Estudio bíblico: ¿Qué es la verdad? - Juan 18:38-40

Serie:   El Evangelio de Juan   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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"¿Qué es la verdad?" (Juan 18:38-40)

Introducción

Pilato terminó la primera parte de su interrogatorio a Jesús de una forma cortante y cínica, saliendo inmediatamente para encontrarse nuevamente con los judíos que estaban afuera. Mientras lo hacía, formuló una pregunta: "¿qué es la verdad?", pero no esperó a escuchar la respuesta, dando a entender que no le interesaba, colocándose así entre aquellos que "no son de la verdad" y rechazan el testimonio de Jesús.
Tal vez reaccionó de esta forma porque después de tantas experiencias como había vivido, estaba convencido de que no había tal cosa como la "verdad" y se había vuelto un escéptico. O quizá le ocurría como a muchas personas que no quieren saber qué es la verdad, porque eso le comprometería. En todo caso, si algo quedaba claro es que Pilato no era un indagador serio al que le preocupaba llegar al final de la cuestión, ni tampoco alguien que buscara desesperadamente la verdad porque sentía una sed ardiente por ella.

"¿Qué es la verdad?"

(Jn 18:38) "Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito."
No podemos saber con certeza lo que Pilato pensaba cuando dijo esto, pero la importancia de la pregunta que hizo es tremenda. El alma humana necesita la verdad para vivir auténticamente, por eso, desde tiempos remotos, no han faltado filósofos, pensadores, poetas y políticos que han hablado sobre este asunto. Finalmente, las posiciones de antes no difieren demasiado de las de ahora, y las podríamos resumir en los siguientes puntos:
Muchas personas buscan la verdad en la religión. Seguramente Pilato no era una de ellas. ¿Cómo podía pensar en la verdad en medio de aquel juicio en el que los líderes religiosos del judaísmo, hipócritamente puritanos, respiraban odio y estaban sedientos de la sangre de un hombre inocente? Si alguien sabía bien la falta de verdad que puede haber en la religión, ese era el gobernador romano. ¡Y cuántas personas han salido defraudadas de una y otra religión!
Otros investigan diferentes sistemas filosóficos en busca de la verdad, para finalmente encontrarse con la misma insatisfacción. Por último, llegan a adoptar las mismas actitudes que los filósofos del mundo griego: Sonríe y aguanta como decían los estoicos, o hazlo si te hace sentir bien, como decían los epicúreos.
Muchos se desaniman viendo la enorme diversidad de creencias que hay en el mundo. En medio de tantas filosofías y religiones que batallan entre sí, ¿dónde está realmente la verdad? Finalmente les parece una tarea imposible, y se dan por vencidos. Encuentran de ese modo la disculpa que necesitan para pasar la vida sin preocuparse en escuchar la Palabra de Dios e investigar en ella cuando les es presentada.
Con frecuencia hay personas que llegan a la conclusión de que si realmente hay una verdad absoluta, el hombre no tiene la capacidad para conocerla, por lo que abandonan cualquier interés por descubrirla.
En nuestro mundo moderno la mayoría han llegado a asumir que no existe tal cosa como una verdad absoluta, sino que afirman que todo es relativo. Algo puede ser verdad para mí y no serlo para ti, dicen estas personas. Para ellos pueden existir muchas verdades diferentes opuestas entre sí, algo que por lógica es imposible. Pero es que para ellas, la verdad es una cuestión subjetiva que depende de lo que cada uno piense. Finalmente, aunque a esto se le llame "la verdad de cada uno", en realidad se trata de una forma de elevarse como pequeños dioses que se creen con la capacidad de decidir para sí mismos lo que está bien y mal, quedando fuera del alcance del Dios verdadero y sus valores absolutos. Al fin y al cabo, para este tipo de personas, el bien y el mal se corresponde con lo que sus instintos les llevan a desear en cada momento, y lo que les hace sentirse bien. Por eso odian cualquier verdad absoluta, porque la ven como un enemigo y un estorbo para vivir de acuerdo con su propio egoísmo absoluto.
Probablemente Pilato se habría sentido identificado con la mayoría de las posturas expresadas aquí. Pero vivir al margen de la verdad, tal como la expresaba el Señor Jesucristo, trae graves problemas al ser humano.
Por ejemplo, es fácil formar parte de un sistema religioso apartado de la verdad y volverse un hipócrita, injusto y cruel, tal como les ocurría a los judíos que Pilato tenía delante.
Y lo mismo ocurre con aquellos que defienden verdades relativas en función de aquello que les sirve para sentirse bien y conseguir lo que desean. Esto fue exactamente lo que Pilato hizo una vez que despreció la verdad de la que Cristo le hablaba. Él sentenció a Jesús a la muerte como un peligroso opositor de Roma, porque esa "verdad relativa" le permitía seguir en su cargo como gobernador. ¡Cuántas personas cometen todo tipo de injusticias y actos de inmoralidad llevados por ese mismo concepto de la "verdad"!
Viendo en qué han convertido este mundo todo este tipo de populares mentiras, debemos meditar en lo que el Señor le dijo a Pilato:
Existe tal cosa como una verdad absoluta que se puede estudiar e investigar sin prejuicios. Cristo ha venido para dar testimonio de ella.
Esa verdad absoluta no surge de los vanos razonamientos humanos o de sus instintos naturales, sino que ha de ser revelada por Dios. Cristo afirmó que había venido del cielo para hablarnos de ella. Por esa razón, él es el único que nos puede explicar la razón y propósito último de nuestra existencia.
La verdad se ha encarnado en una Persona, en Cristo, y conociéndole a él podemos conocer la verdad.
Por supuesto, este tipo de afirmaciones son las que más desagradan al mundo. Ellos nos dicen constantemente que está bien que tengamos nuestras creencias privadas, pero que no insistamos en que son verdaderas para todos. De hecho, si algo ofende al mundo es la afirmación absoluta de Cristo cuando dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Jn 14:6). Esto les parece una falta de respeto hacia otras personas, y harán todo lo posible por silenciarnos.

"Yo no hallo en él ningún delito"

En este punto Pilato pensó que era el momento de terminar con el interrogatorio. Así que, "habiendo dicho esto, salió" sin escuchar la respuesta del Señor. Para él la conversación había concluido. Tal vez porque no le interesaba la respuesta, o porque pensó que Jesús no tenía nada que decir sobre tan complejo asunto. ¡Qué irónico resulta haber hecho una pregunta crucial y luego marcharse sin escuchar la respuesta! Su comportamiento es similar al de muchas personas que hacen preguntas del mismo tipo sin buscar ni esperar nunca la respuesta. Preguntan sin el deseo de conocer realmente.
Aunque Pilato no lo quisiera reconocer, las palabras de Cristo le habían impresionado más profundamente de lo que estaba dispuesto a admitir, pero "salió", dejando así a la única persona que realmente podría haberle contestado a esa pregunta, y que habría cambiado su vida para siempre. En lugar de eso, volvió nuevamente con aquellos que le presionaban para dar muerte a Jesús. Su situación era complicada. Había dado la espalda a la verdad, y esto le hacía tremendamente vulnerable ante aquellos que amaban la mentira.
Ahora bien, después de este primer interrogatorio, había llegado a una importante conclusión: "Yo no hallo en él ningún delito". Jesús no era un revolucionario ni representaba un peligro para el Estado. Para el gobernador había quedado claro que el móvil de la hostilidad de los judíos contra Jesús no tenía que ver con que fuera un peligro para los romanos, sino para sus propios intereses religiosos (Jn 11:47-48).
En ese momento lo justo habría sido ponerlo en libertad de inmediato. Si lo hubiera hecho, Pilato no habría sido culpable de nada en relación con el juicio de Jesús. Pero como decíamos, la posición de Pilato era muy vulnerable, y cometió el error de consultar con los líderes religiosos judíos, aquellos que no ocultaban su sed de la sangre de Jesús. Al hacerlo, lejos de seguir la verdad, buscaba acomodarse a la situación política y social que más le convenía, lo que indudablemente le iba a llevar a la injusticia. Pilato quería ser neutral en un asunto en el que es imposible tal posición; o estaba con Cristo o estaba en su contra.
Después de aceptar la inocencia de Jesús, el evangelista Lucas nos dice que en ese momento Pilato envió a Jesús a Herodes (Lc 23:4-12) con la esperanza de que se hiciera cargo del asunto y él quedara libre de esa responsabilidad.

"¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?"

(Jn 18:39) "Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?"
Herodes devolvió al prisionero vestido con una túnica a manera de burla. Para esos momentos la multitud estaba aumentando (Mr 15:8), y Pilato se encontraba nuevamente ante el Sanedrín, a quien se dirige para decirles ahora que ni él ni Herodes habían encontrado razón alguna para condenar a Jesús (Lc 23:14-15). Pero la presión aumentaba para él, así que, con el propósito de escapar de la responsabilidad de condenar a un inocente, y buscando al mismo tiempo la manera de complacer a los judíos, emprendió una serie de procedimientos ilegales a fin de liberar a Jesús.
Era la costumbre que durante la pascua el gobernador soltara a algún prisionero condenado a muerte a elección de la multitud. En esos momentos había un criminal llamado Barrabás que esperaba ser ajusticiado por los cargos de sedición y homicidio. Entonces Pilato propuso al pueblo la opción de liberar a Jesús y condenar a Barrabás, esperando que las multitudes elegirían salvar a Jesús. Pilato mismo sugirió esta opción: "¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos".
Seguramente Pilato pensó que las multitudes, que unos días antes habían aclamado a Jesús en su entrada a Jerusalén, optarían por pedirle su liberación, por eso se refiere a él como "el Rey de los judíos", en un intento de que se decantaran a favor de él. Sabía que los líderes habían entregado a Jesús por envidia, pero en esos momentos ya había un buen grupo de personas en el exterior del pretorio, y Pilato esperaba que su propuesta causaría cierta división entre las multitudes y sus líderes. Pero sus cálculos fallaron.
No hay duda de que era una aberración comparar a Jesús con un revolucionario asesino como Barrabas, pero a parte de eso, todo el proceso que Pilato siguió a partir de aquí fue completamente injusto. Notemos que el gobernador planeaba liberar a Jesús como un acto de gracia, cuando en realidad debería haberlo hecho como un acto de justicia, puesto que hacía un momento había declarado que no encontraba ningún delito en él.
Trataba a Jesús como si ya hubiera sido declarado culpable, algo que todavía no había ocurrido. Este fue el paso más resbaladizo que dio Pilato, y los judíos se dieron cuenta inmediatamente. Acababa de abandonar el terreno de la justicia. A partir de ahí había perdido la batalla contra los judíos. Esta primera concesión puso a Jesús en sus manos. Habían encontrado su punto débil, y desde ese momento Pilato estaba a sus órdenes. Iría de un lado al otro buscando la forma de liberar a Jesús, pero ya no podría hacerlo.

"No a éste, sino a Barrabás"

(Jn 18:40) "Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón."
La propuesta de Pilato sólo sirvió para provocar la movilización de las autoridades, que rápidamente convencieron a las multitudes para que pidieran a Barrabás y crucificaran a Jesús. Pilato había subestimado la determinación de los principales sacerdotes y la inconstancia de las multitudes.
Quizá cuando las multitudes vieron a Jesús atado ante Pilato como un impotente prisionero, se dieron cuenta por fin de que no iba a satisfacer sus expectativas mesiánicas, ni expulsaría a sus opresores.
Así que, la presión de los líderes del judaísmo sobre Pilato y las multitudes empezaba a surtir efecto, y como resultado, "dieron voces de nuevo, diciendo: No ha éste, sino a Barrabás". Siempre es fácil sospechar la falta de razón cuando hay que recurrir al alboroto popular. Pero en todo caso, resulta muy triste ver cómo las multitudes pueden llegar a ser tan volubles. Tan sólo unos días antes habían recibido con entusiasmo al Señor en su entrada en Jerusalén al clamor de "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!" (Jn 12:13), mientras que ahora gritaban frenéticamente pidiendo su muerte sin que se escuchara ni una sola voz que dijera lo contrario. ¿Dónde estaban todas aquellas personas que habían recibido sanidades y otros beneficios de parte del Señor a lo largo de su ministerio? Entonces, como también ahora, los corruptos, los malvados, los enemigos de la justicia y la decencia son los que gritan con fuerza para conseguir sus demandas, mientras que la gente decente y honrada guarda silencio. También se percibe lo fácil que les resulta a las personas unirse a las mayorías sin cuestionarse las cosas. Esto era lo contrario de lo que la Ley establecía que debía ocurrir en un juicio: "No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios" (Ex 23:2).
Pilato había quedado preso de su propia supuesta sabiduría, y estaba a punto de cometer una terrible injusticia, porque ante su sorpresa, las multitudes eligieron claramente a Barrabás, un criminal notorio.
De él se dice: "Y Barrabás era ladrón". En el original este término significa más que uno que roba, refiriéndose también a un terrorista o guerrillero. Los otros evangelistas nos dicen que de hecho Barrabás había "cometido homicidio en una revuelta" (Mr 15:7) (Lc 23:19), lo que también confirma Pedro en uno de sus discursos (Hch 3:14). Por lo tanto, podemos decir que mientras que Jesús no constituía ninguna amenaza para Roma, Barrabás sí lo era, tal como ya había tenido ocasión de demostrar. Él era un personaje con tendencias violentas más que probadas, por las que se había hecho famoso entre el pueblo (Mt 27:16).
No deja de ser irónico que Barrabás, un hombre culpable de sedición y homicidio, fuera el elegido por las autoridades judías para ser puesto en libertad, mientras que Jesús, al que habían acusado falsamente de los mismos cargos, sea el que ellos piden para ser crucificado. Era imposible que Pilato no se diera cuenta de que en realidad aquellos judíos favorecían la sedición contra Roma, y que como consecuencia de su ingenua propuesta, estaba a punto de liberar a un verdadero enemigo del César. ¿Seguiría creyendo que realmente estaban interesados en librar a Roma de sediciones? ¿Creería las acusaciones que habían formulado contra Jesús presentándoselo como un revolucionario peligroso?
En este punto Pilato debía elegir entre Jesús, a quien había declarado inocente, y Barrabás, de quien se sabía a ciencia cierta que era culpable. Al tomar esta decisión estaría dando a entender si era de la verdad o de las tinieblas. Lo triste de este hombre es que después de haber conocido la verdad, no fue consecuente con ella, y eligió poner en libertad al culpable. Al final, cada uno de nosotros tenemos que tomar esta decisión crucial en nuestras vidas: ¿A quién elegiremos para que nos gobierne?
Es curioso notar que el mismo término que se utiliza aquí para referirse a Barrabás como ladrón, lo encontramos también en (Jn 10:1) para referirse al "salteador" que es rival del buen pastor. En realidad, tanto Jesús como Barrabás representaban dos modelos totalmente diferentes de liderazgo. La realeza de Jesús se lleva a cabo mediante la revelación de la verdad y la obediencia a su Padre, mientras que Barrabás era un criminal que usaba la violencia para lograr sus propios objetivos. ¿Cuál de los dos modelos prefiere el mundo?
Podríamos imaginar que las personas preferirían el modelo de Cristo, alguien lleno de virtudes y que hacía el bien a todas las personas en su camino, pero el hecho es que todo el pueblo gritó acaloradamente durante mucho tiempo para que lo crucificaran, y eligieron para sí a un homicida. Esto pone en evidencia más allá de cualquier duda que el hombre en su pecado odia a Dios y hará cualquier cosa para librarse de él. Resulta incomprensible, pero fue así, tal como Cristo mismo había predicho: "Sin causa me aborrecieron" (Jn 15:25).
En cambio, para el mundo, Barrabás es un héroe, y el hecho de que fuera un homicida se consideraba como un gesto noble de patriotismo. La verdad es que él encarnaba perfectamente el tipo de Mesías que el pueblo esperaba.
Lo triste es que el mundo necesita un salvador espiritual, pero prefiere una y otra vez un mesías político, violento, ladrón y mentiroso. Finalmente estos versículos subrayan la urgencia de una decisión. ¿A quién seguiremos? ¿A quién haremos nuestro Rey? Lamentablemente Barrabás continúa representando una alternativa seductora para los sueños de este mundo. Las ansias de poder y libertad, el sueño nacionalista, un reino político... Todo esto sigue seduciendo al mundo moderno, que sigue rechazando a quien nos ofrece el verdadero conocimiento de Dios. Claro está que el modelo de Barrabás parece legitimar los más bajos instintos del hombre, mientras que Cristo exige el arrepentimiento como condición para formar parte de su Reino. Pero también es cierto que el modelo de Barrabás hunde a los hombres cada vez más en la esclavitud de sus propios pecados, mientras que Cristo trae auténtica libertad ahora y por toda la eternidad.

El sustituto

Una vez que Barrabás fue liberado, Jesús ocupó la cruz que había sido preparada para él. ¿Qué pensaría Barrabás cuando viera que había sido liberado porque otro ocupaba su lugar en aquella cruz en la que debería haber estado él?
Esta circunstancia nos provee de un ejemplo perfecto de la doctrina cristiana de la sustitución. Barrabás era un criminal que fue perdonado y puesto en libertad, mientras que Jesús, que era completamente inocente, fue condenado y sentenciado a muerte. Y esto es lo que ocurre en la salvación de cada persona. Todos somos por naturaleza como Barrabás, y merecemos la ira y la condenación de Dios, sin embargo, se nos ofrece la libertad porque otro pagó por nosotros el castigo que merecíamos. Barrabás se convirtió así en una figura simbólica de todos los que han sido salvados y absueltos en el tribunal de Dios por la sustitución a su favor llevada a cabo por Jesucristo.
(2 Co 5:21) "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él."
(1 P 2:24) "Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados."
(1 P 3:18) "Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios"
Ahora bien, Barrabás vio cómo Jesús tomaba su lugar físico en aquella cruz, pero eso no le iba a salvar espiritualmente. Era necesario que permitiera que tomara su lugar espiritual, y para ello era necesario que primero reconociera que él mismo merecía morir por sus pecados y pidiera la gracia de Dios por medio de un genuino arrepentimiento y la fe en que Cristo estaba satisfaciendo realmente su deuda ante la justicia divina.
Podemos imaginarnos cómo se sentiría Barrabás cuando el soldado romano fue a liberarlo de la cárcel, pero también cuando viera a Jesús ocupando su lugar en la cruz. Suponemos que le inundó una profunda sensación de alivio, pero no es comparable con la que tienen aquellos que son sacados de la condenación eterna para ser trasladados al reino de Cristo (Col 1:12-14).
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