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Estudio bíblico de 1 Juan 1:5-7

1 Juan 1:5-7

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio del capítulo 1 de la Primera Epístola de Juan. Después de haber tenido una introducción a este libro, nos encontramos en la primera gran división de esta carta, que abarca desde el capítulo 1:1 hasta el capítulo 2:2, y se titula "Dios es Luz". Después de haber examinado el prólogo (en los versículos 1 y 2), estamos considerando la sección titulada "Cómo los hijos amados pueden tener comunión con Dios", sección que finaliza al llegar al capítulo 2:2.

El párrafo que estamos considerando responde una de las tres preguntas implicadas en el título de esta sección, que ya hemos citado, sobre cómo los hijos pueden tener una relación de comunión con Dios. Esta primera respuesta es que podemos tener esa comunión "andando o viviendo en la luz de Dios (en los versículos 4 al 7).

Recordemos que en el versículo 4 el apóstol Juan escribió que su deseo era que la alegría de sus lectores fuera completa. Ahora, esta fue la segunda razón que el escritor Juan mencionó para escribir su epístola: el motivo del apóstol fue que la alegría de los creyentes fuera completa. Es una magnífica experiencia tener gozo, alegría, no simplemente algo de alegría, sino que disfrutemos de una gran alegría, porque estamos experimentando una auténtica comunión. La palabra Griega "koinonía" se refiere a un acto de comunión, como por ejemplo, un encuentro o culto de comunión en una iglesia o comunidad de creyentes. El orar, es un acto de comunión, así como el entregar nuestra ofrenda en la iglesia. Pero en este capítulo, Juan estaba hablando sobre la experiencia de la comunión, y que era lo mismo en que estaba pensando el apóstol Pablo cuando escribió, 10Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte (como podemos leer en la carta a los Filipenses 3:10).

Estimado oyente, el objetivo final de la predicación es que, a través de la convicción y el arrepentimiento, los hombres y mujeres acudan a Cristo para recibir la salvación. Que esa experiencia, ese comienzo de una nueva relación con Dios traiga una gran alegría a sus corazones, tal como le sucedió a aquel eunuco Etíope que experimentó un encuentro con Cristo con la ayuda de Felipe el evangelista. El no continuó su largo viaje recordando que gran predicador y que persuasivo había sido Felipe; el simplemente continuó su viaje sintiendo una gran alegría. ¿Por qué? Porque había llegado a conocer a Cristo. Y el propósito de esta epístola del apóstol Juan es que usted y yo compartiéramos todo aquello que, proviniendo de la persona y la obra de Cristo, ha llenado nuestra vida. Que el Espíritu de Dios pudiera hacer que el Señor Jesús y Dios el Padre fueran hasta tal punto reales en nuestra vida, que nuestra comunión con ellos y los unos con los otros, pudiera ser una experiencia dulce, agradable y enriquecedora.

Y ahora regresamos a la consideración de un problema que mencionamos anteriormente. El apóstol Juan había dicho que él había escrito estas cosas para que pudiéramos tener una genuina relación de comunión y compañerismo cristiano. Que, como fruto de esa relación, nuestra alegría, nuestra satisfacción fuera todo lo completa que puede ser en esta vida. Y tal alegría sería natural y realmente plena, integral, si pudiéramos tener una relación íntima de comunión y compañerismo con Dios. Sin embargo, había que superar un obstáculo, una barrera. El apóstol Juan hizo frente a un verdadero dilema que todo hijo de Dios reconoce. La misma posibilidad de que un ser humano tenga comunión con Dios es una de las perspectivas más gloriosas, más extraordinarias que tenemos ante nosotros. Pero inmediatamente, nuestras esperanzas de alcanzar esa inigualable experiencia quedan frustradas cuando nos enfrentamos con un importante dilema.

Y con respecto a este dilema vamos a leer aquí el versículo 5:

"Este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él."

Aquí hay una de las grandes frases de la epístola, y es una afirmación de gran importancia, de grandes alcances para explicar la posición de Dios frente al ser humano. Escuchemos esta frase: Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. Esta declaración nos indica que Dios es Santo, y nosotros sabemos que el hombre no lo es. ¿Cómo puede, entonces, superarse este abismo que se encuentra entre un maravilloso Salvador y nosotros? ¡Qué enorme distancia existe! El precipicio ante nosotros es empinado, escarpado y profundo. ¿Cómo pues pueden reunirse el hombre y Dios? El clamor del patriarca Job lo encontramos en su libro, capítulo 9 versículos 32 y 33: El no es un hombre como yo, para que yo le replique y comparezcamos juntos en un juicio. No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros. El profeta Amós dijo en el capítulo 3, versículo 3 de su libro: ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? Y a través del profeta Isaías Dios dijo en el capítulo 55, versículos 8 y 9 de su libro: Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos. . . . Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Así es que nos preguntamos: ¿cómo va el hombre a acercarse a Dios para andar con Él?

El apóstol Juan nos dijo que Dios es luz. Esta es, en realidad, una definición de Dios. Hemos dividido esta epístola en tres partes y cada una de ellas es una definición de Dios; (1) Dios es luz; (2) Dios es amor; y (3) Dios es vida. ¿Pero cómo vamos a tener precisamente nosotros comunión con Dios? Pareciera que hay solo dos opciones. O se hace descender a Dios a nuestro nivel, o se eleva al hombre al nivel de Dios. Ninguna de estas dos posibilidades es factible y, sin embargo, los hombres las han intentado. El apóstol Juan nos mostró la imposibilidad de la primera opción y después nos presentó una gran definición de Dios: Dios es luz.

Se nos dice hoy que los científicos han tenido dudas en cuanto a la naturaleza de la luz. ¿Es energía, o es materia? ¿Qué es la luz? La fuente de la luz es una cosa, pero cuando usted enciende la luz en su habitación, la oscuridad que persistía en el rincón se convertía en luz. ¿Qué ha sucedido? ¿Qué fue lo que se dirigió al rincón y expulsó la oscuridad? ¿Fue realmente expulsada la oscuridad? Porque cuando esa fuente de luz se apaga, las oscuridad vuelve al rincón. Y ello nos hace preguntarnos nuevamente: ¿Qué es la luz?

Bueno, cuando Juan dijo que Dios es luz, estaba revelando muchas facetas en cuanto a la persona de Dios. Aunque el autor no podía cubrir la totalidad del espectro de los atributos de Dios, podemos decir que dijo mucho sobre este tema.

En primer lugar, la luz habla de gloria, de resplandor, de belleza, y de las maravillas de Dios. ¿Ha podido usted contemplar el cielo en un amanecer, cuando sale el sol en todo su resplandor de gloria? Quizá alguna vez tenga usted la oportunidad de pasarse la noche durmiendo a la intemperie o acampando, y al amanecer usted puede contemplar la hermosura de la salida del sol. Si se encuentra en una zona montañosa, puede ver cuando el sol aparece detrás de una montaña y lo ilumina todo, dándole el brillo a un nuevo día. Es maravilloso contemplar como Dios, un Dios que es luz, crea un nuevo día. Y a pesar de la insensibilidad humana que se manifiesta de tantas maneras, las personas no pueden evitar el quedar impresionadas al contemplar la belleza y el resplandor de la obra de Dios en la creación.

Otra característica de la luz es que se revela a sí misma. La luz puede verse, pero se difunde a sí misma. Ilumina las tinieblas, se revela a sí misma. Permite que yo vea mis manos; y si yo he estado haciendo algún trabajo que las ensucia, puedo mirarlas y saber que necesito lavarlas, pero si no hubiera tenido luz, entonces, no hubiera podido ver la suciedad. Así es que, la luz se revela a sí misma. La luz revela entonces los defectos y las impurezas.

El poeta Whittier, expresó sus pensamientos sobre Dios como la luz, de la siguiente manera: "Nuestros pensamientos están abiertos ante Tu mirada, y desnudos ante Tu vista. Nuestros pecados secretos se ven a la luz de Tu semblante puro". Y como acostumbraba decir el Dr. Chaffer: "Ese pecado secreto aquí en la tierra, es un escándalo abierto en el cielo, porque nuestros pecados están delante de Él, porque Dios es luz."

La luz también nos habla de la pureza y blancura de Dios, de Su santidad sin mancha. Dios se mueve sin hacer sombra porque Él es luz. Él es puro. La luz del sol es en realidad la catarsis, es decir, la purificación de la tierra; no sólo nos provee luz, sino que también actúa como un gran limpiador. Muchas veces se expone la ropa al sol para limpiarla o para quitarle algún mal olor. Así que el sol es un gran agente limpiador. Y la luz nos habla de la pureza de Dios.

La luz también guía a las personas. Señala el camino, la ruta. La luz que brilla en el horizonte impulso a los hombres a animarse, a continuar marchando. Dios es luz.

Permítanos ir al otro extremo. La oscuridad es realmente más que una negación de la luz. No es simplemente lo opuesto a la luz. En realidad es hostil a la luz. La luz y la santidad de Dios están en un conflicto directo con la oscuridad de la maldad y del caos del sistema del mundo.

Se nos presenta ahora un dilema. Nosotros somos pequeñas criaturas aquí en la tierra, llenas de pecado. Estimado oyente, si hemos de reconocer la verdad, diremos que estamos depravados totalmente. Sin la gracia de Dios para la salvación, no seríamos otra cosa en el mundo que una criatura que está en rebelión contra Dios, y sin nada bueno en nosotros mismos. Dios ha presentado de una manera muy clara que Él no encuentra nada bueno en el ser humano. El Apóstol Pablo dijo: 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo (como podemos leer en Romanos 7:18). Y el apóstol también dijo: No hay justo, ni aun uno (como leemos en Romanos 3:10). Los seres humanos no tienen una bondad innata, sino que están en rebelión contra Dios. No hay nadie que tenga una bondad innata, sino que todos están en rebelión contra Dios.

Después, el apóstol Pablo continuó hablando sobre la rebelión que se encuentra en el corazón humano, y dijo en su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículo 7: Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden. Tenemos que ser conscientes de que hoy vivimos en un mundo que está en rebelión contra el Dios Todopoderoso. Dios es Santo, y yo soy un pecador. Soy salvo por la gracia de Dios, sí, pero ¿cómo voy a tener comunión con Él? ¿Cómo voy a andar con Él? Bueno, las personas han tratado de hacer esto en tres formas diferentes que se presentan aquí. Dos de ellas están equivocadas. El primer método es

Reducir a Dios al nivel del hombre

El primer método es hacer descender a Dios al nivel del ser humano. Leamos entonces el versículo 6 de este primer capítulo de 1 Juan;

"Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad."

El versículo comienza planteando el problema de una manera dura, directa, aludiendo a quienes afirman tener comunión con Dios pero, a la hora de la verdad, no la tienen en absoluto.

Entonces estamos frente a una mentira; el apóstol estaba hablando con sinceridad y de forma tajante, ¿no le parece, estimado oyente? Poniéndose en primera persona afirmaba que en este caso mentíamos. Así que Juan dijo que si decimos que tenemos una relación de comunión con Dios y estamos viviendo en la oscuridad - es decir, en el pecado--- estamos mintiendo. Nosotros, por ética, por educación o por delicadeza, no nos atreveríamos a decir esto a nadie. Simplemente estamos transcribiendo lo que el apóstol Juan dijo. Siempre hemos pensado que Juan era una persona apacible, tierna, delicada. No sabemos quién le atribuyó esa personalidad, a menos que haya sido durante la Edad Media, cuando hubo un pintor lo representó en un cuadro con rizos en sus cabellos. Quizás el artista concibió esa idea del hecho de que Juan fue considerado el apóstol del amor. Nuestro Señor Jesucristo nunca lo calificó de esa manera, sino que lo llamó: "el hijo del trueno", o sea, un carácter opuesto al amor. Después de todo, él era un pescador, un hombre grande, fuerte, robusto y duro; y él fue el que dijo: Si decimos que tenemos comunión con El y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Porque Dios es luz; Dios es santo.

Con frecuencia oímos hablar del pecado entre los cristianos. Pero debemos tener en cuenta que si usted va a caminar con Dios en el sendero de la vida, ha de tener que caminar en luz. Y si aparece el pecado en su vida, usted no estará recorriendo ese camino en compañía y comunión con Dios. Porque usted, como ser humano, no puede hacer descender a Dios a su nivel. Continuemos leyendo ahora el versículo 7 de este primer capítulo:

"Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado."

Si andamos en luz, es decir, si vivimos en la luz de la Palabra de Dios. Un expositor Bíblico tenía una cierta confusión con respecto a este versículo. Observando que la limpieza por la sangre depende de nuestro andar en la luz, leía este versículo como si dijera "Si andamos de acuerdo con la luz, la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado". El pensaba que estas palabras significaban que si él era muy escrupuloso en obedecer cada mandamiento de Dios, entonces Dios lo limpiaría. Pero entonces se dio cuenta de que aquí no dice "si andamos de acuerdo con la luz", sino que dice "si andamos en la luz. Este expositor al fin aprendió que lo importante es donde andamos, y no como andamos. ¿Nos hemos acercado a la presencia de Dios y hemos permitido que Su Palabra brille sobre nuestros corazones pecaminosos? Es posible andar en la oscuridad, pensando que uno está andando bien, que está en lo correcto.

El Dr. J. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, contaba que después de un servicio religioso el domingo por la mañana, al comienzo de su ministerio como Pastor, un médico se acercó a él y le preguntó si quería salir a cazar ardillas, y el Dr. McGee le contestó que le gustaría mucho hacerlo. Así fue que este médico le trajo una escopeta y salieron juntos por la tarde, fueron a su finca, y de allí salieron a cazar. Caminaron a lo largo de un arroyo y tuvieron una buena cacería. Al fin, llegaron a una bifurcación en el arroyo y el médico le dijo: "yo iré por la bifurcación de la derecha y usted vaya por la de la izquierda. Le guiará alrededor de la montaña y de regreso al cobertizo de la finca. Allí nos encontraremos". Mientras tanto, parecía que iba a llover. Ya había lloviznado una o dos veces y había escampado. Cuando se separaron, comenzó a lloviznar otra vez. El Dr. McGee continuó avanzando y dio la vuelta por la zona que le había asignado su amigo. Mientras caminaba, notó que había algunas cuevas, así que cuando comenzó a llover un poco más fuerte, y el Dr. McGee pensó que se iba a mojar, y para evitarlo, se metió en una de esas cuevas, en la más grande que pudo encontrar. Mientras estaba allí sentado en la oscuridad por unos treinta minutos, comenzó a sentir frío, y entonces decidió encender una hoguera. Así es que, recogió algunas hojas, algunas ramas, y encendió el fuego. Entonces miró a su alrededor para ver lo que había dentro de esa cueva. Y se dio cuenta que no estaba solo. Nunca se había encontrado en un lugar donde hubiera tantas arañas y lagartijas, como las que había en esa cueva. Y en un rincón se encontraba una serpiente enroscada y lo estaba mirando. El Dr. McGee, por supuesto, salió rápidamente de ese lugar, aunque todavía estaba lloviendo y se mojó bastante; pero no estaba dispuesto a regresar otra vez a esa cueva. El caso fue, que él estuvo cómodamente sentado en esa cueva por treinta minutos cuando estaba en la oscuridad; pero cuando hubo luz, él pudo darse cuenta de lo que realmente había allí, porque pudo mirar a su alrededor.

Así hemos visto que el Profesor McGee estaba cómodamente sentado en la oscuridad, pero cuando la luz de la hoguera reveló lo que había en la cueva, ya no se pudo sentir cómodo en aquel lugar. De la misma manera, en todas partes hay multitudes de personas que se sientan cómodamente en iglesias los domingos por la mañana, pero no están escuchando la Palabra de Dios. En consecuencia, se encuentran como sentadas en la oscuridad, escuchando alguna disertación interesante, con datos económicos, sociológicos o políticos, o sobre cómo vivir una vida de mayor calidad, y sobre como esforzarse en todo para que salga lo mejor posible. Esas personas se sienten cómodas, tranquilas. Pero si por un momento pudieran exponerse a la luz de la Palabra de Dios, verían que son pecadoras, y que no pueden hacer descender a Dios a su nivel humano. En nuestro pasaje, el apóstol Juan dijo que si una persona dice que está teniendo comunión con Dios, pero está viviendo en el pecado, esa persona está mintiendo.

Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. En nuestro próximo programa, continuaremos con este estudio que con tanta sinceridad nos revela el lado oscuro, oculto del ser humano, y que como nos ha dicho el apóstol Juan, es completamente incompatible con una relación de comunión y compañerismo con Dios. Estimado oyente, será para nosotros un placer si puede acompañarnos en nuestro próximo estudio y como continuaremos recorriendo otra parte de este capítulo, le sugerimos que lea, al menos, hasta el versículo 10 de este primer capítulo, para familiarizarse con su contenido. Le agradecemos su compañía y participación en nuestro examen de este libro del Nuevo Testamento, que forma parte de nuestro viaje "a través de la Biblia."

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