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Blog cristiano: Pensamientos para la vida cotidiana

Imagen del artículo: “Me voy de esta iglesia porque aquí no hay amor”

“Me voy de esta iglesia porque aquí no hay amor”

Publicado el 25/02/2025

Es una frase que se escucha con cierta frecuencia. Personas que, después de un tiempo en una congregación, llegan a la conclusión de que aquí no hay amor y deciden buscar otro lugar donde puedan sentirse mejor. Pero, ¿qué hay detrás de esta sensación? ¿Es la iglesia realmente un lugar sin amor o hay algo más en juego?

La iglesia no es un restaurante con servicio a la carta

Vivimos en una época donde el consumidor manda. Queremos que todo se adapte a nuestras preferencias: la comida, la música, la atención al cliente... y a veces, sin darnos cuenta, llevamos esta mentalidad a la iglesia. Nos acercamos a ella con una lista de expectativas: que me saluden con una sonrisa, que el mensaje me hable directamente, que me inviten a comer...

Si la iglesia no cumple con estos estándares, nos sentimos defraudados. “¿Cómo puede ser que nadie me haya preguntado cómo estoy?”, “Aquí la gente no se interesa en los demás”. Pero detente un momento y pregúntate: ¿cuántas veces te acercaste tú a alguien para preguntar cómo está? Porque el amor en la iglesia no es solo recibir, también es dar.

Muchos dirán: “¿Egoísta yo? ¡Egoístas los que no piensan en mí!”. Pero, ¿no es irónico esperar que los demás sean amorosos sin estar dispuestos a dar ese mismo amor primero?

Un taller de reparaciones, no un concesionario de autos nuevos

Algunos llegan a la iglesia esperando encontrar una comunidad perfecta. Creen que todo debería estar en orden, que los creyentes deberían ser siempre amables, comprensivos y maduros. Pero la realidad es que la iglesia no es un concesionario de autos nuevos, sino un taller de reparaciones. Ninguno de los que estamos allí funciona perfectamente.

Si lo piensas bien, en la iglesia te encontrarás con todo tipo de vehículos:

Los que llevan las luces demasiado altas: son los que creen saberlo todo y deslumbran a los demás con su “gran conocimiento” bíblico. Siempre están corrigiendo a todos.

Los que echan demasiado humo: tienen un carácter difícil, son impacientes y un poco (o muy) gruñones.

Los que tienen el freno de mano puesto: no se mueven ni un centímetro. No sirven, no participan, no se involucran.

Los que no paran de pitar: siempre tienen una queja en la boca.

Y lo curioso es que, en este panorama de autos averiados, todos pensamos que el problema son los demás. Nunca nos damos cuenta de que quizás nosotros mismos somos el auto que necesita reparación.

Si hay falta de amor, ¿qué puedes hacer tú?

Imagina que llegas a una casa y sientes que está fría. Tienes dos opciones: quejarte de lo incómodo que es estar allí o buscar una forma de encender la calefacción. Lo mismo pasa en la iglesia. Si sientes que hay frialdad, puedes contribuir a calentar el ambiente.

El amor no es algo que simplemente recibimos, es algo que cultivamos. ¿Has saludado a alguien nuevo en la iglesia? ¿Has invitado a alguien a tu casa? ¿Te has interesado genuinamente por la vida de otra persona?

Jesús dijo:

(Mt 7:12) “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.”

Si quieres encontrar amor en la iglesia, empieza por sembrarlo.

¿Cuándo es válido marcharse de una iglesia?

Por supuesto, hay situaciones en las que es válido salir de una congregación. Si hay abuso espiritual, si la enseñanza es contraria a la Biblia... en estos casos, es comprensible buscar otro lugar donde crecer espiritualmente.

Pero si la razón principal es “siento que aquí no hay amor”, es importante reflexionar:

¿Es realmente falta de amor o solo falta de conexión personal?

¿He hecho algo por cambiar la situación o simplemente espero que otros lo hagan?

¿Estoy dispuesto a ser parte de la solución en lugar de solo señalar el problema?

Conclusión: Jesús y la iglesia imperfecta

Jesús ama a su iglesia a pesar de sus defectos. No la abandonó cuando Pedro lo negó, cuando Tomás dudó, cuando los discípulos discutían por quién sería el más grande. Él sabía que su iglesia estaba formada por personas débiles, en proceso de transformación, pero decidió quedarse, enseñarles y amarlos hasta el final.

Si queremos seguir a Jesús, debemos aprender a amar a la iglesia con todo y sus imperfecciones. Porque al final, la iglesia no es un lugar perfecto, pero sí es el lugar donde Dios transforma corazones.

Ahora bien, si lo que buscas es una iglesia sin defectos, tendrás que esperar a llegar al cielo. Mientras estemos en este mundo, la iglesia seguirá siendo un taller de reparación, no una vitrina de autos impecables. Pero en ese taller es donde Dios trabaja en nosotros y nos moldea para reflejar mejor su amor.

Hace un tiempo escuché a un predicador decir: “Si encuentras una iglesia perfecta, no entres porque la estropearás”. Y es cierto. La realidad es que todos somos parte del problema, porque todos fallamos de una u otra manera. Pero también somos parte de la solución si decidimos amar como Cristo nos enseñó.

Así que, en vez de enfocarnos en encontrar una iglesia donde todo sea perfecto y donde nos amen sin fallos, esforcémonos en ser personas que reflejan el amor de Cristo en cualquier iglesia en la que estemos. Porque al final, la única manera de que la iglesia sea más amorosa... es que nosotros seamos más amorosos.

Luis de Miguel


Comentarios

Piter Raúl (25/02/2025)

Excelente reflexión mi hermano! Dios siga utilizando su vida para que sea de mucha bendición para muchos hermanos. Usted es uno de los grandes siervos que existen aún.