Estudio bíblico de Éxodo 25:10-22
Exodo 25:10-22
En nuestro programa anterior leímos los primeros versículos de este capítulo, que comenzaban a dar las
Instrucciones para la construcción del arca del pacto
El patio exterior era un lugar cercado que rodeaba al propio Tabernáculo, de 45 m de largo y 22 m y medio de ancho por los dos lados. Si consultamos el plano de esta tienda-santuario (Éxodo 30:28) veremos que en al patio exterior estaban el altar del holocausto y la pila utilizada como lavatorio. El tabernáculo propiamente dicho estaba dividido en 2 compartimentos. El lugar Santo y el lugar Santísimo. La tienda tendría unos 14 m de largo, y unos 5 m de ancho. El lugar Santísimo tenía 5 m de largo, 5 m de ancho y 5 m de alto, formando un cubo perfecto.
El mobiliario del Lugar Santo constaba de la mesa, el candelabro de oro y el altar del incienso. En el lugar Santísimo se encontraban el arca del pacto y el propiciatorio (o tapa del arca). En el patio exterior había 2 muebles: el altar del holocausto y la pila, cercados por un cerco de lino blanco.
Continuemos leyendo los versículos 10 al 13:
"Harán también un arca de madera de acacia; su longitud será de dos codos y medio, su anchura de un codo y medio, y su altura de un codo y medio. Y la revestirás de oro puro; por dentro y por fuera la revestirás, y harás una moldura de oro alrededor de ella. Además fundirás para ella cuatro argollas de oro, y las pondrás en sus cuatro esquinas; dos argollas a un lado de ella y dos argollas al otro lado. También harás varas de madera de acacia y las revestirás de oro."
El arca y el propiciatorio o tapa que estaba sobre él era el lugar donde Dios se encontraría con los israelitas. Era el sitio donde ellos se acercarían a Dios. Era el lugar más sagrado del tabernáculo. Tomemos nota de que el primer mueble fue el arca. Y nos estamos aproximando a él desde el punto de vista de Dios, desde dentro de la tienda, hacia fuera. El arca estaba en el lugar Santísimo, donde moraba la presencia de Dios. Si nos estuviésemos acercando a este lugar desde el punto de vista del ser humano, iríamos primeramente a la entrada de la tienda de reunión, y luego al altar de bronce y a la pila.
Esta tienda de reunión se había hecho de tal manera que pudiese ser transportada por los israelitas en su marcha por el desierto. Se armaba cuando acampaban y se desarmaba cuando proseguían su viaje a otro lugar. Cada mueble estaba equipado con argollas y varas para poder ser llevado fácilmente en el viaje. La tapa del arca estaba considerada como una parte separada del mobiliario.
Continuemos leyendo los versículos 17 al 19:
"Harás además un propiciatorio de oro puro; su longitud será de dos codos y medio, y su anchura de un codo y medio. Harás igualmente dos querubines de oro; los harás de oro labrado a martillo, en los dos extremos del propiciatorio. Harás un querubín en un extremo y el otro en el otro extremo; harás el propiciatorio con los querubines en sus dos extremos de una sola pieza."
Ahora, al leer el versículo 20, fijémonos en lo que dijo Dios.
"Y los querubines tendrán extendidas las alas hacia arriba, cubriendo el propiciatorio con sus alas, uno frente al otro; los rostros de los querubines estarán vueltos hacia el propiciatorio."
El detalle importante aquí, es que los ángeles querubines miraban hacia abajo, hacia la tapa del arca. Leamos los versículos 21 y 22:
"Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré. Allí me encontraré contigo, y de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, te hablaré acerca de todo lo que he de darte por mandamiento para los hijos de Israel."
El arca era un cofre cubierto de oro por dentro y por fuera. Estaba hecho de madera de acacia. Era un símbolo perfecto del Señor Jesucristo en su deidad, y en su humanidad. Jesucristo fue el Dios-hombre. Su deidad estaba representada por el oro, y Su humanidad estaba representada por la madera.
El arca no podía ser simplemente descrita como un cofre de madera porque era también un mueble de oro, ni como una pieza de oro, porque era también de madera. Se requerían ambos materiales, el oro y la madera, para mantener el simbolismo, señalando a Cristo como el Dios hombre. No hay mezcla de ambas condiciones. Pasar por alto esta dualidad sería tomar en consideración una noción distorsionada de Su persona. No hay una doctrina en la Biblia tan llena de un misterio infinito y tan apartada del ámbito de las explicaciones, como la llamada unión hipostática de Cristo, el Dios-hombre. Sin embargo, no hay símbolo tan sencillo como el arca, que describe la unión de Dios y el hombre en un cuerpo. Así es que un sencillo cofre hecho de madera y oro nos expresa verdades insondables. Verdaderamente, Dios elige las cosas simples para confundir a los sabios. Aquel cofre simple nos ilustra la totalidad de la historia, del carácter de la persona única y del inexplorable misterio de la bendita persona del Señor Jesucristo, tal como el ser humano es capaz de asimilarla.
Como hemos ya indicado, el arca estaba cubierto de oro por dentro y por fuera. La carta de Pablo a los Colosenses dice que en Cristo habitó corporalmente la plenitud de la deidad. Jesucristo no era meramente un hacedor de milagros ni un hombre con una conciencia sumamente desarrollada de Dios. El era Dios. Habló como Dios. Se colocó en el mismo nivel de Dios. En el Evangelio según Juan 14:1-9 dijo:
"No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí. ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: Muéstranos al Padre?"
Sí. Realmente, El era Dios.
El también era perfectamente humano. Se cansaba. Se sentó a descansar en el pozo de Samaria al calor del día. Durmió. Comió, bebió y rió. Lloró. Y, más allá de todo esto, sufrió y murió. Y todas éstas eran características humanas. Así que en el arca se requerían tanto el oro como la madera. Sin embargo, ninguno de estos materiales se mezcló, ni la identidad de uno de ellos se perdió al unirse con el otro material. Cristo era, al mismo tiempo, Dios y hombre, pero las dos naturalezas nunca se fundieron. El nunca se comportó al mismo tiempo como Dios y hombre. Todo lo que El hizo fue perfectamente humano o perfectamente divino.
El arca no era un cofre vacío. Contenía 3 elementos mencionados en la carta a los Hebreos 9:4
"el cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las tablas del pacto"
El contenido del arca era también simbólico. La vara de Aarón, que floreció, nos habla de la resurrección del Señor. El maná o pan nos habla de la realidad de que Cristo es el Pan de Vida. Y Los Diez Mandamientos señalan a la vida que El vivió en la tierra, cumpliendo toda la ley y las profecías que hablaban de El.
Las tablas del pacto hablan del reino de la majestad de Cristo. El nació rey, vivió como un Rey, murió como un Rey y resucitó de los muertos como un Rey. Y regresará a la tierra como un Rey. El programa de Dios se está llevando a cabo en la actualidad y ha estado desarrollándose desde la eternidad pasada y así continuará hasta que Cristo gobierne sobre la tierra. El mundo necesita un gobernante. El ser humano necesita un Rey. Algún día El vendrá como Rey de reyes y Señor de señores.
La urna de oro que contenía el maná, nos habla de Cristo como profeta. El habló de parte de Dios, como el Evangelista Juan claramente expuso en 6:32. Allí dijo Jesús; En verdad, en verdad os digo: no es Moisés el que os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Y Jesucristo fue también el mensaje de Dios para el ser humano. El era el Verbo, la Palabra de Dios, el mismo alfabeto de Dios. Es el Alfa, primera letra, y la Omega, la última letra del alfabeto griego. El es el mensaje final de Dios para el hombre. Desde que Cristo vino a la tierra como el Dios-hombre, el cielo ha permanecido en silencio porque Dios, después de Cristo, no ha tenido nada más que añadir. El no agregó ninguna posdata a la carta dirigida al ser humano, porque Cristo es la personificación de esa carta. Dios nos ha revelado Su propio corazón en Cristo.
La vara de Aarón, que había florecido, nos habla de la obra de Cristo como sacerdote. El profeta, como portavoz, hablaba de parte de Dios al ser humano; en cambio, el sacerdote era el portavoz del ser humano ante Dios. Como sacerdote, El entró en el cielo. Incluso ahora El está allí sentado a la derecha de Dios. Jesucristo, el Dios-hombre, fue resucitado de los muertos y es el único ejemplo de resurrección hasta el tiempo actual. La vara de Aarón era un palo viejo que recobró la vida. Por todo ello, el arca nos habla de Cristo como profeta, sacerdote y rey. Recordemos las palabras del Evangelista Juan en 1:14, Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
La tapa del arca, reposaba sobre la parte superior del cofre, pero era una pieza separada del mueble. Estaba hecha de oro puro, con ángeles querubines en ambos extremos, con sus alas desplegadas cubriendo dicha tapa, y mirando hacia ella, donde era colocada la sangre. Era aquí que el sacerdote rociaba la sangre del sacrificio, convirtiendo este sitio en un lugar donde se manifestaba la gracia de Dios. Este lugar era también un símbolo de la muerte de Cristo. Siendo El un sumo sacerdote, es como si se hubiese presentado en los cielos con su sangre, después de su muerte en la cruz. A veces podría parecer demasiado literalista al mencionar de esta manera a la sangre de Cristo. Recordemos que el apóstol Pedro en su primera carta 1:18, 19, la menciona de la siguiente manera:
"sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo."
Aquí la sangre de Cristo es considerada más preciosa que la plata y el oro. Podríamos decir que lo más valioso que hay en el cielo es la sangre que el derramó en la tierra por los seres humanos. El presentó la sangre de su sacrificio al entrar al cielo y ello es lo que convierte al trono celestial de Dios en un lugar como aquella tapa del arca, donde se manifiesta la gracia de Dios para nosotros. Nosotros somos hoy invitados a venir a Dios en base al hecho de que Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, ha ofrecido su propia sangre por nuestros pecados. La carta a los Hebreos 1:14 al 16 nos recuerda lo siguiente:
"Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna."
Tú y yo podemos acercarnos a Dios por medio de nuestro gran Sumo Sacerdote que está en los cielos. Es el Cristo vivo que está en el lugar de honor, a la derecha de Dios. A través de El encontramos misericordia y ayuda. Muchos creyentes están tratando de librar su batalla aquí en la tierra por sí mismos. Están intentando enfrentarse a las cuestiones de esta vida solos, para solucionarlas únicamente por sus propios recursos personales. Estimado oyente, tú y yo no somos capaces de hacer tal cosa. No tenemos la fuerza suficiente. Necesitamos ayuda. No nos estamos apropiando de la ayuda que Cristo ofrece. El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios 1:19 y 20, en una oración a Dios, expresó sus deseos de que la poderosa fuerza que actuó en Cristo, resucitándole de los muertos, pudiese actuar también en los creyentes de la ciudad de Efeso. Y nosotros estamos también incluidos en aquella oración. Hay que reconocer que en la actualidad, vemos muy poco de aquel poder operando en los creyentes. Tenemos que darnos cuenta de nuestra gran necesidad de apropiarnos de ese poder por la fe, porque tenemos un Sumo Sacerdote que se encuentra en la presencia de Dios.
El sumo sacerdote que servía en el tabernáculo se apresuraba a dirigirse hacia el Lugar Santo, rociaba la sangre sobre la tapa del cofre o arca del pacto, y salía inmediatamente. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, cuando presentó su ofrenda, se sentó a la derecha de Dios y se encuentra aun allí para interceder hoy por nosotros. El murió aquí en esta tierra para salvarnos. Pero vive actualmente en el cielo para asegurar nuestra salvación. Y nosotros debiéramos mantenernos en contacto con El. ¿Has tenido alguna conversación con El en el día de hoy?
En nuestro programa de hoy hemos contemplado las muebles que se encontraban en el Lugar Santísimo del tabernáculo o tienda de reunión transportable que utilizaron los israelitas en su marcha por el desierto. Concretamente, hemos hablado del arca o cofre y de la tapa en su parte superior. En cada caso, hemos examinado el significado simbólico de cada una de estas piezas del mobiliario, en relación con la persona y la obra de Cristo, que Dios dispuso y proveyó para nuestra salvación.
En nuestro próximo programa, consideraremos el mobiliario del segundo compartimento del tabernáculo de reunión, llamado el Lugar Santo.
Dijimos al principio que aquel tabernáculo sería el centro de la vida de aquel pueblo que viajaba por el desierto, porque sería el lugar donde las personas podrían acercarse a la presencia de Dios para tener una relación con El.
Aquella antigua tienda ya no existe en la actualidad. Tampoco existe aquel venerable sumo sacerdote que presentaba ante Dios la sangre del sacrificio. Pero por todas partes, en todos los rincones de este mundo, hay hombres y mujeres de cualquier posición o en las más diversas situaciones, que necesitan tener una relación con Dios. Y ya hemos dicho que la Biblia especifica la forma en que los seres humanos pueden iniciar esa relación. Y por este libro cuyo estudio nos ocupa cada día, sabemos que hay un solo mediador entre Dios y los hombres. Y ese único mediador es Jesucristo. Los antiguos sacerdotes se presentaban en la vieja tienda para rociar la tapa del arca con la sangre del sacrificio de animales. Pero nuestro mediador, nuestro Sumo Sacerdote, es decir, Jesucristo, murió en la cruz derramando su propia sangre por nuestros pecados. Y después resucitó, presentándose en el cielo triunfante, habiendo consumado la obra de la salvación. Obra que quedó totalmente terminada y que hoy está a tu disposición, para que por la fe la aceptes.
Terminamos con las apropiadas palabras registradas en el Evangelio según Juan 3:16 y 17.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El"
Y aunque aquí se mencione a todo el mundo, te invitamos a escuchar estas palabras como dirigidas personalmente para ti. Porque esa fue la intención del autor. Dios el Espíritu Santo las dejó en este libro tan antiguo y a la vez tan nuevo, tan actual, para que tú las escuches como una invitación estrictamente personal.
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