Estudio bíblico: El justo y los pecadores - Salmo 1:1-6

Serie:   Los Salmos   

Autor: Luis de Miguel
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España
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El justo y los pecadores - Salmo 1

(Sal 1:1-6) "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará. No así los malos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá."

Introducción

El primer Salmo es considerado como una introducción a toda la colección de Salmos. Presenta dos temas centrales que vuelven a aparecer una y otra vez en otros muchos salmos:
El hombre "justo" y su contraste con el hombre "malo".
La importancia de la Ley de Dios.
En cuando al contenido de este salmo, el poeta nos presenta al hombre justo, aquel que tiene su delicia en la ley de Dios, en contraste con el hombre impío, aquel que sigue el camino de los pecadores. Y por supuesto, nos va a indicar también cuál es el fin de cada uno de ellos: bendición y vida el de los justos, y maldición y muerte el de los impíos.
En cierto sentido, el propósito del salmista es colocarnos al comienzo de estos dos caminos a fin de que tomemos la elección correcta después de informarnos sobre ambos. Y evidentemente, cada hombre y mujer debe optar por uno de ellos y asumir todas las consecuencias de su propia decisión. Al fin y al cabo, sólo hay dos caminos en la vida: o reverenciamos a Dios y le amamos, o por el contrario vivimos de espaldas a él ignorando sus mandamientos.

"Bienaventurado el varón"

El salmo comienza con una verdad incuestionable: Dios desea que los hombres sean felices y dichosos. Esto es lo que significa el término hebreo que aquí se traduce por "bienaventurado". Y en realidad, para darle el verdadero sentido y fuerza deberíamos leerlo como una expresión exclamativa: "¡Oh la felicidad del varón...!", "¡Qué feliz el varón...!".
Ahora bien, el anhelo de felicidad es universal, pero ¿es realmente posible llegar a ser felices? La respuesta dependerá de lo que entendamos por ser felices. Para muchos tiene que ver con la ausencia de todo sufrimiento y la posesión de todo lo deseado en circunstancias de bienestar permanente asegurado. Visto desde esta perspectiva, en un mundo con tanto dolor como el nuestro, es difícil pensar en llegar a este estado de felicidad. Y por otro lado, observamos que personas que tienen ese tipo de abundancia y seguridad, no por eso llegan a ser felices, sino que dan muestras de seguir sintiendo una profunda sensación de insatisfacción, que en algunas ocasiones intentan llenar con otras cosas que a veces pueden ser incluso peligrosas y nocivas para sus propias vidas.
Pero la felicidad o bienaventuranza de la que el salmo nos habla no tiene que ver con las posesiones que la persona tiene o con sus circunstancias temporales, sino que se basa en tener una correcta relación con Dios y vivir de acuerdo a sus mandamientos.
Notemos cómo lo resumía otro salmista:
(Sal 4:7-8) "Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto. En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado."
En otros pasajes se expresan también algunas de las causas que producen este tipo de felicidad:
(Sal 32:1-2) "Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño."
(Sal 33:12) "Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová..."
(Sal 2:12) "Bienaventurados todos los que en él confían"
(Job 5:17) "Bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga..."
(Mt 5:3) "Bienaventurados los pobres de espíritu"
Por lo tanto, puesto que esta felicidad no depende de las posesiones o circunstancias por las que atravesemos, sino de una correcta relación con Dios, se trata de una felicidad que está al alcance de todos por igual.
Y por otro lado, el salmista inspirado quiere ayudarnos a corregir la visión equivocada del hombre que piensa que la verdadera felicidad viene por vivir dando satisfacción a todos nuestros apetitos al margen de los mandamientos de la ley de Dios. Esta es una terrible equivocación de la que constantemente nos quieren convencer desde la televisión, radio, cine, revistas... Todos ellos nos sugieren de una y mil maneras que la permisividad es el camino para alcanzar una vida plena de gozo. Pero desde la perspectiva bíblica, esta es una ilusión falsa y peligrosa.

Las características del hombre justo

A continuación el salmo nos va a facilitar una serie de características del hombre que es verdaderamente bienaventurado o feliz. Se trata del hombre que más tarde describirá como "justo" y que nosotros asociamos en el Nuevo Testamento con un verdadero creyente.
Notemos que empieza describiendo su carácter por medio de tres frases negativas: "no anduvo", "no estuvo", "no se ha sentado". El salmista, igual que nosotros, veía un mundo a su alrededor donde prevalecía la maldad, y en ese contexto, cualquier creyente que quiera ser justo tendrá que decir "no" a mucho de lo que el mundo dice "sí". Esa es la necesaria parte "negativa" de la santidad. Aunque como veremos después, el verdadero justo no es simplemente aquel que no hace ciertas cosas malas, sino que sobretodo se caracteriza por una actitud positiva que le lleva a amar y cumplir la ley de Dios.
1. "Que no anduvo en consejo de malos"
Para ser bienaventurado o feliz, la primera condición es "no andar" en los consejos de los malos.
Esto implica necesariamente elegir bien nuestras compañías. Aquí se trata de evitar caminar junto a los "malos", es decir, con aquellos que habiendo roto con los principios morales de la ley de Dios, viven de espaldas a él, haciendo lo que les apetece, sin someterse a ninguna norma divina, simplemente dejándose llevar por sus propios deseos.
El andar con los "malos" es peligroso porque siempre nos quieren influir con sus "consejos" y su forma de pensar, a fin de alejarnos de Dios. Pero el hombre justo no puede establecer su estilo de vida en base a las recomendaciones o sugerencias de los hombres perversos, sino por la ley de Jehová.
Esto nos recuerda que la mente es el primer bastión que debemos defender, porque en ella está la llave que permite entrar a conquistar el resto de la personalidad (2 Co 10:3-6).
2. "Ni estuvo en camino de pecadores"
La idea es que "no se quedó parado en camino de pecadores". Esto guarda relación con lo anterior, aunque vemos cierta progresión. Puesto que el justo no escucha los pensamientos y consejos del impío, tampoco se encuentra donde éstos están.
Ahora bien, es interesante notar el término con el que se describe en esta ocasión a los impíos: son llamados "pecadores". La idea de la palabra original tiene que ver con "errar el blanco". En este contexto, el pecador es alguien que ha equivocado las verdaderas metas de su existencia, porque en lugar de tener como su principal objetivo el vivir de acuerdo al propósito de su Creador, vive para sí mismo y su propia exaltación. Y por supuesto, el ser humano no encuentra en ese tipo de vida lo que espera, porque lejos de alcanzar la grandeza o la plenitud, lo que halla es la esclavitud moral, la degradación y la muerte. Por todo esto, no es de extrañar que el justo no quiera estar en la compañía de los pecadores.
3. "Ni en silla de escarnecedores se ha sentado"
Nuevamente vemos la progresión que se produce cuando el hombre se acerca a los pecadores. Comienza por escuchar sus consejos y asumir sus ideas, luego se junta en su compañía asumiendo su estilo de vida, y finalmente, pierde todo temor y respeto terminando por burlarse de los principios de Dios y de aquellos que los siguen.
Son los "escarnecedores", aquellos que tienen una conciencia endurecida, y que a sus malas acciones añaden sus burlas contra todo aquel que no piensa ni vive como ellos. Estos son los "burladores, que andan según sus malvados deseos" y se ríen de los juicios de Dios (2 P 3:3-4) (Jud 1:18). Una situación cada vez más presente en nuestros días.
Por supuesto, el justo evita pasar tiempo con estos escarnecedores, porque tanto sus conversaciones como su estilo de vida están en contra de los principios de la Palabra, y su fidelidad a Dios le impone una separación de aquellos que claramente son enemigos del Altísimo.
4. "Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche"
Ahora notamos que frente al "consejo de los malos", el piadoso escucha, ama y se somete a "la ley de Jehová". Más arriba hemos señalado que la batalla empieza en el terreno de los pensamientos, y que cuando se logra conquistar la mente, entonces la vida entera queda moldeada de acuerdo a esos pensamientos, de ahí la importancia de elegir bien qué tipo de influencias aceptamos.
Por eso, el hombre justo ya no se deleita en las cosas del mundo, sino que como un niño recién nacido, tiene hambre espiritual y anhela "la leche espiritual no adulterada" que se encuentra en la Palabra de Dios (1 P 2:2-3). Ahí está su auténtico deleite, porque es en ella donde conoce a Dios y así puede llegar a establecer una relación correcta con él.
Ahora bien, ¿cómo podía el salmista deleitarse en la ley de Dios si el apóstol Pablo decía que todos los que están bajo la ley están bajo maldición (Ga 3:10,13)? Esta pregunta es importante porque nos lleva a pensar en dos usos diferentes que se pueden hacer de la ley; uno malo y otro bueno. En primer lugar es cierto que Pablo hablaba de "la maldición de la ley", pero notamos en el contexto de esas citas bíblicas que se refería con ello a aquellas personas que intentaban conseguir su salvación por medio del cumplimiento de la ley. En ese caso, puesto que no hay nadie que consiga cumplir perfectamente todos los mandamientos de la ley divina, inmediatamente quedamos bajo la condenación de Dios. Desde ese punto de vista, la ley no puede producir gozo, sino tristeza y frustración. Sin embargo, encontramos que con frecuencia los autores bíblicos se referían también al deleite que les producía la ley de Dios. Además de este salmo que estamos estudiando, todo el Salmo 119 deja constancia del amor del salmista por los estatutos divinos. Incluso el mismo apóstol Pablo confesaba que él también se deleitaba en la ley de Dios (Ro 7:22). Ellos podían pensar de esa manera porque veían en la Ley de Dios el medio por el cual conocer a Dios y establecer un tipo de vida que le agrada. Por supuesto, esto implicaba necesariamente que previamente habían sido justificados por la gracia de Dios, no por sus propios méritos, porque por ese camino, como ya hemos visto, la ley sólo puede producir maldición.
Notemos también que el salmista no sólo se deleitaba al leerla, sino que también lo hacía al meditar en ella. Esto es importante, porque la Palabra de Dios no nos ha sido dada para satisfacer nuestro intelecto, sino para que vivamos de acuerdo a sus instrucciones; por esa razón se hace tan necesaria su adecuada meditación. En este sentido, podríamos decir que la meditación es para el alma lo que la digestión es para el cuerpo; es necesaria a fin de poder hacer nuestra la Palabra y que llegue a ser parte de nuestro ser interior (Jer 15:16) (Ez 3:3) (Ap 10:9).
El salmista meditaba en la Palabra "de día y de noche", lo que implica que le acompañaba en todo momento. Con ello pretendía fijarla en su mente y corazón a fin de experimentar en la vida su sabor y poder.
Es importante subrayar que no se trataba de una meditación ocasional en la Palabra. Cuando se hace de ese modo, la Palabra apenas llega a tener efecto en la vida. Por el contrario, es necesario desarrollar el hábito de meditar constantemente en ella para que cumpla plenamente su propósito. Recordemos el mandamiento que se le dio a Josué:
(Jos 1:8) "Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien."
El actual estilo de vida, caracterizado por la prisa, la inquietud y la ansiedad, no favorece la meditación. De ahí que en nuestros días mucho del conocimiento de la Palabra de Dios sea superficial y afecte también superficialmente a la conducta. Esa es la razón por la que luego fácilmente adoptamos los criterios de la sociedad secularizada en la que vivimos. Así pues, la meditación pausada en la Palabra es una de las grandes necesidades de la Iglesia del Señor en estos días.

El fin del camino de los justos

1. "Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas"
Ahora el salmista compara al justo con un árbol plantado junto a corrientes de aguas. Quizá él pensaba en algunas regiones de Israel que se caracterizaban por su aridez y escasa vegetación por causa de la falta de agua. Pero en medio de esa tierra desértica, de vez en cuando se producía el "milagro" de algunos espacios donde de repente aparecía una vegetación exuberante. Eso se debía a las aguas corrientes que atravesaban aquella región. Allí los árboles podían absorber en el suelo húmedo las sustancias necesarias para mantener su vitalidad y belleza.
El salmista veía al hombre justo como un árbol de ese tipo. Veamos un cuadro similar en otro salmo:
(Sal 92:12-14) "El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes"
Esta comparación es muy acertada, porque el creyente vive también en medio de un mundo donde no hay vida espiritual a su alrededor, y no es difícil imaginarlo como un desierto en el que fácilmente se seca cualquier planta, de ahí la necesidad de beber constantemente en las "corrientes de agua" de la Palabra de Dios.
Ahora bien, existe el peligro de que el creyente, del mismo modo que el árbol que está plantado junto a corrientes de aguas vivas, no sienta la necesidad de profundizar sus raíces, ya que encuentra el agua con facilidad en las capas superiores del terreno. Pero esto sólo puede ser causa de graves problemas a la larga. Sólo hará falta que sople un poco de viento fuerte para que el árbol sea desarraigado. Debemos tener cuidado con esto, porque la facilidad que muchos cristianos tienen para acceder a la Palabra de Dios, los puede llevar a no valorarla suficientemente y a no profundizar en el conocimiento de ella.
2. "Que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae"
Como veíamos, es la persona que se nutre adecuadamente de la Palabra de Dios, incorporando sus enseñanzas a su vida, la que finalmente llevará fruto y su hoja no caerá.
Finalmente esto es lo que da sentido a la existencia del árbol: que dé fruto y produzca belleza. Y esta debe ser también la meta del hombre. Debemos producir fruto para Dios y vivir de tal manera que se pueda decir que nuestras vidas reflejan la belleza de Dios nuestro Creador.
Notemos también que dice que "da su fruto en su tiempo". Cada árbol tiene su tiempo para dar fruto, y por supuesto, da su fruto de acuerdo a su especie. Así también el creyente manifestará diferentes frutos en distintos momentos. Habrá ocasiones que será "fruto de labios que confiesan su nombre" (He 13:15), de comunión y edificación (Ro 1:13), de santificación (Ro 6:22), de ofrendas económicas (Ro 15:28), de conversiones (Ro 16:5), de buenas obras (Col 1:10), de justicia y paz (Stg 3:18), de conocimiento de nuestro Señor Jesucristo (2 P 1:8). Y por supuesto, lo más importante, fruto de un carácter como el de Cristo:
(Ga 5:22-23) "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."
Otro detalle interesante en cuanto al justo es que "su hoja no cae". Esto quiere decir que su hoja no se marchita, sino que mantiene en todo tiempo su frescura y vitalidad. Es inmune al deterioro que provoca la sequía. Y así será el creyente que está bien arraigado en Dios y en su Palabra.
Veamos cómo lo expresó el profeta Jeremías:
(Jer 17:8) "Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto."
3. "Y todo lo que hace, prosperará"
Por supuesto, lo que aquí se está asegurando no es el éxito tal como se conoce en el mundo. Es verdad que el creyente que vive bajo los principios éticos de la ley de Dios (laboriosidad, honradez, tenacidad, confianza, optimismo) tendrá muchas posibilidades de prosperar en todas aquellas empresas comerciales que emprenda. Pero el énfasis que el salmista expresa aquí está en otro tipo de prosperidad. No olvidemos que a los ojos de Dios, mucho más importantes que los logros temporales, está el desarrollo del carácter de sus hijos para parecerse más al modelo que encontramos en Cristo.
El apóstol Pablo se refirió a esto cuando expresaba que la adversidad y el sufrimiento que podamos atravesar en esta vida presente, pueden hacernos prosperar en la formación de un carácter maduro que es lo que realmente le agrada a Dios.
(Ro 5:3-5) "Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado."
No olvidemos que en último término, lo realmente importante y en lo que debemos prosperar, es en la obra que Dios está realizando dentro de nosotros mismos, porque eso nos acompañará en la eternidad, mientras que dejaremos todo lo demás en este mundo.

El hombre malo

En contraste con el "justo", ahora se nos presenta al "malo", también descrito en otras partes como "perverso" o "inicuo". Varias de sus características ya han aparecido anteriormente, pero ahora se nos dan otras más. Veamos algunos detalles de los "malos".
1. "Son como el tamo que arrebata el viento"
La escena que ahora se nos sugiere es tomada de la vida agraria, específicamente tiene que ver con la práctica de aventar el trigo una vez que había sido trillado a fin de separar el grano de la cáscara y la paja. Cuando era lanzado al aire, el grano, por su mayor peso, caía al suelo, mientras que el tamo, ese polvo o paja muy menuda que lo recubría, eran llevados lejos por el viento.
El "malo" es comparado aquí con el "tamo que arrebata el viento", sugiriéndonos diferentes ideas:
Este tipo de hombre se distingue por lo insustancial de su personalidad. Tal vez puede ser rico y poderoso, divertido y alegre, pero carece de las cualidades esenciales del hombre que conoce a Dios.
Por otro lado, la figura nos indica cuál es el verdadero valor de estas personas; personas a las que a veces nosotros admiramos, tales como artistas, estrellas de cine, futbolistas, cantantes, multimillonarios... Quizá desde la perspectiva del mundo estas personas pueden ser influyentes, pero en la presencia del Señor no dejan de ser humo y neblina que dispersa el viento. ¡Qué triste cuando los creyentes tienen a este tipo de personas como sus puntos de referencia en la vida y los imitan!
Tampoco tienen firmeza en sus convicciones. Cambiarán de una postura a otra según convenga a sus intereses personales. Al estar lejos de Dios carecen del peso moral necesario para ser inamovibles frente a la temporalidad de las modas.
Una vez que la mies es trillada y ha sido aventada, al campesino sólo le preocupa el grano. La paja queda a merced del viento porque no sirve para nada.
Por supuesto, esto no quiere decir que las obras de ciertas personas que no conocen a Dios carezcan de todo valor social. Pensamos por ejemplo en las aportaciones que muchos investigadores científicos, reformadores sociales o inventores han podido hacer a la humanidad. Sin embargo, aunque sus obras pueden haber contribuido a nuestro bienestar, desde la perspectiva bíblica, muchas de ellas carecen de valor a los ojos de Dios, porque no nos ayudan en manera alguna a mostrar el sentido último de la vida o los principios básicos para ordenarla de acuerdo a los valores divinos. Pueden ser avances tecnológicos o en el campo de la salud que nos facilitan una mejor calidad de vida, pero no logran mejorarnos moralmente ni tampoco librarnos de nuestros odios y desmesuradas ambiciones.
La perspectiva correcta es la que nos ofrece la Biblia: para Dios "el justo" es como un árbol firme, permanente, fructífero y hermoso, mientras que "el malo" no pasa de ser como el polvo que se lleva el viento.

El fin de ambos caminos

1. "Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos"
Llegará un día de juicio para todos, y entonces la verdad última de las cosas será revelada con claridad. ¿Qué ocurrirá en ese momento? Aquí se nos presenta un adelanto:
"Los malos no se levantarán en el juicio". Cuando Dios se disponga a juzgar a los hombres conforme a sus principios de justicia, los malos sentirán una profunda vergüenza y no podrán levantarse para defenderse. Por supuesto, no es esto lo que ocurre hoy, cuando los impíos hacen prevalecer su voluntad y logran incluso cambiar las leyes para que se adapten a sus preferencias, pero no será eso lo que ocurrirá en el Alto Tribunal de Dios. Allí la justicia prevalecerá eternamente.
Ahora es frecuente encontrar que a lo malo se le llama bueno y de lo bueno se dice que es malo. También la cizaña se camufla entre el trigo. Pero todo eso dejará de ocurrir cuando Dios juzgue a los hombres. Entonces todo quedará al descubierto y será juzgado de acuerdo a los principios divinos, colocando cada cosa en su lugar.
"Los pecadores no se levantarán en la congregación de los justos". El destino final del justo y de los pecadores quedará completamente separado. Los impíos no formarán parte de la eterna congregación del pueblo de Dios.
2. "Porque Jehová conoce el camino de los justos, mas la senda de los malos perecerá"
El juicio divino se desarrollará de acuerdo al conocimiento exacto e íntimo que Dios tiene de cada hombre. Por lo tanto, será un juicio justo, sin equivocaciones.
Y aquí se nos anticipa cuál va a ser el fin tanto del "camino de los justos" como de "la senda de los malos". Vemos que mientras Dios aprueba con complacencia la vida de quienes le obedecen, el camino de los malos desaparecerá, dejándolos en una situación de perdición, a la deriva. Todos sus proyectos y planes perecerán.
Muchas personas hablan del juicio de Dios como si no tuvieran idea de cuál será el veredicto que escucharán en él. Pero vemos que no hay base para esa incertidumbre, porque Dios ya ha revelado de antemano lo que va a ocurrir. Es más, en muchas ocasiones, un adelanto de lo que espera a muchas personas, ya se hace patente mientras están en esta vida. Pensamos por ejemplo en personas que sufren ciertas enfermedades como consecuencia de una conducta libertina o por la esclavitud a algún tipo de adicción (el alcohol o las drogas); vemos el desastre familiar y social de otros por causa de actitudes orgullosas y caprichosas; la soledad de muchos como consecuencia de su egoísmo... Pero todas estas situaciones no pasan de ser pequeños adelantos de un juicio que tendrá consecuencias de una dimensión muy superior en la eternidad.
No lo olvidemos, la forma en la que vivimos aquí tiene consecuencias en nuestra vida en el presente, pero mucho más en la eternidad. Por eso, el salmo concluye con una invitación de parte de Dios a considerar con mucha seriedad cómo vivimos.
El apóstol Pablo hizo un llamamiento similar:
(Ga 6:7-9) "No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos."
Todos nosotros nos encontramos constantemente ante estos dos caminos, y hemos de decidir cuál de los dos escogeremos.

Comentarios

Colombia
  María Nancy Gómez Chaparro  (Colombia)  (08/03/2024)
Excelente estudio.
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  María Nancy Gómez Chaparro  (Colombia)  (08/03/2024)
Muchas gracias por sus estudios, excelentes y fácil de entender.
Colombia
  Irma Chery Montoya Moreno  (Colombia)  (26/08/2020)
Muchas gracias hermano Luis de Miguel, maravillosa comparación con sus consecuencias entre el hombre malo y el bueno. Ojalá la Iglesia entendamos estos mensajes y ayudemos a qué se extiendan por toda la sociedad que nos rodea.
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