Estudio bíblico de 2 Pedro 1:13-19
2 Pedro 1:13-19
Estimado oyente, continuamos hoy nuestro estudio de este primer capítulo de esta epístola y, a modo de repaso e introducción a nuestro estudio de hoy, vamos a retroceder hasta el versículo 13, que leemos a continuación:
"Tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación"
Aquí el apóstol usó otra vez la referencia a su cuerpo como morada transitoria, como una habitación pasajera. Mientras estaba con vida consideró apropiado recordarles las cosas que eran realmente importantes. Continuemos leyendo ahora el versículo 14 de este primer capítulo de la segunda carta del apóstol Pedro:
"Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado."
Este es un pasaje muy significativo, en el que el apóstol se estaba refiriendo a lo que Jesús le había dicho en aquella mañana, después de Su resurrección, cuando el Señor les preparó un desayuno a orillas del mar de Galilea. En aquella ocasión El le había dicho lo que vamos a leer en el Evangelio de Juan, capítulo 21, versículos 18 y 19: De cierto, de cierto te digo: Cuando eras joven, te vestías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo dando a entender con que muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.
Este pasaje de 2 Pedro ha sido una de las secciones más importantes de toda la Palabra de Dios. Lo hemos examinado cuidadosamente para que usted pueda saber y comprender lo que el apóstol estaba diciendo aquí.
Ahora recordará usted por qué hemos estado calificando a esta epístola como la canción del cisne, o carta de despedida, como si fuera una declaración pronunciada en su lecho de muerte. Cuando un hombre se ve en su lecho de muerte, tiende a decir algo importante, aunque no haya dicho cosas significativas hasta ese momento. Incluso si una persona hubiera mentido durante toda su vida, lo más probable es que en su lecho de muerte diga la verdad.
Resulta interesante comprobar que la Palabra de Dios asignó alguna importancia a las declaraciones formuladas en el lecho de muerte. Permítanos ilustrarlo con el Antiguo Testamento.
El capítulo 49 del libro del Génesis registró una escena triste y dramática. El patriarca Jacob convocó a sus 12 hijos para que le acompañaran alrededor de su lecho de muerte cuando pronunció una profecía dedicada a cada uno de ellos. Esas profecías se cumplieron literalmente.
Pasemos a otro ejemplo. Cuando Moisés supo que no entraría en la tierra prometida, sino que moriría en el Monte, en la tierra de Moab, reunió a las 12 tribus de Israel alrededor de él y bendijo a cada una de ellas antes de su muerte - tal como el patriarca Jacob había hecho antes que él. Aquel discurso pronunciado en aquella ocasión ante el pueblo fue muy importante.
Y continuando con otro personaje, pensamos en Josué. Cuando él era ya anciano y se sintió preparado para dejar esta vida, también reunió a las tribus de Israel y les comunicó su último mensaje. Entonces los desafió a seguir a Dios, poniéndose como ejemplo y dando testimonio de su propia vida. En aquella ocasión le dijo al pueblo, lo que leemos en su libro, capítulo 24, versículo 15: 15Si mal os parece servir al Señor, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos al Señor.
Y ya que recorremos la historia, llegamos al rey David. Cuando él estaba a punto de morir, convocó a su hijo Salomón. No creemos que David habría elegido a Salomón como su sucesor; seguramente habría preferido a Absalón, pero éste, después de una turbulenta rebelión contra su padre, resultó muerto. Así que, como podemos leer en el primer libro de los Reyes, capítulo 2, versículo 2, David le dijo a Salomón: Yo sigo el camino de todos en la tierra. ¡Qué figura de la muerte fue aquella! Estimado oyente, no sabemos quién es usted ni donde se encuentra, pero podemos señalarle el camino por el cual está transitando. Usted está siguiendo el camino de todos los habitantes de esta tierra, que conduce inevitablemente al cementerio. Somos conscientes de que no suena bien, pero en esa ruta nos encontramos todos. Volviendo a la frase del rey David, éste le encargó a Salomón la responsabilidad de construir el templo de Dios, y exhortó a todo el pueblo de Israel para que lo ayudara, con estas palabras, que encontramos en el primer libro de Crónicas, capítulo 29, versículo 1: «Solamente a Salomón, mi hijo, ha elegido Dios; él es joven y tierno de edad, y la obra, grande; porque la Casa no es para un hombre, sino para el Señor Dios.
Después, en el transcurso de los siglos, en el Nuevo Testamento, cuando el Señor Jesús llegó a Jerusalén para la última Pascua, les dejó bien en claro a Sus discípulos, en el discurso del aposento alto, que aquella era la última reunión con ellos, antes que muriera y resucitara en un cuerpo glorificado. ¡Y qué grandes verdades les dijo en aquella última noche!
Y el apóstol Pablo, como ya hemos visto, presentó su último epitafio en su segunda carta a Timoteo, en el capítulo 4, en los versículos 6 al 8, y aquí tenemos sus palabras de despedida: 6Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. El tiempo de mi partida está cercano. 7He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
Ahora, en el caso de Simón Pedro, vemos que dijo: sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo. El supo que había llegado al fin de su vida en la tierra. La tradición cuenta que murió crucificado en el año 64, durante la persecución del emperador Nerón.
Cuando el apóstol Pedro dijo que dentro de poco tenía que abandonar el cuerpo, en el idioma original dijo literalmente "el tabernáculo", y la palabra Griega usada fue "skenoma", que significa una tienda o morada. Tanto Pedro como Pablo usaron este término para referirse al cuerpo. El apóstol Pablo escribió en su segunda carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 1: 1Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos. Una tienda es un elemento poco sólido, endeble, como nuestro propio cuerpo.
Cuando morimos, este cuerpo descansa en el polvo de la tierra. Así que, una vez puesto a descansar, vuelve al polvo de la tierra. La palabra Griega usada en la Biblia para descansar, significa "acostarse". En el Griego clásico significa "ir a la cama."
Y el apóstol Pablo también dijo, en la citada 2da. carta a los Corintios capítulo 5, y en el versículo 8: 8Pero estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor. Así que ésta fue la forma en la que los apóstoles Pedro y Pablo hablaron de la muerte. Esta tienda pequeña y frágil es colocada en la tumba. Va a descansar, pero el alma nunca muere. Y, por supuesto, como no muere, no tendrá que ser resucitada. La palabra resurrección, traducida del término Griego "anastasis", que significa "ponerse en pie", obviamente se refiere al cuerpo.
Después de este repaso, iniciemos nuestro estudio de hoy leyendo el versículo 15 de este primer capítulo de la segunda carta del Apóstol Pedro, que inicia la segunda parte de este capítulo, que hemos titulado
La autoridad de las Sagradas Escrituras, atestiguada por la profecía cumplida
"También yo procuraré con diligencia que, después de mi partida, vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas."
Dice aquí después de mi partida. La palabra utilizada fue "exodus". El simplemente saldría de su casa, de su tienda de campaña aquí en la tierra. Se estaría despojando de ella como si fuera un traje, y entonces estaría llevando a cabo su partida. Ahora, la palabra "éxodo" implicaba que la muerte no era el final de todo. Cuando los israelitas salieron de Egipto, los Egipcios pensaron: "Hemos terminado con ellos". Pero aquel éxodo no fue el final. El pueblo de Israel continuó su marcha por el desierto y finalmente entraron en la tierra prometida. Así que la historia del pueblo no había finalizado con su salida de Egipto. Y para aquel hombre, el apóstol Pedro, la muerte sería simplemente un éxodo; de ninguna manera sería un final.
El versículo 15 terminó hablando de poder tener en todo momento memoria de estas cosas. El apóstol estaba diciendo que, a la luz de su muerte cercana, quería que sus lectores y los del futuro pudieran recordar constantemente ciertas cosas. Y las cosas que realmente enfatizaría tenían que ver con la validez de la Palabra de Dios.
Ahora bien, hay una forma de considerar al resto de la epístola de Pedro que requeriría mucha atención, porque hay dos fuerzas operando en el mundo actual. Hay una fuerza centrífuga y una fuerza centrípeta. La fuerza centrífuga impulsa del centro hacia fuera. Si usted lanza una pelota por ejemplo a la cual le ha amarrado una cuerda y la hace girar alrededor suyo, podrá observar que la pelota trata de alejarse de usted. La fuerza centrípeta es simplemente la fuerza opuesta. Se mueve hacia el centro o atrae hacia él. Pues bien, el apóstol nos hablaría a partir de este momento de ambas fuerzas conflictivas en relación con la Palabra de Dios. Hay una fuerza centrífuga que impulsa hacia fuera del mundo en el cual usted y yo vivimos, y hay una fuerza centrípeta que nos atrae hacia el mundo, alejándonos de la Palabra de Dios. Estimado oyente, la fuerza centrífuga es la Palabra de Dios. Es el único factor que nos puede alejar del sistema de valores del mundo. Hemos recibido muchas cartas de oyentes contándonos su experiencia de que el haber escuchado el mensaje de la Palabra de Dios les han alejado de un pecado o de un vicio, atrayéndolos hacia Dios.
Pedro ya nos habló, en el versículo 10, de esforzarnos por consolidar nuestro llamado y la elección de Dios, y él quiso que supiéramos que tenemos una autoridad con la cual podemos contar. Es que alguien podría preguntar ¿cómo saben ustedes que la Biblia es realmente la Palabra de Dios? Continuemos leyendo el versículo 16 de este primer capítulo:
"No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad"
Es importante tomar nota de esta declaración. La proclamación del poder y la venida de Cristo no habían sido expuestas siguiendo fábulas artificiosas. La Biblia no es una colección de cuentos supersticiosos. No es un cuento de hadas ni de seres fantásticos que poseen poderes mágicos. Tampoco es una serie de mitos. La Biblia es histórica y basada en hechos objetivos. Si alguien es sincero y quiere abandonar sus pecados, Dios la convertirá en una realidad para esa persona. Si hubiera como un velo sobre los ojos de una persona, no será porque esa persona sea mentalmente ciega; sino que se deberá a que esa persona no quiere alejarse de sus pecados. Cuando un individuo está dispuesto a ello, Dios convertirá la Biblia en una realidad para él.
Y este versículo finaliza aludiendo a una experiencia real. Dijo el apóstol Pedro, y leemos todo el versículo 16 nuevamente, pero enfatizando su frase final: No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. A primera vista esta última frase parece desconcertante, ¿no le parece? Porque ¿cuándo vio Simón Pedro el poder y la venida de Jesucristo?
El apóstol mismo nos aclaró que se estaba refiriendo a la escena de la transfiguración de Jesucristo. Escuchemos lo que dicen los versículos 17 y 18:
"Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo."
O sea que resulta obvio que Pedro se estaba refiriendo a la Transfiguración. Necesitamos comprender el significado de ese evento. ¿Qué quiso decir Jesús en el pasaje relatado en el Evangelio de Mateo, capítulo 16, versículo 28 al pronunciar las siguientes palabras? 28De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino. Estas palabras han impulsado a algunos a creer que el Reino fue establecido en aquel momento. En este sentido, resulta perjudicial que se haya introducido en ese punto el final de un capítulo - recordemos que en los manuscritos originales no existía la división en capítulos. Así que el relato continuó en el capítulo 17, versículos 1 y 2, con estas palabras: 1Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. 2Allí se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
La transfiguración de Jesucristo fue como una figura en miniatura del Reino. En aquella ocasión, Moisés y Elías aparecieron junto a Jesús. Moisés representaba a la Ley en el Antiguo Testamento. Elías representaba a los profetas del Antiguo Testamento. ¿Y de qué estaban hablando? Estaban hablando sobre la muerte de Cristo, de su partida, su éxodo. De su paso de la escena de este mundo a la presencia del Padre. De este tema habían escrito ellos en el Antiguo Testamento, y de eso estaban hablando en la Transfiguración. Y en aquella ocasión estaban presentes los tres discípulos observando la Transfiguración. Ellos representaban a los creyentes vivos. Moisés y Elías representaban a los creyentes muertos en el Antiguo Testamento. La iglesia aun no existía, pero los tres discípulos que allí se encontraban constituirían el principio de aquel cuerpo de creyentes que constituiría la iglesia. Ellos serían los apóstoles. Así que la Transfiguración de Cristo nos presentó una imagen en miniatura del Reino.
Inmediatamente después de la Transfiguración, Jesucristo y los discípulos descendieron del monte, y entonces se encontraron a un hombre cuyo hijo estaba poseído por el demonio. Los otros discípulos no habían podido hacer nada para liberar al joven. La gente se burlaba y ridiculizaba a los discípulos. Y esa fue como una imagen de la época actual. El Reino se encuentra en suspenso. Jesucristo se encuentra en el cielo a la derecha de Dios, y todos los creyentes del Antiguo y del Nuevo Testamento que han muerto han ido a estar con Él. Mientras tanto, aquí en esta tierra, estamos viviendo en un mundo controlado y agobiado por las fuerzas del mal. Si usted tiene dudas al respecto, todo lo que tiene que hacer es leer las noticias o escuchar los informativos de medios de difusión como la televisión. Aunque hasta cierto punto mantenga las formas, una gran parte del mundo se debate entre la confusión y el desorden. Y la iglesia, que tendría que tener un mensaje de esperanza, poder y liberación para el mundo, no está resultando de ayuda a una humanidad oprimida por el mal. En consecuencia, la iglesia está siendo ridiculizada y, en cierto sentido, con razón, porque la iglesia no está ocupada como debiera en los asuntos de Dios.
Ahora, Simón Pedro que había estado con el Señor Jesús, en el Monte de la Transfiguración, siendo uno de los testigos de aquel evento, nos dice algo que podría parecernos extraño. Leamos el versículo 19 de este primer capítulo de 2 Pedro:
"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día amanezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones."
El versículo comenzó diciendo: Tenemos también la palabra profética más segura - cuando él usó el adjetivo profética no se refirió necesariamente a la predicción del futuro, aunque lo incluyó. El aludió a la totalidad de la Palabra de Dios, porque habló de las Sagradas Escrituras como habiendo sido pronunciadas por Dios. Y los profetas, como el profeta aclararía en el versículo siguiente, fueron más que amanuenses que copiaron a mano lo que Dios les dictó. Más bien, los escritores, expresaron sus propios sentimientos y pensamientos. No obstante, Dios pudo transmitir Su voluntad y palabra completas por medio de los hombres que escribieron las Sagradas Escrituras. Esto es lo que las convierte en un libro que es el resultado de un milagro. Es que la Palabra de Dios no es solamente divina; es también humana, y muy humana. Es como el Señor Jesús, que era tanto Dios como hombre. La Biblia es un libro de Dios, divino, y un libro del hombre, humano. Trata sobre la vida humana, en el mismo lugar en que usted y yo vivimos, actuamos y desarrollamos nuestra existencia. Sin embargo, la Biblia es Dios hablando al ser humano en un lenguaje que resulta comprensible para él.
Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Nuestro deseo es que usted permita que Dios le hable a través de Su Palabra. Que hoy se dirige a usted en un idioma comprensible, porque tiene un mensaje personal para cada uno. Le invitamos a acompañarnos en nuestro próximo programa, en el cual continuaremos nuestro estudio a partir de este versículo 19. Le sugerimos que continúe leyendo hasta el principio del capítulo 2, para comprender mejor la idea que el apóstol Pedro, bajo la dirección del Espíritu Santo, nos quiso transmitir.
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