio de Dios, pero si usted quiere leer algo aun más impresionante y que aun se encuentra reservado como profecía para el futuro del mundo, puede leer Apocalipsis 18 y 19, que describen la destrucción comercial de Babilonia. Se nos habla de un día en el cual los hombres confiarán en las grandes operaciones comerciales y en el mercado de valores, haciendo depender su éxito de estos factores. Y los que gobiernen asegurarán que todos los aspectos de la vida mejorarán. En tiempos de Ezequiel, no fue todo precisamente bien, y toda la seguridad comercial y oficial no pudo librarles de la catástrofe. Y seguimos con la profecía leyendo los versículos 23 y 24.
"Haz una cadena, porque el país está lleno de delitos de sangre y la ciudad está llena de violencia. Traeré, por tanto, a los más perversos de las naciones, los cuales poseerán las casas de ellos. Así haré cesar la soberbia de los poderosos, y sus santuarios serán profanados."
¿No hemos oído antes estas palabras porque el país está lleno de delitos de sangre y la ciudad está llena de violencia? ¡Que imagen exacta de nuestra propia época!
Dice aquí, Traeré, por tanto, a los más perversos de las naciones, los cuales poseerán las casas de ellos. Hay personas que creen que Dios no permitirá que una nación no considerada cristiana destruya a otra que sea oficialmente cristiana. Pero, ¿de dónde surgió esa idea? Dios permitió que Babilonia, una nación pagana, destruyera a Su propio pueblo. En muchas calles de ciudades de la tierra no es seguro caminar a ciertas horas, y en otras, a ninguna hora, a causa de la violencia y el crimen. Hasta que los ciudadanos de una nación no obedezcan sus propias leyes, Dios no puede bendecirla.
Así que a la gente hoy no le agrada leer el mensaje de Ezequiel; más bien prefieren leer el capítulo 14 del evangelio según San Juan. Y no queremos que se nos interprete mal, porque nos gusta mucho el citado capítulo de San Juan. Pero tenemos que recordar que Ezequiel 7 también se encuentra en la Biblia. No sabemos de dónde surgió la idea de que un capítulo sea más importante que otro para leer. Al menos deberíamos concederle a Ezequiel el mismo tiempo, la misma atención, y permitirle al profeta presentar su caso. Llegamos ahora al
Ezequiel 8
Ahora llegamos a la segunda división o sección de la profecía de Ezequiel, que se extiende desde este capítulo 8 hasta el 24. En esta sección del libro, el cautiverio total de Jerusalén e Israel se convertiría en una realidad, y la gloria del Señor abandonaría el templo de Jerusalén. Hemos titulado al primer párrafo
La visión de la gloria
En este capítulo 8 Ezequiel contempló otra visión de la gloria del Señor. La visión transportó al profeta a Jerusalén, y la gloria de Dios apareció en el templo de Jerusalén. Siempre surge la siguiente pregunta: ¿fue Ezequiel realmente transportado a Jerusalén? Expondré nuestro punto de vista, pero éste es un asunto en el cual nadie puede ser dogmático, y un asunto en el cual pocos están de acuerdo. Una respuesta a la pregunta es que Ezequiel simplemente contempló una visión allí donde se encontraba, junto al río Quebar. Y según otra respuesta a dicha pregunta, Ezequiel fue literalmente a Jerusalén, caminó por aquella ciudad y vio todo lo que aquí registró. (Nosotros no aceptamos ninguna de estas interpretaciones.)
Creemos que la experiencia de Ezequiel fue muy similar a las experiencias que tuvieron los apóstoles Pablo y Juan. Pablo dijo que había sido arrebatado al tercer cielo (2 Corintios 12:1-3). Pensamos que esto ocurrió en el momento en que él fue apedreado en Listra, en el país de Galacia, y fue dejado por muerto. Creemos que realmente estuvo muerto y que Dios lo resucitó de los muertos, y que en esa ocasión él fue arrebatado al tercer cielo. Y en el caso de Juan, como está registrado en Apocalipsis 4, este apóstol también fue llevado al cielo. En este último caso, Juan fue una figura del arrebatamiento de la iglesia, en el cual todos los verdaderos creyentes serán recogidos para estar con el Señor. Los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis mencionan frecuentemente a "la iglesia". Pero después de la experiencia de Juan en el capítulo 4, la iglesia ya no fue mencionada. Ella será entonces la "esposa" de Cristo, la iglesia que ya no se encontrará en la tierra, sino que estará con su Señor. Por lo tanto, vemos a Juan siendo transportado al cielo como una figura del arrebatamiento de la iglesia.
En cuanto a Ezequiel, creemos que el fue realmente arrebatado como lo fueron Pablo y Juan, pero no creemos que la gente de Jerusalén y sus alrededores fueran conscientes de que él se encontraba allí. No estamos tratando con acontecimientos naturales, y no podemos ofrecer una explicación natural. Dios lo arrebató, y lo que sucedió fue un evento sobrenatural. Pero, reiteramos, no se pude ser dogmático en cuanto a esta interpretación.
Leamos ahora el versículo 1 de este octavo capítulo de Ezequiel:
"En el sexto año, en el mes sexto, a los cinco días del mes, aconteció que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la mano del Señor Dios."
Ezequiel estaba sentado entre los ancianos del pueblo. Nos imaginamos que aquel habrá sido un grupo verdaderamente afligido. Y dice el versículo 2:
"Miré, y vi una figura con aspecto de hombre; desde sus caderas para abajo, fuego, y desde sus caderas para arriba parecía resplandor; el aspecto era como de bronce refulgente."
Esto fue muy similar a una parte de la visión de Ezequiel registrada en el capítulo 1. Esta impresionante visión de la gloria de Dios, fue la base de cada visión del libro de Ezequiel y creemos que es la base del libro de Apocalipsis. Continuemos leyendo los versículos 3 y 4:
"Aquella figura extendió la mano y me tomó por un mechón de mi cabello; y el espíritu me alzó entre el cielo y la tierra y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta de adentro que mira hacia el norte, donde estaba la habitación de la imagen del celo, la que provoca a celos. Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el campo."
Dice aquí aquella figura extendió la mano. Dios es Espíritu y no tiene manos como tenemos nosotros. Pero cuando la Biblia me habla de que "la obra de sus manos" se encuentra en los cielos, entonces podemos entender mejor su forma de actuar, porque no podríamos comprender como Dios podría haber creado el mundo sin unas manos. La Biblia utiliza nuestros propios términos limitados para ayudarnos a entender lo que es infinito.
Dice aquí, Y me tomó por un mechón de mi cabello. Recordemos que Ezequiel se había afeitado su cara y su cabeza, pero ello había tenido lugar aproximadamente un año antes de este incidente, y su cabello había tenido tiempo para crecer. Dios lo tomó por el cabello de su cabeza.
Y a continuación dijo y el espíritu me alzó entre el cielo y la tierra y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén. Ezequiel fue realmente arrebatado y removido por el Espíritu de Dios a Jerusalén. Si el cuerpo fue o no con él es una cuestión sobre la cual no argumentaremos ahora, aunque nosotros preferimos pensar que sí fue. La retirada de Ezequiel a Jerusalén no fue algo nuevo en la Biblia. Elías fue arrebatado (2 Reyes 2) y en el Nuevo Testamento leímos acerca de Felipe. Dice Los Hechos 8:39, 39Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más; y siguió gozoso su camino. Felipe fue removido físicamente, y eso fue exactamente lo que le sucedió a Elías, y posiblemente a este hombre Ezequiel.
Además dijo a Jerusalén, a la entrada de la puerta de adentro que mira hacia el norte, donde estaba la habitación de la imagen del celo, la que provoca a celos. Creemos que la "imagen del celo" puede ser una referencia al ídolo que el rey Manasés colocó en el templo (2 Reyes 21, 2 Crónicas 33), que fue una abominación y una blasfemia. Quizás aquel antiguo ídolo había sido desplazado a un rincón y olvidado por algún tiempo, pero en los días de Ezequiel fue sacado de allí, y el pueblo, que debería haberse vuelto a Dios en arrepentimiento estaba otra vez adorando a ese ídolo.
En los capítulos 8 al 10 de Ezequiel vamos a ver la retirada gradual de la gloria del Señor del templo y de Israel. Creemos que la gloria realmente partió en el pasado, durante el reinado de Manasés y que a Ezequiel se le mostró una visión de aquel evento. Sabemos que la mayoría de los expositores de la Biblia cree que la gloria se retiró en la época del cautiverio, pero no creemos que esa sea una apreciación exacta. Si la gloria no partió durante el extremadamente malvado reinado de Manasés, no podemos ver ningún otro período en la historia de Israel en el que la gloria, la presencia de Dios, se hubiera retirado.
En este capítulo no tenemos la visión completa de la partida de la gloria. Aquí en este pasaje vemos la gloria, y después, como el pueblo no se volvió a Dios, la gloria se elevó desde el templo y se colocó sobre la ciudad, hacia el este, y esperó allí. Y no será hasta el capítulo 10 en que veremos la partida final de la gloria.
Así que no creemos que haya evidencia después del reino de Manasés de que la gloria del Señor estuviera en el templo. Esta visión fue entonces presentada a Ezequiel para mostrar que Dios era misericordioso. El detestaba partir pero estaba dispuesto a salvar al pueblo de Israel si se volvían a Él. Dios es misericordioso y compasivo, y Dios es amor. Pero El es también justo y un Dios justo, que no puede permitir el mal en Su universo, no puede permitir aquello que es contrario a Sí mismo
Hoy, Dios no puede salvarnos por nuestra justicia o por nuestra perfección, pues no tenemos ninguna para presentarle. El no puede aceptar nada inferior a la justicia. Por lo tanto, El tenía que proveer una redención para el hombre, y nosotros tenemos que acudir a Dios por Su camino, por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Si no lo hacemos así, tenemos una vieja naturaleza que está en rebelión contra Dios, y Dios no va a permitir la maldad en Su universo. Porque entonces, Él no sería justo, como no lo sería un policía que le diera refugio a un criminal en su propio hogar.
Bien, tenemos que dejar nuestro estudio aquí, y vamos a continuar Dios mediante, en este mismo punto en nuestro próximo encuentro, en el que esperamos contar con su compañía. Mientras tanto, le sugerimos leer el resto de este capítulo 8 de Ezequiel para estar mejor informado de lo que trataremos en nuestro próximo programa.
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