Los hermanos ancianos a veces no están dispuestos ni comprenden que deben retirarse a tiempo y delegar ciertos servicios a hermanos más jóvenes. Se aferran a sus posiciones y no se dan cuenta que con ello impiden el desarrollo de los hermanos más jóvenes, apagando así al Espíritu de Dios.
Cuando por enfermedad o discapacidad no pueden seguir con su ministerio, o cuando Dios los retira por la muerte, a menudo dejan un hueco o un vacío difícil de llenar.