Estudio bíblico de Abdías 1:10-14
Abdías 10-14
Regresamos hoy, amigo oyente, a nuestro estudio en esta breve profecía de Abdías. Recordemos que el capítulo se divide en tres partes principales. La primera, se titula "La destrucción de Edom" y se extiende desde el versículo 1 al 16; dentro de esa división, los primeros 9 versículos hablan sobre "La acusación contra Edom" (en los versículos 1 al 9); los versículos 10 al 14, en los cuales nos encontramos hoy, tratan el tema de "El crimen de Edom."
Para mantener el hilo conductor de la idea desarrollada por el profeta Abdías, sería bueno que repasáramos la transición del versículo 9 al 10, que también implica un cambio de sección dentro del capítulo, al terminar el versículo 9 con la primera sección (que como hemos dicho se titula. "El crimen de Edom").
Edom era una nación que todos los enemigos de aquel día pasaban por alto. Ellos simplemente no querían preocuparse por ese pueblo, resguardado allí en la ciudad de Petra, una ciudad labrada en la roca. Sin embargo, Nabucodonosor fue capaz de introducir espías a la ciudad, y a través de ellos, pudo apoderarse de la ciudad. En la misma forma en que Dios utilizó a Nabucodonosor para destruir a Jerusalén, la ciudad de los hijos de Jacob, que se habían apartado de Dios, Él también utilizó a Nabucodonosor para entrar y apoderarse de Edom, la nación de los hijos de Esaú.
Ese pueblo no sólo era notable por el hecho de que estaba bien protegido por la seguridad de la zona rocosa de la montaña, en aquella hermosa ciudad de Petra, pero aquella gente también había desarrollado una sabiduría y un conocimiento, así como también una superstición. La ciudad se había convertido en un centro pagano en el cual proliferaban muchos cultos. Las excavaciones arqueológicas allí realizadas, especialmente en las cimas de las montañas que se encontraban alrededor de la ciudad de Petra, han dejado al descubierto los lugares en los que se realizaban sacrificios humanos sangrientos. Ahora, la ciudad también era famosa por su sabiduría. Por ejemplo, Elifaz, el amigo del patriarca Job, era de Temán, según podemos leer en Job, capítulo 4, versículo 1. La gente de todas las naciones llegaba allí para escuchar la sabiduría de los sabios, como podemos leer también en el libro del profeta Jeremías, capítulo 49, versículo 7. Y Dios dijo que destruiría a los sabios de Edom y a la inteligencia del monte de Esaú. Y ahora, en el versículo 9, leemos:
"Y tus valientes, Temán, serán amedrentados, y será exterminado todo hombre del monte de Esaú."
Aquí el nombre Temán proviene de un nieto de Esaú, y el lugar estaba situado en la zona sur del territorio de Edom. Los habitantes de Temán eran famosos por su valentía. Y ahora el estudio nos lleva a un nuevo párrafo titulado
El crimen de Edom
A partir del versículo 10 y hasta el versículo 14, Abdías nos iba a dar una lista de las razones por las cuales Dios iba a destruir a este pueblo. Hemos dicho que el orgullo de la vida era su gran pecado, pero este pecado también los impulsó a cometer otros pecados. El orgullo es una actitud que no se puede ocultar por mucho tiempo. Tarde o temprano se pone en evidencia, como si fuera una grave enfermedad, como, por ejemplo, un cáncer agresivo en pleno desarrollo, porque el orgullo constituye una fuerza impulsora tremenda en el ser humano. Esa filosofía de la vida va a ir dominando gradualmente todos sus sentidos y uno va a expresar esa forma de pensar y de sentir de alguna manera. Si usted es contrario u hostil hacia la religión, y excluye a Dios completamente, vivirá una vida como si Dios no existiera. Y si usted es consciente de la presencia y santidad de Dios, porque tiene una relación con Él, con toda naturalidad, vivirá una vida que revelará su deseo de agradar a Dios. Teniendo estos factores, el profeta Abdías se dispuso a explicar en detalle, los terribles pecados que surgieron del orgullo de la vida, que caracterizó al pueblo de Edom.
En este punto de la profecía tenemos que recordar que Esaú y Jacob eran hermanos, hermanos mellizos. Pero, lejos de ser idénticos, en realidad eran caracteres opuestos. Crecieron en la misma familia, y tuvieron el mismo padre y madre. Pero desde el principio de sus vidas se desarrolló una lucha. Hubo un odio y una amargura que nunca se curaron, ni siquiera cuando se convirtieron en dos grandes naciones.
En embargo, encontramos que Dios tenía algo que decir a Su pueblo en cuanto a su relación con Edom. Por ello queremos ver lo que dice, por ejemplo, el Salmo 137, versículo 7; donde leemos: Señor, recuerda a los hijos de Edom cuando el día de Jerusalén decían: ¡"Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos!" El pueblo de Edom, en vez de demostrar amistad hacia el pueblo de Israel en esa triste hora en que los ejércitos de Babilonia destruían su nación, se hicieron a un lado y, en realidad, estaban a favor de sus enemigos, animando a los Babilonios en las brutalidades que éstos cometían contra los vencidos. Pero Dios les había dicho en el principio a los israelitas, cuando éstos entraron a la tierra prometida: No aborrecerás al edomita, porque es tu hermano; no aborrecerás al egipcio, porque forastero fuiste en su tierra. (como leemos en Deuteronomio, capítulo 23, versículo 7) Y el vínculo de los israelitas con los edomitas era mayor, - Edom era su hermano, su hermano de sangre--- y a causa de ello, Dios había dicho que no tenían que odiarlos. Sin embargo, veremos que el pueblo de Edom manifestó un odio y una amargura hacia el pueblo de Israel, a través de toda la historia de su nación.
Aquí se mencionaron cinco acciones específicas, derivadas del orgullo, es decir, de su actitud de que podían vivir sin Dios.
La primera era la violencia. Leamos el versículo 10 de esta profecía de Abdías:
"Por haber maltratado a tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza y serás exterminado para siempre."
A los edomitas les iban a suceder dos cosas: el profeta dijo aquí que (1) te cubrirá vergüenza. Finalmente, Babilonia pudo conquistar la ciudad de Petra y capturar a sus habitantes para llevárselos como esclavos. O sea que hubo un período en que como pueblo vivieron en la esclavitud; y (2), también dijo el profeta, en este versículo 10, serás exterminado para siempre. Edom, como nación, sería destruida completamente. Es interesante que en la actualidad oímos hablar mucho sobre Israel, pero nada sobre Edom.
Así que Edom fue una nación que intentó vivir sin Dios, y sus habitantes eran gente violenta y aguerrida. La violencia no es el método de Dios. En cualquier parte del mundo podemos ver hoy que con la guerra y la violencia se puede obtener muy poco. La violencia entre individuos y pueblos, en última instancia, no soluciona, en absoluto, ningún asunto o problema.
La segunda acusación contra Edom fue que ese pueblo se unió a los enemigos del pueblo de Israel. Leamos el versículo 11, que dice:
"Cuando extraños llevaban cautivo su ejército, cuando extraños entraban por sus puertas y echaban suertes sobre Jerusalén, tú estabas allí presente y te portaste como uno de ellos."
Aquí vemos que, en lugar de actuar como amigos y ayudar al pueblo de Israel, con quien tenían vínculos de sangre, se pusieron de parte del brutal enemigo que había invadido la tierra. Y dice el versículo 12,
"No debiste alegrarte del día de tu hermano, del día de su desgracia. No debiste alegrarte de los hijos de Judá el día en que perecieron, ni debiste burlarte en el día de su angustia."
Los edomitas se alegraron por la calamidad que había caído sobre el pueblo de Judá. Esta es siempre una acción típica del orgullo. Cuando usted ve a alguien alegrándose de las dificultades o problemas que otra persona tiene, puede estar seguro de que está escuchando a alguien que es muy orgulloso. Y el orgullo es algo que Dios dijo que detesta.
Ahora, la cuarta acción cruel y despiadada de los edomitas fue el saqueo, el pillaje. Leamos el versículo 13 de esta profecía:
"No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste alegrarte de su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad."
Los edomitas, no solo se unieron al enemigo para ponerse en contra del pueblo de Israel, sino que también se dedicaron activamente al pillaje, al saqueo para obtener el botín de los vencidos israelitas después de que el enemigo los condujera al cautiverio.
Estimado oyente, el orgullo conducirá al individuo a cometer acciones malvadas y una de ellas es el robar y ser deshonesto en los negocios. Muchos para mantener una posición preponderante en empresa, o para guardar las apariencias o su imagen personal ante los miembros de su grupo social, recurrirán a métodos deshonestos. Y en el día de hoy, nuestra sociedad contemporánea está carcomida por la deshonestidad. ¿Y cuál es nuestro problema? Bueno, la raíz del problema es el orgullo. Una persona orgullosa, viviendo su vida aparte de Dios, se dejará arrastrar por esta clase de vida.
La Biblia es aun el mejor libro de psicología. Este libro penetrará hasta llegar a la raíz del problema en el corazón humano. Al parecer, hoy hay cursillos, seminarios y conferencias disponibles para hacer frente a todas las necesidades, especialmente, para mejorar el nivel y la calidad de vida, por ejemplo, cómo mejorar las relaciones familiares, como obtener el éxito en el trabajo, como mejorar nuestras relaciones sociales y ganar amigos, como superar el estrés y la depresión, etc. Nuestro consejo es que regrese usted a la Palabra de Dios. Quizás usted no sabía que en el breve libro del profeta Abdías encontraría que se señaló con claridad que la raíz que ha conducido y aun conduce a los pueblos a su propia destrucción es el orgullo, es decir, la actitud de autosuficiencia en la vida que afirma la capacidad de las personas para vivir sin Dios.
Ahora llegamos a la quinta acción que surgió del orgullo. Leamos el versículo 14 de esta profecía de Abdías:
"Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapaban; ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia."
En nuestra opinión, esta fue la peor acción que los edomitas pudieron cometer, con la cual llegaron al nivel más bajo que se podía llegar. Aquí es donde ellos revelaron su filosofía animal de la ley de supervivencia del más fuerte. Traicionaron a sus hermanos. Es que cuando el rey Nabucodonosor, de Babilonia, invadió Jerusalén, los habitantes de la ciudad se dispersaron y muchos de ellos huyeron a través del campo escabroso de Edom, donde podían esconderse. Pero los edomitas, apostados en las encrucijadas, delataron sus escondites al enemigo invasor. Así que cuando los soldados del ejército de Babilonia les venían pisando los talones a los israelitas, los edomitas informaron a los soldados sobre los lugares de refugio de los que huían. Esa fue la forma en que traicionaron a sus hermanos.
La mayoría de las personas que se dedican a actividades comerciales, están de acuerdo en reconocer que el mundo comercial es hoy un mercado en el cual individuos y empresas se devoran unos a otros. A este nivel ha llegado el ser humano por vivir separado de Dios. Con tal de mantener el bien nombre e imagen, dinero, éxito y poder, no importan los valores éticos ni los escrúpulos. Y ¿qué está detrás de toda esa pasión, de esa fiebre individual y colectiva? Pues, el orgullo. El orgullo proviene de esa actitud de autosuficiencia de afrontar la vida y sus luchas sin Dios. Lleva incluso a las personas, a traicionar a otros para obtener puestos de trabajo; ni siquiera los lazos familiares o los vínculos de la amistad evitan tales actitudes. Por supuesto que exteriormente muchos aparentan mantener amistades y buenas relaciones, aunque a la hora de la verdad, se transforman en rivales o enemigos. Cualquier persona que haya observado, o vivido situaciones similares, reconocerá que este estado de cosas se considera hoy normal, y que estas luchas implacables están justificadas por la fuerte competencia que existe en el mundo comercial.
Uno de los personajes de Shakespeare, Julio César, dijo algo en cuanto a esta situación de crisis de confianza que existe hoy en todos los órdenes o niveles en que existen diferentes niveles de oportunidad, o de autoridad. Ahora, en realidad no sabemos si Julio César habrá pensado o expresado en este sentimiento. Quizá haya sido así, sin embargo, fue Shakespeare quien lo pensó y puso las siguientes palabras en la boca de su personaje Julio Cesar: "Ese hombre no me gusta. Es un hombre delgado y hambriento. Yo quiero a mi alrededor hombres gordos y bien alimentados". O sea que, quizás prescindiendo del factor físico, deseaba tener a su alrededor personas satisfechas y que no estuvieran dominadas por una ambición insaciable de escalar posiciones para salir de una situación social deplorable.
Estimado oyente, ¿ve usted por qué Dios detesta el orgullo? Esta es una pasión que impulsa a las personas a actuar como animales. Incluso, la tremenda verdad, cuando un individuo intenta vivir sin Dios, es que desciende a niveles más bajos que los animales. Por lo tanto, el libro del profeta Abdías es la respuesta devastadora de Dios a las teorías sobre el origen de la vida que prescinden de la acción de Dios en la creación del universo y la vida. Ya hemos comentado anteriormente, que en el ámbito moral, ético o espiritual es evidente la existencia de una proceso de decadencia, que contrasta con la afirmación de que el hombre ha alcanzado estados superiores al de los animales. Es como si el ser humano actual necesitara recordar la voz de Dios, de su creador, preguntándole: "¿Sabes realmente de dónde vienes? Yo te creé a mi propia imagen y tu caíste, caíste tan bajo que te has situado en un nivel inferior al de los animales". Ya estamos viendo que en numerosas ocasiones Dios dijo que detestaba el orgullo y lo dijo con claridad, sin rodeos.
Ahora, para ver la conclusión de este conflicto entre Edom e Israel, tenemos que ir a la época de Cristo. Allí veremos a un hombre caminando junto al Mar de Galilea, sobre los senderos polvorientos de Samaria, y por las calles estrechas de Jerusalén. Su nombre era Jesús. Él pertenecía a la línea de descendencia del patriarca Jacob. También podremos ver, durante algunos años, a un hombre ocupando un trono. Su nombre era Herodes y las Sagradas Escrituras, la Biblia, fueron muy cuidadosas al identificarlo con exactitud; se trataba de Herodes, el Idumeo, el Edomita, perteneciente a la línea de descendencia de Esaú. Cuando a Jesús le llegó una advertencia para que huyera, porque Herodes quería matarlo, el Señor dijo: Id y decid a aquella zorra: Echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra (como podemos leer en el Evangelio de Lucas, capítulo 13, versículo 32). Y cuando el Señor Jesús fue finalmente traído ante aquel rey Herodes para enfrentarse a su juicio, ni siquiera abrió su boca ante Herodes. Allí se encontraron frente a frente, Jesús y Herodes, como si hubiera sido el acto final del conflicto entre Jacob y Esaú.
Hemos visto así una exposición detallada de la malvada actitud y acciones premeditadas del pueblo de Edom, causadas por un orgullo que fue creciendo paralelamente al desarrollo de aquel pueblo, y cuya solvencia económica, fortaleza y seguridad le llevaron a decidir que no necesitaban a Dios. Y así efectivamente ocurrió. Se convirtieron en un pueblo pagano, que realizaba sangrientos sacrificios humanos. Creyeron que podían continuar en su camino de progreso disfrutando la invulnerabilidad que les otorgaba su situación en una ciudad labrada en la roca y a la cual se accedía por un acceso muy estrecho, fácilmente defendible en caso de amenazas de otras potencias de la época. Hemos comparado esa situación espiritual con las personas que hoy en día, en su autosuficiencia, deciden prescindir de Dios en sus vidas, y por lo tanto, no son conscientes de la necesidad de establecer una relación con Él. Hemos reflexionado, también, sobre las aberraciones y extremos destructivos, tanto física como espiritualmente, de las personas que deciden tomar las riendas de sus vidas y que, al negar la existencia o la relevancia de Dios, están negando al mismo tiempo la existencia de una vida más allá de la muerte, y en la cual, inevitablemente, deberán presentarse ante Él.
Bien, estimado oyente, nuestro tiempo ha llegado a su fin. En nuestro próximo programa comenzaremos a considera la siguiente sección de este capítulo, titulada "la catástrofe de Edom", y que abarca los versículos 15 y 16. Encontraremos aquí una referencia a la "Ley del Talión" o ley de las represalias, cuya pena consistía en hacer sufrir al delincuente un daño igual al que había causado. Le agradecemos su constante compañía y como esperamos continuar contando con ella en nuestro recorrido por este libro breve, pero profundo, del Antiguo Testamento, le sugerimos que lea por sí mismo, al menos, los versículos siguientes de este único capítulo de la obra que estamos estudiando, es decir, del libro del profeta Abdías.
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