Saltar al contenido

Estudio bíblico de 2 Pedro 1:7-14

2 Pedro 1:7-14

Continuamos hoy en nuestro estudio en la segunda epístola del Apóstol Pedro. Nos encontramos en el primer capítulo de esta carta y hoy finalizaremos la primera sección del mismo, titulada "La suma de las virtudes cristianas proporciona seguridad". Ahora, el versículo 7 de este primer capítulo de la segunda epístola del Apóstol Pedro dice:

"A la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor"

Diciéndolo más directamente, se aconsejó añadir a la fe, amor a los hermanos, a los demás creyentes, que están unidos por una relación espiritual, que forman parte de la misma familia espiritual, que es la iglesia. Es una grata experiencia poder apreciar este amor cuando una persona necesita la solidaridad y el apoyo de sus hermanos, cuando se encuentra pasando por circunstancias personales o familiares difíciles, como necesidades económicas, violencia de género o falta de atención familiar, o cuando llega como inmigrante a un país extraño. Por otra parte, las actividades sociales fomentan y mantienen esa relación fraternal.

Además, la frase completa dice que había que añadir Al afecto fraternal, amor, concreta este versículo 7. Así como el afecto fraternal va dirigido hacia los miembros de la familia espiritual de Dios, es decir, hacia los demás creyentes, es obvio que el amor aquí mencionado debe ir dirigido hacia los que no pertenecen al pueblo de Dios. O sea, que debemos amar a los pecadores de la misma manera en que Dios los ama. Dios ama el pecador tanto como para redimirlo, pero El aborrece el pecado, y Él lo juzga a no ser que esa persona se vuelva a Cristo. Nuestra posición es que cuando hablamos de amar al pecador, no quiere decir que descendamos a su nivel y participemos en su pecado. Le amamos en el sentido de que le comunicamos el evangelio a esa persona para ganarla para Cristo, motivados por el amor de Dios hacia los que se pierden, Ahora, el versículo 8 de este primer capítulo de la segunda epístola del Apóstol Pedro, dice:

"Si tenéis estas cosas y abundan en vosotros, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo."

Al hablar de estas cualidades que tenían que abundar, Pedro no estaba hablando aquí de factores externos de una religión. No estaba refiriéndose a rituales o liturgia de la religión. Estaba hablando de aquello que tiene que estar dentro del creyente. Él no está hablando de religión. Dijo que la razón por la cual hemos escapado a la corrupción del sistema de valores del mundo es que participamos de la naturaleza divina. La corrupción se encuentra dentro del corazón humano. Más adelante, él iba a decir que los incrédulos, es decir, los apóstatas, intentan escapar de las contaminaciones del mundo pasando por ciertas ceremonias, o por asumir un comportamiento religioso; sin embargo, sus corazones no han sido cambiados.

Cuando el apóstol dijo si tenéis estas cosas ¿a qué se refería? Bueno, a las cualidades que él había mencionado en los versículos anteriores: fe, valor, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, amor a los hermanos, y amor hacia los no creyentes. Todas estas cualidades tienen que ser una realidad dentro de nosotros. Y además destacó que estas cualidades tenían que estar presentes en abundancia.

Y continuó diciendo el escritor no os dejarán estar ociosos ni sin fruto. Estas cualidades mencionadas están relacionadas con lo que llamamos el fruto del Espíritu Santo. No podemos producir el fruto del Espíritu, figurativamente hablando, permaneciendo sentados fuera del terreno de juego. Mientras es cierto que el fruto del Espíritu es en realidad la obra, la acción del Espíritu, - es decir, que no lo podemos producir por nosotros mismos--- tenemos que entregarnos, rendirnos ante El, entregándole nuestros cuerpos de forma definitiva, y después extraer de la vid del Señor Jesucristo - -ya que somos los pámpanos--- el fruto del Espíritu. Nuevamente recordamos el fruto, que es fe, valor, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, amor a los hermanos y por los que no son salvos. El no quiere que seamos estériles.

Cuando el apóstol dijo sin fruto, se estaba refiriendo a aquello que es objetivo. Cuando habla de estar ociosos, o estériles, señalaba a aquello que es subjetivo, que es interno. Usted a veces se habrá encontrado con creyentes que se parecen a un metal que resuena o un platillo que retiñe, o que suenan como cuando uno golpea un barril vacío. Son estériles en todo lo relacionado con el fruto del Espíritu. En contraste con este estado, nosotros como creyentes no debemos permanecer sin dar fruto. Nuestras vidas deben caracterizarse por el fruto del Espíritu del cual el apóstol Pedro estuvo escribiendo. Estimado oyente, ¿influencia su vida a otras personas? ¿Está usted ayudando a que la Palabra de Dios llegue a gente que la necesite? Continuemos leyendo el versículo 9 de este primer capítulo de la segunda carta del apóstol Pedro:

"Pero el que no tiene estas cosas es muy corto de vista; está ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados."

Él iba a tocar un tema de suma importancia para nosotros, y es la esterilidad que se ve en la vida espiritual de muchos que hoy profesan ser cristianos y son miembros de alguna iglesia. Esa falta de entusiasmo terminará por hacerles sentir inseguros, por hacerles dudar sobre si alguna vez realmente habrán sido salvos. En este sentido, el Apóstol Pablo les dio el siguiente consejo, en su Segunda epístola a los Corintios, capítulo 13, versículo 5: Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que estéis reprobados! Esta fue una declaración muy fuerte. Usted debe examinarse a sí mismo para ver si está en la fe o no lo está. Si usted tiene la idea de que puede vivir una vida descuidada, negligente, y aun así ser un creyente, está equivocado. Hace algún tiempo alguien lo expresó de la siguiente manera: "Hay muchos creyentes que creen en la seguridad del creyente, en términos generales, pero que no tienen la seguridad de su salvación". Estimado oyente, la seguridad del creyente es una creencia objetiva. La seguridad de la salvación es subjetiva, personal. Y Pedro estaba diciendo aquí que el que no tenía estas cualidades era tan corto de vista que ni veía, y se olvidaba que había sido limpiado de sus antiguos pecados. En otras palabras, es como si esa persona hubiera olvidado de que había sido salvada. Ahora, en el versículo 10, leemos:

"Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección, porque haciendo estas cosas, jamás tropezaréis."

Destacamos la frase procurad hacer firme vuestra vocación y elección. Lo que él estaba diciendo aquí es que debía hacerse más firme. O sea, la seguridad del creyente es objetiva. Es algo que no puede ser alterado. Pero la seguridad de su salvación personal puede ser perturbada por la vida que usted viva. Si su vida no es vivida con sinceridad y de acuerdo con la verdad, va a terminar pasando la noche en vela y preguntándose si en realidad ha nacido espiritualmente de nuevo, o no. Aunque es cierto que Cristo ha hecho todo lo posible y necesario para salvarlo y mantenerlo salvo, el que su vida cristiana sea significativa es algo de lo cual usted tiene que ocuparse.

Un marido que ha permanecido casado por largo tiempo, nunca permanecerá en vela durante la noche preguntándose si está casado o no. Pero para que su matrimonio tenga sentido, para que sea significativo y positivo, ese marido tiene que actuar, tiene que permanecer activo en todo momento para lograr que así sea en la realidad.

De la misma manera ocurre en la vida cristiana. Por ello Pedro dijo procurad hacer firme vuestra vocación y elección. Es decir, que el saber que usted es un hijo de Dios sea una verdad que se arraigue en el corazón que sea una realidad vital, que sea una experiencia subjetiva.

Y luego el apóstol continuó diciendo en este versículo: porque haciendo estas cosas, jamás tropezaréis. Hemos hablado con muchos creyentes que han caído en el pecado y resulta interesante comprobar que nunca hemos hablado con alguien que tuviera la seguridad de la salvación antes de haber cometido el pecado. Es que la persona que carece de esa seguridad, no tiene debajo de sí misma un fundamento sólido que la respalde. Y dice el versículo 11 de este primer capítulo de 2 Pedro:

"De esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo."

Observemos que el apóstol Pedro no haría recaer el énfasis en el arrebatamiento de la iglesia, sino sobre le venida de Cristo para establecer Su reino en la tierra. ¿Por qué? Vemos que en el versículo 14 de este capítulo el apóstol dijo 14sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. Pedro no era un apóstol que no esperaba con ansia que Cristo recogiera a Su iglesia. El sabía que no viviría para ver el arrebatamiento de la iglesia porque el Señor Jesús la había dicho que iba a morir como un mártir. Por lo tanto, sabía que pronto dejaría esta tienda o tabernáculo, que en el vocabulario Bíblico se refiere al cuerpo, Era una forma hermosa de hablar de un acontecimiento como la muerte física. Así que, ya que el apóstol Pedro sabía que dentro de poco tiempo sería trasladado de este cuerpo a la presencia de Dios, habló del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo; o sea, que en el tiempo de su vida, Cristo no vendría a recoger a Su iglesia. Dice el versículo 12 de este primer capítulo:

"Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis y estéis confirmados en la verdad presente."

Sabiendo el apóstol que no estaría con los creyentes por mucho tiempo, se sintió impulsado a estimularlos para que crecieran y se desarrollaran en la gracia, para que no se dejaran dominar por un estado de senilidad espiritual. Hay cristianos hoy, y seguramente todos los habremos visto, que son en realidad seniles, es decir, que espiritualmente muestran en su vida señales parecidas a las de la decadencia física, propias de una edad muy avanzada. En un sentido figurativo, andan como tambaleándose y no parecen gozar de todas sus facultades espirituales. Y dice el versículo 13 de este primer capítulo de 2 Pedro:

"Tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación"

Aquí el apóstol usó otra vez la referencia a su cuerpo como morada transitoria, como una habitación pasajera. Mientras estaba con vida consideró apropiado recordarles las cosas que eran realmente importantes. Continuemos leyendo ahora el versículo 14 de este primer capítulo de la segunda carta del apóstol Pedro:

"Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado."

Este es un pasaje muy significativo, en el que el apóstol se estaba refiriendo a lo que Jesús le había dicho en aquella mañana, después de Su resurrección, cuando el Señor les preparó un desayuno a orillas del mar de Galilea. En aquella ocasión El le había dicho lo que vamos a leer en el Evangelio de Juan, capítulo 21, versículos 18 y 19: De cierto, de cierto te digo: Cuando eras joven, te vestías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo dando a entender con que muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

Este pasaje de 2 Pedro ha sido una de las secciones más importantes de toda la Palabra de Dios. Lo hemos examinado cuidadosamente para que usted pueda saber y comprender lo que el apóstol estaba diciendo aquí.

Ahora recordará usted por qué hemos estado calificando a esta epístola como la canción del cisne, o carta de despedida, como si fuera una declaración pronunciada en su lecho de muerte. Cuando un hombre se ve en su lecho de muerte, tiende a decir algo importante, aunque no haya dicho cosas de importancia hasta ese momento. Incluso si una persona hubiera mentido durante toda su vida, lo más probable es que en su lecho de muerte diga la verdad.

Resulta interesante comprobar que la Palabra de Dios asignó alguna importancia a las declaraciones formuladas en el lecho de muerte. Permítanos ilustrarlo con el Antiguo Testamento.

El capítulo 49 del libro del Génesis registró una escena triste y dramática. El patriarca Jacob convocó a sus 12 hijos para que le acompañaran alrededor de su lecho de muerte cuando pronunció una profecía dedicada a cada uno de ellos. Esas profecías se cumplieron literalmente.

Pasemos a otro ejemplo. Cuando Moisés supo que no entraría en la tierra prometida, sino que moriría en el Monte, en la tierra de Moab, reunió a las 12 tribus de Israel alrededor de él y bendijo a cada una de ellas antes de su muerte - tal como el patriarca Jacob había hecho antes que él. Aquel discurso pronunciado en aquella ocasión ante el pueblo fue muy importante.

Y continuando con otro personaje, pensamos en Josué. Cuando él era ya anciano y se sintió preparado para dejar esta vida, también reunió a las tribus de Israel y les comunicó su último mensaje. Entonces los desafió a seguir a Dios, poniéndose como ejemplo y dando testimonio de su propia vida. En aquella ocasión le dijo al pueblo, lo que leemos en su libro, capítulo 24, versículo 15: 15Si mal os parece servir al Señor, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos al Señor.

Y ya que recorremos la historia, llegamos al rey David. Cuando él estaba a punto de morir, convocó a su hijo Salomón. No creemos que David habría elegido a Salomón como su sucesor; seguramente habría preferido a Absalón, pero éste, después de una turbulenta rebelión contra su padre, resultó muerto. Así que, como podemos leer en el primer libro de los Reyes, capítulo 2, versículo 2, David le dijo a Salomón: Yo sigo el camino de todos en la tierra. ¡Qué figura de la muerte fue aquella! Estimado oyente, no sabemos quién es usted ni donde se encuentra, pero podemos señalarle el camino por el cual está transitando. Usted está siguiendo el camino de todos los habitantes de esta tierra, que conduce inevitablemente al cementerio. Somos conscientes de que no suena bien, pero en esa ruta nos encontramos todos. Volviendo a la frase del rey David, éste le encargó a Salomón la responsabilidad de construir el templo de Dios, y exhortó a todo el pueblo de Israel para que lo ayudara, con estas palabras, que encontramos en el primer libro de Crónicas, capítulo 29, versículo 1: «Solamente a Salomón, mi hijo, ha elegido Dios; él es joven y tierno de edad, y la obra, grande; porque la Casa no es para un hombre, sino para el Señor Dios.

Después, en el transcurso de los siglos, en el Nuevo Testamento, cuando el Señor Jesús llegó a Jerusalén para la última Pascua, les dejó bien claro a Sus discípulos, en el discurso del aposento alto, que aquella era la última reunión con ellos, antes que muriera y resucitara en un cuerpo glorificado. ¡Y qué grandes verdades les dijo en aquella última noche!

Y el apóstol Pablo, como ya hemos visto, presentó su último epitafio en su segunda carta a Timoteo, en el capítulo 4, en los versículos 6 al 8, y aquí tenemos sus palabras de despedida: 6Yo ya estoy próximo a ser sacrificado. El tiempo de mi partida está cercano. 7He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Ahora, en el caso de Simón Pedro, vemos que dijo: sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo. El supo que había llegado al fin de su vida en la tierra. La tradición contó que murió crucificado en el año 64, durante la persecución del emperador Nerón.

Cuando el apóstol Pedro dijo que dentro de poco tenía que abandonar el cuerpo, en el idioma original dijo literalmente "el tabernáculo", y la palabra Griega usada fue "skenoma", que significa una tienda o morada. Tanto Pedro como Pablo usaron este término para referirse al cuerpo. El apóstol Pablo escribió en su segunda carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 1: 1Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos. Una tienda es un elemento poco sólido, endeble, como nuestro propio cuerpo.

Cuando morimos, este cuerpo descansa en el polvo de la tierra. Así que, una vez puesto a descansar, vuelve al polvo de la tierra. La palabra Griega usada en la Biblia para descansar, significa "acostarse". En el Griego clásico significa "ir a la cama."

Y el apóstol Pablo también dijo, en la citada 2 carta a los Corintios capítulo 5, y en el versículo 8: 8Pero estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor. Así que ésta fue la forma en la que los apóstoles Pedro y Pablo hablaron de la muerte. Esta tienda pequeña y frágil es colocada en la tumba. Va a descansar, pero el alma nunca muere. Y, por supuesto, como no muere, no tendrá que ser resucitada. La palabra resurrección, traducida del término Griego "anastasis", que significa "ponerse en pie", obviamente se refiere al cuerpo.

Estimado oyente, por hoy, debemos terminar. Confiamos contar con su compañía en nuestro próximo encuentro, y le sugerimos que, para facilitar su comprensión de todo este pasaje Bíblico, lea los versículos restantes hasta finalizar este primer capítulo de la segunda carta del Apóstol Pedro.

Copyright © 2001-2024 ( TTB - Thru the Bible, RTM - Radio Transmundial, EEA - Evangelismo en Acción). Todos los derechos reservados.

CONDICIONES DE USO