Estudio bíblico de Éxodo 25:23-26:14
Exodo 25:23-26:14
Recordemos que entre los capítulos 25 y 30 del libro del Éxodo Dios le expuso a Moisés el proyecto del Tabernáculo y el modelo a seguir en la preparación de la ropa que utilizaría el Sumo Sacerdote. En nuestro programa anterior hemos hablado de los materiales de la construcción de esta tienda de reunión y de los muebles que se instalarían en el lugar Santísimo, es decir, el arca o cofre y la tapa que lo cubría, así como de su significado y simbolismo en relación con la persona de Jesucristo. Hoy consideraremos los muebles del segundo compartimento del tabernáculo, llamado el Lugar Santo. El párrafo que comienza en Éxodo 25:23, nos habla de
La mesa del pan de la presencia
Había 3 muebles en al Lugar Santo: (1) el candelabro de oro, (2) la mesa del pan de la presencia, y (3) el altar del incienso. Este llamado Lugar Santo, era un sitio para la adoración. El candelabro de oro es una de las figuras más perfectas de Cristo que podemos encontrar en la Biblia. La citada mesa del pan de la presencia nos habla de Cristo como el Pan de Vida. Y el altar del incienso señala a la oración, en el sentido que el Señor es en la actualidad nuestro gran intercesor, y cuando oramos a Dios el Padre, lo hacemos a través de El.
Sobre la mencionada mesa se colocaban 12 tortas de pan. Hay muchas explicaciones sobre la forma en que se disponían estos panes pero lo realmente importante es recordar que cada torta representaba a una de las tribus de Israel. En otras palabras, Dios estaba proveyendo en condiciones de igualdad para todos. Leamos el versículo 23, de Éxodo 25:
"Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, su anchura de un codo y su altura de un codo y medio."
Observemos que la mesa del pan de la presencia medía 90 cm. de largo, 45 cm de ancho y 65 cm de alto. Tenía la misma altura que el arca de la alianza. Dice el versículo 24:
"Y la revestirás de oro puro y harás una moldura de oro a su alrededor."
La moldura de oro tenía la función de evitar que el pan se cayese. La descripción continúa en los versículos 25 y 26:
"Le harás también alrededor un borde de un palmo menor de ancho, y harás una moldura de oro alrededor del borde. Y le harás cuatro argollas de oro, y pondrás argollas en las cuatro esquinas que están sobre sus cuatro patas."
Una vez más leemos que debían colocarse varas a través de las argollas para que la mesa pudiese ser transportada en el viaje de los israelitas por el desierto. Sería llevada sobre los hombros de los sacerdotes. Continuemos leyendo los versículos 29 y 30:
"Harás también sus fuentes, sus vasijas, sus jarros y sus tazones con los cuales se harán las libaciones; de oro puro los harás. Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia perpetuamente delante de mí."
Como ya adelantamos, el pan era un símbolo de Cristo. Por lo tanto, la mesa también era una figura de Cristo. Esta mesa del pan de la presencia sugiere muchas cosas: nos habla de sustento, provisión, de suministro. Es la mesa de la salvación. En el Evangelio según Mateo 22:1-14, el Señor pronunció la parábola de la boda del hijo del rey. En la historia se relataba que los invitados rehusaron asistir, irritando al rey, que se encargó de tratar con los que le habían rechazado. Una vez hecho esto, el rey amplió su invitación a todos los que se encontraban por las calles, quienes fueron convidados a asistir a la fiesta y a comer. De la misma manera, la invitación se ha extendido hoy al mundo para que las personas vengan y participen de la salvación que se encuentra en Jesucristo.
Se trata de una mesa de provisión. Dios, como Creador, provee los alimentos para el ser humano y los demás seres vivos. Cada día puedes comer, físicamente, en una mesa provista por Dios. Sin embargo, cuan pocos reconocen esta verdad y le dan las gracias por su generosidad. Dios es, pues, el que nos provee lo necesario.
Esta mesa también nos habla de la Cena del Señor, que fue instituida por el Señor mismo justamente antes de Su muerte en la cruz. Es una mesa de comunión para creyentes. Por eso la mesa de los panes de la presencia era una figura previa que señalaba a Cristo como el que sustenta la vida espiritual del creyente.
Como dijimos al principio, la mesa medía 90 cm de largo, 45 cm de ancho y 65 cm de alto. Estaba hecha de madera de acacia y cubierta de oro. La casi incorruptible madera de acacia nos habla de la humanidad de Jesucristo. La madera era un producto de la tierra, pero no estaba sujeta a su acción desde un punto de vista químico. De la misma forma, nuestro Señor tuvo un cuerpo hecho de elementos de la tierra y concebido en el vientre de una virgen. El oro puro nos habla de Su deidad y no es producido directamente por la tierra; está separado de ella y tiene un valor intrínseco. Cristo, en Su deidad, no era de esta tierra. Era Dios y vino de la gloria, del reino celestial.
Sobre la mesa se colocaban 12 tortas de pan. La mesa y los panes son mencionados como constituyendo una unidad. Hoy hacemos lo mismo cuando nos referimos a la "mesa" del Señor y así, asociamos la mesa con el alimento. Este procedimiento estilístico de asociar el todo con la parte se conoce como metonimia y es comúnmente utilizado en la Biblia.
El pan era cambiado cada sábado, o día del reposo. El pan reemplazado era comido con vino por los sacerdotes en el Lugar Santo. La mesa no prefiguraba a Cristo de la misma manera que el pan o maná. Aunque ambos nos hablan de Cristo, no hay la misma conexión. El maná habla de Cristo como el dador de la vida. El mismo lo interpretó así en el Evangelio según Juan 6:32, cuando dijo: Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es Moisés el que os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Un poco más tarde, Jesús les diría: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.
Ahora bien, el pan de aquella mesa también nos habla de Cristo como el sustentador de la vida. La vida eterna es un don, un regalo, es el maná que descendió del cielo. La persona que recibe ese pan, recibe la vida eterna. Sin embargo, la vida eterna requiere un alimento especial como sustento, para ayudarla a crecer e infundirle fuerza aquí en la tierra. El pan de la mesa del Lugar Santo simboliza a Cristo como ese alimento especial para aquellos que han participado del maná o pan de la vida.
El Señor Jesús también fue simbolizado por otra ilustración que El mismo usó. El libro del Levítico 24:5, dice: Tomarás de la mejor harina y con ella cocerás doce tortas; de cuatro kilos y medio cada una. En relación con esto el Señor Jesús, según el Evangelio de Juan 12:24: En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. El Señor Jesús fue molido en el molino del sufrimiento. En su angustia, dijo en este mismo capítulo del Evangelio de Juan, v. 27: Ahora mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: "Padre, sálvame de esta hora"? Pero para esto he llegado a esta hora. Y en ese mismo pasaje, un poco más adelante, en los versículos 31 y 32, dijo que El tuvo que pasar por el fuego del sufrimiento y del juicio, con las siguientes palabras: Ya está aquí el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. El Señor Jesucristo salió de la tumba, resucitó de los muertos con una nueva vida porque Su alma no fue afectada por la corrupción de la muerte. El es actualmente como el pan de la mesa de la presencia que estaba en aquel Lugar Santo. El es el pan, el alimento del cual se nutren los creyentes para mantener su vida y desarrollarse. El cristiano se alimenta del Cristo que vive. El creyente debe de apropiarse de Cristo tal como El existe hoy, pues se encuentra en el lugar de honor en la presencia de Dios el Padre. Por ello el pudo decir: Yo soy el Pan de Vida.
Un antiguo proverbio expresa este pensamiento de que algo crece de acuerdo con aquello de lo cual se alimenta. Hay también un libro que trata el Tema de las dietas que se titula: Tú eres lo que comes. Uno de los problemas de la actualidad consiste en que hay demasiados cristianos que no se están alimentando de Cristo. Tenemos que nutrirnos de El para poder crecer y desarrollarnos. El apóstol Pablo dijo en su segunda carta a los Corintios 5:16: Por eso, nosotros ya no pensamos de nadie según los criterios de este mundo; y aunque antes pensábamos de Cristo según tales criterios, ahora ya no pensamos así de El. Por tal motivo, debemos de alimentarnos de El, es decir, de Su ejemplo y enseñanza, sabiendo que El vive y el lugar y posición que ocupa. De esa manera nos desarrollamos y nos fortalecemos.
El párrafo siguiente del pasaje Bíblico de hoy nos conduce a una descripción de
El candelabro de oro
Leamos los versículos 31 al 33:
"Harás además un candelabro de oro puro. El candelabro, su base y su caña han de hacerse labrados a martillo; sus copas, sus cálices y sus flores serán de una pieza con él. Y saldrán de sus lados seis brazos; tres brazos del candelabro de uno de sus lados y tres brazos del candelabro del otro lado. Habrá tres copas en forma de flor de almendro en un brazo, con un cáliz y una flor; y tres copas en forma de flor de almendro en el otro brazo, con un cáliz y una flor; así en los seis brazos que salen del candelabro."
La descripción continúa detalladamente en los versículos 34 al 39. Pero para que no resulte monótona la lectura, pasaremos al versículo 40, que dice:
"Y mira que los hagas según el diseño que te ha sido mostrado en el monte."
El candelabro era probablemente la figura más perfecta de Cristo que encontramos en el mobiliario del tabernáculo. Le representa como oro puro y nos habla de Su deidad. Le presenta tal como El es, como Dios. Es importante destacar que la adoración tiene mucho que ver con vivir expuestos a Su luz.
Al estudiar la mesa del pan de la presencia vimos que exponía el hecho de que cuando adoramos a Dios debemos nutrirnos del Señor Jesucristo. No se trata de asistir a una iglesia por el mero hecho de reunirse para entretenerse, realizar cierta vida social u otros motivos personales o comunitarios. Solamente podemos adorar a Dios cuando nos alimentamos de aquel a quien señalaba la antigua mesa del tabernáculo.
Decíamos que para adorar a Dios, debíamos vivir iluminados y expuestos a Su luz. Cristo es la luz, simbolizado por aquel candelabro del Lugar Santo. En aquellos tiempos, si uno quería ver la luz natural, tenía que salir de la tienda de reunión. Pero si deseaba estar ante la luz del candelabro, debía permanecer en el tabernáculo. En el Evangelio de Juan 1:19, el escritor nos dijo que Cristo era la luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. Es sabido que muchos aconsejan a otros utilizando meras "palabras". Pero ciertas filosofías, a veces, pueden constituir un fraude y un engaño. Escuchemos lo que dijo San Pablo en su carta a los Colosenses 2:8. Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los poderes que dominan este mundo y no según Cristo. Es importante destacar que Cristo no fue simplemente un filósofo más, que oscurecía su consejo con palabras desprovistas de conocimiento y sabiduría. El es el Hijo de Dios y en El no hay sombras ni oscuridad.
De hecho, el candelabro consistía de una sola pieza de oro. Era un material que había sido martillado y muy adornado. Tenía como un eje principal, del cual salían, a cada lado, 3 brazos, haciendo un total de 7 brazos. Cada brazo era como la parte principal y más ensanchada de la hoja de un almendro, con su fruto y flor. En la parte superior de los brazos se encontraba una flor de almendro abierta y era allí donde se colocaban las siete lámparas llenas de aceite.
Las flores de almendro parecían de madera, pero en realidad eran de oro, Nos recuerdan a aquella vara de Aarón, que floreció. Cuando el sacerdocio de Aarón fue puesto en duda, el florecimiento de su vara de almendro estableció y confirmó su derecho al sacerdocio. La vara de almendro, una rama muerta, recobró la vida y produjo fruto. De la misma manera Cristo fue confirmado como Hijo de Dios por su resurrección de los muertos. La resurrección no convirtió a Cristo en el Hijo de Dios, porque El ya lo era desde los eternos designios de Dios; la resurrección simplemente lo confirmó. En el caso de Aarón, él había sido nombrado sumo sacerdote por Dios y su posición fue confirmada por la "resurrección" de la rama muerta del almendro. De la misma manera, la resurrección de Cristo confirmó Su sacerdocio. Cristo es, pues, nuestro gran Sumo Sacerdote. El se convirtió en un hombre y participó de nuestra naturaleza, habiendo sido "tentado en todo como nosotros, pero sin pecado". Pero la base fundamental de Su sacerdocio es Su deidad. Recordemos que el sacerdote representaba al ser humano ante Dios. Y Cristo, como Dios que se hizo hombre, es actualmente el Dios-hombre que representa al ser humano. Así, hay alguien en el cielo que me conoce y me comprende, que es capaz de ayudarme. La resurrección que le presentó como el Hijo de Dios, igualmente declaró Su derecho a ser sacerdote.
Resulta interesante observar que no se dan las medidas del candelabro. ¿Por qué? Porque no se le pueden poner medidas a la deidad. No se pueden medir las dimensiones de Jesús como el Hijo de Dios. Por nosotros mismos, no podemos comprenderle. El está más allá de los cálculos humanos. No obstante, El también era perfectamente humano. Su deidad y Su humanidad nunca se fusionaron. Junto con el hecho de que Jesús lloró ante la muerte de su amigo Lázaro, estuvo Su orden "¡Lázaro, ven fuera!" Y Lázaro salió vivo de la tumba.
El candelabro proporcionó luz al Lugar Santo, que era el lugar de la adoración. Observemos que el candelabro sostenía las lámparas iluminadas. Al mismo tiempo, las lámparas revelaban la belleza del candelabro. Y el aceite de las lámparas representaba al Espíritu Santo. En el Evangelio de Juan 14:16, Cristo dijo del Espíritu Santo: Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho. Cuando tú y yo estudiamos la Biblia juntos, nos reunimos alrededor de la persona de Cristo, y es el Espíritu Santo el que toma todas los asuntos relacionados con Cristo, y nos los revela, nos los enseña, tal como aquellas lámparas revelaban la belleza del candelabro. El Espíritu Santo revela a Jesucristo como el Hijo de Dios, aquel que vino a la tierra para intervenir a favor nuestro y que vive en el cielo para interceder por nosotros.
Pasemos ahora a considerar
Exodo 26:1-14
Tema: las cortinas del Tabernáculo; se mencionan materiales como el lino, pelo de cabra, pieles de carnero y de marsopa (o tejón): las tablas para el tabernáculo y el velo o cortina para el arca.
Las cortinas del tabernáculo
Sobre el mismo tabernáculo había cuatro series de cortinas. La primera era de lino y cubría la parte del tabernáculo que medía 12 metros y medio de largo por 2 de ancho. Esta cubierta de lino descendía por los lados de la tienda de reunión, pero no se permitía que tocase el suelo. Leamos los versículos 1, 7, 8:
Harás el tabernáculo con diez cortinas de lino fino torcido, y tela azul, púrpura y escarlata; las harás con querubines, obra de hábil artífice.
"Harás también cortinas de pelo de cabra a manera de tienda sobre el tabernáculo; en total harás once cortinas. La longitud de cada cortina será de treinta codos, y la anchura de cada cortina de cuatro codos, las once cortinas tendrán una misma medida."
Las cubiertas de lino eran de hermoso aspecto, pues eran el resultado de un trabajo de artesanía fina. Tenían que estar cosidas entre sí. La longitud de una cortina debía ser de 12 metros y medio, por lo cual las 10 cortinas unidas cubrían exactamente la parte superior y los costados del tabernáculo. Se mantenían juntas con lazos y broches. La descripción continúa en el versículo 14:
"Harás también para la tienda una cubierta de pieles de carnero teñidas de rojo, y otra cubierta de pieles de marsopa por encima."
La tercera serie de cortinas fue hecha de pieles de carnero teñida de rojo y la cuarta, de pieles de marsopa.
Cada uno de los materiales que cubrían la tienda tenía un significado simbólico. El de la primera cortina era lino finamente cosido con ángeles querubines artísticamente bordados. No tocaba el suelo y su belleza solamente podía contemplarse desde dentro del tabernáculo. Esta cortina no se veía desde el exterior. De la misma manera podríamos decir que el atractivo del Señor Jesucristo no puede ser contemplado por el mundo. El solo puede satisfacer a Su propio pueblo. Es importante que los creyentes le adoren porque no solamente necesitamos alimentarnos espiritualmente de El, pero también necesitamos contemplarle en toda Su belleza. En el Salmo 17:8, el rey David dijo: Guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme a la sombra de tus alas. Esto nos recuerda lo que hemos dicho sobre las alas de los querubines bordados en el lino de la cortina que cubría la tienda. Bajo esas alas divinas es un buen lugar para refugiarnos y deberíamos adorar a Aquel que es digno de recibir nuestra adoración.
La segunda serie de cortinas estaba hecha de piel de cabra y tocaba el suelo. La cortina nos recuerda el valor de Cristo para los pecadores. Es simbólica de la muerte de Cristo y éste es el mensaje que debe ser proclamado al mundo. En la carta a los Hebreos 9:26 leemos lo siguiente: De otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en el final de los tiempos, Cristo se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Este es el mensaje de esta cortina.
La tercera serie de cortinas era de piel de carnero teñida de rojo. Nos habla de la fuerza y vigor de Cristo y de la ofrenda de Si mismo en la cruz. Nos muestra el aspecto exterior de Su ofrenda como nuestro sustituto.
La cuarta serie de cortinas era de pieles de marsopa, animal marino parecido al delfín. Después de 40 años en el desierto se deterioraría por el paso del tiempo y el clima, pero siempre protegería lo que estaba dentro. Nos habla de la vida de Cristo ante los seres humanos. Así como la cortina de lino se encontraba dentro para mostrar su belleza al creyente, esta cubierta de marsopa no tenía ningún atractivo que revelar. El profeta Isaías en 53:2 dijo de Cristo: creció delante de El como renuevo tierno, como raíz en tierra seca; no tiene aspecto hermoso ni majestad para que le miremos. Por eso decimos que no hay belleza exterior que contemplar. Tenemos que entrar al Lugar Santo para ver su atractivo. El mundo no ve en El lo que nosotros vemos.
Estimado oyente, si Jesucristo es tu Salvador y Señor porque has creído en El como tu Salvador, aceptando Su muerte en la cruz en tu lugar, tú también podrás experimentar una nueva vida, en la que podrás ir descubriendo, cada vez más, el atractivo de Su persona, de su vida y de Su palabra. Como dijo San Pablo en su primera carta a los Corintios 2:9:
"Cosas que ojo no vio, ni oido oyo, Ni han entrado al corazon del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le AMAN."
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