Estudio bíblico: Implicaciones de la Obra de la Cruz - Juan 12:31-36
Implicaciones de la Obra de la Cruz (Juan 12:31-36)
En los versículos anteriores el Señor había anunciado su muerte sin ocultar la angustia mortal que eso le producía. Aun así, él no tenía dudas en cuanto a lo que iba a hacer: obedecería y glorificaría a su Padre celestial, aunque eso le supusiera ir a la Cruz. Por supuesto, el Padre mostró una vez más su aprobación haciendo oír su voz desde el cielo.
Ahora vamos a considerar cómo la muerte de Cristo en la Cruz afectaría a diferentes órdenes espirituales de la creación.
Implicaciones de la Obra de la Cruz
(Jn 12:31) "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera."
1. "Ahora es el juicio de este mundo"
El término "mundo" se refiere a un sistema de poder organizado contra Dios, cuyo principal dirigente es el diablo, al que en este pasaje se presenta como "el príncipe de este mundo".
Ahora bien, es curioso que en esos momentos cuando que el mundo rebelde se disponía a juzgar y condenar al Hijo de Dios, el Señor afirma que sería realmente el mundo quien iba a ser juzgado. La verdad es que ambas cosas iban a ocurrir al mismo tiempo. El hecho es que cuando el mundo crucificara a Cristo, con ello estaría siendo juzgado como culpable.
Aquel fue el momento culminante de la historia de la humanidad. El mismo Hijo de Dios había descendido del cielo para ser su Salvador, pero el mundo lo rechazó y finalmente lo crucificó. Esto revelaba más allá de toda duda el grado de perversidad y enemistad que hay en el corazón del hombre. La Cruz pone al descubierto las espantosas tinieblas ocultas en el corazón humano. Pero cuando el mundo rechazaba de ese modo al único que podría ser su Salvador, necesariamente quedaban bajo el juicio condenatorio de Dios.
No obstante, es cierto que no todos adoptan la misma posición frente a la Cruz. Hay muchos que han llegado a reconocer que allí se cometió el mayor crimen de la historia, cuando en su deseo de liberarse definitivamente de Dios, los hombres pecadores mataron a su mismo Hijo. Y muchas de estas personas han reconocido a Cristo como su Señor y Salvador. Para este último grupo, la Cruz también es el momento de juicio, pero con un resultado totalmente diferente que el del grupo anterior. Los creyentes aceptan que sus pecados son graves y merecen la condenación, pero miran a la Cruz con confianza, aceptando que Cristo cargó allí el juicio que ellos merecían. Encontramos un resumen de todo esto en:
(Jn 3:17-19) "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas."
Finalmente, la postura que cada ser humano adopte frente a la Cruz, determinará su futuro eterno. En este sentido, el juicio final será la solemne ratificación de la decisión que cada persona tome ahora frente a Cristo y su Obra en la Cruz. Por lo tanto, la Cruz sirve para separar a los creyentes de los incrédulos, y para identificar los que son hijos de la luz y los que son hijos de las tinieblas.
2. "Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera"
El Señor siguió desarrollando las consecuencias que tendría su muerte en la Cruz. Ahora va a hablar del "príncipe de este mundo", que es una referencia a Satanás, también llamado "el dios de este siglo" en (2 Co 4:4). Y en este punto es importante subrayar que la Biblia habla claramente de la existencia del diablo como un ser real.
En cuanto a este siniestro personaje hemos de decir que dirigió una rebelión en el cielo contra Dios, logrando arrastrar tras él a muchos ángeles. Esta rebelión se extendió a nuestro mundo cuando Adán y Eva decidieron rebelarse contra Dios. A partir de ese momento logró un gran poder sobre el reino de los hombres, que usa para influirlos a fin de apartarlos del Reino de Dios (Ef 2:2) (Ef 6:11-12).
Pero el poder de Satanás durará sólo por un tiempo limitado, tal como ya se había anunciado en el huerto del Edén después de la caída.
(Gn 3:14-15) "Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar."
En la Cruz, Satanás, "el príncipe de este mundo", "la serpiente antigua", fue herida mortalmente en la cabeza y quedó destronada de su dominio sobre el hombre y echada fuera de este mundo. Esto implica que este mundo volverá a ser de su legítimo y auténtico Rey. Veamos cómo el apóstol Pablo se refirió a estos hechos:
(Col 2:15) "Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz."
Cuando Adán y Eva se desligaron de Dios por su desobediencia, sin saberlo, se convirtieron en esclavos del diablo. Pero Cristo, en virtud de su sangre derramada en la Cruz, ahora ofrece libertad de la esclavitud del pecado a todos los que creen en él (Jn 8:34-36). Cristo fue el hombre fuerte que venció al adversario y le quitó todas las armas en que confiaba (Lc 11:21-22). Esto implica que cualquiera que lo desee puede huir de su nefasto cautiverio si acude con fe a Cristo.
Es verdad que cuando Cristo moría en la Cruz, parecía que el mundo y Satanás habían triunfado, pero lo cierto es que ocurrió todo lo contrario. Por medio de su muerte destruyó al que tenía el imperio de la muerte (He 2:14). No olvidemos que Satanás usaba el temor a la muerte para lograr sus propósitos sobre los hombres. Y curiosamente, Cristo usó la propia arma de su enemigo para vencerle (1 S 17:51).
En la Cruz de Cristo el mundo, y también aquel que lo controlaba, fueron juzgados, pero el Señor dijo algo más: "Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera". Aquí surgen nuevas cuestiones: ¿De dónde sería echado fuera? ¿Cuándo ocurriría esto?
En primer lugar debemos observar que el tiempo del verbo está en futuro: "será echado", y el Señor no especifica a qué momento concreto se refiere, ni tampoco se nos dice de dónde sería echado. Por otras partes de la Escritura podemos sacar algunas conclusiones:
A partir del sacrificio de Cristo en la Cruz, Satanás ha perdido su autoridad final sobre este mundo. Esto significa que cualquiera que lo desee puede acudir a Cristo y ser liberado de la autoridad del diablo y del pecado. No obstante, Satanás sigue ejerciendo mucha autoridad sobre el mundo incrédulo (1 Jn 5:19). Incluso sigue intentando tentar y seducir a los creyentes, pero éstos tienen un nuevo poder en Cristo que les llevará a la victoria (1 P 5:8-9) (Ro 16:20).
La victoria final sobre el mal ya ha sido conseguida, pero su manifestación será gradual, igual que toda la obra de nuestra redención.
En Apocalipsis encontramos que el diablo todavía ocupa ciertas regiones celestiales de las que será echado (Ap 12:7-11). Más adelante también vemos que será atado por mil años (Ap 20:1-3). Y finalmente será juzgado y lanzado al lago de fuego y azufre (Ap 20:10).
3. Cristo atrae a todos los hombres a sí mismo en la Cruz
(Jn 12:32) "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo."
El Señor hace aquí una clara referencia a su propia crucifixión y al enorme influjo benéfico que ejercería sobre toda la humanidad. La Cruz es el único medio en el que el hombre puede encontrar salvación. Allí el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, se ofrecía como sustituto por nuestros pecados. Es en la Cruz donde llegamos a conocer cómo es Dios de verdad, y no las mentiras que por tanto tiempo Satanás nos había hecho creer a la humanidad. Allí descubrimos que Dios es amor y que ama intensamente a los hombres pecadores. Estos hechos atraerían a las personas que buscan la salvación de sus pecados.
En cuanto a esto hay varias cuestiones importantes que debemos notar:
Cristo siempre atrajo a sí mismo a mucha gente. Durante su ministerio terrenal las multitudes le seguían (Mt 4:25) (Mt 8:1). Los doce apóstoles lo dejaron todo para seguirle (Mt 19:27). Otros dejaron casas, familias y tierras para ir detrás de él (Mr 10:29-30). La enseñanza de Jesús atraía a mucha gente (Mr 6:2) (Lc 19:48) (Jn 7:45-46). El poder de sus milagros atraía a los hombres (Lc 5:26) (Jn 2:23). Atraía a personas de toda condición y lugar. Hasta unos griegos manifestaron su interés por verle. Pero la verdadera razón por la que los hombres serán atraídos definitivamente a Cristo sería por su Cruz.
Una vez más se trata de una iniciativa divina. Fue Dios quien entregó a su Hijo para morir en la Cruz, y es él quien ejerce esta atracción hacia los hombres. Esta atracción es fundamental, puesto que el hombre natural no sabe cuál es el camino de la salvación y el enemigo de sus almas sigue queriendo retenerlos.
No se trata de una atracción irresistible. Dios no atrae a las personas por su poder, sino con su amor; y en el verdadero amor hay libertad. Encontramos un buen ejemplo de esto en la forma en la que Dios atrajo en el pasado a Israel, la rebelde esposa de Dios: "Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón" (Os 2:14) (Os 11:4).
Esta atracción no es exclusivista sino universal. Todas las personas sin excepción son atraídas a la Cruz. Decir (como dice la teología calvinista) que sólo los elegidos son atraídos, es añadir al texto algo que no dice. Es interesante notar que la palabra "atraer" que se usa aquí es la misma que encontramos en (Jn 6:44). Allí se refería a judíos que ya eran creyentes en Dios y que serían llevados por el Padre a creer en el Hijo. Esa atracción se realizaría por medio de la enseñanza de la Palabra (Jn 6:45). Ahora, en este versículo que estamos considerando, la atracción es realizada por la Obra de la Cruz, y se extiende a todos sin distinción alguna.
El hecho de que todos los hombres son atraídos a la Cruz no implica que finalmente todos serán salvos. Al comienzo de este evangelio leemos: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció" (Jn 1:9-10). Finalmente cada persona tendrá que posicionarse frente a la Cruz de Cristo.
Debemos entender esta "atracción" con el fin de que las personas puedan ser salvadas por Cristo. No podemos compartir la opinión de los que piensan que Cristo atrae a unos para salvación y a otros para condenación.
Puesto que la Cruz tiene este poder de atracción para el pecador, los cristianos debemos esforzarnos en colocarla en un lugar eminente en nuestra predicación.
4. Cristo especifica que moriría en una cruz
(Jn 12:33) "Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir."
Al poco tiempo de que Jesús comenzara su ministerio público, Juan el Bautista, su precursor, había sido decapitado por orden de Herodes en una cárcel (Mr 6:27-28). Después de que Cristo ascendiera al cielo, Esteban, otro siervo fiel, fue lapidado por los judíos en Jerusalén (Hch 7:59-60). Pero aquí Cristo descarta cualquiera de esos métodos de ejecución para especificar que moriría por crucifixión.
Esta aclaración es muy conveniente, porque es probable que algunos de los que le escuchaban estuvieran interpretando ser "levantado" como un levantamiento revolucionario contra el poder romano (Hch 5:36-37). Pero el Señor no estaba hablando de eso y quería dejarlo claro más allá de toda duda.
Y por otro lado, corrige también la interpretación de algunos creyentes que han asociado el hecho de ser "levantado" con su ascensión y glorificación al cielo. La verdad es que lo que el Señor dijo que "atraería" a las personas a Dios sería la Cruz, no su entronización en el Cielo. Esto es lógico, porque la Cruz nos habla del perdón que necesitamos, mientras que el Trono nos recuerda su posición como Juez que condena nuestros pecados.
No obstante, en aquel contexto judío, el hecho de que Cristo fuera ejecutado en una cruz tenía implicaciones muy importantes. Según enseñaba (Dt 21:23), la Ley decía: "Maldito por Dios es el colgado; y no contaminarás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad".
Según esto, la muerte de Cristo en una cruz le acarrearía que fuera "maldito por Dios". El apóstol Pablo meditó mucho sobre este asunto y nos explica que esto ocurrió así porque él estaba cargando sobre sí mismo la maldición que nosotros merecíamos por causa de nuestros pecados.
(Ga 3:13) "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)."
Cuando pensamos seriamente en lo que esto significa, no nos extraña que Cristo dijera unos momentos antes: "Ahora está turbada mi alma".
La verdad es que la escena que nos presenta este versículo es realmente muy gráfica. Encontramos al Hijo de Dios "levantado" y colocado entre el cielo y la tierra. Desde la tierra los hombres le insultaban y se burlaban de él de todas las formas posibles. Y desde el cielo el Padre guardaba silencio mientras su Hijo oraba: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado" (Mt 27:46). Mirar este terrible "espectáculo" (Lc 23:48) nos ayuda a entender la soledad y el dolor del Señor cuando fue "levantado" en la Cruz, pero no había otra alternativa si quería ser nuestro Salvador.
Los judíos cuestionan a Jesús y su obra en la Cruz
(Jn 12:34) "Le respondió la gente: nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?"
A continuación vemos cómo los judíos respondieron al anuncio que el Señor hizo en cuanto a ser levantado en una cruz. En un principio su lógica es totalmente correcta. Ellos esperaban que el Cristo, cuando viniera, cumpliría exactamente con lo que la "Ley" decía Notemos que aquí el término "Ley" se refiere a todos los escritos del Antiguo Testamento y no sólo a la Ley de Moisés. Según esto sus expectativas eran correctas: el Mesías sería identificado sin problemas si las personas lo examinaban a la luz de lo que la Palabra de Dios había anunciado sobre él.
Ahora bien, decimos que empezaron bien, porque el principio aplicado era el correcto, pero desgraciadamente no terminaron de la misma manera, porque aplicaron este principio de manera incorrecta. Consideremos su razonamiento.
Estos judíos entienden que Jesús pretende ser el Cristo, el Mesías, y por lo tanto, ante el anuncio que hace de su muerte, esto les genera una duda: "Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre". Y no hay duda de que lo que estaban planteando era algo que efectivamente el Antiguo Testamento decía. Vemos algunos ejemplos en: (2 S 7:12-16) (Sal 89:4-5) (Sal 110:1-4) (Is 9:6-7) (Ez 37:25) (Dn 7:13-14).
El problema de estos judíos era que sus esperanzas nacionalistas les llevaban a pensar en un Mesías glorioso, lo que en principio no tenía nada de malo, pero les impedía ver aquellas otras partes de la Escritura que anunciaban los sufrimientos de Cristo. Por ejemplo (Is 53:7) (Dn 9:26).
Le preguntaron: "¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado?". Es interesante que ellos utilizan el mismo término que el Señor usaba para referirse a sí mismo como el Mesías: "El Hijo del Hombre". Ellos lo utilizan ahora con el mismo sentido mesiánico con el que apareció por primera vez en el profeta Daniel (Dn 7:13-14).
En realidad, el problema de esta gente era el mismo que también tenían los discípulos. Recordemos la reprensión del Señor resucitado a dos de ellos en el camino de Emaús:
(Lc 24:25-27) "Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían."
Esto ocurrió con sus discípulos después de la resurrección de Cristo, ¿cuánto más con las personas que antes escuchaban al Señor y que no eran creyentes? Así que ellos le preguntan: "¿Quién es este Hijo del Hombre?".
A ellos nos les cuadraba que el Mesías glorioso que establecería su Reino eterno en este mundo tuviera que morir en una cruz tal como anunciaba Jesús. Así que hacen esta pregunta que podemos interpretar como una sincera petición de ayuda para entender lo que el Señor les estaba diciendo, aunque también puede ser una pregunta despectiva con la que mostraban su rechazo a lo que Jesús les anunciaba. Por lo que ocurrió después, seguramente la segunda opción sea la correcta. Todo indica que se estaba dibujando ya el rechazo final a Jesús como el Mesías.
Así que, cuando ellos preguntan: "¿Quién es este Hijo del Hombre?", tal vez debamos entenderlo como: ¿Qué clase de Hijo del Hombre es este? Y debamos leerlo con cierto tono despectivo. ¿Qué Mesías es este que desaparece y no cumple lo que la Escritura dice de él? Quedaba claro que no entendían la gravedad de sus pecados y la necesidad de la Cruz, y por eso, sólo miraban una parte de las Escrituras, la que se adaptaba a sus preferencias. Hacen lo mismo que muchas personas que se acercan a la Biblia: no vienen buscando toda la verdad, sino sólo aquellas cosas que confirman sus creencias previas. Y las herejías que se basan en una lectura parcial de la Biblia son las más difíciles de refutar, y por eso, son las preferidas por el diablo.
La respuesta de Jesús
Los judíos no podían, o no querían entender que el Mesías fuera a sufrir además de reinar. Para ellos, estas dos cosas resultaban irreconciliables; por eso presentaron su pregunta al Señor. Pero como ya hemos señalado, es muy probable que no fueran sinceros en sus planteamientos, así que el Señor no les dio una respuesta directa a su pregunta.
(Jn 12:35) "Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en las tinieblas, no sabe a dónde va."
Ahora Jesús declara abiertamente ser el Mesías, y les invita una vez más a ir a él. No obstante, también les advierte del peligro de que se les escapara el día de la gracia sin haberlo aprovechado.
El Señor ilustra lo que les quiere decir por medio de una comparación. De la misma manera que el sol sale por la mañana, alcanza su punto culminante al mediodía, y desciende por la tarde hasta desaparecer y dar lugar a la noche, de la misma manera, el ministerio del Señor estaba llegando a su fin y las oportunidades de andar a su luz se estaban terminando. Cualquier caminante prudente de aquella época sabía lo peligroso que sería que la noche le sorprendiera estando todavía de viaje. Sería imposible ver el camino y tendría muchas dificultades para llegar a su destino, pudiendo incluso perder la vida. Y ellos estaban en esa misma situación, por lo tanto, debían apurarse para llegar a su destino antes de que la oscuridad de la noche les alcanzara.
En todo esto hay una clara nota de urgencia. El día se estaba terminando: "Aún por un poco está la luz entre vosotros", pero después vendría la oscura noche. Les quedaba poco tiempo y no debían malgastarlo en supuestas contradicciones. Debían creer en él. Al fin y al cabo, en este punto de su ministerio ya habían tenido sobradas ocasiones de comprobar que el Señor era realmente quien decía ser. Pero ellos no tenían un problema de incomprensión o de falta de evidencias, sino de incredulidad, y fue por esa razón que Jesús no quiso volver a explicarles lo que ya les había repetido infinidad de veces. Era el momento de que cambiaran su actitud y tomaran la decisión de creer en él.
El Señor vuelve a referirse a sí mismo como "la Luz del mundo" (Jn 8:12), y les exhorta a prescindir de sus ideas preconcebidas para unirse a él y así "andar en su luz" y ser "hijos de luz".
Ellos tenían la responsabilidad de andar de acuerdo a la luz que ya habían recibido, de otro modo la perderían, y lo único que les quedaría sería las tinieblas.
Evidentemente, la referencia a las "tinieblas" que encontramos aquí tiene que ver con el momento en que el Señor sería quitado de ellos. Según la comparación que estaba usando, las tinieblas equivalen a la noche, el momento en que el caminante no puede ver y "no sabe a dónde va". Por lo tanto, las tinieblas sorprenderían a aquellos que no habían querido andar a la luz de Cristo. Jesús les está recordando su grave responsabilidad y las consecuencias que para ellos tendría dejar la Luz.
En las "tinieblas" la persona no es capaz de distinguir entre lo bueno y lo malo, y en su ignorancia tropieza con cualquier cosa. No ve los peligros del camino, y puede estar precipitándose a su destrucción sin darse cuenta de ello. Camina sin saber a dónde va, sin rumbo, sin encontrar dónde está la salida. Tal es así que para el mundo de nuestros días, a lo que el Señor describió como "tinieblas", ellos lo llaman luz y progreso.
Pero finalmente, las tinieblas hacen referencia también a la condenación eterna, al infierno (Mt 22:13) (Mt 25:30). Aunque para Israel también habría consecuencias a corto y medio plazo. Rechazar a su Mesías les colocaría en un estado de ceguera y de tinieblas judiciales como nación. Pronto conocerían su dispersión, la destrucción de Jerusalén y de su templo. Perderían su propósito como nación escogida de Dios y quedarían perdidos espiritualmente por el mundo.
Era el momento de tomar en cuenta la exhortación que siglos antes les había hecho el profeta Jeremías.
(Jer 13:16) "Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas."
"Hijos de la luz"
(Jn 12:36) "Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz..."
Ahora bien, considerando estas cosas nos surge una pregunta: Cuando Cristo se fuera de este mundo, ¿ya no habría más luz para el hombre?
La respuesta es que la luz de Cristo resucitado seguiría brillando en este mundo a través del Espíritu Santo y de las Escrituras inspiradas. Pero aún habría algo más. Aquellos que andan en la luz de Cristo, ellos mismos se convertirán en "hijos de la luz", asumiendo la responsabilidad de seguir reflejando la luz de Cristo en este mundo de tinieblas.
En cuanto a la condición para llegar a ser un "hijo de la luz" es "creer en la luz", es decir, creer en Cristo que es la Luz del mundo (Jn 8:12). Es interesante ver cómo el Señor pasa de hablar de "andar en la luz" a "creer en él". Pero esto es completamente lógico: no se puede creer en Cristo sin andar junto a él en una relación de compromiso con él y su causa.
En cuanto a la expresión "hijo de la luz", es un hebraísmo que significa "ser nacido de la luz, estar bajo su plena influencia". De esto se desprenden al menos dos cosas muy importantes. En primer lugar, el creyente es alguien que tiene la luz de Cristo en su vida y le dirige por el camino correcto, por lo tanto, debe comportarse de acuerdo a las verdades que enseñó Cristo, y no como los que están en tinieblas (Ef 5:8) (1 Ts 5:5). Y en segundo lugar, esta luz resplandece a su alrededor para que pueda alumbrar a otros que están en tinieblas.
Las oportunidades se terminan
(Jn 12:36) "... Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos."
De la misma forma que el sol se oculta al atardecer, el Señor "se ocultó de ellos". El Señor dramatiza la ilustración que había usado al ocultarse de ellos de igual manera que el sol se pone al terminar el día. Con esto Cristo terminó su ministerio público. Lo que tenemos en el resto de este capítulo es una síntesis de la actitud de los judíos y de la enseñanza del Señor durante su ministerio público.
Estas últimas palabras son muy solemnes, y nos recuerdan que hay ciertas oportunidades espirituales que se terminan y que ya no volverán. Dios retira su gracia a los que se obstinan en rechazarla, y las oportunidades para creer se acaban. Un día el trono de la gracia será quitado y en su lugar estará el trono del juicio. La puerta de la salvación no siempre estará abierta.
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