Estudio bíblico: El hombre de la mano seca - Marcos 3:1-6
El hombre de la mano seca - Marcos 3:1-6
(Mr 3:1-6) "Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana. Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle."
Introducción
Hasta este momento hemos visto el Evangelio que Cristo predicaba en comparación con aquellas características de la religión judía que estaban envejecidas y obsoletas. Pero ahora la tensión crece y el Señor se tiene que enfrentar ya no sólo con sus interpretaciones inadecuadas de la ley, sino con la visión totalmente distorsionada, pervertida e inmoral que con ellas daban de Dios.
Ahora el tema que por segunda vez consecutiva genera controversia es el del día de reposo. En el pasaje anterior el Señor Jesucristo terminó afirmando que él es "Señor aun del día de reposo" (Mr 2:28), y a los judíos que le escuchaban no les quedó ninguna duda de que con esto estaba reclamando la posición de Dios en relación con el sábado, lo que les tuvo que resultar intolerable. Ahora, en esta segunda parte del tema, la controversia tiene que ver con el propósito del día de reposo, y el Señor va a dejar claro que el sábado fue creado para el bienestar de los seres humanos, y por esa razón, cualquier interpretación de la ley que convierta el día de reposo en una carga para el hombre, o que impida la manifestación de la misericordia divina hacia él, está fuera del propósito original de Dios.
"Le acechaban"
Marcos quiere hacernos notar el ambiente que se respiraba en aquel día de reposo cuando Jesús entró nuevamente en la sinagoga de Capernaum.
Allí había un hombre que tenía seca una mano, y ya conocían a Jesús lo suficiente como para saber que aunque fuera día de reposo, si había alguien necesitado en la sinagoga, él actuaría. Así que estaban esperándole al acecho, con una actitud desafiante, observando para ver si Jesús se atrevería a sanar al enfermo.
Resulta incomprensible considerar cómo a pesar de todo el bien que Jesús había hecho entre el pueblo, sin embargo, la oposición contra su persona y su obra iba en aumento. Y fijémonos que nadie en ese momento se cuestionaba si Jesús podía hacer milagros de sanidad, todos daban por hecho que sí podía, lo que estaban esperando era que lo hiciera en el día de reposo para así poderle acusar. ¿Cómo podían aceptar que en él se manifestaba todo el poder y la misericordia de Dios y al mismo tiempo negarse a reconocerle como el Mesías? Como ya hemos señalado en otras ocasiones, la incredulidad lleva a la incoherencia.
¡Qué triste! Era día de reposo y su propósito debería haber sido el de santificar al Señor, pero aunque habían ido a la sinagoga, en sus mentes y corazón no estaba el deseo de aprender de la Palabra, ni de orar, ni tampoco de adorar a Dios. En sus pensamientos sólo había odio contra Jesús. Como dijo el salmista: (Sal 37:32) "Acecha el impío al justo, y procura matarlo".
Bueno, esto era lo que les movió a lo judíos para ir aquel día a la sinagoga, pero el Señor Jesús era totalmente diferente a ellos. Con todo valor y misericordia regresó una vez más a la sinagoga en busca de los perdidos, sin importarle el odio de sus enemigos.
El hombre inválido
Pero pensemos por unos momentos en el hombre enfermo. Marcos nos dice que "tenía seca una mano" y Lucas añade que era la "mano derecha" (Lc 6:6).
Podemos imaginar su condición sin demasiado esfuerzo. En esa época, ¿qué trabajos podría realizar alguien que sólo pudiera utilizar una de sus manos? ¿cómo afectaría su enfermedad no sólo a su trabajo, sino a todas las áreas de su vida?
Por su situación, viene a ser una buena ilustración del hombre pecador que no se puede ayudar a sí mismo, que se muestra torpe aun para hacer las cosas más simples de la vida.
Pero nos surge una pregunta: ¿Por qué fue aquel día a la sinagoga?
Seguro que él conocía bien el ambiente que se respiraba allí. Sabía lo que podía esperar de los judíos que se reunían en la sinagoga. Ellos no tenían ningún interés en él ni en su bienestar, en tal caso, si aquel día fijaron sus miradas en él, era porque les venía bien como "carnaza" para cazar a su presa. Pero a pesar de todo eso, él fue a la sinagoga, y la única razón que podía tener para hacerlo es que tenía una fe auténtica en Dios.
Este es un buen ejemplo también para nosotros, que muchas veces podemos sentirnos desanimados para ir a la iglesia porque el ambiente o las personas no son de nuestro agrado. En esas circunstancias, es preciso recordar que vamos allí porque en primer lugar queremos encontrarnos con Dios y ofrecerle nuestra adoración. En este sentido, nos puede resultar útil recordar el caso de Ana, la mujer de Elcana, que encontramos en (1 S 1-2). Para ella era un auténtico suplicio ir cada año hasta Silo para adorar y ofrecer sacrificios a Dios. El ambiente familiar le era completamente hostil, y la inmoralidad de los sacerdotes terminaría por apagar cualquier deseo que pudiera tener de adorar a Dios. Sin embargo, ella iba allí porque buscaba a Dios, y recordemos que como consecuencia de sus oraciones, nació el profeta Samuel, quien años más tarde condujo a la nación a una época de avivamiento espiritual como pocas llegó a tener la nación de Israel.
Ahora bien, volviendo al caso del hombre con la mano seca, notamos que sin quererlo, se encontró en el centro mismo del escenario de una tremenda batalla espiritual cuando Jesús le mandó que se levantase de su sitio y se pusiera en medio de todos. ¿Por qué le mandó Jesús que hiciera esto? ¿No podía haberlo sanado al día siguiente de forma discreta y haberle evitado así por toda aquella desagradable situación? ¿Por qué en este caso no trató de mantener su milagro en secreto como en ocasiones anteriores?
Tal vez quería despertar la compasión de los presentes hacia el enfermo al ver de cerca su desgracia.
Quizá fue para probar la fe y obediencia de aquel hombre.
O muy probablemente, porque Jesús quería que todo el mundo viera que él no estaba dispuesto a aceptar las interpretaciones malvadas que los judíos hacían de la ley, ni la imagen que con ellas proyectaban de Dios.
Y así, en medio de las miradas enemigas de los judíos, el enfermo fue sanado por su fe y obediencia a Jesús.
Los judíos y el día de reposo
Ya hemos comentado en el incidente anterior cómo los judíos interpretaban la ley acerca del día de reposo, y vimos que en cuanto a lo que se podía hacer con un enfermo en ese día, lo podemos resumir diciendo que consideraban que se podía otorgar atención médica sólo si había peligro de muerte, pero nunca con la finalidad de que el enfermo o herido se pusiera mejor.
Con su actitud, los judíos estaban manifestando la maldad de un corazón terriblemente endurecido por el legalismo religioso.
La posición de Jesús
Marcos nos muestra primeramente el profundo malestar, desacuerdo e indignación del Señor ante la postura de los judíos: "mirándolos... con enojo..."
La imagen popular de un Cristo suave, apacible e indulgente, no se corresponde con la que nos presentan los evangelios. Aunque, por supuesto, esto no quiere decir que el Señor no se caracterizó por el amor, la compasión y la dulzura. Pero tanto en este pasaje, como en muchos otros, él no tuvo ningún reparo en señalar el error y denunciar el pecado con toda la contundencia que el caso mereciera. Tampoco dudó en entablar debates con los líderes religiosos del judaísmo ni oponerse públicamente a ellos. Y en este caso, lo que estaba en juego era el mismo carácter de Dios, y ante algo tan importante, no había lugar para la ambigüedad. Por lo tanto, las palabras de Jesús, así como su lenguaje corporal, iban a manifestar su total y completa desaprobación. Y no lo olvidemos, nosotros también somos llamados a defender la verdad del evangelio de la misma forma en que él lo hizo. No obstante, es necesario que nos aseguremos bien de que lo que defendemos es la verdad revelada de Dios, porque desgraciadamente, en la mayoría de las ocasiones, lo que nuestra naturaleza caída nos lleva a defender con mayor ardor es nuestro propio ego e ideas, al mismo tiempo que nos mostramos apáticos cuando se trata de defender y dar testimonio de la gloria de Dios.
Ahora bien, la interpretación que los judíos hacían de la ley del día de reposo implicaba una calumnia contra el mismo carácter del Dios que había instituido el sábado. Su propósito siempre había sido que las manos de los hombres pudiesen descansar y recobrar fuerzas para continuar trabajando, no para prolongar su incapacidad para trabajar. Por lo tanto, era inaceptable pensar que en base al respeto al sábado, hubiera que dejar de sanar al hombre de la mano seca.
La actitud de los fariseos dejaba claro que aunque hablaban mucho del día de reposo, desconocían su propósito, y aun más, el carácter del Dios que lo había instituido. No habían entendido que el interés de Dios al dar leyes a los hombres era para ayudarnos, para mostrarnos cómo lograr lo máximo de esta vida y del más allá. Por lo tanto, las leyes de Dios deben en última instancia ser interpretadas y entendidas a la luz de su profundo e inescrutable amor por cada uno de nosotros.
Por el contrario, el diablo ha creado las religiones para hacernos creer que el propósito de la ley de Dios es el de esclavizar al hombre, hacerle sufrir, y que sea tremendamente infeliz.
Pero ahora Cristo iba a revelar que el corazón de Dios es misericordioso y busca el bien del ser humano. Así que, con la misma intensidad con la que repudiaba la actitud de los judíos legalistas, su corazón ardía en compasión y amor para con el hombre inválido. Por eso, cuando Jesús sanó al hombre enfermo, debemos darnos cuenta de que lo que quería era demostrar que Dios no es indiferente frente al dolor humano y que su profundo deseo es que su pueblo disfrute de libertad y no sufra en esclavitud religiosa.
Sin embargo, también había una nota muy seria de advertencia. Jesús estaba "entristecido por la dureza de sus corazones". Al Señor le preocupaba que aquellos hombres reaccionaran con tanta indiferencia y odio ante él. Su posición era muy grave, porque cada vez se iban endureciendo más, de tal manera que estaba llegando el momento en que prácticamente era imposible que les pudiera penetrar cualquier verdad espiritual. Parecía que ya nada de lo que el Señor pudiera hacer o decir lograba traspasar la dura armadura de su incredulidad. Al final, la mano seca de aquel hombre no era nada en comparación con la sequedad del corazón de estos religiosos.
"Hacer bien o hacer mal"
El Señor les hizo una pregunta con el fin de que consideraran las implicaciones de su interpretación de la ley del sábado: "¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida o quitarla?".
Por la manera de plantear la pregunta, el Señor les estaba obligando a escoger entre dos opciones: "hacer bien, o hacer mal", "salvar la vida o quitarla". Si ellos rehusaban hacer el bien, necesariamente estarían haciendo el mal. Si dejaban de salvar la vida sería como quitarla.
El Señor quería subrayar que el sábado, como día dedicado al culto de Dios, no podía considerarse como un día en que la persona pudiera rehuir los deberes del amor hacia el prójimo. Jesús tenía la oportunidad de sanar a ese hombre, y no le iba a decir que regresara otro día. Eso habría sido inmoral.
Aprendemos pues que no sólo se puede pecar por hacer el mal, sino también por dejar de hacer el bien.
Por lo tanto, había dos cosas que Jesús quería enfatizar sobre el día de reposo:
Los fariseos centraban toda su atención en todo aquello que no se podía hacer en ese día, mientras que el Señor ponía la atención en lo que sí se debía hacer en él. Una actitud como la de los fariseos les impediría necesariamente cantar y alabar al Señor con ilusión. Parece que toda su preocupación para ese día consistía en que nadie hiciera ninguna de las cosas prohibidas en las listas que ellos habían confeccionado. Eso mata el espíritu de la adoración.
Por otro lado, no sólo Dios no recibe lo que le corresponde, sino tampoco el prójimo. La observancia legalista que los fariseos hacían de sus normas humanas, les llevaba a estar plenamente satisfechos consigo mismos, al mismo tiempo que les permitía despreocuparse por completo de los demás, llegando a tener una actitud totalmente carente de misericordia, tal como estamos considerando en este pasaje. Para ellos, eran más importantes sus normas que las personas.
Evidentemente, Jesús no había venido para conmemorar el día de reposo, sino para salvar a los pecadores y adorar a su Dios.
"La mano le fue restaurada sana"
Para aquellos legalistas defensores del sábado, el hombre enfermo debería buscar a Jesús al día siguiente si quería ser sanado, a fin de no profanar el día sagrado. No les importaba si sufría un día más.
Pero Jesús no iba a ceder a sus presiones, así que "dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana".
Notemos que el único trabajo que hizo el enfermo fue extender su mano, y en cuanto a Jesús, no se dice que hiciera nada con ella. Por lo tanto, fue sanado por medio de su palabra, lo cual no incumplía ni la ley de Dios ni tampoco la complicada legislación judía al respecto. Pero aun así, ellos se encolerizaron contra Jesús, y en su obstinada oposición, no se les ocurrió pensar que si Jesús no estuviera actuando conforme a la voluntad de Dios, de ninguna manera podría hacer las obras que hacía. Recordemos la reflexión de Nicodemo, un fariseo como ellos, cuando fue a ver a Jesús:
(Jn 3:2) "Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él."
Los enemigos unidos contra Jesús
Jesús sabía que sanar a este hombre le traería muchos problemas, pero aun así lo llamó para sanarle. Y la reacción de los judíos no se hizo esperar: fariseos y herodianos se unieron con el fin de destruir a Jesús. Pareciera que como la luz crea sombras, la presencia de Jesús servía para manifestar muchas veces lo peor de las personas.
Ahora bien, analicemos la sinrazón de los legalistas religiosos:
Para ellos era pecaminoso restaurar la salud a una persona enferma si era día de reposo, pero no encontraban ningún inconveniente para en ese mismo día tramar un asesinato o alimentar el odio contra Jesús.
El hecho de que un lisiado hubiese sido liberado de su grave impedimento no les afectó en lo más mínimo. No se alegraron por este hombre, ni les produjo una actitud amistosa hacia el sanador.
Su actitud era monstruosa. ¡Cómo podían permanecer indiferentes ante la necesidad de su prójimo y sordos a las lágrimas del mundo! No podemos pensar otra cosa sino que estos religiosos estaban desnaturalizados. En realidad, hacían todo esto porque su lealtad a su propia religión estaba por encima de su lealtad a Dios.
Pero quizá lo más extraño del caso es la unión que surgió entre fariseos y herodianos a raíz de este incidente. No debemos olvidar que se trataba de dos facciones enemigas. Nos cuesta entender cómo lograron apartar sus tremendas rivalidades. Recordemos que herodianos y fariseos no tenían nada en común, salvo el hecho de que todos eran judíos.
Los herodianos apoyaban la dinastía de Herodes, que representaba al poder de ocupación romano y su sistema político. Ese mismo Herodes era quien había arrestado a Juan el Bautista y más tarde lo mandó decapitar. Y sus partidarios no tenían ningún interés en guardar la ley, sino que por el contrario favorecían la cultura griega con todos sus valores paganos. Nos preguntamos qué problema les podía causar que Jesús hubiera sanado a un hombre enfermo en el día de reposo.
Lógicamente los fariseos consideraban a los herodianos como inmundos y evitaban su compañía. Todo lo que ellos defendían representaba un ataque a los valores morales y espirituales de Israel. De hecho, la secta de los fariseos había surgido como un movimiento de resistencia contra este tipo de influencias paganas. Sus complicadas leyes tenían como finalidad levantar barreras a su alrededor para que los paganos no les contaminaran. Creían que la cultura griega estaba corrompiendo la sociedad judía y defendían un regreso a los valores bíblicos.
Podríamos decir que unos representaban el poder político y los otros el religioso, unos eran inmorales y defendían una cultura secular mientras que los otros eran puritanos religiosos. Pero por diferentes intereses personales, todos ellos estaban contra Jesús y llegaron a la conclusión de que era necesario deshacerse de él.
En todo caso, resulta insólito este acuerdo repentino entre ellos. ¡Qué triste alianza! ¡Preferían tratarse entre ellos antes que con Jesús!
Esta unión nos lleva al final de una sección donde la oposición contra el Señor ha llegado a un punto álgido. Como acabamos de ver, herodianos y fariseos representaban el poder político y religioso, los inmorales y los moralistas, pero a todos ellos les molestaba el evangelio de Jesucristo, exactamente igual que en nuestros días.
La postura cristiana frente al día de reposo
A la luz de estos pasajes, algunos han llegado a la conclusión de que el día de reposo se relaciona con el pueblo de Israel, pero que Jesús vino para acabar con él y sus prácticas legalistas y restrictivas, introduciendo en su lugar una visión más liberal. Como prueba utilizan la frase de Jesús: "El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo" (Mr 2:27). Llegan así a la conclusión de que Cristo nos ha liberado de este y de cualquier otro mandamiento. Y es probable que a muchos les agrade esta visión de un Jesús liberal, pero lo cierto es que el Señor nunca criticó o abolió el día de reposo. Lo único que sí hizo fue liberar el sábado de las normas legalistas y absurdas que los fariseos habían impuesto sobre él.
Por otro lado, un tema que ha generado bastante controversia en nuestro tiempo tiene que ver con el día en que los cristianos debemos celebrar el día de reposo. O dicho de otro modo, ¿por que los judíos guardaban el sábado y los cristianos el domingo?
Para contestar a esta pregunta debemos recordar que el día de reposo se relacionaba directamente con la creación del mundo.
(Gn 2:2) "Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo."
Es importante subrayar que el verbo hebreo "reposar" significa "cesar o terminar". No quiere decir que Dios tuvo que descansar por el agotamiento que la creación le produjo (Is 40:28), sino que reposó porque había terminado toda su obra. Es como el pintor que una vez finalizado su cuadro se sienta para admirarlo. Así lo hizo Dios, y concluyó que todo "era bueno en gran manera" (Gn 1:31). De aquí surgió siglos después el mandamiento acerca del día de reposo (Ex 20:8-11).
Ahora bien, este día de reposo que Dios celebró en ese momento ya no existe. Recordemos que era consecuencia de una obra perfectamente terminada. Pero poco después de ese momento, con la entrada del pecado en el mundo, la creación fue arruinada y Dios tuvo que volver a "trabajar". Eso es lo que el Señor Jesucristo afirmó: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo" (Jn 5:17).
Pero hay un nuevo reposo, tal como anuncia el autor de Hebreos (He 4:4-11). Y ese reposo se relaciona con la obra de Cristo. Recordemos sus últimas palabras cuando moría en la cruz: "Consumado es" (Jn 19:30). Otra vez encontramos la plena satisfacción de Dios por haber completado perfectamente su obra. Así que, como consecuencia de ello, Cristo ascendió al cielo y se sentó: "habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (He 1:3).
Por lo tanto, el nuevo reposo al que el creyente es invitado, no tiene que ver con el del séptimo día, cuando Dios terminó su creación, sino con el primer día de la semana, cuando Cristo resucitó después de haber completado la obra de nuestra salvación. Y así lo entendió la iglesia desde el principio y por eso cambiaron el sábado (el séptimo día), por el domingo (el primer día).
Preguntas
1. ¿Que era lo que les molestaba a los judíos de Jesús?
2. ¿Por qué fue el hombre con la mano seca a la sinagoga?
3. Reflexione sobre cómo interpretaban los judíos la ley del día de reposo y que implicaciones tenía.
4. Razone sobre lo que quiso decir Jesús con esta pregunta: "¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida o quitarla?".
5. Comente la unión que surgió entre fariseos y herodianos.
Comentarios
Emmanuel Nájera Vargas (México) (09/08/2024)
Es increíble cómo el deseo por decir y enfocarse en lo malo, le gana a buscar la misericordia y dar de gracia lo que de gracia hemos recibido, que Dios nos ayude y nos ilumine cada día mas a hacer la perfecta voluntad de Él, excelente estudio, son de mucha ayuda para abrirnos el panorama de la biblia.. Bendiciones!!
José Antonio Fernández Alcázar (Bolivia) (20/07/2024)
Ahora queda claro el caso del día de reposo.
Gracias y bendición de Dios para el ministerio.
Flor Elena Fonseca Millán (Colombia) (08/06/2024)
Encontré en este estudio la respuesta que buscaba para explicarle a una persona que defiende el sábado porque se congrega con los adventistas del 7 día. Que Dios les continúe dando sabiduría y permanezca en ustedes el amor y el compromiso. Mil gracias
Mauricio Pavón Pavón (México) (01/03/2023)
Me parece muy clara y precisa la interpretación de este evento y es terrible mirar como el amor de Dios se ha enfriado y se deja de practicar la misericordia con nuestros hermanos. Dios diariamente nos muestra su misericordia y amor y lo que podemos hacer es exactamente lo que hizo Jesús con este hombre. Muchas gracias por la reflexión me deja una gran enseñanza.
Lianna Ladys Martinez (Gabón) (22/08/2022)
🌿Excelente enseñanza, muy clara y comprensible. Siempre estudio la Biblia a través de este ministerio. Saludos desde África👋🏻
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