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Estudio bíblico: Malco - Mateo 26:47-56

Autor: Roberto Estévez
Uruguay
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Malco (Mt 26:47-56) (Lc 22:47-53) (Jn 18:2-11)

Hay personas que a veces tienen la fortuna de equivocarse y aunque les salga mal algo que quieren hacer, aun así terminan beneficiándose con ello. Es el caso de aquel que perdió el vuelo en el avión que después se estrelló sin que hubiera sobrevivientes. Y en esta porción de las Escrituras tenemos dos personas con mucha ventura; me refiero a Pedro y a Malco.
A Pedro, porque su propósito no era cortarle la oreja a Malco, sino que el golpe estaba destinado al medio de la cabeza, y quizás debido al esquive de Malco termina con una lesión que técnicamente la llamaríamos no muy seria ni de peligro de muerte.
La otra persona con buena suerte fue Malco. A nadie le gusta que alguien lo ataque y lo deje herido; pero si esto va a suceder ¡qué bendición tener cerca al Señor Jesús, ser objeto de su compasión y sentir su mano sanadora! Alguien ha dicho que el que más se merecía el golpe en la cabeza era Judas y no Malco. Pero ¿quiénes somos nosotros para determinar quién se merece qué?
Pedro podía haber sido acusado y condenado a sufrir la pena capital, si el golpe que en su intención carnal y descontrolada trató de dar hubiera determinado la muerte de la víctima, pero no fue acusado legalmente de herir a otro ciudadano porque no había evidencia o prueba de delito. Si bien muchos testigos podían decir que recibió un tajo, la observación minuciosa no hubiera demostrado huellas de trauma alguno. ¡Qué hermoso simbolismo podemos ver con la obra de la justificación perfecta que hizo el Señor Jesucristo! A los ojos de Dios no hay evidencia de nuestro delito de la misma manera que a los ojos de la justicia no había evidencia de que Malco hubiera sido herido.
En (Mt 26:47) leemos: "Mientras él aún hablaba, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo". Los versículos 49 y 50 nos hablan respecto a Judas: "De inmediato se acercó a Jesús y dijo: ¡Te saludo, Rabí!. Y le besó. Pero Jesús le dijo: Amigo, haz lo que viniste a hacer...". Esta es la única vez que el Señor Jesucristo usa el término griego, traducido "amigo", en forma individual. Lo hace en términos generales en (Jn 15:14-15): "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo más siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todas las cosas que oí de mi Padre".
"...Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron" (Mt 26:50). ¡Qué palabras tan sencillas y tan hondas!: echaron mano a Jesús y le prendieron. ¿Sería posible prender con nuestras manos los huracanes, tornados y tempestades del mundo?
¿Sería posible tapar con nuestras manos la explosión de un volcán evitando la erupción de fuego y lava? ¿Sería factible aquietar con nuestras manos la tierra estremecida por un gran terremoto? ¿Apagaríamos acaso a manotazos relámpagos y rayos de una gran tormenta eléctrica? ¿Cómo es posible entonces que las manos de impíos pecadores puedan tocar el cuerpo santo del Hijo de Dios? ¿Cómo es posible que seres humanos priven de libertad de acción a aquel que es el Creador de los cielos y de la tierra? ¿Cómo es posible quitarle la libertad a aquel que la vino a dar? ¿Cómo es posible que manos pecaminosas se atrevieran a ultrajar al santo Hijo de Dios? Vienen a mi corazón las palabras solemnes de (He 12:18,19,21): "No os habéis acercado al monte que se podía tocar, al fuego encendido, a las tinieblas, a la profunda oscuridad, a la tempestad, al sonido de la trompeta y al estruendo de las palabras, que los que lo oyeron rogaron que no se les hablase más... Y tan terrible era aquel espectáculo que Moisés dijo: ¡Estoy aterrado y temblando!". Pero no, ninguno de estos hombres tenía el discernimiento para darse cuenta de lo que estaban haciendo.
Versículo 51: "Y he aquí uno de los que estaban con Jesús extendió su mano, sacó su espada, y golpeando a un siervo del sumo sacerdote le cortó la oreja". Las palabras "uno de los que estaban con Jesús" son dolorosas. Estaban con Jesús pero no habían comprendido y entendido con su corazón nada de lo que venía pasando. Observemos la expresión "le cortó la oreja", es decir, la oreja quedó desprendida del cuerpo. El Señor Jesús aprovecha esta oportunidad para sanar a Malco y dar la respuesta que consideramos.
Es interesante que Mateo y Marcos no relaten la curación sino sólo el incidente de la herida. En (Lc 22:51) leemos: "Entonces respondiendo Jesús dijo: ¡Basta de esto!. Y tocando su oreja, le sanó". "Basta de esto" significa: no quiero una batalla campal. No quiero una resistencia con muertos y heridos de los dos bandos. "...Y tocando su oreja, le sanó". Es el último milagro de sanidad que Jesucristo va a hacer en la tierra. Le tocó y le sanó. Si hubo alguien que probablemente no tenía fe en la posibilidad del milagro aquí lo tenemos. Si la oreja estaba desprendida, que creemos que es lo que Mateo nos afirma, el Señor Jesús la vuelve a colocar en su lugar. Si estaba apenas colgando, la adhiere en su sitio y la deja sana. Creo que cuando Jesús de Nazaret pone su mano sobre Malco, la sanidad es tan completa que si él estaba sangrando deja de sangrar, y si miráramos con cuidado la oreja no veríamos señales de la lesión. No fue una sanidad psicológica sino física. ¿Qué pasó con Malco después de esto? Sin duda que nunca olvidó esa mano cariñosa que le sanó.
Pero observemos la respuesta de Jesucristo con relación a este hecho. En (Mt 26:52-53) leemos: "Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo invocar a mi Padre y que él no me daría ahora mismo más de doce legiones de ángeles?". Pedro, tú sólo me estás defendiendo con tu propia espada. Aunque esto que hizo Pedro no era la voluntad del Maestro, tenemos que reconocer su celo y que fue el único que estuvo dispuesto a morir allí mismo por su Señor. Las Escrituras nos dicen que había dos espadas. ¿Qué pasó con la otra? Es como si dijera: "Pedro, tú tienes una espada, pero yo puedo pedir a mi Padre más de doce legiones de ángeles". Cuando el ángel del Señor descendió sobre el ejército de Senaquerib, uno solo destruyó a ciento ochenta y cinco mil soldados enemigos (2 R 19:35). Si un solo ángel puede hacer esto ¿que no podrían hacer doce legiones angelicales? Jesucristo nos está diciendo que la cruz pudo haber sido evitada si él así lo hubiera querido. Pero antes había dicho: "Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad" (Mt 26:42).
Versículo 55: "En ese momento Jesús dijo a la multitud: ¿Como contra un asaltante habéis salido con espadas y palos para prenderme? Cada día me sentaba enseñando en el templo, y no me prendisteis". Yo no sé si podemos captar adecuadamente el dolor en el corazón del Señor al pronunciar estas palabras. Es como si él dijera: "Me están tratando como a un delincuente, siendo que diariamente ustedes mismos se sentaban conmigo mientras les enseñaba".
(Jn 18:11) agrega: "Entonces Jesús dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina. ¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?".
¡Qué prácticas son las palabras del apóstol Pablo con referencia a esta situación en (Ro 12:17-20)!: "No paguéis a nadie mal por mal. Procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres. Amados, no os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor. Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza".
Quiero terminar con una referencia de Herbert Lockyer: "No está bien desenvainar la espada por Cristo y por su verdad. La espada nunca debe ser usada para la extensión o regresión de ninguna opinión religiosa o para la propagación de lo que se cree que es la verdad. Jesús llama a los hombres a llevar su cruz, no a desenvainar espadas por él".

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