Estudio bíblico: Introducción a la epístola a los Romanos -

Serie:   La Epístola a los Romanos   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
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Introducción a la epístola a los Romanos

La posición de la epístola en el Nuevo Testamento

Las Epístolas y demás libros del Nuevo Testamento no se hallan en el orden cronológico que correspondería a la fecha de su redacción, ya que deben su posición actual a una serie de factores históricos y doctrinales que operaban durante el siglo segundo. En general, las epístolas de Pablo se ordenaron según su extensión, ocupando las más largas el primer lugar. Con todo, nos es permitido discernir la mano de Dios en la sucesión de los libros tal como han llegado a nosotros, hasta el punto de que el Dr. Bernard pudo escribir un valioso libro sobre "El progreso de la doctrina en el Nuevo Testamento", notando la necesidad de la primacía de Los Evangelios como presentación de la Persona y Obra de Cristo (base y sustancia de la fe cristiana), seguidos por Los Hechos, que nos informa sobre el descenso del Espíritu Santo, la formación de la Iglesia y la extensión del Evangelio desde Jerusalén a Roma. Después se exige como continuación la exposición de la doctrina apostólica que hallamos en las Epístolas. Los cristianos, a mediados del siglo segundo, coleccionaron las Epístolas de Pablo bajo el título general de "El Apóstol", y sea por su discernimiento espiritual, sea que la providencia de Dios obraba por medios por nosotros desconocidos, colocaron a Romanos a la cabeza de todas ellas, a pesar de que las primeras escritas habían sido las que llevan el nombre de Tesalonicenses (Gálatas según algunos escriturarios). De todas formas acertaron, puesto que las doctrinas de Romanos son las básicas del depósito doctrinal encomendado al Apóstol de los gentiles. Ricas y sublimes son las demás enseñanzas inspiradas de Pablo, pero en buena lógica espiritual hemos de llegar a saber en primer término que somos "justificados" en Cristo delante de Dios antes de poder meditar en lo que es la Iglesia y deleitarnos en la esperanza de la Segunda Venida de Cristo.
Romanos, pues, abre el ciclo epistolar del Nuevo Testamento y a la vez echa firmemente el fundamento de la doctrina que Dios reveló por medio de los Apóstoles —mayordomos de los misterios— por operación del Espíritu Santo. A todas luces es conveniente empezar un estudio detenido del "Apóstol" con este libro que se encomienda a nuestra atención tanto por el lugar que ocupa después de la narración de Los Hechos como por presentar "El Evangelio... potencia de Dios para salvación a todo aquel que cree... porque en él se revela una justicia de Dios que es por fe...".

El momento histórico de la epístola

Las cartas del apóstol Pablo se relacionan con la historia de Los Hechos y, en especial, con el relato de sus grandes expediciones misioneras, de la manera en que el fruto del árbol halla sus orígenes en el tronco y las ramas. Las raíces van más hondas y corresponden a los escondidos consejos de Dios desde la Eternidad. En Los Hechos se nos presenta la parte externa de la obra de Pablo: sus viajes, su estancia en los distintos lugares estratégicos que evangelizaba, la formación de las iglesias locales con la confirmación en la fe de las tales. En el curso de este trabajo se alejaba necesariamente de muchas de las iglesias que había fundado, recibiendo o noticias de ellas o cartas que llevaban preguntas sobre puntos doctrinales o sobre las prácticas que convenían a los santos. Al contestar las preguntas o al redactar cartas a los creyentes e iglesias, según las necesidades que percibía, no sólo daba solución al problema inmediato, sino que, bajo el impulso del Espíritu Santo, y en cumplimiento de su misión apostólica, adelantaba enseñanzas para los cristianos de todos los tiempos y lugares hasta el fin de esta dispensación. Poco podían pensar los receptores de estas cartas —la mayoría de ellas redactadas en estilo familiar— que manejaban escritos que habían de incorporarse en el canon de las Sagradas Escrituras, complementando la revelación ya dada por los profetas del Antiguo Testamento. Tendremos ocasión de meditar no sólo en el contenido doctrinal de esta carta a los Romanos, de tan elevada categoría espiritual, sino también en las circunstancias inmediatas, tan humanas y naturales, que ocasionaron su redacción y envío.
La obra apostólica de más envergadura de la tercera expedición se realizó en Éfeso (véase Hch capítulo 19), después de la cual Pablo emprendió un rápido recorrido por Macedonia y Acaya, pasando la mayor parte del tiempo (unos tres meses) en Corinto, donde había fundado una iglesia numerosa en el curso del segundo viaje. Tenía la intención de pasar directamente desde allí a Jerusalén, juntamente con los mensajeros de las iglesias gentiles, que llevaban un importante donativo a los santos de Judea (Ro 15:25-28) (2 Co 8-9); pero, para defraudar las maquinaciones de los judíos que seguramente le acechaban en el puerto o en alta mar, cambió de plan, decidiendo salir para Macedonia y desde allí a Troas con el fin de continuar su viaje a Jerusalén (Hch 20: 1-6). Hay muy buenas razones para creer que Pablo redactó esta carta a la iglesia en Roma mientras estaba en Corinto, en vísperas de su salida para Macedonia en las circunstancias ya descritas.
Datos pertinentes para la fecha y lugar de redacción:
a) Los pensamientos y planes que el Apóstol revela en (Ro 1:9-15) (Ro 15:23-29) concuerdan exactamente con esta fecha.
b) Febe, portadora de la carta, era diaconisa de la iglesia en Cencrea, puerto de Corinto.
c) En (Ro 16:21), Timoteo y Sosípater saludan a los santos conjuntamente con Pablo, siendo ambos compañeros de Pablo en el viaje a Jerusalén (Hch 20:4).
d) Gayo, anfitrión de Pablo, podría ser el destacado creyente que Pablo había bautizado en los principios de la obra en Corinto (1 Co 1:14). Como Gayo se llama "hospedador", no sólo de Pablo, sino de toda la iglesia, Sir William Ramsay creía que podía ser identificado con Ticio Justo, en cuya casa se reunía la iglesia después de la separación de la sinagoga, en cuyo caso su nombre completo sería Gayo Ticio Justo (Hch 18:7) (Ro 16:23).
Sin poder dogmatizar sobre la cronología de este período de la vida de Pablo, es muy probable que salió de Corinto para Macedonia en el año 57 d. C., y la referencia a la Pascua celebrada en Macedonia poco después (Hch 20:6) limita el momento al fin de marzo o principios de abril de aquel año, según nuestro calendario.

El propósito de la carta

1. La estrategia misionera de Pablo
El método misionero de Pablo consistía en realizar una obra intensiva de evangelización en los grandes centros de población (mayormente en las de Asia Menor y de Grecia hasta la fecha de esta carta) y en los pueblos situados a lo largo de las célebres rutas romanas, que constituían, si vale la metáfora, los "nervios" del Imperio. Los mismos convertidos por medio del ministerio del Apóstol habían de completar la labor de evangelización en las regiones circundantes, mientras que otros, cuyos asuntos les llevaban por las rutas romanas, podían ser portadores de las Buenas Nuevas hasta puntos muy remotos del Imperio.
2. La visión del Occidente
Al contemplar los resultados de su fructífera labor durante los llamados "viajes de evangelización", Pablo consideró que ya no tenía más lugar en las regiones citadas para el desarrollo de su típica obra de adalid (Ro 15:18-23), de modo que pensaba en las necesidades del occidente del Imperio, con referencia especial a España, cuyas tres provincias se hallaban ya muy romanizadas. Si había de viajar desde Jerusalén a España, Roma se hallaba de paso, y la iglesia de la metrópoli, ya numerosa y célebre por su fe y esfuerzo, podría servirle de base para la nueva e importante expedición de evangelización.
No sabemos si Pablo llegara personalmente a España o no, pues las aseveraciones de eruditos católicos se basan sobre referencias tardías, que, a su vez, podrían explicarse por la mención de las intenciones del Apóstol que hallamos en (Ro 15:24,28). De hecho parece dudoso que hubiese podido iniciar la evangelización de España personalmente durante los breves años que mediaron entre el primer cautiverio en Roma y el segundo, que se refleja en 2 Timoteo, pues por las referencias de esta última epístola sabemos que volvió a visitar el Próximo Oriente durante este período, al que corresponde la evangelización de Creta (Tit 1:5) (Tit 3:12) (2 Ti 4:13,20). En todo caso podemos estar seguros de que la estancia de Pablo en Roma determinó la evangelización de España, pues desde tan importante centro le habría sido relativamente fácil enviar a hermanos idóneos para realizar la misión que él mismo no tuviera el gozo de cumplir, y que, evidentemente, había sido objeto de sus pensamientos y oraciones durante mucho tiempo.
3. La importancia de la presencia de Pablo en Roma
Sería una equivocación, sin embargo, suponer que Pablo se interesaba en la iglesia en Roma solamente como punto de partida para la evangelización del Occidente, ya que, al llegar cerca del fin de su gran labor en Éfeso, veía la necesidad de una visita a la metrópoli, sin que se mencione a España: "Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en su espíritu (o por el Espíritu) ir a Jerusalén, una vez recorridas Macedonia y Acaya, diciendo: Después de haber estado allí me será necesario ver también a Roma" (Hch 19:21). La obra de Dios en la metrópoli del mundo occidental gentil de entonces se revestía necesariamente de gran importancia para el Apóstol de los gentiles, cuya misión especial no podía llegar a su consumación sin que hiciera acto de presencia en el corazón de su dilatada "parroquia" (Ga 2:7-9).
4. El propósito de la visita planeada
Podemos resumir los propósitos del Apóstol en relación con una visita a la iglesia en Roma como sigue:
a) Dar consumación a su misión como Apóstol a los gentiles.
b) Comunicar a tan importante iglesia "algún don", como modestamente lo expresa en (Ro 1:11-12). Quiere decir que tal iglesia debía beneficiarse por la entrega personal del sublime "depósito" de doctrina que el Señor Resucitado había encomendado a su siervo Pablo.
c) Era evidente la importancia de que la doctrina apostólica se mantuviera en su pureza en Roma, ya que "todos los caminos llevaban a Roma" o arrancaban de allí, por lo cual las influencias que se irradiaban de la capital se extendían por todo el ámbito del Imperio. La historia subraya este hecho, pues los cristianos en Roma ejercían una influencia universal, benéfica al principio, pero funesta después de corromperse la doctrina en la metrópoli. Por ello el cristianismo iba perdiendo su carácter apostólico hasta convertirse en una gran organización sacerdotal y jurídica, heredera de la política de fuerza y de intriga del Imperio gentil al que reemplazó.
d) Roma constituía el centro estratégico con miras a la expansión del Evangelio hacia el Occidente y el Norte. El Apóstol a los gentiles no podía dejar tan sagrados intereses al azar y se sentía impelido a ir personalmente a Roma.
5. El propósito de la redacción de la Epístola
La redacción de la carta surge inevitablemente de los planes y pensamientos que hemos venido considerando. Una visita cargada de tan importantes consecuencias necesitaba su preparación. Pablo tenía muchos y buenos amigos en la metrópoli, quienes, sin duda, se esforzaban por dar a conocer las enseñanzas del Apóstol. Su propia personalidad y obra eran muy conocidas en el año 57, quedando fuera de duda que muchos creyentes en Roma apreciaban la labor del gran adalid del Evangelio entre los gentiles. Sin embargo, no había sido designado Apóstol por el Señor durante su ministerio terrenal, y, además, había sido el indiscutido adalid de los judíos enemigos del Evangelio en Palestina durante años. Su llamamiento fue prácticamente desconocido, aparte de su propio testimonio, y los judaizantes no cesaban de sembrar rumores y calumnias en su afán por desprestigiar al Apóstol de las doctrinas de la gracia. Pablo bien podía preguntarse hasta qué punto los guías le darían la bienvenida que correspondiera a su misión. Otros siervos de Dios habían fundado la iglesia, sin la intervención —por lo que se sabe— de Apóstol alguno. ¿Habrían colocado bien los cimientos doctrinales? ¿Comprendían bien los creyentes en Roma el Evangelio de la gracia de Dios, o quedaba aún, en el ámbito de una iglesia numerosa, alguna confianza en las obras de la Ley? Es verdad que el renombre de la fe de los creyentes romanos se había divulgado por todo el mundo, pero una fe valerosa no implica necesariamente la exacta comprensión de las verdades fundamentales del Evangelio. Pablo escribe con confianza, como quien tiene derecho de hablar y de ser escuchado, pero al mismo tiempo existía la necesidad de escribir tanto para salir al paso de toda posibilidad de malentendidos como para poner por escrito las doctrinas característicamente cristianas que hemos de estudiar y meditar.

La iglesia en Roma

1. Su fundación
Carecemos de datos que nos permitan fijar con exactitud la fecha de la fundación de la iglesia en Roma. No hay base histórica alguna que justifique la tardía tradición de que Pedro fuese a Roma después de ser libertado de la cárcel por el ángel y que allí evangelizara (Hch 12:17). Por otra parte, no hay por qué negar que Pedro estuviese en Roma más tarde y que allí diera su vida por el Señor; pero eso no tiene nada que ver con la fundación de la iglesia, que entonces llevaba muchos años de historia.
No es imposible, sin embargo, que Pedro tuviese una parte indirecta en los principios del testimonio cristiano en la metrópoli, ya que leemos en (Hch 2:10): de "visitantes de Roma, tanto judíos como prosélitos", que eran testigos presenciales de las maravillas en el Día de Pentecostés, por lo que suponemos que también escucharon el mensaje que Pedro pronunció después. Si algunos de estos visitantes judíos de Roma se hubiesen convertido aquel día, habrían llevado el Evangelio por lo menos a los judíos de la metrópoli. Sea ello como fuere, dado el movimiento continuo entre la capital del Imperio y la región de Siria e Israel, no tardarían en llegar hasta allí algunos creyentes celosos que procederían a reunirse con la sencillez propia de aquellos tiempos apostólicos, lo que resultaría en la formación de la primera iglesia local, la verdadera "iglesia de Roma", de marcado carácter judaico en sus comienzos, que suponemos anteriores a la apertura de la puerta de la gracia a los gentiles en Cesarea (Hch 10).
En (Hch 18:2) leemos de un decreto de Claudio que expulsó a los judíos de Roma, lo que motivó la estancia de Aquila y Priscila en Corinto. Tales decretos eran bastante frecuentes por entonces, pero pronto llegaban a ser letra muerta, lo que permitía el retorno de banqueros y comerciantes tan activos y útiles como eran los judíos. Según el historiador romano Suetonio, aquel de Claudio se motivó por algunos alborotos entre los judíos, ocasionados por un tal "Chresto". Es muy probable que hay aquí una confusión entre "Chresto" y "Cristo", señalando la referencia de Suetonio el resultado del impacto sobre los judíos de la sinagoga del cristianismo naciente. Si la deducción es válida, se hallaban muchos creyentes en Roma por el año 51/52, lo lo que supone una fecha bastante anterior para la fundación de la iglesia. De hecho no hay nada que nos impida pensar en una iglesia de judíos convertidos en Roma en la primera década después del Día de Pentecostés.
2. Su importancia numérica
La importancia numérica de la iglesia en la fecha de la redacción de esta Epístola puede deducirse de las numerosas referencias personales que hallamos en el capítulo 16, pues si tantos conocidos tenía Pablo en una iglesia que nunca había visitado, ¡cuántos miembros había que no conocía! Sin embargo, no debe extrañarnos el número de sus amigos, pues durante veinte años de servicio, Pablo habría hecho contacto con muchas personas que luego se trasladarían a la metrópoli.
Otros indicios hay de una membresía crecida, pues si los alborotos producidos en Roma a causa de "Chresto", según la cita de Suetonio, habían repercutido en la vida de la gran ciudad hasta el punto de motivar un edicto de expulsión contra los judíos, es de suponer que habían llegado a adquirir proporciones considerables. No sólo eso, sino que las referencias que hace Tácito (otro historiador romano) a la persecución de la iglesia en Roma por Nerón, no muchos años después, parecen indicar que la comunidad cristiana era muy considerable, pues una multitud de personas sufría el martirio.
3. La composición de la iglesia
De nuevo las numerosas salutaciones del capítulo 16 echan alguna luz sobre el origen y estado de los cristianos de la iglesia en Roma. Los nombres indican creyentes de procedencia judía y gentil, y es notable el número de hermanas que hallan mención en la lista. Que la iglesia fuese compuesta tanto de creyentes judíos como gentiles se deduce también por la manera en que Pablo se dirige a ella: por una parte, escribe como el Apóstol de los gentiles (Ro 11:13), honrando su ministerio, deseando tener algún fruto entre los creyentes romanos "como entre los demás gentiles" (Ro 1:13) (Ro 15:16); por otra parte, escribe como si tuviera el Antiguo Testamento siempre delante, sin olvidarse por un momento del "problema judío", que recibe su más amplio estudio en los capítulos 9 a 11 de esta carta. Tanto es así que puede hacer referencia a "nuestro progenitor Abraham" (Ro 4:1), bien que la frase pertenece a una pregunta retórica que podría ser la del "judío objetor": el contrincante imaginario que entra tantas veces en escena en esta Epístola para expresar los argumentos que empleaban los judíos incrédulos al Evangelio. Es evidente que Pablo puede contar con conocimientos profundos de los libros del Antiguo Testamento entre los creyentes en Roma, ya que las citas sacadas de ellos llegan a un récord, constituyendo el tejido y urdimbre de muchos importantísimos argumentos. Además de los cristianos y judíos de raza, es probable que, en una ciudad como Roma, se hallasen muchos prosélitos y "temerosos de Dios" que, habiendo escuchado el Evangelio, creyeron para vida eterna.

¿Carta o tratado doctrinal?

El lector más superficial notaría rasgos que diferencian esta Epístola de otras del apóstol Pablo, como las que dirigió a la iglesia en Corinto, por ejemplo. En éstas, Pablo "habla" con sus queridos y fluctuantes hijos en la fe, pasando de un tema a otro según la urgencia de los problemas que iban surgiendo en la familia cristiana, que tan bien conocía; es decir, el estilo y la presentación son epistolares, con frecuente mención de personas e incidentes conocidos tanto por el autor como por los lectores. En cambio, desde (Ro 1:16) hasta (Ro 15:12) se desenvuelven argumentos y se presentan doctrinas de una forma impersonal, desarrollados según un orden lógico y seguido, muy poco frecuente en los escritos de Pablo. Nadie ha dudado de la autenticidad de la Epístola, pero algunos eruditos han pensado en un documento ya redactado que presentara la doctrina apostólica en general, al cual Pablo añadiera un prólogo y un epílogo personal al ver la conveniencia de que la iglesia en Roma tuviese delante de sí una exposición de sus enseñanzas como preparación para su visita personal. El corazón de la Epístola es digno de ser llamado "un tratado doctrinal", que llega a sublimes alturas de concepto, desarrolladas con gran maestría. Con todo, no pasa de ser una mera especulación que existiera tal documento en su forma actual, aparte de la carta que estudiamos. Desde luego, Pablo había meditado durante años en los temas que el Espíritu iba revelándole, pero lo más probable es que este "tratado doctrinal" tuviera su origen cuando sintió la necesidad de exponer ordenadamente tan excelsos temas para la orientación e instrucción de una iglesia que no había fundado y que desconocía aún.
Durante los siglos segundo y tercero circulaban ciertos manuscritos de Romanos que terminaban en (Ro 15:13) y otros en (Ro 15:33), donde hallamos doxologías que podrían señalar el fin de una carta. Con todo, lo más probable es que el texto original es el que corresponde a nuestras traducciones, y que los textos truncados se deben a copias del texto que el hereje Marción arreglaba a su manera en los intereses de sus enseñanzas peculiares. Son cuestiones de cierto interés, pero de importancia más bien académica que práctica, ya que ningún escriturario digno de crédito pone en duda la autenticidad y el carácter paulino de cuanto tenemos delante en los textos y traducciones normales.

La importancia de la epístola

Para poner de relieve la inmensa importancia intelectual, doctrinal y práctica de esta Epístola, lo mejor que podemos hacer es entresacar algunas de las apreciaciones de señalados siervos de Dios que cita el Dr. Griffith Thomas en su valiosa exposición de Romanos. Él mismo expone en acertadas palabras el valor intelectual, histórico, teológico, espiritual y práctico del libro, y, en el curso de sus observaciones, nos dice que Juan Crisóstomo hacía que se lo leyesen todas las semanas. Lutero lo llamó "el libro más importante del Nuevo Testamento", y añadió: "Es la verdadera obra maestra del Nuevo Testamento, el más puro Evangelio, digno de que un cristiano no sólo lo aprenda de memoria, sino que también tenga trato diario con él, considerándolo como el pan cotidiano del alma humana". Coleridge, el gran poeta inglés, lo llamó "el libro más profundo que existe", mientras que el teólogo alemán, el dulce Melancton, lo copió dos veces de su propia mano para llegar a conocerlo íntimamente. La renovada comprensión de Romanos (juntamente con Gálatas) motivó el movimiento reformador del siglo XVI y prestó fuego a los avivamientos evangélicos de los siglos XVIII y XIX en la Gran Bretaña y en los Estados Unidos. El Dr. David Brown comentó: "Mientras que toda la Escritura ha dejado una impresión indeleble sobre el mundo cristiano, quizá no será exagerado decir que, aparte de los Evangelios, la fe del cristianismo, en sus mejores épocas, ha debido más a esta Epístola que a ninguna otra porción de los Oráculos Sagrados, tanto por la precisión y fuerza de sus conceptos y expresiones como por la espiritualidad y el ardor que lo caracterizan".
Desde luego, no es aconsejable subrayar las excelencias de un libro bíblico a expensas de otros, ya que el riquísimo contenido de todos es preciso dentro de la armonía total de la Revelación escrita; pero las citas antecedentes pueden servir para llamar nuestra atención al valor fundamental de Romanos, pues sobre los cimientos de Los Evangelios, Los Hechos y Romanos se eleva toda la divina estructura de "la fe, una vez para siempre entregada a los santos" (Jud 1:3). Esto se hará más patente en los estudios posteriores.

El momento doctrinal de la epístola

Es de interés y provecho situar la Epístola a los Romanos en la totalidad de la obra epistolar del apóstol Pablo, lo que nos permitirá discernir el momento que representa en el desarrollo y exposición de las sublimes verdades que le fueron reveladas. Desde luego, sería ridículo suponer que Pablo hubiese recibido todo el contenido de su depósito, como mayordomo de los "misterios", en seguida después de su llamamiento en el camino a Damasco. El proceso de revelación fue gradual y progresivo, como se destaca por la cita que Pablo hace de las palabras del Señor en (Hch 26:16): "Para esto te he aparecido, para constituirte ministro y testigo, tanto de lo que has visto de mí como de aquello en que te apareceré". La providencia de Dios coordinaba las circunstancias del servicio de su siervo a fin de aumentar progresivamente las revelaciones hasta completarse lo que nosotros llamamos el cuerpo doctrinal paulino: elemento de primordial importancia en el conjunto de la revelación cristiana.
El orden de las Epístolas paulinas.
Las Epístolas a los Tesalonicenses. Por varias poderosas razones, el que escribe no puede aceptar la teoría de Ramsay de que Gálatas fuese escrito en el intervalo que mediaba entre el primer viaje y el segundo, creyendo, por lo tanto, que las cartas a los tesalonicenses son los primeros escritos de Pablo que se conservan, llegando a ser con toda probabilidad los primeros escritos en orden cronológico de redacción de todo el Nuevo Testamento. Pertenecen al principio del ministerio en Corinto (Hch 18:5) con (1 Ts 3:1-7), o sea, a los años 51 a 52 d. C. Se motivaron por los grandes sufrimientos de los creyentes de la iglesia recientemente fundada, de modo que abundan en exhortaciones, consuelo y consejos prácticos. El rasgo doctrinal más destacado es el amplio desarrollo que se da al tema de la Segunda Venida de Cristo.
Las Epístolas a los Corintios corresponden cronológicamente al largo ministerio de Pablo en Éfeso (Hch 19), durante el cual recibía noticias alarmantes sobre las fluctuaciones espirituales de ciertos sectores de la iglesia en Corinto, debidas en parte al predominio del elemento gentil, recién salido del paganismo; y en parte al carácter volátil e inestable de los griegos de la región. Las necesidades del momento motivaron cartas que establecieron el orden interno de la iglesia local y que aclararon el verdadero sentido del ministerio cristiano.
La Epístola a los Gálatas. También de las iglesias de la provincia de Galacia llegaron malas noticias por aquella época, puesto que habían prestado oído a la herejía de los judaizantes, con grave peligro de abandonar los caminos de la gracia. Los judaizantes eran cristianos judíos que habían aceptado a Jesús como su Mesías nacional, sin poder (o querer) admitir la idea de que los gentiles creyentes pudiesen entrar en el Reino sólo por el arrepentimiento y la fe en Jesucristo. Enseñaban que les era preciso circuncidarse y someterse a la Ley para llegar al Reino por la puerta de Israel. Al mismo tiempo atacaban la autoridad apostólica de Pablo. La Epístola por la que Pablo intentó salvar a sus hijos en la fe de Galacia salió candente de su corazón herido, de modo que las grandes doctrinas de la gracia, de la fe y de las operaciones del Espíritu Santo, en vivo contraste con la Ley, las obras y las energías carnales, se presentan con gran viveza en relación directa con el peligro que corrían las iglesias. Gálatas se ha llamado el "esbozo preliminar de Romanos", pero no por eso deja de ser completo en sí, muy valiosa por la fuerza contundente de los argumentos que se aplicaban a un caso concreto. El momento corresponde al fin del ministerio en Éfeso o al recorrido que realizó Pablo después por Macedonia antes de llegar a Acaya, o sea, a los años 56 a 57.
La Epístola a los Romanos. Nuestra Epístola se relaciona estrechamente a la de Gálatas tanto por su contenido doctrinal como por muchas expresiones verbales casi idénticas, lo que determina la proximidad de las fechas de redacción. El "momento doctrinal" es el mismo, pues en Romanos Pablo vuelve a examinar los grandes temas contrastados de gracia y ley, fe y obras, Espíritu y carne, pero esta vez pausadamente, sin luchas ni tensiones, gozándose tan sólo en las grandes obras que Dios había realizado en Cristo y por las operaciones del Espíritu Santo. Es probable que Pablo había recibido ya noticias alentadoras sobre el buen efecto que su apasionada carta había producido en Galacia, pensando que había pasado el punto álgido de la crisis de su gran lucha contra el error judaizante. De todas formas escribe a Roma con toda tranquilidad de espíritu para exponer magistralmente tanto el fundamento como las múltiples facetas del Evangelio de la gracia de Dios. Es el momento de confirmación, cuando ya se apunta la victoria sobre el legalismo y se asegura el carácter universal de la Iglesia.
Filipenses, Colosenses, Efesios, Filemón. Éstas son Epístolas escritas durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma, y, a pesar de varias sugerencias modernas de que una o todas habrían podido escribirse en Cesarea —o aun durante algún período en una cárcel de Éfeso del cual nada se revela en Los Hechos—, creemos que corresponden a los dos años que pasó Pablo en Roma como preso, con la esperanza creciente de ser libertado (Hch 28:30-31) (Fil 1:12-26) (Ef 6:19-20) (Flm 1:22). Es imposible determinar el orden de redacción dentro del período señalado, pero —dejando aparte Filemón, que es una hermosa misiva personal— se discierne una progresión doctrinal desde Filipenses a Colosenses y de Colosenses a Efesios. Filipenses es en gran parte una carta personal de Pablo a la amada iglesia de referencia, que rebosa gozo en el Señor y que recalca hermosos aspectos de la comunión cristiana. Con todo, es evidente que Pablo meditaba profundamente en la persona de Cristo dentro de la perspectiva eterna, pues (Fil 2:1-11) llega a ser uno de los pasajes cristológicos más importantes del Nuevo Testamento. Colosenses elabora el tema cristológico frente a los incipientes errores gnósticos que se manifestaban en Colosas, subrayando la preeMinencia de Cristo —como Dios-creador, Redentor y Mediador— frente a todas las imaginadas potencias angelicales de los gnósticos. Efesios continúa el mismo tema, pero en relación con los designios eternos de Dios para con la Iglesia, presentada como Cuerpo místico de Cristo y centro —juntamente con Cristo— de la Nueva Creación. Si las epístolas a los Gálatas y a los Romanos pueden conceptuarse como el fundamento doctrinal de la Fe, las que se dirigieron a los Corintios levantan las murallas del testimonio de las iglesias y del ministerio de la Palabra, para que lleguemos luego a la cúpula de oro de la sublime cristología de las cartas del cautiverio.
1 Timoteo, Tito, 2 Timoteo. Las dos primeras de las llamadas "Epístolas pastorales" se escribieron durante el intervalo que medió entre el primer encarcelamiento de Pablo y el último, terminando éste con el martirio, que ya se anuncia en 2 Timoteo, redactada en la cárcel durante la persecución neroniana. No faltan importantes "paréntesis doctrinales" en estos escritos, pero se ocupan mayormente de las necesidades de las iglesias y de los siervos del Señor, hacia el fin de la época apostólica, en un momento en que la Obra se extiende bajo la sombra de la persecución, notándose, dentro de la Iglesia, la frialdad de algunos y los errores doctrinales de otros. De ahí surgen muchos problemas de tipo eclesiástico y misionero que motivan los sabios consejos del gran Apóstol, ya próximo a acabar su carrera. El valor histórico y humano de estos escritos pasa más allá de toda ponderación, ya que se nos otorga un vistazo último de Pablo, y le vemos tan desligado de consideraciones meramente humanas, tan enamorado de Cristo como lo fue en el apogeo de su carrera. El valiente campeón pudo exclamar frente al patíbulo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la Fe".
La Epístola a los Hebreos es anónima en los manuscritos más antiguos, y consideraciones tanto lingüísticas y estilísticas como conceptuales y de redacción señalan una inteligencia y una mano distintas de las de Pablo, bien que cada palabra lleva el sello inconfundible de la inspiración divina, complementando perfectamente sus enseñanzas la gloriosa "entrega" de doctrina que hemos apreciado en el cuerpo paulino.

Lo divino y lo humano

Las salutaciones al final de las Epístolas no carecen de significado y de importancia, pues esbozan el marco de circunstancias humanas que corresponden a las verdades inspiradas de la Epístola. Ya hemos notado que el capítulo 16 echa luz sobre la composición de la iglesia en Roma, a más de otras lecciones que veremos en su debido lugar. Fijémonos especialmente en el papel secundario, pero importante, que desempeñaron Gayo, Tercio y Febe en la producción de este escrito, verdadera "carta magna" del cristianismo.
1. Gayo, Tercio y Febe
Gayo. Ya hemos visto que podría tratarse del primer hospedador de la iglesia de Corinto, Ticio Justo. Sea ello como fuere, es evidente que era un hermano pudiente —no hemos de confundirle con los otros "Gayos" de Los Hechos y de las epístolas—, que podía ofrecer hospitalidad tanto a la iglesia como a los siervos de Dios que visitaban la ciudad. La hospitalidad que otorgó a Pablo durante sus tres meses en Corinto libró al Apóstol de todo cuidado material, dejándole el tiempo y el espíritu libres para la consumación de su labor. Así no sólo pudo volver a confirmar la obra en Corinto después de la turbación causada por varios sectarios, sino que aprovechó la tranquilidad que le brindaba la casa de Gayo para redactar con todo cuidado y reflexión la gran epístola a los Romanos. ¡Gracias a Dios por la labor de los "Gayos" hospitalarios!
Tercio. "Yo, Tercio, que escribí esta epístola": así se describe el fiel amanuense de cuyo minucioso cuidado y destreza profesional dependía la exacta transmisión de esta porción de la Palabra Santa. Hay evidencia en las epístolas de que los escribanos podrían influenciar en los detalles del estilo, seguramente en consulta con el autor inspirado, de modo que no se trata meramente de un copiador mecánico. No sabemos nada más de él, pero su labor le ha merecido la inclusión de su nombre en las Sagradas Escrituras para eterna memoria, mientras que la mayoría de los prohombres de su día han pasado al olvido perpetuo.
Febe. Febe fue recomendada por el Apóstol a los santos en Roma con frases elogiosas que no se apartarían de la más exacta verdad. Era diaconisa de la iglesia en el puerto de Cencrea, fiel sierva del Señor, conocida por su trabajos en pro de la Iglesia en general y del Apóstol en particular. Tenía gestiones que realizar en Roma y su conocida fidelidad la hacía portadora idónea de este mensaje de Pablo a los creyentes en Roma. Es ejemplo de las muchas hermanas trabajadoras de la época apostólica. Los tres ayudadores humildes del Apóstol, relacionados con la producción de esta Epístola, se presentan como ejemplos de la numerosa compañía de hermanos fieles que rodearon al Apóstol, haciendo posible su gran labor de adalid en todo el campo misionero.
2. Un cuadro atrayente
El piadoso obispo Moule, comentador de esta Epístola en su día, plasmó en unas rápidas pinceladas —inspiradas tanto por la erudición como por la imaginación santificada— el cuadro que quiere representar la realidad de los días que precedieron la partida de Febe para Roma. Nos hace ver una pieza amplia en la casa de Gayo, amueblada con la elegante sencillez de los griegos. Por ella Pablo se pasea nerviosamente, la mirada fija por la intensa concentración de su espíritu, mientras que, impulsado por un poder superior a sí mismo, va cuajando en profundos pensamientos y vibrantes palabras las verdades más sublimes que jamás brotaron de la mente humana, dejando aparte las enseñanzas del Maestro divino. En un rincón está sentado Tercio delante de su pupitre, con el aparato de escribanía a mano, trazando velozmente sobre la superficie del papiro los caracteres griegos que han de dar permanencia al mensaje. En lontananza se percibe el movimiento de embarcaciones en Lequeo, puerto occidental de Corinto (Cencrea se situaba al oriente), entre las cuales se halla una galera que se apresta para su viaje a Roma. En ella se embarcará en breve la fiel Febe, llevando entre su exiguo equipaje un rollo de papiro que, a pesar de su aparente insignificancia, constituye uno de los mayores tesoros que Dios otorgó jamás a los hombres por medio de un siervo suyo.
3. El siervo, las circunstancias y el Espíritu
Por lo menos el cuadro antecedente nos hace meditar en el doble aspecto de la inspiración. Los hombres y mujeres van y vienen en el curso de quehaceres que en lo exterior no se distinguen de los movimientos de los mundanos. También obra la inteligencia de un hombre, Pablo, que utiliza sus estudios, su preparación, su experiencia y su profunda meditación en los temas que expone. Al mismo tiempo el Espíritu de Dios se sirve de estas circunstancias y de este instrumento humano para revelar los consejos divinos por un proceso de inspiración que no anula la personalidad del siervo, pero controla el timón de su pensamiento y de su expresión hasta el punto de que la palabra final es la de Dios. En la inspiración de la Palabra los elementos divinos y humanos están tan estrechamente entreverados y tan indivisibles como lo son las dos naturalezas, la divina y la humana, en la bendita Persona de nuestro Señor Jesucristo, siendo él el Verbo divino encarnado y las Escrituras la Palabra divina escrita.

Preguntas

1. Relaciónese la Epístola a los Romanos con el desarrollo de la tercera expedición misionera de Pablo, señalando claramente la ocasión que motivó la carta, además de la fecha y el lugar de la redacción.
2. ¿Qué nos revela esta Epístola sobre los planes del Apóstol en la fecha de su redacción? Discurra sobre la importancia de la visita que Pablo proyectaba hacer a la iglesia de la metrópoli, señalando además su propósito al redactar la carta.
3. Refiera todo lo que sabe de la iglesia de Dios en Roma a la fecha de la redacción de esta Epístola (fundación, composición, importancia numérica, etc.).
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).

Comentarios

Venezuela
  Carlos Vallenilla  (Venezuela)  (07/09/2019)
Excelente estudio la carta a los Romanos es descripción de lo que es el evangelio de Jesucristo, espero estudiar el contenido y sacar el mejor de los provechos, gracias al Señor por encontrar este recurso maravilloso, adelante hermanos son ustedes canal de bendición para mi .
Perú
  Esther Concha  (Perú)  (01/09/2019)
Excelente lectura, una valiosa herramienta en el estudio de la Vida de Pablo y sus viajes misioneros, será de bendición para muchos. Gracias mil.
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