Estudio bíblico: El epílogo personal - Romanos 15:14-16:27
El epílogo personal (Romanos 15:14-16:27)
En (Ro 15:14) Pablo resume la nota personal que había abandonado al finalizar la introducción de su carta a la iglesia en Roma (Ro 1:15). De nuevo se destacan expresiones dirigidas directamente a los romanos y otra vez Pablo habla de sí mismo y de sus planes. Es natural que hubiesen circulado tempranamente ediciones de la Epístola que terminan en (Ro 15:13) o en (Ro 15:33), amén de otras variaciones, puesto que lo interesante para las iglesias en general sería el contenido doctrinal y práctico de la Epístola, mientras que los muchos saludos personales del capítulo 16 carecerían de interés general. Veremos en su lugar que nos ofrecen mucho material de importancia para el estudio de "la vida de familia" de la Iglesia en la época apostólica, pero el estudiante del siglo XXI encuentra un interés arqueológico en las cuestiones que surgen de los saludos que no sentirían los lectores de los primeros siglos de nuestra era.
Los movimientos principales del Epílogo son los siguientes: a) Pablo se excusa cortésmente del tono de autoridad que ha empleado frente a una iglesia que desconocía personalmente, fundándola en su "gracia" especial como apóstol a los gentiles (Ro 15:14-17). b) Hace un resumen de lo que Cristo había hecho por medio de él, pensando especialmente en los trabajos de las tres grandes expediciones misioneras (Ro 15:18-21). c) Vuelve a hablar de sus deseos de ver a los romanos, trazando el plan de su servicio para el futuro inmediato, según lo comprendía a la fecha de la redacción de la carta: la visita a Jerusalén llevando consigo las contribuciones de las iglesias gentiles para los santos pobres de Jerusalén; el viaje a España con una escala más o menos prolongada en Roma para el refrigerio mutuo y el adelanto de su misión como apóstol a los gentiles. En el comentario veremos hasta dónde Dios permitió la realización de este plan, considerando las modificaciones futuras del mismo por la providencia divina (Ro 15:22-33). d) Una larga serie de saludos personales que muestran hasta qué punto amigos y colaboradores de Pablo se habían sentido atraídos hacia la metrópoli durante los años que precedieron a la redacción de la carta (Ro 16:1-16). e) Se intercala un aviso contra personas que causan divisiones y de nuevo la sección termina con una bendición (Ro 16:17-20). f) Pablo transmite los saludos de colaboradores que se hallaban en su compañía (Ro 16:21-23). g) La bendición final y una doxología (Ro 16:25-27).
No sobra nada en este Epílogo, pues de todas sus partes surgen ilustraciones de la obra misionera de Pablo y el ejemplo de tantas vidas —por otra parte desconocidas— que se dedicaban al Señor en la época de la carta. Nos hacen pensar en el gran ejército de los siervos anónimos que adelantaban el Reino por diversos medios bajo la guía general de los apóstoles, y en la fructífera función de los muchos miembros del Cuerpo que, sin ser "ojos" o "manos", mantenían la salud y el vigor del organismo espiritual.
Pablo y los romanos (Ro 15:14-17)
La cortesía del apóstol (Ro 15:14-15). El versículo 14 manifiesta la misma combinación de autoridad, gracia y cortesía que notamos al comentar (Ro 1:8-13). Por una parte, Pablo no había fundado la iglesia en Roma, dándose cuenta de que convenía mucho tacto al edificar sobre fundamentos ajenos, cosa que solía evitar según (Ro 15:20-21). Por otra parte, el Señor resucitado le había comisionado para entregar la verdad del Evangelio a los gentiles, de modo que la metrópoli del Imperio no podía ser ajena a su cometido.
Pablo reconoce generosamente la capacidad de los hermanos romanos para llevar a cabo una labor de edificación mutua, viéndoles como aptos para amonestarse mutuamente, puesto que hay en ellos abundantes manifestaciones de bondad y de conocimiento. Quizá captamos aquí un eco de las recientes y enérgicas recomendaciones sobre los hermanos "fuertes" y "débiles", asunto que requería sobre todo bondad y ciencia espiritual. "Os he amonestado con cierta libertad —dice Pablo, en efecto—, pero estoy seguro de que hay dones y discernimiento entre vosotros para trabajos parecidos y para la continuación de la obra de reconciliación que he iniciado". El versículo 15 puede traducirse de esta manera: "Os he escrito para refrescar vuestra memoria y quizá me he expresado a veces con algún atrevimiento", que destaca tanto la nota apologética como la de autoridad.
La ofrenda de los gentiles (Ro 15:16). Como en tantos contextos análogos, "la gracia que me fue dada por Dios" significa el apostolado de los gentiles que Dios había conferido a Pablo y no a otro. En el versículo 16 el apóstol adelanta una descripción muy especial de su labor entre los gentiles y del fruto que de ella había resultado. La gracia se le había otorgado "para ser ministro (leitourgos) de Cristo Jesús a favor de los gentiles, oficiando cual sacerdote (hierourgeo) (al predicar) el Evangelio de Dios para que los gentiles le sean como ofrenda (prosphora) acepta, santificada por el Espíritu Santo". No hay nada aquí que justifique la designación del ministro del Evangelio como "sacerdote", distinto de todos los hijos de Dios que constituyen un sacerdocio espiritual. La "ofrenda" es el conjunto de los salvos que han sido sacados del paganismo por la predicación y ministerio de Pablo, y, siguiendo el simbolismo levítico, el apóstol comprende que tal ofrenda es "de olor suave", siendo acepta delante de Dios. La ofrenda se ha apartado para Dios como algo "santo" mediante las energías del Espíritu Santo, quien ha obrado en el corazón de cada creyente. Con todo, a Pablo le corresponde su parte —siempre "en Cristo Jesús"— pues por su proclamación del Evangelio la ofrenda fue preparada y presentada a Dios. Se considera, pues, como un alto ministro sacerdotal al cumplir las funciones de su apostolado. No interviene para nada entre el alma y Dios, limitándose a ministrar la Palabra que se ha hecho eficaz por la obra del Espíritu Santo y sólo echa mano del simbolismo levítico para expresar dramáticamente el resultado total de sus trabajos realizados entre los años 42 a 57. Véase una expresión análoga en (Fil 2:17).
Una jactancia santa (Ro 15:17). Este versículo vincula las observaciones personales dirigidas a los romanos con la descripción posterior del alcance de la obra de Pablo hasta aquella fecha como apóstol de los gentiles. La palabra "gloria" traduce "kauchésis", o "base para jactancia", pero es una jactancia santa que no exalta a Pablo como hombre sino al Señor Jesucristo, quien se dignó llamarle y capacitarle para tan magno servicio: "Tengo esta base para gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios concierne". Su servicio halló su lugar dentro de los planes de Dios para su Reino, de modo que el apóstol vivía y obraba "en Cristo Jesús". Los versículos siguientes nos dan una idea de la extensión de esta obra apostólica, realizada sobre todo durante las tres expediciones misioneras.
La obra apostólica de Pablo (Ro 15:18-21)
Su obra de adalid (Ro 15:18-20). No hemos de suponer que la labor de todos los apóstoles se limitara a abrir nuevos campos al Evangelio, pues en (Hch 9:32) se nos dice que Pedro visitaba los grupos de creyentes dispersados por Israel, fruto del testimonio de los hermanos esparcidos a causa de la persecución en Jerusalén, con el obvio fin de confirmar la labor de otros. Sin duda sus visitas tuvieron por resultado la extensión del Reino, pero su primera intención fue la de establecer una labor anterior. Pablo, sin embargo, había sido llamado para llevar el Evangelio por las vastas provincias del Imperio según la sabia estrategia que le había sido revelada (Hch 13:1-4). Se trataba de regiones habitadas en su mayor parte por paganos y a Pablo le correspondía abrir las puertas de estas nuevas esferas, invitando a otros para que le siguieran con el fin de efectuar una labor de confirmación. Empleando otra metáfora exclama: "Según la gracia de Dios que me fue dada, como perito arquitecto coloqué fundamento, mas otro edifica encima" (1 Co 3:10).
La obediencia de los gentiles (Ro 15:18). Otros muchos siervos de Dios habían trabajado con todo denuedo y sacrificio, pero sus obras no podían ser el tema del apóstol aquí. Al pensar en la visita a Roma la relaciona con "lo que Cristo ha hecho por medio de mí para traer a la obediencia a los gentiles por palabra y por obra". Los gentiles habían vivido a su manera, sirviendo a dioses que ellos mismos habían imaginado, pero el poder del Espíritu Santo, operando por medio de Pablo, manifestado en palabra y obra, inducía a muchos de ellos a dejar los caminos de error con el fin de someterse a Dios manifestado en Cristo. La verdadera fe nos lleva siempre a la obediencia, y el espíritu sumiso es la mejor garantía de la realidad de la obra de Dios en el corazón del individuo. Dirigiéndose a los colosenses Pablo escribe: "Y a vosotros, que en otro tiempo erais extraños y enemigos de mente en vuestras malas obras, ahora, empero, os ha reconciliado con Dios en el cuerpo de su carne (de Cristo) por medio de la muerte para presentaros santos..." (Col 1:21-22). ¡Cuán maravilloso fue el cambio que convirtió a hombres rebeldes, orgullosos y perversos en compañías de "santos", sumisos ya a la voluntad de Dios en Cristo!
La extensión y el poder de la obra apostólica (Ro 15:19-21). La frase "desde Jerusalén y rodeando hasta Ilírico" se explica por las narraciones de Los Hechos. No hemos de pensar aquí en la cronología de la obra de Pablo sino en su esfera, que abarcaba Jerusalén, Israel y Siria, juntamente con los escenarios de las fructíferas expediciones misioneras que se describen en Hechos capítulos 13 al 20. La frase "hasta Ilírico" puede significar una visita a la región costera del mar Adriático (ahora Albania) o, sencillamente, que había llegado al límite extremo de Macedonia que rayaba con Ilírico. Hemos de situar este viaje en el contexto de (Hch 20:1-2) cuando Pablo pasó tiempo en Macedonia antes de ir a Acaya, donde había de redactar la Epístola que estudiamos, teniendo delante el viaje a Jerusalén que se describe en (Ro 15:25). La traducción: "he anunciado en su plenitud el Evangelio de Cristo" expresa bastante bien el sentido de una expresión más breve, que tendríamos que traducir literalmente por: "He cumplido el Evangelio de Cristo". Desde luego, Pablo no había visitado todos los lugares de tan extensas regiones, pero su sabia estrategia al fundar iglesias bien instruidas en muchos puertos y centros de comunicación, juntamente con la obra del Espíritu Santo, quien levantaba dones locales para completar la obra en las regiones circundantes, había hecho posible la extensión del Evangelio desde Jerusalén hasta Ilírico.
"En poder de señales y prodigios y en poder del Espíritu Santo" señala la dinámica de tan magna obra: la potencia del Espíritu en sus muy diversas manifestaciones. La predicación fue "con demostración del Espíritu y de poder" (1 Co 2:4) y las "señales y prodigios" equivalen a los milagros que muchas veces acompañaban la predicación del Evangelio (Hch 14:3) (Hch 19:11-12), constituyendo las "credenciales" que exhibían los mensajeros al proclamar tan extraño mensaje en los grandes centros del paganismo. Los milagros suelen describirse por la triple designación de "poderes (milagros), prodigios y señales" (con algún cambio del orden de los términos) como en (Hch 2:22) (2 Co 12:12) (He 2:4). El prodigio llama la atención del observador, quien se da cuenta de la operación de un poder superior a las fuerzas de la naturaleza. La predicación que acompaña el milagro explica su carácter de "señal", ya que Dios obraba para la bendición de los hombres por medio de Jesucristo.
La labor de Pablo como pionero (Ro 15:20-21). El apóstol vuelve a recoger el pensamiento de la originalidad de su obra, que ya mencionó en el versículo 18 y que comentamos en su lugar. Repetimos que su vocación especial hacía de Pablo el pionero por excelencia, sin que despreciara la labor de otros que levantaban la superestructura sobre los fundamentos que él mismo había colocado. Apoya su comprensión de su misión por medio de una cita de (Is 52:15) (LXX), que, en su contexto, se refiere al asombro de naciones y reyes cuando vean la exaltación del despreciado Siervo de Jehová. La traducción de la LXX es bastante diferente del texto hebreo (masorético) y, como vemos por el versículo 21, se prestaba bien al propósito de Pablo. Es otro caso del libre uso del Antiguo Testamento por los apóstoles, quienes se habían llenado la memoria y el corazón de los textos sagrados, siéndoles natural revestir sus pensamientos de palabras tan conocidas y amadas, sin que, en muchos casos, prestasen atención al contexto de su cita. El valor inspirado se deriva de la autoridad apostólica en su nueva aplicación.
El verbo traducido por "aspirar" o "esforzarse" a predicar en el versículo 20 traduce "philotimeomai", o sea "ambicionar" (literalmente "amar el honor"). La ambición es un impulso dañino o beneficioso, según el objeto que persiga. Pablo había abandonado todo lo que podía ambicionar el hombre carnal, tanto en la esfera de la erudición como en la religiosa, con el fin de coordinar todos sus esfuerzos para conseguir la extensión del Reino de Dios. Se encuentra el mismo verbo en (2 Co 5:9) y (1 Ts 4:11).
La visita a Roma como parte del plan general de Pablo (Ro 15:22-29)
Un propósito bien madurado (Ro 15:22-23). Hacia el fin de sus fructíferas labores en Asia "Pablo se propuso en el Espíritu ir a Jerusalén, una vez recorridas Macedonia y Acaya, diciendo: Después de haber estado allí me será necesario ver también a Roma" (Hch 19:21). Lucas no menciona la intención de evangelizar España al hacer esta referencia a las tempranas meditaciones de Pablo sobre sus viajes futuros, pero seguramente los meses posteriores maduraron más el plan hasta que el gran adalid llegó a ver como necesaria su propia presencia en Jerusalén para entregar la ofrenda de las iglesias gentiles a los santos pobres de Judea, pensando que Roma podía servir luego de escala al emprender una labor de evangelización en los campos vírgenes de España.
Los impedimentos y el momento de oportunidad (Ro 15:22-23). Los obstáculos que se mencionan, y que habían impedido la realización de su deseo de visitar la iglesia en Roma con anterioridad, serían aquellos que surgían de las exigencias de sus trabajos apostólicos en las esferas y tiempos ya indicados. Podríamos pensar en los problemas internos de la iglesia en Corinto, que se vislumbran en las epístolas enviadas a aquella iglesia. El viaje en sí era fácil. De todos modos, tales impedimentos habían estorbado sus planes "muchas veces". El lenguaje y tono de los versículos 23 y 24 se conforma con las normas de la obra de Pablo que ya hemos notado: a) siendo su vocación la del adalid que abre nuevos campos al Evangelio no había de permanecer en Roma; b) como apóstol a los gentiles convenía que conociera la iglesia y obra de la metrópoli; c) personalmente deseaba "saciarse un tanto" de la compañía de los hermanos. En su intención había de ser una visita de paso que ofrecería a los romanos la oportunidad de adelantar su camino hacia el occidente.
La ofrenda para la comunidad cristiana de Jerusalén (Ro 15:25-29)
Una preocupación del apóstol (Ro 15:25-26). Durante las últimas etapas del tercer viaje, Pablo había formulado el plan de interesar a numerosas iglesias gentiles en las necesidades de la comunidad cristiana de Jerusalén, sumida, por lo que podemos entender, en crónica pobreza. Judea había quedado como un remanso poco afectado por el comercio floreciente del Imperio, de modo que Jerusalén dependía económicamente de las peregrinaciones al Templo. La persecución de (Hch 8:1-4) había dispersado los miembros de la comunidad cristiana original y no quedaban ricos en la sociedad nazarena. Ya desde Antioquía de Siria Bernabé y Pablo habían llevado auxilio a la iglesia de Jerusalén (Hch 11:27-30), y en la ocasión de la visita descrita en (Ga 2:1-10), Pablo y Bernabé habían sido exhortados a acordarse de los pobres, "lo cual —observa Pablo— yo también estaba ansioso de hacer". Además del pasaje que estudiamos, este tema se destaca en (1 Co 16:1-5) (2 Co 8-9). Está implícita la consumación de este amoroso propósito en (Hch 21:15-25), bien que Lucas no lo menciona explícitamente. Aquí se nombran las iglesias de Macedonia y Acaya, pero en (1 Co 16:1) se mencionan también las de Galacia, notándose además la presencia de representantes de iglesias en Asia en la compañía apostólica que se dirigía a Jerusalén (Hch 20:4). Esto nos hace pensar que tampoco fueron ajenas al plan las congregaciones de aquella provincia.
La "deuda" de los gentiles (Ro 15:27). Los pasajes que nos informan sobre "la colecta" para los creyentes pobres en Jerusalén recalcan que se trataba de una ofrenda voluntaria, pues no se les habría ocurrido ni a los guías gentiles ni a los líderes cristianos en Jerusalén pensar que la "iglesia madre" podría imponer una contribución sobre las iglesias gentiles a la manera en que los "príncipes del Templo" lo hacían frente a las sinagogas de la dispersión judaica. Los principios que regían esta manifestación de comunión cristiana se subrayan en (2 Co 8:12-15) (2 Co 9:7). Se trataba de una ofrenda de amor y de comunión, y si las iglesias de Judea hubiesen sido ricas y las de Grecia pobres, la misma responsabilidad habría recaído sobre aquéllas. Las razones que excitaron el entusiasmo de Pablo al promover esta expresión de comunión fueron las siguientes: a) La "deuda" de los gentiles a los judíos, que se menciona en el versículo 27, y que ha de entenderse dentro de la perspectiva de nuestras observaciones anteriores. No se trataba de una obligación legal, sino de la expresión natural de preocupación por los hermanos del pueblo de Israel. El cristianismo tenía sus profundas raíces en la revelación anterior otorgada por medio de Israel, de tal forma que "la salvación viene de los judíos" (Jn 4:22), siendo el Señor mismo israelita según la carne, como también todos los apóstoles. Los creyentes gentiles habían de mostrar su aprecio por los instrumentos de su propia bendición. He aquí la "deuda de amor y de aprecio" que les competía descargar. b) No había más que un solo Evangelio, pero su recepción en Israel —por los imperativos del proceso histórico- fue muy diferente de la que seguía la predicación apostólica en las provincias gentiles. La mayoría de los creyentes judíos guardaban aún las costumbres de sus padres, y eso producía problemas de comunión con los cristianos gentiles, especialmente cuando se trataba de comer en común. (Véase Hechos capítulo 15). No sólo eso, sino que los judíos incrédulos no cesaban de difamar al apóstol Pablo, propagando la especie de que apartaba a los judíos de sus costumbres ancestrales (Hch 21:21). La Iglesia era una, pero Pablo percibía la posibilidad de que podría dividirse en dos alas, la judaica y la gentil, peligro que quería evitar a toda costa. Veía en el ministerio del amor asociado con la "colecta" una manera concreta de hacer comprender a los creyentes de Judea que sus hermanos convertidos de la gentilidad les amaban, sintiéndose unidos con ellos tanto en sus goces como en sus tribulaciones. Esta manifestación práctica del amor había de ser —según el pensamiento de Pablo— el mejor "cemento" para salvar la comunión externa de la Iglesia de una peligrosa grieta.
Pablo espera bendiciones en Roma (Ro 15:28-29). El "fruto" de los largos años de trabajos y sacrificios de Pablo, entre los gentiles se vería de una forma palpable cuando hiciera entrega de la abundante ofrenda a los hermanos judíos. Después de este acto de consumación nada le impediría emprender el viaje a Roma y a España. En su parte esencial el plan había de cumplirse, pero sólo a través de graves peligros, quebrantos y demoras. Sin embargo, no hemos de dudar de que, por fin, su llegada a Roma (Hch 28:14-16) fue "con abundancia de la bendición de Cristo".
Comunión en la oración (Ro 15:30-33)
Los motivos de la oración (Ro 15:30). A veces pensamos en Pablo como el adalid de personalidad fuerte, capaz para afrontar impávido todos los peligros y problemas que le iban surgiendo en el curso de sus trabajos misioneros y apostólicos. No nos equivocamos con tal de recordar que la potencia no radicaba en el hombre sino en el Espíritu Santo, que obraba tan poderosamente por medio de él. A veces se sentía como un niño que camina frente a lo desconocido, muy consciente del poder de Satanás que se oponía a su labor (1 Co 2:1-5) (2 Co 4:7-12), y por eso solicitaba tantas veces las súplicas e intercesiones de la familia de Dios. El que tanto intercedía por otros sentía la necesidad de que otros orasen por él, pues según una ley inquebrantable del Reino sólo la oración puede ahondar cauces por donde fluyan los raudales de poder espiritual.
Rogaba a los hermanos que se entregasen a esta comunión en la oración "por el Señor nuestro Jesucristo" —en cuyo nombre Pablo planeaba el servicio y se entregaba a su realización— como también "por el amor del Espíritu". Pensamos muchas veces en la potencia del Espíritu, en las influencias del Espíritu, pero esta frase tiene algo de nuevo e insólito, bien que muy hermoso: el amor del Espíritu. En su contexto quiere decir, sin duda, el amor que se produce en el corazón de los creyentes por la presencia del Espíritu del amor que les lleva a luchar conjuntamente con el apóstol en oración.
La oración es una lucha (Ro 15:30). La mera multiplicación de palabras a la que añadimos la fórmula "en el nombre del Señor Jesucristo" no constituye oración tal como se conoce en las Escrituras. Pablo pide a los hermanos que luchen juntamente con él en sus oraciones a Dios, siendo el verbo "sunagónizomai", cuya raíz se relaciona íntimamente con la expresión de la "agonía" del Señor en el Huerto de Getsemaní. La forma más breve del verbo significa "reñida lucha" en pasajes como (Lc 13:24) (Col 1:29) (1 Ti 4:10) (2 Ti 4:7). La verdadera intercesión, pues, no es un recital fácil de ciertas peticiones, sino un servicio que puede compararse con la lucha de dos combatientes que miden sus fuerzas y persisten en la lucha hasta el fin para conseguir la victoria o para ganar el premio. El apóstol desarrolla ampliamente este pensamiento en (Ef 6:11-20), pasaje notable por el concepto de lucha y por el énfasis que recae sobre la oración y la intercesión, relacionadas con su propia labor como "embajador en cadenas". ¿Cuánto de nuestra oración es "lucha" y cuánto de ella mero formulario?
Los temas de la intercesión (Ro 15:31-33). Las intercesiones concretas siempre serán más eficaces que las generales, siempre que rijan las debidas condiciones espirituales. Vagas peticiones por la prosperidad de la obra misionera en todo el mundo apenas pasan de ser mero sentimentalismo. Si hemos de "luchar" conjuntamente con los siervos de Dios es preciso estudiar su obra y familiarizarnos con sus problemas y planes. Pablo menciona dos puntos concretos: a) para que sea librado de los desobedientes que hay en Judea; b) que su ministerio (es decir, la entrega de la ofrenda) sea grato a los santos. Efectivamente, los peligros en Jerusalén podían surgir tanto de la oposición de los judíos incrédulos como de los malentendidos que existían con respecto de Pablo dentro de la gran comunidad cristiana en Jerusalén, la mayoría de cuyos miembros aún guardaban "las costumbres" del pueblo hebraico. Una lectura cuidadosa del capítulo 21 de Los Hechos nos hace ver que los temores de Pablo no carecían de base. Podemos suponer que su gran gesto al llevar la ofrenda —representando las iglesias gentiles de las provincias— no quedara sin su debido efecto dentro de la comunidad, pero la presencia del "rabino renegado" en Jerusalén, y aun en el Templo, dio lugar a un incidente que por poco terminó con la vida del apóstol por linchamiento. Pero Pablo iba "ligado por el Espíritu" (Hch 20:22) y fue apoyado por las oraciones de miles de intercesores, de modo que los peligros, el encarcelamiento, los largos años de actuación "limitada", redundaron en beneficio del Evangelio (Fil 1:12).
Estas consideraciones nos hacen meditar en cómo Dios contesta las oraciones de su pueblo. A veces los incidentes no corresponden para nada a los deseos de los intercesores, pero lo importante es que los anhelos de éstos se ajusten a la voluntad de Dios (Ro 15:32), sabiendo que la contestación más eficaz a las intercesiones "en el Espíritu" (Jud 1:20) podrá ser, no el éxito aparente de la obra del siervo de Dios, sino su muerte. Tantas veces "la sangre de los mártires ha sido la semilla de la Iglesia". En el caso concreto que consideramos, podemos creer que el ministerio de Pablo fue acepto a los santos en Jerusalén, pero sólo fue librado de los ataques y maquinaciones de los judíos incrédulos por la intervención de los romanos, por otras obras providenciales de Dios y por la apelación a César.
Hallamos un tercer tema de oración implícito en el versículo 32: "a fin de que, llegando con gozo a vosotros por la voluntad de Dios, sea refrigerado juntamente con vosotros (literalmente: "halle descanso juntamente con vosotros"). Vuelve Pablo al tema de su recepción en Roma y a los beneficios mutuos que su estancia allí podría producir. Según sus planes la visita a Roma había de ser breve, pero el decurso de la historia había de revelar su prolongación como preso del Imperio esperando la vista de su causa. Hay buenas razones, además, para creer que fue llevado preso allí una segunda vez cuando entregó su vida en sacrificio sobre el altar del servicio del Evangelio (2 Ti 4). Ya hemos notado que las breves notas de (Hch 28:14-16) nos permiten vislumbrar una recepción honrosa de parte de los líderes de la Iglesia, aunque (Fil 1:14-18) señala cierta oposición e intentos para agravar las prisiones de Pablo bajo el pretexto de anunciar el Evangelio. Posteriormente, los nombres tanto de Pablo como de Pedro quedaron íntimamente enlazados con la historia y el testimonio de la iglesia en Roma, celebrándose una fiesta en conmemoración de los dos apóstoles el día 29 de junio. Ya hemos visto que ninguno de los dos fundó la iglesia, pero es probable que ambos dieran su vida por el Señor durante el furor de la persecución neroniana.
Una bendición más de las muchas de esta Epístola cierra este resumen de los planes del apóstol: "Y el Dios de paz sea con todos vosotros". Parece ser que Pablo aún pensaba en la necesidad de no permitir que perturbasen la paz cristiana las diversas actitudes y costumbres de los sectores judíos y gentiles de la iglesia. Añade también un expresivo título más a los varios que señalan la gloria de Dios en el contexto inmediato: "Dios de la paciencia"; "Dios de la consolación" (Ro 15:5); "Dios de la esperanza" (Ro 15:13); "Dios de la paz" (Ro 15:33).
Saludos a los amigos (Ro 16:1-16)
Los amigos de Pablo en Roma. Algunos escriturarios se han extrañado ante esta lista de amigos, pensando que no sería probable que Pablo tuviera tantos amigos e íntimos colaboradores en una ciudad que no había visitado personalmente. La teoría de estos intérpretes es que los saludos de una carta a Éfeso fueron añadidos por error a la de Roma. Dejando a un lado la improbabilidad de tal confusión en un escrito tan apreciado, podemos notar que sería más bien extraño que Pablo seleccionara veintiséis amigos para mención especial en una iglesia como la de Éfeso, que fundó personalmente, y donde conocería bien a centenares de hermanos, pues Pablo aborrecía todo lo que podría interpretarse como parcialidad. Ahora bien, "todos los caminos iban a Roma" en aquel tiempo, y si se hubiera levantado ya el edicto de la expulsión en contra de los judíos (Hch 18:2) —Claudio había muerto— es muy probable que cristianos de raza judía se habrían aprovechado de la nueva libertad para volver a su antiguo hogar. Pensamos en antiguos residentes en Roma, como Priscila y Aquila. Tendemos a olvidar las facilidades de transporte de aquella época del Imperio y lo frecuente que era trasladarse de una provincia a otra en el curso de los negocios. Al mismo tiempo Roma era el corazón del inmenso Imperio, centro de sus múltiples actividades —incluso las administrativas y jurídicas— de modo que allí el movimiento llegaría a su punto máximo. No creemos, pues, que exista razón bien fundada para no aceptar esta lista como parte integrante de la Epístola a los Romanos.
Febe, la diaconisa de Cencreas (Ro 16:1-2). Cencreas era el puerto oriental de Corinto, y sin duda el Evangelio llegó allí como resultado de la gran labor de evangelización que se describe en (Hch 18:1-11). Nuestro texto señala la existencia de una iglesia que se reuniría en la casa de algún hermano o hermana pudiente. Febe había de viajar a Roma para despachar ciertos asuntos, y puesto que Pablo exhorta a la iglesia en Roma que le ayude, es probable que tales diligencias tenían que ver con el Reino de Dios. No se dice en tantas palabras que era portadora de la carta que Pablo terminaba de escribir, pero es muy probable que así fuera en vista de la calurosa recomendación que encabeza la lista de referencias personales. Los colaboradores del apóstol solían ser portadores de cartas dirigidas a distintas iglesias. "Diaconisa" traduce "diakonos", que es la forma común para "servidor" o "diácono". Hemos notado anteriormente que tanto el sustantivo como su verbo correspondiente se emplean en sentido amplio en el Nuevo Testamento para señalar (en el caso del sustantivo) a una persona que lleva a cabo actos específicos de servicio, pero la posición enfática de la frase —"quien es diaconisa de la iglesia que está en Cencrea"— sugiere una labor constante y reconocida. Hay buenas razones para pensar que servicios especiales —en esferas propias de su sexo— se encomendaban a hermanas capaces reconocidas como "diaconisas" en las iglesias de la época apostólica, en cuyo caso "las mujeres" de (1 Ti 3:11) no serían "las mujeres de los diáconos" —que no se dice— sino las "mujeres-diáconos". Compárese (1 Ti 5:9-10).
La comunión práctica —fundada en el amor fraternal— fue rasgo descollante entre las iglesias de la época, de modo que Pablo sólo subraya la ayuda que de todas formas se habría prestado. Pero la recomendación fue necesaria, ya que no faltan nunca personas despreocupadas que abusan de la hospitalidad y de la ayuda mutua que caracterizan a las iglesias cristianas (o deberían caracterizarlas). Febe misma había sido protectora (ayudadora) de muchos, por lo que suponernos que pertenecía a un rango social elevado, o que dirigía negocios prósperos, como Lidia en Filipos. Tales personas dispondrían de una casa amplia, que fácilmente podría ser el hogar de la iglesia. La palabra traducida "protectora" o "ayudadora" es "protasis", la forma femenina del título del oficial en Atenas, quien llevaba a cabo importantes obras sociales, de modo que su empleo aquí sugiere que Febe era hospitalaria y ayudadora de los pobres y forasteros. La "ayudadora" había de ser "ayudada", según el principio que enunció el Maestro: "con la medida con que medís, se os medirá" (Mt 7:2).
Prisca y Aquila (Ro 16:3-5). Lucas emplea el nombre familiar, Priscila, para la esposa de Aquila, pero Pablo mantiene la forma oficial. Constituyendo un matrimonio cristiano modelo, Prisca y Aquila se hallan siempre o sirviendo, o enseñando u ofreciendo la hospitalidad de su casa a la iglesia de la ciudad donde temporalmente residen. El encuentro de Pablo con ellos en Corinto (Hch 18:1-3) fue factor importantísimo para el adelanto de la obra en sus etapas iniciales y servía de consuelo para el apóstol en un momento cuando de forma especial se daba cuenta de su debilidad en lo físico y de la presión de las circunstancias. Más tarde estuvieron en Éfeso, donde instruyeron a Apolos en la fe (Hch 18:18-28). Posteriormente su casa fue el hogar de la iglesia en Éfeso durante el ministerio de Pablo en aquella ciudad (1 Co 16:19). El texto que tenemos delante demuestra que volvieron a Roma, pero (2 Ti 4:19) indica otra estancia en Asia. Como Pablo mismo, eran fabricantes de tiendas, de modo que sus constantes movimientos podrían obedecer a exigencias de su negocio o a sus deseos de prestar servicio a las iglesias según las necesidades que iban surgiendo.
En sus referencias al matrimonio, Pablo emplea tres frases elogiosas: a) eran sus colaboradores en Cristo; b) en algún momento habían arriesgado su vida con tal de salvar al apóstol —"pusieron sus cuellos por mí"—; c) todas las iglesias de los gentiles les debían agradecimiento. No constan los detalles de la crisis cuando protegieron la vida del apóstol con riesgo de la suya, pero sabemos que la vida de Pablo corría riesgo constante durante su largo ministerio en Éfeso a causa de las maquinaciones de los judíos. Durante aquel período no les era posible a los enemigos judíos influenciar en el ánimo de las autoridades civiles —como en otros sitios— de modo que urdían numerosos complots con el fin de quitar de en medio al odiado "renegado" Pablo (1 Co 15:30-32) (Hch 20:19). En cualquier emboscada de los judíos —quienes se servían a menudo de elementos criminales— el matrimonio consagrado pudo haber salvado al apóstol, "poniendo su mismo cuello". El hecho de que todas las iglesias de los gentiles les debían las gracias es un indicio de su amplio servicio, al que subordinaban todo interés personal o comercial. Nunca se menciona el uno sin la otra, que es una hermosa señal de un íntimo compañerismo en sus propósitos y su obra. Una vez más ponían su casa a la disposición de la iglesia en Roma, ya que Pablo envió un saludo "a la iglesia que está en su casa". Es probable que grandes comunidades cristianas, como la de Roma, tuvieran que reunirse en varias casas. Las distintas "iglesias caseras" mantendrían la comunión de amor entre sí, común a todas las congregaciones de la época, sin que sea lícito sacar consecuencias sobre una disciplina en común ya que nos faltan datos, y lo importante no es el área geográfica o municipal, sino la presencia del Señor con los suyos dondequiera que dos o tres estén reunidos en su nombre (Mt 18:20).
Epeneto, María, Andrónico y Junías (Ro 16:5-7). Es notable la gracia y cortesía del apóstol al distinguir a tantos amigos con frases diferentes que señalan algún rasgo del carácter o de la obra de la persona saludada. Epeneto no nos es conocido aparte de esta referencia, pero ocupaba un lugar especial en el recuerdo de Pablo por haber sido el primer convertido en Asia —no de Acaya, que es una variante errónea— siendo "amado mío", que quizá indica también un temperamento amable, como en el caso de "Lucas, médico amado". María es una de las seis "Marías" mencionadas en el Nuevo Testamento, y juzgando por su nombre sería hebrea. Como el mejor texto reza "la cual trabajó mucho por vosotros", hemos de suponer que la fama de sus desvelos a favor de los cristianos en Roma había llegado a oídos del apóstol. Es una más de las "mujeres trabajadoras" que desempeñaron un papel tan importante en el adelanto de la obra durante el primer siglo. Andrónico y Junias —es probable que se trate de unos hermanos— se llaman "mis parientes y mis compañeros de prisión, los que son insignes entre los apóstoles, que también fueron en Cristo antes que yo". Estas breves notas biográficas originan muchas preguntas que no es posible contestar dogmáticamente por falta de más datos. El parentesco con Pablo (compárese con el versículo 11) podría ser de raza solamente, indicando que los dos hermanos eran hebreos. ¿Cuándo habían sido "compañeros de prisión" del apóstol? Escribe antes del encarcelamiento que empezó en Jerusalén, y Lucas, en las narraciones de Los Hechos, no menciona más que la noche en la cárcel de Filipos. Sin embargo, antes de redactar 2 Corintios, Pablo había estado "en prisiones" (2 Co 11:23): dato que revela las lagunas en la historia de Lucas respecto a bastantes incidentes relacionados con los tres viajes misioneros, o con la vida anterior de Pablo. Algunos escriturarios suponen un encarcelamiento de alguna importancia en Éfeso, pero el relato de Lucas indica más bien un ambiente favorable de parte de las autoridades en aquella ciudad, lo que llevó a los judíos a medidas extremas de oposición en secreto. El encarcelamiento podría corresponder a cualquier sitio de testimonio y de obra en el que los judíos enemigos habían podido influir en el ánimo de las autoridades, y lo único cierto es que Andrónico y Junias compartieron la prueba con el apóstol, seguramente para el consuelo de todos. La designación de "insignes entre los apóstoles" ha dado lugar a mucha discusión, pero lo más sencillo es recordar los dos usos de "apostolos", el primero etimológico y general, indicando una persona enviada en misión especial, y el otro limitado y especial, que señala los apóstoles como los encargados por el Señor de la revelación del Nuevo Pacto, con referencia muy especial a los Doce y a Pablo. El primer uso corresponde exactamente a "misionero", y Andrónico y Junias, convertidos antes que Pablo, se habían distinguido por sus esfuerzos misioneros en regiones que no se nombran.
Varios saludos (Ro 16:9-11). Varios de los nombres notados aquí se han hallado inscritos en monumentos arqueológicos relacionados con la casa imperial, y formas de los mismos constan en el célebre cementerio de Domitilla, sobrina de Domiciano, desterrada por el emperador probablemente por ser cristiana. Amplias es "amado mío en el Señor". Urbano había colaborado con Pablo en algún momento. Estaquis, nombre común griego, era también "amado mío". Los nombres podrían ser de esclavos, pero las menciones honoríficas que constan aquí sugieren alguna prominencia en la obra del Señor y en la Iglesia, donde no había "ni esclavo ni libre". Apeles es "aprobado en Cristo" por haber sido constante a través de pruebas cuyo carácter ignoramos. Muchos judíos en Roma llevaban este nombre. La cláusula "Saludad a los de la casa de Aristóbulo" podría enlazar los saludos con la familia herodiana de Israel, ya que un hermano de Herodes Agripa I se llamaba Aristóbulo y mantenía su "casa" en Roma en relaciones cordiales con la casa imperial. Miembros de esta "casa" podían ser cristianos y miembros de la iglesia en Roma. Herodión habría podido recibir su nombre por pertenecer al establecimiento de uno de los Herodes, siendo "pariente" de Pablo por ser hebreo. En la "casa" —"conjunto de dependientes"— de Narciso había algunos creyentes conocidos por Pablo que reciben un saludo especial. En tal caso no es necesario pensar que Narciso mismo fuese creyente sino sólo un ciudadano pudiente.
Saludos para hermanas y otros amigos (Ro 16:12-16). Es notable el número de hermanas que reciben un saludo especial de parte del apóstol: un indicio más de la importancia de su testimonio y servicio en la era apostólica. Quizá Trifena y Trifosa eran hermanas, que a veces recibían nombres formados sobre la misma raíz, y mayormente si se trataba de mellizas. Lo importante es el trabajo mancomunado que les distinguía. Pérsida no sólo trabajaba, sino que "trabajó mucho en el Señor", y su recuerdo motiva la dulce apelación de "la amada Pérsida". Rufo (pelo rubio) era apelativo muy común en Roma, pero nos llama la atención que Marcos, escribiendo —según se cree— para los romanos, identificaba a Simón de Cirene como el "padre de Alejandro y Rufo" (Mr 15:21), lo que implica la presencia en Roma de un hermano destacado del nombre de Rufo. Existe, pues, la posibilidad de que este Rufo, conocido por Pablo, fuese el hijo de Simón de Cirene, quien llevó la cruz tras el Señor. "Escogido en el Señor" no sólo indica que Rufo, siendo creyente, era de los elegidos en Cristo, que es algo común a todos, sino que se destacaba entre los hermanos. En algún momento la madre de Rufo pudo "hacer de madre" para el apóstol Pablo, pero es inútil procurar imaginar las circunstancias en que pudo derramar solicitud materna sobre el siervo del Señor, desheredado por su propia familia.
Había todo un grupo de hermanos que Pablo conocía, entre los cuales descollaban Asíncrito, Flegonte, Patrobas y Hermes, pero hay poco provecho en divagaciones sobre estos nombres mencionados de paso. Lo importante es recordar que Pablo no pensaba en las iglesias como meras entidades, sino como familias compuestas de personalidades, cada una con su nombre y carácter distintivo.
Había otro grupo de hermanos en Roma dentro del cual se destacaban un matrimonio llamados Filólogo y Julia, además de un tal Nereo y su hermana, cuyo nombre no se nos da. Juntamente con ellos se hallaba Olimpas. Muchos de los nombres de los amigos de Pablo eran comunes entre los esclavos de la metrópoli, y de nuevo se ilustra la unión de todos en Cristo, fuesen amos o esclavos.
El "ósculo" santo se menciona también en (1 Ts 5:26) (1 Co 16:20) y (2 Co 13:12), como saludo y señal de afecto fraternal dentro de la familia cristiana. Quizá se trataba de un contacto de mejilla a mejilla más bien que de labio a labio.
"Os saludan todas las iglesias de Cristo" es un "saludo resumido" que corresponde bien al momento en que Pablo termina su labor directa entre las iglesias de Asia y Grecia, pensando en una visita próxima a Roma. "Todas las iglesias" serían aquellas que él mismo había fundado y confirmado durante los fructíferos años anteriores, y por las cuales puede hablar siendo su "padre" en la fe y mejor representante.
Un aviso solemne contra quienes causan divisiones (Ro 16:17-20)
Un paréntesis inesperado. Hemos tenido ocasión de notar que Pablo se cuida mucho de no escribir a los romanos como si hubiesen sido sus propios hijos en la fe, sin que por ello deje de subrayar su responsabilidad hacia ellos como el apóstol de los gentiles. Por eso el tono solemne y personal de esta admonición, que se intercala entre los saludos del Epílogo, ha extrañado a muchos expositores, hasta el punto de creer algunos que está fuera de lugar aquí, siendo un aviso dirigido a otra iglesia que se halla en este contexto por error. Con todo, no hay evidencia textual de tal cosa, y es mucho más probable que Pablo acababa de recibir noticias indicando que tendencias ya conocidas entre las iglesias de Asia y de Grecia se infiltraban en la comunidad cristiana de Roma. El tono solemne y la referencia directa excluye —a nuestro parecer— una advertencia contra peligros lejanos, ya que dice: "Os ruego, hermanos, que os fijéis en los que están causando divisiones y (armando) trampas, en contra de la doctrina que aprendisteis..."
Divisiones y tropiezos (Ro 16:17-18). Las "divisiones" lleva el artículo, como también "los escándalos" (tropiezos), como si se tratara de atentados ya conocidos contra la doctrina cristiana.
Los creyentes romanos habían de vigilar las personas responsables por las disensiones, aquellas que con sutileza y suaves palabras armaban las trampas en la senda de almas sencillas. Ya hemos tenido ocasión de notar este sentido de "escándalo". Esta vigilancia es siempre necesaria, aunque no ha de degenerar en suspicacias y en "inquisiciones" frente a diferencias superficiales. Quienes causaban estas divisiones no servían "al Señor nuestro Cristo" —según la frase excepcional aquí— sino "a sus propios vientres". Esta fuerte expresión podría significar tan sólo que los líderes de división buscaban sus propios intereses, y no los del Señor, pero es posible que Pablo pensara en aquellos gnósticos, quienes, bajo la apariencia de despreciar el cuerpo, convertían la libertad en Cristo en un degradante libertinaje. En este caso no serían judaizantes, sino más bien personas como las que se denuncian en (Fil 3:17-19) —"enemigos de la Cruz de Cristo... cuyo Dios es el vientre"— y con los falsos enseñadores mencionados en (Col 2:20-23), que daban duro trato al cuerpo en aras de un misticismo de tipo gnóstico. Aunque parezca extraño, el desprecio del cuerpo por razones filosóficas —creyendo que no pasa de ser la miserable cárcel del espíritu— puede dar por resultado el ascetismo que quiere prescindir del uso de los dones de Dios en la naturaleza, o puede desembocar en un libertinaje desenfrenado, ya que el orgulloso filósofo cree que su espíritu superior está por encima de los deseos naturales.
"Contra la doctrina que aprendisteis" (Ro 16:17). Pablo escribe a una iglesia que no fundó y que no había recibido directamente sus enseñanzas, pero, con todo, puede apelar a la norma doctrinal común a todos los apóstoles y a sus colaboradores; pensamos en su declaración sobre las bases fundamentales del Evangelio que encontramos en (1 Co 15:11): "por tanto, sea yo o sean ellos (los Doce), así predicamos y así creísteis". La supuesta contradicción entre la posición doctrinal de Pablo y de Pedro, enseñada en el siglo XIX por la "escuela de Tübingen", y que aún halla eco hoy, pertenece a la esfera de discusiones teológicas y críticas, pero no halla base alguna en el texto del Nuevo Testamento. Hay un solo cuerpo de doctrina apostólico, bien que la expresión varía según la preparación y propósito de cada siervo de Dios.
El lenguaje de los engañadores (Ro 16:18). Los enseñadores que causaban divisiones empleaban "palabras melosas y lisonjeras", o "suaves y (aparentemente) piadosas". He aquí el método normal que el diablo emplea para insinuar errores y ganar adeptos entre los sencillos ("simples" o "inocentes"). Una declaración cruda de doctrinas falsas llamaría la atención aun de los sencillos y les pondría sobre aviso, pero si los mismos errores llegan a sus oídos envueltos en verdades a medias salpicadas de frases "piadosas", las almas que no se han preparado bien por medio de la meditación en la Palabra podrán ser engañadas, como ha pasado muchas veces en la historia. Vivimos en una era cuando la "tolerancia" y "la comprensión mutua" se destacan como si fuesen las mayores virtudes cristianas, y por esta puerta abierta entra una gran diversidad de errores que socavan los mismos fundamentos de la fe. Ya hemos visto la necesidad de una buena comprensión, dentro del amor fraternal, cuando se trata de ciertas costumbres de conciencia, pero los apóstoles no admitían tratos con el error. Véase por ejemplo (1 Jn 2:18-27) (1 Jn 4:1-6). No bastan citas bíblicas para justificar una nueva enseñanza llamada cristiana, ya que todas las herejías desde el principio se han basado sobre textos y pasajes arrancados de su contexto y considerados fuera del enfoque doctrinal de las Escrituras en su totalidad.
La obediencia de los cristianos en Roma (Ro 16:19). El enlace entre el versículo 18 y el versículo 19 por medio de la frase: "porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos" nos extraña un poco. Habríamos esperado algo como esto: "Hablo así, a pesar de que vuestra obediencia es notoria...". Con todo, él sentido conceptual queda claro. Pablo no se olvida de la necesidad de la cortesía al dirigir su autorizada admonición a los romanos, y de la manera en que había dicho anteriormente que la fe de ellos se había divulgado por todo el mundo (Ro 1:8), ahora emplea una frase semejante en cuanto a su obediencia. Otros autores del fin del siglo I y principios del II elogiaban la fe, obediencia y ortodoxia de la iglesia en Roma, y esta buena fama, entonces merecida, facilitaba las pretensiones posteriores de una autoridad carnal, basada más en el prestigio de la iglesia que se hallaba en la metrópoli del Imperio que no en el testimonio espiritual de la congregación.
Pablo podía gozarse en el testimonio de creyentes conocidos por su obediencia, pero justifica su solemne aviso en contra de los engañadores por palabras que nos recuerdan las del Maestro en (Mt 10:16): "Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas". El Señor dio este consejo a los suyos en vista de la proximidad de tiempos de persecución, pero Pablo, escribiendo a una iglesia cristiana amenazada por la intrusión del error, expresa su deseo de que los hermanos sean: "sabios para el bien y sencillos para el mal". La sencillez no estriba en la ignorancia sino todo lo contrario, pues hermanos que han aprendido a ser "sabios para el bien" —por la meditación en la Palabra— están apercibidos en contra de la complejidad de los deseos de su propio corazón, fiándose más de la Palabra y menos de sus impulsos. La ignorancia puede ser orgullosa, lo que deja la puerta abierta al error.
La victoria final (Ro 16:20). Los engañadores eran emisarios de Satanás, quien sabe disfrazarse en ángel de luz (2 Co 11:14), y por eso el apóstol anima a los creyentes por una referencia al triunfo final sobre el verdadero enemigo de la manera en que el Señor lo había hecho frente a sus discípulos en un momento de triunfo parcial (Lc 10:17-18). La primera profecía explícita de las Escrituras (Gn 3:15) había prometido el quebrantamiento de la cabeza de la serpiente, y si Pablo ve la victoria como próxima —"El Dios de paz quebrantará en breve a Satanás debajo de vuestros pies"— no hemos de pensar tanto en una manifestación de poder espiritual en Roma en aquellos días, sino en la parte constante que corresponde a los santos en la victoria de la Cruz, que se hará patente a todos en los últimos días (He 2:14-15) con (Ap 20:10). "El Dios de paz" es también "Jehová de los Ejércitos", pues la paz final depende de la derrota del gran enemigo de las almas de los hombres.
Saludos de parte de los colaboradores de Pablo (Ro 16:21-23)
Los compañeros de Pablo (Ro 16:21). Recordemos que Pablo dictó esta Epístola en Corinto antes de emprender su viaje a Jerusalén, acompañado de varios representantes de iglesias que participaron en la ofrenda para los santos pobres de Jerusalén, nombrándose por lo menos algunos de ellos en (Hch 20:4). Es casi seguro que el Sosípater de Hechos corresponda al Sosípatro de nuestro pasaje, y es posible que Lucio corresponda a Lucas, como forma alternativa del nombre. Jasón podría ser el ayudador de Pablo en Tesalónica (Hch 17:6-9), en cuyo caso sería el representante de aquella iglesia en relación con el fondo, pero el nombre era común y no figura en la lista de (Hch 20:4). Si Lucio corresponde a Lucas, entonces el texto debiera leerse con una coma después del nombre, como en la Vers. H. A., pues él era gentil y no podía clasificarse con "Jasón y Sosípatro, mis parientes", o sea, miembros de mi raza. Si es otro "Lucio", entonces lo más probable es que los tres nombres vayan juntos y que todos fuesen judíos.
"Yo, Tercio, que escribo esta epístola" (Ro 16:22). Pablo solía dictar sus cartas a un amanuense, que podría ser algún colega suyo, como Silas, cuyo nombre figura en el encabezamiento de las epístolas a los tesalonicenses. Éste es el único caso en que el amanuense se menciona en primera persona, sin duda con el permiso de Pablo. Aun cuando, por otra parte, su nombre es desconocido en los escritos del Nuevo Testamento, cabe sacar la deducción que se destacaba entre los siervos del Señor, siendo conocido en Roma, ya que manda este saludo personal a la iglesia. Sobre la importancia de tales hermanos, que en su inmensa mayoría han quedado anónimos, véase la Introducción.
Hermanos de Corinto (Ro 16:23). Gayo, el anfitrión de Pablo, que prestaba su casa también para las reuniones de la iglesia, sería uno de los primeros convertidos en Corinto, bautizado por Pablo mismo según (1 Co 1:14), juntamente con Crispo. Se ha sugerido que su nombre completo —al estilo latino— podía haber sido Gayo Ticio Justo, en cuyo caso se identifica con el Ticio Justo que ofreció su casa a la iglesia naciente cuando no fue posible seguir testificando en la sinagoga de los judíos (Hch 18:7-8). Erasto, tesorero de la ciudad, sería uno de los primeros personajes de la ciudad. A algunos les ha extrañado que tal persona pudiese ser miembro de la iglesia cristiana, pero Pablo no dice que todos sus miembros eran ignorantes y de baja categoría social, sino que: "no sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles" (1 Co 1:26-27), lo que indica que había algunos. Se ha encontrado una inscripción en Corinto que reza: "Erasto, director de obras públicas, hizo echar este pavimento a sus propias expensas". Es probable la identificación con el Erasto de la iglesia cristiana, pero la inscripción pertenece a una fecha anterior a su promoción al cargo bastante más importante de "tesorero de la ciudad". Cuarto sería otro cristiano destacado de Corinto, pero no sabemos por qué el apóstol le distingue llamándole "el hermano". Con estos saludos de representantes de la iglesia en Corinto a la iglesia hermana en Roma se cierra la lista de cortesías, que revelan la existencia de fuertes lazos de comunión entre las iglesias, los siervos del Señor y los líderes de las congregaciones locales durante la época apostólica.
Una doxología y un resumen doctrinal (Ro 16:25-27)
"Al que puede confirmaros... a Dios, el solo sabio" (Ro 16:25-27). El paréntesis doctrinal que Pablo inserta en su doxología final es tan extenso —y hasta cierto punto tan complicado— que es preciso recordar que el propósito principal es el de atribuir honra y gloria al Dios que originó en la eternidad el maravilloso Evangelio que ha sido el tema de la Epístola. En el Epílogo el apóstol ha notado ciertos peligros que amenazaban la paz interna de la iglesia, pero éstos no anulaban la gran Obra establecida en Cristo antes de la fundación del mundo. Los sumisos, los hombres de fe, no tenían por qué temer, pudiendo alabar y bendecir al Dios omnipotente, quien era poderoso para confirmar a los santos en el camino que conducía a la Meta eterna. De hecho, esta confirmación —la verdadera preservación de los santos— llega a ser un elemento integrante de "mi Evangelio y la proclamación de Jesucristo". Ya hemos visto, al comentar (Ro 2:16), que no hay varios evangelios, limitándose el sentido de "mi Evangelio" al hecho de que Pablo había recibido una revelación especial sobre unos aspectos fundamentales del plan de Dios para esta dispensación y para la meta final. "La predicación de Jesucristo" se traduce mejor por la "proclamación" ("kerugma") que tenía por tema la Persona de Jesús el Cristo y que se resume en (1 Co 15:1-4,11). La comprensión de las Buenas Nuevas contenidas en esta proclamación llevará al alma creyente a la adoración delante del Dios quien las sacó de los arcanos de sus amorosos propósitos de gracia antes de ordenar el universo.
La revelación del misterio (Ro 16:25-26). El apóstol Pablo ha ejercido magistralmente su augusto ministerio de administrar el "misterio" en esta Epístola a los Romanos, siendo inspirado para revelar la justicia que Dios otorga al creyente en Cristo, además de la superestructura de las sublimes doctrinas que descansan sobre la base de la justificación por la fe; pero hemos de acudir a otras cartas suyas para aprender en detalle la manera en que él había sido encargado de la revelación del secreto de Dios en orden a la Iglesia como comunidad de creyentes sacados por igual —y bajo condiciones idénticas— de entre judíos y gentiles. El término "misterio", en el lenguaje de Pablo quiere decir un propósito de Dios que no se había aclarado bajo el antiguo pacto, pero que se había iluminado por el ministerio apostólico después de la obra de la Cruz y el descenso del Espíritu Santo. Los creyentes que recibían las enseñanzas de Pablo eran como los iniciados de ciertas religiones que pretendían esconder el "secreto" de la vida del vulgo para descubrirlo a los adeptos debidamente preparados para ello, pero en este caso se trata de la revelación del propósito de Dios establecido en Cristo con referencia a la Iglesia. Este ministerio especial de Pablo se describe en (Ef 2:11-3:21), con referencia especial a (Ef 3:2-12) (Col 1:21-2:3) (1 Ti 1:11-14) (2 Ti 1:8-12).
El lenguaje de Pablo guarda estricta relación con los pasajes que hemos mencionado cuando escribe: "según la revelación del misterio guardado en secreto desde tiempos eternos, pero manifestado ahora, y según el mandamiento del Dios eterno...", pues la nota de tiempo ahora corresponde al momento de la revelación de la naturaleza del Evangelio y de la Iglesia concedida al apóstol de los gentiles. Hallamos la misma palabra ahora en un contexto parecido en (Ef 3:5). Lo que extraña es la cláusula siguiente: "según el mandamiento del Dios eterno, declarado por las escrituras proféticas a todos los gentiles para que obedezcan la fe". Es natural entender la frase "las escrituras proféticas" como los libros proféticos del Antiguo Testamento, pero el apóstol acaba de declarar —en consonancia con otros claros pasajes— que la revelación del misterio de la Iglesia no fue dada hasta la época apostólica. Los profetas del Nuevo Testamento se asocian frecuentemente con los apóstoles en el ministerio revelatorio del Nuevo Testamento (Ef 2:20) (Ef 3:5), y los apóstoles mismos eran "profetas", y más que profetas, en el sentido de ser portavoces del mensaje divino del Nuevo Testamento. Sin embargo, el ministerio profético en el Nuevo Testamento corresponde a oráculos ocasionales, necesarios hasta que los términos del Nuevo Pacto fuesen ampliamente conocidos por medio de los escritos apostólicos, y nada se sabe de escritos proféticos en la época apostólica. La solución de la dificultad tiene que buscarse, por lo tanto, en la medida de la revelación sobre la bendición que recibirían los gentiles según los profetas del Antiguo Testamento. Sin tocar el misterio de la naturaleza de la Iglesia y la entrada en ella de creyentes tanto gentiles como judíos que recibían el Evangelio, recordamos las muchas profecías que preveían una gran bendición final para los gentiles, tales como las que hemos examinado en pasajes como (Ro 15:9-12). Reiteramos que, en sus contextos originales, estas profecías vislumbran la bendición de los gentiles por medio de una nación de Israel restaurada en el reino futuro, pero no dejaban de señalar el propósito de Dios de universalizar la bendición por llevar a la obediencia aun a los gentiles. Pablo aplicaba tales predicciones libremente a la bendición de los gentiles en el ámbito de la Iglesia en esta dispensación, sin dejar de insistir en la tremenda "novedad" de la revelación que él mismo recibió.
Entendiendo "las Escrituras proféticas" en sentido muy amplio, es legítimo recordar que Pablo veía una continuidad esencial en el Evangelio desde el principio de la revelación anterior hasta la salvación de la última alma, ya que nadie jamás se salvó aparte del valor eterno de la obra de la Cruz apropiado por el arrepentimiento y la fe. La presentación del mensaje variaba mucho, pero la base era siempre igual, como idéntica fue también la reacción esencial del pecador que se sometía a lo revelado para entrar en el Reino. Véanse comentarios sobre (Ro 3:19-21,29-31) (Ro 4:1-16) (Ro 11:25-32).
Al Dios solo sabio (Ro 16:27). Al trazar los propósitos de Dios en su Hijo desde "antes de los tiempos de los siglos" hasta su consumación en "los siglos de los siglos", Pablo queda impresionado, sobre todo, por la sabiduría de Dios (Ro 11:33-36), que no sólo es inconmensurable sino también única. Si hay algún destello de sabiduría en ángeles y hombres ha de ser reflejo de la de Dios, de modo que toda la pretendida sabiduría humana no pasa de ser locura, pese a sus orgullosas pretensiones, si deja a Dios fuera de sus postulados. Las doxologías reconocen el hecho de la gloria de Dios, y el que las tome sobre sus labios, al "atribuirle gloria", la aumentan por lo menos en el sentido de asociarse voluntaria y gozosamente con lo que Dios ha revelado de sí mismo. La rebeldía no puede menguar la esencia de la gloria, pero sí limita tristemente su reconocimiento y su manifestación, mientras que el adorador queda extasiado frente a lo que Dios es y lo que ha hecho al desarrollar las majestuosas etapas del plan de la redención. Y, dice el Hijo, "el Padre a tales adoradores busca para que le adoren".
De la manera en que "los ángeles de Dios ascienden y descienden sobre el Hijo del hombre" (Jn 1:51), ordenando sus movimientos en relación con la voluntad del Hijo, así también la alabanza de los santos asciende a Dios por medio de Jesucristo. De igual forma la salvación de Dios, ofrecida al hombre, bajó del Cielo y se consumó por medio de él. Por eso Pablo escribe "a él sea gloria por medio de Jesucristo", único Mediador entre Dios y los hombres, el Sumo sacerdote, además, quien solo ha sido designado para ofrecer el incienso de la adoración de los salvos delante del Trono.
Gloria hasta los siglos (Ro 16:27). Los griegos no tenían otro modo de expresar el concepto de "la eternidad" sino por el uso de "aión" ("siglo") o del adjetivo "amnios" ("del siglo"), que también empleaban para dar la idea de un período largo de tiempo. En el Nuevo Testamento "el siglo" puede representar: a) este presente siglo malo, como el período dominado por Satanás, y, por ende, llega a ser equivalente del "mundo" ("kosmos" en el sentido peyorativo del término (Ga 1:4), etc.); b) en plural, equivale al universo que adquiere su ser por la Palabra de Dios a través de los períodos y etapas de tiempo que él ha ordenado. En (2 Ti 1:9) leemos de un propósito de Dios que fue formulado (literalmente) "antes de tiempos de los siglos", o sea, antes del gran proceso de la creación, sea angélica o universal (He 11:3), c) "el siglo de los siglos", "los siglos de los siglos", o "hasta los siglos" (como en el versículo 27) suple la idea de la eternidad que —desde nuestro punto humano e histórico— damos en llamar "futura", lo que justifica la traducción de R.V. Ahora bien, la forma plural no deja de tener su significado, ayudándonos a comprender que la Nueva Creación no será la "eternidad" propiamente dicha, que es algo que corresponde únicamente a la Deidad, sino una sucesión sin fin de "siglos" que brotará del ser eterno de Dios. Habrá otro "universo" cuya creación no sólo obedecerá a una Palabra divina, sino que se fundará sobre la obra de la Cruz y la derrota definitiva del pecado. Los redimidos glorificarán a Dios de mil maneras, en variado servicio y adoración, gozándose primeramente en Dios por medio del Mediador y luego en la infinita diversidad de sus obras.
Sobre esta nota de alabanza y de adoración, postrado ante el Dios "solo sabio", Pablo termina su gran Epístola, en la que ha dado expresión al pensamiento inspirado que recoge la sustancia del gran plan de redención determinado en el Hijo antes de los tiempos de los siglos y que determina el futuro de la raza redimida "hasta los siglos". La obra se garantiza por el SI de Dios en Cristo, y "también él es el AMÉN para gloria de Dios por medio de nosotros" (2 Co 1:20), ya que nuestros corazones rendidos se identifican gozosos tanto con el hecho redentor como con el Consumador del hecho, el Hijo de Dios, el Mediador eterno.
Preguntas
1. Discurra sobre la obra pasada de Pablo y sus planes para el futuro, según se revelan en (Ro 15:14-33).
2. El capítulo 16 lo ocupan mayormente los saludos de Pablo y otros amigos en Roma. ¿Encierra valor espiritual para nosotros esta lista? Si cree que sí, explique su contestación, citando algunos casos que le llamen la atención.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
Comentarios
Ernesto Silva (El Salvador) (27/03/2023)
Me ha llevado 4 meses poder completar este estudio de la carta a los romanos . Agradezco a esta página por su incalculable aportación al crecimiento de la iglesia, que Dios les bendiga ricamente.
Maximiliano Roldán (Argentina) (28/01/2020)
Todo creyente en Cristo debe hacer un estudio sistemático de Romanos .Específicamente Romanos 7 y 8 habla del fracaso y la victoria en la vida cristiana. Estudiemos Romanos! .
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