Folletos cristianos
Difícil de creer
No sé si serás de los que no creen en que Jesús nació de una virgen, o si tal vez lo creerás con mucha dificultad. La verdad es que, pensándolo fríamente, se hace cuesta arriba creer que una joven doncella que se queda embarazada venga diciendo que el hijo que lleva dentro es del Espíritu Santo. ¿Aceptar esto no es comulgar con ruedas de molino?
Bueno, en principio, los mismos protagonistas de la historia fueron los primeros que dudaron. José, por ejemplo. Mateo nos cuenta que, cuando recibió la noticia, no dijo: "¡Qué bien, el Señor ha hecho un milagro!" ¡Qué va! Al contrario; disgustado por la noticia de que ella estaba en estado, pensó romper su compromiso y abandonarla. Algo grande tuvo que pasar para que él cambiara de opinión. Mateo cuenta que es que un ángel se le apareció.
Por otro lado, si María se quedó en estado por un desliz con un hombre, se supone que habría esperado a que le creciera el vientre para contar su excusa de que había concebido por el Espíritu Santo. Pero no. Nos cuenta Lucas que, justo después de recibir el mensaje del ángel de que quedaría embarazada, salió corriendo a las montañas de Judea a visitar a su parienta Isabel y a compartir con ella la noticia. ¡Cuando todavía no le había crecido el vientre y ni siquiera habría tenido la primera falta!
Pero eso no es todo: Había muchas profecías en el Antiguo Testamento que hablaban del Mesías que habría de venir. Una de ellas decía que una virgen concebiría y daría a luz un hijo. Y otra, que el Mesías debía nacer en Belén, la aldea del rey David. Todo eso se fue cumpliendo punto por punto en la historia de Jesús de forma extraordinaria. Así, por ejemplo, nació en Belén, no porque sus padres residieran allí, sino porque el César publicó un edicto ordenando que todos los habitantes de la provincia fuesen empadronados, para lo cual José y María tuvieron que trasladarse a Belén, de donde procedía su familia. Además hubo otros acontecimientos notables que acompañaron el nacimiento de Cristo: Los pastores que, avisados por unos ángeles, fueron a buscar el lugar donde María dio a luz al niño. Los sabios que vinieron de Oriente a adorarle como rey de los judíos. Los ancianos Simeón y Ana, que lo recibieron como el Mesías prometido cuando sus padres lo fueron a presentar al templo de Jerusalén...
Pero si aún nos fuera difícil creer que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo, fijémonos en su vida posterior: ¿Quién ha hecho los milagros que él hizo a la vista de tanta gente? ¿Quién ha enseñado con la autoridad y la sabiduría que él lo hizo? ¿Quién ha cumplido como él tantas profecías del Antiguo Testamento? ¿Quién ha anunciado jamás su propia muerte y su resurrección, y luego ha cumplido sus palabras?
En conclusión, Dios sabe que la historia de una joven soltera que queda embarazada y dice que ha sido por obra del Espíritu Santo, es difícil de creer. Pero cuando alrededor de esa historia hay tantas evidencias de la mano de Dios interviniendo sobrenaturalmente, y luego el niño que nace resulta ser de mayor el hombre más singular de la historia, ¿qué quieres que te diga? A mí no me cuesta creer la historia de María. Al fin y al cabo, si Jesús era el Hijo de Dios, es de esperar que no viniera a este mundo como vinimos tú y yo; como uno más de los hijos de los hombres.
Poesía
Ay, niño
maravilloso,
por tus mejillas,
por tus ojos preciosos
y tu sonrisa,
por tu pelo de oro
hecho sortijas,
por tu frente de nieve
y tu boquita,
por tus manos de nácar
de maravilla,
por tu carne rosada,
rosada y limpia.
Ay, niño maravilloso,
¿por tus mejillas?,
¿por tu boca de gracia
y tu sonrisa?,
¿por tu pelo de oro
hecho sortijas?
¿por tu frente de nieve
de maravilla?,
¿por tus ojos preciosos,
brasa encendida?,
¿por tu carne sagrada,
rosada y limpia?
Todo eso son perlas
de tu hermosura,
pero eso no hizo
nuestra ventura.
Fue tu amor y clemencia
lo que te trajo
a este valle de sombras
para buscarnos.
Para ti fue martirio,
fue sacrificio.
Fue tu sangre preciosa
la que, vertida
en la cruz del Calvario,
nos da la vida.