Estudio bíblico: Creed en el evangelio - El justo por la fe vivirá - Marcos 1:14-15
Creed en el evangelio - El justo por la fe vivirá
En nuestros estudios anteriores hemos visto que la fe, junto con el arrepentimiento, son el medio escogido por Dios para la salvación, pero en ningún caso pueden ser consideradas como obras meritorias que nosotros aportamos a la salvación. Todo lo contrario, implican reconocer que nos hemos equivocado, que lo hemos hecho mal, que hemos fracasado, y que además, no tenemos forma de solucionarlo. Por medio de la fe y del arrepentimiento reconocemos nuestra total y absoluta bancarrota moral y espiritual, para poder acogernos así a la oferta de gracia que Dios nos hace por medio de su Hijo Jesucristo. Por lo tanto, toda la gloria debe ser dada enteramente a Dios:
(Ef 2:8-9) "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe."
"Sin fe es imposible agradar a Dios"
Esta frase la encontramos en (He 11:6) y viene a confirmar que ningún hombre podrá jamás complacer a Dios sin fe. La falta de fe, es decir, la incredulidad, pone a un lado todo lo que Dios ha dicho, lo ignora y lo desobedece. Tal hombre nunca podrá agradar a Dios, aunque sustituya lo que Dios ha dicho por otras prácticas religiosas. No hay ninguna cosa que podamos hacer para sustituir la fe: ni penitencias, ni sacrificios personales, ni ninguno de nuestros mayores esfuerzos nos ayudarán a pasar el listón que Dios ha establecido en su ley. Nuestra única opción es la fe en la Obra de Cristo en la cruz a nuestro favor. Fuera de él estamos perdidos.
Por eso, finalmente, la incredulidad es el único pecado que nos puede separar de la salvación:
(Jn 3:18) "El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios."
¿Qué implica vivir por fe?
Ahora bien, hasta este momento hemos estado hablando acerca de la fe salvadora que nos lleva a una relación correcta con Dios, pero la historia no acaba ahí. Todo lo contrario, desde el momento en que nos convertimos y nacemos de nuevo, comienza para cada uno de nosotros una nueva vida que debe estar caracterizada por la fe. El profeta Habacuc lo describió de esta manera: "El justo por la fe vivirá" (Hab 2:4).
1. El hombre de fe es incomprendido en medio de la sociedad
Como señalaba Habacuc, el impío y el hombre de fe son totalmente diferentes, y por lo tanto, no andan por el mismo camino. El Señor Jesucristo incidió en la misma idea cuando dijo que la puerta y el camino que llevan a la vida no son los mismos que conducen a la perdición. Y quiso hacer notar que quienes transitan por el camino que lleva a la vida, son pocos y con frecuencia están solos (Mt 7:13-14).
El caso de Noé en el Antiguo Testamento ilustra bien cómo vivir de acuerdo a la fe en Dios nos expone a la soledad y al ridículo. Noé y su familia eran los únicos creyentes de su generación, y no cabe duda de que es muy difícil perseverar en la fe cuando no disfrutamos de la comunión con otros, sino que estamos solos. Pero no sólo eso, la fe llevó a Noé a estar enfrentado con toda su generación incrédula, a los que tuvo que anunciar un duro mensaje de juicio de parte de Dios. Lo más probable es que sus vecinos se burlaran de él y lo trataran de loco. Al fin y al cabo, estando en medio de la árida llanura de Mesopotamia, a cientos de kilómetros del mar, ¿a quién se le ocurriría dedicar años y años de su vida a la construcción de un inmenso barco? ¿Y anunciar un diluvio universal cuando probablemente nunca había llovido todavía sobre la tierra? Todo esto hacía que pareciera un hombre loco y desequilibrado en medio de su generación. Y del mismo modo, si nosotros vivimos por fe, creyendo y anunciando su Palabra, podemos estar seguros de que nos ocurrirá lo mismo. Pero no olvidemos que finalmente todo lo que Noé anunció en el nombre de Dios se cumplió con total exactitud.
2. El hombre de fe no siempre recibe respuestas inmediatas
La fe nos lleva a confiar en Dios pase lo que pase. Esto quiere decir que aunque vivamos por fe no siempre recibiremos respuestas afirmativas a todo lo que pedimos. La fe no es la confianza en Dios mientras él hace todo lo que esperamos. Algunos piensan que es así, pero la Biblia nos ofrece muchos casos de todo lo contrario.
La razón es muy sencilla: si cada vez que un creyente se enfermara, fuera inmediatamente sanado por el solo hecho de creer; si cada vez que se encontrara en dificultades económicas, Dios enviara desde el cielo el dinero que necesita; si cada vez que tiene que afrontar la persecución, Dios eliminara a los perseguidores; si Dios automáticamente le proveyese de bienes materiales, salud, empleo, cónyuge, hijos, todo lo que quiera; entonces todo el mundo sería creyente. Pero no con una fe bíblica. La fe en tal caso sería equiparable al egocentrismo, y Dios, en vez de ser el Señor de todo, sería el siervo de todos. Y desgraciadamente, ese es el énfasis del llamado "evangelio de la prosperidad".
Pero la auténtica fe en Dios nos lleva a perseverar en sus caminos, no porque Dios intervenga constantemente para eliminar cualquier obstáculo que se presenta ante nosotros, sino ayudándonos a superarlos.
La fe nos sostiene y nos ayuda a continuar hacia adelante cuando sufrimos injustamente y no somos vindicados de forma inmediata. De hecho, la Biblia nos aclara que en muchas ocasiones la vindicación de Dios no siempre llegará antes de nuestra muerte:
(2 Ti 2:11-12) "Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él..."
Sin duda, se requiere mayor fe para sufrir sin ser vindicados inmediatamente. Y ese es el momento cuando el diablo aprovecha para intensificar sus ataques contra nuestra fe, sembrando la duda en nosotros: "Dios no te escucha", "Dios no existe", "Dios existe pero tú no eres digno de él", "Dios no te ama a ti como ama a otros", "tú no vales nada ante los ojos de Dios". Pero no olvidemos que todo esto es mentira.
Ahora bien, habiendo llegado a este punto es importante que aclaremos dos cosas. La primera de ellas es que la autenticidad de la fe no puede ser medida por los resultados inmediatos, sino por la fidelidad de la persona en su respuesta a las pruebas por las que atraviesa. Y la segunda, es que Dios no se ha comprometido a explicarnos siempre la razón o el propósito último por el que permite ciertas pruebas en nuestras vidas.
Un buen ejemplo de todos estos principios lo encontramos en Job. Él pasó por muchas penurias y dificultades, pero no porque fuera un hombre impío, sino por todo lo contrario, porque era un hombre de fe. En medio de sus pruebas se encontró completamente solo, puesto que sus amigos, que teóricamente habían ido a consolarle, le acusaban sin cesar de forma injusta y despiadada de cosas que eran falsas. En medio de su dolor, Dios no le dio ninguna explicación del porqué sufría. Su vindicación no llegó hasta muchos meses después de estar sufriendo intensamente. Y finalmente, cuando Dios le respondió, tampoco le explicó la razón por la que había permitido aquella prueba tan dura, sólo se limitó a mostrarle que él es el Dios soberano que sabe lo que hace y administra todas las cosas con total sabiduría, y que por lo tanto, Job debería descansar en él aunque no entendiera todos los detalles de los propósitos divinos.
3. El hombre de fe anticipa el futuro
La fe del pueblo de Dios se relaciona con cosas pasadas; cree que Dios ha creado el mundo y también que envió a su Hijo para salvarnos por medio de su muerte en la cruz. Pero también cree en cosas que han de ocurrir en el futuro, por eso el autor de Hebreos dijo que "la fe es la certeza de lo que se espera" (He 11:1). En otras palabras, vivir por fe es vivir con la confianza en que Dios cumplirá lo que ha prometido.
Pero no sólo eso, la fe nos permite empezar a disfrutar ya, en el presente, de aquello que esperamos. Usando una ilustración, podríamos decir que la fe actúa como el zoom de una cámara de fotos que nos permite acercar la imagen de algo que está lejos para que lo podamos ver mejor. Y la fe nos "acerca" nuestra esperanza futura de tal manera que podemos empezar a disfrutar de ella. El autor de Hebreos decía que ya podemos "asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros" (He 6:18), como si ya la pudiéramos tocar y agarrar. Y Pablo exhortaba a Timoteo para que "echara mano de la vida eterna" (1 Ti 6:12). Esto nos ayuda a afrontar las dificultades del presente.
La auténtica fe produce buenas obras
La Biblia nos enseña que desde que el pecado entró en el mundo, la naturaleza del hombre ha quedado profundamente dañada, incapacitada para agradar a Dios.
Ahora bien, el efecto de una fe genuina es que produce buenas obras. Y esto es posible porque por medio de la fe recibimos todo el poder transformador del Espíritu Santo que nos capacita para vivir de acuerdo con las exigencias morales del reino de Cristo. El Señor Jesucristo se refirió a esta transformación como un nuevo nacimiento del Espíritu:
(Jn 3:5-6) "Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es."
Después de este nuevo nacimiento, el creyente no sólo puede, sino que desea hacer buenas obras. Pero no son buenas obras con las que intenta ganar su salvación, sino que son el resultado de que ha sido salvado. Pensemos en una ilustración. Imaginemos a un granjero que tiene un corazón tan débil que ya no puede trabajar. Un amigo suyo que es médico le ofrece hacerle una operación gratuita de transplante de corazón. Él confía en su amigo médico y recibe el corazón y la operación como un regalo por el que no tiene que pagar nada. Finalmente la operación es realizada con éxito y unos meses después el granjero se encuentra lleno de energía y vitalidad. Así que él vuelve a su trabajo y lo hace con alegría. Pero él no trabaja para conseguir un nuevo corazón, sino porque ya lo tiene. Y de igual manera, un auténtico creyente no se esfuerza en hacer buenas obras porque quiere ganar su salvación, sino precisamente porque ya la tiene.
Con el nuevo corazón que Cristo nos da viene una nueva vida y nuevas energías que deseamos emplear en servirle a él. Pablo insiste en que aunque no somos salvados por obras, sí que lo somos para hacer buenas obras:
(Ef 2:10) "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas."
Por lo tanto, la fe se evidencia en cómo vivimos y no sólo por la forma en la que hablamos o por lo que pensamos. El capítulo 11 del libro de Hebreos está lleno de ejemplos de hombres de fe. En todos los casos la fe les llevó a actuar de acuerdo a la voluntad de Dios. Por ejemplo, Enoc caminó con Dios, Noé construyó un arca, Abraham obedeció y salió de su tierra para vivir como un peregrino, Moisés repudió el estilo de vida y los privilegios que tenía en Egipto para vivir de acuerdo a otras prioridades.
Santiago confirmó esto cuando dijo:
(Stg 2:26) "Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta."
Nuestra fe se revela por la forma en cómo nos comportamos en la vida diaria:
Si creemos que Jesús ha sido exaltado a la diestra del Padre como Señor de señores y Rey de reyes, debemos vivir obedeciéndole como el Señor legítimo de nuestras vidas.
Si creemos que Jesús murió para salvarnos de nuestros pecados, debemos buscar la santidad y apartarnos de toda forma de pecado.
Si creemos que Jesús volverá otra vez y tendremos que darle cuentas, no viviremos sólo para atesorar riquezas en esta vida.
La verdadera fe será probada
La fe será puesta a prueba. Este es un hecho que debemos esperar y aceptar. En ocasiones la fe del creyente será puesta a prueba por el mundo que le rodea; quizá por una oposición frontal que le lleve incluso a sufrir persecución física, o por el contrario, por medio de la seducción y los halagos. Otras veces la prueba se manifestará por las cosas que Dios permite que pasen en nuestras vidas: la enfermedad, la pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido. Aunque no sepamos cómo vendrá, podemos estar seguros de que la prueba vendrá. Pero como en todas las cosas que acontecen en nuestra vida, Dios tiene un propósito con ello.
1. La prueba manifiesta la autenticidad de la fe
Cuando los israelitas salieron de Egipto no llegaron rápidamente a la Tierra Prometida, y del mismo modo, cuando el creyente se convierte, tampoco el Señor lo lleva en ese momento al cielo. La razón es que Dios quiere probar la autenticidad de su fe. Veamos lo que Moisés les dijo a los israelitas en el desierto:
(Dt 8:2) "Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos."
¿Seguirían creyendo cuando su fe fuera puesta a prueba? Cuando llegaran las tentaciones al pecado, o los problemas con sus compañeros de viaje, o los enemigos les persiguieran, o les faltara agua y comida, o su salud se quebrantase y murieran, o cuando llegaran a disfrutar de prosperidad, ¿seguirían creyendo en Dios? En todos esos casos, la prueba revelaría la autenticidad de su fe.
2. La prueba hace crecer la fe
Pero la prueba no sólo demuestra la autenticidad de la fe, también es el medio usado por Dios para purificar la fe.
(1 P 1:6-7) "En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo"
Todo aquel que deposite su fe en Jesús debe esperar sufrir angustia y persecución (Mr 4:17) y deben estar preparados para soportarla. Contrariamente a lo que algunos piensan, el creyente pasa por dificultades similares a las que enfrentan los inconversos, pero además de esto, siempre sufre algún tipo de persecución por causa de su fe (2 Ti 3:12). Algunos se preguntan: ¿Por qué Dios lo permite? ¿Por qué no libra a los creyentes de toda enfermedad? ¿Por qué no los protege de toda persecución? ¿Por qué no les garantiza la prosperidad?
La razón es que la fe debe ser probada a fin de que crezca. Es verdad que puede resultar duro y desagradable, pero constituye un medio poderoso para nuestra formación y crecimiento.
Pensemos por ejemplo en Abraham y Sara. Ellos tuvieron que esperar muchos años antes de tener a Isaac, el hijo prometido. En algunos momentos ellos se sintieron desesperados, pero finalmente Dios cumplió su promesa y de ese modo descubrieron en su propio cuerpo el poder que Dios tiene para dar vida a partir de cuerpos ya casi muertos (Ro 4:17-22).
No lo olvidemos, detrás de las pruebas siempre hay una finalidad: despertar en nosotros una fe más firme y robusta. A cada paso en el camino de la fe nuestros músculos se harán más fuertes y podremos enfrentar nuevos retos.
La fe genuina persevera hasta el fin
Una evidencia más de una fe auténtica es que persevera hasta el final. El autor de Hebreos nos dice lo siguiente acerca de los hombres de fe acerca de los cuales estaba hablando:
(He 11:13) "Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra."
La fe de los patriarcas les llevó no sólo a comenzar su peregrinaje, sino a terminarlo: "Conforme a la fe murieron todos éstos".
Además, el hombre de fe no retrocede, no vuelve atrás. Veamos nuevamente el ejemplo de los patriarcas:
(He 11:14-15) "Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver."
Abraham siempre tuvo la puerta abierta para regresar a Ur de los caldeos pero no lo hizo, y tampoco quiso que su descendencia lo hiciera (Gn 24:6).
La fe auténtica persevera a pesar de las tentaciones para volver atrás:
(He 10:39) "Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma."
Quizás en este punto podemos preguntarnos si realmente todos los que depositan su fe en el Señor Jesucristo serán capaces de perseverar hasta el fin. A veces parece una tarea imposible. ¿Cómo conseguirlo?
Bueno, la forma en la que está planteada esta pregunta da a entender que la fe es una buena obra que el ser humano tiene que esforzarse en realizar. Es como si el hombre tuviera que conseguir perseverar hasta el final. Pero este planteamiento es incorrecto. Recordemos que la auténtica fe consiste en reconocer ante Dios nuestra total y completa bancarrota espiritual y colocar nuestra confianza en él como nuestro único y suficiente Salvador. Cuando cualquier persona hace esto de forma consecuente, a partir de ese momento es Dios quien se compromete a salvarla. Y puesto que todo depende de Dios, hay plena seguridad de que se realizará. Recordemos las palabras del Señor Jesucristo al respecto:
(Jn 10:27-30) "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos."
Cuando creemos, somos colocados en las manos del Padre y del Hijo, quienes están plenamente unidos en esta labor de cuidarnos. Nadie nos puede arrebatar de su mano.
En otra ocasión, el Señor describió la seguridad de nuestra salvación en términos absolutos:
(Jn 5:24) "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida."
Y el apóstol Pablo insistía en la misma verdad:
(Fil 1:6) "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo"
Ahora bien, es cierto que la Biblia nos habla de personas que después de haber emprendido el camino se volvieron atrás. Por ejemplo, la esposa de Lot, una vez que salió de Sodoma, volvió su mirada atrás y fue convertida en una estatua de sal (Gn 19:26). Los judíos que salieron de Egipto murmuraron constantemente contra Moisés y en un momento llegaron a sublevarse contra él pensando en poner a otros capitanes que los llevaran de regreso a Egipto (Nm 14:2-4). El apóstol Juan menciona a algunos que habían estado en la iglesia pero que se habían ido (1 Jn 2:19). Incluso algunos de los miembros de la iglesia a la cual fue dirigida la carta de Hebreos, estaban volviendo al judaísmo.
Estos casos, y otros más, podrían hacernos pensar que realmente la fe no es perseverante, puesto que muchos de ellos la abandonaron a la mitad del camino. Sin embargo, antes de llegar a esa conclusión, tenemos que hacer dos consideraciones. La primera, es que no deberíamos extraer nuestras convicciones doctrinales analizando las experiencias subjetivas de otros, sino únicamente estudiando la Palabra revelada de Dios. Y la segunda, es que antes de llegar a la conclusión de que esas personas perdieron su fe y su salvación, deberíamos poder determinar con exactitud si habían llegado a tener realmente una fe auténtica.
Nosotros decimos con frecuencia que no es oro todo lo que brilla, y del mismo modo tenemos que decir que no todo lo que parece ser una conversión lo es realmente. Por ejemplo, de aquellos que mencionó el apóstol Juan en su primera carta, se dice lo siguiente:
(1 Jn 2:19) "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros."
Quizá fueron personas que en algún momento habían llegado a ser hasta predicadores dentro de la iglesia, pero finalmente apostataron negando algunas doctrinas fundamentales de la fe cristiana. ¿Cuál fue la razón? Nosotros tal vez diríamos que perdieron la fe, pero el apóstol Juan, inspirado por el Espíritu Santo, afirma que realmente "no eran de nosotros".
También en el día de hoy hay muchas de estas falsas conversiones que no duran en el tiempo. En muchos casos, la decisión de seguir a Cristo no comienza con el arrepentimiento y la fe, sino que lo que mueve a la persona son determinados factores sociales como el deseo de complacer a familiares o amigos cristianos, o la necesidad de ser aceptado en una comunidad y no estar solo. En otras ocasiones, estas "conversiones temporales" son provocadas por factores emocionales pasajeros. Quizá un fracaso personal en alguna relación, una enfermedad grave o una depresión. Y aunque es verdad que muchas conversiones reales han comenzado con un problema de este tipo, también es cierto que hay otros muchos que se conforman con un alivio temporal, de tal manera que cuando pasa el tiempo y se desarrollan nuevas amistades, o la salud mejora, aquellas emociones se desvanecen.
Pero la fe, si es verdadera, debe perdurar. Es un compromiso que perdura en el tiempo independientemente de las circunstancias personales.
Es probable que en gran medida los causantes de estas conversiones falsas sean los propios predicadores del evangelio, que con frecuencia no hacen el debido énfasis en el arrepentimiento y la fe. En este sentido, deberíamos notar cómo nuestro Señor Jesucristo parecía querer disuadir a aquellos que manifestaban el deseo de seguirle pero no habían reflexionado con seriedad acerca de su coste. Por ejemplo, un escriba se acercó a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré adondequiera que vayas", a lo que el Señor le contestó, "las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos, mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza" (Mt 8:19-20). En otra ocasión habló de un hombre insensato que fue a la guerra sin contar con los recursos necesarios y de otro que comenzó a construir una torre sin asegurarse de tener el material suficiente para terminarla (Lc 14:25-33). Otra vez, cuando miles de personas le seguían después de haber multiplicado milagrosamente unos pocos panes y peces para dar de comer a la multitud, él les dijo con claridad que le estaban buscando por la razón equivocada: "De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará" (Jn 6:26-27). El resultado fue que "desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él" (Jn 6:66). El Señor conocía perfectamente el riesgo de que aquellos que le escuchaban tomaran decisiones temporales, por lo que se propuso combatirlo. De hecho, la forma en la que algunas veces hablaba con los que manifestaban el deseo de seguirle, podría parecernos que quería alejarlos de él, cuando lo único que pretendía era que tomaran decisiones consecuentes. Y cada predicador del evangelio debería ser igualmente honesto cuando comparte su fe con otras personas.
Preguntas
1. ¿Por qué cree que el hombre de fe normalmente se encuentra solo en la sociedad y es ridiculizado? Ponga al menos dos ejemplos bíblicos de hombres de fe a los que les ocurrió esto.
2. En esta lección hemos visto que la auténtica fe nos lleva a realizar buenas obras para Dios. Lea el capítulo 11 de Hebreos e indique a qué obras les llevó la fe a los hombres y mujeres que encontramos allí.
3. En este estudio hemos visto que la fe no nos lleva siempre a ser librados de todos los problemas que se nos presentan en la vida, pero sí que nos garantiza el poder necesario para superarlos. Cite algún ejemplo bíblico en el que veamos reflejado claramente este principio.
4. ¿Por qué cree que Dios prueba la fe del creyente? Justifique su respuesta bíblicamente.
5. ¿Por qué hay personas que dicen tener fe y sin embargo no perseveran hasta el fin? ¿Le parece que la perseverancia es una evidencia de la fe auténtica? Aporte ejemplos bíblicos que justifiquen sus respuestas.
Comentarios
Edna Escobar (Estados Unidos) (05/02/2022)
Estos estudio biblico son de mucha bendicion y he aprendido mucho con ellos y los he compartido con la congregacion Dios les continue bendiciendo grandemente y les siga dando Sabiduria
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