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Estudio bíblico: Introducción a la Epístola -

Autor: Ernestro Trenchard
Reino Unido
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Introducción a 1 Corintios

La ciudad de Corinto - Un gran emporio comercial

En los días del apóstol Pablo, Corinto se destacaba como la ciudad comercial más importante de Grecia, además de ser uno de los mayores emporios del imperio romano. Bajo la organización de Roma había sido designada como capital gubernamental administrativa de la provincia de Acaya —la verdadera Grecia— gracias a su privilegiada situación geográfica. Una mirada a un mapa nos hace ver que se hallaba en el centro del estrecho istmo que unía la gran península del Peloponeso —tan célebre en la historia de los griegos—, con lo demás de Grecia, la provincia de Acaya, siendo servida por dos puertos, Cencrea al oriente y Lequeo al occidente. Hoy este istmo está cortado por un canal que permite el paso de barcos de mediano tonelaje, pero en el primer siglo se había practicado una pista especial que permitía el arrastre de barcos de poco tonelaje desde un puerto al otro, evitando así el largo y peligroso rodeo por el Peloponeso. Los barcos mayores habían de hacer el rodeo, pero en invierno no salían de los cómodos puertos. El mismo mapa hará patente la inmensa importancia estratégica de la ciudad de Corinto, que encauzaba las corrientes del comercio desde Oriente hasta Occidente. Es evidente también que las rutas desde Macedonia hasta el Peloponeso tenían que pasar forzosamente por Corinto.
Tal emporio comercial siempre atrae toda suerte de gentes de muchas nacionalidades, lenguas y religiones, algunas para aprovechar seriamente las posibilidades del comercio y otros para vivir —más o menos precariamente— de las variadas actividades que no dejan de surgir al margen de vastos movimientos comerciales. Tampoco faltaban quienes ministraban a los vicios de pobres y de ricos.
El apóstol Pablo se interesaba especialmente por tales ciudades, pues, constituyendo puntos estratégicos para el comercio y el arte militar, también servían para la extensión del Evangelio. Los convertidos, fruto de la predicación en tales lugares, habían de esparcirse por numerosos lugares, tanto cercanos como lejanos, llevando consigo el conocimiento del Mensaje. Algunos de los hermanos itinerantes serían espirituales y bien enseñados, capaces para levantar testimonios en otros lugares. He aquí uno de los secretos del rápido crecimiento de la Obra durante la época apostólica.

La importancia política y religiosa de Corinto

Como castigo por haber participado en una rebelión contra Roma, la ciudad había sido arrasada totalmente por las legiones romanas en el año 146 a.C. Quedó en ruinas y desierta hasta el año 46, cuando Julio César, comprendiendo el gran valor de su emplazamiento, la restauró en gran escala, haciendo de ella la capital de la provincia de Acaya. Atenas seguía siendo la capital cultural de Grecia, disfrutando del régimen privilegiado de "ciudad libre". Corinto, sin embargo, pese a su condición cosmopolita, no dejaba de sentirse "griega", orgullosa de su herencia cultural y cúltica. Como Atenas, Corinto fue respaldada por una Acrópolis, coronada ésta por un templo dedicado a Afrodita, centro de ritos idolátricos e inmundos.
Los griegos de Corinto eran, en general, inteligentes —quizá "listos", sería la mejor palabra—, inquietos, curiosos, superficiales, muy dados a la discusión sobre cualquier tema que surgiera. Estaban orgullosos de su historia pasada, sin entender demasiado bien los grandes sistemas de filosofía de Platón y de Aristóteles. Amantes de la "sabiduría" a su manera —la de los epicúreos y la de los estoicos estaban de moda—, no sabían distinguir entre raciocinios bien basados sobre hechos evidentes y los sofismas que pasaban por argumentos razonables. Les faltaba aprender que Dios había enloquecido la sabiduría de este mundo. Es muy importante que el lector de la Epístola se acuerde de las condiciones sociales y psicológicas de los corintios, pues explican muchas de las desafortunadas reacciones de algunos de los hermanos que hemos de notar en el curso de nuestros estudios.

La colonia de los judíos en Corinto

Los grandes centros comerciales siempre atraían poderosamente a los judíos, quienes, tradicionalmente y hasta el día de hoy, se interesan por los asuntos bancarios y la posibilidad de ganancias comerciales. No podía faltar una colonia judía en Corinto, donde se hallaba por lo menos una sinagoga importante y probablemente más. Estos judíos de la Dispersión podían ser tan fanáticos como los palestinos al defender las tradiciones de sus padres, pero existe evidencia de cierta decadencia moral y religiosa entre ellos, que se debía a su constante trato con los gentiles. Por la época que nos interesa, los judíos no gozaban de mucho prestigio en el Imperio, pues el emperador Claudio acababa de expulsarles de la metrópoli. Eran tan útiles a los gobernantes, sin embargo, que no pasaba mucho tiempo antes de que se infiltrasen otra vez, tanto en Roma como en muchos otros lugares. Como veremos, Aquila y Priscila se hallaban en Corinto a causa de la mencionada expulsión de los judíos de Roma (Hch 18:2).
Esta época del desprestigio de los judíos coadyuvó a la fundación de la iglesia en Corinto, ya que debilitó su oposición al Evangelio mientras Pablo y sus colaboradores llevaban a cabo la obra en sus primeras etapas, haciendo fracasar sus intentos de conseguir la expulsión del apóstol por una apelación a Galión, el procónsul a la sazón. Por esta vez el apóstol pudo quedar en su centro de trabajo hasta que el Señor le indicara la conveniencia de salir, sin tener que huir ni de turbas alborotadoras ni por decretos adversos de las autoridades locales, como había pasado en Antioquía pisidiana, Iconio, Listra, Tesalónica, etc.

La fundación de la iglesia en Corinto

Hallamos la reseña de las primeras etapas de la obra en Corinto en (Hch 18:14) Pablo acababa de dar su gran testimonio frente al Areópago de Atenas, formándose una iglesia pequeña allí, sin que muchos de los "sabios" de la capital cultural se interesasen en el extraño mensaje que les trajo el rabino judío. Por circunstancias, que ignoramos —no es prudente achacarlas al aparente "fracaso" de Pablo ante el Aerópago— Pablo llegó a Corinto muy abatido, echando de menos la compañía y el apoyo de sus amados compañeros Timoteo y Silas, a quienes había enviado a Macedonia (Hch 18:1-5) (1 Co 2:1-5) (1 Ts 3:1-6). El Señor le proporcionó la comunión y el compañerismo del consagrado matrimonio Aquila y Priscila, probablemente cristianos ya, quienes se dedicaban al mismo oficio de Pablo: el de fabricar tiendas de la basta tela tejida con pelo de cabra. Teóricamente, por lo menos, los rabinos judíos no debían recibir recompensa monetaria por sus enseñanzas, de modo que cada uno se veía bajo la necesidad de aprender un oficio, por humilde que fuese. He aquí la explicación del proceder de Pablo, destacado rabino antes de su conversión y ciudadano romano, miembro de una familia distinguida de Tarso, al entregarse a ganar su sostén y el de sus compañeros —no siempre, pero sí en muchos lugares— dedicándose a trabajos tan humildes. Como apóstol del Señor no desdeñaba este oficio con tal de dar un buen ejemplo a otros (2 Ts 3:10). La obra espiritual de los primeros meses consistía mayormente en las discusiones en la sinagoga, de donde Dios había de sacar un buen núcleo de hermanos que confesaban que Jesús era el Mesías. Más tarde vendría la reacción violenta en contra del Evangelio de parte de los judíos intransigentes.
La feliz llegada de Silas y de Timoteo reanimó al apóstol, y todos iniciaron una labor más a fondo en la sinagoga, de la que resultó la conversión de Crispo, presidente de la congregación judía. También Ticio Justo fue temprano fruto de aquellos días, con Estéfanas y su establecimiento. Esta bendición exacerbó el fanatismo de los judíos que no habían creído, y la oposición a los siervos de Dios llegó a tal punto que no fue posible seguir testificando en la sinagoga. Con la posible excepción de Berea, esto pasaba siempre, pero cuando llegaba el momento de la crisis ya se había formado previamente el núcleo de una iglesia cristiana, compuesto por los convertidos de entre los mismos judíos, a los cuales siempre se añadían numerosos "temerosos de Dios", o sea, gentiles que frecuentaban la sinagoga y escuchaban con deleite la Palabra pura del Antiguo Testamento sin llegar a hacerse prosélitos por medio de la circuncisión (Hch 18:6-7). De éstos, Cornelio de Cesarea es un buen ejemplo (Hch 10).
La nueva "casa" de la iglesia local, después de la separación de la sinagoga, fue la de Ticio Justo, uno de estos temerosos de Dios, cuya casa lindaba con la sinagoga (Hch 18:7). El testimonio de los siervos de Dios fue muy bendecido en Corinto, siendo evidente que muchos gentiles recibieron la Palabra, añadiéndose al núcleo original de los convertidos de la sinagoga. Cuando los judíos enemigos tramaban su complot en contra de los siervos de Dios, el mismo Señor apareció a Pablo en visión asegurándole: "Tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Hch 18:9-10). Quizá algunas de las dificultades que se evidencian por el estudio de las Epístolas dirigidas posteriormente a Corinto surgen del predominio numérico de los elementos griegos —antes paganos— sobre los convertidos de la sinagoga, quienes ya conocían las Escrituras, hallándose libres de las funestas influencias de la idolatría.

Fracasa la acusación oficial de los judíos (Hch 18:12-17)

Los judíos de Corinto no iban muy acertados al formular su acusación en contra de Pablo frente al procónsul, Galión. De paso, es interesante notar que Galión era hermano del filósofo y político Séneca, bien que adoptado por otra familia. Los dos habían nacido en Córdoba, Hispania (España). Séneca elogió mucho a su hermano, sobre todo por su trato cortés y amable: cosa que no se echa de ver en su actitud frente a los judíos en el caso que estudiamos. Una inscripción en Delfi nos ayuda a fijar la inauguración del proconsulado de Galión por los años 51-52, que nos da también la fecha para la fundación de la iglesia en Corinto.
En cuanto a su religión, los judíos se hallaban protegidos por un estatuto especial que reconocía su culto como una "religio lícita", o sea, una religión autorizada en todo el Imperio. Ni siquiera tenían la obligación —tan fatal después para los cristianos— de ofrecer incienso a la imagen del César como manifestación de lealtad a Roma. Los judíos querían probar delante de Galión que Pablo —y los cristianos en general— se habían apartado de la pura doctrina judaica, y, por ende, no habían de ser protegidos. Como Pablo y Silas aún mantenían la apariencia de rabinos judíos, Galión llegó a la conclusión —que da a conocer en las palabras malhumoradas de (Hch 18:14-15)— de que se trataba de nombres y palabras de la ley judaica, cosa que los hebreos habían de arreglar entre ellos, pues él no tenía intención alguna de actuar como juez en tales asuntos. Así terminó abruptamente la vista de la causa, y poco le importaba que los soldados — o el vulgo— se entretuvieran con el conocido juego de la "caza de judíos", maltratando a Sóstenes. Pablo asocia consigo a un hermano llamado Sóstenes al dirigir su carta a los corintios, pero es arriesgado suponer que el presidente de la sinagoga, sucesor de Crispo, se hubiese convertido después, bien que no es imposible.
Este veredicto de Galión es más importante de lo que parece a primera vista, puesto que, en la práctica, confirmaba la protección que los cristianos recibían bajo la religio licita del judaísmo (como si fuera una rama del mismo) durante algunos años más. Estos años resultaron ser de vital importancia para la extensión y el arraigo del cristianismo por las costas del Mar Egeo. Más tarde la conversión de tantos gentiles haría imposible esta identificación entre judíos y cristianos por parte de los gobernantes romanos y, por fin, el cristianismo llegó a ser una religión proscrita por los edictos de Nerón.

El estado espiritual de la iglesia en Corinto

Ya hemos visto que el número de convertidos gentiles llegó a sobrepasar el de los judíos y de los "temerosos de Dios" en Corinto. Procedían los hermanos mayormente de los estratos inferiores de la sociedad y sin duda muchos eran esclavos. Sin embargo, (1 Co 1:26-29) señala la presencia en la iglesia de algunos creyentes pudientes y nobles, entre ellos Erasto, tesorero de la ciudad, en cuyo honor se ha hallado una inscripción en Corinto (Ro 16:23). La libertad del Espíritu resultó ser un "vino demasiado fuerte" para muchos de estos hermanos griegos, de poca preparación intelectual y menos disciplina moral y social. Eran amantes de las discusiones, y al interpretar mal la libertad del Espíritu, se excitaban por los recuerdos de la práctica de la democracia en las ciudades griegas, en tiempos anteriores al dominio romano. Quedaron fascinados ante los dones extáticos —con referencia especial al de "lenguas"—, olvidándose de que todo ministerio había de servir para el provecho de todos, y de que Dios es Dios de orden. Bastantes de ellos se consideraban como "ricos": vana presunción que Pablo recoge en tono irónico en (1 Co 4:8-15).
Esta misma superficialidad de parte de algunos abría la puerta a errores más graves. Al comentar la sección (1 Co 1:10-4:21) tendremos ocasión de considerar las facciones de los corintios, con las causas que las provocaron. El capítulo 5 describe un grave caso de inmoralidad que no se había disciplinado por falta de una comprensión de la seriedad del asunto. Hay indicios de litigios que algunos hermanos llevaban ante tribunales mundanos y otros que delatan una comprensión limitada de la santidad de la vida de los creyentes en general (capítulo 6). Los "fuertes" y los "débiles" (estos términos se explicarán en su debido lugar) no se entendían sobre el comer de carnes ofrecidas a ídolos, y algunos se permitían libertades susceptibles de ser consideradas como "comunión con ídolos" (capítulo 10). El "ágape", mal celebrado, dio lugar a desórdenes que impedían la debida y solemne celebración de la Cena del Señor, mientras que había hermanas que ejercían sus dones en esferas y formas que no les eran propias. Por fin, Pablo tuvo que denunciar como grave error doctrinal la negación, por parte de algunos, de la realidad de la Resurrección corporal del Señor en el pasado y la de los creyentes en el porvenir.
Sin embargo, siempre existe el peligro de juzgar la totalidad de una compañía por los extravíos de una minoría, pues la bondad y la seriedad de los hermanos en general no suelen ser "noticia", pero sí los desmanes de una minoría, ya que han de ser corregidos. Sin duda, buenos y fieles hermanos como Estéfanas y su familia —dedicados a la obra del Señor—, representaban una parte no pequeña del pueblo de Dios en Corinto.

La autoridad apostólica de Pablo

El esfuerzo de algunos —influidos, sin duda, por elementos introducidos desde afuera— por desacreditar al apóstol Pablo se destaca más en la segunda Epístola, que es la que lleva la réplica contundente del verdadero apóstol frente a las calumnias y libelos de los "falsos apóstoles" (2 Co 10-11). Con todo, este asunto se halla latente en la primera Epístola y motiva la magnífica exposición de las normas del servicio cristiano —incluso el de los apóstoles—, que estudiaremos en el capítulo 9. Al considerar la autoridad apostólica de Pablo es preciso recordar los dos sentidos primordiales de la voz "apóstol" en el Nuevo Testamento: a) su uso según su etimología, cuando significa "un enviado en misión especial", equivalente, por lo tanto, a "misionero", aplicable a todo siervo de Dios que proclamaba el Evangelio; b) su uso restringido para designar a un grupo limitado de hombres—mayormente los Doce y Pablo— a quienes el Señor había escogido para ser los depositarios de las verdades del Nuevo Testamento. Los Doce habían de dar fe —con el auxilio del Espíritu Santo— de los grandes hechos redentores del ministerio, la Muerte expiatoria y la Resurrección del Señor Jesucristo. Pablo no pudo tener parte en este ministerio. Sin embargo, como resultado de la comisión especial que había recibido del Señor resucitado, él también era mayordomo del "misterio de la Iglesia", habiendo recibido por revelación la enseñanza sobre la formación de un pueblo espiritual de Dios en esta dispensación. No sólo vio realmente al Señor en el camino a Damasco, sino que recibía toda una serie de revelaciones —de variado contenido— que viene a constituir una parte importantísima del contenido del Nuevo Testamento (Hch 26:16) (Ef 3) (Col 1:24-29) (1 Ti 1:12-14) (2 Ti 1:11). Pablo menciona a menudo esta "gracia apostólica" que había recibido de Cristo y que fue reconocida por los apóstoles que le precedieron al ver en él las señales del apóstol durante su primer viaje misionero (Ga 2:7-9). Los apóstoles hablan con una autoridad que derivan directamente de su Señor, y el contenido de sus enseñanzas, conservado para nosotros en el Nuevo Testamento, goza del mismo carácter inspirado que el de los escritos proféticos del Antiguo Testamento. En el curso de nuestro estudio veremos que Pablo espera que sus escritos sean recibidos como "mandamientos del Señor" (1 Co 4:17) (1 Co 14:37).

La fecha de la Epístola y las circunstancias de su redacción

Es evidente que Pablo, al redactar esta carta, se halla en medio de la gran misión que llevó a cabo en Éfeso y que constituyó la culminación de la obra misionera del tercer viaje (Hch 19). Por el verano se mantenía constante comunicación marítima entre Éfeso y Cencrea, y aun en invierno el camino terrestre a través de Macedonia podía ser aprovechado para viajes importantes. Hay mucha evidencia de que Pablo se mantenía en íntimo contacto con la iglesia de Corinto, que tanto necesitaba de su cuidado apostólico y pastoral. La casa de Cloe le trajo las malas noticias que se notan en (1 Co 1:10-12), mientras que el siervo de Dios, Estéfanas, estuvo presente cuando Pablo terminó la redacción de la carta (1 Co 16:17). Una carta se había recibido de la iglesia que se contesta en parte, mientras que, por (1 Co 16:1-4), sabemos que Pablo ya se preocupaba por aquella época en levantar el interés de las iglesias gentiles para la ofrenda a favor de los santos pobres de Judea, sin que él mismo se hubiese decidido a ir personalmente aún: cosa que se determinó a realizar más tarde. Todos estos datos nos hacen pensar en un fecha para la redacción de esta Epístola de alrededor de un año antes de la salida de Pablo de Éfeso para Macedonia, Acaya y Jerusalén, o sea, el año 55-56 d.C.

El contenido de la Epístola

Esta Epístola no desarrolla ordenadamente un tema amplio y fundamental como el de Romanos, sino que resuelve sobre la marcha una serie de cuestiones que surgen, o de la carta que la iglesia envió a Pablo, o de los informes que diversos hermanos habían llevado a Éfeso. Se nos presenta, pues, una serie de temas que si bien no se hallan vinculados por medio de una fuerte encadenación lógica, no les falta una unidad psicológica, ya que todos surgen de las doctrinas y prácticas de una sola iglesia en relación con el apóstol Pablo, su fundador. Podemos pensar en un collar de joyas de distintos colores pendientes de un solo hilo, y el estudio nos hará comprender la importancia fundamental de cada una de las verdades apostólicas que dan respuesta a las preguntas de la iglesia en Corinto, o que indican la debida solución de sus problemas. Llega a ser epístola eclesial por excelencia, norma para el ministerio y las prácticas de la iglesia local a través de los siglos. No sólo eso, sino que el capítulo 15 constituye una disertación —cuyo tema es el de la Resurrección— que no es superada doctrinalmente por porción alguna de las Sagradas Escrituras. El capítulo 13 —el llamado "cántico de amor"— se estima como uno de los más preciados tesoros literarios, morales y espirituales de la literatura universal.
La Iglesia se ha enriquecido sobremanera gracias a las inspiradas réplicas de Pablo a una iglesia en crisis; el escrito mantiene hasta hoy su acuciante actualidad para todos los fieles cristianos que desean amoldar su vida individual y colectiva según las normas apostólicas.

Bosquejo del contenido de la epístola

I. La Introducción del apóstol Pablo (1 Co 1:11-9)
La riqueza de los santos.
II. El tema de las divisiones y su solución (1 Co 1:10-4:21)
La sabiduría humana y la divina contrastadas.
El servicio cristiano y los siervos del Señor.
III. Pureza, disciplina y orden dentro de la iglesia (1 Co 5:1-6:20)
IV. El matrimonio cristiano. El servicio de los célibes (1 Co 7:1-40)
V. Normas para hermanos "fuertes" y "débiles" frente al uso de viandas sacrificadas a los ídolos (1 Co 8:1-13)
VI. El servicio apostólico de Pablo (1 Co 9:1-27)
Sus normas generales y su relación con la iglesia en Corinto.
VII. Peligros, amonestaciones, conciencia y amor (1 Co 10:1-11:1)
VIII. Orden en la iglesia (1 Co 11:2-34)
El ministerio de hermanas, el ágape y la Cena del Señor
IX. Dones espirituales y su ejercicio en el Cuerpo místico de Cristo (1 Co 12:1-31)
X. El amor como ambiente imprescindible para el ejercicio de los dones (1 Co 13:1-13)
XI. El ejercicio de los dones en la congregación (1 Co 14:1-40)
Todo ha de hacerse para provecho, dentro del buen orden.
XII. El tema de la resurrección corporal (1 Co 15:1-58)
La de Cristo entraña la de los suyos.
XIII. Epílogo (1 Co 16:1-24)
La ofrenda para los creyentes en Judea, los planes del apóstol, etcétera. Saludos finales.
N0TA: Este Bosquejo sirve para que el lector adquiera un concepto general del desarrollo de los temas prácticos y doctrinales de la Epístola, especialmente al leerla repetidamente como preparación para el estudio detallado. Los epígrafes del comentario no corresponden necesariamente a los de este análisis.

Temas para recapacitar y meditar

1. Discurra sobre la importancia de la ciudad de Corinto, añadiendo un breve resumen de la fundación de la iglesia cristiana en ella.
2. Explique la redacción relativamente inconexa de esta Epístola. ¿Merma este hecho la importancia doctrinal y práctica de 1 Corintios?
3. Hágase un análisis de la Epístola según el modelo presentado arriba con la Biblia abierta, pero sin consultar el Bosquejo una vez que haya sido aprendido.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

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