Estudio bíblico de Hageo 1:12-2:3
Hageo 1:12-2:3
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por este libro del profeta Hageo. Y conviene mantener delante de nosotros el bosquejo que este profeta nos ha dado, ya que este libro, aunque sea breve, está muy bien organizado y estructurado. Este hombre, Hageo, era una persona muy organizada. Era un administrador. Era un hombre muy práctico, por cierto. Estaba siempre fuera, al alcance de la gente, ayudando al pueblo a reedificar el templo, animándolos y estimulándolos. Y como hemos visto en los primeros 11 versículos del primer capítulo, Hageo presentó un desafío al pueblo, ya que en primer lugar existía allí una acusación de conflicto de intereses. Ellos habían puesto sus propios intereses egoístas por delante del programa de Dios. Esa fue la razón por la cual no se habían comenzado las obras de reparación del templo. Y ellos estaban dando énfasis a la excusa de que sencillamente no era el tiempo apropiado para reedificar.
Después, Dios les pidió que reconsideraran su camino, es decir, su conducta. En realidad, Dios estaba buscándolos, llamándolos para que meditaran en su forma comportarse y no habían sido debidamente conscientes de ello a causa de que sus corazones se habían endurecido. No se daban cuenta de que estaban por enfrentarse a un juicio de Dios sobre ellos. Pero Dios, en Su misericordia los estaba llamando a la reflexión,
Después, Él les dio el mandamiento de que construyeran el templo. El plan de reconstrucción era relativamente sencillo. Tenían que subir al monte y derribar los árboles y, en segundo lugar, transportar la madera. Y luego, debían proceder a edificar la casa, el templo de Dios. Como vemos, el aspecto logístico de la operación no tenía mayores complicaciones.
Ahora, los resultados de esta magna empresa iban a ser fantásticos. Dios iba a ser complacido y honrado. A partir del momento en que ellos colocaran a Dios en el lugar prioritario de sus vidas, Él iba a ser glorificado. Y, ¿qué iba a suceder? Bueno, hasta ese momento en que decidieron consagrarse a Él, las bendiciones materiales habían sido retenidas. Él profeta les había informado sobre esa realidad de una manera muy clara, porque realmente le habían fallado a Dios, colocando sus propios intereses personales en primer lugar y desentendiéndose del gran proyecto de reconstrucción de la casa de Dios.
Ahora, en el versículo 12 de este capítulo 1, y en los versículos restantes, tenemos la respuesta a ese desafío. En primer lugar, tenemos la construcción del templo en el versículo 12. La gente obedeció. Leamos este versículo:
"Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz del Señor su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado el Señor su Dios; y temió el pueblo delante del Señor."
Ahora, ellos hicieron dos cosas aquí. En primer lugar, obedecieron. Recordemos que en la Biblia se nos ha enseñado que el obedecer es mejor que realizar sacrificios. De ahí, la importancia de la obediencia. Si andamos en luz, como Él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (como nos dijo el apóstol Juan en su primera carta, 1:7). Nosotros debemos andar en la luz de la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios nos hará sentir humildes, y nos hará ver con claridad nuestras faltas, fracasos y todo aquello que estorbe nuestra relación de comunión y compañerismo con Dios. Muchos de nosotros no necesitamos que esas cosas nos sean demostradas, porque sabemos que están ahí, pero si nos decidimos a solucionar el problema de no estar en una relación cercana a Dios y tratamos con el problema del pecado, entonces podemos descubrir que la sangre de Jesucristo continúa limpiándonos de todo pecado, y entonces podremos restablecer nuestra comunión con Dios.
De modo que, el pueblo de Israel obedeció a Dios; dice aquí: y temió el pueblo delante del Señor. Esa fue la segunda actitud. El principio de la sabiduría es el temor del Señor. (como podemos leer en el libro de los Proverbios. 1:7). Esta gente no sólo creyó a Dios, sino que obedeció a Dios, y también sintieron un temor reverente por Dios. Y entonces recibieron una confirmación de parte de Dios. Leamos el versículo 13:
"Entonces Hageo, enviado del Señor, habló por mandato del Señor al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice el Señor."
¿Puede uno pedir más que esto, amigo oyente? ¿Algo más que la compañía misma del Señor? Él dice: Yo estoy con vosotros. El Señor Jesucristo nos dijo: He aquí yo estoy con vosotros todos los días. (como podemos leer en el Evangelio de Mateo 28:20). Y esta presencia constante del Señor con nosotros se basa o descansa en la obediencia al mandato Id por todo el mundo y predicad el evangelio. Él no dijo: "Yo estaré con vosotros si permanecéis en una actitud de espera, de indecisión de incredulidad o de apatía". Él nunca dijo que estaría con usted en esas circunstancias. Él dijo que estaría con usted cuando le obedeciera activamente. Esa es la condición para recibir la bendición, amigo oyente. La extraordinaria realidad es que usted y nosotros podemos tener una relación de compañerismo y comunión con Él. Yo estoy con vosotros, dice el Señor. Uno no puede agregar nada más a esa hermosa experiencia. No podemos tener una vivencia mejor para vivir. Ahora, volviendo a la cronología de nuestro relato, lo que sucedió fue que los líderes se dedicaron a la tarea, al trabajo, de una manera muy entusiasta. Leamos lo que dice aquí el versículo 14 de este primer capítulo de Hageo:
"Y despertó el Señor el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa del Señor de los ejércitos, su Dios"
Es muy importante que tomemos nota de estos detalles significativos referentes al liderazgo de la nación. Tenemos aquí a un líder civil, a Zorobabel el gobernador. Él pertenecía al linaje real. Él era el hijo de Salatiel. Y "Salatiel" era una palabra interesante. Significaba "pedir a Dios en oración". Así es que, detrás de todo este esfuerzo, hubo mucha oración.
Y dice aquí que esta gente vino y trabajó en la casa del Señor de los ejércitos. El Señor de los ejércitos era su Dios. Allí también estaba Josué, el sumo sacerdote, hijo de Josadac, que era el sumo sacerdote en el momento de la invasión Babilónica. Y luego se encontraba el remanente del pueblo. Así fue que todos estaban reunidos allí: los líderes civiles y religiosos, unidos al pueblo para llevar a cabo la obra del Señor.
Y entonces el profeta proclamó su segundo mensaje, y en este versículo 15 encontramos la fecha: dice este versículo:
"En el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío."
O sea que, la fecha era el 24 de septiembre del año 520 antes de Cristo. El primer mensaje, como usted recordará, había sido dado el primero de septiembre del año 520 A.C. Esa fue la fecha cuando Dios les había desafiado, les había retado a esta tarea; y ellos habían respondido a ese desafío, y el 24 de septiembre Hageo entonces, presentó este segundo mensaje. El pueblo ya se había reunido, se había organizado. Ellos iban a comenzar a trabajar; habían comenzado a derribar los árboles, a cortar la madera y estaban procediendo a edificar. Y nos imaginamos que para entonces ya se habían establecido los cimientos, y probablemente ya se estaban levantando algunos elementos de la estructura del templo. Y así llegamos al
Hageo 2
Al continuar nuestro recorrido e iniciar este capítulo 2, vemos que la gente se había desanimado, y que Dios les estaba estimulando. La inferioridad de este segundo templo era tan evidente, al compararlo con el templo de Salomón, que se convirtió en una causa de desaliento. Sin embargo Dios tuvo una respuesta para ello.
Este desaliento por parte del pueblo lo vemos en los primeros 9 versículos de este capítulo. Esto tuvo lugar el 21 de octubre del año 520 A.C. Veamos ahora el desaliento del pueblo y el ánimo y estímulo del Señor, en el tercer mensaje. Leamos el primer versículo del capítulo 2 de Hageo:
"En el mes séptimo, a los veintiún días del mes, vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo, diciendo"
Ahora, ellos habían estado trabajando por un mes. Habían pasado unos 24 días organizándose, probablemente colocando los cimientos, y ahora por un mes las obras del templo habían estado realizando progresos, y la construcción estaba siendo edificada. Y entonces, había habido mucho entusiasmo en esta fase del proyecto, pues en todo Dios les había animado. Dios les había dicho: Yo estoy con vosotros. (Hageo 1:13).
Pero después llegamos al segundo punto de desánimo. Y escuchemos lo que Dios les dijo en el versículo 2:
"Habla ahora a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, diciendo:"
Este mensaje fue dirigido al mismo grupo de gente que Dios había animado en el primer capítulo, a los líderes y la misma gente. Llegamos ahora al segundo obstáculo que tuvo que sortear Hageo como profeta. Usted debe recordar que durante todo ese tiempo, Zacarías estaba profetizando junto a él. Pero eso lo vamos a ver cuando estudiemos el siguiente profeta. Aquí tenemos ahora el problema, en el versículo 3 de este capítulo 2 de Hageo, donde leemos:
"¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?"
Lo que estaba sucediendo era lo siguiente: muchos de aquellos que habían regresado de la cautividad de Babilonia recordaban la belleza y la riqueza del templo de Salomón. Entonces, en comparación con este pequeño templo que ellos estaban levantando, éste parecía poco más que una pequeña estructura, una sala de dimensiones reducidas cuando se le comparaba con la riqueza y amplitud que tenía el templo de Salomón. Aquel era un templo muy adornado. Era muy rico en todos los detalles de su arquitectura y ornamentación. Prácticamente, no había ningún punto de comparación entre este segundo templo y el otro que había sido erigido por Salomón.
Ahora, debemos tener en cuenta que el templo de Salomón no había sido, en realidad, un templo grande en tamaño. Lo que mucha gente del pueblo recordaba de aquel primer templo era su buen gusto, belleza y riqueza. Sus adornos, obras de arte, joyas, y el oro y la plata que el rey Salomón había acumulado en él. Y al hablar de lo que debe haber costado, uno puede calcular una cantidad que oscila entre cinco y veinte millones de dólares. Ahora, sabemos por cierto que para aquel día, aquella suma representaba muchísima riqueza. Ese templo era como una caja de joyas. Era algo incomparablemente hermoso.
Recordemos la fecha en que este templo estaba siendo edificado, y la fecha que el profeta le dio a este mensaje. Tuvo lugar en el mes séptimo, a los 21 días del mes. Eso es muy interesante. Si usted se fija en esa fecha y observa lo que dice el capítulo 23 del libro de Levítico y lee allí sobre los días de fiesta, descubrirá que esta fecha era el séptimo día de la fiesta de los tabernáculos, o sea, la fiesta final de la reunión para los judíos. Pensamos nosotros que la gente estaba tratando de concluir la edificación del templo, o por lo menos avanzar en su construcción tanto como les fuera posible para poder utilizarlo para la celebración de la fiesta de los tabernáculos. Y cuando muchos de los ancianos de esa época llegaron, y pudieron contemplar este edificio cuando había sido ya terminado, comprobaron que no había quedado tan adornado como el de Salomón. Había allí una ausencia de joyas y de oro y de plata. Eso lo vamos a ver en este capítulo más adelante. Le faltaba pues, toda esa belleza, y toda esa riqueza que caracterizaba al templo de Salomón.
De modo que, cuando esta gente llegó allí, aparentemente para celebrar la fiesta de los tabernáculos, solamente pudo ver una construcción que había sido levantada rápidamente para poder ser utilizada en esa ocasión. Y todos podemos darnos cuenta de que cualquier edificio, antes de quedar totalmente finalizado no presenta un aspecto demasiado atractivo, es decir, que no causa una buena impresión. Y menos aún, si se trata de un templo. Uno debe esperar hasta que el constructor finalice todo los detalles para poder apreciarlo. Y este edificio no había sido finalizado. Y en realidad, como ya hemos anticipado, no había ninguna comparación entre este edificio y el templo de Salomón. Así es que se produjo allí una reacción un poco mezclada entre la gente, una explosión de emociones conflictivas. Hubo allí una mezcla de júbilo y llanto. Veamos lo que nos dice el libro de Esdras en relación a lo que ocurrió entonces. Creemos que la lectura de algunos versículos allí aclararán lo que tenemos ante nosotros, y nos ayudará mucho a comprender el ambiente que se formó allí. Si usted tiene su Biblia a mano, busque en el capítulo 3 de Esdras, versículos 8 al 11, y allí leemos: En el año segundo de su venida a la casa de Dios en Jerusalén, en el mes segundo, comenzaron Zorobabel hijo de Salatiel, Jesúa hijo de Josadac y los otros sus hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los que habían venido de la cautividad a Jerusalén; y pusieron a los levitas de veinte años arriba para que activasen la obra de la casa del Señor. Jesúa también, sus hijos y sus hermanos, Cadmiel y sus hijos, hijos de Judá, como un solo hombre asistían para activar a los que hacían la obra en la casa de Dios, junto con los hijos de Henadad, sus hijos y sus hermanos, levitas. Y cuando los albañiles del templo del Señor echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen al Señor, según la ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias al Señor, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando al Señor porque se echaban los cimientos de la casa del Señor.
Ahora, usted puede apreciar que ellos tenían algo que celebrar. Solamente eran los cimientos, y quizá algunas maderas para ayudar a la construcción de las paredes. Pero los versículos 12 y 13 de este mismo capítulo 3 de Esdras, dicen: Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos.
Pues bien, entre esas exclamaciones de júbilo, había también otra cosa. Había llanto y clamor, porque había aquellos que estaban haciendo una comparación entre los dos templos y no podían evitar el recordar las imágenes de grandiosidad y magnificencia del pasado grabadas en sus mentes.
Muchas veces nos ocurre lo mismo al recordar eventos de otras épocas pasadas, que conservamos atesorados en nuestra memoria. Y es entonces cuando lo que vemos en el presente a nuestro alrededor, nos parece pálido, sin brillo y es precisamente en esos momentos en que nos viene a la mente la famosa máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor. El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee contaba que la primera iglesia en la cual él trabajó como Pastor, estaba situada en el estado de Georgia en los Estados Unidos. Decía que era una pequeña iglesia blanca, y se encontraba situada en un monte. Y decía él que cuando se ocupaba de las labores del pastorado como Pastor estudiante, tuvo unas reuniones en el verano y entonces predicó una serie de mensajes evangelísticos basados en el libro de Apocalipsis. Decía que no lo ha podido hacer desde entonces, pero lo hizo en esa ocasión, y Dios le bendijo. Muchos jóvenes fueron salvados entonces. Y en la última reunión, un domingo por la noche, en el calor del atardecer, decía él, se sentó a la entrada de la iglesia, y estaba allí conversando con los demás jóvenes, de lo maravilloso que había sido poder reunirse todos esos días, en un ambiente tan inspirador por su silencio y por el encanto del paisaje. Pero allí había también un hombre de avanzada edad, y este hombre introdujo la nota discordante al decir: "Ustedes piensan que han tenido una buena reunión aquí, ¿verdad? Bueno, yo recuerdo en aquello días . . " Y así empezó a rememorar tiempos de su propio pasado que, a su entender, habían sido mejores, con reuniones más concurridas, en un ambiente más acogedor. Como era de esperar, a partir de ese momento, el ambiente de la reunión comenzó a decaer y esa sola persona consiguió crear el desánimo y empañar el ambiente de aquel encuentro entre jóvenes que, hasta ese momento, había sido una hermosa reunión.
Bien, en nuestro próximo programa, Dios mediante, vamos a ver cómo fue que Dios superó este asunto y esta situación. Le invitamos pues, a acompañarnos. Mientras tanto, le sugerimos leer todo este capítulo 2 de la profecía de Hageo, para estar así mejor preparado e informado para nuestro próximo estudio. Y si surgiera alguna duda, puede usted ponerse en contacto con nosotros a la dirección y teléfono indicados al final de este programa. Amigo oyente, le esperamos, pues, para continuar juntos esta etapa que forma parte del viaje de largo recorrido que estamos llevando a cabo "a través de la Biblia."
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