Estudio bíblico: El reino de Dios y la Iglesia (2 parte) -

Serie:   Doctrina Bíblica   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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El reino de Dios y la Iglesia (2 parte)

La Iglesia Universal

1. Definición
La palabra griega "ekklesia" quiere decir: "llamado fuera", y se aplicaba por los griegos a cualquier asamblea para discusiones, como la de Éfeso (Hch 19:39). En la versión Alejandrina del Antiguo Testamento denotaba la congregación de Israel, como un pueblo "llamado fuera" de Egipto para servir a Dios (Hch 7:38). Después del gran anuncio del Señor que consideramos abajo, adquirió un sentido especial, denominando este término al nuevo pueblo espiritual, redimido por la sangre de Cristo, que había de formarse como resultado de la obra de la Cruz, el triunfo de la Resurrección y la venida del Espíritu Santo. La Iglesia no es una organización, obra de la habilidad y de la pericia de los hombres, sino un organismo, o sea: un "Cuerpo espiritual", en el que todos los creyentes en Cristo Jesús están unidos vitalmente los unos con los otros y todos con su "Cabeza", que es Cristo (Ef 1:22).
2. El anuncio del Señor
Después de la "confesión" de Pedro acerca del Señor: "Tú eres el Cristo (el Mesías) el Hijo del Dios Viviente" (que es la base de toda la obra divina a favor del hombre), fue posible que el Señor anunciara su gran propósito de edificar su Iglesia: no sobre Pedro, aún tan débil y fluctuante, sino sobre la única base de Cristo y de su obra, pero compuesta de Pedro y de todas las demás "piedras" que llegasen a poner su confianza en el Unico Salvador (Mt 16:16-18) (Hch 4:10-12) (Ef 2:20) (1 P 2:3-10).
Los santos del Antiguo Testamento tendrán su lugar en el Reino de Dios, y, desde luego, se salvaron anticipadamente por la Obra de la Cruz; pero ya que el Señor anuncia su propósito como aún futuro: "edificaré", hemos de comprender que el principio de la Iglesia, en el sentido pleno de la palabra, tuvo lugar en el día de Pentecostés (Hch 2).
3. La Iglesia en los Evangelios
Como ya se ha indicado, la plenitud de la verdad en cuanto a esta nueva y gloriosa Obra de Dios no pudo revelarse plenamente hasta después de la realización de la Obra de la Cruz, pero, con todo, se hallan indicios de lo que había de ser en las palabras del mismo Señor, que adquirieron nuevo sentido después de su Resurrección de entre los muertos.
Es un Santuario (Juan 2:18-21)
El místico "Templo" o "Santuario" que se había de levantar en tres días era, en primer término, el cuerpo de resurrección del Señor; pero, en vista de las revelaciones posteriores que fueron dadas a Pablo, podemos comprender que la frase encerraba un doble sentido, y que el "Templo de su Cuerpo" se refiere también a su "Cuerpo místico", o sea, el conjunto de todos los fieles en Cristo, donde la gloria del Señor había de manifestarse en la nueva dispensación, de la forma en que se había manifestado anteriormente en el Templo de Salomón.
Es un Rebaño (Juan 10:16)
El versículo citado hace referencia a otras ovejas que el Buen Pastor había de tener en virtud de su muerte, que no pertenecían al "redil" de Israel, y que, juntamente con los redimidos de este pueblo, habían de formar un "rebaño" que oiría la voz de un solo Pastor. Nótese la diferencia entre un "redil", que encierra las ovejas mediante un cerco, y un "rebaño", que es un conjunto de ovejas que sigue al Pastor. No estamos sujetos por la fuerza de la Ley, sino que seguimos al Señor por el amor que le tenemos. Esta dulce palabra "rebaño" sugiere los conceptos de protección, guía, cuidado y buenos pastos, que se reciben todos de la mano del Pastor.
Es una Vid (Juan 15:1-8)
"Yo soy la Vid Verdadera... Yo soy la Vid y vosotros los pámpanos", dijo el Señor a los discípulos en la víspera de la Pasión. En el Antiguo Testamento Israel había sido la Vid y la Viña, pero no produjo sino uvas silvestres (Is 5:1-7). Ahora el Señor se manifiesta, y él llevará abundantemente el fruto que Dios requiere. Pero, en su gracia y su amor, asocia consigo a los "sarmientos", para que juntamente sean la "Vid Verdadera" que lleva fruto para Dios. Vemos la misma unión orgánica de todas las partes en un todo que se aprecia en el "Cuerpo".
4. El día del nacimiento de la Iglesia
El nuevo organismo pertenece a la Nueva Creación, y no pudo producirse sino después de la muerte y de la resurrección del Señor, quien quitó el pecado y consumó la muerte en su bendita Persona. El Espíritu Santo, al descender conforme a la Promesa del Padre y del Hijo, llenó los rendidos corazones de los redimidos y los unió en un solo lazo vital de vida y de poder (Ef 4:4). Fue una obra única que no necesita repetirse. Después de aquel día, el creyente, sin distinción de raza o de categoría social, es bautizado en un solo cuerpo por el Espíritu al creer (1 Co 12:13).
5. La Iglesia en Los Hechos de los Apóstoles
En un sentido muy real, este libro es la historia del nacimiento y del desarrollo de la Iglesia en sus primeras etapas. Por algún tiempo la iglesia local de Jerusalén coincidía, a los efectos prácticos, con la Iglesia universal, pero después de la persecución dirigida por Saulo empezó a extenderse, para llegar a ser, después de haberse abierto la puerta de la fe a los gentiles (Hch 10), una Iglesia compuesta de los salvos de todo pueblo, tribu y nación. Vemos bastante de la organización de la iglesia local (sencillísima por cierto), pero sobre todo Lucas nos hace ver a la Iglesia toda como portavoz del Evangelio: la Iglesia que dio su testimonio ante un mundo perverso con la eficiencia y el poder que suministraba el Espíritu Santo, quien se manifestaba pujante en medio del pueblo redimido.
6. La Iglesia en la Epístola a los Efesios
La doctrina total sobre la Iglesia universal ha de buscarse en todas las epístolas y en el Apocalipsis, pero el "misterio" de este nuevo "Cuerpo" formado sobre la base de la Obra de la Cruz, de creyentes de entre los judíos y de los gentiles, se reveló de una forma especial al apóstol Pablo: el que fue llamado por el Señor resucitado y glorificado (Ef 3:1-9). Entre todos sus escritos, es en la Epístola a los Efesios donde desarrolla plenamente el tema de la Iglesia universal, de la manera en que lo referente a la iglesia local se halla principalmente en la primera epístola a los Corintios.
La Iglesia nace de un propósito eterno de Dios (Ef 1: 1-11) (Ef 3:10-11)
Una cuidadosa lectura de los pasajes señalados nos hace ver que los creyentes fueron escogidos por Dios el Padre en relación con Cristo antes de la fundación del mundo, y que esta elección tiene que ver con el propósito de Dios de "reunir todas las cosas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos". Comparando las maravillosas palabras de (Ef 2:7) y (Ef 3:10) con el prólogo de la Epístola, se echa de ver que la Iglesia tiene un lugar preeminente y especial en el plan total de Dios en orden a los hombres. Esto se ilustra en (Ap 21), donde una simbólica representación de la Iglesia glorificada ocupa el centro de la Nueva Creación.
La constitución y la formación de la Iglesia (Ef 2:4-22)
La Iglesia se forma de todos los creyentes, ya que éstos han sido redimidos de una vida de sujeción al "príncipe de la potestad del aire" por la misericordia, el amor y la gracia de Dios manifestados en Cristo. En unión con el Señor resucitado han sido elevados a una nueva esfera espiritual: "los lugares celestiales". Con su muerte, el Señor cumplió la ley y realizó los símbolos del régimen preparatorio, de tal forma que tanto los judíos como los gentiles hallan una nueva vida en él, quien les une en un Cuerpo, siendo así "reconciliados" y libres de las enemistades anteriores. Esta constitución de la Iglesia se ilustra por medio de los símbolos que se detallan más abajo.
La revelación del "misterio" (Ef 3:1-12)
Como hemos notado arriba, la revelación del "misterio" (es decir, una verdad que antes se ignoraba y que ahora se ha manifestado) de la unión de los creyentes judíos y gentiles en un solo Cuerpo espiritual, pertenece plenamente a la nueva dispensación, ya que Pablo declara: "El cual misterio en los otros siglos no se dio a conocer a los hijos de los hombres como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas (del Nuevo Testamento) en el Espíritu" (Ef 3:5). Pablo se destaca entre estos instrumentos de la "revelación" (Ef 3:7-9) como fiel "administrador de los misterios de Dios" y como convenía a su vocación por el Señor resucitado; pero la doctrina se presenta por todos los apóstoles.
7. Los símbolos de la Iglesia en la Epístola a los Efesios
La verdad en cuanto a la Iglesia se presenta y se ilustra por medio de cuatro metáforas, que desarrollan y definen más ampliamente las figuras que ya hemos notado en los Evangelios. Estas metáforas son: el Edificio, el Santuario, el Cuerpo y la Esposa.
El Edificio (Ef 2:19-22)
En el pasaje de referencia el Apóstol acaba de declarar que todos los creyentes, sean judíos o gentiles, tienen entrada al Padre por el Hijo y en el poder del Espíritu para formar un nuevo hogar. Entonces la metáfora sufre una modificación, y el "hogar" llega a ser un "edificio", del que los apóstoles y los profetas (del Nuevo Testamento) son las piedras del cimiento, hallando todo su apoyo en la "principal piedra del ángulo, Jesucristo mismo" (Ef 2:20). El Señor no sólo es el fundamento, sino también el armazón de este edificio espiritual: "en el cual, compaginado todo el edificio, va creciendo...; en el cual vosotros también (los creyentes gentiles de Éfeso y todos los que les han seguido) sois juntamente edificados, para morada de Dios en Espíritu" (Ef 2:21-22). Esta figura del edificio aprovecha las profecías del Antiguo Testamento sobre la "Piedra" como símbolo mesiánico (Sal 118:22) (Is 28:16) y nos hace ver cómo los creyentes, sacados como Pedro de la cantera del mundo, pueden unirse sobre la base de la Persona y la Obra de Cristo, llegando a ser, a pesar de su diversidad como personas, una unidad esencial (Jn 17:20-23), cumpliendo así los propósitos eternos de Dios. Pedro se vale de la misma figura en (1 P 2:4-10): pasaje que se puede considerar como la explicación y el comentario que el Apóstol hace de la declaración del Señor: "Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
El Santuario (Ef 2:21)
Es natural que un edificio llegue a ser también una morada, pero en este caso el que se digna residir en el Edificio espiritual de la Iglesia no es otro sino Dios mismo, de modo que viene a ser "un Templo Santo en el Señor". La palabra griega traducida por "Templo" es "naos", o sea, "un santuario": el Lugar Santísimo del Templo donde la gloria de Dios se manifestaba. Como hicimos notar al comentar (Jn 2:18-21), la Iglesia sustituye el Templo de Salomón como lugar y medio para la manifestación de la gloria de Dios en la tierra. ¡Solemne responsabilidad que recae sobre cada miembro de la Iglesia de ser fiel a su vocación!
El Cuerpo (Ef 1:23) (Ef 2:16) (Ef 4:4-16)
¡He aquí la figura más amplia y completa como designación de la Iglesia universal! Ya no son piedras que se traen y se colocan en un edificio, sino miembros llenos de vitalidad que conjuntamente forman un organismo del cual Cristo es la Cabeza, y el Espíritu Santo es el Agente que articula esa unidad viviente. La figura en el pasaje (Ef 4:4-16) surge de la enseñanza que el Apóstol da sobre la divina provisión hecha para la edificación de todos los creyentes por medio de los dones que el Señor ascendido concedió a la Iglesia, y podemos subrayar los siguientes conceptos:
El Cuerpo es uno e indivisible. Los hombres no crearon esta unidad y no la pueden destruir. La exhortación es que la guardemos en sus manifestaciones por un trato amoroso y humilde con nuestros hermanos.
Hay una norma de perfección que es "La medida de la edad de la plenitud de Cristo", meta del desarrollo y el crecimiento del Cuerpo (Ef 4:13).
Para este desarrollo cada "juntura", o sea, cada miembro tiene el deber de suplir algo para el bien de la totalidad del Cuerpo según el don que el Señor haya concedido a cada uno. Se destacan especialmente los grandes dones (Apóstoles, Profetas, Evangelistas, Pastores y Maestros), pero se hace constar que "a cada uno de nosotros es dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo" (Ef 4:7,11). El que no contribuye al crecimiento y al bienestar del Cuerpo por la humilde administración del don que ha recibido perjudica todo el organismo.
Pablo desarrolla la misma figura con mayor amplitud en (1 Co 12), en relación con la Iglesia local, pero mucho de lo que se dice allí se puede aplicar también a la Iglesia universal.
La Esposa (Ef 5:22-33)
Entre Cristo y su Iglesia, además de la unión vital que se simboliza por el Cuerpo, existe amor mutuo y comunión, que hallan su expresión en la hermosa figura de la Esposa, y en el pasaje señalado se hace un extenso parangón entre las relaciones del marido y la mujer y las de Cristo y la Iglesia: "Mas yo digo esto con respecto a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5:32). Hemos de comprender que la realidad de la Iglesia, y la de sus benditas relaciones con su Señor, es tan variada y tan rica en matices, que no podía representarse por un solo símbolo, y de ahí nace la sucesión de figuras que estamos meditando. La figura de la "Esposa" hace posible presentar el amor mutuo entre ambos, y la obra del "Esposo" a favor de la Amada hasta el día de la presentación última (Ef 5:25-27). Esta bendita consumación se halla descrita en (Ap 19:7-9).
La ciudad del Apocalipsis "La grande ciudad santa de Jerusalén que descendía del Cielo" (Ap 21:10) se identifica con "la esposa, mujer del Cordero" (Ap 21:9), y así aprendemos que es una magnífica descripción simbólica de la Iglesia glorificada, centro de la Nueva Creación. Todo en ella habla de luz, gloria y perfección, y el "Santuario", que fue lugar de la manifestación de la gloria de Dios en la tierra, llega a ser ahora el foco de su resplandeciente luz en la Edad Eterna (Ap 21:22-23). ¡Glorioso destino el de la Iglesia universal!

El ministerio de la Iglesia

La Iglesia universal se manifiesta aquí en la tierra únicamente por medio de la congregación local, y no hay ningún indicio en las Escrituras de grandes organizaciones que agrupen un número considerable de iglesias locales sobre una base nacional o regional, ni mucho menos de denominaciones que se distingan por ciertas prácticas o doctrinas que les sean peculiares. Existían en la edad apostólica y subapostólica fuertes lazos de comunión entre las iglesias de distintas regiones, pero sin que una iglesia pudiera mandar en otra, y sin que una jerarquía eclesiástica operase por medio de principios de subordinación carnal. La Iglesia local tiene su sencilla organización y disciplina, como veremos en la próxima sección, pero es autónoma y responsable únicamente ante su Señor.
El tema del ministerio, por lo tanto, tiene que ver más bien con la Iglesia local, aunque ya hemos visto que el Señor ascendido derramó sus preciosos dones para el beneficio de todo el "Cuerpo". La lista de (Ef 4:11) es breve, pero incluye los dones de carácter más universal y más permanente. Es verdad que los "apóstoles" no han tenido sucesores; sin embargo, les fue concedido cimentar de tal forma el fundamento de la Iglesia que su obra permanece hasta hoy, especialmente en el canon del Nuevo Testamento que encierra "la FE una vez dada a los santos" (Jud 1:3). Los "profetas" daban mensajes directos en los primeros tiempos de la Iglesia, pero desde que se terminó el Nuevo Testamento el don es más bien el de declarar lo que el Espíritu Santo ya nos ha dado en la Palabra. Los "evangelistas" anuncian ampliamente el mensaje de vida y fundan iglesias que después han de cuidarse por los "pastores" y edificarse por los "maestros". Se puede decir que estos últimos dones son los más importantes en nuestros tiempos.
Es importante notar la traducción exacta de este importante versículo, juntamente con el versículo 12: "Él mismo (el Señor ascendido) dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros (enseñadores), a fin de perfeccionar a los santos para una obra de servicio, para edificación del cuerpo de Cristo". Todos los expositores reconocen que Pablo presenta la Iglesia "universal", el Cuerpo de Cristo, en la Epístola a los Efesios, de la manera en que detalla las provisiones y el funcionamiento de la Iglesia local en 1 Corintios, de modo que en los versículos señalados se recalca lo más fundamental del ministerio de la Iglesia en sus líneas generales. Es muy importante recordar esta perspectiva, pues existe el peligro de limitar todas las provisiones para el ministerio a la Iglesia local, con olvido del hecho de que ésta existe tan sólo corno reflejo, en un punto geográfico, de la Iglesia universal.
Apóstoles
Su don es fundamental, ya que fueron escogidos y dotados por el Señor para dar testimonio de la verdad en cuanto a la Persona y Obra de Cristo. Los "Doce" fueron "apóstoles-testigos" de cuanto Cristo era y lo que realizó desde el bautismo de Juan hasta la Ascensión (Jn 15:26-27) (Jn 16:12-14) (Hch 1:21-22) (Hch 5:32) (Hch 10:40-41). Luego, Pablo fue especialmente comisionado para revelar el "misterio" de la Iglesia, además de mucha doctrina que pertenece a esta edad del Espíritu (Ef 3:1-13). Así pudieron echar los cimientos de la Iglesia. Juntamente con los profetas, que en los primeros días recibían y comunicaban "revelaciones", constituyen el fundamento de la Iglesia, siendo la "Piedra angular" y el "Armazón" Cristo Jesús mismo (Ef 2:20-22). Su obra de "revelación" por la inspiración del Espíritu Santo queda plasmada ahora en los escritos del Nuevo Testamento, y en este sentido no han tenido sucesores ni pueden tenerlos. Pero la palabra "apóstol" equivale genéricamente a "misionero", y como los Apóstoles y sus colaboradores proclamaban el Evangelio, fundando y edificando muchas iglesias locales (no todas), en este sentido su labor es ejemplar y sirve de guía para los siervos de Dios de hoy en día.
Profetas
El profeta no era tanto un siervo de Dios que predecía acontecimientos futuros (bien que lo hacía si se presentaba la ocasión aun en el Nuevo Testamento, (Hch 11:28), sino un "portavoz de Dios". Antes de completarse el canon del Nuevo Testamento, los santos necesitaban una clara orientación que sólo pudo llegar por medio de hermanos con el don profético, como vemos en (1 Co 14:1,5,22,29-33). Pero sobre todo tenían que edificar a los santos mediante los oráculos divinos, de modo que nosotros, disponiendo de todas las Sagradas Escrituras, somos edificados y exhortados por el ejercicio de dones fundamentalmente "proféticos" concedidos a los siervos de Dios que estudian y meditan la Palabra; estos "profetas" exhortan y edifican a los santos por la ayuda del Espíritu Santo sobre la base de la revelación ya totalmente escrita. En este sentido el don permanece, pero el don de entregar "oráculos" específicamente inspirados ha finalizado (1 Co 13:8).
Evangelistas
Los Apóstoles eran también "evangelistas" en cuanto proclamaban el Evangelio en su plenitud, pero, desde luego, había muchos evangelistas que no eran Apóstoles. Son los adalides del Reino, los heraldos de Cristo crucificado y resucitado, que han recibido el don de dar a conocer el mensaje del Cielo y llamar a los hombres a rendirse a Cristo como Salvador y Señor. No hemos de permitir que conceptos modernos sobre siervos de Dios que parecen estar dotados para llevar almas ya "trabajadas" a decisiones por medio de "campañas", etc., limiten el significado del hermoso "don" de evangelista según se ve en el Nuevo Testamento, pues el Evangelio incluye "todo el consejo de Dios". Juntamente con la proclamación completa del Evangelio, plantaban iglesias y es posible que en muchos casos no se podía distinguir su obra de la de los "misioneros". Timoteo, dotado de una diversidad de dones, tenía que realizar "la obra de evangelista" (2 Ti 4:5). Felipe, destacado evangelista, fundó una gran obra en Samaria (Hch 8) (Hch 21:8). Es un don permanente y fundamental, ejercido frente a los hombres inconversos.
Pastores
"Pastores y maestros" se enlazan estrechamente en el texto, pero quizá no hemos de ver en este hecho más que un rasgo de la redacción. Es conveniente de todas formas considerar el don de "pastores" aparte, ya que su esfera es más amplia que la de los maestros, bien que las dos funciones se complementan. Una parte esencialísima de su labor era la de "pastorear" y "apacentar" a las ovejas, cuidándolas y haciendo provisión para su alimentación espiritual. El don de "pastor" en el amplio contexto de Efesios capítulo 4 nos hace pensar en algo más que el visiteo de los hermanos de la localidad, con la provisión de la Palabra en las reuniones y clases bíblicas de la congregación. Tengamos en cuenta que muchas iglesias (algunos grupos de creyentes son más bien "iglesias en germen", faltándoles casi por completo los dones de gobierno, de pastores y de ministerio) necesitan ayuda, guía, orientación, de parte de hermanos capacitados que las tengan sobre el corazón. Si hay "Ancianos" el misionero colaborará con ellos, pero si no los hay ha de "pastorear" a las iglesias "insuficientes" de tal forma que los haya en el futuro. Tal fue la labor de Tito al visitar las iglesias en Creta, formadas, sí, pero muy necesitadas de ayuda y de la guía de algún siervo de Dios capacitado para discernir lis dones de gobierno (Tit 1:5). Las muchas visitas a distintas iglesias de Timoteo y de otros colaboradores de los Apóstoles constituían una labor de pastoreo en este sentido general, y su desarrollo es una de las grandes necesidades de las iglesias locales y grupos de creyentes hoy en día. Huelga decir que los misioneros (obreros) que cuidan así de las iglesias han de ser siervos de Dios de buen testimonio, enseñados en la Palabra, que pueden obrar con autoridad espiritual por una parte y con sabiduría y tacto por otra.
Maestros
Son los enseñadores de la Iglesia, que se dedican al estudio de las Escrituras "en profundidad", teniendo el don de aclarar a otros lo que han recibido del Señor por la Palabra. Pablo mismo fue constituido, no sólo predicador y Apóstol, sino también "maestro" (2 Ti 1:11). En (Hch 13:1) vemos que los guías espirituales de la Iglesia en Antioquía se llamaban "profetas y maestros"; compárese con (1 Co 12:28-29) (1 Ti 2:7) (He 5:12). Santiago avisa contra el afán de ser "muchos maestros" (Stg 3:1), pero el don en sí es de importancia fundamental. La Biblia ofrece su "maná" a todas las almas sinceras que leen y meditan, pero la debida interpretación de sus 66 libros ofrece dificultades y problemas que exigen un estudio detenido, en el que el maestro puede y debe ser de ayuda a otros al par que él mismo sea ayudado por los muchos que le han precedido, evitando así los escollos de errores y herejías que han hecho peligrar el testimonio de la Iglesia en tantas ocasiones. Vivimos en días cuando se multiplican las sectas heréticas, que ganan adeptos entre personas que piensan "conocer las Escrituras", pero que se dejan engañar por textos amañados y sacados fuera de su contexto. Los "maestros" deben dar formación bíblica a muchos hermanos que sepan luego discernir y mantener la sana doctrina y que ministren conforme a los oráculos santos, pues sin esta enseñanza especial y difundida, el diablo tiene abiertas muchas puertas por donde sus emisarios podrán presentarse como ángeles de luz, volviéndose luego en lobos que destrozan la grey. Véase el peligro de la Palabra adulterada en (Hch 20:27-30) (2 Co 4:1-2) (2 Co 11:13-14) (1 Ti 4:1-7). La preparación y el trabajo del enseñador se describe en (1 Ti 4:12-16) (2 Ti 2:2,15) (2 Ti 3:13-17).
Los dones de (Ef 4:11) no eximen a los miembros del Cuerpo de Cristo de su trabajo según su capacidad, sino que ofrecen la base para el debido funcionamiento de todos, con el fin de que se manifieste en el Cuerpo: estabilidad (Ef 4:14); aumento en verdad y en amor (Ef 4:15); madurez y plenitud que surgen del funcionamiento armonioso y coordinado de todas las "coyunturas" (Ef 4:16).

La iglesia local

1. Su historia
Como en el caso de la Iglesia universal, encontramos una referencia a la Iglesia local "en germen" en las palabras del mismo Señor: "Porque donde están dos o tres congregados en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:17-20), pero su historia empieza en el día de Pentecostés. La predicación de Pedro fue bendecida de tal manera que tres mil almas se convirtieron al Señor y fueron "añadidas" a las ciento veinte que ya habían sido bautizadas por el Espíritu en el aposento alto. Todos estos creyentes se sintieron unidos los unos a los otros, y todos a Cristo, lo que dio por resultado que hicieran vida común, hasta donde fue posible, como una gran "familia" cristiana, perseverando en la doctrina de los Apóstoles y cumpliendo las ordenanzas del Señor (Hch 2:41-47). He aquí, pues, la primera "Iglesia local", que, hasta su dispersión, coincidía prácticamente con la "Iglesia universal", ya que el testimonio no se había extendido fuera de Jerusalén.
Después de la persecución que se levantó a raíz del martirio de Esteban, los creyentes en Jerusalén, en su mayor parte fueron esparcidos; pero lejos de callar el mensaje, "iban por todas partes anunciando la Palabra" (Hch 8:4). En los muchos sitios en que el Señor prosperó su testimonio se iban formando grupos de creyentes, que fueron corroborados por visitas de los apóstoles de Jerusalén (Hch 9:32). Por medio de este procedimiento, y dentro de un período relativamente breve, se hallaban "iglesias locales" esparcidas por las tres grandes provincias de Palestina. Después de abrirse la puerta de la fe a los gentiles (Hch 10), y siendo llamado y preparado Pablo para su obra apostólica, fue posible que el Evangelio se hiciera extensivo a muchos países del mundo. En el curso de tres grandes expediciones misioneras, Pablo plantó iglesias locales en muchas partes de Siria, Asia Menor y Grecia, según la historia detallada que Lucas nos da en Hechos capítulos 13 al 20. Sin duda, los demás apóstoles llevaron a cabo una obra análoga en otras regiones. Cuando la predicación y la labor de un obrero resultaban en la formación de una iglesia, no quedaban en aquel sitio para pastorear el nuevo rebaño indefinidamente, sino que confiaban en que el Espíritu Santo levantara los dones necesarios en cada grupo, no sólo a los efectos de la vida interna del grupo, sino también con miras a la propagación del mensaje en el distrito circundante. Las iglesias no quedaban abandonadas por eso, sino que los apóstoles o sus delegados volvían de vez en cuando para la enseñanza y la guía de los rebaños, reconociendo al mismo tiempo "ancianos" (idénticos con "obispos" y "pastores") para el gobierno y el pastoreo permanente de las ovejas. Estos "guías" eran hombres que se habían destacado por su adelanto en las cosas del Señor, siendo reconocidos por su cuidado de la iglesia (Hch 14:21-23) (Hch 20:17-35). A estas iglesias iban dirigidas la mayor parte de las cartas apostólicas que, motivadas por algunas preguntas o por alguna necesidad de los creyentes de aquel tiempo, han llegado a ser "Palabra Inspirada" para todos los tiempos.
2. Su naturaleza
Sólo Dios puede ver la Iglesia universal en toda su extensión por el mundo y por los siglos, pero la iglesia local llega a ser su reflejo y su expresión en un sitio determinado de la tierra. Los "nacidos de nuevo" (otros no tienen parte ni suerte en el asunto) son "bautizados por un Espíritu en un Cuerpo" (1 Co 12:13), e impulsados por el hecho de formar parte del Cuerpo Místico de Cristo buscan la comunión de otros miembros del mismo Cuerpo, reuniéndose en cualquier edificio conveniente para los efectos de los cultos y de la edificación mutua, según el modelo apostólico (Ro 16:5) (1 Co 16:19) (Col 4:15) (Flm 1:2).
De la forma en que encontramos la enseñanza más completa sobre la Iglesia universal en Efesios, así hallamos las instrucciones detalladas sobre la iglesia local en la primera epístola a los Corintios. Se desprende del estudio de esta epístola que habría un elemento de desorden en la iglesia de Corinto (la cual, por otra parte, era notable por su número, fe y dones) que motivaron las reprensiones y las enseñanzas que nos sirven ahora de preciosa guía. Ya hemos visto la luz que los Hechos arrojan sobre el tema, y, desde luego, hay infinidad de referencias en las epístolas que ponen en foco el cuadro, con referencia especial a las que se mandaron a los Tesalonicenses y a los "delegados apostólicos" Timoteo y Tito.
Las figuras de la Iglesia local. Muchas de las enseñanzas sobre la Iglesia universal tienen su aplicación a su expresión localizada, que también se destaca bajo las metáforas de "edificio", "santuario" y "cuerpo" (1 Co 3:9-17) (1 Co 12:12-31) (Ro 12:4-5). Pero, como es lógico tratándose de grupos "palpables", compuestos de hombres y mujeres que se reúnen para fines prácticos, en este caso el énfasis recae sobre la responsabilidad de los miembros de la iglesia local, quienes han de dar efectividad a las grandes verdades que se expresan por medio de las figuras. Así cada uno tenía que cuidar de la forma en que se sobreedificaba encima del único fundamento, Cristo, que Pablo como maestro arquitecto había colocado en Corinto, pues había la triste posibilidad de traer la madera, el heno y la hojarasca de los esfuerzos carnales en lugar del oro, la plata y las piedras preciosas de las obras del Espíritu (1 Co 3:9-15). La totalidad de la iglesia local se llama también "Templo" (Santuario), pero en el caso de la iglesia local le toca a cada creyente la responsabilidad de apreciar el carácter sagrado del edificio espiritual, cuidando mucho de no cometer sacrilegio por su mala conducta, su irreverencia o su indisciplina (1 Co 3:16-17). En la figura del Cuerpo sobresale la responsabilidad que toca a cada miembro de cumplir su peculiar función en el organismo, pues el bienestar de todos depende de la contribución espiritual de cada uno conforme al don que haya recibido (1 Co 12:12-16).
3. Su organización y su gobierno
En la iglesia local todo ha de hacerse decentemente y con orden (1 Co 14:40), pero el énfasis del Nuevo Testamento no recae sobre su organización, sino sobre el poder vital del Espíritu, obrando libremente en todos los creyentes. De aquí resulta que la obra es mucho más que el cargo, hasta el punto de que el "cargo" pierde todo su valor si la obra espiritual que realmente se efectúa no corresponde a la posición que el hermano ocupa.
La iglesia local es autónoma
Hay abundantes noticias de los fuertes lazos de comunión y de amor fraternal que unían las iglesias de la edad apostólica y aun sub-apostólica, pero no existe ninguna mención de la subordinación de unas a otras que fuesen más poderosas y más prestigiosas por su número o por su posición geográfica. Asuntos de importancia general podían discutirse para que hubiera mayor luz y guía para todos, pero sin que se estableciera el dominio de ciertas iglesias sobre otras, ni mucho menos el de una jerarquía eclesiástica. Así la cuestión de la circuncisión de los creyentes gentiles se trató entre los ancianos de la iglesia en Jerusalén y los representantes de la de Antioquía, pero no hay el menor indicio de que la iglesia de Antioquía fuese subordinada a la de Jerusalén.
El cuidado de la iglesia está en las manos de los "Ancianos" o "Pastores"
Como se ha destacado ya, cada miembro tiene su responsabilidad especial en relación con la vida total de la iglesia, y ¡dichosa la iglesia que tenga abundancia de "don pastoral" que se manifieste en el tierno cuidado de todos por cada uno! Pero el libro de los Hechos y las Epístolas enseñan claramente que hermanos de madurez espiritual, de criterio y de conocimientos bíblicos, en quienes se manifiesta este don, han de ser "reconocidos" (1 Ts 5:12-13) (He 13:17), formando conjuntamente el "Consejo de Ancianos". Al principio los mismos Apóstoles pudieron percibir y dar reconocimiento a estos dones que surgían en el seno de cada iglesia local (y un misionero que funda una iglesia hoy en día ha de hacer igual), pero en las cartas que Pablo escribió a sus colegas Timoteo y Tito, quienes fueron enviados para la guía de las iglesias de Éfeso y de Creta, respectivamente, dio claras instrucciones sobre las calificaciones de estos "guías" para la instrucción de las iglesias a través de los siglos (1 Ti 3:1-7) (Tit 1:5-9). Según indicamos arriba, a estos guías se les llama "Ancianos", en vista de su madurez espiritual (que poco tiene que ver con la edad); "obispos" (mejor "sobreveedores"), por su obra en vigilar para el bien de la iglesia; "pastores", por el tierno cuidado que han de tener de las ovejas, proveyendo para todas sus necesidades espirituales en el poder del Espíritu. Una comparación de los versículos 17 y 28 del capítulo 20 de los Hechos establece la identidad de "ancianos", "obispos" y "pastores", mientras que Pedro pone de manifiesto muy claramente que los "ancianos" y los "pastores" son las mismas personas (1 P 5:1-4) (Tit 1:5,7). Nunca se habla de un solo "obispo" o de un solo "pastor" de la iglesia local, ni mucho menos de un "obispo" de una región, pues la jerarquía moderna es una corrupción tardía de la sencillez apostólica, que, a su vez, siguió de cerca el modelo de la sinagoga de los judíos.
4. La labor de los diáconos
La palabra "diácono" quiere decir "siervo" o "ministro", con referencia a la realización de obras o misiones especiales.
Según este sentido etimológico, el término "diácono", con el verbo correspondiente "diaconeo", se aplica a Cristo mismo, al apóstol Pablo y a varios otros siervos de Dios. Por el hecho de que todo creyente consciente de su vocación es "salvado para servir", es evidente que todos deben ser diáconos en este sentido amplio y general (1 Ts 1:9-10). Pero hay pasajes bíblicos que nos hacen saber que había en las iglesias del primer siglo ciertos hermanos reconocidos como "diáconos" a causa de los servicios especiales que prestaban al Señor en la iglesia. El saludo que Pablo dirige a "los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos" no tendría sentido si todos los santos se hubiesen llamado "diáconos" (Fil 1:1). Sobrarían igualmente las condiciones para el ejercicio del diaconato en (1 Ti 3:8-13) si no hubiera tal cosa como diáconos reconocidos. Referencias extra-bíblicas confirman el mismo hecho; algunos, enfatizando demasiado el trabajo administrativo de "los siete" en (Hch 6:1-6) (que era algo muy especial), piensan que el diácono ha de entenderse solamente en asuntos materiales, pero es más probable que el "diaconato" incluía todo servicio especial que no se realizaba por los Ancianos. En nuestros días podemos pensar no sólo en trabajos de tesorería, de administración, etc., sino también en una labor de predicación, de llevar la escuela dominical, de las visitas a los enfermos, etc. Los diáconos sirven al Señor en la potencia del Espíritu Santo, pero han de estar también bajo la guía de los Ancianos, por ser responsables éstos del testimonio total de la iglesia. El diaconato no ha de considerarse como una jerarquía menor, que luego da derecho al "ascenso" al "grado de Anciano", sino como el conjunto de servicios especiales que es conveniente reconocer. Con todo, el fiel diácono "gana para sí buen grado", y a menudo de sus filas salen hermanos que dan evidencia de su capacidad como "pastores" de la grey. Hermanas encargadas de servicios especiales en una iglesia pueden ser reconocidas como "diaconisas" (Hch 16:1) (Fil 4:2-3) (1 Ti 3:11).
Por lo tanto, hermanos y hermanas que realizan trabajos de importancia frente a la iglesia, y cumplen los requisitos de (1 Ti 3:8-10), deben ser nombrados por los Ancianos y reconocidos por la iglesia como diáconos, para la mejor consecución de sus cometidos especiales. Como es evidente que los ancianos-pastores son los responsables bajo la guía del Señor de todos los aspectos de la vida y testimonio de la iglesia, los diáconos no han de formar un cuerpo aparte, que tome sus propias decisiones, sino que han de coordinar sus trabajos dentro del cuadro general de las actividades de la iglesia por reunirse de vez en cuando con los Ancianos para rendir cuenta de sus obras y para que haya oración unánime y guía concordante en todo el servicio de la congregación. Según sus variados dones y facultades, los diáconos pueden cuidar de los edificios, de ciertos fondos, de la escuela dominical, de asuntos literarios, organizar ocasiones especiales para jóvenes, predicar, llevar cultos en las casas, cuidar de asuntos musicales, visitar enfermos, etcétera, pero coordinando siempre sus trabajos bajo la supervisión de los Ancianos.
Las diaconisas pueden realizar trabajos análogos, siempre que no supongan "tener dominio sobre el varón" ni enseñar en la reunión de toda la congregación como tal (1 Ti 2:12) 1 Co 14:34), y es "de sentido común" que se dediquen preferentemente a trabajos entre las mujeres, las jóvenes y los niños, bajo la supervisión de los Ancianos, y teniendo en cuenta las costumbres del medio ambiente para no caer en mal testimonio. Las Escrituras hablan de hermanas diaconisas y aun de profetisas (1 Co 11:5) (Hch 21:9), pero nunca de "ancianas" en el sentido especial del término, ni de "pastoras", pues no son llamadas al gobierno de la iglesia local.
5. La Iglesia reunida
La reunión para el Partimiento del Pan se efectuaba normalmente el primer día de la semana (día de la Resurrección del Señor y de la inauguración de la Nueva Creación), según se desprende de (Hch 20:7), donde la frase indica la costumbre de reunirse para este fin. No sería fácil que los creyentes del primer siglo se reunieran muchas veces en el día para diversos aspectos de los cultos, y hemos de suponer que, cuando la iglesia "se reunía en asamblea" (1 Co 11:18), se celebraba primero el "Partimiento del Pan", que ocupa el primer lugar en las instrucciones de Pablo, y que luego se dedicaban los hermanos a la oración y al ministerio de la Palabra para la edificación de todos, según las normas del capítulo 14. Una cuidadosa lectura de los capítulos 11 al 14 de esta epístola nos enseña que había una gran variedad de dones y de operaciones en la iglesia de Corinto, y que hubo lugar y oportunidad para su ejercicio dentro del buen orden de la iglesia, sin que por eso se tratara de la intervención de todos, con o sin don. En la iglesia local hay libertad para el ejercicio de los dones que el Espíritu concede, y es la responsabilidad de todos el despertar su don especial, pero es un grave error suponer que todos los hermanos reciben el don de ministrar la Palabra en público. Nuestra reunión de evangelización no se ve en el Nuevo Testamento, ya que no es propiamente reunión de la iglesia local, sino sencillamente un medio, entre otros muchos, de anunciar la Palabra de Vida a los inconversos. Estos esfuerzos de evangelización se realizaban más bien en las sinagogas, en las calles y en las plazas en los primeros años de la historia de la Iglesia, y en todo tiempo los evangelistas han de adaptar sus métodos a las circunstancias de su día, siempre dentro de las normas de la Palabra.
El ministerio. La base de todo ministerio, tanto público como privado, se halla en los dones que el Señor ascendido derramó sobre su Iglesia cuando envió la "Promesa del Padre" (Ef 4:7-13) (Ro 12:3-8) (1 P 4:10-11). Hemos notado en la sección sobre la Iglesia universal que los dones que se mencionan en Efesios son de alta calidad y de valor permanente. Las listas de los dones en (1 Co 12) son más largas y tienen más que ver con las necesidades inmediatas de la iglesia en Corinto. Dones milagrosos como "sanidades" y "lenguas" se necesitaban como señal de la operación del poder de Dios entre los hombres en los primeros tiempos, cuando aún no se había formado el canon del Nuevo Testamento. Pablo indica la inferioridad del don de "lenguas" (misterioso asunto sobre el cual hay gran diversidad de pareceres) al de la edificación y de la profecía, y da clara indicación de que estas ayudas de la "edad infantil" de la Iglesia habían de ser anuladas o relegadas a segundo término, al llegar lo que era "perfecto", o sea, la manifestación plena de la voluntad de Dios en el Nuevo Testamento (1 Co 13:8-11). Todo el énfasis se coloca sobre la edificación de los creyentes, fuese por los mensajes de los "profetas" o por las enseñanzas y la exhortación basadas en la Palabra. En los primeros tiempos los profetas recibían mensajes directos porque los creyentes no podían apelar a las Escrituras del Nuevo Testamento, pero ahora la misma obra se hace por la exposición de la Palabra revelada.
6. Las ordenanzas de la Iglesia local
El bautismo
La predicación del bautismo formaba una parte integrante del anuncio del Evangelio en los primeros tiempos, y aquellos que confesaban el nombre del Señor eran bautizados en el acto (Mt 28:19) (Hch 2:37-41) (Hch 8:36-38) (Hch 10:44-48). Si el rito inicial se demora en nuestros días es por la dificultad en que nos hallamos de discernir entre la confesión falsa y la verdadera, y no porque el creyente haya de ganar madurez espiritual para estar en condiciones de bautizarse. Los mejores eruditos, aun muchos de la escuela de los "pedobautistas" (aquellos que "bautizan a niños"), admiten que el bautismo novotestamentario fue por inmersión y bajo confesión de fe, y nos basta seguir las normas de la Palabra en tan importante punto. El significado espiritual del bautismo se expone en clarísimos términos por el Apóstol Pablo en (Ro 6:1-10), por lo que comprendemos que señala la separación del creyente de todo lo antiguo de su vida mundana y pecaminosa, puesto que, a la vista de Dios, murió con Cristo y volvió a resucitar con El, siendo su vida ya "nueva" y derivándose de la del Cristo resucitado. Las "costumbres" del cristianismo, que se derivan de la lenta corrupción de las prácticas apostólicas a través de los siglos, han complicado mucho la hermosa sencillez del Nuevo Testamento (aun entre hermanos, por otra parte muy fieles), pero quedan claros los siguientes hechos: El bautismo por inmersión del creyente es un mandato del Señor (Mt 28:19); fue la constante práctica apostólica (véanse referencias arriba), y encierra un profundo significado espiritual cuyo simbolismo puede representarse adecuadamente tan sólo por el descenso del creyente al "sepulcro" de las aguas.
La Cena del Señor
Los tres términos: "El Partimiento del Pan", "La Mesa del Señor" y la "Cena del Señor" indican distintos aspectos del mismo festín que fue instituido por el Señor en la víspera de su Pasión. Aparece el relato en los Evangelios según Mateo, Marcos y Lucas, confirmándose también por una revelación especial que fue dada a Pablo (1 Co 11:23). Es el acto central de la vida y de la adoración de la Iglesia, y no puede descuidarse sin grave peligro de la salud espiritual de la iglesia local. Es, sobre todo, un festín recordatorio en cuanto a la persona del Señor, quien se entregó a sí mismo por nosotros, pero también sirve para "proclamar su muerte" como hecho central de la vida de la Iglesia toda; simboliza nuestra comunión (o participación) en todo el significado de su muerte; ilustra la unidad de toda la Iglesia universal en Cristo y anticipa la Venida, en Persona, de nuestro Señor para recogernos (1 Co 10:16-17) (1 Co 11:22-32).
El Agape era un festín de amor fraternal en que la comunión de todos se manifestaba por comer en común, originándose en las espontáneas comidas de casa en casa de (Hch 2:46). Se prestaba a abusos, y el Apóstol Pablo recomendó la separación del ágape (mera institución humana) de la Cena del Señor (1 Co 11:17-22). La idea del "Agape" persiste en el "refrigerio" que tomamos en nuestras "reuniones de iglesia".
7. La disciplina de la Iglesia local
La Iglesia es "santa" y es "de Dios", y, por lo tanto, ha de estar libre de pecados manifiestos que son incompatibles con su naturaleza. La predicación de la Palabra, la oración, la Mesa del Señor y la comunión en general son "medios de gracia" que nos ayudan a ordenar nuestra vida en el temor y el amor del Señor. Cuando se pone de manifiesto que un hermano ha caído en una falta, o que esté en peligro de ello, entonces los "espirituales" debieran "restaurar" al tal en un espíritu de humildad, ya que todos estamos expuestos al peligro de tropezar (Ga 6:1). Queda la triste posibilidad de pecados escandalosos de inmoralidad por parte de un hermano que persiste en prácticas que deshonran al Señor, o en la enseñanza de doctrinas erróneas. En este caso la iglesia local, por medio de sus ancianos, tiene la autoridad de separar el miembro rebelde de la comunión visible de la iglesia, devolviéndole a aquel terreno del mundo donde Satanás es príncipe y señor. Desde luego, la frase "entregar a Satanás" no tiene nada que ver con la perdición eterna, pues las cuestiones de la vida o de la muerte eternas están en las manos del Señor. La escena de una solemne "entrega" se describe en (1 Co 5:1-13). Véanse también (Mt 18:17) (Ro 16:17) (2 Ts 3:6) (1 Ti 1:19-20) (2 Ti 2:17-18) (Tit 3:10-11) (2 Jn 10-11). La finalidad de toda disciplina es la restauración del pecador.
8. Membresía de la Iglesia local
Nuestro epígrafe no es bíblico en su forma de expresión, ya que son los verdaderos "miembros" del Cuerpo Místico de Cristo quienes han de reunirse en determinado lugar, para formar la Iglesia local, y de todo lo que antecede se desprende fácilmente que el hecho de ser miembro de una iglesia local es totalmente distinto de la mera "adhesión" a una asociación mundana en la que un número de personas hallan intereses en común. Hemos de tomar muy en serio nuestra posición como "miembros" del Cuerpo visible de Cristo en la tierra, reconociendo que su salud espiritual depende en parte de nosotros. Recibimos mucho en la iglesia local, pero eso no es lo más importante, pues hemos de preguntarnos: ¿En qué contribuyo yo para el bienestar de todos? ¿Estoy colocando metales preciosos u hojarasca sobre el fundamento de la Iglesia? Habiendo recibido tanto del Señor, ¿cómo puedo demostrar mi gratitud?

Temas para meditar y recapacitar

1. Discurra sobre la distinción entre la Iglesia universal y las iglesias locales. ¿Cuál es la relación entre ambas?
2. ¿Por qué se llama al día de Pentecostés el "día del nacimiento de la Iglesia"? ¿Fue un acontecimiento único que no se repite? Ilustre su contestación con pasajes de los Hechos y de 1 Corintios.
3. Discurra sobre las figuras que emplea Pablo en la Epístola a los Efesios, para ilustrar la naturaleza, la constitución y la función de la Iglesia, tanto en su aspecto universal como local.
4. Señale claramente la importancia de (Ef 4:11-12) para el ministerio de la Iglesia, indicando el significado y alcance de cada uno de los cinco dones mencionados.
5. Descríbanse las ordenanzas de la iglesia local y destaque su importancia en la vida de la Iglesia.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
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