El ministerio de nuestro Señor comenzó con oración y terminó con oración. Su obra estaba enmarcada por la oración y mostraba una total dependencia de su Padre. Una vida fructífera para gloria y gozo de Dios y de bendición para nuestro prójimo, debería comenzar y terminar con oración, como señal de nuestra dependencia de Dios. Cada día, cada cometido, toda nuestra vida, debería estar enmarcada por la oración.
La fuerza espiritual y nuestra eficacia no dependen de nuestro talento sino, sobre todo, de nuestra comunión con el Señor y nuestra vida de oración. Ya sea que tengamos un "don para servir" o un "don para hablar" o que aún no hayamos descubierto el don que nos ha sido concedido, sin oración perseverante no recibiremos poder espiritual ni experimentaremos eficacia.
El conocimiento espiritual no depende del intelecto, ni es automáticamente el resultado de una buena educación. Sin la iluminación por parte del Espíritu Santo nos quedaremos sin discernimiento espiritual. Esta es otra razón por la que continuamente debemos orar a Dios pidiendo que nos conceda este tipo de conocimiento.
Si practicamos una vida de oración constante en la presencia del Señor, unido al estudio regular de la Biblia y la obediencia, veremos como nuestras vidas cambian progresivamente.
Ya sabemos por experiencia que un ejemplo tiene más efecto que muchas palabras. En sus conversaciones con los discípulos y también en sus sermones públicos, el Señor habló muchas veces sobre la oración, animando a orar. Pero, su ejemplo al orar, evidentemente retó a sus discípulos más que sus palabras podían hacerlo. El hecho de que vivía lo que predicaba, despertó en los discípulos el deseo de llegar a ser hombres de oración como Él.
En estos tiempos, cuando el valor de la disciplina espiritual no está muy en boga entre los creyentes, puede ser una ayuda alentadora considerar lo que la Biblia y el ejemplo de Jesucristo dicen al respecto.
Tres días después de que el Señor Jesucristo muriera en la cruz, las noticias acerca de su resurrección se repetían por todas partes. Los de Emaús fueron dos de esas personas que tuvieron la ocasión de ver al Señor resucitado y recibir de su parte una hermosa exposición bíblica.
Aquella mujer de Naín había perdido a su marido y ahora a su único hijo; ¿por qué algunas personas sufren tanto en esta vida?... Es difícil dar una respuesta, pero en todo caso, una vez más, aquí vemos que cuando ya habían perdido toda esperanza, el Señor se presenta como la Resurrección y la Vida...
La lucha del Señor en Getsemaní es la última escena de oración de nuestro Señor, que los discípulos advirtieron. Recordemos que su ministerio público comenzó a orillas del Jordán con una oración, y con una oración concluye el Señor su obra para honra de Dios, encomendando su espíritu confiadamente en las manos del Padre.
El Señor purificó el templo en dos ocasiones; al comienzo y al final de su ministerio. Los religiosos de su tiempo no querían cambiar, y habían convertido el templo en una cueva de ladrones donde tenían el centro de sus lucrativos negocios. En todos los tiempos ha habido personas sin escrúpulos que "que toman la piedad como fuente de ganancia". Pero el propósito de Dios es que su templo fuera una casa de oración. ¿Cómo podemos agradar a Dios y cumplir con sus deseos en nuestros días?