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Estudio bíblico: La amistad con el mundo - Santiago 4:1-10

Autor: Antonio Ruíz
España
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La amistad con el mundo (Stg 4:1-10)

(Stg 4:1-10) "¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará."

¿De dónde vienen las guerras entre vosotros? (Stg 4:1-3)

El argumento. Las preguntas retóricas forman una antítesis a (Stg 3:17-18) y nos devuelven a los celos amargos (Stg 3:14-15). Ahora, más allá del desorden comunitario, llegamos a las guerras y batallas (Stg 4:1). Y más que exposición de estas cuestiones siguen acusaciones, a lo que se añade una explicación del por qué sus peticiones no obtienen respuesta, y aún otra pregunta recuerda a los lectores que es irreconciliable la amistad con Dios y con el mundo. La cumbre de la acusación se alcanza en (Stg 4:5-6) con el respaldo de la Escritura. Finalmente (Stg 4:6) pone el fundamento para la exhortación (Stg 4:7-10). A esto último volveremos en su momento.
Las conexiones con lo anterior. Es lógico que Santiago quiera volver a las consecuencias de escoger la falsa sabiduría (Stg 3:14-16) sobre la verdadera (Stg 3:17-18). Esto lo hace mediante preguntas respecto a guerras y pleitos que enfrentan a la comunidad y reprochando que los lectores se involucren en desórdenes. Las envidias y riñas tienen consecuencias devastadoras (Stg 3:16) (Stg 4:2-3), y son de origen diabólico (Stg 3:15) (Stg 4:7). Había necesidad de sabiduría celestial porque los lectores distaban de ser pacíficos. Eran personas que vivían sus propias divisiones internas en una sociedad escindida por la riña y la discordia. Es un lamentable comentario sobre la naturaleza humana cuando quedan conflictos personales sin resolver, pero es peor cuando estos contenciosos se desbordan en conducta antisocial y tumultos en relaciones comunitarias.
La estructura de (Stg 4:1-3). La pregunta "¿De dónde...?" revela el propósito de ir a la raíz del problema y decir qué hacer con esto. La mala relación entre creyentes nos lleva al silencio divino. La comunicación con Dios ha sido interrumpida. En dos ocasiones se mencionan los placeres. Así que, tenemos los síntomas externos y el lado interno y la raíz en las pasiones. Dos preguntas miran a la fuente de sus problemas; dos series paralelas trazan el resultado de su mundanalidad; dos razones muestran su condición.
El estado de ánimo del escritor. El texto original tiene "donde... donde", que sin el amortiguador "hermanos" revela la intensidad de los sentimientos del autor sagrado. Lo mismo podemos decir de la duplicación "guerras... pleitos". Es una predicación apasionada. La ausencia de verbos en la frase (hay que suplir el verbo "venir") la convierte en una especie de exclamación entrecortada por la indignación y la mordacidad. Los lectores mismos han de darse la respuesta a la fuente de sus guerras y pleitos.
"Guerras" hemos de entenderlo metafóricamente como en algunos pasajes del Apocalipsis (Ap 12:7) (Ap 2:16), aunque siempre se emplea literalmente. "Pleitos" también puede quedar reducido a batallas sin armas, luchas, discusión (Jn 6:52) (2 Ti 2:24), contienda de palabras (1 Ti 6:4) legalistas (Tit 3:9) (2 Ti 2:23) u otras (Pr 15:18) y riñas. No obstante, no debemos aminorar el horror que procuran comunicar ambos vocablos. El vocabulario guerrero para describir una situación "entre vosotros" es una tragedia. Es la diferencia entre verlo desde la perspectiva divina o desde la tolerancia a la disensión. Disputas de esa clase van acompañadas normalmente de palabras desabridas, crítica, y difamación; el mal uso de la lengua (Stg 3:1-12) (Stg 4:11-12) (Stg 5:9) encuentra el ambiente favorable en esas disputas. Santiago usa palabras a pares para hacer el asunto más inclusivo y acentuado.
1. El origen de las luchas (Stg 4:1)
Tenemos una estructura quiástica: "guerras, pleitos... combatís y hacéis guerra". Pero nos interesa más el tema que suscita Santiago:
1) Las pasiones. Es muy importante la correspondencia entre "¿de dónde...?" y "¿No vienen de...?" que revela la fuente de las disputas, mientras la redacción en forma de pregunta deja a los lectores la respuesta, es decir, las pasiones. Cuando el manantial y el árbol son malos (Stg 3:11) no impera la paz (Stg 3:17-18). La mejor traducción sería "placeres", en el sentido primario de sentimientos y deseos egoístas (Stg 3:14), que son gratificados al conseguir lo que quieren. El objeto es "hëdonë", usado normalmente de placeres sensuales, y a menudo con matices de disfrute indigno (Lc 8:14) (Tit 3:3) y del deseo de placeres (2 P 2:13). Se distingue de malos deseos ("epithymía") porque "hëdonë" significa deseo satisfecho ya que el placer está esencialmente en la satisfacción del deseo. Esto nos lleva a una afirmación: La elección final en la vida está entre agradarse a uno mismo o agradar a Dios.
2) La ubicación de las pasiones. Estos placeres son una especie de combatientes en los miembros. Este combate de los deseos puede tomarse interna y externamente: Los deseos por placer tienden a entrar en conflicto dentro de la persona, y el insensato impulso por tales placeres crea tensiones entre personas. Se trata de la división dentro del individuo, enfrentado con diferentes deseos, un enfoque coherente con el tema repetido del hombre dividido (Stg 1:6-8) (Stg 2:4,14-17) (Stg 3:9-10).
El participio indica que el problema es continuo, no episódico. Los deseos que combaten internamente advierten a los que luchan que están contribuyendo a su propia destrucción. Se dirige a cada uno de nosotros con un mensaje nada halagüeño. Escogemos lo bueno, pero somos superados por fuerzas en nosotros que tienden al mal, impidiendo que llevemos a cabo lo que escogimos; pero, el interés preferente está en las guerras que emprendemos contra aquellos que nos privan de alguna gratificación personal en la que hemos puesto nuestros corazones.
El participio "combaten" deriva de la palabra "stratos", "ejército". Una expedición militar con soldados yendo a la batalla. La carne ama la guerra, y la arrogancia y el orgullo son instrumentos para ello. La carne siempre está dispuesta a tachar a otros de enemigos. Los miembros son los encargados de dar expresión a la personalidad y así el pecado nace del corazón desordenado.
2. Deseos insatisfechos (Stg 4:2)
El texto tiene dos huesos exegéticos que roer. 1) El primero es el que ocupa más espacio y afecta a la puntuación y consiguiente estructura. Hay varias opciones comenzando con las traducciones que abarcan hasta el final de verso 3:
Destacando la frustración: "Codiciáis, y no tenéis: / Matáis, y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar: / Combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis porque no pedís" (Reina Valera).
Otra forma sería (Davids): "Codiciáis / Y no tenéis / Matáis y ardéis de envidia / Y no podéis alcanzar / Combatís y lucháis / (y) no tenéis lo que deseáis porque no pedís / Pedís mal / Y no recibís porque pedís mal...".
Se llama la atención a la causa de la conducta, es decir, los deseos. La estructura sería un paralelismo estilo hebreo, dejando aparte el tema de la oración (Stg 4:2-3). Westcott y Hort proponen:
"Codiciás y no tenéis: (así) matáis / Y ardéis de envidia y no podéis alcanzar: (así) combatís y lucháis".
De este modo se saca una relación directa entre los deseos y la conducta resultante. Esta es la traducción de BLA: "Codiciáis y no tenéis, (por eso) cometéis homicidio. Sois envidiosos y no podéis obtener (por eso) combatís y hacéis guerra". Es la solución que adoptan bastantes expositores y la que preferimos.
2) El otro problema es que el verbo matar parece demasiado fuerte para aplicarlo a cristianos. Ha habido varias interpretaciones, inaceptables para nosotros por cuanto requieren enmendar el texto.
El propósito del versículo 2 es explicar la respuesta dada en el versículo 1 a la primera pregunta: Luchamos porque codiciamos y no podemos obtener lo que deseamos. La falta de "alcanzar" y "tener" es lo que genera la rabia o ira que resulta en asesinato o guerra. Matar es la concomitancia de la envidia, la lógica de la competición se mueve en dirección a la eliminación (Mr 15:10) (Hch 5:17) (Hch 7:9) (Hch 17:5). Así se llega a la motivación maliciosa para nuestras guerras. "Matar", pues, hemos de entenderlo en sentido figurado (1 Jn 3:15) (Mt 5:21-22), pero hemos de quedar sobrecogidos por la profundidad del mal cuando entra en juego el odio hacia otros.
3. El problema de la oración (Stg 2-3)
Ha quedado claro que el deseo que produce estas trágicas consecuencias es el deseo frustrado, y esto lleva a una nueva idea: La razón para esta frustración está en el descuido o carencia de oración. No hay excusa para nuestro papel en las guerras porque tenemos a mano esta mejor alternativa. Hay dos etapas en el argumento cada una de las cuales cuenta con una premisa teológica que ya hemos considerado anteriormente en el epístola: a) El Dios de gracia y b) el Dios santo. De las relaciones con otros se pasa a las relaciones con Dios.
Modos excluyentes. El escritor sagrado no condena los deseos en sí mismos, muchos de los cuales son legítimos, sino la dirección que estos toman. Métodos como los que aquí se narran demuestran una patente incapacidad para obtener las cosas debidamente. En lugar de luchar enconadamente deberían haber pedido a Dios quien ha prometido dar en abundancia, siempre y cuando haya una actitud adecuada.
Hombres y mujeres pueden obtener satisfacción verdadera con solo orar al que puede darla. Dios es generoso por su gracia (Stg 1:5), así que, cualquiera puede pedir y confiar en él para toda necesidad. Santiago no es un legalista centrado en las obras pues su mismo énfasis en la oración es otra manera de mirar confiadamente a la gracia.
Motivos inaceptables. Ahora la última perversión: Es posible volverse a Dios en oración y pedir "mal". "Mal" es un adverbio en el que recae el énfasis: "malamente, inaceptablemente". Es un término fuerte y da en el blanco; no se trata meramente de usar la fórmula equivocada sino de acercarse a Dios con malos motivos. Esta oración en sí misma es "mala" como lo era la lengua caracterizada como un "mundo de iniquidad" (Stg 3:6). La clave para entender por qué es malo está en la cláusula de propósito ("para...") y en la valoración negativa de "placeres". "En vuestros placeres" ocupa un lugar enfático en la frase, y "en" es la esfera donde se derrocha la cosa pedida. El Dios que da dones generosamente es manipulado a modo de máquina expendedora para gratificación egoísta, y esto, es una especie de idolatría que delata la amistad con el mundo.
"Pedir" se usa tres veces en estos versos. El verbo indica sometimiento o sumisión de parte del suplicante y superioridad por parte del que recibe la petición, por eso nunca se aplica al Señor Jesús que pide en términos de igualdad con el Padre. Aplicado a nosotros implica dependencia en la oración. Sin embargo, no se habla de un Dios sordo sino dice "no recibís", es decir, él siempre oye pero no siempre responde, en ocasiones dice no y a veces dice espera.
En ningún caso la oración sin respuesta debe achacarse a Dios, sino al hombre que ora. En (Stg 1:6-8) la oración queda sin responder si ésta es elevada por el hombre que duda, sea sobre la capacidad de Dios para responder, o sobre si el objeto es realmente deseable; ahora la oración queda sin respuesta porque es para mal uso. Esta explicación sirve también para corregir una comprensión interesada de la frase anterior: No significa que cualquier oración que hagamos será otorgada. La sabiduría era una petición acertada (Stg 1:5); la satisfacción de placeres no lo es. Dios es santo y no tendrá nada que ver con el mal (Stg 1:13,17). El dicho aquí es paralelo a las denuncias de los profetas: la injusticia deja sin significado todo ejercicio religioso. Así que, las promesas incondicionales (Pr 10:24) deben ser matizadas debidamente. Jesús prometió respuesta a la oración (Lc 11:9) siempre y cuando esta respetase el nombre, reino y voluntad de Dios (Mt 6:9-10).

La amistad y la escritura (Stg 4:4-6)

Este es uno de los pasajes claves de la epístola al estar asociado con la doble alma y al presentar dos alternativas que se excluyen mutuamente, cuya severidad se destaca por el uso de palabras fuertes: Adúlteras, odio a Dios, enemigos de Dios. El lenguaje tan ofensivo pudiera hacernos pensar que se esté dirigiendo a incrédulos, pero nada más lejos de la realidad, pues la sabiduría terrenal, guerras y pleitos suceden "entre vosotros" (Stg 3:13) (Stg 4:1). Hemos de sentirnos impactados por la seriedad del pecado que trasluce la enseñanza de Santiago. Como es el caso con el sermón del Monte, donde la enseñanza sobre la oración va seguida del llamamiento a escoger entre dos caminos (Mt 7:13-14), así ahora se urge la decisión entre la amistad con el mundo o con Dios.
Se conecta lógicamente con lo que ha precedido. El acto de oración implica una relación de confianza y lealtad con Dios, pero la petición que se eleva para procurar placeres, habla de una actitud hacia el mundo que resulta irreconciliable con dicha relación.
No es obvio que los placeres sean los de la sociedad pagana (1 P 4:2), o que haya un contraste sobreentendido entre este mundo y el mundo por venir (1 Co 7:31-33). El mundo para Santiago denota generalmente los valores de la sociedad humana contra los de Dios, y es por eso que la persona que persigue los placeres se alinea con el mundo y compromete, si es que no niega, su relación con Dios.
1. Amistad y enemistad
El mundo. Aquí no es el orden creado, o la tierra, sino todo el sistema de la humanidad caída (instituciones, estructuras, valores, etc.) en tanto se organicen al margen de Dios. Los lectores no viven completamente por la medida del mundo, son de doble alma, pretenden vivir por dos medidas a la vez. Pero no hay término medio ni compromiso posible. El mundo lo constituyen seres humanos mundanos y lo que les establece como tales nos lo dice Juan (1 Jn 2:16).
La amistad con el mundo. Amistad traduce "filia", que es la única mención en el Nuevo Testamento, aunque "filos" (amigo) es bastante corriente. Ambas palabras se derivan del verbo "fileö", amar, tener afecto, incluso besar como manifestación de afecto, es decir, supone un posicionamiento afectivo que implica conformidad con los principios y propósitos del amigo en cuestión, en este caso el mundo. Ser amigos significa ante todo compartir: Tener la misma mente, la misma visión, la misma perspectiva de la realidad, así que, ser amigos del mundo supone vivir por la lógica de los celos, la rivalidad, la competición y el homicidio.
1) Un fuerte epíteto. La palabra "adúlteras" en género femenino (sin "almas" que se suple para dar sentido, pero no está en el original) choca tanto que algunos eruditos lo enmendaron a "adúlteros y adúlteras". Sin embargo, el texto más corto es el más difícil y debe ser preferido. Debe entenderse en la misma onda ética que "matáis"; esto último es lo que hacen a los hombres, mientras adulterio es lo que hacen a Dios. Aparte del vocablo que se use es obvio que el simbolismo repite el lenguaje de los profetas para la infidelidad de la esposa (el pueblo de Dios) hacia el esposo (Yahweh). El pacto era como un matrimonio donde las constantes infidelidades eran tachadas de adulterio. Aunque la metáfora se aplica con propiedad colectivamente, en este caso cada uno tiene que decidir si él está incluido. No hay lugar para afectos a otros rivales. Es gravísimo despreciar el amor tan preferente como exclusivo. Esta palabra debiera producir arrepentimiento. Ya que el escritor llama a sus lectores "hermanos míos, amados" (Stg 1:19), no han abandonado al Señor y "hermanos" apela a la fe y amor que aun queda en ellos, en tanto que adúlteros señala a los pecados en que han incurrido que esta epístola y la gracia de Dios tratan de erradicar.
2) El conocimiento en desuso. "¿No sabéis...?" suena a reprensión por no usar un asumido caudal de conocimiento (Ro 6:16) (1 Co 3:16). La conducta indica rechazo de lo que saben porque rehúsan vivirlo. Nos topamos en esta expresión con la sorpresa y conmoción causada al autor sagrado al observar éste que actúan como si no supieran. Y mediante la pregunta trata de remover el entendimiento para que no se duerman en la aplicación. ¿Qué conocen? El paralelo más cercano es (1 Jn 2:15). Que Juan utilice el lenguaje del amor destaca la percepción del lenguaje de amistad como propio y adecuado a este interés temático de Santiago.
El resultado de la amistad con el mundo es la enemistad con Dios. Ahora el llamamiento es al arrepentimiento a los que quieren ser amigos de todos, cosa no permitida. Esto es lo que significa adulterio. No se puede abrazar a Dios y al mundo al mismo tiempo. El escritor trata de que los lectores se pregunten ¿es esta mi intención o mi situación?, y espera que la respuesta sea negativa. De lo contrario hay que volver sinceramente a Dios. La amistad con el mundo aleja del modelo de Abraham, el amigo de Dios. Todos los que aman al mundo, que buscan bagatelas, son enemigos de Dios sea que entren o no a las iglesias. El verbo "boulesthai" significa generalmente querer, desear, pero a menudo, como aquí, con el matiz de escoger, preferir (compárese su uso en (Stg 3:4) (Stg 1:18).
2. La Escritura no habla en vano
La fórmula "la Escritura dice" es la que se emplea habitualmente para citar del Antiguo Testamento, pero las palabras de Santiago no parecen estar citando literalmente ningún texto conocido. El "o" introduce una pregunta para probar que la reprensible búsqueda del mundo puede verse desde otro ángulo. Esta pregunta retórica prueba la respuesta hacia el mensaje autoritativo de la palabra divina, y coincide con la del versículo 4 para formar una estructura paralela ("sabéis... pensáis"). Normalmente "pensáis" ("dokein") introduce una falsa opinión (Stg 1:26) (1 Co 3:12) (1 Co 8:2) (1 Co 10:12). El verbo "saber" implica que los lectores conocen y este hecho admite una sola alternativa. Lo que las Escrituras dicen está lleno de significado y son aplicables perennemente a nosotros. Nuestros criterios ni son ni pueden ser la norma para juzgar, pues esto corresponde a lo que Dios dice en su Palabra. El adverbio "en vano" (el adjetivo lo tenemos en Stg 2:20) se pone enfáticamente delante porque este es el centro de interés: ¿no tiene la Escritura nada que decir sobre nuestra vida y conducta? Claro que sí. La Escritura no habla sin propósito (Mt 5:17-19). La Biblia toma seriamente la hostilidad del Señor hacia el pecado (Is 1:24) (Is 63:10). Como palabra de Dios tiene plena autoridad y es de aplicación universal, alcanza a todos.
¿A qué se está refiriendo? ¿Es Escritura en conjunto (Stg 2:8) o un pasaje específico (Stg 2:23)? ¿Si es un pasaje específico, cuál? Ya que la fórmula "la Escritura dice" introduce siempre en el Nuevo Testamento una referencia directa o una alusión a la Escritura, Santiago está pensando en la Escritura canónica. Lo más probable es que se está resumiendo la verdad de varios pasajes veterotestamentarios, tratándolos en conjunto. El uso colectivo del singular "grafë" es bien conocido y aceptamos que este pueda ser el caso aquí. Es la enseñanza de la Escritura como un todo la que apoya la verdad del versículo 4. Es bíblico que el hombre no puede amar a Dios y al mundo al mismo tiempo. Si esto se pone en cuestión significa que la enseñanza sobre el antagonismo entre la mundanalidad y la piedad no cuenta con la autoridad suficiente. Este no es el caso.
3. La respuesta a la mundanalidad
El texto controvertido. No disponemos de espacio aquí para examinar las diversas interpretaciones que se han dado de este difícil pasaje, pero la mejor opción, por razones lingüísticas y contextuales, es la que lo traduce, como refleja la BLA (margen) "El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente". Además, hay muchas referencias en el Antiguo Testamento a los celos de Dios por su pueblo y por lo tanto su rechazo de cualquier asomo de "infidelidad conyugal" que éste practique (Dt 6:15). La idea principal es que Él mora en medio de ellos por su Espíritu y no puede tolerar otros rivales, y es esto lo que vemos en el contexto inmediato; la infidelidad adulterina despierta comprensiblemente los celos de Dios. Podemos añadir a esto el tema del amor de Dios por la santidad y la pureza de corazón que se destaca a lo largo de la epístola. ¿De qué forma la amistad con el mundo me constituye en enemigo de Dios? La respuesta está en los celos de Dios.
La gracia de Dios. La conjunción "pero" tiene la máxima fuerza adversativa para subrayar el giro abrupto con lo anterior. A la luz de las explicaciones anteriores la gracia es determinante y suficiente: a) Para vencer las tendencias pecaminosas en el hombre, y al poder del diablo, b) Para evitar que seamos arrollados por el celo de Dios. Éste creó al hombre para compañerismo consigo mismo, que por la redención ahora es posible, así que, hemos de tener cuidado cuando ponemos al mundo en lugar de a él. Con todo, él no rechaza a la persona sino "da" (tiempo presente) un maravilloso don. c) Para reposicionar y mantener al creyente dentro de la esfera de lealtad al Esposo celestial. Su gracia produce el deseo y la capacidad de rendirse completamente al amor de Dios y servirle de todo corazón, y para restaurar la comunión dentro del pueblo de Dios. Esto es lo que significa su amistad para los creyentes.
Junto con el verbo "dar" el comparativo "mayor" subraya la generosidad de Dios (Stg 1:5), quien obra a favor del hombre al solo impulso de su amor, más allá de merecimientos o expectativas humanas, y conduce a la victoria. El don divino es superior a cualquiera de los dones del mundo siendo un sin sentido que se busque la amistad con él. Cuando el hombre se vuelve al Señor la respuesta de éste es de abundante gracia y benevolencia (Stg 4:8,10).
El mensaje de la Escritura. La intención clara para mencionar la Escritura es persuadir a los lectores a escoger a Dios sin tapujos y no al mundo. La misma cita de ahora sirve en (1 P 5:5-6) para animar a la mutua sumisión en la iglesia. La selección en nuestra epístola no sólo no es casual sino es fundamental para el argumento. Es probable que en la mente de Santiago esté el amplio panorama de Proverbios 3, ya que, como es el caso con Levítico 19 e Isaías 40, asume la capacidad de su auditorio para entender referencias al contexto de la cita que recoge explícitamente.
La cita de Proverbios nos habla del interés personal de Dios por la decisión que ha puesto delante de nosotros: No es pasivo ni indiferente sino se opone activamente al soberbio y da gracia al humilde. Estas dos alternativas, humildad y orgullo, ya estaban presentes desde (Stg 3:13). En esto tenemos una base sólida sobre la que edificar el llamamiento enfático al arrepentimiento que seguirá a continuación.
1) "Dios al orgulloso resiste". Dios es la primera palabra de la frase y se refiere a aquél al que los creyentes han de seguir lealmente, el mismo que confronta a los lectores por su mundanalidad y cuya ira permanece sobre los soberbios. La resistencia de Dios al altivo es un tema del Antiguo Testamento (Sal 18:27) (Sal 72:4) (Sal 138:6) (Sof 3:11-12) (Sal 34:18) (Sal 51:17) (Is 61:1), pero conocido también en el Nuevo Testamento (Lc 14:11) (Lc 18:14).
El soberbio es amigo del mundo porque este le promete satisfacer su orgullo cosa que Dios no hace. Se mofan del interés divino por la devoción de los de mente sencilla y están abocados a una trágica caída (Pr 16:18). Lo más trágico es que no quieren la gracia que está a disposición del indigno y humilde.
El humilde carece de todo y se goza en recibir la riqueza de la gracia que satisface verdaderamente. Es como un vaso vacío al que Dios llena. ¿Pero, el que está lleno para qué llenarle?
2) Dios a humildes da gracia. El humilde puede referirse a los que ya practican lo que Dios quiere o, a los que convencidos del pecado, se humillan, arrepienten y someten a Dios. Más concretamente es el pobre piadoso (Stg 1:9) que espera la liberación de las pruebas (Stg 1:12), entra al reino (Stg 2:5) y es paciente para esperar al Señor (Stg 5:8) (Mt 18:4) (Mt 23:12).
El contraste es estimulante: Dios imparte su gracia constantemente a los que se humillan. La cualidad de la humildad es enfatizada por la ausencia de artículo con "humildes" y por su posición en la frase: "a humildes da gracia". El humilde conoce su pecaminosidad, necesidades, insuficiencia, es consciente de su posición de criatura y confía en la toda suficiencia de Dios.
En suma: La intención al mencionar las Escrituras es la de persuadir a los lectores a escoger a Dios sin reservas en lugar de al mundo. Visto en su totalidad (Stg 4:4-6) destaca las exigencias de Dios: lealtad total, sin fluctuación, a él y no al mundo. Por otro lado, esta exigencia no es un logro del orgulloso para conseguir la amistad con Dios, porque el llamamiento a la devoción se basa en la gracia de Dios al humilde. La gracia es lo que abre el camino para lo que seguirá a continuación.

La necesidad del arrepentimiento (Stg 4:7-10)

La unidad de la sección asoma en la correspondencia entre (Stg 3:13-18) y (Stg 4:1-10). La sabiduría terrenal (Stg 3:15) reclama que los que la ostentan se sometan a la verdadera humildad (Stg 4:6,10). El orgullo (Stg 4:6), basado en jactancia (Stg 3:14), debe ser reemplazado por lo opuesto (Stg 4:9); del mismo modo la ambición egoísta (Stg 3:14), que tiene su asiento en el corazón humano, debe ser expulsada por un acto de limpieza y renovación (Stg 4:8), que, a su vez, revierte a la sabiduría que es pura (Stg 3:17) y que también destaca por ser "sin incertidumbre" respondiendo a la más común designación de la enfermedad de la iglesia, la doble alma (Stg 4:8).
Por otra parte, el lenguaje de la exhortación se corresponde con el de la acusación. Así, purificar el corazón (Stg 4:8) recuerda la contención en el corazón (Stg 3:14), de la misma forma que a la pureza de la sabiduría de lo alto (Stg 3:17). El abatimiento (Stg 4:9) se contrasta con la soberbia (Stg 4:6). Las personas de doble alma (Stg 4:8) se corresponden con "sin incertidumbre" (Stg 3:17). Más obviamente el mandato y promesa final (Stg 4:10) vuelve al humilde (Stg 4:6), como también el patrón arriba / abajo encontrado tanto allí como en (Stg 3:13-17).
Hay un problema: Los lectores está siendo corrompidos por amarga envidia y ambición egoísta que les lleva a guerras y pleitos. Hay una meta: Ayudarles a vivir en amor y paz los unos con los otros. Por tanto, la prescripción es el arrepentimiento, y esto se afirma con diez imperativos. La ayuda de Dios es prometida a aquellos que, olvidando sus poderes nativos, se vuelven a él de todo corazón y plena confianza. La promesa es reforzada por la máxima sapiencial en (Stg 4:10) que afirma que Dios abate el orgullo pero su deleite es exaltar al humilde (Lc 1:52). Los términos del arrepentimiento son pasmosamente simples, todos son gestos que abocan a la "amistad con Dios", porque dependen de una construcción de la realidad opuesta a aquella del mundo.
La relación entre 4:6 y 4:7-10 lo afirma el "por tanto". La declaración "da gracia a los humildes" va seguida por una serie de imperativos cuyo punto culminante es "humillaos en la presencia del Señor", que forma una inclusión al tema global. Así que, (Stg 4:6) puede considerarse como anuncio temático que luego se desarrolla y aplica en la sección hasta (Stg 4:10). En (1 P 5:5-9) tenemos una serie de ideas similar con sumisión a Dios y resistencia al diablo.
La estructura, según Davids, sería la siguiente:
Tema: Someteos / Resistid y huirá / Acercaos y se acercará / Limpiad / Purificad / Afligios /La risa se torne...
Conclusión: Humillaos exaltará
1. La sujeción a Dios (Stg 4:7)
Comienza la serie de diez imperativos todos ellos en segunda persona plural. El cambio comienza con el sometimiento, el reverso de la arrogancia que Dios resiste. Se usa el tiempo aoristo del verbo como diciendo que estas actitudes han de estar presentes a la hora de descartar la conducta pecaminosa. Además la forma del verbo denota urgencia, demanda cumplimiento inmediato.
El Nuevo Testamento nos habla de sumisión a las autoridades (Ro 13:1) (Tit 3:1) (1 P 2:13,18), a guías de la iglesia (1 Co 16:16) (1 P 5:5), a los amos (Tit 2:9) y de mujeres a sus maridos (Ef 5:22) (Col 3:18) (Tit 2:5) (1 P 3:1). Pero Santiago demanda sometimiento a Dios de donde nace cualquiera de las otras formas de sumisión (1 P 5:6) Lc 2:49,51). La sumisión en las diferentes esferas de la sociedad supera el mero deber cuando se hace por causa del Señor (1 P 2:13). "Someteos" es un verbo compuesto cuyo significado es bajo orden, es decir, la demanda es a ponerse bajo autoridad ocupando el orden que les pertenece. Esta subordinación es voluntaria pues Dios no desea la obediencia obligada; es un reconocimiento deliberado de la supremacía del Señor en sus vidas. Esta sumisión es vital para curar la mundanalidad.
"Someteos" se corresponde con "resiste", siendo ambos verbos derivados de "tassö", como si dijera: "Dios se pone en orden de batalla" contra el orgulloso ? poneros "en orden bajo el Señor", tomar posición bajo Dios para hacer su voluntad y obedecer sólo su Palabra; y haced esto de una vez por todas (He 12:9).
2. La sumisión resiste y se acerca
La metáfora castrense. "Resistid" tiene un sesgo militar, que nos adentra en la guerra espiritual (Ef 6:11) (Ef 4:27) (1 Ti 3:6-7) (1 P 5:8-9). Se alude a la enseñanza sobre la enemistad de Dios con el mal y la decisión que este hecho reclama de nosotros. Dios "resiste" al soberbio; ahora nosotros resistimos al diablo, nos ponemos contra éste deliberadamente. El diablo es el que influye en este mundo que se opone al reino de Dios (Stg 2:19) (Stg 3:6) y particularmente se corresponde con la fuente de la sabiduría de abajo (Stg 3:15). El artículo definido muestra que el diablo es una persona, no un poder o fuerza indefinida de mal. La resistencia supone no seguir su juego maligno, cosa que hace el arrogante (Ef 6:13); es una entrega sin reservas al Señor. La intención del diablo es separar a Dios del hombre y el creyente se opone a dicha separación. Como enemigo inveterado de Dios está ocupado constantemente en subvertir la fidelidad del pueblo de Dios para deslizarle a posiciones y acciones egocéntricas y mundanas. La resistencia implica el ataque espiritual y la lucha para rechazarlo. Cualquier actitud de consagración a Dios nos adentra en el conflicto y el orgullo favorece los planes diabólicos porque con ello puede frustrar los planes de Dios, así que, un creyente soberbio y mundano es más útil para el diablo que el ateo o el pagano.
El optimismo de la exhortación. El verbo "acercar" nos habla de la relación del hombre con Dios mediante imaginería espacial. En Sinaí el pueblo no debía aproximarse (Ex 19:21) aunque Moisés podía hacerlo (Ex 24:2). En contraste, que Dios se acercase al pueblo era considerado un privilegio excepcional (Dt 4:7). En el Nuevo Testamento, sin embargo, podemos acercarnos a Dios (He 7:19) (He 10:19-22). Acercaos a Dios es el aspecto positivo de la resistencia, es decir, resistir al diablo es comprometerse a seguir a Dios. Esta cláusula recuerda muchas promesas proféticas (Lm 3:57) (Os 12:6) (Zac 1:3) (Mal 3:7) y, a la vez, es una expresión cultual (Dt 16:16). De este modo se tiende el puente entre la metáfora militar (Stg 4:7) y la del culto (Stg 4:8).
Si analizamos el verbo tenemos lo siguiente: A) El aoristo habla de un acercamiento completo, no un paso o dos, es entrar plenamente a la presencia de Dios como lugar de residencia y que Dios habite en nosotros. B) Esto requiere acción de parte del hombre. Ya no sólo los sacerdotes (Ex 19:22) sino todos los creyentes podemos acercarnos al trono de la gracia (He 4:16) en cualquier momento. C) El imperativo es un reclamo a la voluntad para que responda al llamamiento. El acercamiento conlleva entrar en comunión con Dios como adoradores aceptos, que contrasta con los enemigos que se mantienen a distancia.
La confortación de las promesas. La consecuencia directa de resistir al diablo es que este huirá; este segundo verbo es un futuro condicional: Haced esto... y ocurrirá esto otro. Cualquiera pueda ser el poder de Satanás, el creyente puede estar seguro que Dios puede superar este poder. La resistencia triunfante contra un enemigo tan poderoso es posible. La victoria de Jesús sobre el diablo alcanza su culminación en la cruz (Jn 12:31-33). Cuando se le enfrenta con la armadura espiritual (Ef 6:12-17), el diablo reconoce su derrota y huye. Cristo fue tentado y venció (Jn 6:15) y nosotros hemos nacido de nuevo y somos guardados (1 Jn 5:18).
Entre tanto "Dios se acercará a vosotros". Del mismo modo que hay continuidad entre la oposición divina contra el diablo y nuestra oposición al mismo, la hay ahora entre nuestra reversa acción hacia Dios y la acción de este hacia nosotros. El mismo verbo "acercar" sirve para ambos actos, expresando que Dios no nos dará nada menos que le demos a él. Esta es una garantía de la pronta disponibilidad del Señor. Dios se acerca en perdón, gracia y protección. El diablo huye, Dios se acerca. Este contraste está admirablemente expuesto en la parábola del hijo pródigo.
3. La sumisión reclama sincera purificación
La manera de acercarnos a Dios se clarifica ahora. Los imperativos "limpiad" y "purificar" nos lo dicen, al menos en parte. Hay un bello paralelismo sinónimo que combina renovación externa (manos) e interna (corazón) que no es ceremonial aunque se mantengan conceptos de culto para lectores judíos. Dios mora en una esfera de santidad por lo que acercarse a él demanda purificación (Lv 16:30) (He 9:14,22,23) (1 Jn 1:7,9) (2 Co 7:1). Por las manos las ofrendas son ofrecidas, los objetos son declarados limpios, y otros son ordenados (Lv 4:4) (Lv 14:15,26,32) y son el símbolo de la acción (Gn 3:22) (Gn 4:11) (Ex 3:20), por tanto, es apropiado para simbolizar la pureza moral que necesita el pecador ("hamartoloi"; la misma palabra en Stg 5:20). El corazón es el asiento del pensamiento y la voluntad, de los afectos y decisiones y constituye la fuente interna de nuestras acciones, por eso, el corazón puro es el símbolo de una relación normalizada con Dios (Sal 51:1-12).
La referencia a la doble alma es un elemento unificador de la epístola. Esta doblez describe la situación del corazón y es lo mismo que "adúlteras" (Stg 4:4). Son los que buscan un compromiso entre el bien y el mal, Dios y el mundo. A estos les falta la sencillez divina (Stg 1:5) y por ello es pertinente la purificación de los corazones. Para Santiago la doblez es la esencia del pecado, vista en el pasaje inmediato en los deseos divididos y en los intentos adúlteros de combinar oración a Dios y petición para la amistad con el mundo.
4. La sumisión incluye verdadero arrepentimiento
La impresión global es la de un llamamiento radical cuajado deliberadamente en lenguaje profético (Jl 2:12) (Am 8:10), aunque también se nos recuerda (Mt 5:4). Hay intención acumulativa para intensificar la impresión de tristeza y compunción por los pecados que hacen necesaria la purificación (Ro 7:24). No es mero remordimiento por equivocaciones cometidas sino aflicción verdadera, llanto y lamentación por el pecado. Los tres verbos en orden nos proveen una vívida descripción: El estado de miseria o desgracia ("afligíos"), la gran tristeza expresada en el llanto ("lamentad") y la amargura y vehemencia del llanto ("llorad").
"Afligíos". El verbo intransitivo ("telaiporein") significa soportar dura labor, aflicción, o dificultad. El sustantivo lo encontraremos más adelante (Stg 5:1). En LXX aparece constantemente en los profetas para la visitación del Señor sobre su pueblo a causa del pecado (Os 10:2) (Miq 2:4) (Jer 9:18). "Lamentad". El verbo "penthein" es usado para llanto por los muertos (Gn 50:3) (Nm 14:39). Pero una vez más aparece en discurso profético para el castigo que viene sobre Israel por la apostasía del pacto con Yahweh (Am 1:2) (Jl 1:9-10) (Jer 4:28) (Lm 1:4) (Ez 7:27). "Llorad". El verbo "klaiein" sirve para dar expresión al ánimo apenado y al dolor mediante lágrimas (Gn 37:35). En los profetas aparece respecto a la dolorosa experiencia del castigo de Yahweh (Jl 1:5) (Jl 2:17) (Is 30:19) (Jer 13:17). Este es el lenguaje del predicador del arrepentimiento: el juicio está viniendo; por tanto, llorad ahora para que no lloréis después. La tristeza profunda no se puede esconder de ahí el lamento y el resultado en lágrimas (Mr 14:72) (Lc 7:38).
La risa en el Antiguo Testamento a menudo es la burla del necio que rehúsa tomar en serio el pecado. Es el distintivo de aquél que prospera en el mundo sin consideración alguna por el mundo por venir (Lc 6:21,25). El mundo vive de la alegría pasajera que causa el comamos y bebamos que mañana moriremos sin reparar en la realidad del juicio.
"Vuestro gozo en tristeza" es un reverso de (Stg 1:2): Los que pasan por pruebas han de considerarlo "sumo gozo", pero los que son amigos del mundo deben abandonar el gozo asociado con la búsqueda de placeres. La remoción del gozo es un tema de los profetas (Jl 1:12,16) (Jer 16:9) (Jer 25:10) (Lm 5:15). El sustantivo tristeza ("katëfeía") alude a bajar los ojos, señal física de abatimiento o tristeza y provee un claro contraste con la elevación del arrogante. El verbo ("se convierta") en voz pasiva apunta a una fuerza externa mientras el modo imperativo llama a la voluntad a dar lugar al llanto y la tristeza. El cambio necesita la convicción del Espíritu. Y cuando se responde a la invitación a lamentar y llorar se puede gozar la bendición del reino de Dios (Ro 14:17), la boca se llena de risa en compañía de todos los santos.
5. Humillación y exaltación
El primer verbo recuerda al humilde (Stg 1:9) que es exaltado y a los humildes a los que Dios da grandes dones (Stg 4:6). Son como aquellos especialmente favorecidos por Dios (Sal 10:17) (Sal 18:27) (Sal 34:18) (Sof 3:12). Con frecuencia los profetas hablan del Señor rebajando al arrogante (Ez 17:24), aquí la humillación corresponde a uno mismo con vistas al arrepentimiento. Es en la "presencia del Señor" donde vemos las cosas en la debida perspectiva; las opiniones forjadas por uno mismo, o por otros, a menudo acaban en desprecio o hinchazón de uno mismo. "De la misma forma que un árbol tiene que echar grandes raíces para poder elevarse, así el que no profundiza en humildad se exalta a sí mismo para su propia ruina" (Calvino, citado por Tasker).
"Y él os exaltará". Nuevamente se recuerda (Stg 1:9), que encaja dentro del tema de Dios levantando al humilde (1 S 2:7) (Job 5:11). El paralelo más enfático se halla en las palabras de Jesús (Lc 18:14) (Mt 18:4) (Mt 23:12). La exaltación no se define explícitamente pero, ya que "someteos a Dios" es la aplicación directa de (Pr 3:34), y ya que "humillaos en la presencia del Señor" descansa en ese primer imperativo para resumir el párrafo, quizá se nos esté llevando a la promesa de (Stg 4:6). La exaltación es la de la gracia que perdona; los pecadores arrepentidos son restaurados a su posición en el reino de este exaltado Señor y a su condición de siervos (Stg 1:1). La exaltación llegará a su consumación cuando el Señor vuelva y sus santos sean glorificados con él en gloria (Col 3:4) (2 Ts 1:10).

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra sobre la causa básica de las "guerras y pleitos" entre cristianos. ¿Por qué son innecesarios y qué hay que hacer para eliminarlos?
2. ¿En cuáles áreas de la vida de un creyente puede manifestarse la amistad con el mundo y por lo tanto la enemistad con Dios? ¿Cómo puede ser restaurada la relación con Él si uno ha sido atrapado en esta situación?

Comentarios

Colombia
  Alberto Sánchez  (Colombia)  (29/09/2020)

Estudio muy claro de la Palabra de Dios. Bendiciones .

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