Estudio bíblico de 1 Juan 2:23-29 (II)
1 Juan 2 (repaso)
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por la Primera Epístola del Apóstol Juan. Y hoy vamos a dar un repaso y echar una mirada retrospectiva al capítulo 2, que ya concluimos, ya que éste es uno de los grandes capítulos de la Biblia. Un estudiante de un Seminario preguntó en cierta ocasión cuáles eran, según nuestra opinión, los diez capítulos más importantes de la Biblia. Bueno, la verdad es que no se puede contestar mencionando específicamente a sólo diez capítulos, porque habrá algunos que quedarían eliminados, si uno solo escoge diez. Sería prácticamente imposible elegir unos y desechar a otros, porque cuando uno lee a través de la Biblia, cada capítulo llega a ser el mejor capítulo. Pero, entre los más significativos e impactantes debemos incluir al capítulo 2 de la Primera Epístola del Apóstol Juan, porque realmente, éste es uno de los grandes capítulos de la Biblia.
Ahora, el tema más importante de este capítulo es que "Dios es amor". Desde el comienzo nos hace saber que podemos ser "hijos de Dios"; que nosotros podemos tener comunión con Él, a pesar del hecho de que somos débiles, frágiles, de que somos como niños, que podemos tropezar y caer. Pero aún así podemos tener comunión con Él, porque Jesucristo, el Hijo de Dios, continúa limpiándonos de todo pecado. Tenemos un abogado que intercede por nosotros ante el trono del Padre, y Él, Jesucristo, está de nuestro lado.
Al comienzo del capítulo 2, en el versículo 3, leemos que Dios es amor, y este es el corazón mismo de esta epístola, se menciona unas 33 veces, y es importante que recordemos esta afirmación. Ahora, podemos estudiarlo de la siguiente manera.
Cómo "hijitos" podemos y debemos tener comunión los unos con los otros, y eso es "andar" en amor. Es decir, los verdaderos hijitos tienen comunión los unos con los otros; y ciertamente "los hijos" son llamados a vivir una vida diferente. Ellos han recibido una nueva naturaleza. Ahora pueden vivir para Dios. La evidencia de esta nueva vida es la obediencia; esa es la prueba de la nueva vida que hemos recibido; que ahora guardamos Sus mandamientos. Juan nos presentó esto claramente, que no sólo guardamos Sus mandamientos, sino también Su Palabra. Guardar Su Palabra quiere decir, que estamos dispuestos a ir mucho más allá de lo que Él nos ha mandado. La obediencia, por tanto, es la prueba de la nueva vida en nosotros, los hijos.
Aquí se nos presenta la diferencia que existe entre la ley y la gracia de Dios. La ley de Dios dice que si el hombre la cumple, entonces vivirá. Pero la gracia es lo opuesto a esto. La gracia de Dios hace posible que si el hombre cree, entonces vivirá. Es decir, es un acercamiento diferente hacia la misma meta, pero el problema es que la ley nunca dio resultado con el ser humano, porque su vieja naturaleza hace imposible el poder complacer a Dios. Como pecamos, todos estamos destituidos de la gloria de Dios. La verdadera prueba es esta pregunta: ¿disfruto yo al buscar y hacer la voluntad de Dios? ¿Amo Sus mandamientos? Si usted es un hijo de Dios, entonces, tiene una nueva naturaleza. Ahora usted quiere complacerle a Él en todo, quiere honrarle con acciones y actitudes que Cristo aprobaría. Usted ahora anhela las cosas espirituales.
No podemos hablar en que tenemos comunión con Dios y los demás creyentes, y al mismo tiempo estar viviendo en el pecado. El escritor del libro de los Proverbios lo expresó claramente en el capítulo 28, versículo 13, cuando dijo: el que encubre sus pecados no prosperará: Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
Sabemos, y la Palabra de Dios lo confirma, que la sangre de Jesucristo nos limpia, por cierto, de todo pecado. Pero también afirma que no podemos andar y vivir en el pecado, y tener, al mismo tiempo, comunión con Dios, y con los demás creyentes. Si usted y yo vivimos una vida que honra el evangelio de Jesucristo, tenemos la seguridad de ser hijos de Dios y por lo tanto deseamos ser obedientes a Él. En el evangelio según San Juan, capítulo 14 y versículo 15, dijo Jesús: Si me amáis, guardad mis mandamientos. Podemos afirmar sin lugar a dudas, que podemos saber si somos un hijo, una hija de Dios. Esta no es una afirmación audaz, ni jactanciosa, y no es arrogancia. No es tener demasiada confianza, no es un auto-engaño, o una ilusión. No es una proclamación de orgullosa soberbia, sino todo lo contrario, es una afirmación que hacemos con toda humildad.
Aquí encontramos dos grandes verdades: el conocimiento de la realidad de la salvación y la seguridad eterna del creyente. El Señor Jesucristo dijo: Mis ovejas oyen mi voz, y si usted es parte de Sus ovejas, entonces, escuchará Su voz. Usted no estará jactándose cuando dice que sabe que ha sido salvo. Lo que usted está diciendo es: "Yo tengo un Pastor maravilloso". Usted no está diciendo que usted es maravilloso, sino que está diciendo que Su Pastor es maravilloso. Él dice: "Mis ovejas no perecerán jamás". ¡Qué verdad más maravillosa es esa!
Al avanzar en esta sección del capítulo 2 de la Primera Epístola del Apóstol Juan, queremos acercarnos a la última parte de este capítulo y dedicarle algo de tiempo. En el versículo 21 Juan declaró:
"Os he escrito, no porque seáis ignorantes de la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad."
Juan no escribió algo nuevo y eso es lo que estaba diciendo en este versículo: que él no les estaba presentando algo desconocido. Ellos conocían el evangelio, y por lo tanto, creemos que Juan estaba escribiéndoles con un doble propósito: uno, sería para animarles, y el otro, para prevenirles, porque había falsas enseñanzas en aquellos tiempos y el versículo 22 nos presenta esto claramente. Juan continuó diciendo:
"¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, pues niega al Padre y al Hijo."
El lenguaje que Juan utilizó aquí fue un lenguaje bastante fuerte y claro, como ya lo hemos mencionado en programas anteriores. Esta expresión se presenta en el texto original. ¿Quién es el mentiroso? Es decir, que todas las mentiras provienen de aquel que es el príncipe de las mentiras, el diablo. Un día, explicó Juan, llegará un hombre, un hombre de Satanás, que será "el mentiroso". ¿Cómo se lo podrá identificar?
Lo que distinguirá al anticristo será su rechazo absoluto de todo lo que concierna al Padre y al Hijo. Esa manera de pensar o creer, es como una señal. A lo largo de la historia muchos han sido los que han negado y renegado de la existencia de Dios, se burlaron de la fe cristiana y dudaron de la existencia de Jesucristo. Otros rebajaron a la persona de Jesucristo a un simple personaje histórico, mítico, o como mucho, lo situaron como un líder carismático popular, pero a la misma categoría de la de otros líderes humanos. Esto constituye una negación directa de la deidad de Cristo, y de su condición de Hijo Unigénito del Padre celestial, porque el versículo 23 nos dice:
"Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre."
No se puede primero negar a Jesucristo y luego afirmar que se cree en Dios. Amigo oyente, esto no sería coherente. La Palabra de Dios no permite ninguna ambigüedad, y es muy clara y contundente sobre este tema; no se puede rechazar a Jesucristo y pretender estar en armonía con Dios. No se puede disfrutar de una relación con Dios si no se acepta a Jesucristo como Su Hijo.
En cierta gran iglesia se publicó la siguiente nota: "Quienquiera que sea usted, cualquiera que sea la fe en la cual usted ha nacido, el credo que usted profesa, si usted ha entrado en este santuario para buscar al Dios en el cual usted cree y quiere adorar o pedir algo a su Dios, aquí usted es bienvenido". La nota continúa mencionando frases hermosas sobre la paz y la paternidad de Dios. Quizá esto nos pueda parecer como un gesto muy humano, tolerante y generoso, con un criterio amplio de respeto hacia toda la humanidad. Pero esto es lo que Juan nos quiso señalar. Juan dijo que debemos que tener cuidado con este concepto de tolerancia: todo aquel que niega al Señor Jesucristo, es un anticristo, porque niega al Padre y al Hijo. Si usted niega a uno, está negando al otro.
Algo más adelante volveremos a hablar sobre el anticristo, porque hay dos referencias más en este libro de Juan. Debemos decir que Juan es el único que usó este término, "el anticristo". Y en el versículo 24, nos dijo lo siguiente:
"Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre."
Eso fue lo que cambió la vida de un hombre que escuchó hablar sobre este tema en nuestro programa radial, hace muchos años, y en ese mismo momento este oyente decidió aceptar a Jesucristo como su Salvador personal. Confesó sus pecados a Dios, pidió perdón y con una sentida oración, con palabras sencillas que le salían del corazón, pidió a Jesucristo que borrara sus pecados, por los únicos méritos de la sangre que el Hijo de Dios vertió en la cruz. A esto se le llama "el nuevo nacimiento", cuando un pecador se arrepiente, y Dios le introduce a la Familia de Dios, por medio de este nuevo nacimiento espiritual. Este oyente llegó a ser un líder espiritual y llevó a muchas almas a los pies de Cristo. Damos gracias a Dios por esta historia verídica, porque esa es la verdadera prueba. Juan nos recordó que permanecer en Él es evidencia de que usted es Hijo de Dios". Ahora, el versículo 25 nos dice:
"Y esta es la promesa que él nos hizo: la vida eterna."
De paso queremos recalcar que la única vida que Dios nos ofrece es la vida eterna. ¿Qué significa la palabra "eterna"? Significa que algo no tiene fin, que no termina, que no tiene fecha de caducidad, que no se desgasta, ni se deteriora. Seguidamente, el Apóstol Juan en el versículo 26 nos hizo una advertencia:
"Os he escrito esto sobre los que os engañan."
Juan aquí se refirió a aquellas personas que conscientemente intentan conducir por el camino equivocado a los que les escuchan, para apartarlos de la verdad. En algunos casos se utiliza la palabra seducen, en lugar de engañan. Pensamos que es una palabra muy adecuada. La palabra "seducir" o engañar" se puede aplicar en el terreno físico, pero también se puede describir una situación en el reino espiritual. Es decir, que hay personas que llevan a otras a cometer "adulterio espiritual" al apartarlas, o desviarlas de la verdad. Ahora, en el versículo 27, Juan nos dijo por qué debemos permanecer en la verdad:
"Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él."
La palabra unción proviene de la palabra griega carisma. Se usa este término para calificar a una persona con mucha personalidad, que resulta interesante y que atrae por su simpatía, su conocimiento, o por su forma de expresarse. Pueden ser líderes políticos, artistas o científicos, y de ellos se dice "que tienen carisma". Tener carisma o ser carismático es una cualidad que ayuda mucho en la vida. El significado de la palabra, según un diccionario clásico, nos sorprendió mucho, porque quiere decir: untar; de la misma manera en que, por ejemplo, se extiende la mantequilla sobre el pan. O también, se puede aplicar la palabra cuando los jóvenes se ponen algún producto en el cabello para lucir un buen peinado. Así que, ya sabemos lo que significa literalmente la palabra carisma. Hemos investigado lo que otros estudiosos de los textos de la Biblia en griego opinan, y hemos encontrado que compartimos la misma opinión.
Ahora, ¿qué es lo que nos quiere decir este versículo a nosotros, a los que somos creyentes? Bueno, en el Antiguo Testamento, quienes se ocupaban de la vida espiritual del pueblo de Israel eran los sacerdotes, y todos ellos tenían que ser ungidos con un aceite sagrado antes de comenzar su ministerio sacerdotal. Esa unción con el aceite vertido sobre sus cabezas indicaba, en una manera espiritual, que ellos estaban saturados, empapados, de forma especial por el Espíritu Santo para realizar ciertas funciones específicas, únicas, que sólo los sacerdotes podían realizar.
El versículo 27 comienza con esta frase "Pero la unción que vosotros recibisteis de Él. Juan nos dijo que usted y yo hemos recibido una unción de Dios, cuando fuimos salvos. ¿Qué significa "ser salvos"? Ese es el regalo de la salvación que recibimos de Dios, cuando nos presentamos ante Él confesando nuestra necesidad y deseo de recibir Su perdón, Una de las cosas que el Espíritu de Dios hace por nosotros es ungirnos. Si usted ha nacido de nuevo, es un hijo de Dios y ha recibido la salvación: entonces usted ha sido ungido por el Espíritu Santo para entender la verdad divina, algo que usted antes no podía comprender. Ahora, Juan nos explica cómo opera la unción en nosotros, leamos nuevamente todo el versículo 27 del capítulo 2 de esta Primera Epístola del Apóstol Juan:
"Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él."
Esto quiere decir que Él le ha dado a usted una unción por medio de la cual usted es capaz de comprender toda la verdad, como si una venda se hubiera caído de sus ojos espirituales. "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente, leemos en 1ra. Corintios 2:14. Y en ese mismo capítulo de la primera carta a los Corintios, versículos 9 y 10 el apóstol Pablo escribió: Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu.
Ésta es la unción que el creyente recibe del Espíritu Santo. Esa es la unción por la cual tratamos de animar a nuestros oyentes a que tomen la Palabra de Dios en serio, que la lean y la estudien.
Una oyente nos ha escrito diciendo que ella escucha fielmente estos programas, que los graba, y luego los vuelve a escuchar repetidas veces. También nos comentó en su carta que sigue los programas con su Biblia abierta, que lee los pasajes bíblicos que mencionamos y que, de pronto un día, sus ojos espirituales fueron abiertos, y ella pudo percibir al Señor Jesucristo de una manera nueva. ¿Qué es lo que le sucedió a esta oyente? Ella recibió el regalo de la salvación y el regalo de la unción del Espíritu Santo. Nosotros creemos en esa clase de unción, que viene de Dios, y que significa el sello de Dios, Su marca como propietario de nuestra alma. Es precioso experimentar la presencia de Dios en nuestras vidas, No es solamente la paz y el gozo que experimentamos por la presencia del Santo Espíritu con y en nosotros, es mucho más que esto. Se despierta en nuestro ser un deseo de amar a Dios, de servirle, de ser útil, un deseo ferviente de compartir nuestra experiencia de ser "hijito" de Dios con todos que nos rodean. Ahora amamos y atesoramos Su Palabra, y la entendemos como si una luz, un foco, se hubiera encendido sobre temas que antes no entendíamos. Es el cometido y el trabajo del Espíritu Santo, el llevarnos a toda verdad, y es Su obra en nosotros la que nos ilumina y nos da entendimiento para comprender más el regalo de la salvación que Cristo conquistó en la cruz por nosotros. El Apóstol Juan nos alertó entonces en el versículo 28:
"Ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados."
En este versículo el apóstol Juan nos estaba diciendo, y a través de todo este capítulo, que aunque nosotros podamos tener esa unción de Dios, no llegaremos a saber cuándo se producirá la venida, la manifestación del Señor Jesús. El día y la hora sólo la conoce el Padre, es un misterio que Él se ha reservado para Sí mismo. Juan dijo también en el versículo 28 que sería bueno que viviéramos una vida de comunión con El, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.
Creemos que los creyentes deben vivir expectantes y preparados ante la cada día más cercana venida de Cristo. Ahora, si usted me dijera que Él no va a venir hasta dentro de veinte años, - puede ser que yo no viva hasta entonces - pero si Cristo no viene hasta esa fecha, yo no tendría que preocuparme en el día de hoy; y quizás descuidaría un poco mi forma de vivir. Pero si Él viniera hoy, exactamente en este mismo instante, Él me encontraría preparando este programa, y eso me daría mucha alegría. Espero que Él venga en un momento así, pero yo no puedo saber cuando ocurrirá ese hecho tan importante. Cristo puede venir cuando yo esté pensando mal de algún vecino o de un amigo, o esté disgustado con alguien. Si el Señor viniera en un momento "inoportuno", porque estoy en un sitio inapropiado, o haciendo algo indigno de un hijo de Dios, yo estaría muy avergonzado ante Su santa presencia. Así es que usted y yo debemos vivir todo el tiempo a la luz de Su inminente regreso. Siguiendo adelante, Juan nos dijo aquí en el versículo 29:
"Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él."
Es decir, que los hijos de Dios se parecen al Padre, ellos hacen lo mismo que el Padre, y si no hacen lo mismo que el Padre, entonces, no son los hijos del Padre. Es así de sencillo.
Ahora, hemos hecho este repaso de este capítulo 2 porque creemos que es un gran capítulo que habla de grandes verdades que conviene recordar, y practicar.
Mientras tanto nos permitimos aconsejarle, amigo oyente, que lea anticipadamente el capítulo 3 de esta Primera Epístola del Apóstol Juan, para familiarizarse con su contenido.
Antes de despedirnos queremos animarle una vez más a que se haga la siguiente pregunta: ¿si hoy Dios determina que mi vida en este planeta Tierra ha terminado y me llama a Su presencia qué ocurrirá, dónde pasaré la Eternidad? ¿La pasaré en la presencia de Dios, el cielo, o al contrario, sería alejado de Su santidad, y alejado, por toda la eternidad, condenado al infierno? Son preguntas duras, pero ¡está en juego la salvación de su alma! Esta es una cuestión seria e importante. Si desea recibir el perdón de sus pecados, no importa cuales fueron, la sangre de Jesucristo "nos limpia de toda maldad. El que a mi viene, no le echo fuera, dijo Jesús, y sus palabras y promesas son válidas para hoy y ahora. No deje pasar el momento, el Padre está esperándole con todo Su amor para perdonarle y aceptarle como un hijo en Su familia. No por sus méritos sino por los de Jesucristo, y por el sacrificio que realizó en la cruz pagando por sus pecados el precio de su perdón. Acéptelo hoy mismo, y experimentará una paz que sólo viene de esta nueva relación personal con Dios, a través de Jesucristo. Si desea hacerlo y no sabe cómo, repita esta breve oración de entrega: "Dios, me arrepiento de mis pecados, y te pido que me perdones, que me limpies con la sangre de tu Hijo Jesucristo quien murió por mí en la cruz, y te pido que me aceptes como hijo en tu familia. Muchas gracias. Si usted ha repetido esta oración nos gustaría conocerle y le pedimos que nos escriba contándonos su experiencia de "nacer de nuevo" a una vida como hijo de Dios. ¡Es nuestra oración que Dios le bendiga y le llene de Su perfecta paz! Hasta el próximo programa, estimado oyente.
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