En primer lugar, la gloria y el brillo de este mundo nos puede deslumbrar y hacer perder de vista nuestra meta y la gloria del mundo venidero. No debemos pensar en el peregrino viajando a través de un desierto, sino que lo hace en medio de un mundo atractivo y seductor que a cada paso que da le ofrece distracciones y diversiones muy seductoras. La finalidad es convertirlo en un turista.
Y en tercer lugar, no debemos amar este mundo porque es provisional. El Señor dijo que este mundo pasa y sus deseos también, sin embargo, el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Vivir para el mundo es una mala inversión de tiempo, de esfuerzo, de ilusiones, de mente y de amor. Los cristianos que viven para el mundo, se encontrarán al llegar al cielo que han perdido todas sus inversiones, pero aunque la Biblia habla claramente de esto, aun así, muchos creyentes viven para las cosas de este mundo.