Estudio bíblico: La importancia de la prevención espiritual - 2 Crónicas 32:1-8

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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La importancia de la prevención espiritual (2 Crónicas 32:1-8)

(2 Cr 32:1-8) "Después de estas cosas y de esta fidelidad, vino Senaquerib rey de los asirios e invadió a Judá, y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas. Viendo, pues, Ezequías la venida de Senaquerib, y su intención de combatir a Jerusalén, tuvo consejo con sus príncipes y con sus hombres valientes, para cegar las fuentes de agua que estaban fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron. Entonces se reunió mucho pueblo, y cegaron todas las fuentes, y el arroyo que corría por a través del territorio, diciendo: ¿Por qué han de hallar los reyes de Asiria muchas aguas cuando vengan? Después con ánimo resuelto edificó Ezequías todos los muros caídos, e hizo alzar las torres, y otro muro por fuera: fortificó además a Milo en la ciudad de David, e hizo también muchas espadas y escudos. Y puso capitanes de guerra sobre el pueblo, y los hizo reunir en la plaza de la puerta de la ciudad, y habló al corazón de ellos, diciendo: Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. Con él es el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos, y pelear nuestras batallas. Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá."
Sanado de manera sobrenatural, y fortalecido en la fe, ahora Ezequías se podía enfrentar al enemigo que acampaba a las puertas de Jerusalén.
Seguramente Dios permitió este asedio para darle a Ezequías otra posibilidad de poner a prueba su fe y su confianza en Dios, y para mostrar que había aprendido de su desliz (2 R 18:13-16).
Ahora es muy revelador y una buena enseñanza para nosotros, ver qué medidas tomó Ezequías para resistir el ataque preparado por el rey de Asiria:
Tuvo consejo con sus príncipes y sus hombres valientes (Versículo 3).
Se encargó de cegar todas las fuentes de agua fuera de la ciudad (Versículos 3-4).
Arregló los muros caídos de Jerusalén (Versículo 5).
Repuso las armas de su ejército (Versículo 5).
Animó a los principales y al pueblo a no confiar en "carne", sino en el Dios de Israel (Versículos 7-8).
Estas cinco medidas frente al enemigo nos dan una impresionante lección acerca de cómo podemos protegernos y defendernos cuando Dios permite situaciones en nuestra vida, en las que nuestra fe y nuestro testimonio sufren y son puestos a prueba.

Salvación por medio de la cantidad de consejeros

Tres veces se nos dice en los Proverbios que busquemos el socorro en la "multitud de consejeros" (Pr 11:14) (Pr 15:22) (Pr 24:6). Eso, como es lógico, requiere que los consejeros sean experimentados, sabios y temerosos de Dios.
Siempre hubo y hay en la historia del pueblo de Dios situaciones excepcionales en las que hubiese sido muy necio pedir el consejo de otros. Ni un solo consejero hubiese animado a David a enfrentarse a Goliat. Y también fue sabio que Jonatán y su escudero no preguntasen al rey Saúl si debían comenzar ellos dos solos la lucha contra un ejército entero de filisteos. Muchos héroes de la fe tuvieron que tomar sus decisiones a solas delante de Dios, porque no había nadie en el pueblo de Dios que hubiese podido dar un consejo en el temor de Dios.
En circunstancias normales, sin embargo, es siempre aconsejable buscar el consejo de hermanos y hermanas experimentados y temerosos de Dios, cuando la Palabra de Dios no vierte luz suficiente sobre un asunto dudoso y cuando Dios deja que una mente santificada y responsable tome la decisión.
Ezequías hizo muy bien con tomar consejo de sus superiores y hombres valientes, o sea, hombres que en el pasado se habían acreditado por su fidelidad, temor de Dios y entrega.

Las fuentes vitales del pueblo de Dios no deben caer en manos del enemigo

El suministro de agua de una ciudad o de un pueblo, ha sido vital en todos los tiempos para las personas y el ganado. Por eso los ataques enemigos siempre iban dirigidos a envenenar o destruir las fuentes y los pozos de una ciudad sitiada.
Durante el período de los patriarcas, los filisteos intentaron cegar los pozos de la gente de Dios echando tierra en ellos (Gn 26:15).
En los tiempos de Eliseo, la calidad del agua de la ciudad de Jericó era tan mala que las consecuencias eran infertilidad y abortos (2 R 2:19-22).
Por eso, era estratégicamente sabio cegar las fuentes de fuera de la ciudad o cubrirlas y desviar el agua del manantial de Gihón por un túnel de 512 metros hecho en la peña para meter el agua a la ciudad de Jerusalén (2 Cr 32:30). Así quedó asegurado el suministro de agua para la ciudad y el enemigo se quedó sin ella.
La aplicación para nuestra salud espiritual y el crecimiento de nuestra vida en la fe es evidente: Nuestra fuente de vida es el Señor Jesús, que dijo de sí mismo: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba" (Jn 7:37).
En el (Sal 87:7), los hijos de Coré cantan: "Todas mis fuentes están en ti". La comunión con nuestro Señor, el hablar con él y el meditar en su Palabra, son las fuentes de nuestra vida, sin las cuales nuestra vida espiritual se secaría y se haría estéril.
El enemigo quiere cortarnos el agua y ensuciar nuestras fuentes. Intenta enturbiar o impedir la comunión con nuestro Señor por medio de añadiduras perniciosas o concesiones. Por eso no escatimemos esfuerzos para volver a desenterrar pozos cegados o para vencer los obstáculos con toda perseverancia, concentración y duro trabajo, como los siervos de Ezequías, para posibilitar y asegurar el flujo del agua en nuestra vida y la vida de nuestros hermanos y hermanas.

¡Los muros caídos son un peligro!

Ezequías y sus principales sabían que un muro cerrado y firme era absolutamente necesario para proteger la vida de los habitantes de Jerusalén. Los muros de una ciudad protegen de los ataques enemigos y marcan una clara separación. Había un "dentro" y un "fuera"; una separación que saltaba a la vista.
Por eso Ezequías y sus colaboradores no se dejaron engañar por la propaganda mentirosa, porque conocían la intención del enemigo: Los asirios asaltarían el templo de Jerusalén para robar los tesoros de allí y destruirían el santuario de Dios imposibilitando el culto.
Los fuertes muros debían impedirlo, y allí donde el muro estaba dañado, había que arreglarlo y reforzarlo sin falta.
En nuestro mundo cada vez más globalizado, las barreras o fronteras pierden su significado. Muchas cosas son ahora menos complicadas para entrar o salir de un país, y muchas veces ya no hay que pasar controles, pero las consecuencias negativas de esta falta de fronteras están a la vista: los elementos destructores tienen libre acceso, la seguridad interior peligra, la identidad nacional se pierde más y más.
Si como iglesia de Dios vivimos más y más "sin barreras", dejando de lado y no tomando en serio la separación del mundo, tendremos pronto estos problemas.
¿Cuáles son las consecuencias? Cuando los muros espirituales caen, y cuando abolimos los controles "fronterizos", tienen libre acceso las ideologías enemigas, las falsas doctrinas, un evangelio hueco y la inmoralidad. Con ello perdemos nuestra identidad y también nuestra fuerza espiritual. Ya no se llama pecado al pecado, ya no se rechaza a los falsos maestros ni a las falsas doctrinas, la disciplina en la iglesia ya no es posible; Ya no hay un "dentro" y un "fuera".
Es de suma importancia que en nuestros tiempos los líderes en las iglesias vigilen atentamente en qué punto el enemigo consigue posibilidades para influir destructivamente en la vida de la iglesia por culpa de una separación deficiente.
Leemos cada vez más a menudo frases como ésta: "No queremos que la separación sea lo que nos defina a nosotros". Aunque suena positivo y se dice con buenas intenciones, no obstante el enemigo ya tiene su pie en la puerta, si esta actitud llega a ser la normal en nuestras iglesias. Es sólo cuestión de tiempo, hasta que tal iglesia abandone su destino y pierda su fuerza espiritual.

El rearme del ejército es necesario

Un muro fuerte y cerrado no era suficiente para proteger a los habitantes de la ciudad. El enemigo podía embestir contra el muro, escalarlo o cavar por debajo, si no hubiera soldados vigilando sobre él y en las torres, capaces de mantener a distancia al enemigo con el arco o también con la espada.
Cada uno tenía que estar en la posición de resistir al enemigo. Esa era la razón por la cual Ezequías armó su ejército haciendo fabricar "muchas espadas y escudos".
La aplicación para nuestra vida espiritual otra vez es evidente: El "muro" de una teología sana y bíblica, o de una confesión de fe bíblica, no es suficiente para proteger una iglesia. Cada uno en particular tiene que ser capaz de defender su fe y sus contenidos personalmente.
Judas exhorta en su carta a que luchemos por "la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Jud 1:3). Esto se refiere a los contenidos de nuestra fe, los valores que debiéramos conocer personalmente. Y deberíamos ejercitarnos para poder dar razón de nuestra fe y defenderla.
Spurgeon dijo una vez muy acertadamente:
"El Espíritu Santo nunca pondrá su firma en una hoja en blanco. Eso ya sería algo irreflexivo para un hombre, y el Señor jamás cometería tal torpeza. Si no presentamos una doctrina clara con palabras inequívocas, el Espíritu Santo no pondrá su firma al final de nuestra palabrería vacía (?) Hay algunos que equivocadamente consideran su confesión de fe como un arma de acuerdo con la Escritura, pero eso no puede ser (...) Leed la Palabra y orad... para que aprendáis el significado de la Palabra, porque entonces tendréis poder contra el enemigo."
El conocido pasaje de (Ef 6:11-17) nos muestra el arsenal de las armas de Dios que Él pone a nuestra disposición para pelear la buena batalla de la fe.

¡Que no falten las palabras alentadoras!

El breve mensaje que Ezequías dio a sus principales y al pueblo en la plaza, delante de la puerta de la ciudad, es ejemplar y digno de ser imitado:
"Y los hizo reunir en la plaza de la puerta de la ciudad, y habló al corazón de ellos, diciendo: Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá" (2 Cr 32:6-8).
Ezequías habló al corazón de los habitantes de la ciudad. No apeló a su inteligencia o a sus emociones, sino que habló al corazón, donde el hombre toma sus decisiones.
Puso al enemigo del pueblo bajo la luz de Dios. Ezequías no negó ni subestimó al enemigo, eso hubiese sido una necedad, sino que evaluó desde la perspectiva divina: "Con él está el brazo de carne...".
Finalmente dirigió la atención a la grandeza del Dios de los Israelitas, el cual es su ayuda y líder en la lucha contra el enemigo. Con otras palabras: Muestra la impotencia del enemigo y glorifica el poder de Dios.
Ante estas palabras de aliento, no nos sorprende el resultado: "Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá".
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