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Estudio bíblico de Apocalipsis 14:5-8

Apocalipsis 14

Versículos 5-8

Estimado amigo, amiga oyente, hoy continuaremos con la serie dedicada al estudio del libro de Apocalipsis, retomando su lectura en el capítulo 14, versículos 4 y 5. En nuestro anterior programa mencionamos que este capítulo suponía un nuevo y breve interludio, o paréntesis, en la cadena de sucesos apocalípticos narrados por el apóstol Juan, profeta y vidente de todas estas visiones, el autor del libro. Una serie de aterradores personajes hicieron su aparición unos versículos antes que ejecutaban nuevos juicios sobre el planeta Tierra.

La intensidad narrativa del apóstol va aumentando de forma paralela al desencadenamiento de los juicios sobre la Tierra. Cronológicamente, nos encontramos ya hacia el final del segundo periodo de los siete años de tribulación, los tres años y medio, conocidos como la Gran Tribulación. En programas anteriores comentamos las diversas opiniones que expertos en la materia mantienen sobre este periodo final de la historia de la humanidad, cada una de las cuales ofrece diferentes perspectivas de interpretación: La denominada postura "pre-tribulacionista", defendida, entre otros muchos, por el autor de estos estudios bíblicos, el profesor de Biblia y Teólogo Sr. Vernon McGee. Esta orientación teológica asume como buena la postura de que la Iglesia no se verá sometida al sufrimiento de la Tribulación durante este periodo de siete años, debido a que será "arrebatada", "recogida" de la Tierra y llevada al Cielo. Una perspectiva situada en el polo opuesto, conocida como "post-tribulacionista" mantiene la posición de que la Iglesia sí que deberá soportar hasta el final, cuando Cristo venga por Segunda vez, y que sufrirá estos terribles juicios sobre la Tierra durante siete largos años. Uno de sus también numerosos defensores escribió lo siguiente: "En el día de hoy existe un movimiento superficial del cristianismo. Aquellos que no tienen raíces profundas en Cristo que tratan de apartarse de la idea de que Dios probará a Su pueblo con la tribulación, o que Él utilizará el sufrimiento para ayudarle a la iglesia a prepararse como la esposa de Cristo. Muy claramente, por cierto, el sufrimiento es el camino a la gloria. A eso hemos sido llamados. ¿Por qué? Porque Cristo también sufrió, dejándonos un ejemplo para que siguiéramos en Sus pasos. Como resultado de esta forma de pensar, yo ya no enseño más a los creyentes que ellos no van a pasar a través de la tribulación. Quizá no sea así. Pero puedo hacer más por ellos preparándolos para que hagan frente a esta prueba en Su nombre, que enseñándoles que el Señor va a arrebatarlos y sacarlos de la hora de la prueba". Para defender esta opinión, su autor se apoyaba en el versículo 13 de Efesios, capítulo 6, en cuanto a que existe un gran crecimiento en la persona que toma todas las herramientas, la armadura de Dios, para que pueda resistir en el día malo. Sin embargo y aunque no podemos ser dogmáticos a este respecto, el período de la Gran tribulación no es llamado en la Biblia "el día malo", sino el "día de la ira de Dios", el Gran Día de la Ira de Dios.

Finalmente, una tercera opinión nos ofrece una perspectiva diferente a las dos anteriores, situándose en el punto medio de ambas; afirma que la Iglesia sólo soportará parte del sufrimiento desencadenado por los juicios divinos, los correspondientes a la primera mitad de la Tribulación, o a los primeros tres años y medio. Tras éstos, según los defensores de esta perspectiva, la Iglesia será arrebatada al cielo, quitada de la Tierra, justo antes de que comience la segunda mitad del periodo de siete años, la temible Gran Tribulación, que durará otros tres años y medio más.

Si leemos atentamente los sucesos apocalípticos narrados por el apóstol Juan, no resulta fácil pensar que semejantes hechos pudieran, en modo alguno, purificar a la Iglesia, sino, más bien, destruirla. Cuando Cristo murió en la cruz, Él nos dio acceso para entrar en la presencia del Padre, no por nuestros propios méritos, sino por los de Cristo. Y no parece razonable equiparar la denominada hora de prueba con el gran día de la ira de Dios, que, poco a poco y de manera inexorable, está aproximándose sobre esta Tierra. Creemos, por este motivo, que la Iglesia ha sido librada de este sufrimiento. Los 144.000 testigos, el remanente del pueblo judío, ellos sobrevivirán, guardados especialmente por Dios durante ese período de Gran Tribulación.

Y aunque, como iglesia cristiana, no vayamos a pasar por el periodo de tribulación apocalíptica, resulta más que evidente que ello no nos eximirá de otro tipo de tribulación, o aflicción derivada de ser cristianos en un mundo cada vez más hostil hacia cualquier creencia absoluta que, como la nuestra, afirma estar en posesión de "la única verdad". Tarde o temprano los cristianos seremos tildados de dogmáticos, intransigentes y poco abiertos al diálogo; acusados de intolerantes y hasta peligrosos para la convivencia con otras creencias no tan radicales como la nuestra. Cuando esto llegue, tarde o temprano, sólo nos quedarán dos caminos: o abrirnos y aceptar como válidas otras creencias, renunciando así a determinados principios básicos cristianos, o insistir en un cristianismo, según Jesucristo y ser acusados de radicales e intolerantes. Llegará el día en que usted, si es cristiano, deberá escoger entre mantener y expresar su opinión desde una perspectiva cristiana, granjeándose así la antipatía de la sociedad, o renunciar a posicionarse, a defender su fe. ¿Qué hará usted entonces? ¿Hablará o mantendrá un prudente silencio? La elección es suya, querido amigo y amiga, y en cualquier caso, es y será absolutamente respetable, porque el Cristianismo es una forma de vida absolutamente voluntaria pero poco apta para mentalidades poco comprometidas, y sin deseo de cambio.

No conocemos a ningún creyente que esté exento de problemas y dificultades, y a veces recordamos que nadie nos advirtió de que "ser cristiano es para valientes". Mucho es lo que sufriremos en esta Tierra, pero mucho es lo que nos deleitaremos con nuestro Señor por toda la Eternidad. El apóstol Pablo dijo una vez que todos los sufrimientos del mundo no eran nada, comparados con el gozo y la felicidad que algún día experimentaremos al lado de Jesús, y aquellos que también profesaron su fe en Él. Y mientras llega ese día, Dios utilizará los problemas y dificultades que nos acucian para madurar nuestro carácter y prepararnos para mayores responsabilidades. Porque en la Iglesia (y su futuro reino milenario) no estamos llamados a "ser" sino a "pertenecer" y a "servir". El cristianismo pasivo no existe, y si usted se considera a sí mismo "pasivo", debería, tal vez, preguntarse en qué está malgastando su tiempo: ¿En asuntos temporales o en asuntos eternos? Recuerde, querido amigo y amiga, que el cristiano está llamado a trascender, a mirar más allá de lo evidente, de lo superficial de las cosas que nos rodean, y a fijar sus ojos en Cristo. Todo lo que empañe su visión de Cristo representa para usted una amenaza para su salud espiritual y personal. La miopía espiritual implica no ver más allá de nuestra sombra; y triste es para un hombre o una mujer no poder mirar más allá de ésta.

En todo caso, nuestra opinión, sin el menor ánimo de ser dogmáticos, es que la gran mayoría de los creyentes no sufrirá la Gran Tribulación. Durante estos siglos, millones de cristianos han fallecido y disfrutan ya de la presencia de Cristo. El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee comentó en cierta ocasión cómo el Señor le había ayudado durante las enormes dificultades y sufrimientos que tuvo que soportar durante su proceso de tratamiento médico contra el cáncer; tras dos operaciones, comentó agotado, cómo sentía en su cuerpo y en su ánimo los efectos de esa "pequeña tribulación". Un amigo suyo, también predicador, le comentó que se notaba una gran diferencia en su forma de comportarse y de trabajar para la Iglesia y para el Señor, porque la situación por la que había pasado le había dejado una profunda huella en su carácter.

El Señor permitió esta enfermedad en la vida del Dr. McGee con un claro propósito; transformar su carácter para hacerlo más parecido al de Cristo. No olvidemos que los cristianos no estamos llamados a "ser felices", como claman casi todos los libros de auto ayuda y pensamiento positivo publicados hoy en día, o como cantan muchas de las canciones que escuchamos por la radio. Los cristianos estamos llamados, no a ser felices, sino a ser como Cristo; y eso es muy diferente, querido amigo o amiga que nos escucha. Ha de saber usted que el camino cristiano no es fácil, ni de rosas; muy al contrario está lleno de retos y espinas, con las que hemos de lidiar diariamente. Pero contamos con las fuerzas que nos da el Espíritu Santo, que es Dios mismo en la Tierra.

Estimado oyente; Dios no pretendió atemorizarnos escribiendo para nosotros el último libro de la Biblia, llamado Apocalipsis; tampoco pretendió editar un libro de terror con el cual asustar a sus lectores para ganar así adeptos para su causa. Dios no hace proselitismo, ni busca seguidores; Dios busca a Sus hijos, y les ofrece el regalo de la salvación, no porque ellos se lo merezcan, sino porque Jesús ya pagó por ellos el precio de esta salvación. Por eso ésta es gratuita, y no por obras, ni por buenas intenciones. Usted puede ser el hombre o la mujer más bueno del mundo; pero no podrá salvarse a no ser que confíe en Jesús. A ser "cristiano" no se llega ni por miedo, ni por obligación, sino por convicción y por amor, ¿amor a quién? Amor a Cristo. Eso es lo único que cuenta.

El Apocalipsis no fue escrito para ser temido, sino para ser una ventana por la cual poder vislumbrar un breve destello del poder, gloria y majestad de Cristo. Muchos de los símbolos utilizados por el apóstol Juan obedecen a las limitaciones para expresar mediante un lenguaje humano inteligible las maravillas que vio; y, por otro lado, a nuestra incapacidad para comprender muchos aspectos del mundo espiritual. Hay muchas cosas que jamás comprenderemos del Apocalipsis, hasta que éstas sucedan. Pero hay una que nos debe quedar clara: se trata de algo auténticamente terrible, como jamás se ha visto en toda la historia de la Humanidad. Es la descripción que la Biblia nos da del fin los tiempos.

Ahora, en el versículo 4 se nos dice que ellos son primicias para Dios y para el Cordero. Ésta es una clara referencia a la nación de Israel. El apóstol Pablo, en su epístola a los Romanos, capítulo 11, versículos 15 y 16, escribió: "Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos? Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas."

Así es como es descrita Israel, en especial estos 144.000, que ocuparán un lugar muy especial en el Reino milenario. Ellos serán evidentemente la vanguardia del Cordero, cuando Él regrese a establecer el Reino, tal y como veremos un poco más adelante, en el capítulo 19 de Apocalipsis. Y al igual que la ofrenda de los primeros frutos en el Antiguo Testamento, estos hombres fueron apartados para un servicio especial a Dios.

Se nos dice en cuanto a ellos: "y en sus bocas no fue hallada mentira". ¿Por qué se menciona este aspecto? Porque los 144.000 no participaron de las mentiras de la Bestia, el anticristo. Por el contrario, comunicarán la verdad de Dios con precisión y fidelidad, sin exageración, ni acomodación alguna. Si usted lo recuerda, el Señor Jesucristo dijo que algunos escogidos serían engañados, pero no se refería a éstos. Además, dice aquí que son sin mancha. ¿A qué se refiere? ¿Porque han pasado a través de la Gran Tribulación y han sido purificados? ¿Porque están acaso libres de pecado? No, amigo oyente, sino porque han sido santificados y están revestidos de la justicia de Cristo. Así es como nosotros, los cristianos, partimos hacia el Cielo. No vamos al cielo porque somos buenos. Hay muchos "no cristianos" más buenos y que hacen mejores obras que los propios cristianos. Nadie es tan bueno como para merecer el cielo, y tal y como dice la Biblia, la salvación es un regalo gratuito de Jesús para nosotros porque si hubiera dependido de nuestros propios esfuerzos, nadie se habría podido salvar y el Cielo habría permanecido vacío por siempre. Vayamos ahora a la Biblia para leer los versículos 6 y 7, del capítulo 14 de Apocalipsis:

6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.

Una de las señales que habrían de preceder al "fin del mundo" era, que el Evangelio (que significa "buenas noticias") sería predicado en todo el mundo como testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14). Aquí tenemos el cumplimiento de esa profecía. Este ángel llega con el mensaje del evangelio a todas las naciones, razas, tribus, lenguas y pueblos.

El ángel trae un "evangelio eterno". Eterno podría querer decir que el Evangelio es válido eternamente, que Su verdad se mantiene, hasta en un mundo en desintegración. El apóstol Pablo escribió la gran doxología en la carta a los Romanos que "Jesucristo es la revelación del misterio que había estado escondido desde el principio del mundo" (Romanos 16:25). Esto implicaría que el Evangelio es el propósito eterno de Dios para la humanidad y que trata de las cosas que son eternas. En todo caso, el ángel predica las buenas nuevas acerca de la vida eterna y la entrada al reino de Dios. Urge así a los habitantes de la Tierra a que transfieran su lealtad de la Bestia, al Cordero. Y en todo el mundo se podrá oír esta predicación por parte del ángel, algo hoy perfectamente posible dado que cualquier evento puede retransmitirse en directo por televisión a todo el mundo, vía satélite.

Puede que parezca extraño que la figura del "ángel con el evangelio" siga inmediatamente a los "ángeles de la condenación", pero no olvidemos, amigos y amigas, que el evangelio tiene por necesidad un doble filo: es la buena noticia para los que lo reciben, pero el juicio para los que lo rechazan. Dice el evangelio de Juan, capítulo 3, versículo 19: "En esto consiste la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas". La condenación está justificada porque a los que lo rechazaron se les dio previamente la oportunidad de aceptarlo. No olvide esto, querido oyente; Dios llama a la puerta pero no entrará a menos que usted decida invitarlo a pasar. Las palabras del ángel son interesantes. Son una invitación a dar culto a Dios, que es el Creador de todas las cosas. Y este mensaje no es específicamente cristiano, sino la base de todas las religiones. Y el ángel dice: "Temed a Dios". No a Satanás, ni al Anticristo. Y este es el tema de las Escrituras: llamar a los seres humanos a dar honor, gloria, alabanza, reverencia y adoración a Dios. Y el ángel añade algo más: "?la hora de su juicio ha llegado". Así llega el último momento para arrepentirse antes de que la ira de Dios sea derramada.

Llegamos ahora al versículo 8, donde encontramos el anuncio del juicio de Babilonia. Leamos este versículo 8 del capítulo 14 de Apocalipsis:

Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.

La falta de respuesta al mensaje del primer ángel lleva a que un segundo ángel pronuncie este juicio. La referencia a "Babilonia" significa lo que está relacionado a todo el reino político, económico y religioso del Anticristo. La ciudad original de Babilonia fue la cuna en la antigüedad de la idolatría; allí los hombres construyeron la famosa torre de Babel como un monumento a la rebelión y a toda religión falsa. Esa idolatría se dispersó después por el mundo, después de que Dios confundiera el lenguaje humano (Génesis 11:1-9). Y añade el ángel: "porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación": Estas palabras ilustran cómo Babilonia provocó que el mundo se embriagara con sus deleites pecaminosos y participara en una orgía de rebelión, aborrecimiento e idolatría en abierta rebelión contra Dios. La fornicación es prostitución espiritual en el sistema engañoso del Anticristo, que caerá como resultado de su maldad.

Hace bastantes años se publicó un libro escrito por Alexander Hislop donde se habla de dos Babilonia. Hislop sostenía la idea que Babilonia había sido el cuartel general de Satanás desde el mismo principio de los tiempos. Allí fue donde nació la idolatría. Sumeria fue la esposa del rey Nimrod. Otros opinan que era su madre, la cual se casó con su propio hijo. En cualquier caso, ella fue la reina de Babel, que más adelante llegó a ser Babilonia. Ella misma acuñó la historia en la que había nacido de un huevo recogido del río Éufrates; ella misma rompió su cáscara y salió de él como una persona adulta. Su historia se convirtió en leyenda y fue objeto de adoración, introduciendo el concepto femenino de deidad. Por ello de suele mencionar a Babilonia como cuna de falsas religiones.

El segundo ángel que aparece en escena en la visión de Juan, anuncia lo que vendrá, pero utiliza un tiempo verbal como si ya hubiera sucedido: "Ha caído, ha caído Babilonia". Las palabras proféticas de Dios son tan seguras, que se expresan como si los hechos ya hubiesen tenido lugar. Babilonia será reedificada durante el período de la Gran Tribulación, aunque en un lugar diferente. El profeta Isaías en el capítulo 13 de su libro, alude este aspecto, así como el juicio de Dios sobre esta ciudad.

En Jeremías, capítulo 51, versículo 7, leemos: "Copa de oro fue Babilonia en la mano de Jehová, que embriagó a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron, por tanto, las naciones". Y el siguiente versículo dice así: "De repente cayó Babilonia, y se hizo pedazos". La conquista de Babilonia por parte del Rey Ciro de Persia fue uno de los acontecimientos más llamativos de la historia antigua. En aquellos días, Babilonia había sido para los profetas la misma encarnación del poder, la maldad, el lujo y el pecado. El profeta Isaías escribió (Isaías 21:9): "Cayó, cayó Babilonia, y los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra".

Se dice que Babilonia había hecho beber a todas las naciones el vino de la ira de su fornicación. En esta frase se funden dos concepciones del Antiguo Testamento. En el libro del profeta Jeremías 51:7 se dice de Babilonia: "Una copa de oro que embriagó a toda la tierra fue Babilonia en la mano del Señor. De su vino bebieron los pueblos; se aturdieron las naciones". La idea es que Babilonia fue una fuerza corruptora, que había seducido a las naciones hacia una especia de inmoralidad demente. El trasfondo es el cuadro de una prostituta emborrachando a un hombre para poder conducirlo a la inmoralidad, desprovisto de la alerta necesaria para no caer en sus redes. El otro cuadro es el de la copa de la ira de Dios. El libro de Job dice del malvado: "Verá con sus propios ojos su quebranto y beberá de la ira del Todopoderoso (Job 21:20). Y el profeta Isaías, en su libro, capítulo 13, versículo 11, dice: "Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. Y nuevamente, debemos decir que en Jeremías, capítulo 25, encontramos que la ira de Dios viene sobre este mundo. En Isaías, de nuevo leemos en su capítulo 13, versículo 19: "Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios."

Más adelante, en los capítulos 17 y 18 de Apocalipsis, veremos, respectivamente, el juicio a la Babilonia religiosa y la Babilonia comercial.

Nos despedimos aquí, estimados amigos, y le invitamos a acompañarnos nuevamente en nuestro próximo programa, en el cual seguiremos desgranando, poco a poco, el mensaje que el libro de Apocalipsis tiene hoy para nosotros. Hasta entonces, ¡que Dios bendiga Su Palabra, y a usted, estimado oyente!

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