Estudio bíblico: Hageo - Testigos de Dios en el mundo -
Hageo - Testigos de Dios en el mundo
Como ya hemos señalado en el capítulo anterior, la primera cosa que debemos hacer para entender bien lo que Dios nos quiere decir por medio del profeta Hageo, es situarnos en el contexto histórico en que escribió. ¿En qué momento de la historia del pueblo de Israel nos encontramos? ¿Qué les estaba pasando? ¿Por qué estaban así?
Para comprender correctamente cuál era la situación en la que Israel se encontraba en esos momentos es preciso que nos remontemos a su historia pasada. Por lo tanto, a lo largo de este estudio haremos un rápido recorrido por la historia de Israel tal como ha sido revelada en la Biblia.
El propósito de la elección de Israel
Una vez que Israel salió de Egipto y cruzó el Mar Muerto, comenzó para ellos un largo peregrinaje. Durante ese camino se detuvieron en algunos sitios que marcaron profundamente su vida nacional. Sin lugar a dudas, el más importante fue el tiempo que pasaron en el monte Sinaí.
Cuando llegaron allí, en medio de un aterrador espectáculo (el monte ardiendo, enormes estruendos, espantosos relámpagos, negras nubes y oscuridad, y fuertes sonidos de bocina), Dios les habló. Encontramos el relato de estos hechos en (Ex 20:18-21) (Dt 4:10-14).
Allí Dios se reveló a sí mismo para que ellos le pudieran conocer (Ex 20:1-17). Se presentó como un Dios real, Único, Soberano, Creador y Dueño del inmenso Universo con todo lo que en él hay (Ex 20:11). Tanto arriba en los cielos, donde giran sobre nuestras cabezas millones de galaxias con incontables estrellas, como en el mundo microscópico que pisamos con nuestros pies, en todo ello se pone en evidencia el poder, la sabiduría y la belleza de ese increíble Creador que se estaba revelando a ellos de manera personal.
Ahora bien, el propósito con el que Dios se dio a conocer al pueblo de Israel, fue con el de forjar con ellos una relación especial, de tal manera que fueran testigos vivos de él en medio de un mundo que le había dado la espalda, vivía pisoteando su Ley, seguía a dioses y diosas de su imaginación, y se había entregado a toda la degradación moral y espiritual de la que eran capaces (Ex 19:3-6).
Por lo tanto, uno de los propósitos principales por los que Dios les dio sus leyes, fue para que llegaran a conocer bien a su Dios y pudieran de ese modo ser fieles testigos suyos en el mundo (Dt 4:5-8) (Is 43:1,10,12) (Is 44:8).
En este mismo sentido, el tabernáculo portátil que Dios les mandó construir, y que les acompañó desde ese momento en toda su historia nacional (transformándose por fin en un edificio permanente, el Templo, o la Casa de Dios de la cual nos va a hablar Hageo), tenía como objetivo principal el recordarles constantemente que el propósito de su existencia como pueblo de Dios era ser testigos del único Dios verdadero.
En el tabernáculo se encontraba el lugar santísimo en el que estaba el arca del testimonio (Ex 25:10-22). Y dentro del arca estaban las dos tablas de la Ley que Dios les había dado en el monte Sinaí cuando se dio a conocer al pueblo de Israel. Así que el tabernáculo, juntamente con el arca del testimonio, les recordaba cada día de su peregrinaje que Dios les había sacado de Egipto, destruyendo el poderío de Faraón para que fueran sus testigos en el mundo.
A partir de ese momento, su culto, su forma de ser y de vivir, su conducta y carácter, su temor de Dios, tanto en su vida personal, familiar y social, deberían dar un testimonio fiel y firme a todas las naciones a su alrededor del único Dios verdadero.
Aquí tenemos un hecho importante en el que debemos reflexionar. La Casa de Dios tiene que ver con el testimonio público, fiel y claro del único Dios, de la vigencia de su Ley y de sus derechos soberanos sobre este mundo que él creó en el cual todos nosotros vivimos como criaturas suyas.
Trágicamente el pueblo de Israel falló en cuanto a este glorioso cometido. En (Is 43:22) Dios protestó por medio del profeta y les dijo: "Y no me invocaste a mí, oh Jacob, sino que de mí te cansaste, oh Israel". Y como consecuencia de su actitud, se dejaron seducir por el mundo a su alrededor, lo que finalmente les arruinó en todos los sentidos posibles. Cayeron en la misma mundanalidad, idolatría y degeneración moral que las naciones paganas en medio de las que vivían. En lugar de ser un testimonio vivo a favor del Soberano Dios que se había revelado a ellos en el monte Sinaí, el glorioso nombre de Dios fue blasfemado por los gentiles por culpa suya (Ro 2:24).
Por lo tanto, cuando dejaron de dar testimonio de Dios, perdieron su razón de ser, y una vez que eso ocurrió, Dios los quitó de en medio. En primer lugar fueron las diez tribus del norte las que fueron llevadas a Asiria en cautiverio (año 721 a.C.), y años más tarde, las dos tribus del sur también fueron llevadas cautivas a Babilonia (año 606 a.C.).
Fue un momento dramático en su historia, porque hasta la misma Casa de Dios quedó en ruinas y fue abandonada. Aquello sirvió para simbolizar de una manera vívida el ruinoso estado en el que había quedado el testimonio del pueblo de Dios. Y aparentemente, aquí terminaba la historia del pueblo de Israel.
Lecciones para el pueblo de Dios en el día de hoy
¿Qué lección puede haber para nosotros en todo esto? Muchas, por supuesto. No olvidemos las palabras del apóstol Pablo:
(1 Co 10:11) "Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos."
Primera reflexión
Nosotros también estamos viviendo en medio de una sociedad que deliberadamente está dando la espalda a Dios. Una sociedad que pisotea descaradamente la Ley de Dios, que se ríe de los que todavía creemos en él, y que se empeña en vivir una vida impía sin dar cuentas a nadie, aunque con esa actitud estén derribando todos los pilares que pueden sostener la vida personal, familiar o social.
Por esa razón, nuestros países se están convirtiendo en estercoleros de inmoralidad, corrupción, engaño, mentira, desorden y violencia. Hasta tal punto que nuestros gobernantes ya no saben cómo resolver el caos que se extiende por todos lados. También nuestras economías se resquebrajan. ¿Podemos quedarnos impasibles ante esta situación?
Segunda reflexión
Nosotros en este tiempo, como Israel en el pasado, también hemos sido llamados a ser testigos de Dios en medio de esta sociedad que ha dado la espalda a Dios, que es atea o agnóstica, que se ha tragado con entusiasmo la gran mentira de la teoría de la evolución, y que ha tirado por tierra todas las normas de fe y conducta que nos sostenían.
En esta complicada situación es importante que no olvidemos que hemos sido adquiridos por Dios como pueblo suyo "para que anunciemos las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 P 2:9). Esta es la razón por la que hemos sido "rescatados", "escogidos" y "adquiridos por Dios".
Hoy, como nunca, es necesario que como pueblo de Dios demos un testimonio claro y fiel de la realidad de Dios, el Dios de la Biblia, el Soberano Creador y Dueño de todo lo que existe. Es necesario decir que él existe, que este mundo es suyo, no nuestro, que su Ley sigue teniendo vigencia en el día de hoy, y que un día todos tendrán que rendir cuentas ante él. ¿Estamos dando testimonio de nuestro Dios al mundo?
Tercera reflexión
Para poder anunciar eficazmente las virtudes de nuestro Dios y de nuestro Señor Jesucristo, será preciso que esas mismas virtudes se puedan ver en nosotros, en nuestra conducta y manera de ser (2 P 1:3-8). Si nuestro testimonio ha de ser efectivo tendremos que ser diferentes a los del mundo.
Recordemos que el testimonio del pueblo de Israel quedó en ruinas por cuanto ellos cayeron en la mundanalidad, imitando las prácticas idolátricas y la misma degeneración moral que había en las naciones a su alrededor. Y como consecuencia, el nombre de Dios fue blasfemado entre los gentiles por causa de ellos (Ro 2:40).
¡Y cuántas veces ocurre lo mismo entre el pueblo de Dios en el día de hoy! Entre muchos que se llaman cristianos evangélicos y que han arruinado su testimonio por su mala conducta.
No lo olvidemos; Dios requiere de nosotros un nivel de vida superior al que exigió al pueblo de Israel en el pasado. Podemos mirar lo que el Señor nos dijo en el Sermón del Monte para comprobarlo (Mateo capítulos 5 al 7). Es necesario que vean nuestras buenas obras (o buena conducta) y de ese modo lleguen a conocer y glorificar a nuestro Padre que está en los cielos (Mt 5:16). ¿Es nuestro testimonio coherente con el carácter de Dios?
Cuarta reflexión
Existe para nosotros hoy, como lo existió para Israel en el pasado, el enorme peligro de caer en la idolatría, con todas sus desastrosas consecuencias. Recordemos la exhortación del apóstol Juan (1 Jn 5:21): "Hijitos, guardaos de los ídolos".
Recordemos que la idolatría no es simplemente una cuestión relacionada con imágenes de oro y plata. La idolatría es fundamentalmente una actitud del corazón. Ocurre cuando cualquier cosa, objeto, ilusión o pasión desplaza a Dios del principal puesto en nuestras vidas (Ex 32:23). Cada uno de nosotros debemos examinarnos seriamente en este sentido. ¿Hay otras cosas o personas que ocupan el lugar que debería tener Dios en nuestras vidas?
Quinta reflexión
Existe también para nosotros la posibilidad de ser desaprobados por Dios y desplazados si nuestras vidas no se corresponden con la sagrada misión para la cual Dios nos escogió. ¿En qué sentido podemos ser desaprobados y desplazados?
Recordemos las palabras de (Ap 2:5): "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Y las palabras del Señor en (Jn 13:8): "Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo". O las solemnes palabras que encontramos en (Ro 11:17-21): "Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará".
¿Hemos entendido bien estas lecciones? ¿Cómo está la "Casa de Dios" en nuestras vidas y experiencias? ¿Hay ruinas, abandono, descuido, desinterés o desánimo?
El libro de Hageo nos presenta un solemne reto a reedificar las ruinas y volver a ser testigos fieles de nuestro gran Dios en este mundo incrédulo, idólatra y contradictor en medio del cual vivimos. ¡Qué Dios nos ayude a todos a oír su voz por medio de este profeta y a responder de todo corazón.
Comentarios
Noel Ramos Vazquez (México) (27/01/2021)
Hermosa lección digna de compartir.
Irma Chery Montoya Moreno (Colombia) (19/12/2020)
Excelente estudio, que reflexiones tan interesantes las que nos ofrece su autor, comparar nuestra sociedad y nuestra vida actual con lo que pasaba en el Israel del libro de Hageo definitivamente nos debe hacer reflexionar sobre el testimonio que estamos dando para que ésta sociedad se interese por buscar a ese Dios bueno, misericordioso y paciente que espera que la humanidad se arrepienta y reciba la salvación que Él nos envió a través de su hijo Jesucristo.
Nuevamente gracias su estudio de éste libro es maravilloso.
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