En primer lugar, lo que estaba ocurriendo con ellos era lo mismo que pasa con todas las personas: si nos negamos a aceptar las palabras de Jesús, la única opción que queda es escuchar las del diablo.
Y por otro lado, es también evidente la relación que existe entre lo que escuchamos y lo que practicamos. Una buena enseñanza de la Palabra puede llevarnos a una vida santa, pero si lo que escuchamos son otras cosas, esto nunca podrá producir en nosotros este mismo efecto santificador. Lo vemos claro en estos judíos, que desde el momento en que prestaron su oído a las palabras del diablo, éste llenó sus corazones de odio hacia Jesús.