Estudio bíblico: La venida de Cristo está cerca - Apocalipsis 22:6-21
La venida de Cristo está cerca - Apocalipsis 22:6-21
"Estas palabras son fieles y verdaderas"
(Ap 22:6-10) "Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca."
1. La veracidad y fiabilidad de estas palabras
En estos primeros versículos se subraya la importancia de este libro y se asegura su veracidad y fiabilidad: "Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas".
Del mismo modo que su autor, el Señor Jesucristo, es "fiel y verdadero" (Ap 3:14) (Ap 19:11), también sus palabras tienen que ser "fieles y verdaderas".
2. El origen divino de las visiones de Juan
A continuación se enfatiza el hecho de que todo lo que Juan había recibido por medio del ángel de Dios, era autorizado por Dios mismo, de la misma manera que en tiempos anteriores se había comunicado con sus siervos los profetas: "Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto". La conclusión es lógica: el Dios que inspiró a los profetas es el mismo que concedió a Juan estas visiones, y de la misma forma que lo primero se cumplió, también se cumplirá lo postrero.
3. El contenido: Cristo viene pronto
En cuanto al contenido de estas últimas profecías, tiene que ver con la inminencia de la venida del Señor, algo que en este capítulo se repite tres veces (Ap 22:7,12,20). Su intención es sacudirnos del letargo espiritual para que nos levantemos del sueño y estemos preparados para recibirle.
4. Una bienaventuranza para los que guardan estas palabras
También añade una bienaventuranza muy parecida a la que encontramos al principio del libro (Ap 1:3): "Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro". La única diferencia está en que aquí no dice "el que lee", puesto que si ha llegado hasta aquí es porque ya lo ha leído, y por lo tanto, lo único que le queda es "guardar". Ahora bien, ¿cómo se pueden guardar las palabras de esta profecía? Sin duda, es un mandamiento a anhelar la venida de Cristo mientras tenemos una comunión íntima con él.
Notemos también que una vez más la bienaventuranza es individual. Se apela a la voluntad de cada persona y se reclama su obediencia.
5. El autor humano de esta revelación
Si antes se había asegurado el origen divino de estas profecías, ahora se especifica quién fue su instrumento humano: "Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas". Es importante subrayar que él mismo vio y escuchó personalmente lo que después escribió. No estaba facilitando material de segunda mano, o cosas que él mismo se había inventado. Esta explicación es muy parecida a las que también dio en su evangelio y epístola (Jn 21:24) (1 Jn 1:1-4).
Al llegar a este punto, Juan está nuevamente sobrecogido por las revelaciones recibidas, y se postra a los pies del ángel que le mostraba esas cosas con el fin de adorarle. Esta es la segunda vez en el libro que hace esto mismo (Ap 19:10). En ambos casos sus iniciativas fueron rechazadas por los ángeles. Por supuesto que el apóstol sabía que sólo Dios debe ser adorado, pero la grandeza de las revelaciones parece que le habían dejado algo desorientado por momentos. ¡Pongámonos en su lugar!
Pero como decimos, el ángel se lo impidió enérgicamente: "Pero él me dijo: Mira, no lo hagas". Queda claro con esto que aun los más distinguidos siervos de Dios no deben ser adorados. La adoración debe ser exclusivamente para Dios: "Adora a Dios". Ofrecer adoración a otra persona, o esperar recibirla de otros, es algo diabólico (Mt 4:8-10).
El ángel se identifica como "consiervo" de Juan y de los demás profetas de Dios. Se deduce de esto que los ángeles participan junto a ellos en la labor de revelar la voluntad de Dios a los hombres. Juan no tenía dudas acerca de esto, porque muchas de las revelaciones que relata en Apocalipsis las recibió por medio de ángeles.
6. Una orden: "No selles las palabras de la profecía de este libro"
Esta prohibición tenía el propósito positivo de que Juan publicara la revelación de este libro. De ninguna de las maneras debería permanecer oculto, porque ante la inminencia de su cumplimiento, todas las personas necesitan conocer lo que Dios está haciendo y lo que va a suceder pronto: "Porque el tiempo está cerca". Hay, por lo tanto, una clara nota de urgencia.
Recordemos que en (Ap 5:1-5) vimos un libro sellado con siete sellos, lo que implicaba que su contenido estaba oculto. Pero a lo largo del resto del libro de Apocalipsis su contenido se ha ido revelando progresivamente. Ahora ya nunca más estará oculto su contenido.
Diferentes reacciones ante la inminente venida del Señor
(Ap 22:11) "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía."
Frente a la segunda venida de Cristo, las personas adoptan posturas muy diferentes. Ante una cuestión tan importante, no puede haber neutralidad. Cada persona tiene que tomar una decisión, y Dios la respeta, haciendo que su juicio sobre ellos sirva para que la postura que tomaron tenga consecuencias eternas.
Como era de esperar, se distingue a los justos de los injustos, a los santos de los inmundos. Cada persona toma su propia decisión y se coloca en uno de estos dos grupos. Entonces, cuando el Señor vuelva, esas decisiones fijarán su destino eterno y determinarán cómo será su carácter para siempre.
Pero incluso antes de que el hombre pase de este mundo a la eternidad, este pasaje parece estar advirtiéndonos de que llegará un momento en que ya no habrá oportunidad de cambiar. Si después de conocer todo lo que Dios ha hecho y va a hacer en este mundo, la persona persiste en rechazarle y endurece su corazón, sólo tiene la opción de seguir adelante por el mismo camino que ha elegido. De hecho, como ya hemos visto a lo largo de Apocalipsis, el pecador que rechaza arrepentirse, se vuelve cada vez más perverso, blasfemo y provocador. Se vuelve insensible a la voz del Espíritu Santo y ya sólo le queda seguir su propio camino malvado.
Dios llama continuamente a los pecadores al arrepentimiento, pero las Escrituras nos advierten de que puede llegar un momento en que el pecador se endurece a tal punto que Dios lo abandona. Recordemos lo que Dios dijo acerca de los obstinados pecadores del reino del norte en días del profeta Oseas: "Efraín es dado a ídolos, déjalo" (Os 4:17). Y el mismo Señor Jesucristo dijo lo mismo sobre los hipócritas fariseos: "Déjalos; son ciegos guías de ciegos" (Mt 15:14). El hombre quiere que Dios le dije vivir como le da la gana, pero qué triste es cuando llega el punto en que Dios finalmente le permite el deseo de su malvado corazón.
El pasaje parece dar a entender también que en los últimos días antes de la venida del Señor, los hombres afirmarán más y más su postura. Unos siguiendo al diablo para mal, y otros buscando al Señor para santidad. Es como si tanto los unos como los otros llegarán a su madurez; como si ya no hubiera lugar a la tibieza o ambigüedad. Cada uno se comportará como lo que es y no dejará lugar a dudas.
Podemos imaginarnos lo difícil que será para los justos vivir en esos días de consumación del mal, pero la exhortación del Señor es clara: "El que es justo, practique la justicia todavía".
El Señor recompensará a cada uno conforme a sus obras
(Ap 22:12-13) "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último."
Comienza repitiendo la promesa del pronto regreso de Cristo: "He aquí yo vengo pronto". Esto siempre será de ánimo para aquellos creyentes que sufren a causa de su fe, pero desgraciadamente, puede que no sea demasiado importante para aquellos otros que están apegados al mundo y sus valores. Ver el regreso de nuestro Señor debería ser nuestro mayor anhelo y deseo.
En ese momento el Señor recompensará de manera individual a cada persona conforme a sus obras. Parece que aquí está pensando especialmente en los creyentes, y por esa razón habla de "galardón". Se trata de las recompensas que Dios dará a cada uno conforme a sus obras. El apóstol Pablo habló también de esto:
(1 Co 3:11-15) "Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego."
¡Merece la pena servir al Señor!
(1 Co 15:58) "Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano."
Finalmente, para mayor garantía de los que escuchan, es el mismo Señor quien firma esta promesa: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último". Es una afirmación que ya hemos visto en ocasiones anteriores (Ap 1:8,11,17) (Ap 2:8) (Ap 21:6). Como decimos, el Señor se presenta aquí con estos títulos divinos para garantizar el pleno cumplimiento de sus promesas. El gobierna la historia desde el comienzo hasta el fin y nada escapa de su control.
"Bienaventurados los que lavan sus ropas"
(Ap 22:14-16) "Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira. Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana."
Tenemos aquí la última bienaventuranza del libro de Apocalipsis. Empecemos por notar que está dirigida a "los que lavan sus ropas". Ya sabemos que en este sentido metafórico que usa Juan, el único lugar donde se pueden lavar las ropas es "en la sangre del Cordero" (Ap 7:14). Por lo tanto, esta bienaventuranza está dirigida a aquellos que han recibido el perdón de sus pecados por medio de su identificación con el sacrificio de Cristo en la cruz.
Esta bienaventuranza permite dos cosas: "tener derecho al árbol de la vida" y "entrar por las puertas de la ciudad".
El "árbol de la vida" es el mismo que ya fue mencionado en (Ap 22:2), y que nos recuerda a aquel otro árbol en el huerto del Edén al que la raza humana perdió el derecho de comer después de haber pecado (Gn 3:24). Y la "ciudad" tiene que referirse a la nueva Jerusalén de la que se nos ha hablado ampliamente en los pasajes anteriores.
Pero hay un fuerte contraste con aquellos que "no han lavado sus ropas" en la sangre del Cordero. De ellos se nos dice que "estarán fuera". Esto implica ser excluidos de las bendiciones de Dios y pasar la eternidad en "el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda".
¿Quiénes serán estos? "los perros, los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira". La lista es muy parecida a la que encontramos en (Ap 21:8).
Los "perros" en la antigüedad eran sucios animales que merodeaban en los basureros de las ciudades. Se usa metafóricamente en la Biblia para referirse a los que desprecian la salvación de Dios (Sal 22:16,20) (Fil 3:2).
Los "hechiceros" son personas que sirven activamente a Satanás. Y por supuesto, estarían incluidos también quienes buscan sus servicios.
Los "fornicarios" son los que practican cualquier tipo de inmoralidad sexual.
Los "homicidas", son los que cometen asesinato.
Los "idólatras" rinden culto a las criaturas en lugar de al Creador.
Y otra vez el Señor vuelve a garantizar estas solemnes palabras con su propia autoridad divina. Por si acaso alguien tenía dudas, notemos que es el mismo "Jesús" quien habla. Pero aunque se presenta con su nombre humano, el cual mantendrá por toda la eternidad, su autoridad es también divina.
Tal como se señaló en (Ap 1:1), el ángel que ha hablado a Juan tiene toda la autoridad de Jesús al haber sido enviado por él. Notemos también que su mensaje no era privado, sino que iba dirigido a la iglesia: "Para daros testimonio de estas cosas en las iglesias".
Y a continuación hace una interesante declaración en la que aprecia la divinidad y la humanidad de Jesús: "Yo soy la raíz y el linaje de David". Jesús es "la raíz" de David, lo que indica el origen de su existencia como persona, así como que también es el creador de la dinastía o linaje de David. Pero por otro lado, Jesús también era descendiente de David, lo que nos recuerda su humanidad y su carácter mesiánico. Como muy bien señaló el Señor en los evangelios durante su controversia con los fariseos; él era tanto el hijo de David como el Señor de David (Mt 22:41-45).
Por último, el Señor es descrito como "la estrella resplandeciente de la mañana". Esta estrella anunciaba la llegada del día, y del mismo modo, la llegada de Jesús pondrá fin a las tinieblas de la noche para dar paso al glorioso amanecer de su Reino. El apóstol Pedro también se refirió al Señor de este modo (2 P 1:19), y debemos recordar que era una descripción con la que se identificaba al Mesías desde los días de Moisés (Nm 24:17).
La respuesta de la Iglesia
(Ap 22:17) "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente."
En respuesta al anuncio de la pronta venida del Señor, el Espíritu y la Esposa se unen en una sola voz para decir: "Ven".
Algunos han pensado que este llamamiento a venir se refiere a los que a continuación van a ser descritos como los "que tienen sed", pero esto no parece tener mucho fundamento. Lo lógico es pensar que se dirige a aquel que por tres veces en este capítulo ha dicho "yo vengo pronto" (Ap 22:7,12,20).
¿Por qué el Espíritu desea el regreso de Jesucristo? Recordemos que el ministerio del Espíritu es el de glorificar al Señor Jesucristo (Jn 16:14). Pero la última vez que el mundo vio a Jesús, fue en una cruz entre dos delincuentes, rechazado, despreciado y objeto de burla. El Espíritu anhela ver a la segunda Persona de la Trinidad exaltado en belleza, esplendor, poder y majestad. Y esto ocurrirá cuando Cristo vuelva triunfante en su segunda venida.
¿Por qué la Esposa desea el regreso de Jesucristo? La Iglesia está cansada de la batalla contra el pecado, y anhela ver a Jesucristo exaltado, glorificado y honrado. Anhelan su venida, y que los lleve al cielo para vivir por siempre con él. Anhelan el día cuando sus cuerpos mortales y perecederos serán transformados en los cuerpos resucitados, imperecederos e inmortales.
A continuación se presentan dos exhortaciones:
"Y el que oye, diga: Ven". Esto podría referirse a los miembros individuales de la iglesia que leen o escuchan el libro de Apocalipsis.
"Y el que tiene sed, venga". Se trata aquí de los que sienten una honda necesidad espiritual en lo profundo de su ser. "Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente". Para ellos, el Señor siempre extiende una amplia y generosa invitación a ir a él (Is 55:1-2).
Una maldición para los que modifiquen este libro
(Ap 22:18-19) "Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro."
Finalmente hay una última advertencia a los que "oyen las palabras de la profecía de este libro". Ya se les ha exhortado a poner atención a todo lo que está escrito aquí, pero ahora se advierte sobre el peligro de añadir o quitar algo de su contenido.
Lo mismo que con otras partes de la Escritura, nada debe ser modificado (Dt 4:2) (Dt 12:32) (Pr 30:5-6). Con esto se afirma una vez más la plena inspiración de este libro. Pero por otro lado, también nos hace pensar que si no se puede añadir nada a las profecías aquí descritas, es porque la revelación de la verdad ya está completa después de esto.
Esto nos recuerda que cuando nos acercamos a cualquier parte de la Biblia, no lo podemos hacer para imponer sobre el texto nuestras suposiciones teológicas, sino para dejar que sea el texto bíblico el que nos habla abiertamente. Es fácil hacer malabarismos exegéticos con el fin de cambiar lo que la Biblia dice y adaptarlo a nuestras convicciones personales, pero esto no deja de ser una forma en la que añadimos o quitamos de las Escrituras.
Todo intento por desvirtuar la Palabra de Dios será seriamente castigado: "Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro". Si tenemos en cuenta la cantidad de plagas de las que habla este libro, tenemos que concluir que es un castigo terrible. Pero en todo caso, será un castigo que se corresponderá con la gravedad del crimen cometido.
Ya hemos hablado de cómo muchas veces los evangélicos adaptan el texto a sus preferencias personales, pero ¿qué hemos de decir de otras muchas religiones que sin pudor alguno han añadido nuevas "revelaciones" que han colocado por encima de las mismas Escrituras? Pensemos en el Catolicismo Romano, los mormones, los testigos de Jehová o los musulmanes.
La cuestión es tan grave que el mismo Señor añade un segundo castigo: "Dios quitará su parte del libro de la vida". En realidad, esto es totalmente lógico. Quien no se guía por la Palabra de Dios, sino que escucha otras voces, nunca encontrará el camino a la vida eterna.
El Señor afirma su inminente venida
(Ap 22:20) "El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús."
Antes de terminar el libro, pareciera como si el Señor mismo tomara la pluma de las manos de Juan para afirmar él mismo lo que ya se había dicho en otras ocasiones: "Ciertamente vengo en breve".
Seguramente, esta necesidad de repetir la misma cosa tantas veces surge por nuestra capacidad para olvidar lo que se nos dice. Por supuesto, también para dar la mayor certidumbre a un hecho que es presentado como totalmente seguro, pero sobre todo, para promover en nosotros la vigilancia ante su pronto regreso.
Cuando leemos el Nuevo Testamento, vemos que la iglesia primitiva esperaba la inminente venida de Cristo. Por ejemplo, el apóstol Pablo, cuando escribió a los corintios, usó sin traducir el término arameo "maran-ata" que significa "el Señor viene" (1 Co 16:22). Esto evidencia que esta palabra había llegado a ser una expresión bien conocida con la que los creyentes de todo el mundo manifestaban su anhelo por el pronto regreso de Cristo.
Por eso, la respuesta de la iglesia no se hace esperar: "Amén; sí, ven Señor Jesús". Sólo manteniendo la fe en su segunda venida es posible vivir en santidad en medio de la mundanalidad o la persecución que encontramos en el mundo.
Ahora bien, hemos dicho que la iglesia primitiva aguardaba el regreso de Cristo, pero ¿cuál es la actitud de la iglesia de nuestros días? El mismo Señor hizo una afirmación que nos debe hacer reflexionar seriamente: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" (Lc 18:8).
Bendición final
(Ap 22:21) "La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén."
Apocalipsis es un libro lleno de juicios terribles, sin embargo, termina con una bella bendición, que como no puede ser de otro modo, se relaciona con "la gracia de nuestro Señor Jesucristo".
En un mundo bajo el juicio y la condenación de Dios, no puede haber promesa alguna de bendición si no es por la gracia de Dios. Esto aparece al final, porque es una verdad que nunca debemos olvidar.
Comentarios
Edison Ramírez (Ecuador) (12/02/2024)
Hermano, gracias por el estudio del Libro de Apocalipsis; me ha guiado a tener mas claro los conceptos de este libro. Que el Señor te bendiga.
José Flores (Bolivia) (07/02/2024)
Aleluya! Gloria al que es, que era y que ha de venir, nuestro Señor Jesús de Nazareth. Si, ven Señor, ven pronto! Es nuestro ferviente anhelo! Nuestro Dios bendito y galardonador les bendiga en gran manera!
Raul Antonio Diaz Gutierrez (Nicaragua) (03/01/2024)
Dando gracia a Dios y al siervo expositor por sus maravillosa labor y enseñanzas en lo que es este libro apocalipsis, comencé a estudiarlo a principio de octubre y hoy ya año 3-1-2024 me ha sido de gran bendición personal y para introducción a otros gracias 🙂 😉 😊 💕.
Melva Molina (Ecuador) (31/08/2022)
Siempre tenía mis reservas al estudiar Apocalipsis, porque no quería caer en la especulación ni en la incredulidad. Este estudio me ha ayudado a ver los acontecimientos escatológicos con mucha claridad siempre respetando los límites de lo escrito. Gracias una vez más por esta guía, que Dios lo bendiga 🙏🏼
Leslie Vázquez (Honduras) (04/03/2021)
Ha sido muy enriquecedor este estudio, he aprendido mucho. Dios les siga bendiciendo con un mayor entendimiento de las escrituras.
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