Estudio bíblico de Apocalipsis 3:3-6

Apocalipsis 3

Versículos 2-6

Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo el libro de Apocalipsis, el último y único libro profético del Nuevo Testamento, que es la segunda parte de la Biblia, como ya saben muchos de nuestros estimados oyentes.

Regresamos al capítulo tres de este fascinante libro, donde finalizamos nuestro estudio en el programa anterior. Recordemos que estamos estudiando las 7 cartas, dirigidas a 7 iglesias, que el Señor Jesucristo, ya glorificado, y desde el Cielo, le dicta en una visión al apóstol Juan cuando este se encontraba exiliado en la Isla de Patmos. Habíamos comentado que cada iglesia representa, por sus características, una etapa de la historia de la Iglesia de Jesucristo. Hemos llegado a la carta que va dirigida a la iglesia de Sardis. En el panorama de la historia de la Iglesia, Sardis representa la Iglesia Protestante durante aproximadamente el período entre el año 1517 al 1800. El Dr. McGee, autor de estos estudios, cree que comenzó esa etapa cuando el sacerdote Martín Lutero clavó su escrito de protesta y denuncia en las puertas de la iglesia en Wittenburg, Alemania. Comenzó la era de la Reforma, que nos llevará al principio de un gran movimiento misionero dentro de la historia de la Iglesia. Tenemos que reconocer que la Reforma no recuperó toda la verdad de la Palabra de Dios, y el versículo 1, del capítulo 3, que estudiamos en nuestro anterior programa nos pone una señal de aviso: "Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto".

Continuemos entonces con el siguiente versículo 2 de este capítulo 3:

2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. (Ap. 3:2)

Esta es la segunda palabra de condenación, y es un serio aviso para los miembros de la iglesia en Sardis. Este es un versículo tremendo. En vista de que la Iglesia de Jesucristo puede ser removida de la Tierra, ese "arrebatamiento", o como también se le llama "el rapto" puede tener lugar en cualquier momento, la Iglesia tiene que estar alerta, vigilante. Sabemos que la fecha no ha sido señalada, y tampoco el período en el cual Él, Jesucristo se llevará a cada miembro, a cada cristiano auténtico, al Cielo, para estar con Él. Y la razón para ese aviso es la siguiente: la Iglesia tiene que estar constantemente alerta, esperando Su venida, aguardando esa bendita esperanza. Amigo oyente, todos debemos estar siempre preparados para una hora inesperada en la que se escuchará Su voz. Eso es lo que el Señor está advirtiendo a la iglesia en Sardis, que deben estar constantemente en alerta.

Mencionábamos en nuestro programa anterior, que la ciudad de Sardis estaba edificada sobre la cima de un monte. En aquel tiempo, por su ubicación privilegiada, sólo se podía entrar en la ciudad por una única entrada. Por lo tanto, solamente necesitaban vigilar y guardar la ciudad en ese punto, porque era inaccesible por cualquier otro lado. Pero en dos ocasiones, en la historia de esa ciudad, fueron invadidos por los enemigos, porque la guardia que vigilaba se quedó dormida, asumiendo que la montaña los protegía de cualquier asalto.

Fue en el año 549 A.C., cuando los soldados medo-persas de Ciro entraron en la ciudad, por ese motivo: porque la guardia se había dormido. Y luego, en el año 218 D. C., Antioco el Grande capturó la ciudad, también por el descuido de los confiados centinelas. Sardis fue capturada en ambas ocasiones, porque habían llegado a ser gente despreocupada y negligente.

Lo que el Señor le estaba diciendo a la iglesia era lo que leímos: "Sé vigilante", ¡despierta! Con vergüenza debieron reconocer que en dos ocasiones en la historia de la ciudad se les encontró adormilados y desprevenidos. Así que, el Señor Jesucristo le manda aviso a la iglesia de esa ciudad ¡no se os ocurra quedaros dormidos!

Los cristianos, en general, han apartado sus expectativas del anunciado regreso de Jesucristo, creyendo que primeramente ciertos acontecimientos deben ocurrir, para que sea completado el plan que Dios tiene para este planeta Tierra. No sabemos ni la hora, ni el día, pero podría ser en cualquier momento. Nadie lo sabe a ciencia cierta, ni siquiera Jesucristo lo sabía cuando estaba en la Tierra. Pero, estamos advertidos. Esta es una palabra de advertencia para esta iglesia, pero también para nosotros.

La Reforma, que comenzó con Lutero recobró algunas grandes verdades, como la autoridad de la Palabra de Dios, la doctrina de la depravación total del hombre, y la doctrina de la justificación por la fe.

El versículo 3, leamos: "Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti".

Jesucristo, en esta carta personal a la iglesia en Sardi les alerta y avisa que retengan lo que han recibido y oído. En su pasada historia, sus antepasados habían fallado, con consecuencias gravísimas, en no velar lo suficiente. Otra vez fueron alertados, porque no sólo debían temer a la llegada sorpresiva de un enemigo, sino de Jesucristo mismo. Muchas iglesias han perdido el interés en enseñar las verdades bíblicas, y se han acomodado a las filosofías y el pensamiento actual. Muchas, para ser más popular, para ganar audiencia y adeptos han desarrollado importantes programas sociales, y muchas actividades de entretenimiento. Todo esto no sería negativo, si la Palabra de Dios tuviera la importancia, y la máxima relevancia, como autoridad que gobierna y determina la doctrina y la conducta de la iglesia. Todos debemos estar alerta y preparados, en todo momento y circunstancia.

Ahora, en el versículo 4, de este capítulo 3 de Apocalipsis, el Señor Jesucristo le dice a esta iglesia:

4 Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. (Ap. 3:4)

En Israel, los que se mantenían fieles a Dios, a través de toda su historia, eran sólo unos pocos, un remanente, y nunca lo fue la totalidad del pueblo. Siempre hubo un remanente que se mantenía fiel a Dios, y a Sus leyes. Así es que, se nos dice de la iglesia: Pero tienes unas pocas personas. A esto el Señor llamó Su iglesia, y en el evangelio de Lucas, Jesucristo llamó a su iglesia Su manada pequeña. El Cristianismo en el presente también tiene aquellos santos que aman la Palabra, que son fieles al Señor, aun en estos días, y se mantienen firmes en la Palabra de Dios.

Podemos mencionar algunos nombres conocidos del pasado. El Protestantismo ha producido grandes hombres, y aunque no podemos nombrar a todos, sí podemos señalar algunos líderes de la Reforma: Martín Lutero y Juan Calvino destacan, y sobresalen sobre todos los demás. También nombramos a Juan Knox, ese gran hombre de Dios que hizo tanto por Escocia. Más tarde tenemos a Juan Bunyan, ese gran hombre de Dios, que escribió el famoso libro "El Progreso del Peregrino", un relato de su propia vida, y cómo Dios le salvó con mucha misericordia. Un hombre relevante también lo fue Juan Wesley, el fundador de la iglesia metodista. Dios le salvó de una manera maravillosa y le utilizó de tal manera que los historiadores le adjudican haber salvado a Inglaterra de una revolución, como la que destruyó a Francia, permitiéndole a que llegara a ser una nación de primer orden, nuevamente. Wesley ha sido llamado "el inglés más grande de todos".

Luego, hubo un escocés, Juan Moffat, quien fue al África, al que más tarde le seguiría David Livingston, quien exploró e hizo conocer ese continente. Guillermo Carey fue a la India a predicar las Buenas Nuevas, y más tarde le siguió un hombre joven, llamado Henry Martín. El protestantismo ha tenido hombres que no se contaminaron con otras filosofías y fueron fieles a la Palabra de Dios. También el catolicismo ha producido grandes hombres, abnegados, entregados y buscadores de La Verdad. Pero Dios mira más allá de las grandes organizaciones, sus métodos, y filosofías. Él mira el corazón, conoce las intenciones del mismo, y sabe quién verdaderamente Le busca, y quien desea conocerle más de cerca. Las instituciones, los organismos, y ni siquiera todo lo que hacemos "en nombre de Dios", puede darnos la salvación, si no es por la Fe en Jesucristo, como nuestro único y suficiente Salvador y Señor.

Luego, Juan, el apóstol, sigue el dictado de Jesucristo y continúa escribiendo la carta a la iglesia en Sardis, leamos el versículo 5:

5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. (Ap. 3:5)

El verdadero vencedor, por supuesto, es aquel que triunfa por la sangre de Cristo. Nunca vence, a las circunstancias, a sus tendencias, a sus hábitos, a sus enemigos, a la adversidad, NUNCA lo hace con su propia fuerza de voluntad, por de su propia inteligencia o habilidad. El verdadero vencedor sabe que sólo vencerá, y llegará a la meta, por el poder salvador, y sanador, de la sangre de Jesucristo.

Continúa Jesucristo: Y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.

Es interesante observar que leyendo las genealogías se pueden identificar a dos libros: Primero, el libro de la generación de Adán, como se nos dice en el Génesis, capítulo 5, versículo 1. Todos estamos incluidos en ese libro, nuestros nombres figuran en esa lista, por ser el libro de todo ser viviente, de toda la humanidad, pero este registro es un "libro de la muerte".

Segundo, tenemos el libro de la genealogía de Jesucristo, en el evangelio de Mateo, capítulo 1, versículo 1. La frase "el libro de la genealogía" es una expresión poco común. Solamente la encontramos en relación con Adán, el primer hombre, y en relación con Jesucristo. El libro de la genealogía de Jesucristo es "el libro de la vida". Creemos que se llega a ser incluido en este libro por medio de la fe en Cristo. Ahora, esto nos lleva a preguntarnos: "¿Es posible que estemos incluidos en "el libro de la vida", y que luego seamos "borrado" del mismo? ¿Se puede perder la salvación?" Sí esto fuera así, entonces el Señor Jesucristo nunca lo habría mencionado. En el evangelio de Juan, capítulo 10, versículo 28, Jesucristo dijo: "y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano". Una y otra vez, a través de toda la Sagrada Escritura, encontramos que podemos estar seguros de nuestra salvación.

¿Qué es lo que quiere decir entonces? Bueno, permítanos leer una porción de una declaración que hizo el Dr. Walwoord en su libro sobre "La revelación de Jesucristo". Es una explicación muy buena. Él escribió: "Algunos han indicado que aquí no hay una declaración explícita de que cualquiera puede tener su nombre borrado del libro de la vida, sino que se hace énfasis en que se tiene la promesa de que su nombre no será borrado, a causa de su fe en Cristo. Esto, sin embargo, se implica como una posibilidad. Basándose en lo que el texto sugiere, algunos han considerado que no es una lista de los que son salvos, sino más bien una lista de todos aquellos por los cuales Jesucristo murió, es decir, toda la humanidad, los que ha poseído una vida física. Cuando los seres humanos, nosotros, llegamos a la madurez, nos enfrentamos con la responsabilidad de aceptar o rechazar a Jesucristo. Aquellos, que no llegan a recibir a Cristo como su Salvador, verán que su nombre es borrado. Mientras que aquellos que sí aceptan a Cristo como su Salvador, son confirmados en su posición en el libro de la vida, y sus nombres son confesados ante el Padre y los ángeles celestiales". Hasta aquí la declaración del Dr. Walwoord.

Esta es una interpretación bien fundamentada. En Apocalipsis se le da mucha importancia a este libro de la Vida. Hay seis referencias más acerca de este libro de la vida Apocalipsis. 13:8; 17:8; 20:12 y 15; 21:27; 22:19. Hablaremos más detalladamente sobre este "Libro de la Vida" especialmente cuando lleguemos a la última mención, en el capítulo 22.

El pensamiento del texto que leímos significa, sencillamente, que algunos en Sardis serían salvos, pero también que habría algunos de los cuales Jesucristo dijo que sus nombres serán borrados del libro de la vida. Él no dijo que cualquiera nombre sería borrado. Aun en Sardis, algunos serían salvos. Es como esa historia que ya hemos contado en cierta ocasión, de una persona que sueña que va al cielo, y al llegar se sorprendió de ver a otros que no esperaba encontrar, que sin embargo estaban en ese lugar; pero, lo que realmente le impactó fue, que nadie esperaba que él estuviera en el cielo. Bueno, amigo oyente, lo más importante es estar seguro de que nuestro nombre está inscrito en "el libro de la vida del Cordero". Creemos que aquellos que se han arrepentido de sus pecados, los han confesado a Dios, han pedido ser perdonados y limpiados por el sacrificio de Jesucristo en la cruz, después de esa "conversión a Dios", éstos son "salvos por la gracia de Dios". No creemos que usted, o cualquier que es un hijo de Dios, por haber ingresado voluntariamente, por gracia, a la Familia de Dios, pueda llegar a perder la salvación.

Continuemos con el siguiente versículo, el versículo 6 del capítulo 3 de Apocalipsis, que dice:

6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Ap. 3:6)

Nuevamente, debemos recalcar que el Señor se refiere aquí a la audición de una persona que ya Le ha aceptado como su Salvador personal, ha sido limpiado por Su sangre, y por lo tanto tiene su oído afinado, y necesita oír la voz del Espíritu que enseña, a través de la Palabra de Dios, el mensaje de Cristo a Su iglesia hoy.

Llegamos ahora a la carta de Jesucristo a la iglesia de Filadelfia. Esta iglesia representa lo que llamamos "la iglesia consagrada" que podríamos ubicar en el período del siglo 19 hasta aquel día futuro, cuando Jesucristo venga a recoger a Su Iglesia. Esta congregación representa a la iglesia que ha regresado a la Palabra de Dios, y pensamos que lo mismo está ocurriendo en nuestros tiempos, entre los protestantes, o evangélicos, así como también entre los que profesan la fe católica. La correspondencia y llamadas que recibimos nos indica que muchas personas están volviendo a la Palabra de Dios; en todas partes del mundo hay gente que está descubriendo y deseando escuchar la Palabra de Dios, que tiene hambre por ella. La iglesia en Filadelfia tenía esta característica.

Ahora, debemos decir algo en cuanto a esta ciudad. Filadelfia era una pequeña ciudad que todavía existe en el presente. Es una pequeña localidad turca, bastante próspera. Esta ciudad llamada Filadelfia se encuentra en el interior, a unos 200 Km de la costa. Es una tierra que sufre una constante inestabilidad sísmica y sus temblores han sido la causa de que la mayor parte de su población se hubiese alejado de ella. En el tiempo del apóstol Juan, era como una pequeña colonia griega, situada sobre en un hermoso y amplio valle. La ciudad, que actualmente se ha extendido considerablemente, fue construida sobre varias colinas.

La iglesia de Jesucristo que había en Filadelfia tiene características únicas. Esta congregación, junto con la que se reunía en Esmirna, fueron las dos únicas iglesias para las cuales el Señor Jesucristo no tuvo ninguna palabra de condenación o reproche. ¿Por qué? Porque ambas iglesias había vuelto a la Palabra de Dios. Y es interesante notar que las dos iglesias a las cuales Jesucristo no tuvo que amonestar, ni fueron condenadas por alguna práctica o actividad, ambas ciudades existe todavía.

En la ciudad llamada Filadelfia todavía existen las ruinas de una iglesia bizantina que revela que el cristianismo estaba vivo y activo en esa zona, hasta el siglo XII o XIII. El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee contaba que él pudo visitar esa zona, y se encontró con los cuidadores de estas ruinas, con las cuales no pudo conversar en su idioma, pero a través de la amabilidad y generosidad, la bondad amistosa que ellos demostraron, el pudo percibir que comunicaban un amor que sólo pueden proyectar los auténticos cristianos.

En el siglo 17 un gran terremoto destruyó toda la ciudad. Fue el mismo terremoto que también devastó la ciudad de Sardis y otras importantes poblaciones de esa región turca. Había un gran anfiteatro, el cual también está totalmente destruido a excepción de una columna, oculta, entre los muchos árboles que pueblan esa colina. Se asume que el gobierno turco removió todo vestigio de ese anfiteatro porque los turcos Seljuk asesinaron allí brutalmente a los cristianos de Filadelfia, y querían librarse de los vestigio de esa viaja civilización. Pero, esa iglesia, hasta al menos el siglo 13, fue una iglesia misionera, que testificó por Cristo. Fue una iglesia que honró la Palabra de Dios.

Vamos a detenernos aquí por hoy, y continuaremos con el mensaje del Señor Jesucristo a la iglesia en Filadelfia en nuestro próximo programa.

Mientras tanto, le sugerimos que lea el contenido de ese mensaje, que está comprendido entre los versículos 7 al 13, del capítulo 3 de nuestro libro, el Apocalipsis. Continuamos intercediendo delante del Trono de Dios por usted, estimado amigo, amiga, para que Su Presencia, Gracia, Paz y Amor comiencen a ser muy real en su vida, y en su familia.

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